jueves, 26 de enero de 2012

Emma Hartman

0.

¿Qué pasa cuando eres la hija de una famosa actriz y una aun más famosa cantante? Pues que tienes muchas historias que contar. Mi madre se llama Jenny, bueno debería puntualizar que es mi madre biológica, la que me tuvo nueve meses en su tripa y luego estuvo 12 horas de parto, lo que aun me echa en cara cuando discutimos, por cierto. Mi otra madre, la no biológica, es Emma, ella es la divertida, la que me llevaba a jugar al parque de pequeña y me daba helados a escondidas cuando me habían castigado. Tener dos madres da para mucha terapia, pero no por ser lesbianas, eso es lo de menos, simplemente es que somos tres mujeres bajo un mismo techo así que os podéis imaginar las discusiones. Jenny es la madre responsable, o eso quiere hacer ver, y Emma es la madre enrollada. Aunque no es de eso de lo que os quería hablar. El motivo de este trabajo es contaros la historia de cómo mi madre biológica y mi madre adoptiva se conocieron, se enamoraron y acabaron con una niña como yo en sus vidas.
1.
A PRIMERA VISTA…
Era el primer día de clase, Emma llegaba tarde como siempre, ese era al fin su último año y luego, tal y como le había prometido su padre, tendría un año para dedicarlo a lo que ella más deseaba, estudiar interpretación. Ese era el trato, Emma hacía el doctorado y a cambio podría luego estudiar interpretación. Iba pensando en eso cuando alguien la tocó por la espalda.
Chica: Perdona, ¿me puedes ayudar? – una hermosa chica estaba parada a su lado con cara de no saber donde estaba.
Emma: Claro dime.
Chica: Verás, es que soy nueva en esta universidad y ando algo perdida. ¿El aula 25 es en está planta?
Emma: La 25… - miró a su alrededor, no le sonaba ese aula - ¿estas segura que es la 25 la que buscas?
Chica: Sí, eso pone en mi horario – mostrando el papel que le habían dado en secretaría.
Emma: A ver… - cogiéndolo – ¡Ah! No es la 25, ¡Es la 2.5!
Chica: ¿2.5? – sin entender mucho esa numeración.
Emma: Sí, el Laboratorio de Telecomunicación, donde hacemos prácticas. Es como un plató real y también hay una zona para la emisora de radio.
Chica: Vaya… y ¿por donde…?
Emma: Es por esas escaleras, bajas dos plantas, giras a la derecha y después de la tercera puerta sigues por el pasillo de la izquierda hasta… - se dio cuenta de que la pobre chica no iba a encontrar el sitio sola. – yo voy hacia allí, si quieres te acompaño.
Chica: ¿No te importa? – mostrando una enorme sonrisa.
Emma: Claro que no. Me llamo Emma – sonriendo también.
Chica: Soy Jennifer, pero mis amigos me llaman Jenny.
Emma: Encantada Jenny.
La mano de Emma se juntó con la de Jenny, en un gesto de aparente cordialidad. Entonces por primera vez desde que habían empezado a hablar, se miraron a los ojos. Emma quedó prendada al instante de esos dos mares azules, tan cálidos y a la vez tan fríos. Mientras que Jenny se perdió en esos dos ojos almendrados, del color del otoño. Sus manos seguían unidas y la corriente las atravesaba, como cuando sientes la electricidad estática por la piel. Para ninguna de las dos era nueva esa sensación, aunque nunca la habían sentido de una manera tan clara.
La primera en separarse fue Emma, toda esa calidez y esa sensación de no necesitar conocerla para saber que la conocía, la asustaron, no era una persona a la que le gustara sentir. Sus amigos le decían que era una rompe corazones, cuando le gustaba una chica iba a por ella hasta el final, pero cuando ya la había conquistado y hecho suya, perdía todo el interés. Por eso no le duraban las relaciones más de uno o dos meses, incluso menos. Miró al suelo y empezó a caminar en dirección al aula.
Jenny por su lado, hablaba y hablaba, mientras iban hacía allí, así no tenía que pensar en lo que había ocurrido, aunque lo había sentido claramente. Tenía clara su orientación sexual desde hacía mucho, aunque solo había estado con una chica, Lisa. Una chica que había conocido en su primer año de universidad, cuando vivía en Londres, pero de eso hacia ya mucho tiempo, había veces que incluso le parecía que hacía una vida entera. Y allí estaba, al lado de Emma, una chica preciosa que le hacia sentir, al fin, que su reclusión en esa ciudad no iba a ser tan mala.
Casi sin darse cuenta, una escuchando y la otra hablando por los codos, llegaron al aula, la 2.5 – Laboratorio de Prácticas de Telecomunicaciones – tal y como ponía en la puerta. Emma abrió la puerta, dejándole paso a su acompañante que entró con algo de timidez. Allí estaban un montón de chicos y chicas, cada uno a lo suyo, unos montando, otros emitiendo en la radio de la universidad, un chico y una chica grabando lo que parecía un telediario. Emma sonrió al ver la cara de esa chica, algo más alta que ella, pero mucho más tímida.
Emma: ¡Chicos! – Gritó entrando detrás de Jenny – bueno os presento a Jennifer, ella será nuestra nueva compañera de clase. - Jenny se giró algo sorprendida al oír a Emma hablar así. – no te había contado que la profesora de esta clase soy yo ¿verdad?
Jenny: Pues no - parecía algo molesta.
Emma: Emma Müller estudiante de doctorado y profesora auxiliar del Laboratorio.


2.
SUSURROS…
Como cualquier otro estudiante nuevo Jenny empezó las clases bastante perdida, y no solo por no conocer la universidad, sino por el nuevo sistema a la hora de dar las clases y el idioma, que aunque lo hablaba en casa, a veces se le escapaba algo. Para ella, una chica algo tímida, ese cambio no le era nada fácil.
Ese día estaba en la cafetería, sola, aun no había hecho amigos y no por ser poco sociable, que para nada lo era, sino por no tener tiempo. Se había atascado con una de las lecturas del profesor Schoël, cuando alguien se sentó a su lado. Levantó la vista dispuesta a reclamar su soledad y se dio cuenta de quien era.
Jenny: Buenos días profesora – dijo con algo de ironía en el tono.
Emma: Buenos días. – haciendo una señal a la camarera para que le trajera su café matutino.
Jenny: ¿La puedo ayudar en algo? – seguía con el tonito.
Emma: Pues sí – dijo muy seria – puedes dejar de hablarme de usted, para empezar, aunque sea profesora auxiliar, eso no quiere decir que no podamos ser amigas. – Emma sabía perfectamente cuales eran los riesgos, pero esa chica tenía algo especial – de hecho me he fijado que no estas muy sobrada de amigos, así que me he ofrecido voluntaria para hacerte compañía.
Jenny: Así que voluntaria, ¿eh? – dijo sonriendo, sabía que mentía en lo de profesora y alumna, que no debía, pero le gustaba esa mujer y no le importaban las normas que pudiera haber. – la verdad es que no conozco a nadie aun.
Emma: Bueno, eso no es verdad – acercándose a ella para susurrarle al oído – me conoces a mí.
Sentir los labios tan cerca de su cuello produjo en Jenny un escalofrío que le erizó el bello de todo el cuerpo, reacción que no pasó desapercibida para Emma y que le hizo sentir una enorme satisfacción. Iba a seguir susurrándole, cuando alguien las interrumpió.
Dennis: Emma, perdona, pero es que llegamos tarde a la reunión del departamento.
Emma: Vaya Dennis – separándose de su alumna, que permanecía inmóvil mirando su café frio. – Tienes razón – mirando su reloj – lo dicho señorita Hartman que cualquier cosa que necesite.
Jenny: Gracias profesora Müller – intentando recomponerse del susurro aun presente en toda su piel.
Dennis: ¿Nos vamos? – dijo cogiendo del brazo a su compañera que seguía embobada mirando a la chica de la silla que la miraba de la misma manera.
Emma: Sí… - cogiendo su café y marchándose.
En la mesa se quedó una Jenny, aun más descolocada, ¿Qué tenia esa mujer? No lo sabía, pero tampoco lo podía averiguar, seguía siendo una profesora y ella una alumna. Sin poderlo evitar se llevó la mano a su cuello, aun sentía el calor del aliento de Emma, negó con la cabeza y decidió seguir con sus problemas con las lecturas de clase. Era mejor olvidarse de esa sensación que no la llevaría a nada.
Por su lado, Emma iba por los pasillos de la facultad con un Dennis algo enfadado, sabía perfectamente qué pretendía su compañera y amiga, y no podía dejarla hacerlo. Ya había tenido problemas el año anterior, aunque no había una norma clara que prohibiera a un profesor y un alumno mantener relaciones, estaba muy mal visto el que esto sucediera y a su amiga a veces parecía que se le olvidaba.
Emma: Lo siento ¿vale? – dijo parándose delante de su amigo.
Dennis: No Emma, no me vengas con “lo sientos”. Sabes perfectamente que no debes…
Emma: Pero si no he hecho nada.
Dennis: Ya, por ahora no lo has hecho – llevándola a un rincón para hablar más tranquilos – pero conozco el truco de “me pongo a tu lado y te susurro” ¿Qué te crees?
Emma: ¡Vamos Dennis! ¿Qué trucos y qué trucos? – sin poder evitar empezar a reírse y contagiando a su amigo.
Dennis: No te soporto en serio – poniéndose de nuevo serio – solo prométeme que no te meterás en líos.
Emma: Lo prometo - cruzando sus dedos en el corazón como señal de promesa y poniendo cara de niña buena.
Dennis: A veces no te aguanto – dándole un golpe en el brazo y marchándose por el pasillo seguida por su amiga.
Emma: ¡Qué mentiroso eres! Venga que al final si que llegaremos tarde a la reunión.
Los dos se marcharon hacia el departamento de telecomunicaciones seguidos por unos ojos, escondidos detrás de una de las columnas del pasillo, alguien que había sido testigo accidental de la conversación y que ahora sonreía sabiendo que al fin podría llevar a cabo su venganza hacia esa chica que tanto daño le había causado.


3.
BAJO EL SOL…
La reunión había sido de lo más aburrida, como la mayoría, y como en la mayoría le había tocado a Dennis mantenerla despierta a base de codazos por debajo de la mesa. Aun le faltaba una hora para irse a clase y decidió aprovecharla para leer, pocas veces tenía ocasión de sentarse al aire libre y disfrutar del sol, como el que hoy hacia, así que no lo dudó. Jenny iba con el tiempo justo, en diez minutos tenia clase, pero quería comprarse el periódico antes para leerlo a la hora de la comida. Al girar la esquina del pasillo que iba a parar a la parte trasera de la facultad…
Jenny: ¡Ah!
Emma: ¿Pero qué…?
Chocaron la una con la otra, Jenny vio como todos sus papeles iban a parar al suelo y ella habría corrido la misma suerte, pero Emma reaccionó y la sujetó quedando la una extremadamente cerca de la otra.
Emma: ¿Estás bien? – dijo sin soltarla y a escasos milímetros de la cara de Jenny.
Jenny: Si… - sin ni siquiera mover un solo músculo y disfrutando de esa cercanía.
Emma: Se han caído tus papeles… - sus miradas estaban enlazadas con un hilo que las atraía más y más la una hacia la otra.
Jenny: Y los tuyos… - sus labios se iba aproximando, mezclando sus alientos y deseos.
Emma: Deberíamos… - sus manos la sujetaban como si tuvieran miedo de perderla para siempre si la soltaba.
Jenny: Deberíamos… - su cuerpo se acercaba más y más, ya ni siquiera el aire cabía entre las dos.
Emma / Jenny: Recogerlos…
El tiempo se ralentizó, sus corazones estaban poniendo la banda sonora al momento, los labios danzaban y deseaban el roce, pero algo las frenó. La realidad se interpuso de nuevo entre las dos. La megafonía de la universidad anunció la proximidad del Festival de Primavera, era un anuncio corriente que sonaba mil veces todos los días, pero en esa ocasión les cayó como una jarra de agua fría.
Jenny se soltó como un resorte, arrodillándose y empezando a recoger sus papeles, mientras Emma se limitaba a mirarla. Eso que había sentido no era lo que esperaba, no era deseo, ¿o si? Era más que eso, ¿o no? estaba muy confusa y verla allí en el suelo nerviosa no la ayudaba.
Emma: Ehem… tengo... que irme… - no esperó a su respuesta y salió huyendo.
Jenny levantó un instante la vista, iba a decirle que se quedara, que deseaba aquel beso no dado, pero se limitó a verla marchar mientras su corazón la llamaba a gritos.
Dos horas más tarde, sentada bajo aquel árbol que siempre le servía de refugio para su lectura, vio como se marchaba, parecía nerviosa, aun con los papeles saliendo de su carpeta desordenados. No la llamó, no dijo nada, se escondió detrás de aquel libro que no leía desde hacia dos horas.
Buscaba las llaves del coche, aun llevaba los papeles desordenados, eso le llevaría trabajo, pero ni lo pensaba. La vio sentada debajo de aquel árbol, el sol bañaba su hermoso pelo dorado, haciéndola brillar más, si eso era posible, hubo un segundo que creyó que la miraba, pero fue solo su imaginación jugándole una mala pasada. Emma no era como ella, no se dejaba llevar por sus sentimientos y seguro que aquel momento, ese casi beso, no había significado nada, mientras que ella seguía sintiendo el calor de sus manos en todo el cuerpo. Debía marcharse. Arrancó el coche y se alejó, dejándola debajo de aquel árbol autoconvenciéndose de que no había sentido lo que en realidad había sentido.


4.
RESACA…
El despertador sonaba sin parar, alguien en esa cama se había quedado dormida, las sabanas se empezaron a mover dejando al descubierto dos juegos de piernas de mujer, una mano salió de debajo del edredón y golpeó varias veces buscando la manera de apagar el ruido. Entonces una voz femenina aun entre sueños sonó.
Chica: Buenos días. – No hubo respuesta aunque a su lado se encontraba una chica con los ojos abiertos como platos.
Chica: ¿Estás bien? – dijo de nuevo aquella chica mirando a su compañera de cama.
Emma: Ehem… sí… buenos días – la chica hizo un amago de darle un beso y fue cuando Emma se dio cuenta de que era hora de irse - ¿Qué hora es?
Chica: Pues las 8 de la mañana – mirando el despertador.
Emma: ¡Mierda tengo clase! – era mentira, pero estaba deseando salir de allí.
Emma empezó a vestirse apresuradamente, tropezando con todos los muebles de la habitación, mientras la chica la miraba desde la cama.
Emma: Bueno… pues… me voy – poniéndose la chaqueta.
Chica: Ni siquiera me llamaras, ¿verdad? – sentándose en la cama.
Emma: Pues… - ni siquiera sabía su nombre – no, fue una cosa de una noche y mucho alcohol, lo siento.
Chica: No te preocupes, me lo pasé genial – cogiendo su móvil – te dejo mi número por si algún día quieres repetir – sonriendo.
Emma: Vale… - la miró con una sonrisa, era muy guapa, lástima que solo hubiera sido algo de una noche – hasta luego.
En el taxi de camino a su casa, además del dolor de cabeza fruto de todo ese alcohol que había bebido aquella noche, tenía una pregunta ¿qué había pasado aquella noche? Recordaba pequeñas partes, pero nada claro.


5.
LA NOCHE ANTERIOR…
Emma: Vamos Dennis, en serio solo una copa y luego nos vamos para casa.
Dennis: No puedo, mañana tengo clase a primera hora y sabes que no será una copa.
Emma: ¡Rancio! – sacándole la lengua.
Dennis: Di mejor, responsable – sonriéndole – además ¿tu no tienes clase a las 10?
Emma: ¿Y? – recogiendo sus cosas.
Dennis: Pues que ya no tienes 20 años, deberías madurar un poco.
Emma: Pareces mi padre – imitando la voz de su padre – Emma crece de una vez, Emma compórtate como tu clase exige, Emma se responsable… me sé el cuento de memoria y no me apetece madurar, lo siento – cogiendo y marchándose.
Dennis: ¡Ays! Llegará un día que conocerás a alguien y no te quedará más remedio que madurar… - lo dijo en voz alta aunque ella ya no lo escuchaba.
Emma: Si no me quiere acompañar pues él se lo pierde – hablando para ella misma mientras iba a por su moto. – me lo pasaré mejor sola, seguro…
Se quedo callada, pues a lo lejos la vio, iba con una chica a la que no reconoció, se reían y ella le tocó el brazo. De pronto algo surgió de su interior, ira, quería coger la moto y pasar por encima de aquella desconocida que la estaba tocando. ¿Qué le estaba pasando? Se subió a su moto y se marchó, aceleraba sin ni siquiera ver qué tenia delante, estaba huyendo de nuevo ahora por la autovía en dirección a su casa. Jenny había visto como se subía a su moto, verla con esa chaqueta y ese vehículo le hizo sentir una atracción animal, su pulso se aceleró y la espalda se le llenó de pequeñas gotas de sudor frío. Marta seguía hablándole, pero ella ya no la escuchaba, solo tenia en su mente la imagen de Emma encima de esa poderosa moto. ¿Por qué se sentía febril cuando la veía? Por un microsegundo sus ojos se habían encontrado con los de ella y saltaron chispas, para luego verla como se marchaba a gran velocidad haciendo retumbar aquel motor.
Marta: ¿Así qué? ¿Te vienes esta noche o no? – Jenny la miró algo descolocada - ¿estás bien? Estás algo pálida.
Jenny: ¿Qué? Ah, sí perdona, no sé que me ha pasado… creo que me he mareado un poco… - intentando disimular.
Marta: ¿Quieres sentarte?
Jenny: No, creo que me iré para casa… no creo que salga. – buscando las llaves del coche que siempre perdía en el bolso.
Marta: ¿Ni siquiera un rato? Iremos todos. - ¿y quien eran todos? si ella solo la conocía a ella y por qué estaban juntas en clase y se le había acercado a pedirle unos apuntes.
Jenny: No sé…
Marta: Venga será divertido. Hoy es la noche de las cervezas gratis.
Jenny: ¿La noche de…?
Marta: Una vez al mes, en el bar donde solemos salir, regalan todas las cervezas hasta las 12h así que los chicos aprovechan para beber todo lo que pueden, es muy divertido.
Jenny: Ah, bueno pues…
Marta: ¡Venga! Quedamos a las 10 en la esquina de la estatua.
No lo veía claro, pero al final aceptó, debía empezar a conocer a gente y ¿qué mejor manera que saliendo por la noche?
Emma estaba en la barra del bar, al final había decidido salir al bar de los estudiantes, más que nada porque le quedaba al lado de casa y ya que salía sola mejor ir cerca. Iba por la tercera cerveza y el segundo cuenco de cacahuetes mientras miraba a las chicas que iban entrando, era tan descarada que algunas incluso le habían sonreído. Esa noche iba de caza, aunque no estuviera en el lugar adecuado, pero no le importaba, si ella quería seguro que alguna acababa en su cama. Se pidió la cuarta mientras entraba un grupo bastante numeroso, se giró para verlos entrar y allí estaba, es que no se libraba de ella.
Jenny se encontró con los amigos de Marta donde le había dicho, no se había arreglado, pensó que para ese tipo de salidas era mejor ir informal. Unos vaqueros ajustados, unas botas altas con algo de tacón, una camisa a rayas y un jersey encima de lana. En el pelo una simple coleta, y un poco de maquillaje, nada más que lo que se ponía de normal para ir a clase. La recibieron con mucho entusiasmo, Marta la fue presentando, la verdad es que eran todos muy majos. Entraron al bar y se sentaron en una mesa, no se percató de la presencia de Emma en la barra.
Emma la miraba fijamente, odiando a todos aquellos de su alrededor. De nuevo ese sentimiento, debía huir, definitivamente debía alejarse de ella todo lo que pudiese. La quinta vino acompañada de una hermosa joven, se puso a su lado y empezaron a hablar, aunque ella no le quitaba los ojos de encima a Jenny.
Los ojos azules la encontraron en aquel lugar, al verla algo se removió en su interior. Ahora los chismes de sus acompañantes ya no tenían sentido, seguía riendo, pero en realidad estaba lejos, a su lado. Una chica se interpuso en su campo de visión, estaba hablando con ella o más bien ligando descaradamente, ¿qué se había pensado? Sus ojos cambiaron de color a un verde brillante, casi fluorescente, estaba celosa, pero ¿por qué? Ella no era nada suyo, ni siquiera se habían llegado a besar y, estaba claro, Emma no había sentido lo que ella. Dejó de mirarla y se centró en sus amigos.
De nuevo se reía con ellos, la chica de por la tarde estaba a su lado, le decía cosas al oído. Emma cerró los puños con rabia, ¿ella estaba celosa? Jamás se había sentido así antes, entonces notó una mano en su muslo, aquella chica iba al grano, pensó. Estaba claro que Jenny no era para ella, mejor así. Giró un poco el taburete y quedó frente a frente con la chica a la que miró directamente a los ojos con una sonrisa.
Pudo ver perfectamente como la besaba, los labios de Emma juntándose con los de esa chica a la que ya odiaba oficialmente, agarró la bufanda, que se había traído, con fuerza y cerró los ojos. Lo mejor era olvidarse de ella, Emma no era para ella, ahora lo tenía claro.
Aquella chica tenía mucho ímpetu y Emma finalmente se dejó llevar, iba por la séptima o la octava cerveza, así que no tenía mucha voluntad, simplemente se encendió al sentir sus manos en su espalda. Por un momento soñó que se trataba de Jenny, la besó pensando en ella, la desnudó pensando en ella y le hizo el amor pensando en ella.
Jenny se disculpó de sus compañeros con una mala excusa, no podía soportarlo más. Ver como Emma recorría la espalda de aquella chica por debajo de la blusa, fue el límite, deseaba ser ella la que la besara, la que se marchara a casa con ella y la que le hiciera el amor apasionadamente, pero nunca sería posible. Cogió un taxi se marchó a casa para intentar dejar de sentir lo que estaba sintiendo.


