lunes, 14 de noviembre de 2011

Hojas de otoño

Hojas de otoño

Escrito por: Zuki
En JemmaEsparta sin movidas
®Zuki Derechos Reservados 2011

1.
El otoño había decidido entrar con fuerza en Berlín ese año. Apenas había pasado una semana desde el cambio de estación y ya se hacía imposible salir a la calle sin abrigarse a conciencia. A Lucy este tiempo le gustaba. Esa sensación de frío en la cara mientras el sol aún le ganaba la batalla a la oscuridad y la nieve del invierno le parecía la mezcla perfecta.
Andaba embelesada observando los árboles que teñían de marrón el parque que dividía su casa de su escuela de baile. Detrás de esa mirada de infinito azul aparecía una mujer independiente y fuerte, aunque de aspecto frágil. Ese aspecto de niña que tantos papeles de chica buena le había conseguido años atrás se resistía a marcharse, y con su nuevo corte de pelo más aún. No le había hecho mucha gracia cambiar su preciosa melena larga y ondulada por ese corte infantil de flequillo a un lado que requería su nuevo personaje. Siempre que estaba fuera del teatro se lo alborotaba con los dedos intentando recuperar algo de su rebeldía oculta por las trabas de quinceañera que necesitaba su personaje, y así se sentía un poco más ella.
Se cruzó con una pareja que sentados en un banco frente al lago, se susurraban lo que parecían palabras de amor. Lucy los miraba escondida tras sus gafas de sol, envidiando sin darse cuenta, esa relación tan increíble que ella no había conseguido tener con ninguna de sus parejas pasadas. En estos momentos de su vida su pareja era la soledad, soledad casi autoimpuesta por la falta de emoción que había llegado a experimentar con su último novio. Después de Louis, un bailarín francés que conoció durante un curso en París, había decidido que no estaría con nadie que no amara, que no hiciera erizar su piel con un sólo roce, que no le provocara esa expresión tan manida pero tan hermosa de “mariposas en el estómago”. No se sentía infeliz, simplemente “no había tenido suerte en el amor” – pensaba mientras seguía su paseo matutino.
Hacía dos semanas que la habían confirmado el papel protagonista de la adaptación de un musical emblemático en Broadway, Rebecca. Era un personaje complicado, bastante alejado de ella misma, debía trabajar el drama y a la vez cantar, bailar y desenmarañar su personaje sobre las tablas: se trataba de una mujer dulce, ingenua y apasionada, enamorada de un hombre atormentado por la pérdida de su primera esposa y su pasado. Y en medio de todo, debería conseguir que su amor superara todas las barreras, al precio que fuera.
Todo esto a Lucy le resultaba ajeno … ese amor incondicional, ese batallar sin descanso por la persona amada le parecía algo más cercano a la ciencia ficción, pero estaba dispuesta a lograrlo porque sabía que este era el papel de su vida, el que podía consagrarla entre las grandes de los escenarios alemanes.
Las dos últimas semanas las había pasado en su escuela de baile e interpretación de los últimos años, en la que había creído y crecido como artista y donde encontraba ese aire familiar que tanta falta le hacía en determinados momentos. Se había esforzado mucho en su preparación para que, llegado el primer día de ensayos, tener parte del trabajo andado.
Después de la última clase se despidió de todos, llamó a Sara, su mejor amiga, y quedó con ella para comer y despedirse entre abrazos y con la promesa de viajar pronto a verla. Organizó su casa y la dejó lista para estar una larga temporada cerrada. Su madre le aseguró que sus plantas seguirían vivas a su vuelta y que todo iba a estar bien en su ausencia. La besó con infinito amor durante la cena y se despidieron con la sensación de un “hasta luego” porque sabían que en poco más de tres meses sería el estreno y allí estarían todos para apoyarla.
La mañana siguiente se iría a Stuttgart … la esperaba su nuevo destino.

2.
Cayó al suelo sin poder evitar el golpe y la risa se hizo aún más sonora. Lloraba y el estómago endurecido y la presión en la cabeza le decían que era hora de parar de reír. Acababan de ver en el proyector de la clase el resultado de un ejercicio de improvisación que había sido un completo fracaso, pero tan divertido que Kasia creyó morir. La clase entera se había contagiado de su risa, lo que hacía más complicado parar.
Kasia era alegría, un pequeño torbellino rubio de energía infinita, de constancia y ganas. Su trabajo la apasionaba y siempre parecía feliz. Era pequeña, pero no menuda, de rasgos finos, pero no afilados, de mirada de miel y largas pestañas y constelaciones de lunares que adornaban su cuello. De carácter abierto y sencillo, había dejado la interpretación, donde había conseguido algunos éxitos en un pasado no muy lejano, por la enseñanza y la preparación de actores.
Cuando logró calmarse y recuperar la compostura despidió hasta la semana siguiente a sus alumnos y recogió el equipo de clase. Salió corriendo porque llegaba tarde … ser impuntual era una de sus señas de identidad, pero intentaba corregirse corriendo más rápido en lugar de salir cinco minutos antes. Había quedado para ver un estreno con una pareja amiga suya, Sophie y Sam, que conociéndola, ya habían comprado su entrada y esperaban en la puerta como si fueran una posta de relevos más que otra cosa.
Llegó a tiempo. Y aunque no lo hubiese hecho, enfadarse con Kasia resultaba tarea imposible porque ponía ese gesto, mitad chiquilla traviesa, mitad gato desamparado que conquistaba los corazones más duros.
En estos momentos no tenía ningún corazón a sus pies, al menos, que ella supiera. Acaba de terminar su relación con Eva y no tenía ningunas ganas de volverse a enamorar después de haber vivido una traición como la de Eva. Kasia sentía que le había dedicado sus mejores años con toda la entrega de la que era capaz, y sin embargo, para Eva nada era suficiente. Era demasiado ambiciosa, la presionaba para que volviera a actuar y la negativa de Kasia la enfurecía, era como si quisiera vivir bajo los focos de la fama … así que decidió cambiarla por una modelo de carrera ascendente.
Le había costado mucho tiempo y muchas lágrimas apartarse de esa historia de amor, pero Kasia habría reconocido tiempo después a sus amigas, que hacerlo era lo mejor que podía haber hecho, que imaginaba su vida con alguien a quien entregar todo su amor a cambio de nada, una relación donde la base fuera el amor y no el maquillaje y las invitaciones a premiers y fiestas caras.
Después de su fracaso, Kasia había decidido volver a Stuttgart, la ciudad de su adolescencia y de sus mejores años. Allí había sido completamente feliz, se sentía arropada por la gente que más la había querido en la vida, su familia y sus amigos, y tenía la sensación de que era el sitio perfecto para empezar de nuevo. Había montado la escuela de actores y de vez en cuando trabajaba como escenógrafa en obras de teatro y musicales de la ciudad. Se había convertido en un valor en alza en la escena teatral de la ciudad.

3.
Su avión aterrizó sorprendentemente con puntualidad británica. Se sentía emocionada y algo nerviosa, esta nueva aventura lo suponía todo para ella y quería empezar cuanto antes, a pesar del miedo que casi la paralizaba, de la incertidumbre y de todos los tropiezos que seguro tendría. Recogió su equipaje y buscó el cartelito que llevara su nombre: producción la había llamado para confirmarle que enviarían a alguien a buscarla. No tardó demasiado en ver a un hombre alto y corpulento con un cartel con su nombre entre las manos. Se acercó y le brindó una sonrisa.
  • Bienvenida a Stuttgart señorita Scherer – dijo amablemente.
  • Muchas gracias por venir a recogerme, desplazarme por una ciudad desconocida para mí con tanto equipaje habría sido algo complicado. Por favor, llámame Lucy, no estoy acostumbrada a que me llamen por mi apellido – comentó sonriendo.
  • Como prefiera Srta. Sche...., digo, Lucy – ese hombre tan grande pareció sonrojarse, y a Lucy ese gesto le pareció entrañable – soy Manuel, seré su asistente personal si no tiene inconveniente. Bueno, el suyo y el de medio elenco, no se ofenda ... – dijo divertido.
Lucy abrió los ojos sorprendida y todo el aeropuerto pareció llenarse del azul cristalino de sus ojos. “Asistente personal … ¡¡si yo nunca he tenido de eso!!” pensó, descubriendo al fin el nivel de la obra en la que estaba. Intentó recomponer su cara de asombro.
  • No, claro, cómo iba a tener inconveniente ... perdóname Manuel, me has pillado desprevenida – sonrió desviando la vista al suelo un instante en un precioso gesto de timidez – pero si vamos a ser amigos, no puedes tratarme de usted, ¿ha quedado claro? - su intento de parecer amenazante resultaba evidentemente fingido.
  • ¡Hecho!, nada de usted … a cambio, llámame Manu, ¿ok?, todavía no me he acostumbrado al tono alemán con el que dicen mi nombre – rió sonoramente – y es hora de marcharnos o cogeremos el atasco de la hora punta.
Manu resultó ser todo un descubrimiento. Detrás de ese atractivo español de metro ochenta y músculos esculpidos se encontraba un personaje de lo más divertido. No dejó de hablar en todo el trayecto, dando datos increíbles sobre lo que se iban encontrando a su paso por la ciudad y Lucy tenía la sensación de ir subida en un autobús turístico de lo más ameno. Llegaron a una zona residencial de casas pequeñas con vistas a un parque enorme. Lucy sintió que no había salido de Berlín y estaba en casa. Manu seguía con su disparatado monólogo:
  • Y no, no he trabajado con Almodóvar, que sé que te mueres por preguntarme; la mitad de las películas que hace ni las entiendo, y soy demasiado guapo como para salir con vida de un rodaje con ese señor, y mira que en peores plazas he toreado …. ay, si yo te contara ... – reía a carcajadas con sus propias ocurrencias y Lucy no podía evitar contagiarse. - Bueno, ya hemos llegado. Bienvenida a tu nueva casa, si todo va sobre lo previsto, los próximos dos años. Yo ya la he visto, es maravillosa, te va a encantar, de verdad. Cada mañana a las 7 habrá un coche para recogerte y llevarte al teatro, no tienes que preocuparte de nada, el equipo es espectacular y si eres la mitad de buena de lo que dicen, la obra va a ser un exitazo. Y ahora te dejo antes de que acabe con tu paciencia y yo me quede sin aire, que hemos empezado muy bien – guiñó un ojo, dejando el equipaje dentro de la casa y volviendo a su coche. - ¡Hasta el lunes! - gritó mientras se subía.
  • ¡Hasta el lunes!, estoy deseando empezar – le contestó.
“¿Siempre será así este hombre?”, se preguntó divertida mientras cerraba tras de sí la puerta de su nueva casa.
La casa era, simplemente, perfecta. La luz que atravesaba los ventanales del salón le debió parecer lo más increíble que había visto en mucho tiempo porque Lucy fue incapaz de moverse de la entrada del salón en un buen rato. Se quitó los zapatos, jamás entraba con los zapatos en casa, y notó el agradable tacto del parquet bajo sus pies. No era una casa muy grande: un salón comedor con una pequeña chimenea el entrar en la casa te recibía como un hogar confortable. Le seguían la cocina con acceso a un patio trasero y un aseo no muy grande. Arriba, un inmenso dormitorio con un vestidor de ensueño, el baño y un despacho amplio y acogedor.
Era sábado, tenía dos días para hacerse a su nueva casa y a la ciudad y el lunes comenzaría su vida en Rebecca. Pasó el día colocando el equipaje y descubriendo cómo funcionaba la casa: televisión por cable, acceso a internet, calefacción central … nada le resultó complicado hasta que vio la lavadora ultra moderna que le habían colocado. Aquella máquina infernal tenía botones de más, y Lucy estaba convencida de que le perdería las medias de tres en tres en cada lavado. La miró con desconfianza y decidió que la llamaría “Dark Vader” mientras buscaba el botón de encendido del equipo de música.
En la radio sonaba algo que Lucy no conocía pero que le resultaba perfecto para la tarea de ordenar y colocar. Subió el volumen y bailó sacando toda la energía que llevaba dentro. Era feliz.
“Esta emisora seguro que es cosa de Manu” pensó mientras subía corriendo a su dormitorio. Colocó toda su ropa por estaciones en el vestidor. Sabía que estaría una larga temporada y se lo había llevado prácticamente todo. Aún así, sobraba espacio por todos lados: era un vestidor para dos. “No debo olvidarme de enseñarle esto a mamá, así podré decirle al fin con un motivo, que nunca se tiene demasiada ropa” - pensó observando el resultado final. Adaptó el despacho a su trabajo, sacó guiones, colocó las partituras cerca del pequeño piano situado a un lado de la mesa y enchufó su Mac a internet. Miró un momento si tenía alguna indicación nueva del director o de producción en el plan de trabajo y vio que todo estaba en orden. Algunos mensajes de sus amigos y su facebook repleto de buenos deseos. Contestaría más tarde.
Era media tarde cuando terminó y cayó rendida en su confortable sofá. Durante un segundo miró por la ventana del salón para darse cuenta de que empezaba a oscurecer. De la emoción no se había dado cuenta de que no había comido, y la casa tenía de todo … menos comida. “Debo buscar un supermercado antes de que anochezca y no sepa regresar” - cogió su abrigo y el bolso y salió dispuesta a la calle. Se detuvo un momento y miró a los lados … nada. Un chico que paseaba su perro le sirvió de GPS particular y así encontró un pequeño centro comercial a la vuelta de la esquina. Compró lo necesario para el fin de semana y ya el lunes iría con más tiempo. Regresó a casa con una sonrisa de satisfacción propia de un boy scout que ha logrado una medalla, se preparó algo de comer y se relajó en el sofá para llamar a casa. Habló largo y tendido con su madre intentando tranquilizarla, aunque no lo dijera, Lucy sabía que estaba preocupada. Le explicó cómo era la casa, que tenía un sofá cama en el despacho ideal para visitas, así cuando viniera a verla, podría quedarse con ella, que compraría plantas para un par de rincones y todo estaría perfecto y que se sentía muy muy bien.
Cuando colgó, quizás invadida por una cierta nostalgia y ayudada por todo el día pasado, se sintió agotada; era temprano aún, pero decidió darse una reparadora ducha e irse a dormir. Iría a correr la mañana siguiente y se propuso descubrir el otoño en ese nuevo parque y esa nueva ciudad.

4.
El ruido de una sirena en la calle la despertó de un agradable sueño. Kasia, acostumbrada a levantarse temprano los sábados y salir a montar en bicicleta por la ciudad, que la despertaran no la puso de mal humor. Le gustaba la sensación de pedalear por la ciudad casi vacía y la proximidad del frío invierno pronto la dejaría sin ese placer.
Necesitaba un café. No es que fuera adicta, pero era incapaz de salir a la calle sin el café de la mañana. “Suele pasar que los adictos son los últimos en reconocer las adicciones” - pensaba mientras comprobaba que no había café en casa. Torció el gesto un instante, “mañana lo dejo, pero hoy lo tomaré de camino al parque”, se dijo mientras se calzaba las deportivas junto a la puerta.
Pasó por delante de un Starbucks. “No estoy tan desesperada, puedo esperar por un café de verdad” y siguió a un pequeño café al que solía ir de vez en cuando al regresar del trabajo. Apoyó su bicicleta junto a los grandes maceteros de flores que bordeaban la terraza y se sentó en una de las mesas. Una de las camareras, una preciosa pelirroja de ojos verdes se acercó feliz de verla.
  • ¡Buenos días!. ¿Tan temprano y ya con la bici? - sonrió amablemente mientras le acercaba el periódico.
Kasia la miró de arriba a abajo desde su posición. Que era hermosa era innegable, y juraría que sus atenciones no eran las mismas con ella que con los demás clientes, pero era demasiado joven y además estaba el hecho de que no estaba por la labor de tener nada con nadie. “Todavía debo tener algunos encantos” pensó mientras la veía acercarse.
  • ¡Buenos días!. Me desperté un poquito más temprano que de costumbre y decidí aprovechar el día tan increíble que tenemos hoy. Ya sabes que soy un poco caracol, que es ver el sol y salir de casa. - le hizo un gesto agradeciendo la prensa – por favor, un café con leche cargadito y un zumo de naranja, cuando puedas.
  • Enseguida … no podemos permitir que dejes de disfrutar la mañana – le guiñó un ojo y se giró coqueta.
“Es muy joven ...” se repitió abriendo el periódico.
Kasia era una mujer resuelta y abierta, su sexualidad nunca había sido un problema para ella y la había vivido con completa normalidad. Es cierto que había tenido algunos problemas por ello, pero nada demasiado grave. Desde que supo que le gustaban las mujeres, decidió que jamás mentiría sobre sus sentimientos; para vivir otras vidas ya estaba el cine y el teatro. Había salido del armario hacía muchos años y, aunque su representante siempre estuvo en contra, ella decidió hacer su vida con Eva aunque le costara su carrera. En un principio, su trabajo se resintió un poco por este hecho, pero era muy buena actriz y pronto descubriría que ser lesbiana era casi más un valor añadido que un problema. No le gustó que explotaran su vida sentimental – Eva estaba de acuerdo en ello – sólo quería ser fiel a sus sentimientos pero manteniendo su intimidad a salvo. Todo el circo que se formó a su alrededor terminó por decidirla a abandonar la interpretación y optó por lo que realmente le gustaba; la enseñanza.
La camarera trajo su pedido.
  • Vaya, ¿no me has hecho esa cosa tan chula que haces con la espuma del café?, no sé … una hoja o algo – Kasia no pudo evitar coquetear con ella.
  • Pensé en hacerte un corazón, pero no quería que te ilusionaras – contestó decidida la camarera.
“Vaya con la niña, vienen fuerte las nuevas generaciones” pensó mientras soltaba una carcajada.
  • Has hecho bien, nunca se sabe qué clase de desaprensivas pueden pedirte un café – respondió Kasia algo intimidada por la fija mirada de la pelirroja.
  • Ya sabes que cuando quieras un corazón sólo tienes que pedírmelo. Estaré encantada de hacértelo – se mordió el labio mientras la miraba de una forma un tanto lasciva y se fue a atender a la mesa de al lado.
“Madre mía, ya no me hace falta el café para pedalear a gusto”, pensó repasando de memoria los gestos de la chica.
Leyó el periódico. Había una reseña en el apartado de cultura: el lunes empezaban los ensayos de un nuevo musical, muy ambicioso, llamado Rebecca. “Vaya”, pensó, “debe ser realmente ambicioso para que el inicio de ensayos sea noticia”. Terminó de tomarse el café y pidió la cuenta. Detrás del ticket había una nota: “Mel, titulada en corazones de espuma, servicio a domicilio, tlf. 555397223”. Kasia abrió los ojos al leer la nota, la buscó con la mirada y la vio tras la barra, le enseñó la nota y se la guardó en el bolsillo. Pagó la cuenta, le pidió un bolígrafo a un señor que hacía un crucigrama en la mesa de al lado y escribió detrás del ticket, “gracias, nunca se sabe cuándo puedo necesitar un corazón de espuma, lo tendré en cuenta”. Devolvió el bolígrafo y se fue.
Cuatro manzanas al sur de su casa había un parque que a Kasia le resultaba precioso: tenía un circuito para bicicletas de una media hora a buen ritmo, árboles centenarios, un lago con patos e incluso podías ver algunas ardillas si te detenías en alguno de sus bancos el tiempo suficiente. Siempre había mucha gente haciendo deporte y paseando a sus perros, padres con sus hijos en la zona infantil de juegos e incluso un gimnasio al aire libre que todavía algunos osados se atrevían a usar a pesar de las temperaturas. Era su “Central Park” particular.
Dio un par de vueltas al circuito y se detuvo a beber agua. Hoy debía ser su día de suerte; delante de ella, lo que creyó era un reflejo de sus propios sueños: una preciosa mujer de ojos azules y pelo castaño hacía estiramientos con aspecto de cansada. Aún así, sudada y agotada, a Kasia le pareció que era la mujer más hermosa que había visto jamás. Era algo más alta que ella, de pelo largo recogido en una cómoda cola, por su postura erguida y su estructura recta y músculos formados, se podía adivinar que era o había sido bailarina y sus manos finas y dedos alargados la delataban como músico de carrera. Aquella maravilla se giró y se tropezó con la mirada de una embelesada Kasia y lanzó una sonrisa en un ataque frontal al corazón. “Los ángeles sonríen”, pensó Kasia devolviendo el gesto amable sin ser consciente de ello. Esa sonrisa ... su sonrisa … su sonrisa habría podido derretir los polos sin el más mínimo esfuerzo.

5.
Lucy despertó temprano. Había dormido diez horas seguidas y se sentía como nueva así que saltó de la cama. Bajó a la cocina y encendió la televisión para ver las noticias mientras desayunaba: ensalada de frutas y té con leche. En las noticias, nada bueno, como de costumbre. Se puso unas mallas deportivas, una de sus camisetas y algo de abrigo y se dispuso a salir.
Para su primer día en la ciudad, el sol se dibujaba en lo alto como los focos en las grandes ocasiones. La luz de Stuttgart no era como la de Berlín, o eso le parecía a Lucy. Quizás el estar un poco más al sur era el motivo, fuera como fuese, le gustaba lo que veía y le gustaba como se sentía … empezaba a tener la firme sensación de que esa ciudad se convertiría en su hogar, de que estaba en el lugar adecuado en el momento preciso.
La entrada norte del parque estaba justo en frente de su casa, como una invitación formal a que pasara. Era un lugar hermoso; estaba perfectamente cuidado y el caer melódico de las hojas lo convertían en un sitio mágico. Estiró sus adormilados músculos un buen rato, no quería lesiones, se colocó su iPod y le dio al play. Rebecca llegó a sus oídos. Podía ser terriblemente perfeccionista con su trabajo y escuchar su trabajo mientras corría la ayudaba a concentrarse. Anduvo unos diez minutos y empezó la carrera. Se sentía bien … respiraba sin dificultad y sentía que nada la podía parar … observaba todo a su alrededor sin nada que la hiciera detenerse. Para cuando lo hizo se sintió morir, tenía que aprender a controlar esa nueva energía o en una semana la tendrían que ingresar por agotamiento.
Volvió a estirar intentando a la vez relajarse mientras observaba cómo un pequeñín que apenas sabía caminar alimentaba a un par de patos en el lago. La ternura que le provocó la hizo sonreír. Desvió la vista y se tropezó con una mirada increíblemente dulce, era como si dos faros con luz de color miel decidieran que ella era el barco que debían salvar del acantilado. Sonrió sin saber muy bien por qué y descubrió que a aquella mirada la acompañaba una sonrisa como un río de sueños, tierna y sincera como ninguna que hubiera visto antes. Se detuvo un segundo más de lo que se podía esperar de ella en aquellos labios, aquellos labios que Lucy imaginó de piel de melocotón y , por un instante, sintió el deseo de comprobar si estaba en lo cierto.
De repente la lucidez. “Qué demonios ...” pensó sin poder dejar de mirarla. Tan sólo habían pasado dos segundos desde que se habían encontrado y parecía una eternidad en el paraíso.
  • Hola – aquellos labios, aquella boca … Lucy la miraba incapaz de moverse - ¿necesitas agua?, pareces algo cansada – terminó por decir Kasia.
Por un momento, Lucy quiso ser ceniza y que el viento la perdiera entre las hojas. ¿Qué le pasaba?.
  • Eh … esto … hola. La verdad es que me vendría bien un poco de agua, creo que me he pasado corriendo hoy – dijo intentando recomponerse y tratando de resultar un ser de este mundo.
  • No te preocupes, yo llevo en la mochila – contestó Kasia rebuscando en su bolsa.
Kasia no entendía por qué no podía ser la misma chica elocuente de siempre delante de esos ojos que parecían albergar todos los océanos en ellos. Torpe sacó la botella y se la acercó a Lucy. Sus manos se rozaron sólo un segundo: Kasia pensó que la tierra se movía bajo sus pies y podía volar y Lucy no supo entender el mensaje que le enviaba la piel erizada bajo la camiseta.
Tomó un largo trago y no pudo evitar soltar un suspiro al terminar. A Kasia ese suspiro la hizo reír.
  • Vaya … ¿de dónde vienes corriendo? - dijo algo más relajada.
A Lucy descubrir esa risa la hizo sentir feliz y rió también.
  • Pues como desde Berlín, más o menos – siguió la broma.
  • Ahora lo entiendo todo. ¿Sabes que existen vehículos a motor para esos trayectos, verdad?.
  • ¿Acaso te parece que vengo del pasado? - contestó Lucy burlona.
  • Touché!! - hizo el gesto de quitarse una espada del estómago y soltó una carcajada. Iba a contestar pero sonó su teléfono.
  • ¿Sí? … Mamá?, ¿cómo...?, ¿qué Baloo se metió dónde ...?, vale, vale, estoy con la bicicleta, llego en cinco minutos – colgó contrariada. - Perdona, una emergencia … y eso que el traje de superheroína lo uso sólo por las noches, pero ya sabes, madre no hay más que una … Puedes quedarte el agua, y no vuelvas a Berlín corriendo, eh? - dijo subiéndose a la bicicleta.
  • Te lo prometo – Lucy cruzó los dedos divertida – espero que no sea grave.

6.
Verla desaparecer montada en su bicicleta y esquivando obstáculos hizo que Lucy volviera a la tierra. ¿Qué diablos había pasado ahí?, ¿por qué se había instalado en ella una sonrisa eterna sólo de pensar en el brillo de esos ojos?.
“Pero qué demonios!!”, se repitió mirando al horizonte intentando entender. “Vamos por partes: te acabas de tropezar con una mujer y, ¿te has sentido como una colegiala atravesada por Cupido?, ¡una mujer!” - sus pensamientos estaban desordenados, enfrentados y sin atisbo de tregua entre ellos. Lucy cortó por lo sano. “Fue el desvanecimiento por la carrera, ¡claro!” - se rió de sí misma - “¡desde luego, vaya tontería!”. Decidió creerse esta última teoría y zanjar el tema.
A veces, lo que quieres creer no es siempre la realidad.
Kasia volaba en su bicicleta. Acababa de tropezarse con una mujer absolutamente preciosa, como esas mujeres que llegan a tus sueños para que sientas que todo es perfecto. “Oh, dios!!, es tan hermosa!, y esa sonrisa que dibuja ese hoyuelo podría ser mi perdición” - sonreía de pensarla. “Arrrgggh!!, no le pregunté su nombre!!”, caer en ese detalle casi le cuesta atropellar a una señora con un carrito. Definitivamente, estaba bien de reflejos.
Llegó a casa de su madre con la sonrisa instalada en sus labios. Su madre no pudo evitar darse cuenta.
  • Cariño!!, qué bien que has llegado, Baloo se ha puesto perdido persiguiendo al gato del vecino. Este endemoniado perro no puede evitarlo, y ya sabes que es imposible bañarlo si no estás tú para imponer autoridad – se fijó en su hija – espera … te conocí una sonrisa parecida hace unos años, y se llamaba Eva. En esta ocasión tus ojos brillan aún más!!, ¿cómo se llama? - estaba entusiasmada.
  • Mamá!!, ¿pero qué estás diciendo?, anda, anda … vamos a bañar al pequeño Lucifer antes de que el aire sea irrespirable y tengamos dos problemas en lugar de uno – contestó. Quería sacar esas elucubraciones de la mente de su madre porque sabía lo insistente que podía llegar a ser.
  • Kasia!!, no llames así al perro!, mira que te lo digo siempre – fingió enfadarse – Baloo tiene sus debilidades, pero es un gran perro.
Kasia soltó una carcajada. Cuando Baloo llegó, su madre no quería saber nada de él y ahora, lo suyo con el enorme mastín era casi devoción. Se dirigieron al patio y Kasia llamó al perro. Apareció una enorme mancha negra maloliente y sólo con la mirada de su dueña, el animal supo lo que le esperaba. Kasia sujetó la manguera del jardín y lo bañó a conciencia. Baloo volvió a su color natural, el castaño, y la joven rubia terminó empapada.
  • ¿Te paso el champú antipulgas y así ya terminas el baño? - le preguntó riendo su madre.
Sin duda, el sentido del humor lo había heredado de ella y Kasia no pudo más que reír.
Le vino a la memoria la hermosa morena del parque. ¿Cómo haría para volver a verla?, no sabía nada de ella, y aunque lo hiciera, lo más probable es que ni siquiera tuviera el más mínimo interés en ella. Sólo había sido cordial y agradable, nada más. Debía olvidarse de ese encuentro, por muchas ganas que tuviera de encontrarla.
Lucy llegó a casa y se metió directa en la ducha. Estaba decidida a borrar todas las sensaciones que le había provocado aquella preciosa rubia de la bicicleta. “¿Preciosa?, vamos Lucy, recupera la cordura” - pensaba mientras se duchaba. Al salir, pensó que lo mejor era estar ocupada todo el tiempo posible hasta que se pasaran todos esos pensamientos estúpidos. El resto del día lo dedicó a contestar sus correos, a ver una vieja película mientras cenaba y a disfrutar de su estrenada soledad.
Kasia se obligó a olvidar y salió a cenar con sus amigas. No les dijo nada del incidente del parque, de alguna forma quería meter ese momento en un cofre y guardarlo como un tesoro. Sin embargo les contó el coqueteo con la camarera del desayuno. Sophie, que era una alocada directora de documentales, insistió que le vendría muy bien tener algo sin ataduras. Mientras tanto, Sam, psicóloga y conocedora del carácter de Kasia, aconsejó no involucrarse en relaciones superficiales cuando ella nunca se había sentido cómoda en ese tipo de relaciones.
A su manera, las dos tenían razón.
El domingo Kasia decidió volver a su particular oasis en medio del desierto, con la esperanza de volverla a ver. Ella no apareció. No pudo evitar sentirse algo decepcionada, pero de alguna manera le sirvió para convencerse de que aquello era una completa locura y que no había significado nada. Verse en esa situación la hizo dibujar una media sonrisa mientras negaba con la cabeza pensando en su estupidez. Montó en la bicicleta y salió de allí.
Lucy observaba la entrada al parque con detenimiento. Desde que se despertó esa mañana, una fuerza la movía hacia el mismo lugar dónde se había tropezado con ese mundo de sensaciones nuevas e increíbles. No podía evitarlo, no podía arrancarla de su cabeza. No pensaba, se movía por impulsos, pero fue incapaz de atravesar el marco de la entrada. ¿Qué buscaba entrando allí?, ¿no tenía que dedicar todos sus pensamientos a la oportunidad de su vida?. Retrocedió y siguió su camino a un nuevo destino.

7.
A las 7 de la mañana Lucy salió de su casa rumbo al teatro. Al fin había llegado el día que llevaba un mes esperando y tal como Manu le había comentado, su coche la esperaba en la puerta. Era feliz, por fin empezaba el trabajo. A Lucy el trabajo duro de los inicios de todo espectáculo era lo que le apasionaba por encima de todo. Sí, sentir el aplauso y el cariño de la gente cada noche era algo maravilloso, pero disfrutaba casi más el duro trabajo necesario para llegar a ese nivel.
El primer día de trabajo se había planificado en el teatro donde estrenarían el musical tres meses después, para sentir las tablas y el espacio; para presentarse y hacer piña ... era importantísimo el buen ambiente para que todo fuera sobre ruedas. Después de ese día ensayarían en las instalaciones del propio teatro, que en la parte trasera contaba con una serie de inmensas salas preparadas para llevar a cabo todo el trabajo necesario. El teatro estaba a casi una hora de su casa, pero el trayecto no se hacía nada pesado así que apenas notaba la distancia.
En la entrada la esperaba uno de los directores de la obra, conocido de Lucy y buen amigo.
  • ¡Por fin estás aquí!, eso sólo puede significar que este sueño es una realidad – le dijo abriendo los brazos para recibirla con un cálido abrazo.
  • ¡Por fin Markus!, no sabes las ganas que tenía de verte y empezar – respondió a su afectuoso amigo dándole dos besos después de alargar el abrazo un instante. El calor de alguien que quieres siempre viene bien para soltar nervios.
  • Vamos, te enseñaré este teatro tan fabuloso y te presentaré al equipo, ¿te parece?. Por cierto, estás guapísima, radiante – dijo mientras echaba un vistazo a todo el conjunto. Ciertamente, Lucy esa mañana estaba espectacular.
Le enseñó los salones de ensayos y los camerinos mientras le contaba cómo se habían tomado los medios de comunicación el estreno. La repercusión estaba siendo muy buena y estaban pensando hacer una pequeña presentación del musical al aire libre, con prensa y entrada libre cuando ya estuvieran cerca del estreno. Lucy no terminaba de creerse su suerte.
Dieron la vuelta al teatro para entrar por la entrada principal en el patio de butacas. El personal de la obra estaba reunido en pequeños corrillos y no notaron que entraban. Lucy miraba a su alrededor, le gustaba la energía que podía sentir. Encima del escenario, uno de los músicos tocaba al piano lo que Lucy describió como algo parecido al jazz cubano. Por su corpulencia, Lucy adivinó que era Manu el que bailaba con una mujer algo más baja que él. Hacían muy buena pareja: reían divertidos mientras Manu la llevaba como alguien que domina esos ritmos caribeños. Ella movía sus caderas al ritmo de “calabazas” imaginarias y resultaba terriblemente sexy.
Era ella. Lucy podía sentir que alguien le hablaba, estaba segura de ello, pero no podía quitar los ojos de aquel cuerpo en movimiento. Se la veía preciosa, naturalmente feliz, y por un momento sintió celos de no ser Manu en ese momento. Intentaba sacar ese tipo de pensamientos que la invadían, pero era imposible viéndola así, riendo mientras un flequillo se colocaba travieso delante de aquellos ojos que tanto la habían embriagado cuando se habían encontrado con los suyos.
La música se detuvo. Manu le dio una vuelta de más y Kasia se fue de bruces contra él. Su risa llenó el teatro y Manu la abrazó separando sus pies del suelo.
  • ¡¡Ohhh, Kas!!, ¡qué ganas tenía de verte!. Estás increíble, yo incluso diría que estás muy buena, que viniendo de alguien como yo debería valer doble, ¿verdad? - ambos rieron.
  • Yo también estaba deseando verte, ya sabes que eres mi Adonis, no puedo vivir sin ti – le guiñó un ojo – me encanta este tema, ¡es genial Manu!.
Lucy escuchaba. Se habría quedado allí una o dos eternidades.
  • ¿Verdad que sí?, es de una artista, medio española medio africana, que no puedo quitarme de la cabeza. Mañana te traigo el CD y así seremos dos adictos, que para estas cosas, siempre viene bien – pasó su brazo por encima de sus hombros y se giraron hacia el patio de butacas.
Kasia la vio y su cara de asombro no pasó desapercibida para Lucy que le brindó una de sus sonrisas. Por un instante Kasia pensó que sus rodillas flaqueaban … no, no era un pensamiento: sus rodillas le jugaron una mala pasada y Manu anduvo rápido para sujetarla y evitar la caída. La miró entre extrañado y confundido, pero no dijo nada.
  • ¡Lucy!. Buenos días, ¿qué tal el fin de semana y la casa?, ¿todo bien? - Manu saltó al patio de butacas evitando las escaleras para encontrarse con ella.
  • ¡Hola!, sí, todo muy bien – Lucy sonrió sin quitar los ojos de Kasia.
  • ¡Kas!, mira, ella es Lucy Scherer, hace el papel protagonista – atrajo consigo a Kasia que bajaba los escalones – y ella es Kasia Borek, será la ayudante del director de escena. Verás qué talento tiene, no es porque sea mi amiga, que también, ya sabes Kas que no puedo evitar decir lo buena que eres en tu trabajo – la verborrea de Manu amenazaba con volver.
  • Tú …. - Kasia quería que su corazón parara de latir de esa forma, pero no llegaba a dominarlo – veo que no regresaste corriendo a Berlín, – quiso disimular sus nervios tras una de sus fabulosas sonrisas. Parecía conseguirlo.
Manu no entendía nada, pero no pensaba moverse de allí hasta enterarse.
  • Al final pensé que era mejor quedarme, y ya ves, aquí estoy – Lucy había olvidado la última vez que había procesado uno de sus pensamientos.
  • Pero …. ¿es que os conocéis? - preguntó el español.
  • Bueno, en realidad no … Kasia hizo de buena samaritana el sábado conmigo y evitó que la deshidratación convirtiera mi estancia en la más corta en la historia de esta ciudad – contestó Lucy.
  • Nada, te vi un poco cansada y creí te podría venirte bien el agua, sólo eso – contestó mientras se perdía en sus ojos del azul de la primavera.
Markus reclamó la atención de todos los presentes y la magia se desvaneció al volverse todos hacia él.
  • Creo que tienes algo que contarme – le susurró Manu a Kasia al oído.
  • Shhhhh, presta atención – se burló la rubia.

8.
Era el momento de las presentaciones oficiales. En primer lugar, el elenco protagonista. Kasia se había retirado a una cierta distancia para poder perderse en Lucy sin que nadie lo notara. Lucy la buscó con la mirada pero no la encontró. Era mejor así, hasta ahora se había mantenido serena, pero cada vez necesitaba más y más la presencia de esos ojos miel junto a ella. Mientras presentaban al que sería su galán, Lucy reflexionó sobre lo que estaba sintiendo y no lograba entenderlo, no podía ponerle nombre, pero sabía que fuera lo que fuese no se sentía mal, quizás un poco desbordada por una intensidad que nunca había conocido.
Kasia la observaba y cada muro que su sentido común construía, la sola visión de esa mujer hacía que esos muros cayeran como aviones de papel. No era posible, no se podía estar enamorando de ella habiendo compartido apenas cinco minutos de su vida. “No es buena idea, pedazo de idiota” se dijo a sí misma intentando que ese músculo alocado que latía acompasado sólo cuando la tenía en su campo de visión, recuperara la cordura. Pero allí estaba ella, escondida tras una de las columnas del patio de butacas, trazando un plan de fuga de aquella mujer, de aquella mirada que la atrapaba, para que la próxima vez que se enfrentara a ella, su corazón pudiera salir indemne.
Markus comenzó a presentar a directores y asistentes. Cuando llamó a Kasia, tuvo que salir de su pequeño escondite improvisado y Manu saltó de su butaca aplaudiendo como una “groupie” alocada. Todos rieron.
  • Después te pago, mi apolíneo amigo – le dijo haciendo una mueca de burla y encaminándose a donde estaban los demás.
  • Sé que en especias no será … ¿me vas a comprar el Cartier que vimos hace un par de meses? - siguió la broma.
  • ¡Ni loca!, es más … ¡ni muerta!. Y déjalo ya, que tengo una reputación que mantener – lo mandó callar con un gesto de silencio y se colocó junto al director de escena. - Hola, como ha dicho él – miró al director - me llamo Kasia, estoy aquí para ayudaros a preparar vuestros personajes y siempre estaré disponible para discutir cualquier tema relativo a ellos, ¿ok?. Sé, por lo que me ha dicho Markus, que sois brillantes, así que tendré muy poco trabajo, ¡qué bien!. - sacó una sonrisa a los que la escuchaban y se retiró a un lado.
  • Así que ahí estabas … - un susurro tibio, extremadamente sensual y femenino llegó bailando hasta su oído derecho. Kasia se giró pero a su lado sólo estaba el director musical, un señor de sienes blancas, de unos sesenta, algo adormilado por la duración de las presentaciones. Miró hacia la izquierda y bastante lejos, Lucy hablaba despreocupada con su compañero de reparto.
“Dios, ¿lo he soñado? … tienes que calmarte o perderás el poco juicio que te queda” se ordenó a sí misma. No podía ser un sueño: había sentido el calor de unos labios muy cerca de su piel y esa voz no la había soñado, esa voz había sacudido sus deseos y los había despertado … ¿había sido Lucy?.
Lucy la vigilaba ahora desde su posición y podía comprobar cómo la rubia se ordenaba mentalmente algo de calma. ¿En qué estaba pensando para hacer eso?, ¿qué pretendía jugando con excitantes mensajes al oído para luego desaparecer?. Se había acercado a ella con una excusa ensayada sobre su personaje, pero se colocó tras ella y al acercarse para hablar muy bajo y no interrumpir la charla se sintió completamente embriagada por su aroma. Su olor impregnó sus fosas nasales y traspasó su piel… olía a noches de amor y mañanas de domingo de verano… la locura y el deseo hablaron por ella y la hicieron susurrar. El pánico la hizo huir.
Mientras, Kasia intentaba recobrar la compostura. Aquel susurro que creyó escuchar la había hecho vibrar entera, habría dado media vida porque no hubiera sido un sueño, y la otra media por averiguar la portadora de esos calurosos labios que le hablaron. Sacudió la cabeza y respiró. Volvió la calma.
Markus indicaba que las dos primeras semanas, los protagonistas estarían trabajando todo el aspecto musical de la obra y coro y suplentes trabajarían con Kasia y el escenógrafo la parte interpretativa. Era una forma de delimitar bien el trabajo y concentrar la preparación en cada apartado para después trabajar juntos y empezar los ensayos grupales.
La joven de ojos azules se sintió decepcionada, pensaba que podrían trabajar juntas y así llegar a conocerse mejor. Quería descifrar todos los sentimientos, todas las sensaciones, y darle forma alrededor de aquel cuerpo que la atraía, de aquellos ojos que la llamaban a permanecer cerca, muy cerca… de aquellos labios que se antojaban deliciosos. Otra vez esa sensación en la piel. Lucy empezaba a entender el mensaje y se asustó.
Kasia suspiró. Este margen de tiempo la salvaba del caos, así podía ordenar esos pensamientos que la nublaban y ese corazón loco e irresponsable.

9.

Desde que terminó la reunión, Kasia intentó huir de allí. Necesitaba trazar un plan: Lucy era la protagonista del musical, un personaje público, tan hermosa que probablemente tuviera una docena de parejas y, un pequeño detalle sin importancia… completamente heterosexual. No podía entrar en su vida para ponerla patas arriba a los cinco minutos, tenía que hacer lo posible para verla como una compañera de trabajo y nada más.

¡Coño Kasia, que llevas repitiendo que no quieres saber nada del amor más de un año!”, se repetía mirando al suelo e intentando salir de allí.
El torbellino español detuvo su huida.
  • ¡¡Kas!!, Lucy me ha preguntado si tenía algo que hacer, que me invitaba a comer a cambio de enseñarle los sitios que merece la pena conocer de la ciudad. Tranquila, no pensaba llevarla a ninguno de nuestros antros, quiero mantener el trabajo – sacó la lengua y la sujetó del brazo – tú te vienes con nosotros, que algo me dice que es “necesario” este encuentro lejos del teatro.
Kasia quiso protestar. Tapó su boca con una de sus enormes manos y no la dejó hablar.
  • Te callas … hoy por mí y mañana por mí, ya lo sabes. ¡¡Venga, Kas!!, Lucy es increíble, te va a encantar, en serio!!.
Porque ya la volvía loca era que no quería arriesgar más su destartalado corazón.
  • Manu, no. No pienso discutir contigo, y sólo te digo que justo ahora es muy mal momento, necesito salir de aquí, ¿puedes entender eso? – Kasia quería resultar especialmente borde, así la dejaría tranquila.
  • Bah!, ¿te piensas que puedes intimidarme con ese metro y medio? - le hizo el abrazo del oso. Manu podía ser odiosamente persuasivo. - Lo pasarás bien, y si no lo haces, mmmm, prometo … prometo no pedirte nada en toda la semana, ¿hay trato? - estiró su mano buscando un apretón que cerrara el trato.
La voluntad de Kasia era débil. En realidad moría por estar cerca de ella, por adivinar su perfume y aprender el lenguaje de sus ojos al hablar. Estarían semanas sin coincidir y quizás esta iba a ser su oportunidad de eliminar sus dudas y regresar a su estado anterior de cordura o de perder los papeles y morir por el amor de una mujer una vez más. Pero esta vez no se trataba de una vez más, jamás se había sentido así de atraída por alguien que apenas conocía. ¿Y si se trataba de ella?. “Serendipity, Kas”, se dijo, y aceptó con la cabeza. Al diablo con su plan de fuga.
Lucy los miraba desde lejos y su nerviosismo iba creciendo conforme comprobaba por los gestos como Kasia pasaba de un no rotundo a asentir con la cabeza. ¿Significaba que ella iría con ellos?. Su corazón se aceleró, esta parte no entraba en sus planes. Le había pedido a Manu que la acompañara a conocer la ciudad porque temía que si volvía a su casa, inevitablemente se pasaría la tarde entera en aquel parque esperando que ella apareciera y no quería cometer una estupidez, necesitaba desintoxicarse de aquellos pensamientos como fuera. Estaba perdida, los dos se acercaban a ella: Manu con una sonrisa vencedora y Kasia con un gesto que Lucy no lograba descifrar. Se resistía a mirarla a los ojos, estaba tan preciosa así, tímida e insegura … que Lucy sintió la necesidad de abrazarla y desaparecer con ella en ese abrazo. El miedo no existía cuando la tenía cerca.
  • ¡Mira a quién traigo!, Kas se viene con nosotros que ella se conoce la historia de la ciudad y es mucho mejor guía que yo.
  • Espero que no te moleste – Kasia de repente se había metido en un caparazón y Manu se dio cuenta enseguida de que su amiga se sentía atraída por Lucy.
  • ¡¡¿No jodas?!! - exclamó soltando una carcajada.
Las dos lo miraron sin entender nada.
  • Esto... es que acabo de caer en que viniste en la moto esta mañana Kas, y pensaba ir en tu coche, que me encanta que me dejes conducirlo – salvó la situación como pudo.
  • ¿Por qué tengo la sensación de que en lugar de un amigo tengo un “chupa sangre”? - preguntó Kasia fijando la atención en su amigo.
  • Kas, que podría hacer un chiste fácil con eso que me has dicho y no quiero que te pongas colorada – Kasia automáticamente se sonrojó.
Lucy sacó la bandera blanca y se rindió al mirarla. Oficialmente había perdido cualquier defensa disponible y quedaba a merced de lo que ella quisiera hacer con sus sueños.
  • Bueno, bueno, vamos que si no perderemos toda la tarde – Kasia quería salir de allí y dejar de ser el centro de atención.
  • ¡Sí, vamos!, ¿a dónde me vas a llevar? - Lucy le preguntó feliz.
  • Mmmm, deja que piense – hizo un gesto deliberadamente coqueto ladeando la cabeza pensativa y apretando una sonrisa traviesa. - Creo que podemos ir al edificio de la Ópera Nacional y a la Plaza del Palacio, allí tenemos el Palacio Nuevo y el Castillo Antiguo. Otro día te llevo al Castillo Rosenstein y sus alrededores que son espectaculares y al Museo Nacional, ¿te parece?
Manu podía haber desaparecido y no lo habrían notado. Sólo estaban ellas.
  • ¡Ah!, y si se hace tarde, te invito a cenar al Markplatz, que Manu y yo solemos ir a un sitio muy bonito cuando estamos en época de vernos, ¿verdad trasto?.
  • Bueno, ya sabes que cuando el amor me alcanza pierdo el norte y la brújula entera, pero que me quiten lo bailao! - dijo en español mientras hacía un gesto flamenco.
  • Lucy, por favor, no dejes que te cuente sus aventuras amorosas, de verdad, saldrás ganando – dijo pasando el brazo por su espalda en un gesto cariñoso.
Kasia había olvidado por un segundo todo lo que le provocaba Lucy y había conseguido comportarse de una manera natural. Los ojos azules se posaron en los suyos, muy cerca, brillantes … habría firmado la condena de vivir en ellos y entonces habría descubierto lo que es ser feliz.
  • Después me traes a recoger la moto, no creas que la voy a dejar aquí – dijo subiendo en la parte de atrás del coche.
Lucy subió al coche repasando en la memoria la sensación de ese brazo rodeándola. La cordura perdió la cobertura al sentirla y notó que su corazón tenía latidos de más: estaba perdida.