6.
LA CLASE…
Llegó a clase con cara de no haber dormido mucho, más bien nada. Los ojos estaban cubiertos por unas gafas de sol, a pesar de que el día estaba mucho más nublado que su cabeza. Nada más sentarse se dio cuenta de que no había sido una buena idea, se tendría que haber quedado en casa, pero su sentido de la responsabilidad se lo impidió.
Marta: Jennifer, buenos días.
Jenny: Buenos días Marta. – odiaba que la llamaran Jennifer y aquella chica, a la que apenas conocía siempre se lo llamaba.
Marta: No tienes muy buen aspecto ¿eh? – se sentó a su lado con una sonrisa.
Jenny: No he dormido mucho.
Marta: Pero si te fuiste pronto anoche, casi ni pudimos despedirnos. – si no fuese por ese dolor de cabeza habría jurado que eso había sonado a reproche.
Jenny: Sí, pero no he podido dormir, no me encontraba muy bien. – justo en ese momento el profesor entró en clase lo que la libró de seguir dando explicaciones.
Profesor: Buenos días, hoy hablaremos del relato periodístico en el siglo XX. Para ello contamos con la ayuda de una de las mejores especialistas en el tema de nuestra universidad, la profesora Müller ha realizado varios trabajos de investigación que podrán consultar, si lo desean, y a día de hoy está terminando su tesis doctoral. Jenny después de escuchar ese apellido dejó de escuchar lo que el profesor explicaba, no lo entendía ¿por qué no la dejaba en paz? Miró hacia la puerta, allí estaba, con su chaqueta de piel oscura, su sonrisa y sus gafas de sol en la cabeza a modo de sujeción para ese pelo color de trigo que tanto le gustaba.
Emma estaba esperando apoyada en la puerta, sentía como retumbaba su cabeza y encima la había visto sentada en la primera fila con la chica de la noche anterior a su lado. No iba a permitir que los celos la vencieran, le iba a demostrar que aunque estuviera allí podía simplemente ignorarla sin más. Al escuchar que el profesor terminaba su presentación, algo cargada de rimbombancia, pensó, dio dos pasos adelante para empezar la clase.
Emma: Buenos días, muchas gracias profesor Schoël, por su precisa presentación. ¿Qué entendemos por relato periodístico? – Señalando a uno de los alumnos que levantó la mano - ¿si?
Alumno: ¿Es un tipo de escritura concisa?
Emma: Por ejemplo. ¿Alguien más?
Alumno 2: ¿Coloquial?
Emma: También. La verdad es que todo periodista que se precie, debe tener en cuenta ante todo que su prioridad es comunicar. Si no somos concisos y con un lenguaje llano, es imposible que comuniquemos.
Marta: ¿Y los escritores de novelas? Ellos también comunican ¿No?
Emma: Evidentemente – que chica más odiosa, poniendo en duda sus argumentos, pensó – pero no estamos hablando de novelas, sino de periodismo.
Marta: Ya, pero…
Emma: Señorita…
Marta: Martínez.
Emma: Señorita Martínez, si quiere que hablemos de novelas lo hablamos, pero no aquí ni ahora – su tono fue seco y algo duro.
Marta: Ya…
Jenny, la miró sorprendida, vaya corte le acaba de pegar a Marta. Por un lado se alegró, en el fondo no le acaba de caer del todo bien, pero por otro no pudo evitar preguntarse que clase de profesora era. No podía tratar así a una alumna, aunque era la primera vez que la veía ser así. A pesar de las relativas simpatías que sentía por Marta, aquel comportamiento la indignó.
Emma siguió con la clase, satisfecha de haber vencido a aquella chica, nadie la podía ganar a ser borde si se lo proponía. Y aquella chica se lo había ganado a pulso, ¿cómo se atrevía a poner en duda sus argumentos? ¿Quién era la licenciada aquí? No pudo evitar mirar a Jenny, disimuladamente, de vez en cuando, sentía sus ojos clavados en ella y eso la ponía nerviosa, no sabía porque pero aquella chica de ojos azules como mares en calma, encendía en ella todas las alarmas.
A las once dio por finalizada la clase, todos se fueron marchando y ella se quedó ordenando sus cosas. Estaba centrada en sus papeles y no se dio cuenta de que ella seguía en clase.
Jenny cerró la puerta, sentía la necesidad de decirle lo que pensaba, que no podía tratar así a los alumnos y que le debía una disculpa a la pobre Marta. Allí estaba, concentrada en sus papeles, se la veía tan guapa, pensó, para luego negar con la cabeza, eso no era lo que debía sentir, sino rabia por su comportamiento.
Emma: Vaya pensaba que ya se habían ido todos. – Dijo al verla allí delante de la puerta - ¿puedo ayudarte en algo? ¿Hay algo que no hayas entendido de la clase? – intentaba mostrarse fría aunque por dentro temblaba de miedo a lo que le pudiera decir.
Jenny: Creo que debes una disculpa – dijo completamente seria.
Emma: ¿Perdona? – Ahora si que no entendía nada – ¿disculpa? Y ¿a quién si se puede saber?
Jenny: Pues a Marta.
Emma: ¿Marta? - ¿quién era Marta? Pensó.
Jenny: La chica que se sentaba a mi lado en clase – se acercó hasta la mesa donde seguía Emma – no creo que haya sido correcta la forma en la que le has hablado.
Emma: Ya… - no pensaba disculparse por nada del mundo – bueno eos irá a opiniones, ¿no crees? Ella no ha dicho nada.
Jenny: Claro que no, ella es una alumna y tú una profesora. – estaba de pie frente a ella con solo la mesa como separación.
Emma: Bueno… pues si quieres le puedes decir de mi parte que lo siento y ya está. – se puso en pie dispuesta a irse.
Jenny: ¡Deberías decírselo tú! – su frialdad la hizo estallar cerrándole el paso.
Emma: ¡No pienso pedirle perdón a tu novia! Y si tienes algún problema con eso vas al Decano y se lo cuentas, estará encantado de tener una excusa para echarme – esas últimas las masticó entre dientes, dejando salir una rabia que hasta a ella misma le sorprendió. – y ahora si me disculpas, tengo clase. – le pasó por su lado y se fue en dirección a la puerta.
Jenny: ¡Ella no es mi novia! – dijo justo cuando ella salía del aula dejándola plantada mirando de nuevo su espalda alejarse.
Emma la había escuchado, no era su novia había dicho, pero no se había girado, ni siquiera se había parado. Siguió caminando por el pasillo hasta llegar a su despacho, el que compartía con Dennis. Se sentó en su mesa y dejó caer todo en el suelo, incluso su alma. No era su novia, claro que no lo era, no podía serlo, ¿cómo lo iba a ser si con quien quería estar era con ella? ¿o no? De nuevo los miedos volvieron a ella, no quería sentirse así, quería no sentir como había hecho desde lo de Mónica. No se podía permitir de nuevo darse a alguien y luego…, no podría soportar de nuevo tanto dolor.
Jenny la vio marchar mientras entendía lo que había pasado, ¿su novia? ¿por qué pensaba eso? Si ella no se había mostrado nada cariñosa ¿o sí? Y si ella lo había pensado, ¿Por qué ese comportamiento? ¿Podía ser que estuviera celosa? De pronto todo tuvo sentido, celos, claro que sentía celos. No pudo evitar sonreír, si sentía celos es porque en el fondo sentía algo por ella, algo que seguro se parecía a lo que ella sentía. Cogió su carpeta y empezó a pensar en la manera de poder acercarse a ella, estaba claro que sentir algo no entraba en los planes de Emma y que la aterraba, eso le había quedado por sus constantes huidas. Debía pensar en un plan.


7.
LA SOMBRA…
Jenny: ¡No es mi novia!
De pie fuera del aula, mirando hacia al suelo para no ser reconocida, se encontraba aquella misteriosa mujer. Había sido, de nuevo, testigo silencioso de su discusión, aunque esta vez no por casualidad. Ya con la seguridad de que su enemiga estaba bien lejos, miró dentro del aula, ¿quién era esa mujer? Había algo en ella que le resultaba familiar, pero no conseguía saber de qué.
Jenny se sentó en una de las sillas, sonreía, no tenía ni idea de que estaba siendo observada. La misteriosa mujer, estudiaba sus gestos, se preguntaba porque estaba sonriendo si acababan de discutir. Debía acercarse a ella, conocerla, la mejor manera de conocer a un enemigo es ser su amigo, y eso era lo que pensaba hacer.
Jenny salió del aula, llegaba tarde a la siguiente clase, aunque era consciente que no se podría concentrar por mucho que lo intentara. La espía la vio alejarse y decidió seguirla, pero se metió en clase, dio media vuelta y fue en busca de más información.
Dennis: ¿Te puedo ayudar? – dijo viéndola en la puerta del despacho. – vaya eres tu, ¿qué haces aquí?
Mujer: Tengo que hablar contigo.
Dennis: No tenemos nada de lo que hablar, será mejor que te vayas, no creo que a Emma le haga mucha gracia verte por aquí – se puso delante de ella – seguro que no será tan amable como lo puedo ser yo.
Mujer: Vaya, ¿así sigues siendo su amigo a pesar de lo que nos hizo?
Dennis: Nunca he dejado de serlo, lo que pasó fue un accidente y no precisamente culpa de ella.
Mujer: ¿Accidente? ¿Qué cínico eres?
Dennis: Dejémoslo, se probó que no había sido culpa suya, ¡Déjala en paz! – aquella mujer sacaba lo peor de él.
Mujer: Vaya, no te pongas así hombre – en su rostro se dibujó una sonrisa – además, ella ya no me importa nada, ya he visto que ahora tiene a otra a la que perseguir.
Dennis: Ni se te ocurra acercarte a Jennifer. – sin darse cuenta le acababa de dar la información que andaba buscando.
Mujer: Creo que me iré, no vaya a ser que acabes haciendo algo de lo que luego te arrepientas… - se giró sin perder la sonrisa, Jennifer, ya tenía un nombre por el que empezar.
Dennis se quedó mirando como aquella mujer se marchaba, quería proteger a su, así que mejor no le diría nada de su encuentro, si sabía que había vuelto seguro se preocuparía. Ya se preocupaba él por los dos, siempre había sabido que tenía un lado oscuro, pero después de lo sucedido se dio cuenta de que no era un lado sino que todo en ella era oscuro y malvado.


8.
ENSAYO…
Todos los años participaba en el Festival de Primavera, era la ocasión en que podía mostrar abiertamente qué era lo que la apasionaba de verdad. Quedaba un mes y debía prepararse lo que iba a hacer, este año recitaría uno de sus poemas favoritos, sería algo corto, pero intenso y eso era lo que al final importaba. Aquella tarde aprovechó que no había clase en el Laboratorio, para encerrarse en él a ensayar.
Jenny iba por el pasillo maldiciendo su cabeza loca, se había olvidado en el Laboratorio su jersey rojo, el que su madre le había regalado las Navidades pasadas. Llegó junto a la puerta, iba a abrirla y entonces la escuchó.
Emma: Y el verso cae al alma como al pasto el rocío. Qué importa que mi amor no pudiera guardarla. La noche está estrellada y ella no está conmigo…
Allí estaba ella, recitando a Neruda, uno de sus poetas favoritos. Había vivido en España durante seis meses y allí se había enamorado de sus poemas. No se podía creer que lo estuviera recitando, no pudo evitarlo, se quedó en la puerta escuchando en silencio, Emma no se dio cuenta de su presencia, seguía concentrada ensayando.
Emma: De otro. Será de otro. Como antes de mis besos. Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos. Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero. Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido – esa parte se le había resistido siempre, no podía evitar viajar al pasado y eso hacia que se le instalase un nudo en la garganta que la obligaba a detenerse.
Jenny: No te pares… - dijo al ver que dejaba el papel encima de la mesa.
Emma: ¿Ahora me espías? – su voz sonó algo brusca, de lo que rápidamente se arrepintió.
Jenny: Perdona, no quise molestarte – cogiendo su jersey de la silla – ya me voy.
Emma: ¡Espera!
Jenny: ¿Qué? – estaba con la mano en el pomo de la puerta, de espaldas y una sonrisa.
Emma: ¿Quieres quedarte y me ayudas con el ensayo? – su voz sonó más tranquila y con algo de miedo.
Jenny: Me encantaría.
Cerró la puerta y se sentó en una de las sillas mirándola fijamente, lo que a Emma la hizo ponerse un poco nerviosa. Todo en Jenny la ponía nerviosa, pero intentó disimular como pudo.
Jenny: Bueno ¿Y si empiezas?
Emma: Ehem… sí… lo que pasa es que, aunque me encanta este poema, no puedo acabarlo, ya lo has visto.
Jenny: Te entiendo, hay algunos poemas que me llegan tan adentro que termino siempre llorando. – Cogiendo el papel – ¿Y si lo leemos juntas?
Emma: ¿Juntas? – mirándola extrañada.
Jenny: Sí, lo leemos a la vez y así a lo mejor te es más fácil.
Emma: Vale – sentándose a su lado.
Jenny/Emma: Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Escribir, por ejemplo: “la noche esta estrellada, y tiritan, azules, los astros, a lo lejos”. El viento de la noche gira en el cielo y canta. Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Yo la quise, y a veces ella también me quiso – sus cuerpos estaban tan cerca que se podían fundir el uno con el otro, Emma leía los versos mientras notaba el calor que emanaba del cuerpo de Jenny, se estaba poniendo nerviosa palabra tras palabra – En las noches como ésta la tuve entre mis brazos. La besé tantas veces bajo el cielo infinito – Jenny miró disimuladamente de reojo a Emma, no necesitaba el papel, se lo sabia de memoria, pero así la podía tener aun más cerca – Ella me quiso, a veces yo también la quería. Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos. Puedo escribir los versos más tristes esta noche – Emma se apoyó en el respaldo de la silla rozando la espalda de Jenny que se estremeció entera – Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido. Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella. Y el verso cae al alma como al pasto el rocío. – Jenny notaba como uno de los dedos de Emma acariciaba su espalda, así que dejo que su mano se apoyara en la silla de su compañera de lectura, rozando con sus dedos la pierna de ella – Qué importa que mi amor no pudiera guardarla. La noche está estrellada y ella no está conmigo. Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos. Mi alma no se contenta con haberla perdido. Como para acercarla mi mirada la busca. Mi corazón la busca, y ella no está conmigo. La misma noche que hace blanquear los mismos árboles. Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos. – Jenny cerró los ojos mientras Emma seguía leyendo y sintiendo esa caricia en su pierna – Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise. Mi voz buscaba el viento para tocar su oído. De otro. Será de otro. Como antes de mis besos. Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos. – Jenny miró a Emma traspasándola con una mirada llena deseo – Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero. Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido. – Emma tuvo que tragar saliva para seguir – Porque en noches como esta la tuve entre mis brazos, mi alma no se contenta con haberla perdido. Aunque éste sea el último dolor que ella me causa, y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.
El silencio se instauró en el espacio antes ocupado por los versos, sus ojos peleaban por tocarse, sus cuerpos ardían de amor contenido. Los labios, enrojecidos por los sentimientos, estaban deseando recibir el beso. Sus cuerpos de nuevo mandaban sobre sus mentes, acercándose milímetro a milímetro, y entonces…
Marta: ¿Jenny? – Entró como un torbellino, mientras las dos daban un salto intentando separarse lo más posible la una de la otra - ¡Ostras perdón!


9.
CUANDO CAE LA NOCHE…
Cuando cae la noche dos mujeres miran por la ventana, dos almas solitarias que se buscan en las estrellas del firmamento. Cuando cae la noche dos pares de ojos lloran la ausencia, sabiendo que nunca será para ella, que nunca besará sus labios de rosa. Cuando cae la noche ella grita con el silencio del alma, su nombre.
Paseaba por las calles oscuras de la ciudad, parecía que buscaba desaparecer entre las sombras. Las manos en los bolsillos, era una de las noches más frías del año, pero ¿qué importa el frio cuando tu corazón esta hirviendo de amor? Años atrás le habían arrancado el amor de su vida, pensó que jamás sentiría de nuevo nada y ahora aparecía ella con sus enormes ojos azules, su sonrisa y su ternura, ella, todo se reducía a ella. Su despertar era ella, su miedo era ella, su alegría también era ella. Todas las mañanas empezaban con el mismo anhelo, verla, y cada noche moría un poco por dentro por no tenerla.
Música, eso era lo único que ahora podía calmar su alma, sus deseos estaban claros, ella. Sentada en casa escuchaba a Adele, se dejaba acompañar por su dulce voz rota, mientras en su mente solo estaba ella. Deseaba tanto aquel beso interrumpido, deseaba tanto leer de nuevo la poesía, sentir su mano en su espalda, el calor de ese cuerpo de color marfil. Se moría por ella, día tras día su amor era más grande y su desesperación más honda.
Se ajustó la bufanda, helaba, miró hacia las estrellas buscando una respuesta, una manera de poder afrontar aquello que sentía, un camino para vencer el miedo y ser de nuevo feliz. Pero en las constelaciones no está la respuesta al amor, eso solo lo podía encontrar en su interior, en lo que su alma gritaba cada vez que la tenía cerca. Cerró los ojos y escuchó “ámala” eso es lo que repetía, ámala y déjate amar. Allí estaba su verdad, su única opción, su elección sin retorno. La amaría porque en el fondo eso era lo único que tenía sentido, porque cuando la tenia cerca se moría y porque cuando no la tenía ni siquiera tenía latidos en su pecho.
El disco había terminado, pero ella seguía inmóvil, en su mente seguía escuchando la dulce melodía. Si cerraba los ojos aun podía sentir la mano, esos dedos que atrevidos se habían paseado por su espalda dejando sus huellas marcadas a fuego. No se podía permitir no sentirla, no tenerla, no amarla. Debía amarla y ser amada, se lo había ganado a pulso, su camino no había sido fácil, pero ahora estaba segura que todo tenía un por qué, que su vida al fin tenia un sentido y una meta, ella.
Cuando cae la noche Morfeo las lleva a su mundo onírico, dejando que se amen como desean. Cuando cae la noche dos mujeres se funden en una sola, donde termina ella, empieza la otra y al acabar de nuevo hay un principio. Cuando cae la noche los miedos dejan de tener importancia, ellas sienten y aman con el alma. Cuando cae la noche son una, deseando que amanezca y hacer realidad esos sueños vividos cuando cae la noche.