10.
La ciudad cayó rendida a sus pies. Recorrieron cada rincón, comieron los mejores perritos de la ciudad, que Kasia había descubierto en un puesto callejero en la Plaza del palacio. Lucy estaba entusiasmada, se sentía viva, estar a su lado la hacía reír, vibrar ... Kasia conseguía que se olvidara de cualquier cosa que no fuera ella. Sus gestos, sus sonrisas, sus ojos … esos preciosos ojos con esa hermosa capacidad de hablar sin necesidad de palabras, la traían de cabeza. Sentía que todo a su alrededor era nuevo, y no porque estuviera en una nueva ciudad, era algo más que eso... se sentía fuerte, invencible, habría podido vencer a un ejército de dragones con sólo tener esos ojos posados en ellos.
Kasia por su parte había intentado, por todos los medios, parecer una chica normal. Se propuso no rozarla siquiera, estaba concentrada en enseñarle la ciudad y en hacer que se sintiera bien, pero no quería hacerse daño aceptando la cercanía que Lucy le ofrecía con cada sonrisa, con cada una de sus miradas azules. Hasta el momento parecía tener la situación y su corazón bajo control.
Avanzada la tarde visitaron el edificio de la Ópera. Kasia conocía a uno de los conserjes del edificio y les pidió que los dejara entrar antes de que empezara la ópera. Hizo algo más que eso. Les contó la historia y los secretos del edificio y les guardó un rincón entre bambalinas para que vieran el inicio de la obra. Los tres amigos estaban entusiasmados; podían ver una nueva y moderna adaptación de La Traviata, que venía precedida del éxito en el festival de Salzburgo, con una de las mejores sopranos del momento, Anna Nebrebko. Cuando la orquesta comenzó, el vello de la piel de Lucy se erizó, le apasionaba la ópera y, sin quererlo, le habían hecho un maravilloso regalo.
Kasia estaba delante, ventajas de ser la más baja. Lucy detrás, intentando resistir la tentación de volver a impregnarse de su olor, pero se antojaba prueba imposible. Cada vez más embriagada por la música y aquel brillo en la piel que podía observar desde su posición, de aquel aroma de pasión que la enloquecía, sintió la necesidad de atraerla hacia ella.
La soprano había comenzado “È strano! - Ah, fors'è lui" ( http://www.youtube.com/watch?v=Pt09dzEotCM&feature=related ) y Lucy arrastró suave y muy lentamente su mano por la cintura de aquella que se había convertido en el reflejo de su deseo. No quería perderse ni un milímetro de placer. Su mano parecía moverse con la cadencia de la música hasta que terminó por abrazarla. Acercó sus labios a su oído, esta vez sin riesgo de fuga. Se llenó de aquel aroma una vez más. Sus labios gustosamente habrían besado y lamido exhaustivamente cada uno de aquellos inspiradores lunares y se habrían perdido en ellos camino al paraíso de su boca.
  • Gracias. No sabes lo que significa esto para mí, me has hecho increíblemente feliz – susurró muy muy bajo, una vez más cerca de aquella piel que la quemaba aún sin rozar con los labios, delatándose y asumiendo su culpa.
Kasia observaba la calidad interpretativa de la soprano mientras disfrutaba como una niña pequeña cuando sintió una mano que le encendía la piel a su paso. Permaneció inmóvil y cerró los ojos, no quería despertar si era un sueño. Un cuerpo que se pegaba al suyo y el suave calor de un aliento en su nuca. Un susurro. ¡Era ella!, sabía que no había sido un sueño y aquí tenía la prueba. Su corazón galopante, ese abrazo que permanecía activo después del susurro provocando mil sensaciones … la soprano hablaba de pasión, banda sonora perfecta para aquel momento. Kasia se negó a pensar y se giró sobre ese abrazo para quedar frente a aquella boca, aquellos labios que ansiaban los suyos sin ella saberlo, de aquellos ojos que bañaban de azul su vida. Se miraron un instante … respiración acompasada … ¿era inevitable?.
Lucy susurró y se quedó un instante con la cabeza casi apoyada en su hombro. Decidió que no quería apartar su brazo, aquella mujer era suya y la quería para sí en aquel preciso momento. La sintió girarse en su abrazo tan suavemente que tuvo la sensación de que ella tampoco quería deshacer aquel nudo formado entre las dos. Allí estaba, tan cerca que podía compartir su aire. Esos ojos miel se habían detenido en su boca, ¿acaso sus deseos coincidían en ese instante?. Abrió un instante sus labios, entre solícitos y demandantes, no se atrevía a dar un paso más allá pero ansiaba que ella fuera capaz. Otra vez el pánico. Sus ojos se encontraron, brillaban y como la música, hablaban de pasión. Era tan hermosa … Lucy que siempre había reconocido la belleza de la mujer, pensaba en esta ocasión en la belleza femenina desde el deseo, algo nuevo y mágico que la atropellaba y no podía apartar. Milímetros de separación entre sus bocas que parecían millas y ansias de recorrer el mundo en un parpadeo que las acercara.
De repente, la bofetada de la realidad. Manu aprovechó el aplauso del final de acto para tirar de Lucy y ésta a su vez de Kasia, hacia la salida de atrás. Fuera del embrujo del teatro, las dos mujeres se vieron invadidas por una extraña timidez que se empeñaba en hacer que el momento vivido hacía sólo un instante entre ellas, fuera fruto de imaginaciones demasiado vivas.
  • Lo siento chicas, pero creo que es parte de mi trabajo sacaros de ahí. Mañana empiezan los ensayos, y si Markus se entera que he tenido a Lucy hasta las tantas por ahí me va a liar una gorda – el español no había notado nada entre las dos mujeres, pero sus palabras provocaron el alivio en ellas sin él saberlo. Por un momento, cada una en su cabeza, habían pensado en una reprimenda por un acercamiento entre ellas poco adecuado y muy poco profesional.
  • Tienes razón, menos mal que te tenemos a ti – respondió Lucy mientras le regalaba una sonrisa cómplice a Kasia.
  • Sí, sí, será mejor que nos vayamos que mañana empieza el trabajo, y yo además tengo trabajo doble: con el musical y la escuela. Cogeré el metro hasta el teatro y así recojo la moto, no te preocupes cariño, no hace falta que me lleves - quería huir. Lucy la miró algo decepcionada, no quería separarse, pero entendió su mirada. No era buena idea seguir el juego, ambas lo sabían, pero ambas también sabían que no era sólo un juego, y precisamente eso lo hacía mucho más peligroso.
  • ¿Estás segura Kas?, a mí no me supone nada desviarme diez minutos. No seas tonta, te llevo – insistió Manu.
  • No, no, en serio. Es hora de que Lucy descanse, que los dos sabemos lo duro que puede ser Markus, debe descansar – lo decía en serio.
  • Está bien. Nos vemos mañana entonces – claudicó el joven.
  • Claro que sí – regaló una sonrisa – Me ha encantado enseñarte un poquito de la ciudad, otro día te llevamos a cenar al sitio que te dije esta mañana, ¿ok?. Espero que los ensayos vayan muy bien, y prepárate que luego te tocará conmigo, ¿eh? - dijo amenazante.
  • Muchísimas gracias, de verdad, ha sido un día increíble – Lucy se perdió una vez más en sus ojos, memorizándolos – y te aseguro que estoy deseando comprobar lo buena que eres – esa última frase resultó tan sexy que Kasia no pudo evitar soltar un resoplido. Lucy sonrió satisfecha de haber conseguido su propósito.
Manu dio dos besos a Kasia y se metió en el coche. Lucy la miró desde la puerta sin saber si acercarse o no. Kasia no dudó y abandonó las trincheras. Apoyó una mano suave en su cintura, se quedó a pocos centímetros de aquel cuerpo que tanto deseaba y levantó la barbilla para quedar a su altura. La joven de ojos azules tembló pensando que iban a terminar la escena que habían dibujado en el teatro hacía unos minutos, pero Kasia posó sus labios en la mejilla, peligrosamente cerca de la comisura de sus labios y respiró profundo por la nariz, llevándose consigo todo el aroma de la joven castaña. Un beso ralentizado a propósito; apretó un segundo la mano en la cadera y se separó de ella con una sonrisa y muy pocas ganas.
  • Nos vemos pronto – dijo mientras se marchaba.
  • Hasta pronto – contestó Lucy subiendo al coche.
La noche se abalanzó sobre la ciudad y ambas mujeres tomaron caminos diferentes.
Kasia nunca había sido tan precavida en sus relaciones. Normalmente, en una situación como la de la ópera, no habría dudado un instante en saborear los labios de su acompañante en un largo y húmedo beso. Pero Lucy no era como ninguna de aquellos amores pasados, no era igual a ninguna. Su brazo rodeándola le había producido más placer y excitación que cualquier beso apasionado que hubiera recibido antes. Soñó que viajaba con ella abrazada a su cintura mientras volvía a casa. “Vas a tener que trabajar muy duro para controlar esto”, se dijo bajando de la moto frente a su casa.
Se detuvo en seco. Su casa estaba encendida y ella no esperaba a nadie.

11.
Abrió la puerta y pudo divisar las largas piernas de una mujer enfundadas en unas sensuales medias negras. La esperaba tranquilamente sentada en el sofá de su salón pero desde la puerta no podía adivinar de quién se trataba. Se acercó molesta y confusa por esta invasión de su intimidad, se sentía violada en su privacidad de una forma que no toleraba.
Allí estaba ella, arrebatadoramente sexy y provocadora. Sin nada más que sus medias, su lencería de encaje y sus tacones, desnudándola con la mirada como si aún tuviera derecho a hacerlo.
  • Cariño, deberías cambiar el sitio de la llave de emergencia – dijo dando un trago a su copa.
Kasia maldijo no haber tenido en cuenta ese detalle cuando se marchó de allí un año antes. La había dejado entrar de nuevo en su vida por un desliz.
  • ¿Qué demonios haces aquí Eva?, ¿por algún extraño motivo piensas que esta es tu casa y lo que habita dentro tu propiedad?. Hazme el favor y vete de mi casa – dijo sin ningún tipo de emoción, como si de repente la que hablara fuera una mujer vacía.
  • Mi vida – sus palabras sonaban más falsas que nunca – en todo este tiempo no he podido olvidarte. Llamé a Sophie y me contó que no había nadie en tu vida, así que he vuelto… para quedarme – intentó poner su mejor pose seductora.
Kasia fue a su dormitorio y salió un par de minutos después. Soltó un par de sábanas y una manta sobre el sofá.
  • Mañana cuando me levante no quiero verte aquí y cuando te vayas deja la llave en la mesa – y sin mirarla volvió a su dormitorio cerrando la puerta tras de sí.
Se sentó en el borde de la cama tapándose la cara con las manos. Podía notar cómo su temperatura subía y cómo su cabeza tenía toda la intención de estallar de un momento a otro. Había dejado atrás la maravillosa tarde con aquella increíble mujer que la enloquecía para, tras pasar el umbral de su casa, caer al mismísimo infierno. Respiró profundamente calculando posibilidades: ¿cuánto de agresiva necesitaba ser con su inquilina para lograr que abandonara su casa?. Kasia esperaba que su actitud distante e inerte fuera suficiente.
Manu dejó a Lucy en el portal y se marchó.
Miró una vez más la entrada al parque, buscando la cerradura de la entrada al paraíso, porque sin duda en algún momento tuvo que atravesarla sin ella saberlo. Era feliz, habría sido completamente feliz de haber probado sus labios, ahora lo sabía… le quedaban las ganas de descubrir su sabor, su ternura al rozarlos, el calor de su piel desnuda. Ya no había dudas: aquella mujer, ¡sí, mujer!, le había robado la sensatez a cambio de una renovada alegría, le había borrado el miedo dibujando la forma del deseo y le había demostrado el placer de las pequeñas caricias en dos cuerpos que se atraen irremediablemente. Un nuevo escalofrío recorrió su cuerpo y entró en casa.
El teléfono parpadeaba con mensajes desde Berlín. Su madre quería saber qué tal había ido el primer día de trabajo y su amiga Sara confirmaba que la siguiente semana iría a verla. ¡Lo había olvidado por completo!. Sara venía a verla, su amiga venía justo en el momento que más le apetecía estar sola. Necesitaba trazar un plan, necesitaba a Kasia cerca, no podía permitir que se quedara en una tarde mágica. Quería, al menos, un intento de seducción que la atrajera a su bando. Quería morir de amor.
Se tumbó en el sofá para llamar a casa y le contó todo a su madre, salvo la parte de su reciente enamoramiento. Su madre notó la alegría en su tono y le preguntó si había alguna otra novedad, pero ella negó rotunda cualquier otra noticia. Si ni siquiera ella sabía lo que pasaba… no podía contar algo así por teléfono. Colgó y llamó a Sara. Demasiado tarde. Ya tenía los billetes a Sttutgart y estaba emocionada, no podía hacerle eso. Pensó que igual, estando su amiga allí, tendría una opinión más objetiva de su situación y terminó por confesar que estaba deseando verla.
Cuando colgó con su amiga, comprobó la agenda del musical: quería saber el horario de Kasia. Las noticias no eran buenas, no coincidirían en toda la semana, ella trabajaría por las mañanas y Kasia iría por las tardes. Necesitaba una buena excusa, y tramando su siguiente movimiento se fue a dormir.
A la mañana siguiente, Kasia madrugó más que de costumbre para evitar a Eva que dormía plácidamente en el sofá. Era incapaz de despertar antes de las 10 y Kasia sabía que eso era imposible cambiarlo en su ex. Escribió una nota: “deja las llaves aquí y no te molestes en buscarme” y se fue a la escuela. Sabía que no coincidiría con Lucy, pero deseaba verla, así que pensó en llegar temprano al teatro con la excusa de preparar el material de trabajo. Así podría provocar un encuentro “fortuito” y comprobar si tenía alguna mínima posibilidad con ella.
Los primeros ensayos fueron realmente bien. Se notaba el trabajo de Lucy y las correcciones con ella eran mínimas. Tras una dura mañana se fue feliz al camerino. No se le ocurría ninguna excusa creíble con Kasia para quedarse a verla salvo las ganas y no quería resultar tan obvia. Decidió, muy a su pesar, que era mejor marcharse y dejar pasar unos días.
Le puso un abrigo, cogió su bolso y salió del teatro.
Allí estaba ella, bajando de la moto y quitándose el casco con prisa. Lucy la miró detenidamente antes de que Kasia notara que estaba allí: sus vaqueros gastados y su chaqueta de cuero se amoldaban a su cuerpo como una segunda piel. Por un instante Lucy soñó con bajar esa cremallera despacio, mientras disfrutaba de sus labios, para descubrir su cuerpo con sus manos. Sintió que el calor se apoderaba de ella y Kasia la vio sonrojarse. Sonrió feliz de haber llegado a tiempo.
  • ¡Hola! – exclamó Kasia desde su posición acercándose a ella - ¿qué tal ha ido el día?, quería saber si todo había ido como esperabas y si no te causamos mucho problema llevándote a casa tan tarde – al diablo la excusa, necesitaba saber de ella.
  • ¡Qué va!, todo ha ido muy bien… si no fuera porque trabajas ahora, te secuestraba para que siguieras enseñándome la ciudad – dijo sin pensar.
“Lucy, por dios, procura ser sensata”, se dijo avergonzada. No podía, no era dueña de sus palabras con ella cerca.
Kasia quiso contestarle que el fin de semana lo harían cuando se abrió la tierra y volvió al infierno.
  • ¡Mi amor!, aquí estabas – dijo Eva abrazándola por la espalda.

12.
Esa frase entró por los oídos de Lucy como una tormenta que destruye a su paso todo lo que toca. Su estómago dio un vuelco y un extraño dolor se apoderó de su pecho. Pensó que no tenía porqué sentirse así, aquella mujer no era nada suyo: era divertida, absolutamente preciosa e inteligente, era lógico que tuviera alguien en su vida. Sin embargo ese abrazo ajeno alimentaba su enfado y se reflejó sin remedio en sus ojos.
Kasia advirtió la mirada de Lucy mientras debatía si discutir con Eva o explicarle a ella. Notó la decepción en su rostro pero no supo adivinar si era porque estaba interesada en ella de algún modo más allá de la amistad o si era por descubrir que su amiga más reciente era lesbiana. Kasia no podía saber qué era pero tenía que arriesgarse o podría perderlo todo con ella.
  • ¡Qué diablos estás haciendo aquí Eva, creo que te dije muy claramente lo que quería que hicieras! – le dijo mientras arrancaba aquellos brazos de su piel rompiendo el abrazo.
  • Pero… cariño… necesitamos hablar – intentó suavizar Eva.
  • Yo no tengo nada que hablar contigo desde hace muchísimo tiempo, ya te lo he dicho, ¡vete de mi vida! – Kasia no pudo evitar elevar el volumen de su voz.
Lucy se sintió terriblemente incómoda.
  • Esto… debo marcharme o llegaré tarde. Hablamos en otro momento, ¿vale? – dijo huyendo de la escena.
  • ¡No!, por favor Lucy, déjame que te explique algo… - intentó Kasia.
  • No necesito ninguna explicación, todo está bien, de verdad – y sonrió alejándose e intentando zanjar la conversación. Necesitaba huir de aquella imagen lo antes posible.
Kasia la observó marcharse. No era buena idea que se fuera así, necesitaba decirle que Eva no era nadie, que su vida había tomado el color de la mañana desde que la vio en aquel parque. Aunque ella no quisiera nada, necesitaba decírselo. Y corrió tras ella. Llegó a su altura y la tomó del brazo sujetándola suavemente para detenerla. La giró y la hizo mirarla a los ojos.
  • Lucy, por favor, déjame explicarte cómo son las cosas. De verdad que necesito decirte algo – sus ojos pedían una oportunidad y Lucy pudo verlo.
  • Tranquila Kas, no necesitas explicarme nada, en serio… no nos conocemos apenas pero siento que te conozco y sólo quiero que tú seas feliz al lado de quien desees – no era cierto, quería que fuera feliz a su lado, pero aún así lo dijo.
  • Ella no es nadie, ya hace mucho que no es nadie en mi vida Lucy, y siento mucho no haberte dicho nada de esto… - se sonrojó – no había encontrado el momento, no es porque quisiera ocultarte nada… ¿me crees? – la miró directamente a los ojos pidiendo amor.
Lucy tuvo el deseo de besar sus labios, de perderse en ellos en un beso largo y apasionado. Quería que Eva comprobara por sí misma que ella no tenía nada que hacer en su vida, que aquella mujer que la enloquecía no era ya nada suyo, que ahora ella era la que ocupaba su corazón. Quería blandir sus armas por ella… pero le faltó valor.
  • La que no es nadie en tu vida aún soy yo – dijo enfatizando ese “aún” con una sonrisa – tenemos muchísimo tiempo para conocernos, no pienso desaparecer. Pero creo que necesitas un espacio para solucionar algunas cosas y creo que está bien que me retire.
Lucy guardó la espada, no era el momento de batallas, aunque por un instante había perdido la perspectiva de las cosas.
  • Nos vemos otro día, ¿de acuerdo? – sonrió y besó su mejilla lanzando a la vez una mirada a la inoportuna compañera de Kasia. Había guardado las armas, pero quiso decirle a Eva que no había ganado ninguna batalla, sólo le daba la oportunidad de rendirse.
  • Está bien – susurró mientras sentía los labios de Lucy en su mejilla – tienes razón, debo zanjar este tema de una vez.
  • Así me gusta – sonrió una vez más y sus ojos volvieron a mostrarle el camino a su corazón – nos veremos pronto.
Se alejó andando decidida y Kasia vio cómo se le caía el pañuelo que llevaba amarrado a su bolso. Se acercó a recogerlo pero cuando se levantó ya Lucy se había perdido por la boca de metro. Respiró su aroma en el pañuelo y lo guardó en su bolso volviendo con Eva.
  • Así que Sophie estaba equivocada y sí tienes a alguien, ¿me equivoco? – dijo Eva de una forma fría y calculada.
  • Pues sí Eva, efectivamente, tengo a alguien y no tengo porqué darte ninguna explicación – no era cierto, Lucy no era nada suyo, pero tampoco era una mentira como tal – y te he dicho de todas las formas posibles que no quiero nada de ti, que no quiero verte, que estés en mi casa, que me toques… saliste de mi vida hace mucho y por nada del mundo voy a dejar que entres de nuevo, ¿te queda más claro ahora?.
Eva rompió a llorar sin consuelo y Kasia se asustó.
  • Lo siento, de verdad… lo siento tanto – la joven sollozaba intentando encontrar el aire suficiente para hablar – te he hecho muchísimo daño Kas, lo sé, y me arrepiento muchísimo, porque sé que has sido la única persona que me ha querido como soy, con todas mis miserias y aún así has estado incondicionalmente conmigo. He metido muchísimas veces la pata en mi vida, tú lo sabes, pero si de algo me arrepiento es de haberte echado de mi vida, ahora lo sé – no podía parar de llorar.
Kasia la abrazó, no podía verla sufrir de esa forma.
  • Tranquila, ya eso pasó. Yo estoy bien, no debes preocuparte por nada – intentó consolarla.
  • Estoy sola Kas, estoy tan sola… Marie me echó de casa y no tengo donde ir. Ya sabes que la relación con mi familia es muy mala, y no tengo amigos. A todos los que han estado a mi lado los he lastimado, y nadie quiere saber nada de mí. No tengo dónde ir, por eso volví a tu casa.
La joven rubia no podía creer lo que escuchaba. Había desperdiciado el último año y medio de su vida yendo de un lado a otro del mundo con Marie para ahora verse en la calle. No sabía qué hacer.
  • He encontrado un trabajo como encargada de tienda de YSL, de algo me tenía que servir saber tanto de moda, pero no tengo para pagar un piso hasta que cobre el primer mes. No puedo llegar pidiendo adelantos. Son dos semanas Kas, te lo juro. En dos semanas me ingresarán y podré irme de tu casa y de tu vida. Por favor…
  • Está bien Eva, dos semanas. Después te irás de casa. Ni un día más. Y ahora debo entrar al teatro que al final llegaré tarde.
Kasia entró en el teatro pensando en todo lo que había pasado. Dos semanas con Eva en su casa: debía hablar con Lucy y contarle toda la historia, debía ser sincera o todo lo que pudiera surgir entre ellas se iría al traste. Pero serían las dos semanas que no coincidirían en los ensayos, así que quizás no fuera necesario explicarle nada. Cuando se reencontraran ya todo habría pasado y las dos podrían seguir su vida. “Dos semanas, y todo volverá a la normalidad” – pensó entrando al salón de ensayos.

13.
Había pasado una semana. Al contrario de lo que podía parecer, la convivencia entre Eva y Kasia era de lo más sencilla, incluso agradable. Apenas se encontraban y a Kasia eso la liberaba: la chica no causaba problemas, era ordenada y parecía bastante centrada en sacar adelante su vida de una forma independiente.
Kasia se habría sentido feliz salvo por el detalle de la ausencia de Lucy. No la veía desde aquel encuentro en la puerta del teatro. No había vuelto a verla en los ensayos y con el trabajo en la escuela no podía salir temprano para esperarla a la salida. Tampoco la había visto en el parque, sus horarios eran muy distintos, y ese fin de semana había aprovechado para buscar piso con Eva en el que mudarse después de cobrar su primera nómina.
La echaba de menos, y el aroma del pañuelo era la conexión con su mundo. Había pensado que podía servirle de excusa para pedirle a Manu su dirección, pero sabía que no era lo suficientemente buena. Nadie se creería que iba a verla sólo para devolverle el pañuelo y, además, Eva seguía en su casa, era mejor esperar aunque se muriera por verla.
La joven de ojos azules se sentía perdida. ¿Cómo era posible aquella añoranza si apenas se conocían?. No podía quitarse de encima la imagen de Kasia. Su nombre salía solo de sus labios cuando estaba sola. Había pensado pedirle a Manu su teléfono para llamarla y escuchar su voz. La impaciencia se apoderaba de ella conforme pasaban los días y su estado de nerviosismo se reflejaba en ocasiones en su trabajo, algo que la molestaba muchísimo. Encima había perdido un pañuelo que adoraba, se lo había regalado su padre un día que habían quedado para comer. No era un día especial, pero su padre pensó que aquello lo haría especial y ese gesto hizo que Lucy jamás olvidara aquel momento. Lo echaba de menos, los separaban muchos kilómetros y unas agendas muy ocupadas, pero siempre intentaban sentirse cerca.
Esa mañana llegó al teatro algo cansada. Pensar demasiado no la ayudaba a concentrarse y sentía que no podía seguir así. En una semana estaría en el mismo horario que Kasia y podría verla y sentirla a su lado. Entró en su camerino a cambiarse y vio una pequeña caja sobre su tocador. No había tarjeta, así que la abrió... dentro, su pañuelo estaba perfectamente doblado con una nota al lado: “Me ha salvado de tu ausencia estos días, pero creo que es momento de que vuelva a tu lado”. ¿De quién era esa nota?, ¿acaso era Kasia la que la echaba de menos?, no podía ser de otra persona salvo que de repente un admirador surgiera de la nada. Lucy inspiró el aroma del pañuelo intentando reconocer el olor de aquella piel que ansiaba tocar, pero seguía impregnado por su propio olor. Deseó que fuera ella y una sonrisa volvió a sus labios al anudarse de nuevo el pañuelo.
Eva pensaba en secreto sus posibilidades. Sabía que no podía insistir en la idea de quedarse en la casa. No podía tensar más el afecto que desde una cierta distancia le ofrecía la rubia. Eva descubrió que volver a su vida era lo mejor que le había pasado en meses. Era una mujer maravillosa y sabía que no encontraría tan fácilmente a nadie como ella. Empezaba a enamorarse de nuevo de ella, pero qué podía hacer?, ¿cuál sería el siguiente paso?. No mentía cuando le pedía a Kasia dos semanas, pero ahora quería estar a su lado, recuperar su amor y volver a ser feliz con ella. Pero Eva sabía que estaba la actriz... Kasia no le había dicho absolutamente nada de ella, pero la notaba nerviosa por no verla, con la mirada perdida, seguramente, porque andaba perdida en sus pensamientos con ella. Tenía celos de ese sentimiento, pero debía hacer las cosas bien o no tendría posibilidad alguna.
La siguiente semana pasó rápido. Kasia porque seguía enfrascada es el trabajo y en buscar un piso para que Eva se marchara y Lucy porque recibió la visita de Sara. Marcus le comentó a Kasia que Lucy había llevado a los ensayos a una chica de Berlín muy atractiva esa semana y la joven de ojos miel no pudo evitar la punzada de los celos. No sabía de quién se trataba y ese desconocimiento la alteraba. Ese sábado Kasia tenía la mañana libre, Eva había encontrado un piso bastante interesante y estaba cerrando el contrato, así que era prácticamente libre. Montó en su bicicleta rumbo al lago del parque esperando verla al fin.
No estaba allí y otra vez el pensamiento de esa atractiva mujer atacó su cordura. Decidió dar un par de vueltas en lugar de esperar allí sentada.
Lucy y Sara salieron a pasear por el parque. Su amiga llevaba cuatro días en la ciudad y aún no se había atrevido a contarle lo que pasaba por su mente el ochenta por ciento del tiempo. Siempre la misma idea: Kasia. Llegaron al lugar donde la vio por primera vez y se sentaron frente al lago.
  • Sara, necesito contarte algo – se atrevió a decir al fin.
  • ¡Bueno, ya era hora!. Está claro que te pasa algo Lu, nos conocemos muy bien, y no es el trabajo porque he podido comprobar que eres la mejor de todos ellos. El musical es genial y te tratan maravillosamente bien, así que tiene que ser otra cosa.
  • Vale, es cierto que me conoces – bajó la cabeza buscando la manera de seguir – ni yo misma sé qué me pasa Sara, sólo sé que es algo muy especial, algo que no había sentido nunca y que me hace infinitamente feliz cuando estoy a su lado – se atrevió a decir.
  • ¡Acabáramos!, Lu, te has enamorado!, pero si sólo llevas dos semanas en Sttutgart, ¿cómo es posible?, ¿quién es él?, ¿es uno de los chicos de la obra que me has presentado?. Manu no puede ser querida, se le ve a la legua que lo suyo son los chicos – dijo temiendo lo peor.
Lucy respiró profundamente.
  • Ella, Sara. No es él, es ella – dijo, mientras observaba como los ojos de su amiga se abrían conforme el cerebro iba asimilando la información.
  • ¿Ella?... vaya, eso sí que no me lo esperaba – acertó a decir.
  • Ni yo, créeme, no sé lo que me pasa con ella. Desde que la vi por primera vez me perdí en sus ojos, en su sonrisa serena, y no puedo dejar de pensar en ella. Es increíble, si la conocieras sabrías a lo que me refiero. Es hermosa, dulce, inteligente, ocurrente, divertida... es, inspiradora. Creo que me he enamorado sin remedio y no sé qué hacer.
  • Pues es bien sencillo; buscarla. Lu, jamás me habías hablado así de nadie, da igual quién sea, algo así sólo puede provocarlo alguien hecho para ti. Y si piensas que ella puede sentir lo mismo, no la dejes escapar – dijo regalándole una sonrisa tranquilizadora.
  • Tenía miedo de que no lo entendieras Sara – le dijo acariciando la mejilla de su amiga.
  • Soy tu amiga, te quiero como eres y sólo quiero que seas inmensamente feliz. Qué lastima que me vaya mañana, me habría encantado conocerla – le dijo sonriendo y ofreciendo un largo abrazo a su amiga.
  • Pensaba que vendría y que podría presentártela – dijo acurrucada en su abrazo. Le contó cómo la había conocido, la visita por la ciudad, los susurros en la ópera, sus labios a milímetros de distancia... Le contó lo que sentía al oler su piel, lo que la echaba de menos, lo que ansiaba que aquello que Kasia le dijo fuera verdad y Eva hubiera salido al fin de su vida.
Kasia observaba la escena. La vio sentada y quiso acercarse, pero estaba con ella. Era muy atractiva, Manu no mentía. Lucy la acariciaba y se dejaba querer entre sus brazos. Kasia no pudo avanzar, sus pies se habían convertido en hormigón armado y se había quedado sin palabras. Ella tenía a alguien, ahora lo veía claro, y tenía que aprender a vivir con ello.

14.
El sol de la mañana lucía espléndido. Lucy lo interpretó como la suerte de tener un día perfecto para reencontrarse con Kasia. Al fin podía verla sin tramas ni excusas, comprobar si Eva había desaparecido y descubrir hasta dónde la llevaban los sentimientos por aquella mujer. Tardó más de lo normal en elegir el vestuario para ese día, quería estar espléndida para ella, provocar una sacudida de placer y obligarla a confesar. Quería obligarla porque ella no sería capaz de hacerlo.
Kasia pensaba en cómo afrontar el día. Tenía que poner una distancia con Lucy porque no quería hacerse ni hacerle daño. Esperaba poder encargarse de cualquier cosa que no fuera trabajar con ella porque sabía que aún era débil, aún tenía el calor de sus palabras demasiado presentes en su piel como para borrarlas, y no quería, por ningún motivo, meterse en medio de una relación. Odiaba la traición y la mentira, no pensaba formar parte de ello. Se antojaba muy difícil porque no podía olvidar lo que Lucy la hacía sentir, no podía olvidar sus ganas de ella, de su piel, de su cuerpo, de sus labios recorriéndola, todo lo que su cabeza podía imaginar llevaba su nombre.
Kasia ya estaba en el salón de ensayos con el director cuando llegó Lucy. La joven asistente hablaba con el director intentando aunar notas e ideas de los personajes para trabajar en una misma dirección.
  • Kas, trabajarás con Lucy y con Thomas la parte del inicio de la relación, ya sabes... El personaje de Thomas está obsesionado con su mujer fallecida y el de Lucy vive su primer gran amor por este hombre fascinante. Tienen que quedar muy marcados los sentimientos, ¿vale?, ya sabes que en el teatro hay que llegar hasta la última fila – concluyó el director.
El director de escena no le dio oportunidad a decir que no, así que tendría que aceptarlo. Algo contrariada levantó la cabeza y la vio. Llevaba un vestido negro ajustado con un marcado escote. Bufanda para protegerse del frío, una chaqueta de cuero marrón ajustada y unos leggins negros diseñando cada línea perfecta de sus piernas. Kasia volvió a resoplar en un acto instintivo que no podía controlar y Lucy volvió a darse cuenta de lo que provocaba satisfecha una vez más.
  • Bueno chicos, ¡empezamos!. Lucy y Thomas con Kasia y el resto conmigo, ¿ok?. Vamos allá que hay mucho trabajo – indicó el director.
  • ¿Así que por fin trabajaremos juntas? - Lucy estaba pletórica, si Thomas hubiera desaparecido habría sido aún más perfecto.
  • Sí, hoy trabajareis conmigo. Vamos a empezar – Kasia quiso poner distancia en sus palabras y Lucy pudo notar su tensión, su gesto serio... algo andaba mal.
  • Me alegra volver a trabajar contigo – Thomas tenía voz y se hizo presente.
  • Gracias Thomas, a mí también. Vamos a ver, empezaremos por la escena en la que vuestros personajes se conocen. Lucy, tú no sabes nada de su historia, eres una dama de compañía extremadamente ingenua que se ha enamorado de un hombre elegante y muy atractivo, el sueño de cualquier mujer. Thomas, tu pasado te persigue, no puedes borrar ni un segundo de tu mente a tu mujer fallecida, pero haces el esfuerzo porque piensas que es lo mejor para tu familia. Se debe notar el dolor de estar atrapado en el pasado, ¿Ok?. Pues venga, empecemos. No hace falta que cantéis, en esta parte nos interesa la interpretación, ya iremos introduciendo la parte musical para que físicamente podáis con todo.
Lucy pensó en la ironía de la obra. Su realidad debía ser algo muy parecido: ella se enamora de alguien que vive con un amor pasado pegado a su corazón. No quería salir lastimada.
  • Bueno, vamos desde arriba – dijo Kasia sacándola de sus pensamientos.
Los dos actores comenzaron mientras Kasia los observaba y tomaba notas. Lucy estaba preciosa y no podía quitar sus ojos de ella. La joven asistente se maldecía por no poder ser completamente profesional con ella, por perderse en sus gestos y sus miradas, por odiar al pobre Thomas por ser él el que la tenía en sus brazos en ese momento. Kasia reconocía el talento innato de Lucy, era brillante también como actriz y parecía sentir realmente esa sensación de enamorarse de alguien que tiene un pasado que no lo deja avanzar.
  • Bien, bien, está realmente bien. Ahora vamos a darle matices a la escena – dijo acercándose a ellos. - Veamos, Lucy, tu problema es de intensidad, necesitas darle más intensidad a lo que sientes porque si no el teatro se te va a hacer muy grande, ¿me entiendes? - Lucy asintió – Y tú Thomas, necesito que se note que aunque la tienes en tus brazos, es Rebeca la que ocupa tus pensamientos. Cuando te acerques, ella te esperará con la ilusión de una joven enamorada pero tu obsesión debe notarse, algo así …
Kasia se acercó a Lucy que creyó morir a verla ir hacia ella. La joven rubia la abrazó con fuerza y colocó una mano sobre su nuca atrayendo su cuerpo hacia sí. Se acercó peligrosamente a sus labios traspasando fronteras y Lucy no pudo más que perderse en aquella boca, en aquel lunar de su labio inferior que ansiaba besar. Kasia dudó un instante si hacerlo pero no podía evitar la necesidad de tocarla así que la abrazó y puso una mano suave en su espalda y otra sujetando su cuello acercando sus cuerpos. Ese cuerpo que se dejaba le quemaba en sus manos, su aroma la enloquecía y Kasia tenía la sensación de perder el control y que iba a besarla allí mismo si no se detenía. La miró a los ojos y se encontró con aquellos dos luceros azules, enseñándole el camino, y cualquier ruido a su alrededor desapareció. Notó un instante sus cuerpo tembloroso y dócil y tuvo que parar. Kasia se separó resoplando.
  • ¿Ves?, soy mucho más baja que tú, así que a ti se te tiene que ver mucho más imponente en este abrazo y no lo veo. Venga, vamos a repetir – dijo intentando volver a la normalidad y evitando la mirada de Lucy.
La joven de ojos azules pensó por un segundo en susurrarle, en rogarle que la besara y en su mente su escena continuaba con un largo beso que borraba a Thomas de la faz de la tierra. Tenía que ser fuerte o esos ensayos serían una tortura insoportable. Debía rescatar de su cerebro su capacidad como actriz, este era su futuro y no podía olvidarlo. Tenía que recomponerse y seguir con el trabajo.
Thomas era un buen tipo. Consiguió relajar el ambiente con sus bromas y lograron avanzar en el texto. Los dos actores entendían lo que Kasia les pedía y estaba muy orgullosa de ellos.
  • ¡Genial, muy bien trabajado chicos!. De verdad, da gusto trabajar con vosotros. Estoy por llevaros un día a la escuela para que mis alumnos logren entender lo que es ser actor o actriz. Os tendré que apuntar para una master class – dijo sonriendo – nos vemos mañana. Que descanseis.
  • Hasta mañana Kas, me encanta el rumbo que está tomando esto, y encantado iré a tirar de las orejas a esos alumnos tuyos – contestó amable Thomas marchándose a su camerino.
  • Te tomo la palabra, ya sabes lo poco que me cuesta aprovecharme – guiñó un ojo y fue a recoger sus cosas.
  • Kasia, ¿te importaría pasar por mi camerino un minuto?, necesito repasar un par de puntos de mi personaje que no consigo entender – Lucy pasó al ataque. No podía estar un minuto más separada de aquella mujer y decidió jugársela.
Kasia la miró extrañada y asustada. No podría contenerse lejos de las miradas indiscretas, no sería tan fuerte. Y no quería hacer nada de lo que pudiera arrepentirse.
  • Bueno, eh… tengo algo de prisa, ¿no podríamos dejarlo para mañana? - contestó sonrojándose y bastante nerviosa.
  • Será un minuto, te lo prometo – le dedicó la sonrisa más hermosa que guardaba y Kasia cayó rendida. Lucy sabía que no sería fácil, pero no podía y no quería echarse atrás.
  • Está bien, vamos – tragó saliva y la siguió.
El ambiente del camerino era muy especial. Kasia podía oler a flores frescas, una luz tenue amarillenta le daba el calor necesario al ambiente ahora que llegaba el invierno. Era como viajar a los años veinte: peluca con flequillo en un lado, bombillas en el tocador, un sofá morado en el centro y un enorme biombo decorado en un lado.
  • Me encanta trabajar contigo, eres como un soplo de aire fresco, nada encorsetado... la verdad es que lo agradezco mucho – comentó Lucy desabrochando la camisa que llevaba en el ensayo para cambiarse por algo más abrigado.
Kasia quiso evitar mirarla pero lo hacía con tanta naturalidad que apartar la vista habría sido incluso más llamativo. Observó su cuerpo: su vientre plano, sus brazos formados a base de horas de ballet... pudo detenerse en sus pechos, ocultos bajo un sensual sujetador negro que dibujaba un escote de infarto. Kasia reaccionó como lo había hecho en situaciones anteriores con ella, soltando un resoplido y girándose. Ya no podía mirarla más o no sería capaz de hablar.
  • Y bien, ¿qué necesitas aclarar de tu personaje? - consiguió decir mirando al frente. Un pequeño espejo era su aliado y desde esa posición podía seguir observándola.
Lucy sonrió satisfecha de que su plan funcionase. Fuera lo que fuera que a Kasia la paraba, Lucy estaba dispuesta a evaporarlo como se evaporan en el cielo las nubes de viento.
  • Bueno, es que no termino de entender a mi personaje – dijo acercándose a ella tal como estaba – es decir, no consigo que resulte creíble que sea tan sumamente idiota – y se colocó detrás suya.
  • Ingenua. No es idiota, es sólo una joven muy ingenua que nunca ha vivido el amor. Es su primera vez y no entiende que, aunque ella muera de amor por él, él jamás podrá corresponderla de la misma manera – la notó detrás suya y no pudo moverse.
  • ¿No es un poco difícil de entender algo así hoy en día?. Hoy día las chicas no son tan ingenuas, ¿no te parece? - rodeó con sus brazos desnudos la cintura de Kasia y acercó sus labios a su cuello. Jamás habría creído que sería capaz de hacer algo así, pero no podía evitarlo, lo que sentía era más fuerte que ella misma – es que creo que igual no debería ser tan ingenua y deberíamos plantearlo desde una perspectiva de una mujer fuerte – susurraba cerca de su oído, inspirando su aroma con cada palabra, contando lunares a su paso y aferrando su cuerpo al suyo.
  • Bue... bueno... tu personaje se convertirá en una mujer muy fuerte – trató de controlar su respiración para que su voz temblorosa no la delatara – de... debemos reflejar el cambio – su calor iba en aumento.
El calor de aquel abrazo encendió todos sus sentidos. No era capaz de pensar, sólo existía el fuego del deseo que ardía en su vientre y subía hasta sus sienes. Se giró en sus brazos como lo había hecho en la oscuridad de la ópera para mirar una vez más aquellos ojos de azul cielo. Brillaban y hablaban para ella. Aquella mujer que la enloquecía mordió su labio inferior tratando de buscar la fuerza para atreverse a besarla y ese gesto volvió loca de deseo a Kasia. Se acercó un poco más, lentamente... provocando que el deseo fuera en aumento. Subió sus manos a su cuello y sujetó su cabeza suavemente, enredando sus dedos en su pelo. Sus dedos acariciaron su nariz y bajaron a sus labios que, entregados, se abrieron para sentir el calor de su piel. Kasia no esperó más y acercó su boca a aquella que la solicitaba ardiente.
Sus labios se encontraron al fin, como ambas lo habían deseado desde la primera vez que se vieron. Kasia recorrió su boca con sus labios, atrapando uno y otro y subiendo en deseo. Su lengua rozó sus labios y Lucy creyó morir. La atrapó aún más en sus brazos y abrió la boca dejando paso a su lengua para reconocer la fuente de su placer. Se reconocían, se entregaban y eran incapaz de separarse de aquel beso. Ambas habían llegado al paraíso que anhelaban y tocaban con sus labios la felicidad.
Lucy necesitaba respirar y tomar aire o las piernas le jugarían una mala pasada. Se separó un instante de los labios de Kasia sonriendo y mirándola con deseo.
  • No sabes lo que he esperado por ti – dijo Lucy, acariciándola una vez más.

15.
Kasia no podía creer la suerte que tenía. Entre sus brazos tenía a la dueña de sus sueños, aquella que creía imposible y que soñaba cada día. Podía verla hermosa, sonriéndole ansiosa de sus labios. Volvió a sujetarla entre sus brazos y a besarla. Cada beso aumentaba sus ganas y sus manos buscaron expertas la apertura de su sujetador. Acarició su espalda hasta llegar a ella y un gemido de placer como respuesta a sus caricias, le pedía que siguiera. Lucy se perdió por su cuello, lamía la parte inferior de su oreja bajando por su cuello para volver a su boca. Kasia estaba a punto de perder el sentido y toda voluntad posible.
  • No, Lucy, debemos parar – sacó fuerzas de lo más profundo y soltó el enganche del sujetador dejándolo como estaba – no quiero esto para ti, me importas demasiado y no es así como quiero que pase – volvió poco a poco a serenarse.
  • ¡Ohh, Kas!, no sabes todo lo que me provocas, las ganas de ti que me nublan el entendimiento, estos labios que me pierden – se acercó para robar un beso una vez más.
  • No puedo, no puedo hacer esto... no puedo ser parte de una traición – de repente la culpa, la culpa por la atractiva joven que estaba con Lucy en el parque atizó su memoria. Su gesto tornó triste y frío.
Lucy pensó en Eva. No había sido capaz de sacarla de su vida, estaba claro, por eso hablaba de traiciones. Había sido una estúpida pensando que era libre para amarla.
  • Lo... lo siento, de verdad que lo siento – dijo sintiéndose culpable la joven de ojos azules.
  • No tienes que disculparte, las dos hemos querido exactamente lo mismo. Malditas circunstancias – Kasia la miró una vez más – creo que te quiero desde el primer día que te vi, eso no es fácil de controlar. Pero trabajamos juntas y este proyecto es muy importante para tu carrera, no podemos permitir que algo salga mal – se arrepentía de sus palabras conforme salían por su boca, pero creía que era lo mejor para ambas.
  • Kas... has hecho que sienta cosas que jamás he sentido, no puedo controlarlo, es más fuerte que yo, así que necesito que me ayudes – comprendía las palabras de la rubia de ojos miel, pero era incapaz de dejar pasar la oportunidad de ser feliz – Sólo quiero estar contigo, en este preciso instante nada me importa más que eso.
  • Mi niña hermosa, necesitamos un tiempo para solucionar todo a nuestro alrededor. Y si hemos de estar juntas, nada lo podrá evitar – se acercó una vez más con un beso hambriento, cargado de ansias por recorrer su piel y Lucy la recibió encantada, dispuesta a jugarse la vida por estar una noche en sus brazos.
Ambas se separaron jadeantes, si seguían un minuto más en ese camerino, la excitación haría el resto del trabajo dejándolas desnudas de piel y sentimientos.
  • Está bien, será mejor que paremos. En el fondo creo que tienes razón, necesitamos un tiempo que nos pruebe que no estamos equivocadas, pero qué difícil se me hace ahora que por fin te tengo.
  • Será mejor que me vaya – Kasia se acercó a la puerta sujetándola con una mano – te prometo que pronto vendré a buscarte y no dejaré que te vayas de mi vida.
Lucy se acercó a ella y la besó una vez más. Quería mantener el recuerdo de sus besos y la atrapó una penúltima vez.
  • Pronto. Pronto nada podrá separarme de ti. Hasta mañana, gracias por tus anotaciones con mi personaje, señora directora – dijo guiñando un ojo.
  • Hasta mañana mi talentosa primera actriz – lanzó un beso al aire y cerró la puerta tras de sí.
Lucy se quedó un instante mirando la puerta, esperando que volviera diciendo que no podía esperar para estar con ella y aferrándose a sus brazos. Pero no ocurriría, Kasia aún tenía que liberarse de su relación con Eva para poder comenzar algo con ella. Bajo la puerta rodó una nota. La letra era la misma que había en la nota del pañuelo: “No temas, aunque me pierda, yo siempre me encontraré contigo. Eres lo mejor que me ha pasado en la vida y sólo deseo amarte. Pronto. K.”
Releyó la nota una vez más observando cada trazo. Eran como ella misma, sinuosos y sensuales. La joven castaña estaba completamente atrapada en ella, no habría podido imaginar cuando llegó a Sttutgart que esa ciudad iba a cambiar tanto su vida. Pero debía ser paciente, Kasia le había demostrado sus sentimientos envueltos en aquellos besos sinceros. Había visto el esfuerzo que tuvo que hacer aquella mujer, poseedora de los ojos que la guiarían por el camino de la felicidad, para detenerse y no continuar con sus caricias. Sabía que, en algún momento, sus caminos se reencontrarían en un punto que marcaría su destino juntas.
A la salida Kasia se encontró con Manu.
  • Oh, Kas, no me digas que … - no terminó la frase y la abrazó – espera, esto tienes que contármelo.
  • No hay nada que contar, pequeño cotilla – Kasia intentó zafarse de la conversación.
  • ¡Venga ya!, te conozco demasiado bien como para saber lo que sientes, y esa chica te vuelve loca, lo puedo ver desde el primer día. Me he estado calladito, y ya sabes como soy, ha sido un auténtico milagro que no te obligara a confesar antes. ¿Vamos a tomar un café y me cuentas?, ¡anda!, necesito amor en mi vida, aunque sea oyendo tu historia.
  • Eres imposible, venga… vamos a por ese café. Necesito despejarme o me arrepentiré de lo que acabo de hacer demasiado pronto.

16.
Los viejos amigos se sentaron en un pequeño café-teatro situado en una preciosa plaza detrás del teatro donde ensayaban. Kasia no estaba muy segura de contar nada, pero podía confiar en su amigo, jamás la delataría en asuntos de amores, era leal y fiel como pocos en cuestiones de afectos.
En el café había un improvisado concierto de fados a cargo de una jovencísima intérprete portuguesa. El embrujo de la música y el calor de los ojos de Manu hicieron hablar a la joven de ojos miel.
  • Mi querido amigo, creo que esta vez he perdido el juicio por completo. Ya puedo decir que me he enamorado irremediablemente de ella, no puedo hacer nada para evitarlo, ni el razonamiento más despiadado haría que cambiara de opinión – dijo dando un sorbo a su café.
  • Ya sabía que pasaba algo, desde la primera mirada que vi entre vosotras sabía que algo pasaba. ¡Qué fuerte Kas!, y ella, ¿siente lo mismo? - preguntó su amigo.
  • Pues parece que sí, pero no sé si está confundida. Es muy importante lo que está pasando ahora mismo en su carrera, no creo que deba involucrarse con nadie del equipo, ni siquiera aunque ese nadie sea yo, que me muero por ella. Además, está lo de su pareja – se entristeció recordando la escena del parque.
  • Ah, pero... ¿que tiene novio?, tenía entendido que nadie ocupaba su vida – contestó Manu extrañado.
  • Novio no Manu, pero novia tiene una – le dolía pensar que aquella hermosa mujer por la que soñaba cada minuto de su vida tuviera un compromiso tan serio con alguien, porque eso significaba sentimientos importantes de por medio – la vi con ella hace un par de días en el parque del lago que está junto a mi casa.
  • Espera un momento – Manu cada vez entendía menos - ¿tú estás segura?, ¿se ha traído a la novia?, pero si en el aeropuerto venía sola – sin entender nada, intentaba cavilar y atar cabos.
  • Vendría sola, pero luego llegó ella, porque las vi en el parque abrazadas... estoy segura Manu, el infarto que casi sufrí es mi prueba – intentó disimular su tristeza con una broma.
  • ¡¡¡Claro!!!, ya lo tengo – una bombilla se encendió – te has equivocado preciosa, no era su novia, era Sara, su amiga de Berlín, que vino a verla. Hay que joderse, ¿por qué siempre damos las cosas por hecho en lugar de hablarlas? - terminó por decir Manu.
Kasia tuvo el impulso de salir corriendo de allí para buscarla, para decirle que se había equivocado por completo, que nadie se interponía en su historia. Quiso correr hasta sus brazos para hacerle el amor una y otra vez hasta caer exhaustas, hasta que no quedara un milímetro de piel por recorrer por sus manos, por sus labios.
Pero también pensó en su futuro. Quizás esta confusión era la excusa perfecta para retrasar sus planes, al menos hasta que estrenaran la obra. No quería perjudicarla por ningún motivo, y no estaba segura de que Markus tomara a bien la relación por mucho que las quisiera a las dos.
  • Pero... ¿qué haces todavía aquí?, ya te he dicho que no era su novia, es su amiga de la infancia, son como hermanas Kas, nada más. Ve a verla, vive en los dúplex que hay frente a la entrada principal del parque del lago, en el 22. No pierdas un minuto, yo pago – insistió Manu.
  • No, no puedo hacer eso aunque me muera por hacerlo y esté allí ahora mismo con mi cabeza, tocando esa puerta y atravesándola para conseguir al fin ser feliz – la posibilidad de no tenerla le dolía profundamente – sabes cómo es Markus, se juega mucho con esta historia como para darle complicaciones. A la mínima no dudaría en sacarnos de la producción y no puedo permitir que pase eso, es su sueño. Una vez que estrenemos y Lucy se consagre como lo que es, una primera actriz maravillosa, todo será distinto, pero debo aguantar por su bien.
  • De verdad que no te entiendo, y mira que te quiero. Jamás dejes pasar la oportunidad de ser feliz, me lo has dicho siempre, y ahora vas tú y es lo primero que haces – le reprochó su amigo.
  • No me lo hagas más difícil Manu, que sabes que tengo razón – escondió su rostro entre sus manos de la frustración que sentía.
  • Cariño, venga, no te pongas mal, ya no queda nada para el estreno.
  • No, sólo dos meses y medio, ¡no te digo! - dijo la rubia enterrando más la cara en sus manos.
  • Jodía chiquilla, ¿por qué diablos tienes que ser tan buena en cálculo? - quería hacerla reír, y lo consiguió. Kasia respondió con una carcajada a la ocurrencia de su amigo. – Venga, seguro que pronto acabarás rendida a sus pies, que te conozco muy bien, no vas a ser capaz de verla cada día sin tocarla ahora que has probado la fruta prohibida.
  • Por favor Manu, recuérdame porqué somos amigos, en serio... - fingió estar enfadada – ¿esa es toda la fe que tienes en mí?.
  • Porque en el fondo, cada uno a su manera, nos parecemos, y lo primero siempre, siempre, es el amor – se levantó apoyándose en la mesa y se acercó para dar un suave beso en los labios a su amiga.
  • Anda, vamos, que se ha hecho tarde y mañana tengo mucho trabajo. No sé cuándo se me ocurrió la brillante idea de montar una obra con los chicos de la escuela y llevarla al espacio cultural de la Plaza del Mercado. Como se ve que no tengo complicaciones, pues me complico un poco más, y tengo mucho que hacer con los chicos – dijo cansada Kasia.
  • ¡Qué bien, eso no me lo pierdo!, si ahí no pierdes la poca cordura que te queda será por intervención divina – se burló su amigo.
Kasia le dio un coscorrón a modo de venganza y se puso la chaqueta.
  • Tú pagas, por gracioso – dijo dirigiéndose a la puerta.