10.
VENUS…
En la cama, así es como estaba, no se había movido desde que la noche anterior se durmiera pensando en ella. Sabía que debía ir a clase, pero no podía, su cuerpo tenía un agotamiento emocional demasiado grande, debía dejarlo descansar. Cerró los ojos para poder ver aquellos que la transportaban a otro mundo, su mundo. Era como si la pudiera sentir, sus dedos aun sentían aquella espalda, su pierna aun ardía con esos dedos, su cuerpo la deseaba, pero no era como le había pasado con otras, no era deseo animal, no era una necesidad de poseerla, era más. Su cuerpo reclamaba la mitad que le faltaba, su alma gritaba pidiendo ayuda, su corazón lloraba, no era deseo, no era físico, se había enamorado. Abrió los ojos, estaba claro que no se la podría sacar de la cabeza, así que lo mejor era que se moviera.
Por los pasillos de la universidad vagaba sin rumbo, no estaba, la había buscado por todos los sitios, incluso había ido a aquel despacho que sabia ocupaba, se había sentado en la otra punta del pasillo y esperó a que se abriera la puerta, pero no lo hizo y una hora y media más tarde empezaba a ser raro que estuviera allí.
Se dio una ducha, necesitaba aguar su mente y su cuerpo, había llamado a Dennis y habían quedado para ensayar, siempre que ella actuaba él se convertía en su director de escena, lo que le iba que ni pintado y hacia salir su lado más gay. Se encontrarían en el Laboratorio ya que en toda la mañana nadie lo iba a utilizar y así aprovecharían para probar sonidos varios. Se había empeñado en que hubiera música, cuando ella solo quería recitar la poesía y punto.
Tenía ganas de llorar, ¿dónde estaba? Empezaba a parecer patética y ella lo que más odiaba en el mundo era parecer patética. Se había venido de Londres para salir de ese tipo de situaciones, y otras en las que no quería pensar. Y ahora estaba de nuevo detrás de una mujer, que lo más probable, era que le hiciera daño. Se sentó en uno de los bancos del vestíbulo, patética repetía en su mente, patética y débil, cerró los ojos y recordó la caricia en su espalda, eso no era patético. Al abrir los ojos se dio cuenta de donde estaba, delante del Laboratorio, su refugio, su oportunidad de sacar todo por unos minutos y desahogarse un poco. Miró los horarios, estaba de suerte, estaba libre toda la mañana y encima se lo habían dejado abierto. Miró disimuladamente a ambos lados y entró, nadie se había dado cuenta o eso pensaba.
Estaba sentada en la mesa de la cocina con su café, el placer al que nunca había renunciado, hacia unos meses se había comprado una máquina de Nespresso, su mejor compra en años. Por la mañana ponía la capsula, negra evidentemente, encendía la máquina y dejaba que aquel líquido negro brillante llenara su taza del Starbucks, la que había robado una tarde que había ido con Mónica años atrás. Ahora miraba esa taza, la misma con la que todas las mañanas cumplía con su ritual y la sentía de otra manera, aquel había sido durante mucho tiempo su único recuerdo de ella que no le dolía, lo único que soportaba ver. Ahora, sintiendo lo que sentía, no sabía si estaba bien seguir utilizándola, a lo mejor era hora de buscar una nueva taza, una que le recordase a sus ojos azules. Tomó un sorbo, el sabor amargo del café solo penetró en sus papilas gustativas, algo había cambiado ahora estaba segura. Ya no era la amargura del café lo que sentía, era la despedida, por primera vez en 6 años sentía que se acercaba el momento de decir adiós al pasado.
Estaba en el estudio de grabación, el que habían improvisado a modo de radio, pero que en el fondo no dejaba de ser una mesa de mezclas con unos micros. Durante sus dos años en Londres, además de hacer cosas de las que jamás podría sentirse orgullosa, también había aprendido a manejar una mesa como esa. Sus padres, sabiendo de su amor por la música, desde bien pequeña la llevaron a aprender todo lo necesario, canto, solfeo, instrumento, en su caso el piano que dominaba a la perfección. Y era con la música como mejor se expresaba, de la música nacían todas su emociones, buenas y malas, y por la música había acabado desterrado allí, por pensar que podía estar en un mundo de adultos siendo una niña. Conectó su Ipod, seleccionó el track y dejó fluir la música.
Aparcó su moto donde siempre y se fue a por Dennis, habían quedado directamente en la puerta del Laboratorio, llegaba tarde, como siempre, pero es que su momento café se había alargado más de lo previsto. Dennis no estaba en la puerta, raro, pensó. Iba a esperarlo allí cuando escuchó una preciosa voz en el interior del Laboratorio, le recordaba a ella, no podía ser. Abrió lentamente la puerta, ahora era Emma la que espiaba y Jenny la espiada, no se había dado cuenta de su presencia y se dejaba llevar por la canción. No se lo podía creer, no podía ser que cantara así, ¿Había algo que no hiciera bien? Seguro que no. Estaba sumida en sus pensamientos que danzaban al ritmo de la canción, cuando entró Dennis descubriéndola.
Dennis: ¡Aquí estas!
Emma: shhh – haciendo que la escuchara.
Dennis: No me lo puedo creer…
En aquel momento Jenny se dio cuenta de que ya no estaba sola ¿Cuánto habrían escuchado? No le gustaba que nadie la escuchara cantar, era algo que hacia solo para ella desde hacía mucho tiempo.
Jenny: ¿Qué hacéis aquí?
Emma: Perdona – dándose cuenta de la incomodidad que sentía – no queríamos interrumpirte.
Jenny: No pasa nada, tengo que irme – no solo se sentía incomoda por verse descubierta, cuando sentía sus ojos en su cuerpo se moría por dentro.
Dennis: No te puedes ir ahora – interponiéndose en su camino de huida.
Emma: ¿Dennis qué haces?
Dennis: Pues que no se puede ir, acabo de descubrir como vamos a ganar el festival este año, ¡Al fin!
Jenny: ¿Qué? – no entendía nada, ella solo quería huir.
Emma: Pero… - estaba entendiendo por donde iba su amigo y no se lo iba a permitir – ni se te ocurra.
Dennis: ¿Cómo que no? Jennifer Hartman – poniéndose de rodillas y dejando aun más descolocada a la pobre Jenny - ¿Querrás hacer el honor de cantar con Emma en el festival y hacer que al fin ganemos a esos prepotentes, imbéciles y estúpidos de Pedagogía?
Jenny: Yo…
Dennis: ¡Di que sí!
Emma: Dennis por favor… - en ese momento quería matarlo.
Dennis: A ver ¿A ti que te pasa? ¿No quieres ganar? Siempre nos pasan la mano por la cara, nos hacen quedar como unos ineptos y ¡ya va siendo hora de que tomen de su medicina!
Emma: ¡Claro! Pero no metiendo a la pobre Jenny en todo eso, además, ya sabes que en el fondo yo si actuó es porque me hace feliz, no para ganar a nadie.
Dennis: ¡Ya! ¡Ya! Se me olvidaba que sientes amor por el arte interpretativo.
Emma: ¡Pues sí! – se estaba empezando a cabrear en serio.
Jenny que se había quedado al margen viendo aquella absurda discusión, entre graciosa y preocupante, decidió intervenir, no es que no quisiera actuar con Emma, ¡Claro que sí! Y así podrían verse más, porque tendrían que ensayar y claro, eso es una excusa perfecta.
Jenny: Creo que lo haré – dijo con voz algo insegura.
Emma / Dennis: ¡QUÉ!
Jenny: Que sí, que cuentes conmigo – empezó a sonreír cada vez le gustaba más la idea.
Emma: ¿Estas segura? No lo hagas por este inmaduro ¿eh? Que yo sola puedo arreglármelas.
Jenny: Sí lo estoy, me apetece cantar contigo – eso último lo dijo bajando algo el tono, los nervios aun la traicionaban y tampoco quería mostrar tanto entusiasmo como sentía.
Emma: Bien entonces – mirando a un alucinado Dennis – ala ya te has salido con la tuya, y ahora… ¿Qué canción cantaremos?
Dennis: Pues tengo miles, ¡no millones de ideas! – dijo abrazándolas a las dos.

11.

SILENCIOS…

Estaba sentada en el pasillo esperándola, habían quedado para ensayar, después de varios días hablando sobre qué hacer, finalmente habían encontrado la canción perfecta, Dennis estaba entusiasmado y ellas, bueno, intentaban mantener la compostura al cantarla la una frente a la otra.

No tenía del todo claro que hubiera sido buena idea, tenerla tan cerca estaba acabando con sus defensas, y aunque se moría cuando no la veía, verla la estaba matando.

Emma iba en la moto, siempre que necesitaba pensar la cogía e iba en ella hasta donde hiciera falta, esta vez no podía huir muy lejos, su corazón la empujaba a su destino, aunque eso le estuviera costando la vida. Deseaba tanto verla, despertaba sonriendo de pensar en los ensayos, escuchaba la canción una y otra vez, no por miedo a no saberse la letra, que se la sabía de memoria, sino porque así la sentía con ella cuando estaba sola en su cama.

La vio sentada en el suelo, absorta en sus pensamientos, se la veía tan bella, tan frágil ¿Cómo no podía quererla? Era imposible no enamorarse de aquella imagen. Sus ojos se cruzaron con los suyos y el azul lo invadió todo, sus pies se movían solos llevándola hasta su lado.

Emma: Hola.

Jenny: Hola.

No dijeron nada más, donde más cómodas estaban era en el silencio. Jenny se puso en pie quedando demasiado cerca de Emma, sus ojos latían y sus pupilas se dilataban, podían notar el aliento de la otra, pero ninguna se movía. Un parpadeo, una milésima de oscuridad que sirvió para levantar de nuevo la muralla.

Emma: ¿Vamos?

Jenny: Sí…

Aquel día el ensayo iba a resultar algo raro, no lo harían en el auditorio como siempre, estaban acabando de montar el escenario. Además Dennis no podía venir, tenía clase, así que estaban ellas dos en el despacho, un lugar demasiado frio para que surgieran esos sentimientos de los que hablaba la canción.

Emma: Bueno… podemos empezar por el estribillo que el otro día nos quedó algo flojo… - estaba tan nerviosa que le sudaban hasta las manos.

Jenny: Sí, ¿Cómo lo hacemos? – cogiendo el papel con la letra.

Emma: Pues yo lo cantaría juntas, yo hago la voz alta y tu puedes ir una octava por debajo haciendo la segunda voz – mirando la partitura que habían sacado de internet - ¿Te acuerdas?

Jenny: Creo que sí… pon el playback mejor ¿no?

Emma: Sí, espera que lo busco… - yendo a su portátil – vale… ya está.

La música empezó a sonar, Emma estaba a un lado de aquel diminuto despacho, sentía los ojos de Jenny clavados en ella, lo decían todo con aquel silencio, la estaban llamando con gritos desgarradores. Se puso a su lado con la excusa de mirar la partitura, estaba tan cerca que oía los latidos mezclados con los suyos. Y el momento se acercaba, el estribillo, no era largo, pero decía todo lo que ambas sentían en aquel momento.

Canción: But I'm a creep, I'm a weirdo. What the hell am I doing here? I don't belong here.

Sus voces encajaban tan bien, ¿Cómo se lo iban a imaginar? Emma cantaba la melodía, había notas altas y le costaba llegar a ellas con comodidad aunque era una soprano con un amplio registro. Siempre había cantado, aunque nunca había ido a una escuela o alguien que le enseñara.

Jenny: Espera… - dejando de cantar.

Emma: ¿Qué? – parando el playback.

Jenny: Tienes que cantar usando el diafragma, sino a mitad de la canción estarás agotada y no podrás seguir.

Emma: ¿El diafragma? – no tenía ni idea de lo que le hablaba.

Jenny: Sí, mira – poniendo las manos en la zona del diafragma – cuando cantas, debes coger el aire y llevarlo hasta debajo del diafragma, así – respirando – ¿lo ves?

Emma: No…

Jenny: Espera – cogiendo una de sus manos y llevándola donde estaban las suyas – ¿Notas como respiro y el aire que está aquí?

Emma: Ehem… - lo que notaba era otra cosa y no en su mano precisamente – pero ¿Y cómo lo haces?

Jenny: Es muy fácil – poniéndose detrás de ella y abrazándola para sujetar la zona de su diafragma con las manos – tienes que respirar pensando en que tienes que llenar todo tu cuerpo de aire, no solo los pulmones – se estaba poniendo nerviosa pero ahora no podía dejarlo – coge aire… - apretando un poco más a Emma contra su cuerpo – bien, ¿notas como se hincha?

Emma: Si – cerrando los ojos y dejándose llevar a otro mundo mientras sentía sus manos en su abdomen.

Jenny: Pues… - tragando saliva, tenía su cuello tan cerca que la tentación era imposible de aguantar – así es como… debes hacerlo al cantar.

Emma no contestó, se limitó a quedarse quieta, las dos se quedaron inmóviles en el sitio, disfrutando de sus cuerpos unidos como nunca, Jenny acercó sus labios al cuello desnudo de Emma, que al sentirlos emitió un leve suspiro. Ya nada podría pararlo, habían cruzado la línea que las separaba de la cordura. Emma lentamente se dio la vuelta quedando cara a cara con ella. Tenia los labios entreabiertos deseando que los besara y no los defraudó, lentamente fue acercándose hasta quedar escasos milímetros entre las dos, entonces atrapó sus labios con los suyos. No era un beso lujurioso, ella no deseaba eso, fue un beso de esos que das solo una vez en la vida, por el cual el tiempo se detiene, el espacio desaparece y solo quedan ellas dos y ese sentimiento latente.

Despacio, como quien tiene miedo de romper la flor más delicada del jardín, se fueron separando, al fin lo habían hecho, al fin habían saciado ese deseo irrefrenable ¿y ahora qué?


12.

VENGANZA

Después del beso, Jenny salió corriendo, no le dio tiempo a reaccionar, no la siguió, se quedó allí paralizada viéndola marchar. Cuando quiso reaccionar ella ya no estaba, se había evaporado y siguió así en los siguientes días. Emma la llamó, pero no contestaba a su móvil, tampoco a sus mensajes, no se vieron para ensayar y el Festival estaba a la vuelta de la esquina. Finalmente decidió que lo mejor era no contar con ella, mejor hacerlo ella sola y olvidarse de todo, incluido aquel maravilloso beso.

De pie miraba por la ventana de su despacho, ya había llegado la Primavera y con ella el sol, las flores y los molestos insectos. Fuera en el césped veía a algunos estudiantes, habían aprovechado el día tan bonito que hacia para estudiar fuera. El sol brillaba majestuoso, pero en su pequeño universo el cielo tenía solo nubes oscuras amenazantes de tormentas futuras. Se tendría que haber imaginado que esto pasaría, no tendría que haber permitido que entrara en su vida, debería haberla alejado cuando tuvo la oportunidad, pero no lo había hecho y ahora su mundo era una constante tarde de tormenta. Estaba sumida en sus pensamientos cuando sonó su móvil, era un mensaje. Lo cogió rápidamente deseando que fuera Jenny, pero no era ella, sino aquella chica a la que había conocido aquella tarde en el bar, ¿qué casualidad? Pensó. Le preguntaba que como estaba y si le apetecía verse y tomarse algo, aunque en el fondo ambas sabían que no era eso lo que buscaba. Semanas atrás habría dicho que no o ni siquiera habría contestado, al fin y al cabo estaba enamorada, pero visto lo visto el resultado de sus acciones, no tenia nada que perder si le decía que sí. Así que cogió el móvil y la llamó, siempre había preferido el contacto directo.

Emma: ¿Cristina? Hola soy Emma, que he visto el mensaje y me encantaría que nos viéramos. – Sonriendo – claro, te recojo en tu casa y vemos, bien.

Colgó, las dudas invadieron su corazón, no estaba bien lo que iba a hacer, aunque la actitud de Jenny tampoco estaba bien, desaparecer así, ¿Quién se comportaba así? Si tan poco le había gustado el beso con decirlo bastaba, pero ¿por qué huir así? Un pensamiento cruzó su ajetreada mente, ¿y si le había pasado algo? Se habría enterado, simplemente pasaba de ella. Era mejor que se marchara, debía arreglarse para su cita.

Jenny salió corriendo del despacho, necesitaba huir, se sentía abrumada por todo lo que acaba de sentir con un solo beso. Iba corriendo cuando se tropezó con alguien.

Jenny: ¡Ostras! Perdona – ayudando a la chica a levantarse - ¿Estas bien?

Chica: Sí… ¿y tú? ¿Parecía que huías de algo?

Jenny: Mas o menos… me llamo Jennifer – tendiéndole la mano.

Chica: Laura – sonriendo.

Jenny: Encantada Laura, ¿Me dejas que te invite a un café para compensarte por el golpe?

Laura: … claro.

Se dirigieron a la cafetería, Laura parecía una chica de lo más simpática, tenía unos grandes ojos negros, algo intrigantes, llevaba el pelo recogido con una coleta y vestía ropa algo pija. Parecía algo más mayor de lo que su forma de vestir indicaba, pero al ver los libros que llevaba supuso que era estudiante como ella. Hablaron durante mucho rato, Jenny se sentía muy cómoda con ella, no entendía el por qué, pero la invitaba a poder contarle todo lo que le pasaba por la cabeza. No tardaron mucho en llegar al tema que realmente le preocupaba, del que huía cuando habían chocado.

Jenny: Pues se trata de una chica.

Laura: ¿Chica?

Jenny: Sí, bueno yo soy lesbiana…

Laura: Ya, entonces ¿tienes problemas con una chica?

Jenny: Bueno el problema es que me he enamorado de ella – bajando la mirada a su taza de café – pero todo son problemas.

Laura: ¿Problemas?

Jenny: Sí, ella es profesora, así que no es una buena idea tener nada con ella. Pero no hay nada que desee más.

Laura: Vaya, sí que tienes un problema sí.

Jenny: Pues sí. Hoy estábamos en su despacho y nos hemos besado… no puedo explicar lo que he sentido, pero luego me ha entrado el pánico y he salido huyendo – pensando en ello y quedando callada – debería ir y disculparme por irme así…

Laura: Y, si me lo permites, puedo preguntar ¿Quién es ella?

Jenny: Pues… Emma Müller.

Laura: Ya entiendo.

Jenny: ¿Qué entiendes?

Laura: Bueno es que la profesora Müller tiene fama de ser una rompe corazones, todos los años tiene un lio con alguna estudiante, de hecho el año pasado casi la echan de la universidad. ¿No sabías nada? – Viendo la cara de asombro de Jenny – bueno a lo mejor contigo es diferente…

Jenny: ¡Ya claro! – entendiendo todo y enfadándose muchísimo - ¿Cómo puedo ser tan imbécil? ¡Seguro que es diferente! ¡Me ha utilizado y yo me he prestado al juego sin quererlo!

Laura: Bueno no te pongas así mujer – intentando calmarla – no es una buena persona, ha hecho daño a muchas chicas...

Jenny: A mi no me hará más… - intentando contener las lagrimas.

Laura: Tranquila… - abrazándola - ¿quieres que vayamos a cenar y así nos olvidamos de todo?

Jenny: Me iría bien sí.

Quedaron para la noche, Jenny dijo que primero quería ir a casa a arreglarse y descansar un poco, aunque en realidad quería irse para sacar esa rabia que sentía en forma de lagrimas. Laura la observó marcharse, se sentía plenamente satisfecha, había plantado la semilla de la desconfianza en ella, no le había costado mucho pensó, así que su siguiente movimiento iba a ser también muy fácil. Sacó su móvil y llamó a la persona que la estaba ayudando con su venganza.

Laura: Espera dos días y mándaselo… seguro que dirá que sí.


13.

LA TRAMPA…

Recogió a Cristina en su casa, no estaba del todo segura que fuese una buena idea quedar con ella, dudaba, seguía pensando en Jenny a cada segundo, pero Jenny no estaba, se había ido sin dar ninguna explicación, así que lo mejor era seguir adelante y al menos pasar un buen rato. Cuando la vio salir del portal se quedó impresionada, la verdad es que era una chica muy guapa, con unas largas piernas trabajadas en el gimnasio, un cuerpo de deportista, esbelta y una larga melena rubia. Sonrió, siempre había tenido buen gusto, pensó.

Cristina: Hola.

Emma: Hola – le dio un beso en la mejilla a modo de saludo - ¿nos vamos?

Cristina: Claro, tenemos reserva a las diez.

Emma: Vaya, reserva y todo, me da a mi que ya lo tenías planeado ¿eh?

Cristina: Bueno tenía esperanzas de que dirías que sí – sonriéndole – no me puedes culpar por desearlo.

Emma: El deseo siempre es bueno – acercándose a su oído – en su justa medida.

Cristina cerró los ojos y sonrió triunfante, la tenía donde quería. Cogieron un taxi y se dirigieron al restaurante, el que habían elegido entre las dos. Su mesa era la de la ventana, donde se tenía una perfecta vista de la calle y sobretodo de la terraza del bar de enfrente.

Laura y Jenny habían quedado a tomar algo, desde aquel día en que Jenny descubriera la verdad sobre Emma, la que Laura le había explicado, se habían visto casi todas las tardes. Para Jenny estaba siendo una buena amiga que la ayudaba a salir de ese mal momento, poco se podría imaginar de las argucias de aquella mujer.

Como casi siempre, fueron a un bar del centro, un sitio tranquilo donde poder hablar. La verdad es que Jenny no podía dejar de pensar en Emma, en algunos momentos le costaba creer que fuese tan mala como Laura le decía, pero luego pensaba en como se había acercado a ella, atrayéndola como una araña a una mosca y todo su ser se llenaba de rabia.

Se sentaron a la mesa, a Emma aquel restaurante le pareció precioso, incluso romántico, le habría gustado estar allí con Jenny, pero de nuevo debía recordar que no contestaba a sus llamadas. Un chicho muy amable, alto y con ojos azules como los de su amada ausente, se presentó como su camarero, les dejó un par de cartas y se apartó para que pudieran decidir.

En la terraza Jenny acababa de llegar con Laura, esta le había pedido que se quedaran fuera, aun con el frio de aquella noche, le dijo que le apetecía fumar. Empezaron a hablar, Laura le había contado una anécdota de su juventud y esta riéndose a carcajadas, cuando miró hacia el restaurante y la vio.

Jenny: No me lo puedo creer.

Laura: ¿Qué? – mirando hacia el restaurante – ostras… ya te dije que no era de fiar, no han pasado ni dos días y ya está con otra.

Jenny: Vámonos por favor – suplicando y con la voz rota por el dolor que estaba sintiendo.

Laura: De acuerdo – levantándose de la mesa y abrazándola.

Jenny: Estoy bien solo me quiero ir – apartándola y empezando a caminar.

Al otro lado de la acera una sorprendida Emma miraba por la ventana, allí estaba ella, su Jenny, aunque ahora ya no era suya. No reconoció la chica con la que estaba, aunque le resultaba muy familiar, solo se fijó en que la abrazaba y se iban juntas de la mano. ¡Qué idiota había sido al pensar que la podía querer! Dos días habían pasado y ya estaba con otra, ¿o es que ya estaba con esa mientras tonteaba con ella? ¡Seguro que sí!

Cristina: ¿Estas bien? ¿Te pasa algo?

Emma: ¿Qué?

Cristina: Es que te has quedado callada de golpe… - mirando por la ventana.

Emma: Nada, me pareció ver a alguien que conozco, pero me equivocaba. Cenemos – sonriendo.

Cenaron hablando de temas fútiles, aunque en algunos momentos Emma se quedaba callada con pose seria, le había dolido mucho mas de lo que imaginaba que pudiera doler verla con alguien.

Jenny se marchó a su casa, no quiso que Laura subiera por mucho que insistió, lo que ahora necesitaba era estar sola y llorar. Así que se metió en la cama y maldijo el día en que la conoció, el día en que se había fijado en su sonrisa, sus ojos y ese pelo corto medio loco. Maldijo su beso envenenado que ya no se podía sacar de dentro, ni esas manos abrazándola con ternura fingida. Lloró y lloró hasta que su cuerpo estuvo completamente vacío y entonces se durmió.

Cristina invitó a Emma a tomarse la última en su casa y ella aceptó, no le importaba, ahora mismo lo único que quería era sacarse ese dolor de sus entrañas. Subieron y nada mas cerrar la puerta Cristina atacó, la besó con pasión mientras la empujaba hacia su cama. La deseaba, quería hacerle de nuevo el amor como aquella noche. Emma se dejaba hacer, notaba las manos en su piel, pero no sentía nada, los besos eran hielo que no producía ninguna sensación en su cuerpo y entonces por su mente se cruzó ella. Sus ojos, sus labios, sus manos en su abdomen, su beso… como si un resorte se hubiera activado se apartó.

Cristina: ¿Qué… que pasa? – dijo respirando dificultosamente.

Emma: No puedo… tengo que irme – empezando a vestirse.

Cristina: ¿Qué?

Emma: Lo siento… me voy – no le dio tiempo a decir nada más porque Emma ya había salido de casa.

No sabia qué le había pasado, pero una cosa la tenía clara, hasta que no hablase con ella no podría estar con nadie mas. La amaba, mucho más de lo que se podía amar a una persona, la deseaba y quería como solo lo hacen las almas gemelas y debía lograr recuperarla.


14.

VUELTA AL PASADO…

Sentada en medio de ninguna parte miraba a aquel cielo azul, qué cruel el día a veces ofreciendo un sol radiante que recuerda lo helada que estas por dentro. Había pasado una semana desde que la había visto en aquel bar, abrazando a una chica desconocida, una semana desde que había rechazado a una hermosa joven que estaba dispuesta a todo por ella. Una semana desde que su vida se había vuelto negra y fría, no la había visto por la universidad, sabía que no lo haría. Tampoco la había vuelto a llamar, ¿Para qué? Aunque ella sintiese todo lo que sentía ¿qué sentido tenía perseguirla? Una lagrima rodó mejilla abajo, ladrona, había robado todo lo que poseía y la había dejado vacía y sin esperanza. Con el dedo borró el rastro de aquella furtiva, no quería llorar, quería ser fuerte, ¿pero cómo? Su móvil vibró, conocía aquel número y lo que significaba.