17.
La mañana siguiente llegó entre nervios y noches en vela. Lucy no había conseguido pegar ojo practicamente en toda la noche, pensando y repasando segundo a segundo el sueño que había vivido en su camerino. Se había sorprendido de su capacidad para lanzarse al vacío, jamás lo había hecho, seguramente porque jamás había tenido delante a una persona como Kasia. Había repasado sus besos, provocando la humedad de su deseo y había repasado sus palabras una y mil veces buscando el sentido y la cordura. “Lucy, piensa en tu futuro, te has dicho mil veces que es la oportunidad de tu vida... pero no puedo tenerla a costa del amor, es un coste muy alto”, discutía sin llegar a ningún acuerdo. “Veremos cómo de fuertes son nuestras barreras”, se dijo saliendo rumbo al teatro.
Kasia estaba especialmente nerviosa. Llevaba un día de perros, no dejaba de pensar en ella y encima la mañana en la escuela había sido una tortura. No sabía cómo actuar con ella, si tratarla desde una cierta distancia, si alejarla, evitarla... cualquiera de estas posibilidades tenían en contra la posibilidad de perderla y no quería ni pensar en ello. Markus apareció en el salón de ensayos.
  • ¡Buenas tardes!, ¿qué tal el día?. Kas, hoy te encargas de los sustitutos, ¿vale?, yo me quedo hoy con Lucy y Thomas a ver cómo van – dijo el director.
La joven asistente respiró aliviada. Era una solución temporal, tarde o temprano tendría que enfrentarse a ella, pero necesitaba tiempo para lograr hacerlo sin cometer una locura.
  • ¡Ah, se me olvidaba!, antes de empezar, nos reuniremos todos un par de minutos aquí, ¿ok?, tengo algo que comunicaros – dijo Markus despertando la curiosidad de todos.
Diez minutos más tarde llegaba Lucy, tan hermosa que Kasia pensó que quería someterla a algún tipo de tortura por haberse resistido a sus encantos. Resopló y se apoyó en Manu.
  • Por favor, si ves que me muevo un sólo paso, agárrame como si te fuera la vida en ello, ¿vale? - suplicó Kasia a su amigo – en serio Manu, no dejes que me quede a solas con ella. ¿Tú has visto cómo viene?, ¡uffff! – inspiró profundamente intentando que con el aire entrara la fuerza de voluntad.
  • Sí que la he visto, como veo también cómo te mira. Que sepas que te ha contado todos los lunares del cuerpo, ¡vamos, qué barbaridad!, qué ganas te tiene – Manu hizo un ademán de asombro excesivo, como todos los suyos.
Lucy quiso alejarse pero sus pies la llevaron hasta aquellos ojos que la embrujaban. Manu pasó disimuladamente el brazo por encima de Kasia sujetándola.
  • Buenos días chicos – sonrió deliciosa - ¿qué hacemos todos aquí? - preguntó mirando a la rubia.
Kasia quiso acercarse a ella y Manu la paró sujetándola y sonriendo.
  • Buenos días jefa. No tenemos ni idea, pero ahora lo sabremos, ahí viene Markus – dijo Manu riendo. Le gustaba lo ridículo de la situación, resultaba de lo más divertido.
  • Ya estamos todos, ¿verdad?. Bueno, no tardaré nada. Sabéis que el musical ha tenido muy buena acogida por parte de la prensa, así que me han propuesto hacer una presentación aprovechando la noche de compras de Sttutgart el próximo sábado. Vamos a hacer dos o tres números del musical, alguno fuerte como el de Pia y Lucy, en los balcones del ayuntamiento, con una iluminación genial, ¡va a ser la leche! - Markus estaba entusiasmado y todos aplaudieron la idea. – Hay que trabajar mucho y muy bien esta semana. Tranquilos, será playback, no pienso jugarme una afonía por diez minutos. Habrá prensa, así que además hemos conseguido un patrocinador fijo. Desde hoy mismo, en cada acto público, el elenco irá vestido por YSL – Kasia palideció al oír el nombre – y para cerrar el acuerdo tenemos aquí a la directora de la firma en la ciudad, Eva Heinlsh.
Todos aplaudieron la entrada de Eva mientras Kasia miraba cómo Lucy no podía evitar el gesto serio y algo triste. Miró a la rubia buscando una explicación y Kasia negó con la cabeza.
  • No tengo nada que ver con esto, estoy tan sorprendida como tú, por favor, créeme – le susurró muy cerca para no llamar la atención. Lucy sonrió amargamente.
  • Está claro que no es nuestro momento, tenías razón – dijo alejándose mientras le regalaba una sonrisa triste pero llena de amor.
Eva buscó a Kasia con la mirada y la vio susurrando algo al oído de aquella hermosa morena. Vio cómo se alejaba de ella y sonrió satisfecha. Se había propuesto entrar en la vida de su ex como fuera y el contrato de patrocinio era la excusa perfecta.
  • ¿Qué demonios hace la psicópata esta aquí? - preguntó Manu indignado a su amiga.
  • No tengo ni idea, pero no pienso dejar que vuelva a arruinarme la vida. Voy a dejarle un par de cosas claras – contestó Kasia mirando fríamente a Eva.
Markus se despedía cordialmente de su nueva socia y Kasia esperó tranquila su turno. Eva lucía como una sexy y arrebatadora mujer de negocios. Podía ser la mujer más bella sobre la tierra, que Kasia la habría visto como una columna de mármol.
  • ¡Hola, Kas! - se acercó para abrazarla y la rubia detuvo sus intenciones – ya es casualidad que la firma para la que trabajo decida patrocinar la obra en la que participas, ¿verdad? - ni ella se creía que no tuviera nada que ver y se notaba en sus palabras.
  • Sólo he venido a dejarte algunas cosas claras: adoro este trabajo, dios sabe que sí, pero si te inmiscuyes en mi vida, si noto que te acercas más de lo que lo haría un patrocinador... si tengo la sensación de que vuelves a las andadas, no tendré compasión de ti, ¿me entiendes?. No tengo la más mínima intención de repetir errores del pasado, por si has pensado en algún momento que sí. Te ayudé porque pensé que debía hacerlo, para sentirme bien conmigo misma, pero no quiero nada contigo, me has demostrado una vez más que no puedo fiarme de ti.
Lucy las miraba de lejos, ansiosa y muerta de miedo. No se sentía capaz de ver un gesto de cariño entre ellas pero no podía evitar mirarlas. Pudo ver en la actitud corporal de Kasia que no quería tener nada que ver con aquella mujer. Lucy volvió a respirar... había dejado de hacerlo cuando vio que aquella mujer que amaba se acercaba a esa mujer tan sofisticada y sexy que la miraba con deseo. Sabía que había llegado allí por ella y daría la batalla.
Manu la vio observando la escena y se acercó a ella. Le dio un cálido abrazo y Lucy volvió a sentir que su corazón incluso latía. Estaba aterrada, aún no la había tenido y ya sentía que la perdía.
  • No tienes que preocuparte de nada, lo sabes, ¿verdad? - le dijo Manu sosteniendo el abrazo. Lucy no se deshizo de sus brazos.
  • No sé a qué te refieres Manu – trató de mentir.
  • Bueno, tú déjame que diga disparates que no van contigo – seguía abrazándola – Kasia no quiere saber nada de ella desde hace mucho tiempo, no porque le haga daño y sufra por ella, simplemente no quiere tener a alguien así en su vida, ni siquiera como amiga. Kas está ahora en otro mundo, en un mundo donde las miradas azules hacen de su vida un lugar mejor. Nunca la he visto tan feliz, sólo necesita un tiempo para asegurarse de que esas miradas azules miran al futuro que siempre soñaron – la besó en la mejilla – pero, ya sabes, no me hagas caso, soy un español algo loco.
Lucy no pudo evitar soltar algunas lágrimas. La presión que sentía en el pecho la hizo sentirse débil y pequeña. Quería que Kasia estuviera con ella, que la abrazara y le dijera que todo iba a estar bien.
La rubia no permitió a Eva contestar y se giró buscando a Lucy con la mirada. La vio abrazada a Manu mientras él le hablaba bajito. Creyó verla llorar y quiso acercarse pero se mantuvo quieta hasta que sus ojos se encontraron. Se encontró una vez más en aquellos dos luceros azules y se repitió una y otra vez en la cabeza: “te quiero, te quiero... no dudes que te quiero”. Lucy pareció entender a lo lejos lo que pensaba y sonrió.

18.
El resto de la semana las chicas apenas coincidieron. Lucy tenía muchísimo trabajo pendiente para la presentación: voz, interpretación, grabación de temas, elección de vestuario... No trabajaron juntas porque el trabajo de los protagonistas lo quería llevar Markus personalmente, y Kasia por su parte, se dedicó al resto de actores y a su escuela, en pleno montaje de su obra. Eva cada día aparecía con una excusa nueva en el teatro y cada vez que lo hacía, Lucy perdía toda la concentración inevitablemente. No quería que aquella mujer le afectara, pero no podía dejar de hacerlo, tenía ganas de matarla por irrumpir así en su vida sin permiso, por no rendirse ante la evidencia, por complicarle la vida a la mujer que quería. Sus miradas celebraban duelos sin armas y Lucy sacaba un carácter guerrero desconocido por la mayoría. Eva sabía que no podía acercarse a ella aunque siempre trataba de ser políticamente correcta para no poner en riesgo su trabajo, y Kasia prácticamente desaparecía desde que la veía.
La joven rubia estaba muy pendiente de los movimientos de su ex para proteger a Lucy de cualquiera de sus artimañas. Kasia la conocía muy bien y sabía que intentaría algo tarde o temprano. La frustración de no poder hacer nada la consumía y echaba muchísimo de menos esos ojos azules que la reconfortaban y la mecían en el mejor de los sueños.
El viernes decidió enviarle un ramo de rosas blancas a su casa para darle ánimos ante su presentación. Había hecho un gran esfuerzo para no llevárselas ella misma y pedirle que la dejara pasar, pero se resistió y esperó a ver su reacción desde una farola situada en la acera de enfrente de su casa. El chico tocó en la puerta y salió Lucy algo confundida, no esperaba a nadie. Vio las flores y sonrió deseando que fueran de ella. No sabía nada de Kasia desde la reunión con Markus, pero tenía siempre la sensación de que ella estaba cerca.
Junto al precioso ramo, una nota: “Mañana brillarás como sólo tú puedes hacerlo (ventajas de ser una estrella). Estoy muy orgullosa de ti, una de esas personas que te mirarán mañana enamorándose de tu voz y tu presencia seré yo, no lo olvides. Pronto tumbaremos las barreras que nos separan. K.”
Lucy abrazó la nota sonriendo y mirando a su alrededor. Le pareció ver al otro lado de la calle a alguien subiendo en una moto muy parecida a la de Kasia. Tuvo la tentación de gritar su nombre, de detener a aquel motorista y secuestrarla si finalmente se trataba de ella. La habría querido para ella en aquel preciso momento, la habría hecho suya y se habría jugado el futuro a cambio de uno sólo de sus besos. Estaba más convencida que nunca de no esperar hasta el estreno. Nada impedía que estuvieran juntas, ya lo sabían, se amaban... aún sin haber disfrutado un día entero juntas sabía que ella era esa persona única que existía por y para ella. De nada le servía el prestigio y su carrera como actriz si no la tenía a ella.
Llegó el día de la presentación. Los cálculos de cifras de asistentes hacían temblar a cualquiera y los nervios subían de intensidad conforme avanzaba el día. Durante la mañana ensayaron en el edificio donde harían la presentación. Probaron iluminación y sonido, nada podía fallar. Lucy estaba con Pia en el balcón central del ayuntamiento esperando a que los de iluminación les dieran el visto bueno y Lucy acertó a mirar hacia abajo. Allí estaba ella, absolutamente preciosa y dulce mirándola embelesada desde el suelo. Llevaba unos pitillos negros, una camiseta marinera a rayas ajustada, un gran pañuelo negro alrededor del cuello y una chaqueta tres cuartos cruzada para combatir lo que parecía sería una noche bastante fría. Lucy se había olvidado de que tenía a Pia al lado hablándole y fijó su vista en ella. Hizo un gesto con la mano para saludarla y Kasia le devolvió el saludo.
  • ¡Ahh!, ha llegado Kasia – dijo Pia mirando a quién saludaba su compañera – eso sólo puede significar que ya estamos a punto de que abran la plaza para que entre el público, ¡qué nervios, no me acostumbro! - dijo la veterana actriz.
  • Sí, nos queda una hora y media, creo que debemos ir a prepararnos – contestó Lucy sin apartar los ojos de aquella rubia tan hermosa.
Abajo Kasia las esperaba junto a la puerta sonriendo.
  • ¡Aquí estáis!, tranquilas, esto será un exitazo. Ya me han confirmado incluso la presencia de medios británicos, austriacos e incluso suizos. Tienen muchísimas ganas de veros – dijo Kasia entusiasmada – pero tranquilas, ¿eh?, que no lo digo para poneros nerviosas, ya para eso estoy yo aquí – sacó su mejor sonrisa.
Lucy no pudo reprimirse y se abrazó a ella.
  • Menos mal que estás aquí – le dijo bajito al oído – me muero de miedo.
Kasia sonrió al notarla tan nerviosa entre sus brazos. Se separó un momento de ella y abrazó a Pia para desearle que todo saliera bien.
  • Me voy al camerino, después nos vemos Kas – dijo Pia amablemente.
  • Hasta después, súper diva – le guiñó un ojo riéndose.
  • Ya verás lo diva que soy cuando me caiga por esas escaleras sin iluminación, en fin – se fue resignada.
  • Tranquila mi amor – no pudo evitar que esas palabras salieran de su boca y se sonrojó al darse cuenta – piensa que toda la parte musical está grabada y está más que comprobado que todo está bien, puedes salir completamente tranquila.
  • No sabes lo que significa para mí escucharte y sentirte aquí, conmigo – Lucy empezó a relajarse – sólo quiero que todo salga bien – tomó con sus manos las de Kasia y la miró fijamente a esos ojos miel que brillaban por ella.
  • Aquí estaré, no pienso moverme, pero es hora de que vayas a prepararte – la rubia buscaba la fórmula que la calmara y evitara que la besara allí mismo.
Eva las miraba detrás de la valla de seguridad con el vestuario de la firma en las manos. La rabia y los celos se mezclaban con sus ganas de destruir a aquella actriz de quinta que le había robado el amor de Kasia, sin saber que ese amor lo había aniquilado ella misma tiempo atrás. Ciega de ira cogió el vestido y el abrigo de Lucy y los arrojó al contenedor.
Lucy se separó de Kasia besando tímidamente su mejilla.
  • Me voy, o Markus montará en cólera. Nos vemos después, tengo algo que pedirte – dijo mirándola fijamente con aquellos ojos azules.
  • Claro, nos vemos cuando termine. Mientras, seré una fotógrafa más, aquí traigo la cámara – dijo señalando su bolso.
La joven actriz se dirigió al camerino. Descubrió que no estaba el vestuario y llamó a Manu.
  • Cariño, no está mi vestido, ¿puedes ir a ver qué ha pasado? - le pidió a su amigo.
  • Claro, vuelvo enseguida.
Un revuelo se formó alrededor de los camerinos. Había desaparecido el vestuario de Lucy.
  • Markus, esto es una negligencia por vuestra parte. No puede salir sin vestir por YSL, lo pone muy claro en el contrato, y es muy tarde para ir a la tienda a por otro vestido, está en la otra punta de la ciudad. Lo siento mucho, es vuestro problema que haya fallos de seguridad – dijo Eva con sus palabras cargadas de cinismo.
  • ¡Pero qué dices!, Lucy es la protagonista, TIENE que salir – Markus montó en cólera.
  • Markus, el contrato es meridianamente claro en esto, y ya sabes la cláusula que estipula la cuantía a pagar por incumplimiento del mismo.
Lucy estaba a punto del llanto y su director a punto del colapso cuando apareció Kasia extrañada por el barullo.
  • ¿Qué ha pasado?, ¿está todo bien? - preguntó preocupada al ver a Lucy tan mal. Se acercó a ella y la abrazó llena de amor - ¿qué ha pasado Lu?, dímelo, por favor.
  • Pasa que ha desaparecido el vestuario de Lucy y que no puede salir porque firmé un contrato de mierda con la firma que representa Eva – dijo Markus fuera de sí.
  • No es mi culpa Markus, tú lo firmaste – dijo Eva impasible.
  • Bueno – interrumpió Kasia – como tenía mis dudas con la “seguridad” del evento, quise prevenir cosas como estas. Vuelvo en un minuto, tengo que ir a buscar algo al coche – dijo de una forma pausada clavando sus ojos en Eva.
Los tres la miraron extrañados, incapaces de decir nada porque la seguridad de Kasia era suficiente explicación. A los cinco minutos apareció Kasia con una funda de vestido de la marca en sus manos, sonriente.
  • Bueno, quizás no es el mismo modelo, pero creo que te irá muy bien – dijo mirando a Lucy, calmándola con su mirada y su sonrisa de sueños – confío en haber acertado con la talla – guiñó un ojo.
  • Pero … - intentó decir Eva.
  • Pero nada – la mirada furiosa de Kasia la calló sin posibilidad de decir nada – el vestido es de la firma, aquí puedes verlo, y ahora vas a dejar que Lucy se prepare en paz para que pueda concentrarse.
Se acercó a Lucy, aún nerviosa y tensa por la situación. Kasia sabía que Eva intentaría algo, la conocía demasiado bien, así que esa tarde fue a la tienda y compró el vestido que más le gustó para esa mujer que ansiaba. Pensó que si no hacía falta, se lo regalaría en alguna ocasión especial. Se alegró de no dejar nada al azar y le pasó el vestido.
  • Estarás preciosa con él – le susurró acariciando disimuladamente su espalda y dándole el vestido – Ve, que se hace tarde. Manu, ayúdala, por favor – dijo mirando a su amigo que llegaba en ese momento.
  • Sí, vamos, que Kas tiene un ojo que verás como no hay que hacerle nada – Manu estaba por atizar a Eva pero se controló, ya su amiga se encargaría de ella.
  • Bueno, todo arreglado – Markus hiperventilaba apoyado en un rincón – pues, ¡que comience el espectáculo!. Muchísimas gracias Kasia, has sido como un ángel – besó a su asistente y se fue.
  • Mucha suerte, nos vemos después – dijo, saliendo de la zona de actores.
De camino a la salida agarró a Eva del brazo sin ninguna delicadeza y la arrastró con ella a la salida.
  • ¿Qué te dije Eva? - la furia iba en aumento – te dije bien claro que no quería que interfirieras en mi vida para nada. Hasta aquí llegó mi paciencia contigo, si descubro cómo hiciste que desapareciera su vestido pienso decírselo a quien haga falta para que desaparezcas de esta obra – no le gustaba el juego sucio pero Eva la obligaba.
  • No sé de qué me hablas, estás cegada por esa niña malcriada. Estoy segura de que fue ella misma la que boicoteó mi trabajo para poner en peligro mi trabajo – contestó impasible.
  • No me interesa tu versión, sólo quería que estuvieras advertida, no vayas a llevarte una sorpresa – Kasia no podía encontrar nada de la mujer que un día quiso. Esta Eva era una mueca desvirtuada de aquella mujer – y ahora desapareceré de tu vista, haz tú lo mismo. Una vez más Eva: déjanos en paz.
Kasia fue a su lugar junto a unos amigos de la prensa. Sacó su cámara expectante y comenzó la música. El aplauso multitudinario confirmó el lleno absoluto. Lucy salió al escenario extraordinariamente bella, segura y feliz.

19.

El espectáculo fue todo un éxito, la ovación al final fue la prueba evidente de que el musical funcionaría maravillosamente y que el elenco de protagonistas era perfecto para hacerlo. Pia y Thomas ya eran dos consagrados artistas dentro del panorama teatral, pero Lucy aún no había conseguido ese reconocimiento. Después del dúo con Pia en el balcón del ayuntamiento, nadie dudaba que era una nueva figura emergente y con la calidad suficiente para crearse una historia de éxitos bajo su nombre.

Kasia descubrió su verdadero nivel. Era un animal de escena, se crecía y el mayor de los escenarios se quedaba pequeño. No hacía falta que ensayara, tenía un don para la interpretación y podía verlo, los matices que le había pedido en los ensayos brotaban solos ahora, sin necesidad de anotaciones, porque en ese preciso momento sentía cada una de las cosas que pedía su personaje. Esa magia era la que le faltaba a Kasia en la interpretación, por eso decidió que prefería dirigir, porque le gustaba descubrir esas sensaciones mirando la escena desde fuera. Era inmensamente feliz por ella, pero el temor a que su nueva situación impidiera su relación se multiplicó.

La prensa estaba fascinada con ella. Esa nueva chica que surge para cumplir un sueño, cuyo talento se había desarrollado en producciones de menor relevancia, había conseguido enamorarlos a todos, no sólo a Kasia. Poco se sabía de ella, salvo que era preciosa y no se le conocía a nadie que ocupara su corazón. Cuando terminó el espectáculo, los tres actores salieron a hablar con ellos y a posar para los fotógrafos. Kasia seguía sin moverse de su sitio, desde allí podía observarla desde muy cerca y disfrutar de ella secretamente.

  • Lucy, ¿qué te ha parecido la acogida de la obra? – preguntó uno de ellos desde que Lucy llegó a su altura. La joven castaña buscaba a Kasia con la mirada, sabía que estaba por allí y se moría por verla después de la carga de adrenalina que había sufrido actuando.

  • Bueno, ha sido algo maravilloso. Nunca había hecho algo así y estoy fascinada, aún no me lo creo – dijo feliz.

  • ¿Cómo afrontas un cambio de ciudad y de residencia para llevar a cabo este musical? – un periodista salido de la nada acertó a meter el micrófono.

  • Hasta el momento esta ciudad sólo me ha dado momentos increíbles y gente maravillosa. Es un sueño – encontró al fin los ojos de Kasia y sonrió.

  • ¿No será que te has enamorado?, esos ojos brillan espectacularmente – comentó otro reportero.
  • Eso, como comprenderás, no te lo voy a decir a ti – rió feliz y ansiosa por quedarse a solas con su hermosa Kasia, que se había descubierto como un todo un caballero andante de apuesta armadura al salvarla del caos una hora antes.
Pasó a su lado y se acercó a su oído para hablarle.
  • Entra a los camerinos, tengo algo que pedirte, ¿sí? – coqueteaba divertida y ansiosa de esos labios tan cercanos. Kasia sintió un rayo de placer y deseo recorriendo sus terminaciones nerviosas y aguantó las ganas como pudo. – Ella es Kasia Borek, una de nuestras directoras. Es genial trabajar con ella y con gente de tantísimo talento como ella – dijo mirando a los periodistas – y ahora tengo que irme y solucionar algunos detalles. Gracias, muchísimas gracias por estar aquí – se despidió con su mejor sonrisa y se adentró en la zona de stag.
  • ¿Cómo se trabaja con actores y actrices de la talla de Lucy? – le preguntó uno de los periodistas aprovechando que Kasia tenía difícil la huida.
  • Creo que sobra comentar nada después de lo hemos visto aquí. Son profesionales asombrosos y agradezco la oportunidad de aprender y trabajar con ellos cada día. Y ahora, si me disculpan, debo marcharme – intentó ser lo más educada posible para salir de allí cuanto antes.

Se debatía entre acercarse a Lucy o no. Aún le temblaban las piernas al recordar su mirada mientras le pedía que la buscara. Jamás había peleado tanto por evitar estar con alguien, porque jamás se había visto en esta situación de debate emocional. Y sobre todo, porque jamás se había sentido así de atraída por nadie. Decidió buscarla, había tanta gente alrededor que era imposible que sucediera nada entre ellas, estaba a salvo. Hablaba entusiasmada con Manu, era pura alegría y Kasia disfrutaba viéndola así. No se había cambiado de ropa, sólo se había soltado el pelo y se había cambiado de zapatos.

  • ¡Ya has llegado!, siento haberte metido en un lío con los periodistas, pero es que eras la excusa perfecta – estaba tan feliz que contagiaba al resto.

  • Kas, ¿has visto qué nivel tiene esta chica?, creo que tengo nueva diva desde hoy mismo, lo siento amiga – dijo Manu divertido.

  • No sabes lo que me alegra oír eso, como fan eres de lo peor – sacó la lengua burlándose y se abrazó a él – haces bien, yo también me rindo ante este talento.
  • Ya, ya, ya sabemos a lo que te rindes tú – apretó fuerte en su abrazo.
  • ¿Pero qué dices? – Kasia estaba a punto de matarlo con la mirada – anda, desaparece de mi vista antes de que la furia alemana haga acto de presencia – le gustaba aquel chico español, lo quería tal como era.

  • Está bien, pensaba irme de todas formas. ¡Ciao bella! – besó a sus chicas y se marchó.

Lucy sonreía enamorada. Aquella chica rubia, preciosa y encantadora, había descubierto el camino a su corazón sin apenas esfuerzo. Poder estar junto a ella esa noche era completar un sueño maravilloso.

  • Veo que el vestido te quedó perfecto – Kasia la miraba con deseo – cuando lo vi en la tienda no imaginé que te quedara tan… tan…, creo que debería dejarlo en bonito – rió para evitar que el rojo de sus mejillas se encendiera aún más.

  • ¡Me encanta, es precioso!. Este no estaba en las muestras que nos trajo Eva, si no lo habría escogido. No he podido darte las gracias como te mereces por lo que has hecho, de verdad Kasia, si no hubiera sido por ti, esta noche habría sido un completo desastre.

Borró la distancia entre ellas avanzando hacia la mujer que la había rescatado del fracaso y la abrazó con una ternura infinita. Relajó sus brazos en torno a aquel cuerpo que tanto deseaba y paró el tiempo para quedarse allí una eternidad al menos. Kasia sintió aquellos brazos rodeándolas y tardó un segundo de más en reaccionar. Movió sus brazos a su cintura y se aferró a ella enterrando su nariz en su cuello una vez más. Sin poder evitarlo, escondida tras su cuello, lo besó, primero suavemente para después sentir que el deseo ganaba la batalla. Hubo un momento en el que se aferró al calor y sabor de aquella nuca y la besó, casi chupó, con todas las ganas que la abrasaban. Lucy se dejó hacer y no pudo evitar soltar un pequeño gemido, casi insonoro, al sentir sus labios y su lengua.

Kasia, borracha de pasión, volvió a la realidad y se separó bruscamente de ella.

  • Lo… lo siento, no sé qué me ha pasado – dijo terriblemente avergonzada.

Como respuesta, una sonrisa y unos ojos que la invitaban a seguir.

20.

Lucy recobró el aliento y la cordura después de aquellos besos escondidos y la sujetó de la mano impidiendo que huyera.

  • No me pidas perdón por algo que me hace sentir cerca del paraíso – le regaló una sonrisa pidiéndole que confiara en ella.

  • Lucy, yo... a veces me cuesta muchísimo controlarme contigo. De hecho creo que lo hago bastante mal – su cara de frustración hizo que Lucy riera con ganas.

  • No sabes lo que me gusta eso – guiñó un ojo coqueta para sonrojo de Kasia. – Quería invitarte mañana a salir, ¿te apetece?. Creo que me merezco que me lleves a cenar después de la actuación de hoy, además tengo dos entradas para ver la ópera desde un sitio menos delictivo, me muero por verla entera. No puedes decirme que no, el lunes libramos, que después de esta semana viene muy bien. Venga, dime que sí – su gesto parecía suplicar por más de sus besos que por la cita en sí.

Kasia no podía negarse, era demasiado perfecto para dejarlo ir. Pero por otra parte sabía que no podría resistirse a aquella mujer una vez más sin perder la razón. Era una cuestión de piel, su piel necesitaba el tacto de la de Lucy para encontrar la paz necesaria.

  • No sé si es muy buena idea. De verdad que me encantaría, pero creo que estoy en el límite de mis fuerzas Lu, no puedo más – dijo abatida.

  • ¿Quién te dice que debes luchar contra lo inevitable?, ¿no ves cómo me tienes?. Sueño con tus ojos que me miran, no hago otra cosa que pensar en tus labios. Sé que sientes lo mismo que yo, deja de pelear Kas – se acercó de nuevo a ella, peligrosamente cerca – queda conmigo mañana – susurró en su oído buscando excitarla, para vencer sus muros.

  • Está bien – aquellas palabras la habían abierto en canal dejando su corazón definitivamente expuesto – mañana te recojo en tu casa. Tienes razón, por más que quiero alejarme de ti, menos lo consigo. No quiero hacerte daño, y mucho menos quiero poner en peligro tu sueño por mi culpa, no me lo perdonaría. Pero no puedo evitar todo esto que siento, lo que me provocas desde la primera vez que te vi.

  • No me harás daño, lo sé muy bien. Y no hay sueño sin ti – su mirada trataba de calmar las dudas de Kasia y parecía conseguirlo. – La ópera empieza a las ocho y media, ¿a qué hora crees que deberías recogerme? - era complemente feliz con la idea.

  • A las ocho menos cuarto estará bien, siempre y cuando seas de las puntuales – Kasia ya estaba más relajada.

  • Bueno, probablemente las ganas de verte harán que esté lista antes – su mirada volvía a tener ese brillo de deseo.

  • Está bien, probablemente esas mismas ganas a mí me hagan llegar antes a tu casa – respondió al deseo con un gesto seductor. Lucy sintió una punzada en el estómago y el calor recorriendo su cuerpo.
  • Sería genial – le robó un beso y sonrió.