Emma: Dígame, Emma Müller al aparato. Sí, es mi madre, de acuerdo, no se preocupe esta noche estaré allí.

Colgó y se quedó un instante con la vista fija en el horizonte, debía irse, de nuevo aquella parte de su vida, a veces oculta, regresaba para recordarle de donde provenía.

Emma tenía catorce años, había salido con su hermano gemelo Peter a pasear, se reían por algo que él había dicho cuando de pronto se escuchó un ruido, era un coche, se había subido a la acera y venía directo hacia ellos. Sintió como Peter la empujaba haciéndola caer al suelo y, como si los segundos se convirtieran en horas, vio como su hermano era arrollado por el vehículo. No reaccionó, era una cría paralizada por el miedo.

Se lo llevaron al hospital, pero no pudieron hacer nada por él, murió. Emma esperaba junto a sus padres, en la sala de espera, la habían atendido, pero no tenía nada más que unos rasguños. El médico entró aun vestido con la ropa de quirófano, su padre se puso en pie preguntando frenéticamente por su hijo, Emma no dijo nada, no le hizo falta al ver la cara del cirujano supo que había muerto.

Dos días más tarde hicieron el funeral, la tristeza había inundado la casa y todo parecía oscuro e irreal. En el cementerio su madre lloraba desconsolada mientras su padre la abrazaba, habían perdido a un hijo, y ella a su hermano gemelo, su mejor amigo, su confidente y su único apoyo en muchas ocasiones. La gente le decía cosas, le daba el pésame, ella no reaccionó, asentía y dejaba pasar al siguiente. ¿Por qué no la dejaban en paz? Solo quería irse de allí, de aquel frío lugar, de aquella silenciosa casa, de aquel pueblo lleno de muerte. Pero tenía catorce años y su lugar estaba al lado de sus padres. Aunque eso no obligaba a sus padres a estar a su lado.

No pasó ni un año cuando su padre se fue, dijo que no podía seguir viviendo con tanta tristeza y se mudó lejos, a Berlín. Se separó de su madre formalmente al año siguiente y empezó una vida centrada en su trabajo y las diferentes mujeres que pasaban por su cama. Emma se quedó al lado de su madre, era su apoyo, intentaba ser una buena hija y así hacer feliz a su afligida progenitora. Pero nada funcionaba, su madre se convirtió en un mueble gris de esa casa, la mayoría de días no salía ni de la cama. Emma la oía llorar todas las noches, era el único sonido que emitía.

Una mañana Emma despertó por la música que provenía de la cocina, entró y vio a su madre haciendo tortitas, como antes solía hacer. No entendía nada, pero el verla sonreír la hizo estar feliz por unos instantes. Ese día no fue a clase, su madre había decidido cambiar el color de las paredes del comedor, así que lo prepararon todo, parecía estar bien al fin. Estaban pintando y Emma por accidente manchó el trofeo de futbol que Peter había ganado unos meses antes de su muerte, su madre al verlo le empezó a gritar parecía estar fuera de si, estaba asustando a su hija. Tiró el trofeo y siguió gritándole, luego se encerró en su cuarto dando un portazo, Emma se sentó en el sofá y lloró, no entendía que le estaba pasando a su madre, luego, empezó a pintar de nuevo, quiso terminarlo para que estuviera contenta. De pronto en el cuarto de su madre se escuchó un fuerte golpe, corrió hacia allí y abrió la puerta. Estaba en el suelo con tres botes de las pastillas que le había recetado el médico. La agitó, la llamó, pero no reaccionaba, así que llamó a una ambulancia.

Se la llevaron al mismo hospital donde había muerto su hermano, tuvo que esperar de nuevo en aquella sala de espera, esta vez sola, su padre ni siquiera había contestado a sus llamadas. Cuando apareció el médico pensó que se moría, pero esta vez no fueron malas noticias, estaba bien, estable le habían dicho.

Y allí estaba de nuevo, en la habitación del hospital, había ido ya tantas veces que había perdido la cuenta. Algunas veces habían sido pastillas, otras la desorientación, incluso ataques de histeria. Después de la segunda recaída, le dijeron que tenía depresión crónica, tratable con medicación. Mientras vivió con ella estuvo bien, se ocupaba de que se tomara las pastillas y así se mantenía estable. Pero tuvo que marcharse, lo deseaba con todas sus fuerzas. Y entonces volvieron los altibajos.

La habitación estaba a oscuras, pero podía reconocerla perfectamente, echada en la cama durmiendo. Había llamado a su padre, para que al menos supiera lo que había pasado, estaba reunido así que le dejó el mensaje a su secretaria. Luego mas tarde recibió un mensaje “gracias, te mandaré dinero, papá”. Así lo arreglaba todo, con un cheque.


Si su madre había caído en un estado depresivo inconstante, su padre había caído en una espiral de trabajo y mujeres aun peor. Su vida se limitaba a eso, trabajaba 18 horas diarias y cambiaba de mujer como de camisa, Emma le había conocido siete u ocho novias en dos años, al principio intentaba caer bien, pero ya luego entendió que no valía la pena el esfuerzo. Pronto su padre se convirtió en un mensaje y un cheque, ese era su único contacto.

En algún momento de la madrugada, recordando a su hermano, su infancia y todo aquello que ya no tendría jamás, se quedó dormida. La despertó la voz de su madre llamándola, por un instante no supo donde estaba, pero las paredes blancas de la habitación la devolvieron a la realidad.

Bernadette: Cariño…

Emma: Buenos días mamá – frotándose los ojos - ¿Cómo estas?

Bernadette: Estoy bien, me han dado las medicinas y estoy mejor.

Emma: Ya – levantándose de aquella incomodísima silla - ¿quieres que nos vayamos a casa?

Bernadette: Sí, por favor.

Emma consultó al doctor que hacia la ronda por la mañana, que sin problemas le dio el alta a su madre, no sin antes ordenarle que se tomara las medicinas.

Llegaron a la casa, en el trayecto no habían hablado, Emma se conocía de sobras la respuesta a sus preguntas, así que ¿para qué esforzarse? Dejó las cosas en su habitación, mientras su madre se sentaba en el sofá. Cuando Emma entró en el salón se la encontró llorando como una niña pequeña, hecha un ovillo. No pudo más que abrazarla, mientras intentaba calmarla.

Bernadette: Siento mucho que hayas tenido que volver por mi culpa. – decía mientras seguía llorando.

Emma: Mamá no te preocupes, ahora debes descansar ¿Vale?

Bernadette: Es que siempre vienes para rescatarme – tapándose la cara con las manos – y debería ser al revés.

Emma: Bueno, cuanto quieres a alguien vas a ayudarla siempre que lo necesita – abrazándola – además tu lo has hecho muchas veces por mi.

Bernadette: Te quiero mucho mi niña – dejando que hija la meciera como un bebé – me gustaría poder ser mejor madre.

Emma: No eres mala madre, pero necesitas estar algo mejor y tomar la medicación, siempre.

Su madre asintió, sabía que tenía razón, pero había días que le resultaba duro hasta respirar, por eso no se la tomaba. El dolor que tenía instalado en su corazón no se iba con las pastillas, era una mancha negra que cubría sus latidos y que no le dejaba ver la hija tan maravillosa que tenía.

Emma: ¿Quieres un té?

Su madre la miró aun con los ojos empañados por el llanto y asintió, le iba a sentar bien algo caliente. Emma se levantó y se dispuso a hacer el té para las dos. Mientras estaba en la cocina dejó que el llanto fluyera, delante de su madre se mantenía fuerte, pero en realidad no dejaba de ser una niña asustada que deseaba que su madre estuviera bien. Luego pensó en Jenny, la echaba de menos sin ni siquiera tenerla. Ahora mismo necesitaba imperiosamente su abrazo, el que le había dado aquel día en su despacho. El agua hervía, cerró un segundo los ojos, limpió su cara y la puso en dos tazas. Cuando llegó al salón, su madre se había dormido de nuevo, la medicación estaba haciendo su efecto, era mejor dejarla. La cubrió con una manta y se fue a dormir a su cama, su cuerpo le pedía a gritos un descanso, necesitaba olvidarse de todo por unas horas.


15.

REVELACIONES…

Durante la semana no había tenido fuerzas para moverse de la cama, la imagen de Emma cenando con aquella chica la atormentaba, seguía confusa, preguntándose porque fingiría sentir algo por ella. Laura le había contado todo acerca de su pasado, pero aun así, aquel beso no había sido fingido, no podía haberlo sido.

No quiso saber nada de nadie, prefirió quedarse en casa y poner su vida en orden, pero sus sentimientos eran demasiado fuertes y finalmente sintió la necesidad de verla y hablar cara a cara.

Se arregló para ir a clase, su clase, estaba nerviosa, aunque con ganas de verla de nuevo, sentía que si la veía y la miraba a los ojos podría saber la verdad. A pesar de todo lo que Laura le había contado, con mucha insistencia, su instinto seguía diciéndole que esta vez había sido diferente. Llegó temprano, como era normal en ella, sus nervios habían ido aumentado exponencialmente a medida que se restaban los minutos para verla. La clase se había ido llenando, algunos compañeros le preguntaron el porqué de su ausencia, a todos les dio la misma explicación, una gripe. Y entonces la puerta se abrió, pero no fue Emma quien entró sino un profesor que Jenny no conocía. Su asombro era tal que tardó unos segundos en reaccionar, preguntó por ella a su compañero de la derecha, buscando una explicación a su ausencia.

Chico: Ni idea, se ve que se ha ido sin avisar, por lo que he oído en el departamento están pensando en expulsarla como no vuelva antes del Festival.

Jenny: ¿En serio?

Chico: Sí, mi amigo Johans conoce a un becario que le ha contado que una tarde se marchó, alegando problemas personales, pero aun no ha vuelto.

¿Qué era lo que le podía estar pasando? Empezó a preocuparse así que decidió ir a buscar respuestas, disculpándose con el profesor se marchó de la clase. Llamó a la puerta del despacho, pero no contestó nadie, esperaría, pensó, así que se sentó en los bancos que estaban justo enfrente.

Dennis: Jenny, ¿qué haces aquí? – dijo al verla sentada esperándolo.

Jenny: Pues he venido a ver si me podía decir donde está Emma – poniéndose en pie – hoy he ido a clase y me han dicho que no está y que no saben nada de ella ¿Es cierto?

Dennis: Entremos, mejor hablamos en el despacho.

Los dos entraron y Dennis cerró la puerta, fuera Laura, que como siempre estaba esperando una oportunidad para atacar, se acercó a la puerta para escuchar aquella interesante conversación.

Jenny: ¿Qué le pasa Dennis? – sentándose en una de las sillas algo nerviosa.

Dennis: No lo sé – sentándose delante de ella - ¿Qué pasó entre vosotras?

Jenny: ¿Qué quieres decir?

Dennis: Sé que pasó algo, por eso ella se quedó hecha polvo y por eso se ha largado, de nuevo…

Jenny: ¿De nuevo?

Dennis: Sí, hizo lo mismo cuando… - se dio cuenta de que a lo mejor no debía contarle nada, aunque ya era tarde.

Jenny: ¿Cuándo qué?

Dennis: No sé si debería contártelo… - frotándose le pelo con la palma de la mano.

Jenny: Sí debes… necesito que me lo cuentes ¿Dónde está?

Dennis: No estoy seguro, aunque tengo mis sospechas. Me mandó un mensaje que no sabía cuando volvería, que estaba bien y que no me preocupase y ya no he sabido nada más de ella. No contesta a mis llamadas y menos aun a mis mensajes.

Jenny: ¿Y por qué has dicho que hizo lo mismo antes?

Dennis: ¿Sabes de qué conozco a Emma? – Jenny negó con la cabeza – pues la era la novia de mi hermana pequeña, Mónica. Ellas dos habían empezado a salir al comenzar la carrera y eran la pareja perfecta, yo era un año mayor, pero siempre que podía salía con ellas, así que Emma y yo nos hicimos muy amigos.

Jenny: Ya.

Dennis: Una noche, salían del bar donde la mayoría de las noches íbamos a tomar algo, cuando un encapuchado las paró, llevaba una pistola y quería que le entregaran todo lo que llevaban encima.

Jenny: ¡Dios mío!

Dennis: Las dos le dieron todo lo que llevaban, pero el chico no tuvo bastante, las obligó a ponerse cara la pared y se acercó por la espalda a Mónica, mientras se desabrochaba la bragueta… - se tapó la cara con ambas manos – entonces le dio la vuelta y quiso arrancarle la ropa. Emma al darse cuenta de lo que pretendía se interpuso entre los dos, empujó al chico y este la apuntó con el arma. Pero Emma no retrocedió, entonces el chico disparó.

Jenny: ¿Qué?

Dennis: Mónica se interpuso en la trayectoria de la bala que la alcanzó en el pecho. Nosotros estábamos en el bar y al escuchar el disparo salimos corriendo. Lo primero que vi fue a mi hermana en el suelo, inmóvil, Emma estaba a su lado de rodillas, sus ojos estaban vacíos. Entonces vimos al chico que huía y entre unos cuantos lo alcanzamos, le dimos una paliza, no me siento orgulloso, pero actué por instinto. Habían llamado a una ambulancia, pero para cuando llegó Mónica ya había muerto. – Su voz se quebró y las lagrimas empezaron a resalar por sus mejillas, Jenny cogió su mano y entonces se fijó en que ella también lloraba – después de eso Emma simplemente se alejó de todo y de todos, se culpaba por provocarlo, por no haber podido salvarla, incluso por no ofrecerse ella para que la violara. Bebía más de la cuenta y muchas noches acababa durmiendo en cualquier lugar. Hasta que un día desapareció, estuvo un mes fuera, nadie sabía donde se había metido, a su regreso algo había cambiado en ella. Se volvió una persona fría, sobretodo con las chicas, las utilizaba y las tiraba, nunca se involucraba sentimentalmente hasta que apareciste tú y la luz volvió a sus ojos.

Jenny: ¿Yo?

Dennis: Sí, así que cuéntame… ¿Qué pasa entre vosotras?

Jenny miró sus manos nerviosa, nunca se hubiera imaginado que había pasado por todo eso, que idiota había sido, ahora lo entendía. Solo esperaba poder pedirle perdón y que regresara con ella, estuviera donde estuviera.

Jenny: Pues… la verdad es que no sé que pasa entre las dos, yo siento algo muy fuerte por ella, pero no sé si ella lo siente por mí.

Dennis: Claro que lo siente, si no hace mas que hablar de ti.

Jenny: ¿En serio? Es que claro la vi en aquel restaurante con esa chica…

Dennis: ¿Una chica?

Jenny: Sí, fui con Laura y…

Dennis: Laura… entiendo – empezaba a entender muchas cosas.

Jenny: ¿La conoces?

Dennis: Sí, formaba parte de nuestro circulo de amigos, siempre estuvo enamorada de Mónica y culpa a Emma de su muerte.

Jenny: Bueno ahora eso ya no importa, ¿Dónde la encuentro?

Dennis: Pues sinceramente solo se me ocurre un sitio dónde puede estar, pero no sé si es buena idea que vayamos.

Jenny: ¿Por qué no?

Dennis: Porqué ha vuelto a casa.


16.

“ADIOS”

Había salido fuera a tomarse el té, la noche no era tan fría como las anteriores y allí sentada intentaba poner en orden sus ideas y sentimientos. Sabía que no podía tardar en regresar, había leído el email de Dennis en que le decía que si no regresaba antes del Festival se planteaban expulsarla, así que solo podía quedarse un par de días más. Su madre estaba algo mejor, había vuelto a tomar la medicación y parecía que la nueva dosis era más efectiva, aunque seguía necesitando que la controlasen, por eso había decidido llevársela con ella hasta que estuviera algo más estable.

El humo de su taza trepaba por la oscuridad, transportándola a otras noches y otros tés. Aquel lugar, el mismo al que había ido al morir Mónica, había despertado en ella antiguos recuerdos.

Su madre apareció por la puerta, se veía tan mayor, se sentó a su lado con su taza de té caliente y una manta encima de los hombros. No dijo nada, sabía que cuando su hija quisiera le explicaría qué era eso que la tenía tan lejos en aquel momento. La última vez que la vio así fue cuando había muerto Mónica, estaba tan triste que su corazón, o lo que quedaba de él se rompió en pedacitos pequeños. La miró y apartó un mechón de ese rebelde pelo de su cara.

Emma: Hoy se ven todas las estrellas.

Bernadette: Sí, el viento se llevó las nubes y hoy el cielo esta despejado. – Miró hacia arriba - ¿Qué pasa Emma?

Emma: Estoy enamorada – miró a su madre y por primera vez en mucho tiempo se permitió el ser débil – me he enamorado de una chica a la que no puedo tener – bajando la mirada y dejando que las lagrimas cayeran sobre el banco de madera en el que estaba sentada.

Su madre no dijo nada, puso su mano encima de las de ella y entonces Emma la abrazó. Necesitaba a su madre, se sentía tan sumamente perdida y sola que lo único que la podía calmar era su madre.

Cuando se hubo calmado su madre quiso le contara lo que había pasado, necesitaba ejercer de madre para variar y por primera vez su hija le daba un poco de tregua.

Bernadette: Pero no lo entiendo ¿Qué hiciste para que no quiera hablar contigo?

Emma: ¡Nada! – Poniéndose en pie – es que no he hecho nada mamá, bueno… - pensando en ello – me vio cenando con otra chica.

Bernadette: ¡Emma!

Emma: Ella había desaparecido, no contestaba a mis llamadas y surgió una oportunidad… pero no pasó nada… estuvo a punto de pasar, pero no pude…

Bernadette: Realmente la quieres – sonriendo.

Emma: Me gusta cuando sonríes – abrazándola de nuevo – nos iremos mañana por la mañana.

El cambio de tema le dio a entender que era momento de dejarlo, seguía sin estar del todo segura sobre lo de mudarse con ella, aunque fuese temporalmente, pero había insistido tanto que al final cedió.

Se metió en la cama aun con los ojos rojos del llanto, no le gustaba hacerlo y esos días parecía que era una constante en ella. No tardó ni tres segundos en caer en un profundo sueño, su cuerpo al fin se relajó.

“Se encontraba en un lugar extraño, aunque familiar, era su piso, no el actual, sino el que compartía con Mónica. Podía oler el café, palpó con su mano el lado vacio del colchón y lentamente fue abriendo los ojos. De la cocina le llegó una voz perfectamente reconocible, la que había escuchado durante tanto tiempo, la que compartía con ella la felicidad de una vida perfecta.

Mónica: Buenos días bella durmiente – dijo entrando en la habitación con una taza de café no se lo podía creer era ella, estaba allí, no había muerto, ni la había dejado sola, de nuevo estaban juntas - ¿estas bien? Tienes mala cara.

Emma: Sí, solo es que he tenido un sueño muy raro.

Mónica: Cuéntamelo. – sentándose a su lado y dándole un añoradísimo beso.

Emma: Pues… no me acuerdo – mintió – pero sé que salías tú y que yo estaba muy sola y triste.

Mónica: Bueno ya nunca estarás sola.

Pudo saborear el café, nadie lo hacia como ella, ni siquiera la máquina de Nespresso, se quedó mirando la taza, ¿había sido un sueño? Mónica se tumbó a su lado en la cama, ella tomaba té, nunca le había gustado el café. Emma la miraba pensativa y algo sorprendida aun. ¿Era real? Su mente estaba algo confusa.

Mónica: ¿Qué miras? – Sonriendo – la echas de menos ¿verdad?

Emma: ¿A quien? – Jenny, pensó, pero había sido un sueño ¿o no?

Mónica: A la que ha hecho que vuelvas a sentir – cogiendo su mano – morí cariño, fue doloroso, pero morí hace mucho y llevas todos estos años castigándote por ello.

Emma: Fue culpa mía – derramando una lagrima dentro de la taza de café – debí salvarte, debí ser yo quien recibiera aquel disparo, era para mi…

Mónica: Pero no fue así, déjame que te muestre algo.

Se levantaron y se pusieron frente a la que era la puerta del armario, Emma no entendía exactamente que estaba pasando, sabía que todo aquello no era real, pero lo sentía como si lo fuese. Miró a Mónica que cogió su mano, podía sentir aun el calor de su piel, ¿qué clase de sueño era ese? Entonces Mónica abrió la puerta del armario, pero resultó que ya no lo era, sino que en él se podía ver la que era ahora su realidad. Vio a Jenny, sentada mirando por la ventana, lloraba, ¿qué le pasaba? Entonces escuchó la canción que sonaba, era la que debían cantar en el Festival.

Emma: Jenny… - susurró.

Mónica: Sí, te quiere cariño – cerrando la puerta – puede que tenga miedo, pero te quiere y tu la quieres a ella.

Emma: Ya pero… ¿y si la pierdo como te perdí a ti? No podría sobrevivir a perder a nadie más.

Mónica: ¿Y por ese miedo dejaras pasar tu oportunidad de ser feliz? – La miró con los brazos en jarra y una sonrisa - ¿Dónde esta la Emma que no temía a nada ni nadie?

Emma: Murió… - respondió sin pensar – cuando te mataron yo morí contigo y he estado muerta desde entonces.

Mónica: Pero tu no estas muerta, sobreviviste y mereces vivir de nuevo.

Emma la miró llorando de nuevo, la echaba tanto de menos que ni se atrevía a pensarlo, pero tenía razón, había sobrevivido y aun así no vivía. Aquel dolor que sentía en el pecho fue desapareciendo, había llegado el momento, debía decir adiós.

Emma: Mónica yo… - puso sus dedos encima de sus labios.

Mónica: Lo sé, yo también – sonriéndole – estoy bien, soy feliz, así que por favor se feliz tu también, por ti. Ama a Jenny y deja que ella te ame a ti. – Emma sonrió y asintió – y ahora es el momento de que nos digamos adiós. Así que… despierta…”

Emma sintió una leve sacudida, pronunció la palabra adiós, pero ya todo era borroso. Seguía escuchándola, le decía que despertara, que despertara. Así que fue abriendo los ojos y se encontró con su madre.

Emma: Mamá, ¿estas bien? – se levantó asustada.

Bernadette: Claro, es que tienes visita cariño.

Emma la miró sin entender, cogió su reloj, eran las 12 de la noche ¿quién podía ser? Se puso la bata y fue al encuentro de aquella misteriosa visita nocturna. Cuando llegó al salón y la vio no se lo podía creer, era la última persona a la que se esperaba encontrar.

Emma: ¿Qué haces aquí?


17.

BAJO AMENAZA…

Emma: ¿Qué haces aquí? - su tono era serio y su gesto de sorpresa.

Laura: ¿Así recibes a las viejas amigas? – acercándose para darle dos besos, que Emma reusó – vaya veo que sigues siendo igual de amable – dijo en tono sarcástico.

Emma: No tengo que ser amable contigo, ¿a que has venido Laura? – pronunció su nombre arrastrando las letras mostrando el odio que sentía por ella.

Laura: Me habían dicho que estabas algo triste y vine para animarte – sentándose en el sofá – un pajarito me ha dicho que te has colado por la chica londinense – sonreía de una forma que le puso los pelos de punta – vaya ¿no es cierto?

Emma: No es cosa tuya, Jenny y yo solo somos amigas. – Se mantenía alejada con pose fría y dura - ¿me vas a decir a que vienes a estas horas?

Laura: Vine a darte un consejo.

Emma: ¿Y no podía esperar?

Laura: No – se mantenía impasible.

Emma: Bueno pues dámelo y lárgate.

Laura: Claro… - sonriendo – mi consejo es que no te enamores de ella… ya sabemos que pasa cuando te enamoras – mirándola a los ojos – alguien sale herido.

Emma: ¡Si le haces algo…! – se acercó furiosa.

Laura: ¿Qué? – mirándola desafiante - ¿Harás que parezca un accidente? – vio el miedo en los ojos de Emma y sonrió.

Emma: ¡LÁRGATE! – cogiéndola por el brazo para obligarla a irse.

Laura: ¡CÁLMATE! – Soltándose de su brazo - sí mejor me voy, ya he hecho lo que venía hacer – saliendo por la puerta – y no lo olvides, cuida de Jenny… por su bien.

Emma la vio salir de la habitación, aguantó unos segundos más en pie hasta que no pudo más y cayó desplomada en el suelo de rodillas. Lloraba de rabia y de impotencia, aquella odiosa mujer… respiró hondo mirando al techo, no tenía elección, ante todo estaba Jenny, debía protegerla aunque para ello tuviera que odiarla.

Por la mañana, con unas ojeras que eran testigos silenciosos de una muy mala noche, cogieron sus cosas y regresaron a casa. Por el camino Emma iba callada, concentrada en la carretera y pensando en ella. Aun no había llegado y ya le dolía, soportarlo iba a ser imposible. Su madre iba medio dormida a su lado, las pastillas la dejaban, aun, algo atontada. Por un segundo la miro, había sido buena idea que viniera, tenerla a su lado la ayudaría a pasar lo que se acercaba.

Estaba sentada en el bar, con las manos arrugando un pañuelo de papel, estaba nerviosa. Llegaba tarde, le había dejado bien claro por teléfono que debía ser puntual, pero como siempre llegaba a su hora, que solía ser quince minutos tarde. Miró su móvil, nada, iba a llamarla cuando la vio aparecer por la puerta. Se puso en pie para que la viera, estaba preciosa como siempre, pensó, volvió a sentarse y espero a que llegase a la mesa. Se sentó delante de ella, unas enormes gafas de sol cubrían sus ojos y una sonrisa llenaba el resto de su cara.

Emma: Te veo bien – sonriéndole – como siempre, ¿Qué tal estas Gloria?

Gloria: Pues mucho mejor que tú, ¿Qué son esas ojeras cariño? - quitándose las gafas.

Emma: No he dormido nada esta noche.

Gloria: ¿Tu madre?

Emma: No, ella está mejor, se ha venido conmigo – bebiendo un sorbo del café que le acababan de traer.

Gloria: ¿Entonces? – Mirándola con preocupación – ya entiendo… te has enamorado, ¿a que sí?

Emma asintió, una lágrima recorrió su rostro, intentaba contenerlas pero una se había escapado.

Gloria: Eys… ¿pero que te pasa? Si es maravilloso que la fin hayas abierto el corazoncito ese que tienes – el llanto se iba intensificando y entendió que no estaban en el mejor lugar para hablarlo – vale nos vamos, venga levántate.

Emma obedeció sin rechistar, salieron del bar y se fueron directas al coche de Gloria, una vez dentro no pudo más y lloró, dejó que el llanto abrazara su alma y seco su ansiedad con lágrimas saladas. Una vez se hubo calmado Gloria quiso saber qué estaba pasando y Emma le habló de Jenny, de su amor creciente, sus miedos, del beso y de Laura y sus amenazas.

Gloria: Qué hija de… ¿y vas a hacerle caso? – con su mano acariciando la de Emma.

Emma: No tengo elección.

Gloria: Claro que la tienes, pasa de sus amenazas y se feliz – cogiendo su cara por la barbilla – no conozco a nadie en este mundo que se lo merezca más que tú preciosa – Emma sonrió y luego bajó la mirada – hay algo más ¿Verdad?

Emma: Pues sí… algo que no te puedo explicar.

Gloria: Ya – siempre había respetado su privacidad, aquello que arrastraba y cubría como una sombra sus ojos cuando no llevaba puesta su coraza – sea lo que sea no creo que merezca la pena sufrir por su culpa.

Emma: Bueno a veces no hay elección.

Gloria: ¿Y que has pensado hacer? ¿Cómo harás para que esa chica deje de quererte? – no hizo falta que lo dijera lo había leído en sus ojos - ¡Ni de coña! – Separándose un poco - ¡No! ¡No! ¡Y NO!

Emma: Por favor Gloria, no me queda más opción y tú eres perfecta – mirándola con sus ojos brillantes por las lágrimas derramadas y las que quedaban por derramar.

Gloria: Pero… ¿y que le dirás a Dennis? No habías pensando en eso ¿No? Algo tendrás que decirle, o la verdad o la mentira, pero algo.

Emma: Ya pensaré en ello luego, primero necesito saber que estarás conmigo en esto.

Gloria: ¡Dios! ¡Te odio! Sí, si, estoy contigo, pero no estoy de acuerdo que conste.

Emma: Ya lo sé, pero es lo mejor para ella. La verdad es que estará mejor sin mi en su vida, llevo demasiado equipaje – mordiéndose el labio nerviosa – sí es lo mejor.

Gloria: ¿A quien quieres convencer a ti o a mí? Dame un abrazo anda, ya que seremos novias al menos practiquemos, ¿No?

Emma por primera vez en dos días se rio aunque en el fondo moría por dentro a cada segundo. Quería a Gloria con todo su corazón, había sido su mejor amiga desde que tenía memoria, la primera que supo su orientación sexual, la primera que le dio un beso, la primera que la ayudó a comprender que amistad y amor a veces no se mezclan. Siempre estaba a su lado, por teléfono, en persona o por email. Cuando perdió a Mónica la acogió en su casa durante meses, aguantó sus borracheras y sus noches de desvelo entre lágrimas, la conocía como solo una hermana lo hace, con el alma desnuda y sin artificios. Así que ella era la única que podía ayudarla en lo que tenía que hacer, aunque no lo entendiera sabía que aceptaría, así funcionaba su amistad, ante todo se daba su apoyo incondicional.


18.

MALA SUERTE…

La primavera ser resistía a aparecer, llevaba ya días con lluvia y eso a Emma la ponía de muy mal humor. Sentada en su despacho luchaba con ella misma, debía hacerlo, pero ¿tendría fuerzas? Gloria llegaría en cualquier momento y aun tenía pendiente la charla con Dennis. Miró a su derecha, la lluvia golpeaba rítmicamente la ventana, las gotas se quedaban pegadas y resbalaban cristal abajo dejando miles de caminos a su paso. Deseó ser gota, dejándose llevar cristal abajo sin tener que decidir qué camino coger, solo impulsada por la gravedad. Cerró los ojos y suspiró.

Dennis entró cargado de papeles, bufaba y parecía estar algo agobiado. Ni siquiera se había dado cuenta de que esta allí hasta que miró en dirección a su mesa.

Dennis: ¡Oh Dios mío! ¿Cómo no me has avisado que habías vuelto? – soltó todo encima de la mesa y la abrazó dejándola prácticamente sin respiración - ¿Qué tal estas… oh y tu madre… pero en que estabas pensando marchándote así? – Emma estaba sintiéndose algo presionada con tanta pregunta inacabada.

Emma: ¡Uou! Vale, vale – riéndose – respira va… mi madre está bien, se queda conmigo un tiempo… -Dennis la estaba mirando como esperando algo más - ¿qué?

Dennis: Nada… te veo… no sé… rara… triste… - odiaba ser tan transparente para su amigo - ¿Qué te tiene tan triste Emma?

Bajó la mirada a sus manos, mejor empezar por el principio. Se echó para atrás en la silla y abrió la boca para empezar a hablar. Le habló de sus sentimientos hacia Jenny, sus miedos al empezar a sentirlos, el beso que había cambiado su vida, la huida de ella, y su propia huida mas tarde, después de verla con aquella chica, que ahora sabía era Laura. Le contó como había soñado con Mónica y se había despedido al fin, dejando un peso fuera de su alma, pero que luego todo se había truncado por la visita inesperada de Laura. Le explicó las amenazas y qué sabía algo sobre su pasado que la ponía en peligro a ella y a Jenny, no quiso entrar en detalles, no podía, pero si le explicó qué iba a hacer para protegerla.

Dennis: Así déjame que lo entienda ¿Estas enamorada de Jenny y por culpa de la… mejor me ahorro el calificativo… Laura lo echarás a perder?

Emma: Debo protegerla, sus palabras fueron muy claras Dennis – estaba realmente asustada y Dennis se dio cuenta – dijo que ya sabía lo que pasaba cuando me enamoraba de alguien… no soportaría que le pasara algo.

Dennis: Pues buscaremos una manera de engañarla… una solución que no implique perderla – sonriéndole – no puedes perder el amor que tanto te ha costado encontrar.

Emma: Me gustaría que hubiera otra solución – pasando la mano por su pelo – la quiero tanto Dennis. – Dennis sonrió al oír eso - ¿Por qué sonríes?

Dennis: Por nada, es que hace una semana ella dijo algo parecido sentada aquí mismo – Emma lo miró algo sorprendida - ¿A caso no sabías que ella te quiere boba?

Emma sonrió tímidamente, lo sabía, claro que lo sabía, pero aun así escucharlo de los labios de alguien, no solo en su mente, la dejó algo confusa, su sonrisa se amplió, no podía perderla y con la confirmación de Dennis vio claro que habría que encontrar otra salida a todo ese lío.

Dennis: Mira que eres pava ¿eh? – dándole un golpe en el brazo para que reaccionara – bueno habrá que buscar otro plan ¿Verdad? – en ese momento Gloria entró en su despacho, como siempre haciendo una entrada triunfal con sus enormes gafas de sol y una aun más grande sonrisa.

Gloria: ¿Otro plan? – Sentándose en el regazo de Emma – ¿Ya no me quieres amor? No me lo puedo creer… - mirando a Dennis – supongo que se nos murió el amor de tanto usarlo – Emma soltó una carcajada estaba tan loca y la quería tanto por ello.

Emma: Sabes que tu eres mi único y verdadero amor – besándola apasionadamente.

Gloria: ¡Uff! ¡Vaya!

Ninguno de los tres se había percatado de que la puerta seguía abierta y menos aun que alguien los miraba con los ojos abiertos como platos, alguien que sintió que su corazón se rompía en mil pedazos en ese mismo instante.

El libro que llevaba Jenny en las manos resonó contra el suelo al caérsele, se había quedado mirando fijamente la escena de Emma y aquella chica, el beso, no había escuchado nada antes de eso y aun menos después. El ruido puso a los demás sobre aviso de su presencia, miraron hacia la puerta, Emma se enderezó en la silla obligando a Gloria a levantarse, esta se dio cuenta de que esa chica de ojazos azules, era Jenny por la cara de Emma, que perdió el poco color que solía tener en las mejillas. Dennis estaba callado, no sabía qué decir, miraba a Emma y a Jenny indistintamente, ninguna reaccionaba.

Emma: Jenny… - su nombre salió como una brisa de sus labios casi como un susurro.

Jenny, que seguía en shock, parpadeó aun con los ojos fijos en Emma, todo se movía a cámara lenta, ¿O era ella? Al fin pudo mirar a los demás, la estaban mirando, lloraba, ¿Cuándo había empezado a llorar? Llevó una de sus manos a su mejilla confirmando que sí lloraba, no quería llorar, no quería seguir allí, quería salir corriendo y alejarse para siempre de ella. Y eso hizo, dejó el libro donde estaba y salió corriendo dirección a ninguna parte.

Emma se puso en pie tirando la silla al suelo al ver que se alejaba, sus pies estaban anclados en el suelo, dudaba de si seguirla era lo correcto así que buscó la respuesta en sus amigos.

Dennis / Gloria: ¡SIGUELA! – chillaron los dos a la vez.

Emma asintió, claro que debía seguirla, salió corriendo del despacho dispuesta a encontrarla, estuviera donde estuviera, y explicarle que lo que había visto no era lo que ella pensaba. Llegó al pasillo principal ¿derecha o izquierda? Había muchísima gente, los estudiantes habían salido de clase e iban a su siguiente asignatura ajenos a su sufrimiento. Le costaba respirar, no sabía si por la carrera o por la ansiedad de poderla perder, su pecho se movía agitadamente mientras miraba confusa hacia ambos lados, no la podría encontrar, demasiada gente y demasiados pasillos. Pasó su mano por su frente sudorosa, temblaba, sus mejillas, rojas por el esfuerzo, estaban húmedas de una mezcla de lágrimas y sudor, no la iba a encontrar, la había perdido por un estúpido error. Apoyó su espalda contra la pared y se dejó caer al suelo, miró por aquella ventana que estaba por encima de su cabeza, delante de ella, y vio que había dejado de llover y empezaba a salir el sol. Maldijo su suerte, seguro que había salido solo por hacerle daño, cogió su móvil e intentó llamarla, le colgó, iba a mandarle un mensaje cuando su móvil vibró, cuando lo leyó las lagrimas surcaron sin rumbo su cara.

“No me llames, no me escribas, no me saludes si me ves por los pasillos… a partir de hoy has dejado de existir para mí. Jenny”.

19.

AMOR A QUEMARROPA…

Se dio la vuelta en la cama, su despertador marcaba las 3 de la madrugada, no había podido dormir nada. En su mente solo estaba la imagen de Emma y aquella chica, su beso. El dolor que sentía no cabía en aquella pequeña habitación, necesitaba aire o moriría asfixiada por su propio sufrimiento.

La primavera parecía que se empezaba a imponer durante el día, pero por la noche seguía el frío invernal que corta la piel con su viento helado. Aun así no le importaba, era mejor sentir frío que el dolor. Protegida por la oscuridad paseaba por la calles de la ciudad, la rabia se había transformado en lagrimas y las lagrimas en hielo que empezaba a cubrir su corazón. Se sentía engañada del mismo modo que la había engañado cuando vivía en Londres con sus padres. Llegó a un parque cercano a su casa, el lago seguía medio congelado y la hierba tenía una fina capa blanca encima. Se apoyó en la barandilla y recordó.

Se conocieron al poco de que Jenny se instalase con sus padres en Londres. Era la tercera mudanza de ese año y, aunque su padre le había prometido que sería la última, la relación con ellos se estaba resintiendo día a día. Su hija se iba encerrando en si misma y poco a poco se fue convirtiendo en una extraña para ellos.

Aquella noche Jenny había decidido aprovechar la ausencia de sus padres, de nuevo habían viajado por negocios y la habían dejado sola, para salir a los locales gays de la ciudad. Llevaba ya mucho tiempo sabiendo que le gustaban las mujeres, pero no había estado nunca con nadie ¿Cómo iba a estarlo viajando de un sitio a otro? Buscó por internet un bar al que poder ir, eligió la ropa, vaqueros y una camiseta serían perfectos y una hora más tarde estaba frente a una puerta alumbrada con luces de neón en la que se podía leer “She’s”. Miró la cola de chicas y se sintió un bicho raro, ¿Qué haría ella allí sola? Se dio la vuelta para irse y entonces la vio, era alta, con un cuerpo perfecto enmarcado con unos pantalones de cuero negro y un top, que dejaba al descubierto más de lo que tapaba, a conjunto. Su cabello era como fuego ardiendo y sus ojos verde esmeralda quitaban la respiración. La recorrió de arriba a bajo sintiendo algo nuevo, una sensación en su estómago, como millones de mariposas volando. Pasó por su lado y entró en el local, necesitaba conocerla, así que sonrió al portero que la miraba con ojos interrogantes y la siguió al interior.

Se sentó, estratégicamente, en la barra para seguir disfrutando de su cuerpo sin ser vista. No podía quitar los ojos de su cuerpo era como un imán que la atraía inexorablemente y la obligaba a disfrutar de cada curva y cada detalle de su hermosa figura. Entonces aquella diosa de fuego se giró pillándola con sus ojos fijos en ella, Jenny al verse descubierta bajó los ojos al vaso y se sonrojó entera, nunca antes había sido tan descarada con alguien. La chica observada se acercó a ella, su andar transmitía seguridad y sensualidad, se puso a su lado y sin mirarla le dijo.

Chica: ¿Puedo invitarte a una copa? – Jenny sintió morirse, su voz llegó a su cerebro y la dejó sin posibilidad de articular palabra, simplemente sonrió y la chica lo tomó como un sí – me llamó Sophie.

Jenny: Jenn… Jennifer…

Sophie: ¿Y has venido sola Jennifer? – Jenny de nuevo asintió, se veía incapaz de pronunciar una silaba y solo veía los labios de aquella hermosa mujer hablándole y sonriéndole. – bien – esa respuesta la dejó algo desconcertada pero antes de poderle dar importancia añadió - ¿bailamos?

No tuvo tiempo de contestar, Sophie tiró de ella hacia la pista de baile, su piel estaba ardiendo como su pelo y sus ojos incendiaban a Jenny cada vez que se posaban en ella. Sus cuerpos se juntaron, dejando apenas aire entre ellas, las manos inflamables de Sophie quemaban la piel de Jenny por encima de la ropa, estaba completamente desarmada. Sus piernas se entrelazaron para aumentar el contacto y Jenny empezó a notar que la humedad invadía su entrepierna. Los movimientos del baile hacían que sus cuerpos se rozaran intercambiando el sudor, Jenny sentía que volaba mientras su cuerpo se mezclaba con el de aquella increíble mujer. Los labios de Sophie atraparon su cuello, eran cálidos y húmedos, cerró los ojos, si tenía alguna defensa que evitara lo que estaba a punto de pasar, con ese roce se perdieron entre deseo y humedad. La voz rota por la lujuria de Sophie, resonó en su cerebro cuando le dijo “vámonos”. No hubo más palabras, era como una muñeca sin voluntad llevada por una llamarada de deseo que la consumía por dentro y deseaba salir con urgencia. Fueron por la calle entre besos y caricias por debajo de la ropa, no tardaron en llegar a la que debía ser la casa de Sophie. Una vez en el ascensor la pasión fluyó sin barreras, sus bocas se juntaron con ansiedad, Jenny, aun sin saber qué hacer, dejaba que su cuerpo respondiera a lo que Sophie le ofrecía. Entraron en el piso y Sophie la atrapó entre la pared y su cuerpo, juntándose hasta casi traspasarla. Sus lenguas luchaban a perder la batalla, mientras sus manos iban despojando al cuerpo contrario de toda traba en forma de ropa. Como pudieron llegaron a la cama, donde cayeron para que todo ese fuego se apagara una y otra vez. Sophie recorría su piel conocedora de todos los rincones, lamió sus poros y cuando llegó entre sus piernas se deleitó con aquel líquido que fluía fruto de tanto fuego. Los espasmos no tardaron en atravesar su cuerpo, era como relámpagos de lujuria que la dejaron completamente relajada y sin movilidad. Pero Sophie no tenía bastante, por eso atrapó sus labios dejando su propio sabor en su boca, y encendió de nuevo el fuego entre ambas, esta vez fue Jenny quien se dedico a lamer y besar la piel blanca de la pelirroja, mientras su mano se trasladaba entre sus piernas dándole todo el placer que antes había sentido ella.

Hicieron el amor durante toda la noche, era como un fuego que se apagaba, y cuando finalmente cayeron rendidas y dormidas, Jenny no pudo evitar sentirse la persona más feliz del planeta.

A la mañana siguiente cuando abrió los ojos todo pareció irreal, se sentía desorientada y confusa, poco a poco fue reconociendo el lugar aunque con la luz del día tenía otro aspecto. Estaba desnuda, lo que confirmaba que la noche anterior no había sido un sueño, pero no había nadie con ella en la cama. Buscó por la habitación, no había señales de que hubiera nadie, en el suelo solo estaba su ropa, se había ido. Miró a su derecha, a la mesilla de noche, y vio un papel en ella. Lo cogió mientras se sentaba en la cama, era una nota de Sophie, mientras lo leía las lágrimas empezaron a recorrer su rostro y se sintió sucia y utilizada. Rápidamente se puso en pie y empezó a vestirse torpemente mientras seguía llorando, no por tristeza sino por la rabia que sentía, por haberse dejado engañar así. Una vez vestida se hizo una coleta y salió de aquel piso que ahora le oprimía su alma desgarrándola minuto a minuto. Encima de la cama dejó la nota que la había devuelto a la realidad, donde se leía “Fue una noche increíble, me ha encantado coincidir contigo, por favor cierra la puerta al salir. Sophie”.