  • ¡Lucy! - una voz la llamó a lo lejos – tenemos que irnos, nos espera la fiesta para celebrar la presentación – Markus se acercó a ellas.

  • ¿Vienes, verdad? - le preguntó Lucy a Kasia. Habría pasado toda la noche hablando con ella, ahora que por fin las dos ponían las cartas sobre la mesa.

  • Me temo que no. Es mejor que esta noche me vaya, estoy realmente cansada del día que llevo, y es hora de que los flashes se centren en ti. Mañana nos vemos y entonces tendrás toda mi atención – intentó cambiar el gesto de decepción que se había instalado en el rostro de Lucy.

  • Bueno, acepto el trato. Hasta mañana entonces – no hubo acercamiento esta vez con Markus en medio.

  • Hasta mañana Lucy. Hasta mañana Markus, que paséis una estupenda velada, os merecéis el triunfo y el reconocimiento – dijo tomando la dirección opuesta a ellos.

Cuando estuvo lo suficientemente lejos se detuvo a procesar todo lo que habían hablado en ese momento. Ya no había dudas, Lucy quería sentirla cerca a pesar de todo... aquella mujer había decidido jugárselo todo a la carta del amor. Se sentía feliz, completamente enamorada de aquella mujer maravillosa y no era momento de echarse atrás, era momento de sentir, de ser valientes y afrontar cada una de las sensaciones que le provocaba esa mujer. Se fue a casa soñando con ella una vez más, pronto ese sueño sería una realidad.

Lucy trataba de hacer caso a las palabras de Markus mientras se dirigían a la fiesta, pero sólo podía pensar en los besos de Kasia. Recordaba sus besos y el calor se apoderaba de ella en un acto reflejo. Había derrumbado las barreras de la joven directora, ya no podía ni quería esperar un mejor momento, sentía la necesidad de tocarla, de acariciarla, de sentirse suya y hacerla suya. Ansiaba sus labios por todo su cuerpo, quería quemarse con ellos y morir de placer con su piel desnuda. Sólo podía desear que las horas pasasen y así, estar por fin junto a ella.

21.
El día llegó al fin para ambas. Lucy recibió la llamada temprana de su madre, la había visto en las noticias y en un especial del canal por cable de cine y teatro. Estaba muy orgullosa de ella y la había visto radiante y muy hermosa.
  • El vestido era maravilloso, cariño – dijo entusiasmada por el éxito de su hija.
  • ¿Verdad que sí?, es un regalo, y es absolutamente precioso – contestó viniendo a su recuerdo el gesto y el acierto de Kasia de la noche anterior.
  • Vaya, un regalo... ¿tienes algo que contarme, mi vida? - preguntó extrañada.
  • No mamá, tranquila – no era momento de dar explicaciones por teléfono – cuando haya algo que contar, serás la primera en saberlo, o la segunda, si Sara se adelanta, que ya sabes cómo es.
  • Bueno, decías en la entrevista que te trataban muy bien, me alegro mucho hija – las palabras de su hija la tranquilizaban.
  • Sí, a mi alrededor sólo hay gente maravillosa. Esta noche voy a la ópera con una de las directoras del musical. Me llevó a ver el teatro de la ópera hace unas semanas y ahora le devuelvo el favor – era mucho más que la directora del musical, pero no quiso entrar en detalles.
  • ¡Ahh, qué bien!, me alegro de que estés disfrutando además de trabajar tan duramente por tu sueño. Estamos muy orgullosos de ti, hija – su madre amenazaba con ponerse melancólica.
  • Tranquila mamá, pronto vendrás y verás que todo va muy bien, no te pongas triste. Hablamos otro día, ¿vale?, tengo algunas cosas que hacer antes de esta noche – dijo despidiéndose.
  • Claro que sí, hablamos en otro momento. Te quiero mucho hija.
  • Yo también mamá. Bye – y colgó.
Lucy había pensado en arreglar la casa para la visita de Kasia. Soñaba con la idea de que pasara la noche con ella y quería que todo fuera perfecto. Acondicionó la casa y la dejó lo más confortable posible. Limpió, cambió las sábanas y las toallas, le cambió el agua al ramo de rosas blancas que seguían impecables y lo dejó todo perfecto. Se relajó tocando el piano un largo rato. No había tocado el piano desde su llegada a la ciudad y ya sentía la necesidad de hacerlo. La música la relajaba muchísimo y ejercitarse durante horas era para ella como el mejor de los sedantes. Comió ligero, durmió una pequeña siesta y se levantó lista para prepararse. Los nervios llegaron.
Kasia se despertó bastante temprano y pasó la mañana en casa de su madre. Cogió a Baloo y salió con él a correr un rato, así ambos quemarían energías. Cada minuto del día pensaba en Lucy y su madre adivinó sus pensamientos durante la comida.
  • Cariño, a mí no me engañas, ¿tienes una nueva relación? - preguntó directa.
La joven abrió los ojos sorprendida.
  • Mamá, ¡qué dices! - quiso mentir pero se arrepintió sobre la marcha. Ya era demasiado tarde – bueno, para qué tratar de engañarte... no tengo una nueva relación, pero me encantaría tenerla. Es una chica súper especial y estoy completamente loca por ella.
  • Ya sabía yo que esa mirada era culpa de alguien – dijo feliz – y ¿la conozco?
  • No mamá, no la conoces... ni, por supuesto, la vas a conocer, al menos de momento. Deja que defina lo que quiera que sea que tenemos y ya después veremos – Kasia frenó la euforia de su madre – y ahora me voy que tengo algunas cosas que hacer antes de esta noche.
  • ¿Una cita? - preguntó su madre.
  • Algo así – y no dijo más. – Te quiero mamá, te llamo mañana – le dio un beso y salió de la casa rumbo a la suya.
Kasia llegó a su casa con tiempo de recoger por si Lucy quería conocer su casa y de prepararse para la ópera. Se decidió por un vestido de noche negro y verde por encima de la rodilla, un hombro al aire y escote en caída. Unas medias negras y zapato de tacón. Se veía hermosa y feliz delante del espejo, no solía usar ese look y temía la reacción de Lucy al verla. Ligero maquillaje corrector en su piel de muñeca y estaba lista. Cogió un abrigo largo entallado, su bolso y salió directa al garaje.
Lucy se debatía delante de su amplio vestidor. Quería estar simplemente perfecta para ella y le costaba decidir. Al final el vencedor fue un palabra de honor beige, plisado y ajustado a su cuerpo de estrella. Sus ojos resaltaban maravillosamente con el conjunto y Lucy le dio el aprobado frente al espejo. Miró su reloj y vio cómo el tiempo se le había echado encima, así que corrió a ponerse unas medias que la protegieran de la fría noche otoñal y un abrigo que mantuviera a salvo su garganta de oro. El timbre sonó con tres minutos de adelanto. Su corazón dio un vuelco y se aceleró como una quinceañera que tiene la primera cita de su vida. Hizo un ligero ejercicio de relajación y bajó las escaleras. Respiró una vez más junto a la puerta y abrió.
Allí estaba Kasia, bella como una flor de primavera, brillante y hermosa, con una sonrisa que iluminaba la noche y la vida de Lucy. El gesto en su cara cambió y recorrió con su mirada el cuerpo de Lucy. Se detuvo en sus hombros, en la forma del escote e intentó adivinar el sabor de su piel al recorrerla. De repente, creyó escuchar algo:
  • Kasia... Kas, te he dicho que estás preciosa, ¿me estás oyendo? - preguntó Lucy algo extrañada.
  • Yo... yo, simplemente creo que no puedo hablar. Estás... estás... - no podía apartar sus ojos. Lucy agradeció con una enorme sonrisa el visto bueno tan peculiar de su acompañante – esto, creo que soy infinitamente afortunada – terminó por decir.
  • Me alegro de haber acertado – dijo cerrando la puerta tras de sí con una mirada de satisfacción – es hora de marcharnos o llegaremos tarde.
  • Sí, será mejor que nos vayamos o me quedaré aquí la vida entera – la falta repentina de vocabulario que sufría estando delante de aquella mujer la sacaba de quicio, pero la castaña le provocaba cosas que jamás había sentido.
Llegaron puntuales al teatro y ocuparon sus asientos a la mitad del patio de butacas, escoltadas a su lado por dos señores de avanzada edad con sus respectivas esposas. Las dos chicas rieron al ver la media de edad del público, pero igualmente se acomodaron para disfrutar del espectáculo.
Lucy tenía el hombro descubierto de Kasia demasiado cerca como para poder concentrarse en la ópera y Kasia hacía esfuerzos para no perder la razón y besarla allí mismo. Conforme avanzaba la pieza, las dos se metieron más y más en la historia hasta caer rendidas al talento de los protagonistas. Kasia de vez en cuando observaba ayudada por la oscuridad, a su acompañante. Se la veía completamente feliz y parecía que ella en cierta medida era culpable de esa felicidad.
La ópera avanzó a su parte más dramática y Lucy se perdió en la historia. La soprano interpretaba un maravilloso “Ámame Alfredo” y la joven de ojos azules no podía dejar de pensar en Kasia ( http://www.youtube.com/watch?v=xLp61xO1LAA&feature=related ). Lucy sujetó suavemente la mano de su acompañante mientras la soprano decía rota de dolor aquel “...ámame Alfredo, ámame tanto como yo te amo...”. Lucy no quería drama, pero sí quería ese amor recíproco ahora que no podía ni quería evitar un sentimiento como el que le había despertado Kasia. Dejó su mano apoyada y miró a Kasia directamente a los ojos para encontrarse con los suyos que la miraban emocionados. Kasia acarició su mano con su pulgar y sintió cómo Lucy se acercaba a su oído.
  • Jamás he sido tan feliz como ahora mismo, Kas. Estoy loca por ti – le dijo en un susurro y la besó suavemente detrás de su oreja.
Kasia creyó morir de felicidad y entrelazó sus dedos con los de Lucy en un gesto lleno de amor, y subida en una nube continuó disfrutando la ópera. Tenía la completa seguridad una vez más de que ya nada podría separarla jamás de aquella mujer.

22.
La luz en el patio de butacas las devolvió a la realidad. Kasia rápidamente soltó la mano de Lucy tratando de evitar miradas indiscretas. Lucy comenzaba a ser un personaje conocido en la ciudad y algunas miradas parecían reconocerla mientras se dirigían a la salida. Ya fuera del teatro, un par de fotógrafos hicieron algunas fotos que Lucy agradeció de manera cortés para evitar problemas. Kasia se sentía por primera vez como la acompañante de alguien con relativa fama, esa posición que tanto había deseado siempre Eva. Estaba un poco incómoda con la situación, pero Lucy supo salvarla rápidamente y se subieron al coche listas para escapar.
  • Bueno, ha sido maravillosa, tal y como pensaba después del aperitivo de hace un par de semanas – disfrutaba repasando mentalmente. Kasia habría jurado que repasaba sus caricias al calor de la oscuridad – Tengo hambre, ¿dónde me llevarás? - se divertía y ver su sonrisa perpetua era un placer para la joven de ojos miel.
  • Pensaba llevarte a un sitio al que suelo ir con Manu, pero a esta hora estará a rebosar, así que si te gusta la comida japonesa te puedo llevar al mejor japonés de la ciudad. Voy tan a menudo que ya es como mi casa – sonrió esperando un sí de su acompañante.
  • ¡Sí, me encanta!. Vamos, huyamos antes de que nos vuelvan a pillar – dijo mirando preocupada por el retrovisor.
  • Tranquila, creo que has sabido calmar a las fieras. Siento que tu vida va a ser así de ahora en adelante. Es el precio a pagar por el triunfo. Esto lo complica todo – un cierto tono de preocupación apareció en el semblante de Kasia mientras arrancaba el coche.
  • No te preocupes, no dejaré que nada de esto te afecte, ¿vale? - otra vez esa seguridad abrumadora. Lucy acarició su rodilla y la miró buscando tranquilizarla.
Llegaron a un pequeño restaurante en una casi oculta callejuela del casco antiguo. Era sobrio y delicado y el sitio se hacía de lo más acogedor. El camarero saludó con afecto a Kasia que le devolvió el saludo cariñoso invitando a entrar a su invitada. Sujetó la chaqueta de Lucy mientras se sentaba y se la dejó al camarero junto con su abrigo. Cenaron mientras hablaban y se regalaban miradas de amor, miradas sinceras, en ocasiones ardientes, acompañadas por un maravilloso vino blanco español como homenaje a Manu, aquel amigo loco que tanto adoraba Kasia y que tanto empezaba a querer Lucy.
El brillo y la suavidad de la noche, ayudadas quizá por el vino, hacía que las dos mujeres sintieran la necesidad del contacto y buscaran el roce de la piel. Sus manos se habían convertido en dos pequeños imanes desde que se encontraron en la ópera y cualquier excusa servía para volver a tocarse. Salieron del restaurante rumbo al coche y Kasia no pudo evitar sentirse una primeriza asustada. “Señor, Kasia, deberías relajarte, que la novata si acaso debe ser ella”, intentaba reflexionar en el silencio que se hizo en el trayecto al coche. “Díselo, no te andes con rodeos. Es una estupidez pensarlo cuando sabes que se muere por ti”, Lucy también tenía su propia pelea.
  • Kas... - dijo dentro del moderno Mini negro de su compañera - ¿te apetecería tomarte la última copa en mi casa? - Lucy terminó por atreverse.
  • Bueno, una última copa no sé, pero sí que sé que me muero por besarte, que ya no puedo controlarlo más y necesito un lugar en calma para las dos, para poder acariciarte como deseo... así que si no quieres que lo haga, por favor, no permitas que entre en tu casa – Kasia consiguió por fin decir aquello que pensaba sin que las palabras le jugasen una mala pasada.
Lucy volvió a sentir cómo subía el calor a su cabeza.
  • No hay nada que desee más. Vamos a casa – acertó a decir mientras controlaba las pulsaciones.
El camino a casa de Lucy fue silencioso, sólo la música en el equipo proporcionaba el sonido en el vehículo y la joven de ojos azules buscaba cada cierto tiempo la mano libre de su compañera para acariciarla. Llegaron y Kasia aparcó en la puerta. Lucy buscó nerviosa las llaves de su casa y sonrió por la situación.
  • Puedes estar tranquila, sólo quiero sentirte cerca, no haré nada que no quieras – Kasia tomaba la iniciativa después de los riesgos tomados por Lucy. Había olvidado sus temores, los flashes de los periodistas y todo lo negativo que pudiera traer esa relación, sólo era capaz de pensar en ella, únicamente en esa mujer de piel bronceada que abría la puerta invitándola a pasar.
Lucy le pidió el abrigo mientras Kasia observaba lo acogedor de la casa. Lucy no perdió un minuto y se acercó desde atrás abrazándola y pegándola a su cuerpo. El vestido de la joven rubia permitía a Lucy disponer del camino de su hombro izquierdo hasta su cuello libre de telas así que sumergió su nariz e inspiró su olor besando cada milímetro a su paso.
  • Mmmm, me encanta tu olor, me vuelve loca – cuando llegó a su cuello el deseo provocó que sus besos subieran de intensidad. Kasia se dejaba hacer aferrando sus brazos a los de la que se convertiría en su amante, tan excitada que no pudo evitar soltar un gemido de placer.
Kasia se giró en su abrazo y colocó sus manos alrededor de su nuca mientras se acercaba a los labios que tanto ansiaba.
  • Tus labios son mi perdición – acertó a decir.
El contacto de sus labios provocó sacudidas de placer en ambas mujeres. El tacto era suave como un manjar divino, sus labios se reconocían tímidos hasta que Kasia atrapó el labio inferior de Lucy y aferró sus manos a su nuca. Su lengua acarició su labio y Lucy suspiró silenciada por la boca sedienta de Kasia. Abrió su boca dejando paso a la lengua hambrienta de la rubia que aceptó gustosa la invitación. Sus lenguas se encontraron y el sólo roce inicial hizo que Lucy respondiera apretando su cuerpo al de aquella mujer que la besaba. Kasia encajó su pierna derecha en la entrepierna de su amante y pudo sentir el calor que emanaba ansioso de aquel cuerpo en llamas.
Lucy se separó un instante buscando el aire que la ayudara a mantenerse en pie. Sujetó de una mano a Kasia y la invitó a seguirla. Las dos mujeres subieron a la planta superior y Lucy la condujo a su dormitorio. De pie frente a la cama, sujetó su cara entre sus manos y volvió a besarla.
  • Jamás he estado más segura de nada en mi vida. Quiero sentirte y sentirme tuya – dijo en medio de los besos.
  • Eres maravillosa. Te quiero desde el primer día que te vi – respondió a sus besos aferrándose otra vez a ella.
Kasia bajó sus manos y acarició sus muslos envueltos en aquellas medias de seda. Quería sentir su piel así que se agachó lentamente y muy despacio bajó cada una de sus medias. Tan despacio que el tacto de sus dedos conforme bajaban daban pequeñas sacudidas eléctricas en el cuerpo de Lucy. Volvió a subir a su altura y besó su cuello, sus hombros, el comienzo de sus senos, mientras sus manos encontraban la cremallera del vestido. Despacio, muy despacio bajó la cremallera de aquel vestido tan hermoso para descubrir algo muchísimo más hermoso debajo. Un cuerpo de mujer envuelto en lencería, ardiente y ansioso de sus caricias. La besó una vez más e hizo que se sentara en el borde de la cama mientras se separaba a un paso de ella. Lucy se apoyó en la cama y observó detenidamente a su hermosa amante. Kasia se deshizo de su vestido mientras se mordía el labio inferior y miraba el cuerpo de la joven castaña. Debajo sólo una pequeña braguita negra y sus senos firmes y sonrosados pidiendo caricias.
La visión de Kasia semidesnuda alimentó el deseo de Lucy y quiso incorporarse para sujetarla y hacerla suya, pero Kasia se lo impidió. La tumbó en la cama y la joven rubia se colocó sobre ella. Se sentó sobre su cadera sintiendo el calor y la humedad de Lucy debajo. La miró desde su posición un instante para disfrutar un segundo más de la visión de aquella mujer que tanto deseaba.
Lucy se incorporó y se abrazó a Kasia, sentada aún sobre ella. Volvieron los besos hambrientos mientras Kasia acariciaba su espalda. En un movimiento hábil se deshizo del sujetador y descubrió sus pechos duros y excitados. Acarició sus senos y un gemido voló de los labios de Lucy, dejando al descubierto la zona más erógena de la joven actriz. Kasia se dio cuenta y la volvió a tumbar en la cama, sujetó sus manos sobre su cabeza y comenzó a besarla... bajó a su cuello y se deslizó peligrosa a sus pechos. Lucy movía las caderas buscando el contacto que calmara sus ganas y Kasia disfrutaba en su recorrido. Su lengua se ocupó del primero de sus pezones y sus labios lo atraparon al sentirlo duro y mojado. Lucy gemía e intentaba soltar sus manos para poder tocarla pero Kasia no la dejaba. La rubia cambió de presa y recorrió el otro pecho mientras liberaba del castigo a su amante. Lucy lo agradeció dirigiendo sus manos a los pechos de Kasia. Era la primera vez que tenía entre sus manos un cuerpo de mujer y descubrió que las sensaciones eran absolutamente increíbles.
Kasia bajó lentamente por su cuerpo mientras Lucy acariciaba su pelo. Besó su estómago, la cara interna de sus muslos y llegó hasta los pies. Arrebató la prenda que protegía la fuente del placer y Lucy se removió ansiosa del contacto. Kasia besó y lamió alrededor de su sexo húmedo provocando sacudidas en su amante pero se resistió un poco más. Volvió a subir a su boca y Lucy la besó con la pasión desbordada. La acariciaba con sus manos recorriéndola entera, mientras su lengua abrazaba la de Kasia que provocaba que la humedad de su sexo se multiplicara. Lucy consiguió arrebatar la última prenda que quedaba y los dos cuerpos desnudos se colocaron piel con piel. El roce era simplemente abrasador y Kasia supo que no podía esperar más.
  • Eres tan hermosa... me vuelves loca mi amor – le dijo colocándose de tal forma que su sexo empapado acariciara el de su amante – te quiero, te quiero en mi vida más que a nada en el mundo.
Comenzó a moverse de manera rítmica y Lucy gimió al sentir el calor y la humedad que le provocaban ese placer que tanto ansiaba. Kasia sujetó una de sus caderas y aumentó el ritmo mientras Lucy se acoplaba al ritmo y al espacio.
  • Oh, dios, Kas... - gemía sin apenas poder articular palabra.
Kasia chupó de nuevo sus pezones mientras presionaba cada vez con más intensidad. Lucy se arqueó su cuerpo y un rayo atravesó su cuerpo y el de Kasia llevándolas al clímax. Los dos cuerpos, sudorosos y aún jadeantes permanecieron en la misma posición. Lucy abrazó a Kasia que escuchaba los latidos de su corazón apoyada en su pecho mientras intentaba recuperar la cordura. La joven de ojos azules acariciaba su pelo y la besaba cargada de emociones a flor de piel.
  • No dejaré que jamás te vayas de mí – le dijo subiendo a Kasia a su altura. Kasia se tumbó a su lado, abrazadas, besándola suavemente.
  • No pienso ir a ningún lugar sin ti – contestó feliz.

23.
La mañana despertó con los rayos de sol atravesando la ventana del dormitorio brillando en las sábanas blancas que cubrían a las dos amantes. Kasia se despertó con Lucy entre sus brazos, cerró los ojos un instante y los volvió a abrir para comprobar que no era un sueño. De repente los recuerdos de esa noche de amor tan increíble asomaron a su memoria y la hicieron sonreír. Lucy se veía hermosa así, dormida apoyada en ella, y Kasia no hizo el más mínimo movimiento para no despertarla. La observó un buen rato, perdida en los sueños que aquella mujer la hacía vivir y con cuidado separó un mechón de pelo de su cara. Habría deseado que el tiempo perdiera su poder en ese momento y así poder quedarse así hasta que el mundo volviera a girar.
Lucy sintió el sol de la mañana acariciando sus ojos pidiendo paso y lentamente los abrió. Tenía la sensación de haber dormido como nunca... jamás se había despertado con esa sensación de descanso y sonrió feliz como nunca. Poco a poco una imagen algo borrosa adquirió la forma definitiva y reconoció a Kasia junto a ella, mirándola, con una sonrisa en los labios.
  • Estás preciosa también recién levantada, qué suerte tengo – dijo Kasia acariciando su cara.
Lucy respondió aferrándose a ella y enterrando la cara en su cuello algo avergonzada.
  • ¿Estás bien? - preguntó la rubia riendo al ver el gesto tímido de su compañera.
  • Buenos días, y sí, estoy mejor que bien, estoy feliz... SOY muy feliz, y tú tienes muchísima culpa de eso – la besó y la rodeó con sus brazos girando en la cama y quedándose debajo de ella.
Kasia acariciaba su cara desde esa posición, con su cuerpo desnudo sobre el de su amante. Lucy hacía círculos con sus dedos en su espalda y reclamaba su beso de buenos días. Kasia se acercó lentamente y la besó recreándose en aquellos labios dulces como fruta fresca. Lucy disfrutó de aquellos labios de melocotón y su lengua quiso explorar más allá de la frontera de su boca, sujetó a Kasia por la cintura y la hizo girar para colocarse encima triunfante. Su hermoso pelo castaño caía hacia adelante y Kasia se perdió en aquella mujer como una diosa. La sujetó por su nuca y la atrajo pidiendo besos que compensaran su derrota.
  • No me canso de tus labios – los atrapó una vez más – no me podría cansar jamás de ti. No planeé que mi corazón se revolucionara contigo Lucy, y ahora es demasiado tarde para vivir sin ti. Apiádate de mí y dime que me quieres – suplicó en medio de caricias.
Lucy sintió que aquella mujer que estaba rendida en sus brazos era lo más maravilloso que podía haber encontrado en la vida. Por fin un día de suerte.
  • Te quiero, te lo dicen mis labios como lo dicen mis ojos cada vez que te miran, es inevitable – acarició su cuerpo mientras la besaba – te deseo, como la mañana desea al sol, como el otoño desea ver caer las hojas... te deseo casi hasta el dolor si no te tengo – bajó en el recorrido de sus besos mientras un suspiro salía de la boca de Kasia al sentir sus labios.
Cada una de las caricias de Lucy volvían de revés el mundo de Kasia y creía morir lentamente de deseo. La joven de ojos azules descendió por su piel blanca y dulce como la miel de sus ojos, recorriendo cada uno de esos lunares que provocaban ser lamidos como pequeñas gotas de chocolate. Se detuvo en sus pezones sonrosados y pequeños, y descubrió que el placer que ella misma había sentido mientras Kasia la recorría la noche anterior no era lejano al que ella provocaba mientras hacía círculos con su lengua alrededor de ellos. Los gemidos de su amante eran la prueba. Su mano derecha bajo a la entrepierna y comprobó que el calor y la humedad aumentaban en cada roce. Kasia jadeaba excitada y se dejaba hacer y Lucy agradecía que la dejara disfrutar de cada centímetro con caricias provocadoras.
Volvió de nuevo a la boca de su amante para callar sus gemidos y mirar el brillo de sus ojos una vez más.
  • Ojalá te hubiera encontrado antes – dijo besando sus ojos. Kasia suspiró envuelta en una nube.
La mujer castaña se sumergió una vez más en su cuello para atraparlo como una fiera provocando un gemido casi doloroso de Kasia, que elevó sus caderas buscando respuesta a esas ganas y deseando sus labios en esa humedad sedienta de ellos. Lucy bajó hasta el sexo empapado de su amante y lo atrapó en su boca jugueteando con su lengua por cada rincón. Kasia jadeaba al borde de la inconsciencia mientras la intensidad de las caricias con la lengua en su sexo subían. Lucy sintió la llegada del clímax e introdujo sus dedos sin dejar de lamer y chupar esa fuente de placer que tanto deseaba. Kasia sintió una explosión de colores que pareció salir por el brillo de sus ojos y sus pupilas dilatadas.
Lucy sonrió satisfecha y la besó perdiéndose en ella, guardándose su sabor en el recuerdo y reviviendo sensaciones. Kasia respiraba agitadamente intentando volver a su estado natural, aunque los destellos de colores parecían permanecer un segundo más. La joven rubia soltó una carcajada feliz.
  • Vaya, tengo un arcoiris de colores en mis ojos, ¿pero qué me has hecho? - probablemente el nivel de felicidad sobrepasaba el límite. Lucy no parecía entender demasiado pero sonrió ante la expresión de su amante.
  • ¿Realmente necesitas que te lo cuente? - dijo soltando una risa descarada.
  • No, no hace falta, yo estaba presente... ven aquí – y la obligó a besarla.
Las dos mujeres se quedaron abrazadas y en silencio un rato. No necesitaban más.
  • Kas...
  • Mmmm.
  • ¿Cómo lo vamos a hacer? - preguntó pensativa Lucy.
  • ¿A qué te refieres mi amor? - respondió Kasia aún media adormilada.
  • A nuestra relación. Porque esto es el comienzo de una relación, ¿verdad? - de repente una duda tímida asaltó el pensamiento de Lucy.
  • Yo diría que es un precioso comienzo, ¿no te parece? - dijo Kasia sonriente mirándola a los ojos – bueno, creo que lo mejor es tomarlo con calma y dejarlo como algo para nosotras, al menos de momento. Me da mucho miedo perjudicarte Lucy, no podría vivir con eso – no podía evitar preocuparse.
  • No puedo estar sin ti, ya no... Está bien, de momento será algo nuestro, sólo espero tener fuerzas para no descubrirnos durante los ensayos – hizo una mueca de inseguridad.
  • Bueno, todos saben mi orientación, es algo público desde mi época de actriz, así que mientras mantenga mis manos quietas, no como ahora – la acarició traviesa – todo irá bien – intentó tranquilizarla aunque ella misma tenía las dudas de si podría conseguirlo.
  • Vas a tener que darme una sobredosis de amor para que no la necesite en el teatro – una voz seductora susurró encendiendo el cuerpo de Kasia.
  • Tienes toda la razón – la besó apasionadamente y volvieron al amor.
Pasaron el día entre besos, caricias y sábanas blancas. Compartieron una ducha tardía mientras el agua caliente relajaba aún más los músculos de ambas y observaron abrazadas el sol en las hojas de los árboles del parque del lago. Hablaron durante horas y comieron relajadas, interrumpidas por algunos besos y caricias. El sueño las atrapó abrazadas en el sofá del salón mientras veían una película y Kasia le contaba algunos detalles de su trabajo como directora de teatro.
Hicieron el amor y su amor creció, y descubrieron que lo que sentían estaba ya grabado a fuego en su piel y su corazón. La noche las abrazó y Kasia decidió que era mejor idea irse a casa, no quería que la mañana siguiente llegara el coche de producción para llevar a Lucy al teatro y viera su coche aparcado en la puerta. Lucy le rogó que se quedara, Kasia se iría antes y no habría problemas.
  • Lu, ¿qué hablamos hoy?... vamos a intentar que no se note, no podemos durar menos de diez minutos con este plan – dijo colocándose el vestido – además, no puedo ir así mañana a trabajar. Anda, ayúdame a subirme la cremallera, que ayer casi sufro una lesión haciéndolo yo sola – soltó una carcajada – y todo para causarte buena impresión.
  • No seas tonta, si siempre estás preciosa. Te confieso que cada vez que te veo bajar de la moto con esos vaqueros y esa chaqueta ajustada, me dan ganas de desnudarte allí mismo – besó su espalda mientras subía despacio intentando perder tiempo para quedarse un rato más allí.
Kasia rió enamorada al escucharla.
  • Bueno, pues pronto será imposible ir en moto, así que vete haciéndote a la idea de que esa estampa no se podrá repetir en una temporada – se giró pidiendo un beso más – y no puedo estar aquí toda la noche, así que termina de subir la cremallera, anda – Lucy soltó una carcajada al escucharla.
  • Está bien. Hasta mañana entonces. Dulces sueños – la besó abrazada detrás de la puerta.
  • Desde que te conozco sólo puedo soñar contigo, son los mejores sueños posibles – respondió al beso – nos vemos mañana.
Abrió la puerta y salió rumbo al coche. Lucy se despidió desde la puerta y entró en la casa absolutamente feliz.