Sus recuerdos demasiadas veces volvían a aquella noche, ahora mirando fijamente al hielo de aquel lago se dio cuenta de que su interior no era mucho más cálido que esa agua. Las lagrimas huían de sus ojos emborronando el azul de sus pupilas, aun le dolía ese recuerdo, ese engaño, esa noche de placer mentido. El mismo engaño que había sentido al ver a Emma besar a esa chica, la misma mentira que ahora sentía que había sido su beso, sus caricias y sus palabras. Llegó a creer que con ella sería diferente, que podría llegar a confiar en sus sentimientos, pero se equivocó y ahora solo quería dejar de sentir, olvidarla para siempre.


20.

MAKE YOU FEEL MY LOVE

No había sabido de ella, aunque le había pedido que no la llamase, pensó que lo haría, en el fondo deseaba que lo hiciera. Abría los ojos por la mañana y se prometía olvidarse de ella, encontrar a otra persona que la llenase o quedarse sola, pero sin ella. Luego llegaba la noche y las decisiones tomadas parecían mucho menos importantes, sus sentimientos la empujaban a pensar en ella, sentirla, desearla. Llegaba la noche y las sabanas eran testigos de sus lágrimas por no tenerla cerca.
Quiso respetar sus deseos, no la molestó, aunque le costó horrores no llamarla y explicarle que lo que había visto era solo una muestra de cariño entre su mejor amiga y ella. Se pasó los días encerrada en su despacho con la cabeza metida en su tesis, aunque sus pensamientos eran solo para ella. Respiraba sabiendo que ya no lo haría nunca como antes, que siempre habría un pequeño dolor punzante en su pecho fruto de la perdida. Su madre intentó animarla, estaba mucho mejor y eso le permitía actuar como lo que era, su progenitora y primera protectora ante el dolor.
Así entre dolor y lagrimas las dos llegaron a la noche del Festival, Jenny se había comprometido con Marta que iría a verlo, ya que salía interpretando a Julieta en el balcón. Por su lado Emma, que seguía decidida a actuar, había preparado un número que llevaba en el más absoluto secreto y que tenía a Dennis muerto de curiosidad.
Emma: No, he dicho que yo me he ocupado de todo así que os podéis ir a sentar.
Gloria: Pero nena, ¿No dejaras que te echemos una mano?
Dennis: Eso y de paso nos enteramos de qué va ese número secreto.
Iba a contestarle cuando sus ojos se encontraron con los de Jenny, allí estaba de pie, completamente inmóvil, quiso acercarse y hablarle, pero en su lugar bajó la mirada. Jenny se quedó unos segundos más allí hasta que Marta llegó a ella y se la llevó para que la ayudara.
Marta: ¡Suerte que has llegado! Creo que me va a dar un infarto.
Jenny no contestó simplemente le sonrió y se fue con ella, Emma la vio alejarse, sus dos amigos seguían discutiendo pero su mente estaba muy lejos de allí.
Dennis: ¿Estas bien?
Emma: Perdona ¿qué? – regresando a la tierra.
Gloria: Déjala que está nerviosa – tocó su brazo cariñosamente, había visto a Jenny alejarse y sabía perfectamente donde estaba su mente.
Emma: Gracias – susurró – bueno me voy a preparar que este año voy la primera. – realmente estaba nerviosa también, pero eso era algo a lo que ya estaba acostumbrada.
Jenny por su lado estaba con Marta ayudándola con el peinado y el maquillaje, pero no escuchaba nada de lo que esta decía, solo veía a esos ojos avellana mirarla con un aire de tristeza que no le había pasado desapercibido. Le habría gustado acercarse, abrazarla, decirle que la perdonaba, pero su orgullo se lo impidió.
Marta: Y luego entra Peter con su frase… - mirando a su amiga que miraba el cepillo del pelo fijamente - ¿me estas escuchando?
Jenny: ¿Perdona? – volviendo en si – perdona… estaba pensando en…
Marta: ¿En ella? – Aunque la gente pensaba que Marta era algo tonta la verdad es que no se le escapaba una – te he visto como la miras y como te mira.
Jenny: No es nada… - bajando la mirada – bueno ¿y tu número cuando sale? – cambiando de tema.
Marta: Pues el penúltimo – cogiendo el papel con el orden – este año han puesto a los profesores los primeros, se van alternando – empezando a leer – sí ¿ves? La profesora Müller va la primera con su… vaya no hay título solo pone número 1 – mirando a Jenny – bueno a ver qué hace.
Cuando hubo dejado a Marta se fue a su sitio, parecía un niño pequeño que no se puede estar quieto, estaba nerviosa, sabía que en pocos minutos saldría y aunque se moría por verla, esa necesidad la asustaba sobremanera. Su mente discutía sobre si quedarse o irse cuando las luces se apagaron, ya era tarde, había llegado le momento.
Emma estaba detrás del escenario, como única escenografía una silla y las luces, iba escuchando el ruido de la gente en la platea y se iba auto convenciendo que ella seguía allí, tenía que estar. Su corazón latía acelerado, parecía que quería huir de allí sin contar con el resto del cuerpo. Cerró los ojos, necesitaba coger aire o no le saldría la voz, entonces sus ojos azules se le aparecieron en medio de la oscuridad, eran dos faros donde agarrarse para encontrar esa paz ahora perdida. Suspiró, había llegado el momento. El presentador dijo su nombre, las cortinas se abrieron y la gente aplaudió. Emma aun con los ojos cerrados dejó que todo quedara en silencio, solo le importaba ella, entonces abrió los ojos y en medio de la oscuridad creyó ver esos dos faros mirándola fijamente y la paz la llenó por completo. La música empezó a sonar y su voz flotó entre la gente como gotas de llevadas por la brisa después de la tormenta. PLAY http://www.youtube.com/watch?v=0put0_a--Ng
Emma: When the rain is blowing in your face. And the whole world is on your case. I could offer you a warm embrace. To make you feel my love. When the evening shatters and the stars appear. And there is no one there to dry your tears. I could hold you for a million years. To make you feel my love. I know you haven’t made your mind up yet. But I would never do you wrong. I’ve known it from the moment that we met. No doubt in my mind where you belong. I’d go hungry I’d go black and blue. I’d go crawling down the avenue. Know there’s nothing that I wouldn’t do. To make you feel my love. – Jenny escuchaba cada nota sintiendo estallar su corazón, esas palabras eran para ella lo sabia. Emma, la buscaba entre la oscuridad, necesitaba ver esos faros que la guiaban entre sus propias sombras, pero un espeso manto de almas se lo impedía y siguió cantando poniendo en cada nota su propia alma - The storms are raging on the rolling sea. And on the highway of regret. The winds of change are blowing wild and free. You ain’t seen nothing like me yet. I could make you happy make your dreams come true. Nothing that I wouldn’t do. Go to the ends of the earth for you. To make you feel my love. To make you feel my love.
La sala quedó en silencio, solo unas milésimas de segundo que para Emma pareció un siglo, una eternidad en la que estuvo perdida en el azul de los ojos de Jenny que la había atrapado con su dulce marea y no la podía soltar. Entonces pestañeó y el auditorio estalló en unos emocionados aplausos, la gente silbaba y vitoreaba su nombre. Buscó a Jenny, pero donde antes estaban esos enormes ojos azules ahora solo había un asiento vacío. Decepcionada bajó la mirada, en aquel instante empezó a sentirse desnuda en el escenario y deseó salir huyendo. Saludó y se dirigió detrás del escenario, había llegado el momento de marcharse y empezar a olvidarla.
Mientras recogía sus cosas intentaba retener, en vano, las lagrimas. Estaba claro que Jenny no quería saber nada de ella y esa evidencia, por otro lado ya conocida, la estaba destrozando a cada segundo que pasaba.
La gente a su alrededor quería felicitarla, pero ella los ignoró, solo quería salir de allí, dejar atrás esas paredes que ahora le oprimían el alma y la dejaba sin oxigeno.
Al fin logró llegar a su destino, la puerta de salida, al otro lado estaría sola y podría recrearse en la miseria que era su vida. Empujó y cruzó el umbral que la separaba del aire fresco de la noche. Empezó a caminar por el camino que llevaba al parquing cuando la vio, estaba sentada en uno de los bancos, la luz de la luna la bañaba con un blanco perfecto y parecía una estatua de mármol. Su corazón había dejado de latir y tuvo que recordarse de respirar, se puso en pie justo cuando llegó a su lado y creyó morir en ese mismo instante en que la miró con esos enormes ojos azules.
Emma: Hola.

21.
DESPERTAR
Perezosamente abrió los ojos, no estaba en su cama, dudó unos segundos y entonces recordó donde se encontraba y por qué.
Mientras veía a Emma cantar apenas podía respirar, palabra tras palabra su corazón iba borrando las dudas dejando solamente el sentimiento. Notó sus ojos llenarse de lágrimas, lo que sentía por ella la abrumaba sintiéndose sobrepasado por ese amor.
Las luces se encendieron y se vio descubierta por sus ojos miel que la llevaron a un torbellino de sensaciones que la mareó, aunque no podía dejar de mirarla, era tan hermosa.
En cuanto empezaron los aplausos vio una oportunidad de huida y se marchó, debía escapar de esos sentimientos. Iba por el pasillo andando deprisa mientras pensaba en las razones por las que huía o mejor dicho las excusas, sabía cuales eran sus sentimientos y estaba segura que Emma sentía lo mismo, lo veía en sus ojos, entonces ¿por qué tenia tanto miedo? Detuvo su paso mientras pensaba en la respuesta a esa pregunta, tenía miedo, se había enamorado de alguien y le daba pánico volver a sufrir, pero… ¿No estaba sufriendo ya? Sufría por no tenerla, por necesitarla cuando se acostaba y cuando abría los ojos por la mañana. A lo mejor por una vez la respuesta no era salir huyendo, a lo mejor esta vez debía afrontar esos sentimientos que la rasgaban por dentro. Cerró los ojos, las imágenes de Emma se agolpaban en su mente, su sonrisa, sus ojos tímidos, sus mejillas que se sonrojaban cuando la veía. Se vio a ella a su lado, besándola, abrazándola, sintiéndola en su piel y sonrió, deseaba eso más que nada en este mundo. Cuando volvió abrir los ojos lo tenía claro, no quería seguir huyendo, quería estar con ella.
Decidió esperarla en la salida del parquing, tenía la intuición que saldría por allí, aunque no estaba segura. Se sentó en uno de los bancos y miró hacia la luna que lucia en todo su esplendor y regalaba una enorme sonrisa a la pobre chica hecha un mar de nervios.
La puerta se abrió y la luz del interior recortó su silueta, todo el monologo que había preparado para cuando la viera se le acababa de olvidar, no sabía ni siquiera si estaba o no respirando. Dudó un instante si levantarse y salir corriendo, pero al final solo se quedó allí de pie mirándola. Emma llegó rápidamente a su lado, en sus ojos se reflejaba la sorpresa de verla allí y la rojez del llanto. Se perdió en esos ojos, luego siguió el camino hasta sus labios para volver rápidamente a sus ojos de miel. Debía hablar, pero sus palabras se habían evaporado y su cuerpo restaba paralizado.
Emma: Hola.
Se dio cuenta que nunca encontraría palabras que pudieran describir lo que su corazón estaba sintiendo, el mismo que bombeaba aceleradamente la sangre y retumbaba en sus oídos. Dio un paso adelante, puso sus manos en las mejillas de Emma y lentamente acercó su rostro hasta rozar con sus labios los de ella. Un leve beso, simple, corto y cargado de sentimientos. Se separó un instante, para mirarla a los ojos, quería saber si aun tenía una oportunidad. Entonces Emma con una enorme sonrisa la agarró por la cintura y la besó de nuevo, esta vez con mucha más pasión, profundizando el beso y dejando que sus lenguas empezaran a jugar en la boca de la otra. Cuando finalmente se separaron, Jenny temblaba de excitación.
Jenny: Hola… - fue su única palabra, el resto lo dijo su cuerpo cuando de nuevo se acercó al de Emma.
Una enorme sonrisa se instaló en su rostro mientras recordaba, entonces miró a su lado, allí estaba ella, la chica de sus sueños, la que le había hecho perder el miedo y la cabeza al mismo tiempo. Estaba plácidamente dormida, desnuda, era tan bella, tan extremadamente perfecta. Acarició su mejilla sonrojada, no quería despertarla, no quería romper su sueño, pero necesitaba ver sus ojos de miel, sentir sus labios en los suyos y volver a tocar esa piel cual mármol.
Emma lentamente fue abriendo los ojos y topó con los de Jenny que la miraban fijamente, no había sido un sueño, o si, había sido el mejor de los sueños y ahora despertaba para seguir soñando.
Emma: Buenos días – dijo empezando a desperezarse e incorporándose para besarla - ¿hace mucho que estas despierta?
Jenny: Qué va, solo unos minutos, estas preciosa cuando duermes – devolviéndole el beso recibido con los buenos días.
Emma: Ya seguro, babeando y pegando coces – mirándola con una sonrisilla – porque pego coces ¿eh?
Jenny: Pues a mi no me has pegado ninguna hoy – acurrucándose en su pecho – ¿quieres que hagamos algo hoy?
Emma: Vale… ¿qué te apetece?
Jenny: mmm – empezando a acariciar su tripa con la yema de sus dedos – se me ocurren algunas cosillas.
Emma: Ya veo ya…
Jenny se tumbó encima de su chica y empezó a besar su cuello, la tenia atrapada y eso le encantaba, aunque Emma se resistió más bien poco. Recorrió la zona con su lengua, su piel era dulce como el algodón de azúcar, llegó al lóbulo de su oreja y lo atrapó con sus dientes, lo que provocó un leve gemido en su prisionera. Las manos de Emma recorrían la espalda de la morena mientras se dejaba besar y lamer, no podía resistirse, ni tampoco quería. Empezó a sentir la humedad en su entrepierna, deseaba a aquella mujer más que nada en el mundo.
Con un gesto rápido se puso encima de ella a horcajadas, Jenny sonrió, le encantaba que tomará la iniciativa de aquella manera, sin miedos, solo siguiendo sus instintos y deseos. Lentamente se fue acercando a sus labios y los besó, fue un beso largo, lleno de la pasión que las dos tenían en su interior, las lenguas jugaban entre ellas, luchando para ganar el puesto. Emma lamió sus labios y luego empezó a recorrer su barbilla, cuello y finalmente el contorno de sus pechos. Eran dos montes perfectos, dos cimas que conquistar una y otra vez, llegó a la primera y la coronó chupando el pezón, que poco a poco se fue endureciendo. A medida que Emma lamia y chupaba esa perlita, Jenny se iba excitando más y más, dejando escapar gemidos de su garganta. Cuando hubo terminado y el pezón estaba erecto como una roca, se dirigió a su vecino, lo chupó y lamió sin piedad, mientras Jenny sujetaba su espalda con las uñas, dejando claro que no quería que parase. Se separó un instante y la miró, en sus ojos había fuego, pasión ardiendo en cada poro de su piel. Lentamente fue descendiendo dejando un rastro cual lava, por su cuerpo, hasta llegar al centro de todo su deseo. Sus piernas estaban abiertas invitándola a pasar y no dudó, con la lengua rodeó el clítoris, produciendo de inmediato un gemido gutural de su novia, la zona estaba completamente húmeda y receptiva, no había dudas. Poco a poco, sin prisas, fue lamiendo todo, saboreando aquel líquido dulce como néctar de frutas. Cada vez que su lengua pasaba encima del clítoris Jenny embestía con sus caderas, deseando más intensidad y Emma no quiso hacerla sufrir más. Acopló su boca completamente a la zona, lamiendo intensamente, acelerando cuanto podía el movimiento, Jenny no paraba de moverse y eso aun le producía un mayor placer. Entonces con dos de sus dedos la penetró, en cuanto Jenny sintió que entraba dentro de ella creyó morir, chilló y se empezó a mover aun más rápido, las embestidas eran incontroladas, Emma entraba y salía sin parar mientras su lengua seguía lamiendo intensamente, las contracciones alrededor de sus dedos le estaban indicando que pronto llegaría el momento y así fue, Jenny se tensó por completo mientras gemía, luego todo se calmó. El cuerpo extasiado de la morena se dejó caer en la cama, mientras la rubia empezó a realizar el recorrido inverso, besando cada trozo de aquella piel de terciopelo. Cuando llegó a sus labios la beso, un beso cargado de amor, para luego caer a su lado, entre sus brazos.
Con una enorme sonrisa, Jenny se incorporó, si Emma se había pensado que allí había acabado todo estaba muy equivocada. Cubrió su cuerpo con el suyo y empezó a besarla mientras sus manos buscaban aquellos maravillosos pechos, que encontró hinchados de deseo. Se deslizó ágilmente hacia a ellos y los rodeó con sus labios, besó a besó, fue acortando su camino hasta sus pezones, donde se entretuvo, los lamió, chupó y besó hasta que el deseo los mantuvo duros. Entonces regresó a su boca y la besó apasionadamente, introdujo su lengua y empezó a jugar con la de Emma, mientras una mano descendía cuerpo abajo, llegando al centro de su cuerpo. Metió la mano entre las piernas de Emma y pudo sentir su humedad, lo que produjo aun más entre las de ella, su excitación la llevaba a desearla aun más. Lentamente fue acariciando la zona, el clítoris, los labios, introdujo un poco los dedos y los sacó rápidamente, mientras Emma solo podía gemir y suplicar en silencio que no terminara jamás. Poco a poco volvió a meter uno de sus dedos dentro de ella, Emma se empezó a mover, cabalgaba encima de su mano sin poderlo evitar mientras sentía aquel dedo en su interior. Jenny sonrió, deseaba a esa mujer, así que poco a poco se dio la vuelta quedando boca abajo, Emma no necesitó explicación, lo entendió. Puso su cabeza entre sus piernas y empezó a lamer con ansia, de nuevo la zona estaba completamente empapada, deliciosamente mojada de aquel líquido dulce como la miel. Mientras lamía sentía la lengua de Jenny recorrer su clítoris, lamer y empujar sin cesar, lo que le producía una excitación jamás sentida. Los movimientos de ambas se fueron acelerando, las caderas embestían a la otra y buscaban un mayor contacto. Hasta que casi a la vez se tensaron, contrajeron y relajaron. Fue algo increíble, como si una marea las hubiera arrojado a otro mundo, donde sus sueños se hacían realidad. Durante unos segundos nos se movieron, aun en esa posición, hasta que Jenny se giró acoplándose al cuerpo desnudo y sudoroso de su novia. Eran una sola, un encaje perfecto que nada ni nadie podría romper. Emma le acariciaba el pelo en silencio mientras Jenny hacia lo mismo con su espalda y así, amándose con todo, cuerpo y alma, se quedaron de nuevo dormidas.


22.
SINCERIDAD…
Cuando abrió los ojos se encontró sola en la cama, el lado que horas antes había ocupado el otro cuerpo desnudo, estaba vacío y el silencio era el único habitante de la habitación. Se sentó en la cama con miedo a que se hubiera marchado, a que una ola de arrepentimiento hubiera cruzado su mente y se hubiera ido para no volver. Sentía nervios en la tripa y unas tremendas ganas de llorar y entonces el olor a café la tranquilizó.
Jenny: He pensado que debíamos desayunar algo – entrando con una bandeja – así que he preparado café y he bajado a comprar croissants calientes – sentándose a su lado en la cama y dándole un beso - ¿sabias que la chica de la panadería es lesbiana? Nada mas entrar la he calado, vamos que aunque quiera disimular no puede la pobre. – Emma seguía algo desconcertada y sin saber qué decir – ¿Se te ha comido la lengua el gato?
Emma: Ehem… no, no, perdona es que…
Jenny: ¿Qué? – ofreciéndole una de las tazas.
Emma: Nada, que me ha dejado muerta lo de la chica del pan – riéndose – espero que no pretendas ligártela ¿eh?
Jenny: mmm – mordiendo sensualmente un trozo de croissant – pues…
Emma: ¡Oye! – dándole un golpe en el brazo.
Jenny: Era broma – riéndose – pero la verdad es que es muy mona ¿eh?
Emma no quiso seguir con la broma, más que nada porque podía acabar muerta de celos y quemando la panadería y no era la mejor opción. Miró a Jenny y se preguntó como había podido tener tanta suerte, ¿qué había hecho ella para conseguir tenerla a su lado finalmente? Y entonces Laura apareció en sus pensamientos, debía hablarle de ella y contarle sus amenazas, no quería empezar la relación con secretos.
Jenny bebió un sorbo de café y miró a Emma que de pronto se había quedado algo pensativa, algo la preocupaba, no sabía si preguntar o esperar a que ella se lo contara. Se decidió por la primera opción, quería que supiera que ante todo estaba allí para compartir todo con ella, lo bueno y lo malo.
Jenny: Preciosa, ¿qué te preocupa?
Emma: Tengo que contarte algo. – el tono de Emma preocupó a Jenny, pero no dijo nada, solo guardó silencio esperando a que comenzara - ¿Recuerdas a Laura? – Jenny asintió – me culpa de la muerte de Mónica – sus ojos se tornaron oscuros por los recuerdos dolorosos – A veces me preguntó si no tendrá razón – Jenny fue a hablar pero la interrumpió – si yo no hubiera reaccionado de aquella manera, si ella no hubiera saltado para protegerme, si nos hubiéramos quedado en casa como ella quería… - una lagrima rodó mejilla abajo – son tantas las opciones, pero siempre el mismo resultado. Aunque no es de eso de lo que quiero hablarte… - bebió un sorbo de café para ordenar sus pensamientos – Laura me amenazó.
Jenny: ¿Cuándo?
Emma: Cuando estaba en casa de mi madre vino a verme, se presentó por la noche y me dijo que si me acercaba a ti podría pasarte algo como lo que le pasó a Mónica – cogiendo su mano con los ojos llenos de lagrimas por derramar – por eso pensé en hacerte creer que estaba con otra persona – Jenny asintió sin palabras – pero no pude, no tenía fuerzas para alejarme de ti y menos aun para alejarte de mí. – Jenny sonrió mientras acariciaba su mejilla con la mano – pero aun así tengo miedo, es alguien peligrosa, capaz de hacer daño. Además… - bajando la mirada sin saber como continuar.
Jenny: ¿Qué? – dijo algo más ansiosa de lo que aparentaba estar.
Emma: Conoce cosas de mi pasado… - sintiendo un nudo en el estómago – después de la muerte de Mónica, quería vengarme, devolver todo el dolor que había sufrido. Quería hacer pagar al culpable.
Jenny: ¿Pero no fue a la cárcel?
Emma: No, se libró por un tecnicismo legal…
Jenny: Ya…
Emma: El caso es que yo quería vengarme, no pensaba en otra cosa, respiraba venganza y pensaba que si lo hacia ese dolor se iría y podría recuperar mi vida. Estaba tan ciega… - se pasó la mano por el pelo nerviosa – Estaba tan obsesionada que empecé a seguir al tipo que me había arruinado la vida – sus palabras se arrastraban por la habitación como largos gusanos bajo tierra – le esperaba por la mañana cuando se iba a trabajar y por la tarde cuando se iba a casa, lo seguía si se iba a algún bar de mala muerte y si se llevaba a alguien a casa… hasta que una noche… - tuvo que pararse unos instantes, Jenny la miraba expectante como si se temiera el final de la historia – iba andando por uno de los callejones que estaban detrás de su bar favorito, muy borracho, me acerqué a él por la espalda con la intención de clavarle la navaja que días antes había comprado, no quería darle tiempo a reaccionar, solo quería verlo muerto – en sus ojos Jenny vislumbró un rastro leve de ira – entonces se dio la vuelta y me vio, no supe cómo reaccionar… - se puso en pie nerviosa – él me reconoció al instante, se quedó mirándome como esperando que yo dijera algo, pero el miedo de ver su cara tan cerca me tenía paralizada. Él fue el primero en hablar, comenzó a recordar la noche del atraco, hablaba de Mónica como si fuera una cualquiera, la llamó muñeca y dijo que habría sido el mejor polvo de su vida, luego nos llamó putas lesbianas – cada detalle estaba grabado a fuego en su mente – no sé en qué momento se acercó tanto a mí que pude oler su aliento a cerveza, pero para cuando me quise dar cuenta ya era demasiado tarde. Me agarró por el cuello e intentó ahogarme, yo luché como pude, pero aun yendo borracho era mucho más fuerte – mientras hablaba andaba por el cuarto de un lado a otro – entonces cogí la navaja de mi bolsillo y se la clavé con todas mis fuerzas en el cuello, me iba a matar – de sus ojos empezaron a rodar lágrimas de terror – solo me defendí, pero… - cubriendo su rostro con las manos y cayendo de rodillas al suelo – yo lo maté Jenny, yo maté al hijo de puta que había asesinado a Mónica.
Jenny se puso en pie y la abrazó, aquella chica despertaba en ella un instinto protector nunca antes experimentado, quería sacarle todo ese dolor, arrancárselo y lograr que fuera una persona plenamente feliz y con una vida llena de alegrías. Emma se apartó y la miró aun con lágrimas en los ojos.
Emma: ¿No me odias? – en el fondo lo que más la aterraba era que Jenny sintiera repulsión por lo que había hecho.
Jenny: ¿Cómo podría odiarte? Te quiero. ¿No te has dado cuenta aun? – sonriéndole con ternura.
Emma: Es que… - volviendo a intensificar su llanto – pensaba que si sabias lo que había hecho no querrías estar conmigo…
Jenny: Pero que tonta eres – abrazándola – lo que hiciste fue para salvar tu vida – le acariciaba el pelo con suavidad en su voz – él te estaba estrangulando y te defendiste, no podría odiarte jamás, pero por esto menos – entonces comprendió lo que tenía que ver Laura en todo aquello - ¿Laura te amenazó con contármelo? – Emma asintió – que hija de… - conteniendo sus ganas de arrancarle la cabeza – pues no debes temer ya nada, te amo y quiero estar contigo por encima de todo ¿Vale?
Emma asintió, en los ojos de Jenny había visto pura sinceridad y eso la tranquilizó, aunque aun estaba nerviosa por Laura. Sabía que no se detendría ante nada para vengarse, ella se había sentido igual. Debía proteger a Jenny con su vida si era preciso, no permitiría que pasase de nuevo lo mismo, no perdería a quien amaba de nuevo.

23.
ODIO…
¿Qué es el odio? ¿Nacemos odiando o aprendemos a odiar?
Laura nació en el seno de una familia desestructurada, su madre se largó cuando ella tenía cuatro años, conoció a un chico joven y se fugó con él, dejando atrás a su marido y a su hija. No le importaron, no pensó en ellos, solo en ser feliz de una vez con aquel chico. Cuando Laura cumplió quince años, su padre ya llevaba diez bebiendo, no era violento, simplemente bebía hasta quedar inconsciente en el sofá con la tele puesta. Ella era quien debía ocuparse de todo, limpiaba, cocinada y se aseguraba que en la despensa no faltaran botellas para su padre al que adoraba.
En el colegio era el bicho raro, callada y tímida, incómoda con la gente y feliz en su soledad más absoluta. Nadie se le acercaba, nadie le preguntaba como estaba y en el fondo ya le iba bien, así no tenía que contarle a nadie su vida de la que sentía la más absoluta vergüenza.
Cuando llegó el instituto las cosas no cambiaron mucho, había crecido, pero seguía siendo callada y solitaria. Y entonces conoció a Mónica, su compañera de pupitre, una chica jovial, risueña, inteligente y preciosa, de la que rápidamente se enamoró. No es que le gustaran las chicas, no podía afirmarlo en absoluto porque solo le había llamado la atención esa chica, aunque tampoco le habían llamado nunca la atención los chicos.
Se convirtieron en amigas inseparables, iban juntas al cine, estudiaban juntas, daban largos paseos y cuando no se veían se llamaban por teléfono para seguir sus eternas charlas. Laura se iba enamorando día a día de su compañera y empezó a creer que sus sentimientos eran correspondidos, al fin y al cabo se pasaba el día con ella ¿no?
Laura no quería alejarse de ella, por eso eligió estudiar periodismo, así podrían seguir estando juntas para siempre. Aquel verano, antes de irse a la universidad, Mónica se fue de viaje con sus padres mientras Laura se quedó en casa junto a su padre, que no hacía nada más que beber y llorar la ausencia de su exmujer. Se enfadó un poco con ella, la había dejado sola dos meses, pero finalmente entendió que no era culpa suya sino de su familia, que en el fondo siempre habían querido alejarla de su lado. Odiaba a la madre de Mónica, siempre con ese tono de superioridad al hablarle y su hermano, Dennis, un sabelotodo que quería ser gracioso. Si hubiera podido habría quemado la casa con ellos dentro, pero eran la familia de Mónica y si les hubiera hecho algo ella habría estado tan triste.
Los dos meses pasaron volando para una y lentísimos para la otra. Finalmente había llegado el día en que regresaba y podrían volver a estar juntas como antes, Laura estaba nerviosa, andaba por su habitación mientras pensaba en qué decirle. Habían dicho de verse por la noche, pero no podía esperar así que se fue a su casa a recibirla, seguro que le haría ilusión, pensó.
Cuando Mónica la vio sonrió ampliamente, en el fondo estaba feliz de reencontrarse de nuevo con su mejor amiga, además tenía muchas cosas que contarle de aquel verano. Subieron a su habitación, como siempre, su espacio donde podían ser ellas mismas. Laura estaba exultante de felicidad y expectante de saber qué quería contarle su amiga, a lo mejor estar sin ella esos meses le había servido para darse cuenta que en el fondo la amaba, ¿Quién sabe? No podía imaginarse lo que en realidad sucedía.
Laura se sentó en la cama y esperó a que Mónica cerrara la puerta, al parecer debía ser algo importante si cerraba, pensó. Entonces se sentó a su lado y con una luz en la mirada que nunca antes le había visto pronunció las palabras que a Laura se le clavaron en el corazón como puñaladas.
Mónica: He conocido a alguien especial.
Ni siquiera supo que contestarle, sonrió o eso le pareció, ya que su cuerpo le dejó de responder en algún momento. Sentía su corazón sangrar latido tras latido, mientras su amiga, el amor de su vida, le explicaba lo feliz que había sido esos días y lo maravillosa que era Emma. Emma, ese era su nombre, el nombre que maldijo en el mismo instante en que lo escuchó, ella era la que pretendía robarle a su amada, la que pensaba que son sus encantos lograría llevarse lo que por derecho era suyo. Empezó a sentir un leve calor en su interior, una chispa que estaba encendiendo un poderoso incendio, nadie se la podría quitar, Mónica era suya y de nadie más y quien lo intentara lo pagaría caro. Fue en esa cama, en aquella habitación, con su mejor amiga contándole lo feliz que era, cuando el odio se apoderó de ella y la llenó por completo.




24.
ÍNTIMO Y PERSONAL
Después de un fin de semana de ensueño, en que reforzaron su unión en cuerpo y alma, la realidad regresó para golpear su puerta. Emma debía ponerse en serio con su Tesis si no quería que el tiempo se le echara encima, y Jenny tenía que ponerse al día en las clases, había perdido muchas en ese último mes y tenia que leerse los apuntes que Marta le había ido pasando.
A las nueve de la mañana entraron por la puerta de la facultad, juntas, habían decidido que, al menos por ahora, era mejor mantener su relación en la más estricta intimidad. Querían disfrutar la una de la otra sin que nadie más se metiera de por medio, ni Laura con sus amenazas ni el resto del mundo con sus miradas y sus preguntas. Las dos sentían la necesidad de conocerse, de amarse y crecer juntas antes de meterse de lleno en el torbellino de realidad que era su mundo diario. Por eso mantuvieron las distancias hasta que llegaron al despacho de Emma, aun les quedaba media hora y se morían por besarse, más de una hora sin hacerlo era una tortura insoportable. Por suerte para ellas, Dennis no estaba y disfrutaron al máximo de su intimidad.
Emma cerró la puerta tras ella y al darse la vuelta los labios de Jenny se posaron en los suyos de forma violenta, pasionalmente desgarradora, sus manos treparon por debajo de su camiseta y buscaron sus pechos. Emma se separó unos centímetros e intentó poner algo de sensatez a la pasión que estaba quemando su entrepierna.
Emma: Si seguimos así no llegaras a clase…
Jenny: Puedo ir a la siguiente… no tengo prisa – sonrió con su boca pegada a la de Emma y esta le devolvió la sonrisa lanzándose de nuevo a besar sus labios.
En un arranque de pasional violencia tiró todo lo que había encima de su mesa, por suerte aquel día el portátil estaba aun en la funda porque sino seguro que habría acabado en el suelo destrozado. Entonces echó a Jenny encima de la fría madera ya con la parte de arriba de su cuerpo desnudo, se besaban con necesidad, con una animal desesperación mientras iban despojándose de la ropa. Emma atrapó los pechos de su novia, mordiendo los pezones con ferocidad, mientras Jenny sentía como se le humedecía hasta el alma. Empezó a recorrerla hacía abajo, pasando por su tripa, sus muslos, las rodillas y luego de nuevo hacia arriba, esta vez parando entre sus piernas. Cuando Jenny notó la lengua de la rubia en su interior dio un respingo, estaba descontrolada, no sabía qué sentir, solo podía jadear y rezar para que nadie las interrumpiera, porque no lo podría soportar. La lengua de Emma se ensañó en el clítoris de la morena, lo lamió y chupó una y otra vez sin darle tregua, mientras el cuerpo de Jenny se convulsionaba y se tensaba sin parar. El no gritar se estaba convirtiendo en algo complicado, aunque sabía que si lo hacía la podrían escuchar, así que cogió el jersey que había quedado colgado de la silla y lo mordió con todas sus fuerzas, ya no podía más, sentía que de un momento a otro iba a estallar y así fue. Todo su cuerpo se tensó mientras los escalofríos la recorrían de arriba a bajo, ni siquiera respiraba, entonces se relajó.
Emma trepó por su cuerpo hasta llegar a su boca y la besó, aun con restos de su sabor en ella, había sido algo inexplicable, nunca antes se había sentido así con nadie. Se abrazaron mientras Jenny recuperaba su respiración. Emma acariciaba su pelo mientras daba besos suaves en su cuello, Jenny sonrió mientras abría los ojos para mirarla. Lentamente se incorporó y empezó a besar su cuello, subió hasta su oreja y mordió el lóbulo lo que produjo un gemido de Emma, iba por buen camino. Sus manos se posaron en sus pechos mientras regresaba por su camino y atrapaba sus labios, deseaba darle el mismo placer que minutos antes había sentido ella. Abandonó su boca y fue bajando lentamente por su cuello hasta sus pechos, atrapó con su boca uno de los pezones, lo chupó y lamió mientras Emma gemía y se mordía los labios para que no la escucharan, entre sus piernas la humedad era más que presente, no necesitaría mucho más para llegar a la parte donde el gritar era inevitable y Jenny lo sabía. Con una de sus manos recorrió su cuerpo desnudo y se introdujo en aquel bosque mojado, primero acarició su clítoris con la yema de sus dedos, lo que produjo un respingo de excitación en su novia. Luego introdujo dos de sus dedos en su interior, Emma sentía a Jenny en su interior y se movía para aumentar el contacto, Jenny sonrió, mientras seguía jugando con sus pezones y metiendo y sacando sus dedos ahora más rápido. Emma subía y bajaba sus caderas, los dedos entraban y salían y le producían un inmenso placer, entonces Jenny subió hasta su boca y atrapó sus labios con violencia ahogando sus gritos. Un rayó atravesó el cuerpo sudoroso de Emma y se dejó caer desfallecida, nunca antes nadie había hecho con ella lo que estaba haciéndole aquella mujer morena con ojos azules como el mar. Jenny sacó sus dedos del interior de su novia y la besó.
Diez minutos más tarde se estaban arreglando, habían dejado el despacho hecho un desastre y ahora les tocaba ordenarlo todo.
Emma: Vamos a estar toda la mañana con esto – recogiendo cosas del suelo.
Jenny: Si es que no te controlas ¿eh? – chinchándola.
Emma: ¿Yo? ¿Quién ha empezado?
Jenny: Pues… - haciéndose la despistada.
Emma: ¡Serás! – empezando a hacerle cosquillas.
Jenny: ¡No! ¡Para! – riéndose y cayendo al suelo.
Emma: ¿Quieres que pare? – atrapando sus labios y dejándola sin aire.
Jenny: No… - casi en un susurro.
Emma sonrió y volvió a besarla tumbándose encima, Jenny puso sus manos por debajo de la camiseta, entonces Emma la miró aun sonriendo y preguntó.
Emma: ¿Nos vamos a casa?
Jenny simplemente asintió, estaba claro que no era el día de ir a clase, ni siquiera la semana y con un poco de suerte tampoco el mes. Solo les apetecía estar juntas, solas y hacer el amor tanto como sus cuerpos le permitieran.




25.
TE AMO…
Ajetreada en la cocina, canturreaba, mientras preparaba la cena, su madre había decidido regresar a su casa y por muy poca gracia que le hiciera debía respetarlo. Además, en esas últimas semanas había mejorado mucho, se tomaba la medicación sin que tuviera que supervisarla y habla con ella, siempre, contándole si estaba bien o estaba mal.
Jenny se paró en la puerta, apoyando su cabeza en el marco la observaba con una sonrisa. Allí estaba aquella mujer, rubia, bajita, con un carácter insoportable a veces, cantando a Katy Perry mientras preparaba la cena. Una imagen que le quitaba el aire, era preciosa y ella estaba tan extremadamente enamorada que se sentía morir si no la veía.
No pudo evitar acercarse por la espalda y rodearla con sus brazos, era demasiado tentador para no hacerlo. Ese simple contacto hizo estremecer a Emma, tenía un poder sobre ella que a veces la llegaba a asustar, con solo un roce de la morena esta se encendía como una antorcha. Giró sobre sus pies y se quedó nariz con nariz perdiéndose en esos ojos azules que la traspasaban hasta tocar su alma.
Emma: ¿Qué haces aquí?
Jenny: Pensé en venir a ver si necesitabas ayuda – frotando su nariz con la suya.
Emma: Pues… no, ayuda no necesito… aunque… - acercándose aun más a ella si eso era posible.
Jenny: ¿Qué? – pegando sus labios a los de Emma.
Emma: Creo que necesito… que me beses – juntando su boca con la de su novia y empezando un beso que lentamente se fue profundizando.
En algún punto entre el abrazo y el beso, las manos de Jenny se colaron debajo de la camiseta de su chica y le desabrochó el sujetador con una habilidad pasmosa, para luego atrapar los pechos con sus manos, a la vez que Emma metía las manos por dentro del pantalón de la morena agarrando las nalgas que la tenían loca, para acercarla más a su cuerpo que estaba apunto de estallar. Y entonces, cuando estaban apunto de dejarse caer al suelo para hacer el amor descontroladamente, su madre entró en la cocina.
Bernadette: Emma cariño creo que… - se quedó parada en la puerta con la frase por terminar y mirando a las dos chicas que intentaban desesperadamente disimular lo que era indisimulable.
Emma: ¿Qué quieres mamá? – sin poder mirarla a la cara de la vergüenza que sentía.
Bernadette: Nada cariño – intentando no reírse – mejor me voy al comedor ¿verdad? – Empezando a reírse por debajo de la nariz – os dejo que sigáis con vuestras cosas – sin poder contenerse más.
Emma: ¡Mamá! – Riéndose ella también – vete anda que así podré terminar la cena – mirando a Jenny que estaba roja como un tomate y aun mirando al suelo – y tu también anda, iros y dejadme trabajar.
Bernadette: Eso vámonos hija que no la dejamos trabajar – agarrando a Jenny que aun estaba decidiendo si reír o llorar de la vergüenza.
Emma le dio un pico a su novia y la siguió con la mirada mientras salía junto a su madre en dirección al comedor. Aquel culo la hipnotizaba, pensó, entonces se giró y siguió con la cena justo a tiempo para que no se quemase nada, mientras suspiraba por ese calor intenso que seguía sintiendo entre sus piernas y que por ahora tendría que esperar a ser apagado.
Mientras tanto en el comedor la madre de Emma intentaba mantener una conversación con la novia de su hija que no sabía donde meterse de la vergüenza.
Bernadette: Bueno…  ¿Qué tal la universidad?
Jenny: Bien… - mirando sus manos, nerviosa – he estado algo ocupada recuperando las clases que había perdido.
Bernadette: Seguro que mi hija de echará una mano encantada – sonriéndole y cogiendo su mano – se ve que te quiere mucho.
Jenny: Sí – mirándola por primera vez desde que habían salido de la cocina – y yo a ella, es lo mejor que me ha pasado en la vida – perdiéndose en los recuerdos de ese último mes – creo que nunca me había sentido así con nadie.
Bernadette: Ella tampoco, sé que quiso mucho a Mónica, pero nunca la había visto tan feliz, ni cuando estaba con ella.  Tú has llenado de luz sus ojos – Jenny se sonrojó – eso si – poniéndose algo más seria – te pediré que no le hagas daño, que si en algún momento tienes dudas o ves que ya no sientes lo que deberías sentir para estar con ella, por favor se sincera, hablad y solucionadlo. Es una persona comprensiva, cariñosa y muy frágil… - Jenny la cortó.
Jenny: Amo a su hija, la amo por encima de todo y nada hará que deje de amarla, pero – intentando contener unas lagrimas que acabaron cayendo por sus mejillas – si algún día algo sucede, seré sincera, por el amor que siento y por el respeto que le tengo – sonriéndole – pero no tendré que hacerlo, ella es la persona que me completa en todos los sentidos.
La madre de Emma sonrió y la abrazó emocionada, en el fondo solo quería estar segura que la dejaba en buenas manos, no es que no confiara en Jenny, por lo poco que la conocía le gustaba como era, pero ante todo debía proteger a su pequeña.
Escondida en el pasillo, con una ensalada en las manos y lágrimas en los ojos, Emma había escuchado toda la conversación.  Aquellas dos mujeres eran las más importantes de su vida, la una por todo lo que le había dado y le seguía dando, la otra por el amor que sentía por ella, un amor que iba mucho más allá de la vida misma. Regresó a la cocina donde dejó la fuente encima de la mesa y se limpió ese llanto que no era fruto del dolor sino de una inmensa felicidad que la desbordaba por todos los poros.
Durante la cena estuvo algo callada, no por estar triste o no interesada en lo que se hablaba, sino porque necesitaba disfrutar de ese momento para ella misma. Al fin había encontrado a la mujer de sus sueños, por muy cursi que eso sonara, estaba allí cenando con ella y con su madre. Así que casi no habló, se limitó a absorber instantes, la sonrisa de Jenny con algo que su madre había dicho, la mirada cómplice de su madre hacia ella cuando Jenny cogía su mano, el abrazo cuando se despidió de ella para irse a dormir, los ojos azules chispeantes que no la dejaron en toda la noche. Y millones de otros muchos instantes que la llenaron de energía y ganas de seguir coleccionando más el resto de su vida.
Su madre le dio un beso en la mejilla justo antes de meterse en su habitación y aprovechó para susurrarle un “bien hecho hija” al oído, adoraba a esa mujer. Emma le devolvió el beso y le contestó con un sincero “gracias mamá”. No hicieron falta más palabras, las dos supieron que significaba aquello. Luego Emma se volvió a su novia que seguía recogiendo la mesa y se quedó mirándola completamente embobada.
Jenny: ¿Qué? – preguntó al darse cuenta que la observaba.
Emma: Nada. – Sonriendo y acercándose a ella – es solo que… - dándole un beso – te amo.
A Jenny aquella confesión la cogió desprevenida y dejó caer lo que llevaba en las manos, por suerte eran solo unos cubiertos y las servilletas, miró a Emma que sonreía sin decir una palabra, dio dos pasos hacia ella y puso la mano en su mejilla. Emma recostó su rostro en aquella mano, su calidez y su suavidad la transportaron a la primera vez que rozó su piel por accidente y cuando se besaron en su despacho. Los labios de Jenny se posaron en los suyos y le regalaron un millón de mariposas, para luego separarse unos escasos milímetros y pronunciar las palabras tan ansiadas y sentidas.
Jenny: Yo también te amo.