24.
La semana avanzó entre llamadas y mensajes nocturnos. Kasia tenía el doble de trabajo, entre el musical y su obra de teatro y no coincidían en el horario, así que no pudieron verse hasta el fin de semana. Continuamente buscaban un minuto para llamarse y desearse un buen día, para declararse un amor eterno, para que el sonido de esa voz de las hacía temblar les dijera “te quiero”. Habían quedado para verse el sábado y pasar el día juntas, y con esa promesa cercana, los días fueron pasando.
Lucy aprovechó una tarde libre de la semana para llamar a Sara y contarle lo que sentía por aquella mujer de ojos miel. Le contó cómo había sido su encuentro, sin detalles, por mucho que su amiga insistiera en lo contrario, y confirmó que estaba perdidamente enamorada de ella.
  • Me alegro muchísimo por ti amiga – Sara era sincera en sus palabras.
  • Gracias Sara, de verdad que es como un sueño. Llevo cuatro días sin verla y me parece una condena perpetua, no puedo esperar a que llegue el sábado para verla – la ansiedad se multiplicaba en el cuerpo de la morena.
  • ¿Y por qué no vas a verla a la escuela de teatro donde prepara la obra? - preguntó Sara notando el nerviosismo de su amiga por la espera.
  • Hemos decidido que no es muy buena idea Sara. Empiezo a tener prensa alrededor mío desde que hicimos la presentación; solicitando entrevistas, pidiendo alguna sesión de fotos, vamos, un lío. Encima Kasia salió del armario hace algunos años, así que para todos es conocida su orientación. Me dice que no es buena idea que nos vean mucho juntas o empezarán a especular, y no es buena idea de cara al inicio del musical, no al menos de momento. Así que aquí estoy, llamándote y muriéndome de ganas de verla.
  • Uff, parece un tema un poco complicado. Lu, ¿qué vas a hacer si os ven y surgen rumores? - preguntó preocupada.
  • No te preocupes, no va a pasar. Kas sabe muy bien lo que hace así que estamos a salvo. No sé amiga, sólo sé que la quiero, no he sido más feliz en toda mi vida. Todo saldrá bien, seguro – Lucy intentaba convencerse a sí misma.
  • Eso espero amiga. Sabes que deseo lo mejor para ti.
  • Lo sé Sara. Hablamos en otro momento, ¿vale?, voy a practicar con el piano un rato – dijo a modo de despedida.
  • Huy, ya conozco tus ratos con el piano – se burló – Hasta pronto, disfruta del amor, no pierdas un minuto.
  • Eso haré. Te quiero. Adiós.
Lucy sintió unas ganas terribles de ir a casa de Kasia y sorprenderla con una botella de vino y ella como regalo, nada más. Respiró profundamente y el sonido del teléfono la hizo saltar.
  • Hola mi amor, ¿con quién hablabas que llevo intentando hablar contigo un buen rato? - aquella voz de terciopelo al otro lado la hicieron sonreír de inmediato.
  • ¡Hola!, estaba pensando en ti ahora mismo...
  • ¿Ah sí?, vaya... ¿y eso? - esa voz de pronto resultaba extremadamente seductora.
  • Pues ya ves, estaba por amarrarme al sofá para evitar salir a buscarte. Me muero por verte Kas, si por lo menos pudiera verte en los ensayos – la joven de ojos azules no podía evitar la frustración que le provocaba la situación.
  • Bueno, si no fueras tan buena me verías – Kasia reía al otro lado del teléfono – como eres tan divina Markus no deja que me acerque.
  • Sé que me estás haciendo una mueca ahora mismo – fingió enfadarse – no me hace gracia.
Kasia soltó una sonora carcajada al otro lado.
  • Mi vida, el sábado vamos a pasear al parque y a pasar el día juntas, ¿vale? - intentaba convencerla – seré toda tuya el fin de semana, si es que no tienes algún acto al que asistir.
  • No, y aunque lo tuviera, lo habría suspendido – parecía segura de lo que decía, y más oyendo reír a aquella mujer que la enloquecía al otro lado.
  • No quiero que canceles nada importante por mí, ¿vale?, hay cosas que tienes que hacer aunque no te apetezca – de repente Kasia se preocupó de afectar al trabajo de Lucy.
  • Tranquila, todo lo que me ofrecen Manu lo coloca entre semana. Yo creo que este chico sabe algo, ¿eh? - confiaba en su ayudante.
  • Bueno, está empeñado en que he tenido sexo, que mis ojos y mi cutis me delatan... está completamente chiflado, ya sabes cómo es. Yo no le he dicho nada, pero cuando me lo dice no puedo evitar reírme, nunca se me ha dado bien mentir – dijo Kasia avergonzada.
  • Vas a tener que decirle la verdad, confío en él – contestó Lucy.
  • Ya, sé que él será el primero en alegrarse por nosotras. De todas formas, en ocasiones no puedo evitar preocuparme por si notarán algo en mi actitud contigo que nos delate.
  • Me encantaría estar ahora mismo con tu cara en mis manos y tus labios esperando mis besos, así podría demostrarte que no tienes que preocuparte, yo estoy aquí para ti y siempre estaré para ti. Te quiero.
  • Y yo a ti, Lucy – un silencio las abrazó y las acomodó en ese “te quiero”.
  • Entonces todo estará bien. Ahora me voy a poner un rato con el piano. ¡Nos vemos el sábado! - contestó entusiasmada – menos mal que ya mañana es viernes – rió al darse cuenta.
  • Temprano estaré llamando a tu puerta. Que descanses. Te amo.
  • Y yo a ti. Sueña conmigo.

25.
El sábado temprano Kasia llegó a casa de Lucy, enfundada en atuendo deportivo, con una pequeña mochila a su espalda y todas las ganas acumuladas durante la semana. Miró a los lados en la calle buscando algún fotógrafo y bajó de la moto rumbo a su paraíso particular. Tocó el timbre y no tardó en escuchar alegres pasos golpear el parquet de la casa en dirección a la puerta.
  • ¡Oh, dios, por fin estás aquí! - Lucy quiso saltar a sus brazos pero vio como los ojos de Kasia se abrían de par en par y detuvo su impulso.

Kasia entró y dejó la mochila y su casco junto al perchero de la entrada en el suelo.

  • Ahora sí, ¿a qué esperas para saltar a mis brazos? - y los abrió esperando la llegada de un tsunami de puro amor.

Lucy se enlazó con ella en un larguísimo abrazo. Su cabeza sumergida en su nuca respirando el olor que tanto había echado de menos y sus brazos acariciando su espalda. La besó con pasión y la llevó hasta el sofá.

  • Espera, espera... ¿no quedamos que hoy iríamos a correr un rato? - dijo Kasia mientras Lucy la desnudaba sobre el sofá llenándola de besos.

  • Claro, pero necesito recorrer tu piel para recuperar la cordura. Te deseo ahora mi amor – le dijo levantando sus brazos para quitarle la camiseta.

Las palabras de Lucy encendieron el deseo de Kasia y no pudo más que aceptar tan tentadora oferta. Ambas se recorrieron sedientas de la otra y se amaron descubriendo nuevas miradas, nuevos placeres, pequeños detalles, rincones por descubrir, en medio de palabras de amor y miradas que delatan al alma.

Ambas permanecían abrazadas observando la luz de la mañana avanzando mientras las caricias mutuas las devolvían a la realidad poco a poco.

  • Ahora no tengo ganas de correr – dijo Kasia hundiéndose un poco más en el abrazo. Lucy sonreía encantada.

  • Vaya, pensé que aumentaría tu energía – mintió.

  • Creo que debería aclararte que en casos normales, situaciones como esta quitan las ganas de hacer otro tipo de deporte, al menos en un rato – ronroneaba de gusto sintiendo el juego de Lucy con sus dedos en su pelo.

  • Entonces será mejor que nos quedemos – dijo besando una de sus orejas.

  • Mmmm, no me hagas sufrir con tus caricias y dame tu amor – levantó su barbilla pidiendo un beso que Lucy gustosa le concedió.

El teléfono de Kasia comenzó a sonar.

  • ¡Qué raro!, es muy temprano para que me llamen – miró el número – perdona, es mi madre – se separó un poco para acoplar el teléfono a su oreja y volvió a abrazarse - ¿Sí?, buenos días mamá... ¡otra vez ese endemoniado perro!, vale, vale... ahora voy – colgó visiblemente enfadada.

  • ¿Ha pasado algo? - preguntó Lucy.

  • Nada, mi madre, que el perro se ha ido corriendo detrás del gato del vecino y no aparece. Si es que no sabe vivir con él pero tampoco puedo vivir sin él, tengo que irme a buscarlo, ¿quieres venir?, mi madre es todo un personaje, no puedo asegurarte que sea discreta, pero sí es muy cariñosa – Kasia no sabía muy bien cómo definirla.

  • ¡Sí, claro, me encantaría!, hoy no pienso separarme de ti, así saldremos a dar ese paseo que prometimos sin distracciones – le guiñó un ojo mientras le lanzaba una mirada de esas que hacen temblar el piso bajo tus pies.

  • Bue... bueno, será mejor que nos vayamos – Kasia no podía evitar sentirse algo intimidada con esas miradas – traje un casco para ti, así que podemos ir en la moto.

Lucy disfrutó la sensación de abrazar a la mujer que amaba subida en la parte trasera de la moto. Se sujetó firme a su cintura para terminar abrazándola aprovechando la posibilidad de hacerlo. Para Kasia era como un sueño tenerla así de cerca y el anonimato del casco la hacía sentirse libre de miradas y objetivos indeseados. Al llegar se encontraron con la madre de Kasia con la correa en mano en medio de la calle mirando a los lados.

  • Menos mal que has llegado. Este perro no puede evitar las tentaciones, ya lo sabes... lo del gato del vecino es superior a él. Vaya, has venido con alguien – observó a Lucy mientras se quitaba el casco.

  • Mamá, esta es Lucy, amiga y protagonista del musical en el que estoy trabajando.

Lucy se acercó y le ofreció la mano para saludarla. La madre de Kasia la tomó del brazo y la abrazó para darle dos besos.

  • Buenos días Sra. Borek, me alegra conocerla – dijo Lucy afectuosa.

  • Y a mí conocerte a ti – la miró con una sonrisa buscando a su hija con la mirada – cariño, ¿tienes algo que contarme?, porque tú jamás traes a casa a tus amigas, se ve que te da miedo que me conozcan.

  • Mamá, deja de intentar desentramar planes ficticios porque no tiene nada que ver – evitaba mirarla para que no notara que mentía – viene conmigo porque había ido a buscarla para ir a correr, la ropa deportiva debería darte una pista. Y ahora déjame que traiga a ese perro alocado antes de que alguna pobre señora se lo encuentre en su jardín.

Lucy reía divertida de escucharlas y prefería no saciar la curiosidad de la señora. Si Kasia no le contaba la verdad sería por algo.

No hizo falta ir muy lejos, desde que el perro escuchó la voz de Kasia llamándolo salió de su escondite con cara de arrepentimiento y Lucy se enamoró de él automáticamente. El amor pareció mutuo porque el perro buscó sus caricias nada más verla.

  • No lo acaricies, porque encima este creerá que ha hecho algo bueno – Kasia se puso en plan sargento militar con el chucho y a Lucy le pareció muy divertido.

  • ¡Oh, aquí estás! - dijo aliviada la señora – debes aprender que hay amores imposibles Baloo, te lo he dicho mil veces.

Kasia no pudo evitar mirar a Lucy y sonreír. “Menos mal que no es nuestro caso” - susurró la joven de ojos azules.

  • Entrar en casa, os prepararé el desayuno, acabo de sacar unas magdalenas que alimentan el espíritu. Y no Kas, no admito un no – se adelantó antes de escuchar cualquier excusa.

  • A mí me encantaría, Sra. Borek – contestó mientras se volvía para burlarse de Kasia.

  • No puedes entrar en mi casa y llamarme Sra. Borek. Llámame Alicia, ¿de acuerdo?.

  • Muy bien, Alicia.

  • ¿En serio no eres la culpable del brillo en los ojos de mi niña? - preguntó sirviendo el café caliente.

  • Mamá...

  • De mamá nada, te he dicho que ese brillo y esa sonrisa tuya tienen que tener un motivo, y Lucy es realmente preciosa, sería normal tener un brillo así en los ojos por alguien como ella.

Lucy sonrió comenzando a sonrojarse y miró a Kasia.

  • Cariño, dile la verdad a tu madre – se delató voluntariamente para terminar la farsa ante la mirada atónita de su novia.

  • Ahhhh, ya lo sabía yo – se abalanzó sobre Lucy y la abrazó feliz – no sabes lo feliz que me hace saber que mi niña tiene por fin a alguien que la quiera y la cuide como se merece.

  • Mamá, no te pongas tremenda, que con Manu tengo bastante – contestó Kasia frenando la euforia.

  • Calla cascarrabias y dame un abrazo.

Después del desayuno las chicas se despidieron de Alicia y tomaron un rumbo desconocido. Disfrutaron de un largo trayecto y terminaron en un precioso bosque con unas vistas a un lago tan imponente como un mar. No había nadie por los alrededores, una ventaja de disfrutar de un día libre en lunes, y ambas lo agradecieron, así no tenían que ocultar sus sentimientos. Era un lugar mágico, los tonos marrones se mezclaban con los verdes en las hojas de árboles milenarios y el lugar te transmitía la sensación de estar en la cima del mundo, en el lugar perfecto para el amor. Lucy se aferró a su brazo completamente enamorada mientras andaban.

  • Aquí solía venir con mi padre, es un sitio muy especial para mí – dijo Kasia recordando momentos hermosos de su pasado – es muy bonito, ¿verdad?.

  • Es precioso, gracias por traerme – la detuvo en su paseo, la atrajo hacia sí y la besó con un amor infinito, con un beso de esos que te hace perder el sentido.

  • Mmmm – acertó a decir cuando sus labios se separaron – no sabía que te iba a hacer tan feliz conocer a mi familia – bromeó.

  • Tu madre es fantástica, y tu padre debía ser un tipo muy especial, está claro que tienes lo mejor de los dos – dijo y volvió a besarla.

Se acomodaron sobre unas rocas para observar un largo rato el espectáculo que les ofrecía la naturaleza virgen. Lucy se colocó delante de Kasia y apoyó su espalda en su pecho, quedando atrapada en el abrazo que le ofreció la mujer que amaba. Probablemente sus recuerdos teñidos de felicidad sólo podrían tener el nombre de Kasia.


26.

Faltaba una semana para el estreno del musical. Habían pasado casi tres meses desde que las dos mujeres se habían encontrado y nada había cambiado entre ellas. Su relación había ido creciendo y eran increíblemente felices; Kasia sentía que había encontrado a la mujer de su vida, no podía imaginar un sólo minuto de su vida con ella, y Lucy se sentía capaz de cualquier cosa por ella. Lucy se había adaptado del todo a la ciudad y la sentía como su casa y sólo se había separado de Kasia los días que su madre estuvo de visita en la ciudad. Kasia pensó que era lo mejor y Lucy no se sentía capacitada para contarle nada de su relación con aquella mujer que la enloquecía, le faltaba ese valor necesario para hacerlo.

Kasia ultimaba el estreno de la obra que llevaba tiempo montando con sus alumnos. La obra había crecido y crecido en interés y parecía que sería un éxito el día de su estreno. Lucy le prometió que iría a verla, por nada del mundo dejaría de estar el día de su triunfo como directora. La joven de ojos de miel estaba muy ilusionada con este trabajo y esperaba ansiosa el estreno tanto como el musical de Lucy.

Era domingo por la tarde. Las dos mujeres disfrutaban de una tranquila velada en el sofá en casa de Kasia. Habían descubierto que era el mejor escondite para su amor. Kasia había dejado de ser interesante para los medios y su casa estaba a salvo de prensa, así que casi siempre iban a casa de la directora. Habían disfrutado del día haciendo el amor y sintiendo piel con piel el calor que las unía.

  • Esto definitivamente debe ser pecado, el placer a estos niveles seguro que es pecado – decía Lucy mientras acariciaba los pechos desnudos de su amante apoyada en ella.

  • Entonces, ¿no iré al cielo? - preguntó sin ningunas ganas de moverse.

  • No iremos cariño, ninguna de las dos – respondió besando su cuello.

  • Bueno, mientras estemos juntas – Kasia se revolvió para subirse a sus caderas y poder besarla intensamente.

  • Mmmm – saboreaba sus labios... esos labios que tantas veces le habían dicho “te quiero” - creo que es hora de que me vaya. Ya mañana entramos en la semana del estreno, y podría apostar que Markus llegará al borde de la histeria.

  • Tienes razón. Debes estar lo más tranquila posible esta semana, nada de nervios que no queremos que te pongas afónica de estrés. El montaje es algo increíble, va a arrasar con toda seguridad, me alegro muchísimo del éxito que vas a tener – la abrazó llena de energía – vamos, te llevo a casa.

  • No, no hace falta, voy en metro – contestó Lucy.

  • De eso nada, una futura estrella de Broadway no puede ir en metro.

  • Cariño... ¿sabes que no estamos en New York, verdad? - puso el dorso de la mano en su frente fingiendo tomar la temperatura.

  • Ya me dirás eso cuando llegue la primera oferta.

Se vistieron y salieron rumbo a casa de Lucy.

Al otro lado de la acera una atractiva mujer salía del interior de un taxi. Pudo ver cómo Kasia se colocaba el casco y cómo Lucy lo agarraba con las manos y le daba un beso a la altura de lo que podrían ser los labios. La joven de ojos azules reía feliz escuchando algo que le contaba su pareja mientras se colocaba el abrigo. Las dos subieron a la moto y Lucy se aferró en un abrazo cerrado a su conductor.

Eva no podía creer lo que veía. Había dejado pasar el tiempo desde el altercado con el vestuario de Lucy con la esperanza de que el enfado de Kasia se hubiera disipado con el tiempo. Quería recuperarla y había ido con una estúpida excusa sobre el musical a su casa para verla. Se había vestido de una manera sexy e irresistible con la intención de derrumbar los muros de su ex, y se había encontrado con la escena de Lucy con ella, feliz y enamorada, saliendo de su casa.

Sacó su teléfono e hizo una foto, girándose de espaldas en el momento en el que la moto pasaba a su altura.

A la mañana siguiente ambas mujeres llegaron al teatro por separado. En la entrada las esperaba Markus para hablar con ellas a solas. Kasia llegó primero y pudo verlo apoyado en la puerta esperando.

  • Buenos días – dijo feliz - ¿esperamos una visita ilustre? - bromeó.

  • No, en realidad te espero a ti – su tono sonaba frío y distante.

  • ¿Pasa algo Markus? - preguntó preocupada.

  • No sé Kas, dímelo tú. Sabes que he confiado en ti para este trabajo, que me juego todo con este musical, absolutamente todo lo que tengo, y no puedo creer que pongas en peligro este trabajo aún sabiéndolo – Markus elevó la voz muy molesto.

  • No sé de qué me estás hablando – Kasia empezaba a enfadarse ante la falta de confianza de su amigo.

Lucy apareció junto a ellos sin que notaran su presencia.

  • Buenos días, ¿qué es eso tan interesante que habláis que ni os dais cuenta de que estoy aquí? - preguntó bromeando.

  • Me alegro de que hayas llegado – dijo Markus ciego de ira – Me han llegado noticias que confirman que entre vosotras dos hay una relación – dijo sin rodeos.

Kasia abrió los ojos sin poder decir palabra y Lucy palideció de inmediato colocando su cuerpo en una posición claramente defensiva.

  • ¿Quién te ha dicho algo así? - preguntó Kasia sin rodeos – creo que tenemos derecho a saberlo.

  • No te lo voy a decir Kas. Sólo puedo decir que sabes perfectamente los patrocinadores que tenemos en el musical, no podemos tener una protagonista lesbiana – dijo al borde del colapso.

  • ¡Venga ya, Markus, no seas hipócrita!. ¿La protagonista no puede ser gay pero su director sí?, ¿es así como piensas llevar tu carrera de ahora en adelante, vendiéndote a los homofóbicos con dinero? - Kasia no podía creer las recriminaciones de su hasta ahora amigo.

  • O sea, que es cierto – dijo casi asqueado.

  • No, no es cierto – dijo suavemente Lucy.

Kasia habría peleado por ella hasta el fin de los días y escuchar esa frase de labios de la persona que más amaba, hizo que algo dentro de ella se rompiera... muy despacio y dolorosamente.

  • Quien te haya dicho eso miente. No estoy con Kasia, no lo he estado y jamás lo estaré, porque jamás me he sentido atraída por una mujer – Lucy no sabía qué parte de su cerebro diseñaba las palabras que estaba diciendo, pero fuera la que fuese, no la conocía en absoluto, – es completamente absurdo, Kasia no te ofendas, pero nunca podría estar con una mujer.

La joven de ojos miel entendió la realidad. Habría sido una historia muy bonita... incluso la mejor de las historias, siempre que se quedara dentro de las paredes de su castillo, como las historias de las princesas encerradas en una torre. Sólo que en esta historia no había príncipe que las salvara, así que su historia estaba condenada al encierro. Sintió que su ilusión se esfumaba como las mariposas con el viento y no pudo soportar escuchar más palabras como esas.

  • Ufff, no sabes el peso que me quitas de encima Lucy – de repente Markus estaba relajado.

  • Me alegro de que puedas respirar tranquilo. Es momento de que me vaya, – lanzó una mirada a Lucy que la evitaba mirando al suelo – no puedo trabajar para quienes piensan que mi forma de vida es una farsa, algo que hay que ocultar bajo las piedras – las lágrimas tenían prohibida su salida, al menos hasta que estuviera a solas.

  • Vamos Kas, no es para que te pongas así – Markus intentó calmarla.

Lucy la miró un instante mientras moría por dentro. Ella, que le había dicho mil veces que lucharía por ella, que jamás permitiría que su sueño se interpusiera entre ellas, había hecho justo lo contrario sin apenas pensarlo. Pudo ver en los ojos de Kasia el vacío del dolor y supo que jamás la perdonaría.


27.

Kasia huyó como un asesino en serie huye de la escena de un crimen, salvo que en esta ocasión ella era una de las víctimas. El dolor se hacía presente en cada músculo de su cuerpo mientras callejeaba sin rumbo fijo, haciendo imposible el control de las lágrimas, decididas a salir a pesar de su obstinación por evitarlo. Sentía vibrar su teléfono mientras conducía pero no tenía intención de detenerse. Sabía quién era, quién podía estar interesada en saber si se encontraba bien, pero no podía contestar, no era capaz de enfrentarse a esa voz sin derrumbarse, y luchaba para salir a flote de la tormenta de sentimientos que ahogaban su pobre corazón lastimado.

Sin poder evitarlo llegó al parque del lago, frente a la casa de Lucy. Se detuvo y fue una vez más al lugar donde la vio por primera vez, intentando que la vida le concediera un deseo: deseaba que el tiempo retrocediera hasta el día que la vio, cansada y sudorosa, sonriendo mientras miraba a aquel niño que jugaba con los patos. Si el destino le hubiera hecho ese favor, habría seguido de largo y no la habría conocido, no habría sufrido como lo hacía en ese momento.

Pero tampoco habría vivido los dos meses más felices de su vida. Kasia recapacitó y decidió que la tierra debía seguir girando en el mismo sentido, sin borrar el pasado. Se sentó en un banco cercano y sacó un pequeño bloc que usaba para anotar ideas para sus guiones del bolso. Escribió un par de palabras, las leyó y decidió tacharlas. Volvió a intentarlo.

Mi amor,

He decidido escribirte porque necesito que sepas que no te odio, jamás podría odiarte porque en mi corazón sólo existe amor para ti. Mi corazón late por ti, y siempre será así, no habrá día en que tu recuerdo no inunde mi alma.

Sé porqué lo hiciste, yo también fui cobarde y también luché hasta lograr el valor necesario hace años, pero juré que jamás viviría ocultando mis sentimientos, que sería honesta y viviría orgullosa de amar como te amo a ti. Lo siento, no puedo volver atrás.

Hoy he entendido que debo dejarte marchar, que el destino nos jugó una mala pasada al reunirnos en el momento equivocado, porque tú no estás preparada y yo no quiero vivir a oscuras. Tú has sido mi luz, has iluminado mi vida como nadie lo ha hecho, pero debo dejarte ir, debo dejar que sigas tu camino y alcances el éxito que buscas, porque nadie lo merece más que tú.

Sé feliz mi vida, vive y disfruta cada minuto de tu vida. No dejes de sonreír porque tu sonrisa es mi sol de la mañana, como tus ojos son mi camino al mar de los sueños.

Te amo,

K.

Dobló el pequeño papel y se acercó hasta su casa. Decidió pasarlo por debajo de la puerta y así no habrían miradas extrañas sobre él, sólo los maravillosos ojos de Lucy. Lo deslizó suavemente, dejando sus sueños atrapados bajo esa puerta que tantas veces cruzó para encontrarse con ella.

Lucy se había encerrado en el camerino con la excusa de un terrible dolor de cabeza, aunque realmente tenía la sensación de que le podría estallar de un momento a otro. Markus se sentía culpable por haber lanzado esas acusaciones sobre ella y la dejó tranquila mientras intentaba solucionar la marcha de Kasia para los últimos días. La joven castaña llamaba desesperada al teléfono de Kasia muerta por la culpa, no podía imaginar el daño que le habían hecho sus palabras, pero sabía que aquella mujer que amaba se había marchado con el corazón roto. Se sentía completamente miserable por haber infligido ese dolor gratuito a la mujer que amaba, por haber faltado a su palabra, por haber sido una cobarde.

Manu tocó suavemente la puerta del camerino.

  • Cariño, ¿estás bien?, ¿puedo pasar? - preguntó preocupado.

Lucy sabía que si alguien podía hablar con Kasia en ese momento era él. Abrió la puerta y Manu se quedó paralizado ante el gesto de destrucción en el rostro bañado en lágrimas de Lucy.

  • Pero... ¿qué te ha pasado mi cielo? - la abrazó sin esperar respuesta y Lucy se derrumbó en los brazos de aquel hombre.

  • Manu, acabo de destruir todo lo bueno que había en mi vida – sollozaba sin apenas poder articular palabra – y acabo de perder a la persona que más me ha amado y que más he amado.

El rostro de Manu no pudo evitar reflejar preocupación. Sabía que entre ella y su amiga había una relación, no se lo habían confirmado, pero conocía demasiado bien a Kasia y sabía que no se equivocaba. Que Lucy le dijera eso significaba que su mejor amiga estaba rota de dolor en algún lugar de la ciudad. Se separó dulcemente de su abrazo y la miró a los ojos.

  • Lu, dime, ¿qué ha pasado?, ¿dónde está Kasia? - empezaba a ponerse nervioso.

  • No lo sé Manu, la llamo sin parar pero no contesta al teléfono. Por favor, inténtalo tú – ya Manu tenía el móvil en sus manos sin que Lucy terminara hablar. Tono de llamada. Nada.

  • ¿Qué ha pasado?, cuéntame... Conozco muy bien a Kasia, jamás te haría daño, estoy completamente seguro de eso.

Lucy cayó rendida en el sofá de su camerino. Destruida y sin fuerzas, hundió su cabeza entre las rodillas.
  • Alguien le dijo a Markus que Kasia y yo teníamos una relación. Kasia discutió con él, le dijo que era hipócrita su actitud... ella luchaba por nosotras. Y yo sólo fui capaz de decir que eso era una mentira, que jamás había estado con ella y que jamás lo estaría – las lágrimas volvían a su rostro – vi sus ojos Manu, vi el dolor que le causaba en sus ojos. Se despidió de su trabajo y se marchó, y no pude decirle que lo siento muchísimo, que la amo y que jamás debí decir eso. Debo encontrarla y pedirle que me perdone.

  • ¡Ohh, mi niña, cuánto lo siento! – la abrazó de nuevo ofreciendo consuelo – ¿sabes?, Kasia es una persona muy especial, aunque seguramente ya te hayas dado cuenta de ello. Estoy seguro de que entiende lo que hiciste, pero debes comprender que ella pasó por un infierno de críticas cuando decidió “salir” y se prometió que jamás viviría una vida que no fuera la suya. Ella te ama Lu, sin decirme nada lo he visto en sus ojos, en su forma de mirarte. Está completamente enamorada de ti, pero no puede arrastrarte a su vida porque tú tienes que brillar ahora mismo como Lucy Scherer, la maravillosa protagonista de Rebecca.

  • No quiero musicales, ni éxitos, ni reconocimientos... sólo quiero estar entre sus brazos y no volver a separarme de ella jamás. Voy a hablar con Markus – dijo muy segura de sí levantándose del sofá.

Manu la detuvo y la giró hacia él obligándola a mirarlo a los ojos.

  • Sabes que eso no es posible ahora mismo, y sabes que Kasia no lo querría. Ahora no es vuestro momento Lucy, dale tiempo al tiempo y veremos cuán fuerte es vuestro amor. Ya sabes, “el espectáculo debe continuar” - había un cierto tono de amargura en sus palabras – Y ahora debo ir a buscar a Kasia, conozco todos sus rincones, y si no, esperaré en la puerta de su casa hasta que regrese. Desde que sepa algo te llamo – dijo y besó su frente con un cariño infinito.

  • Por favor, dile que lo siento tanto... dile... dile que la amo.

  • Ella lo sabe, no lo dudes – volvió a besarla y se marchó.

En su camino a la salida, Manu vio a Markus hablando con el director musical. Con una excusa cualquiera, lo tomó del brazo con una furia desconocida hasta ahora en él y lo llevó a un rincón libre de miradas.

  • Eres un cretino y un hipócrita. ¿Quién demonios te crees que eres para juzgar a nadie?, ¿eres acaso el salvador de la moralidad?, porque te recuerdo que hace dos noches no pensabas así cuando estabas en mi cama – las ganas de golpearlo iban en aumento en el joven español.

  • No sé de qué me estás hablando – mintió – y no olvides quién soy Manu – sonaba amenazante.

  • Desde hoy puedes tener muy claro que no lo olvidaré. Estaba realmente equivocado contigo, no eres más que un insecto que se deja atrapar por las redes de la clase alta y obsoleta de esta ciudad, que vende su trabajo y su alma al mejor postor, incapaz de ser leal a las personas que han estado a tu lado toda la vida. Eres una mentira... ojalás puedas vivir tranquilo con eso – en sus ojos se veía el desprecio y Markus fue consciente de lo que había hecho – Y ahora me largo, tengo que encontrar a Kasia.

  • Manu, yo... - intentó disculparse, pero allí ya no había nadie para escucharlo.


28.

Kasia llegó a casa agotada a pesar de lo temprano del día. Sólo podía pensar en tumbarse en el sofá un par de horas y descansar la irritación que sufrían sus lastimados ojos. Pero allí estaba ella, sentada en las escaleras de la entrada a su casa. Eva sujetaba una flor en sus manos y sonrió cuando vio a la joven rubia acercarse a ella.

  • ¿Qué haces aquí Eva?, no estoy de humor para aguantar ninguna de tus historias – dijo mientras metía la llave en la cerradura.

  • Lo sé, por eso he venido. Markus me llamó y me dijo lo que había sucedido – le ofreció la flor con la mejor de sus sonrisas.

  • Espera un momento... - Kasia se detuvo un instante mirando a la puerta sin girar la llave – ¿por qué te llamó Markus a ti?, ¿qué tienes tú que ver en esto? - preguntó sin girarse hacia ella.

  • Cariño, sabía que esa pequeña estrellita no tardaría dos segundos en negarte. Y así ha sido, deberías agradecerme que te abriera los ojos antes de que sufrieras más – intentaba calmar la tormenta que se le venía encima.

Kasia entendió el sentido de todo aquello. Dejó la llave en la cerradura y se giró mirándola a los ojos con amargura.

  • Me estás diciendo que por tu culpa acaban de irse mis sueños por el desagüe... me estás diciendo que eres la culpable de mi pena, que tú has provocado este dolor sólo por tu estúpida idea de recuperarme, cuando te he dicho mil veces desde tu regreso que jamás, JAMÁS volvería con alguien como tú. Eres la peor decisión de mi vida, ¿no lo entiendes? - agarró la estúpida flor y la tiró dentro de una papelera de la calle.

  • Kas, no piensas eso realmente, yo lo sé – intentaba convencerse y convencerla con ridículas explicaciones – fuimos muy felices cuando estuvimos juntas, trata de recordar, por favor.

  • No, te equivocas. Hace dos meses que conocí lo que era la felicidad, lo que tuve contigo no se parece en nada a lo que es la felicidad. Lo único que tuve contigo Eva fue dolor, me hiciste sentirme terriblemente culpable por no seguir mi trabajo como actriz, me hiciste sentir que era tan poca cosa fuera de la actuación y de la fama, que sentí que jamás podría encontrar mi camino. Te abandoné porque me hiciste más daño que cualquier otra persona en el mundo, porque estar a tu lado fue un error terrible y los errores hay que arreglarlos para avanzar e intentar ser felices.

El gesto de Eva cambió. Su esperanza se desvaneció mezclada con las palabras de Kasia.

  • No sigas, por favor – sus ojos se volvieron tremendamente tristes – no digas eso.

  • ¿Por qué razón tendría que tener piedad contigo? - no podía parar. Eva había encendido su instinto más bajo y el dolor la atravesaba entera – te ayudé Eva, me olvidé de todo para que tuvieras un nuevo camino, y tú sólo querías arrastrarme en uno de tus nuevos planes. No sabes querer, eres incapaz de dar tu amor a cambio de nada.

Eva comenzó a llorar. Había descubierto el resultado de su traición y sus juegos sucios. Ya no había oportunidad ni sitio para ella en el corazón de Kasia. Había eliminado cualquier posibilidad de afecto por parte de la persona más cariñosa y dulce que había conocido en su vida, incapaz hasta ese momento, de negar afecto y amor a las personas que compartían con ella su vida.

El teléfono de Eva comenzó a sonar en ese momento. Kasia le quitó el bolso y rebuscó en su interior para cogerlo. Eva, paralizada por el dolor, fue incapaz de moverse para impedirlo.

  • Será Markus – dijo Kasia triste y enfadada – voy a decirle que puede darte las gracias por destrozarme la vida.

Contestó al teléfono, pero no era Markus, era la directora de la firma para la que trabajaba Eva. Kasia no pensó.

  • Hola... sí... Eva ahora no puede ponerse, pero por favor, déjeme que le diga una cosa. Acabo de despedirme de una de las subdirecciones del musical que patrocinan para evitar un escándalo que acabaría con la obra antes de empezar, todo gracias a su encargada. Ha intentado sabotear un espectáculo maravilloso antes de su estreno, yo en su lugar hablaría con ella, porque está claro que no está capacitada para un trabajo así, y dudo mucho que quieran una publicidad así para su firma. Buenos días – y colgó.

  • ¿Qué has hecho? - preguntó Eva abatida.

  • Te lo dije muchas veces Eva, que no hicieras nada que la dañara. Lucy no te ha hecho nada, es una persona maravillosa y tú sólo has tratado de perjudicarla. Te avisé... después del asunto del vestido te dije que era la última vez que te permitía algo así. Ahora no estaré para protegerla, pero tú tampoco estarás para hacerle daño. Déjala en paz, has conseguido separarnos, quédate con eso, porque es lo único que tendrás. Y ahora, vete de mi casa – Kasia entró en su casa y cerró la puerta dejando atrás los restos de Eva.

Kasia cayó vencida en el sofá y cerró los ojos ansiando que todo fuera una horrible pesadilla. Los abrió y todo seguía igual. En la casa, los restos de su relación con Lucy que parecían dispuestos a torturarla con su recuerdo. Lloró desconsoladamente una vez más.

Alguien llamó a la puerta. Se levantó como un resorte dispuesta a enviar a Eva al mismísimo infierno si no la dejaba en paz. Abrió la puerta enfurecida y vio a Manu frente a ella. Corrió a sus brazos y se abrazó como si le fuera la vida en ello.

  • Tienes su aroma – dijo llorando.

  • Es que las dos tenéis últimamente la misma costumbre de abrazaros a mí... yo lo entiendo, soy irresistible – sacó a duras penas una sonrisa a su amiga – ya sé lo que ha pasado. Lucy está destrozada y no hace más que llorar porque sabe el daño que te ha hecho. Sabes que no lo hizo por dañarte Kas, no lo tengas en cuenta.

  • Lo sé Manu, sé de sobra que ahora mismo estará como yo, porque sé lo que siente, he podido sentirlo todo este tiempo, y sé que sus ojos y sus besos no mentían. Pero en el fondo, esto es lo mejor. No puedo obligarla a dejarlo todo por mí, no sería justo.

  • ¿No crees que eso debería decidirlo ella?

  • Sabes que tengo razón, está a cuatro días de su estreno en un papel maravilloso por el que ha soñado toda su vida. Necesita hacerlo, y ahora mismo yo soy lo que la impide hacerlo.

  • Bueno, eso tenemos que hablarlo tranquilamente. Voy a hacer té y seguimos hablando – dijo Manu acercándose a la cocina.

  • Odio las infusiones.

  • Lo sé, pero te la tragarás – Manu no daba oportunidad de réplica.

El joven español sacó su teléfono a escondidas en la cocina. Escribió un mensaje: “Estoy con ella, quédate tranquila, no me separaré de ella hasta que la vea bien. Sólo hay una cosa clara y es lo que os queréis. Por favor, trata de recuperarte. Te quiero. Bueno, te queremos”. Le dio a enviar y puso agua a hervir.

29.

Los dos amigos pasaron la mañana hablando hasta que Kasia se calmó y respiró algo más tranquila. Lucy pudo descansar al leer el mensaje de Manu, al menos Kasia estaba bien, pero no podía evitar pensar en ella cada minuto del ensayo. Fue una mañana terrible, era incapaz de concentrarse y parecía como si de repente hubiera olvidado todo lo relativo al musical. Markus sabía que era el culpable del rendimiento tan nefasto de la joven así que decidió suspender el ensayo y mandarla a casa a descansar.

Lucy huyó del teatro desde que pudo. Manu le había dicho que era mejor que no la buscara, que Kasia le había rogado que no lo hiciera o no sería capaz de superarlo. Lucy se detuvo delante de la casa de Kasia rota por el dolor y la necesidad de sus labios, de su cálido abrazo, pero fue incapaz de dar un paso hacia ella. ¿Acaso su historia de amor se iba a quedar así?, no podía soportar su falta de carácter ahora que lo necesitaba y se odiaba a sí misma por ello. Cabizbaja siguió su camino hasta su casa. A pie el recorrido hasta su caso era de más de una hora, pero no era capaz de entrar en aquella casa en la que sólo tenía momentos con ella, así que decidió hacerlo andando. Al llegar volvió la vista hacia la entrada del parque... soñaba con que ella saliera de allí y corriera a abrazarla, olvidando todo el daño que le había hecho, dispuesta a perdonarla y a no separarse de ella jamás.

Pero nadie dijo su nombre. La tristeza se instaló en sus hombros mientras abría la puerta, haciendo presión y encorvando su espalda cansada. Al abrir vio cómo algo se movía con la puerta; un papel doblado con su nombre por fuera. Era la letra de Kasia. Su cuerpo respondió temblando, temiendo su reacción en aquellas palabras. Lucy la conocía bien, tenía un corazón tan grande que sabía que sus palabras no podían herirla, pero aún así el miedo le impedía abrir el simple doblez de la hoja. Se sentó en una esquina del sofá y trató de respirar... lentamente inspiraba para lentamente expirar... poco a poco sus manos dejaron de temblar sin control y se atrevió a leer..

Dos lágrimas cayeron como un río en el papel al comenzar a leer. Lucy alejó la carta de sus lágrimas para no perder ni una sola de aquellas letras y lloró como un mar que nace al sentir todo aquel amor en tan pocas palabras. Sus palabras eran sinceras y su deseo noble, pero Lucy supo que jamás podría querer un éxito que la alejaba de la mujer de sus sueños. Releyó la carta una y otra vez hasta que memorizó cada letra, cada trazo, cada sentimiento... podía saber en qué momento Kasia había parado su escritura para enjugarse las lágrimas, conocía cada uno de sus gestos al escribir cada palabra, porque ella era todo, era su amor, y la conocía como nadie se había atrevido a conocerla.

Dejó el papel sobre la mesa y se dejó caer en el sofá cerrando los ojos. Ahora sabía que no podía ir a verla, no al menos hasta que estrenaran el musical y todo se calmase a su alrededor. Ahora sabía que la tristeza de Kasia venía por la sensación de tener un amor a oscuras, así que cuando se decidiera a ir a buscarla, sería para pedirle que saliera con ella de la mano a la vida, para así comenzar rozar de nuevo la felicidad. Mientras ese momento llegaba, Lucy decidió que pondría su corazón en hibernación hasta que ella volviera.

Las dos mujeres pasaron el resto de la semana enfrascadas en el trabajo para evitar pensar ni sentir. Lucy volvía a encontrarse bien para hacer su papel y Kasia había doblado las horas de ensayo con su compañía para agilizar el estreno de su obra. Manu había intentado hacer recapacitar a Kasia pidiéndole que fuera a verla antes del estreno, pero la joven de ojos miel sabía que esa era una malísima idea. Aceptó de mala gana una entrada para el estreno que su amigo le llevó, bajo promesa de que estuviera lo suficientemente oculta para que no se notara su presencia. Había aceptado a regañadientes aunque la necesidad de verla se multiplicaba cada segundo que no estaban juntas.

El sábado llegó y Kasia sintió que los nervios se apoderaban de ella sin piedad. Pasó el día como un animal enjaulado en su casa, luchando contra las ganas de ir a su casa a desearle suerte y a llenarla de besos que la calmaran en la espera. Lucy sin embargo peleaba con el teléfono en las manos para evitar llamarla y rogarle que fuera, que no sería capaz de hacerlo sin ella cerca. Ninguna de las dos cedió.

La joven de ojos miel, bella como pocas, llegó al teatro intentando enterrar los nervios bajo la alfombra roja de la entrada. Los fotógrafos gritaron para que se detuviera y posara pero ella era incapaz de escuchar nada. Manu la vio acercarse y fue directa a ella, la sujetó de la cintura, galán y masculino y la giró disimuladamente hacia la prensa, enseñando dientes y acercándose a su oído.

  • Sonríe, que hacemos una pareja divina – y le dio un suave pellizco en la cintura para que reaccionara.

Kasia miró hacia él sin entender y sonrió en un acto reflejo de ver aquellos dientes tan blancos indicarle la forma de hacerlo.

  • ¿Qué haces? - preguntó hablando entre dientes.

  • Evitar que parezcas la rara del estreno. Además, necesito una pareja o no saldré en la prensa mañana, y estoy demasiado guapo como para dejar que las multitudes se lo pierdan – se ajustó la pajarita – por cierto, estás preciosa, cuando Lucy te vea se va a morir.

El gesto de Kasia cambió por completo.

  • Manu, te lo dije bien claro – hizo el gesto de salir en dirección contraria pero el español no la había soltado en ningún momento.

  • Tranquila, que no la verás... Jesús, cómo eres... - la besó en la mejilla – no te preocupes, está en los camerinos atacada de los nervios, creo que no reconocería al Papa aunque tuviera a ese señor de capa blanca y zapatos rojos de Prada delante.

  • Deberías ir con ella y tranquilizarla – Kasia se preocupó.

  • Bueno, debería entrar antes de que me despidan, que Markus me tiene en su lista negra. Toma tu entrada. Nos vemos después, ¿ok?. Tranquila, iré solo y desarmado – la besó otra vez y Kasia se dirigió a la entrada.

Manu se quedó atrás un minuto y se acercó a uno de los fotógrafos. Kasia pensó que su amigo era incapaz de cambiar a la hora de ligar y se adentró hacia el patio de butacas.

En el camerino Lucy terminaba de arreglarse y de calentar la voz, ya en solitario para dejar atrás los nervios y concentrarse. Alguien golpeó en la puerta y dio un respingo en la silla mientras se maquillaba.

  • Lu, soy yo, ¿puedo pasar? - Manu estaba al otro lado.

  • Manu, estoy terminando de arreglarme. Venga, pasa, pero un minuto – dijo Lucy apurada.

  • Ya, ya, un minuto – entró y cerró la puerta – me vas a adorar cuando veas esto. ¿Qué?, ¿no te da ni un poco de curiosidad? - sacó un iPhone del bolsillo de su chaqueta.

  • ¿Crees que haciéndome esas preguntas puedes relajarme?, ¿pero qué clase de tácticas usas tú? - Lucy comenzaba a exasperarse.

  • De verdad, cómo estáis de susceptibles, ¿eh? - en el fondo Manu estaba en su salsa.

  • ¿Estamos?, ¿qué quieres decir? - ahora sí le picaba la curiosidad.

Manu estiró la mano y le acercó el teléfono a su amiga.

  • Perdona, te mentí cuando te pedí que me prestaras el tuyo porque el mío se había quedado sin batería.

Lucy tomó el teléfono entre sus manos y vio una foto de Kasia abrazada a Manu en el photocall de la entrada. Se acercó la imagen para verla mejor y al borde del llanto la abrazó contra su pecho. Se la veía sonriente, tan hermosa y tan cercana que Lucy se puso en pie dispuesta a buscarla.

  • No Lu, ¿qué haces? - Manu la detuvo.

  • Ir a buscarla Manu, ¿tú has visto lo hermosa que está?. Ha venido... ha venido a verme – Lucy se hundió en el abrazo.

  • Ha venido porque te ama, eso no ha cambiado, y porque le dije que necesitabas que estuviera aquí. Viene porque le prometí que no la verías, si se entera que he hecho esto dejará de hablarme, y yo la quiero mucho, lo entiendes, ¿verdad?. Hoy es tu día, sal ahí y demuestra que el sacrificio merece la pena, que eres la mejor.


20 comentarios:

  1. Muy ,muy ,muy linda la historia ,ojala y no se tarden mucho los siguientes capitulos :)

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  2. waaa esta interesante esta seria la tercera historia que voy leyendo =) pero las tres me tienen intrigada por lo que va a pasar!!!!!!!!!!!!1

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  3. Genial otra historia buenisima..... felicidades por lo bien que escribes. Esperando con ansias los siguientes cap.

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  4. Me alegro que os guste, que la disfruteis ;)). Intentaremos no tardar demasiado en actualizar.

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  5. Gracias por actualizar tan rápido y con varios cap, repito escribes muy muy bien.

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  6. me encanta la historia escribes nuy bien... espero ansiosa el proximo capitulo...

    vero0278

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  7. Que bien mas cap y muy buenos . Gracias por mantener el suspenso en serio buenisima la historia.

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  8. dios!!!! cada vez mas emosinante felicitasiones!!!! sigan asi =)=)=)=)

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  9. Simplemente buenísima historia. Gracias por los nuevos capítulos.

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  10. Gracias chicas!!. Estoy pensando cómo hacer sufrir a Eva, por petarda!! ;))

    Las chicas del face me piden algo lento y doloroso, jajajajaja, pobre chica, sólo pelea por lo que quiere, no?. Feliz domingo ;).

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  11. Espero que hoy publiques otro capitulo!!!!

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  12. ahaaa que intriga me muero por saber que va a suceder!! creo que dejare de entrar un tiempito para así cuando regrese podre leer la historia de corrido porque así me tiene loca!!!!

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  13. Gracias por publicar nuevos capitulos, muy buenos continua así. .

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  14. próximo capitulo!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! no se demoren please!!

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  15. Me encantaaaaaaaaaaaa!!!!

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  16. cuando van a subri mas capitulosss???????????? ya tiene mucho que no suben..



    mexico

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  17. Hecho!! ;))

    Siento la demora, los fines de semana pierdo el poco juicio que me queda XDD.

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  18. gracias por subir otro capitulo!! esta super!!! me encanta como redactas! y esto se pone cada ves mas interesante eh!!!!!!!!!!!!

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  19. Hola!!

    Voy a hacer una entrada nueva con los capítulos nuevos porque este se está quedando muy largo y es fácil perderse, sobre todo si buscas un capítulo en especial, ¿ok?.

    Pues eso, que seguimos con el drama, a ver qué tal les va a estas pobres :))

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