26.
“ABRE LOS OJOS” (primera parte)…
Sentía un fuerte dolor en el costado, un punzante dolor que le penetraba hasta el alma, algo iba mal y en su mente solo una frase “abre los ojos”. Lentamente sus parpados se empezaron a mover, le estaba costando mucho, pero debía abrirlos, sentía que si no lo hacía ya no lo podría hacer jamás. Estaba echada en algún lugar desconocido, oscuro y con el suelo húmedo por las lluvias caídas ese día. Parecía un almacén abandonado, en la parte superior podía ver unas ventanas alineadas que permitían a la luz entrar vagamente, confiriendo al lugar un ambiente aun más lúgubre. Intentó ponerse en pie y de nuevo el dolor de su costado se hizo patente, instintivamente puso su mano donde sentía arder su cuerpo y al separarla se dio cuenta que estaba húmeda, sangraba. ¿Qué era lo que había pasado?
El despertador sonó como todos los días a las siete de la mañana, aun con la cabeza hundida en la almohada lo buscó palpando por la mesilla de noche y lo apagó, no le apetecía salir de la cama y mucho menos a esas horas de la madrugada. A su lado Jenny empezó a abrir los ojos, para ella madrugar sí era importante, tenía examen y no podía llegar tarde. Miró hacía la mujer que le pasaba el brazo por encima y sonrió, en el fondo seguía siendo una niña, en este caso una niña un poco triste por la marcha de su madre dos días antes, por mucho que no lo quisiera admitir. Se giró hacia ella y le dio un beso a modo de buenos días para luego ponerse en pie, debía ducharse y vestirse en tiempo record o no llegaría.
Cinco minutos más tarde, con los ojos cerrados, la buscó en la cama, no estaba. Entonces escuchó el agua de la ducha y sonrió, a lo mejor aun estaba a tiempo de ducharse ella también. De un salto se puso en pie y se fue quitando el pijama mientras iba de camino al baño. Cuando Jenny la vio llegar sonrió coqueta, no importaba la hora o la prisa que tuviera, la imagen de Emma desnuda frente a ella siempre era lo primero. Se metió en la ducha con ella y empezó a besar su cuello, mientras paseaba las manos por todo su cuerpo.
Quince minutos más tarde salían del baño entre risas, no había nada mejor para despejarse de buena mañana que una ducha. Entonces Jenny empezó a vestirse mientras Emma preparaba el café, imprescindible para sobrevivir al día que le esperaba.
Emma: ¿Y a que hora tienes el examen? – preguntó gritando desde la cocina.
Jenny: Pues a las diez – entrando por la puerta – y no grites que vas a despertar a todos los vecinos.
Emma: Ya deben de estar despiertos después de tus gritos matutinos – sacándole la lengua.
Jenny: ¡Oye! Será que tú no has gritado ¿no? – Sentándose en la mesa – además yo no hubiera gritado si tú no hubieras empezado…
Emma: Ahm… - acercándose a ella peligrosamente – ¿así no querías que empezara? – Besándole el cuello – porque si quieres puedo no empezar nunca más ¿eh? – Mordiendo el lóbulo de su oreja – ¿eso es lo que quieres? – Sonriendo al escuchar el gemido de su novia – pues paro – separándose y volviéndose a la cafetera - ¿café?
Jenny cerró los ojos y negó con la cabeza mientras intentaba apagar aquel incendio que había creado segundos antes, a veces era insoportable, pensó, aunque en el fondo era encantadoramente insoportable. Emma la miró con la taza en la mano y una sonrisa burlona y se sentó a desayunar.
Aparcaron el coche en el aparcamiento de la facultad, la zona de profesores, donde era menos peligroso que alguien las viera juntas. Aun seguían escondiéndose del mundo, aunque con menos ganas que al principio. Jenny iba a bajar del coche cuando Emma la agarró por la muñeca para atraerla hacia ella y poder darle un beso de despedida, el cual se fue alargando hasta que Jenny se separó, con muchísima dificultad.
Jenny: Si no me voy ahora mismo te juro que no me iré nunca ¿eh? – sonriéndole a su chica que la miraba con una llamarada de deseo imposible de ocultar.
Emma: No quiero que te vayas nunca – cogiendo su mano – sé que llevamos muy poco tiempo juntas, que seguramente esto será precipitado y todo lo que quieras, pero te amo con todo mi corazón y no quiero alejarme de ti ni un minuto.
Jenny: ¿Qué quieres decir? – sabiendo perfectamente qué quería decir.
Emma: Pues… que quiero que vivas conmigo.
Jenny se quedó en silencio unos segundos procesando la pregunta, vivir con ella, la amaba y deseaba estar con ella, pero vivir juntas… era demasiado pronto, no estaba preparada.
Emma: ¿No dices nada? – retirando su mano de la de Jenny.
Jenny: Te quiero, pero no estoy preparada para dar ese paso Emma – cogiendo de nuevo su mano - ¿lo entiendes?
Emma retiró su mano, ahora de una forma algo más brusca, ¿Qué si lo entendía? Pues no, ¿Cómo lo iba a entender? Si prácticamente ya vivía con ella, ¿o es que dormir siempre juntas no contaba? Preparada, que no estaba preparada, menuda excusa. Mejor decir que no la quería lo suficiente.
Jenny: Emma…
Emma: Déjalo estar, fue una mala idea. Vámonos que llegaras tarde al examen – hablaba sin mirarla y muy seria lo que Jenny identificó como un enorme e incomprensible cabreo.
Jenny: Pues sí, mejor lo dejamos estar – cogiendo su bolso para bajar del coche – pero me sorprende que no puedas entenderlo.
Emma: Claro que lo entiendo – girándose para coger sus cosas del asiento de atrás – lo entiendo perfectamente, ¡No quieres vivir conmigo y punto!
Jenny: ¡Yo no he dicho eso! Solo he dicho que ahora, cuando hace solo un mes y medio que estamos saliendo, no estoy preparada para dar ese paso ¡Pero si aun no se lo hemos contado a nadie! ¿Cómo vamos a vivir juntas?
Emma: ¿Y es culpa mía el que no se lo hayamos contado a nadie? – estando ya fuera de sus casillas.
Jenny: ¡Yo no he dicho eso! Pero quiero que lo entiendas… - haciendo una pausa para calmarse un poco – te adoro, eres lo mejor de mi vida y estar contigo es siempre maravilloso, pero no quiero vivir contigo, no ahora, no así… por favor respeta eso.
Emma la miró directamente a los ojos, estaba tan cabreada que no era capaz de razonar, ni siquiera ahora que Jenny le había dicho todo aquello, así que salió del coche y sin decir nada más se fue hacia su despacho. Jenny se quedó mirando cómo se marchaba, las lágrimas caían por su rostro tenso por la discusión, mientras pensaba si aquello había sido una ruptura o solo una pelea, la primera pelea de una pareja que se amaba por encima de todo.
Tuvo que sentarse y apoyar su espalda en la pared, el costado le dolía tanto que ya no podía mantenerse en pie. Se le nublaba la vista y en su mente solo tenía una imagen, la discusión en el coche. Había sido una idiota, ahora lo entendía, pero ¿sería tarde para decírselo? Una puerta se abrió, era una de esas puertas metálicas que hacen tanto ruido cuando son las únicas habitantes del edificio. Alguien se acercaba a ella, no le veía la cara pero la conocía, su forma de andar era única… Laura.




27.
“ABRE LOS OJOS”… segunda parte
Notaba sus párpados pesados, como cuando despiertas después de dormir días enteros. Un dolor agudo y punzante se instauró en su cabeza, quiso buscar su origen con la mano y entonces se dio cuenta que estaba maniatada de pies y manos con cinta adhesiva. Miró a su alrededor, la oscuridad era la protagonista absoluta ¿dónde estaba? A su mente vinieron algunos recuerdos fugaces y un fuerte golpe.
Salió de la Facultad con cara de pocos amigos, el examen le había ido peor de lo que podría haber esperado y todo por culpa de ella, si no hubiera decidido soltarle esa tremenda e inoportuna bomba justo antes de entrar en clase, seguro le habría ido bien. Pero no, ella siempre hacía igual, actuar impulsivamente sin pensar en las consecuencias. Estaba sumida en su enfado cuando alguien la llamó.
Marta: ¿Jenny?
Jenny: ¡Marta! – abrazándose a ella feliz de encontrarla - ¿Qué haces por aquí? ¿No tienes clase?
Marta: Pues sí, más o menos como tú ¿no? – Jenny asintió con una sonrisa - ¿y cuál es tu excusa?
Jenny: He discutido con…  - se frenó pues Marta no sabía lo suyo con Emma aunque ¿qué más daba si se lo contaba? – con mi novia…
Marta: ¿Emma?
Jenny: ¿Cómo…? – dijo algo sorprendida.
Marta: Digamos que no sois las mejores disimulando – sonrió – eys pero tranquila, que vuestro secreto está a salvo… ¿nos tomamos un café y me lo cuentas?
Jenny: Me vendrá bien, sí.
Se fueron juntas al bar que solían ir, pidieron dos cafés calientes, y se sentaron en una mesa algo apartada donde poder hablar tranquilas. Jenny le contó su historia, como habían terminado juntas después de muchos problemas y que estaba locamente enamorada de ella, pero no se sentía preparada para ese paso que le había pedido dar. Tenía tantas dudas. Mientras hablaba sus ojos se fueron llenando de lágrimas temiendo haberla perdido. Marta escuchó en silencio y cuando hubo terminado la abrazó con ternura y le dijo.
Marta: No habéis acabado, solo ha sido una típica discusión de pareja, como otras miles que tendréis. Sinceramente creo que has hecho bien en decirle la verdad, si no te sientes preparada no te precipites – cogiendo su mano – es mejor dejar que todo surja de modo natural, cuando estés lista lo sabrás y seguro que Emma lo entenderá.
Jenny: Esta mañana no lo ha hecho – con algo de rencor en su voz.
Marta: Bueno, todos tenemos derecho a cometer algún error ¿no? Pero seguro que ahora mismo está en su despacho sintiéndose mal por lo sucedido, mientras tú te lamentas aquí en este bar con tu fantástica y maravillosa amiga, a la que por cierto tienes completamente abandonada ¿eh? – le sacó la lengua aunque en el fondo Jenny sabía que tenía razón, había estado tan pendiente de Emma que se había olvidado del resto y eso no podía ser.
Jenny: Lo sé, perdóname…  - sonriéndole – creo que lo mejor será que vaya a hablar con ella.
Marta: Claro que sí mujer – haciéndole una señal al camarero para que le trajera la cuenta – a esto invito yo, para la próxima pagas tu – sonriendo – ¡Vete anda!
Jenny la abrazó y le dio las gracias, en el fondo era una muy buena amiga y tenía suerte de tenerla en su vida. Salió del café y se fue directa al despacho de Emma, corrió tanto que cuando llegó el aire no llegaba a sus pulmones. Hizo tres respiraciones profundas y luego llamó a la puerta, no hubo respuesta así que insistió, pero nada. Intentó escuchar si se oía a alguien dentro, pero estaba completamente en silencio, supuso que se había ido a casa así que decidió hacer lo mismo.
Sacó las llaves del coche y se dirigió al aparcamiento, no podía esperar para pedirle perdón así que buscó su móvil en el bolso y justo cuando iba a llamar empezó a sonar. Era un número que no conocía, pero el prefijo era de la zona donde vivía la madre de Emma, así que supuso que sería ella.
Jenny: ¿Sí?
Bernadette: ¿Jenny? – reconoció la voz de inmediato, era la madre de Emma.
Jenny: ¿Bernadette eres tú? – dijo algo sorprendida por la llamada - ¿estas bien? ¿Ha pasado algo?
Bernadette: Pues… no será nada, pero no habrás visto a mi hija ¿verdad? Es que la he llamado al móvil y a su casa varias veces y no me ha contestado y bueno… supongo que es una tontería, pero tengo un mal presentimiento – Jenny puso las llaves del coche en el contacto y contestó.
Jenny: Hoy no hemos estado juntas, yo tenía clase y ella debía estar con su profesor de la tesis, seguramente se habrá olvidado el móvil ya sabes como es.
Bernadette: Sí, sí hija lo sé, es solo que en su despacho tampoco me ha contestado y claro… - se hizo un silencio – no sé como explicártelo… será intuición de madre, pero algo le ha pasado querida.
Jenny: Ya… bueno si quieres puedo ir a casa y si está allí te llamo ¿te parece?
Bernadette: Ays hija gracias – sonaba algo más aliviada.
Jenny: De nada, seguro que no es nada ya lo verás.
Bernadette: Eso espero…
Jenny se despidió de su suegra y dejó el móvil en el asiento del copiloto, se disponía a encender el automóvil cuando una figura negra apareció en su retrovisor y luego…
El ruido de unos pasos la sacó de sus recuerdos, no veía de quien se trataba, pero se acercaban a ella, instintivamente cerró los ojos intentando que no se notara que ya había recobrado el sentido. Así, con los ojos en absoluta oscuridad, pudo afinar su sentido del oído y darse cuenta que no eran pasos de una persona sino de dos, los primeros parecían unos tacones de mujer, mientras que los segundo casi seguro que eran los de un hombre. Estaban muy cerca y entonces se pararon y pudo escuchar sus voces, no se lo podía creer.
Chico: ¿Qué hace ella aquí? Quedamos que no le harías nada. – su voz sonaba sinceramente sorprendido.
Chica: ¿Quién quedó con eso? Porque yo no he prometido nada semejante ¿eh? – riéndose – además después de ocuparnos de la otra he pensado que me podría divertir con ella un rato.
Chico: Estas enferma… - su voz sonó algo más lejos, se iba.
Chica: ¿Enferma? – soltando una sonora y espeluznante carcajada – mejor di enfermos querido ¿o es que he sido yo sola la que se ha ocupado de la rubia? – Jenny dejó de respirar al escuchar eso.
Chico: Eso es diferente – volvía a acercarse – teníamos un plan Laura…
Laura: Tú tenias un plan, yo aun lo tengo querido… Dennis – su voz sonó aun más cerca – además… - agarrando a Jenny por el pelo y obligándola a abrir los ojos – no se deben dejar testigos ¿no crees?
Dennis la miró con estupor, no esperaba que estuviera consciente, ahora lo sabía todo, había sido descubierto y condenado. Miró a Laura un segundo y luego de nuevo a Jenny, esta se revolvió como una animal herido y le chilló.
Jenny: ¡BASTARDO! ¡¿QUÉ LE HABÉIS HECHO A EMMA?!
Laura se acercó a ella y con una navaja cortó la cinta de sus pies y manos, entonces sacó un revólver con el que le apuntó directamente a la cabeza, sonreía, en sus ojos no había ni una chispa de vida, solo el color apagado de la muerte. Dennis la miró desconcertado, se encontraba en una encrucijada de la que no había salida, Laura tenía razón, no se podían dejar testigos.
Laura: Dime querido ¿Sigues pensando que es mejor que la soltemos? – su voz tenía un tono de burla y odio que heló la sangre de Jenny - ¡DIMELO!
Dennis: Laura, por favor… - de nuevo miró a Jenny y esta le devolvió una mirada de odio y a su vez terror no quería morir, aunque tampoco vivir si Emma había muerto – por favor…
Laura: Por favor, por favor… eres un cobarde – pegando el cañón a la cabeza de Jenny - ¡De rodillas! – Jenny la miró desafiante – He dicho que de ¡RODILLAS! – golpeándola con el arma en la cara y haciéndola caer al suelo.
Dennis: ¡Basta! – gritó.
Laura se giró para mirarle, solo un segundo, un instante en que Jenny aprovechó para abalanzarse sobre ella, no pensaba en el arma, ni siquiera en la posibilidad de morir o vivir, solo podía pensar en Emma y en que esos dos la habían matado. Laura cayó al suelo y la pistola resbaló lejos de las dos, Jenny estaba encima de ella y la golpeaba con furia. Entonces Laura empujó a Jenny y se lanzó a por el arma, mientras la morena hacia lo mismo, llegaron a la vez y entonces…
¡BAM!
Un cuerpo se desplomó al suelo envuelto en un charco de sangre mientras la otra miraba sus manos aun con el arma en ellas, estaba muerta.

28.
NO ME DEJES…
¡BAM!
Un cuerpo se desplomó al suelo envuelto en un charco de sangre mientras la otra miraba sus manos aun con el arma en ellas, estaba muerta.
Dennis que había estado viendo paralizado como luchaban las dos mujeres, se acercó hasta la que yacía en el suelo inerte, se arrodilló a su lado y acarició su mejilla. Entonces miró hacia arriba y vio un arma apuntándole a la cabeza, no dijo nada, simplemente bajó la mirada en señal de aprobación, estaba listo para morir y sabía que eso era lo único que realmente merecía.
Jenny: ¿Qué le habéis hecho a Emma? – su voz era fría como el hielo, como si en aquel disparo hubiera perdido el alma.
Dennis: Yo… - no sabía ni por dónde empezar, aun no entendía como había terminado envuelto en aquello.
Jenny: ¡CONTESTA! – su gritó resonó por todo el edificio.
Dennis no dijo nada, permaneció inmóvil recordando cómo había empezado todo, como se había dejado convencer por aquella malvada mujer de que su amiga, su mejor amiga, había engañado a su hermana durante meses con otra mujer. Una duda, solo eso le hizo falta para apoderarse de él, para manejarlo como un títere, como había manejado a aquel pobre desgraciado al que había pagado para asesinarla años atrás. El mismo que terminó por asesinar por accidente a su hermana y que luego lo pagó con su vida.
Miró a Jenny ¿qué era lo que había hecho? Había destrozado la vida de esa chica de ojos azules, le había arrebatado lo único que amaba y ¿para qué? Por una estúpida venganza. Miró al suelo, donde estaba tendida la instigadora de todo, no era menos culpable que ella, había estado de acuerdo y la había ayudado, se merecía lo que le fuera a suceder a partir de entonces y estaba preparado para ello.
Jenny: ¡He dicho que CONTESTES! – Accionando el percutor mostrando que iba en serio con la amenaza - ¿Qué le habéis hecho a Emma?
Dennis: Lo… lo siento mucho Jenny.
Dennis desvió su mirada hacía una de las esquinas del edificio, Jenny miró también hacia allí y por primera vez se dio cuenta de que allí había algo, ella. Soltó el arma y fue a su alcance, cuando llegó cayó de rodillas al suelo. Emma estaba tumbada en el suelo, inmóvil, tenía los ojos cerrados y en un costado una enorme mancha oscura. Con rabia golpeó el suelo, no podía perderla, no podía imaginarse un solo día de su vida sin ella ¡NO! Se limpió las lágrimas y se puso a su lado, no iba a perderla, no ese día, no sin luchar. Inclinó su cabeza hacia atrás y junto la boca con la de ella insuflándole todo el aire que tenía dentro, luego empezó con la reanimación, había hecho un curso de socorrismo para trabajar los veranos, así que sabía bien lo que hacía. Empujó su pechó tres veces más y de nuevo volvió a darle su aliento y con él parte de su alma, las lágrimas recorrían su rostro mientras rezaba para que volviera con ella.
Jenny: ¡Venga cariño! No puedes dejarme ahora – le gritaba – te necesito a mi lado.
Emma no respondía y finalmente Jenny se rindió, no había nada que hacer, la había perdido. Apoyó la espalda contra la pared y con un desgarrador dolor que nunca antes había sentido empezó a llorar, era como si en un segundo le hubieran arrancado el corazón y lo hubieran hecho picadillo. Cubrió su rostro con las manos, dejando que las lágrimas se filtrasen entre los dedos, mientras lloraba su perdida, aquella que tan poco tiempo había podido tener y que jamás podría olvidar. Entonces algo sucedió, un momento único en que el destino se vio vencido por una fuerza aun mayor, el amor verdadero.
Emma: Nunca te dejaré.
La voz de Emma alcanzó cuales flechas de Cupido, el corazón destrozado de su amada y lo recompuso para de nuevo convertirlo en ese rubí brillante del que Emma se había enamorado. Como un resorte se levantó y se acercó a su lado para comprobar que Emma la estaba mirando con esos enormes ojos avellana, parecía asustada.
Jenny: ¡Cariño! – Emma intentó incorporarse al verla a su lado – no te muevas… todo saldrá bien, te lo prometo – entonces unió sus labios con los de ella comprendiendo al fin la fuerza que su amor tenía, una fuerza capaz de vencer a la mismísima muerte por estar juntas.

29.
ANIVERSARIO…
“El mar canta mientras lleva las olas de viaje a lugares lejanos, silba junto al viento canciones de amores perdidos y paraísos encontrados. El mar se lleva las penas junto a la bruma y te trae nuevas esperanzas para seguir viviendo”.
Había pasado un año desde que Laura y Dennis habían intentado acabar con ellas, un año en que su amor se había vuelto más fuerte y seguro. Emma había logrado su sueño, ingresar en la escuela de interpretación de Londres y Jenny, que había acabado su año en la universidad no se lo pensó dos veces cuando le pidió que se fuera con ella. Y allí estaban, viviendo juntas, construyendo nuevos recuerdos y nuevas esperanzas en aquella preciosa ciudad inglesa.
Aquel fin de semana, coincidiendo con su primer aniversario, Emma le propuso a Jenny de viajar hasta la Isla de Mann, en Irlanda, un lugar idílico donde poder pasear y desconectar de la vorágine urbana que era Londres. Evidentemente a la morena la idea le encantó, sentía la necesidad de pasar tiempo a solas con su novia, porque aunque vivían juntas el día a día a veces les impedía poder estar juntas todo lo que les gustaría. Además, en nada tendrían exámenes y eso seguro haría que pasaran aun menos tiempo asolas.
Emma: Cariño ¿aun no estás? – dijo ya algo desesperada con su novia a la que le costaba horrores hacer las maletas.
Jenny: Ya voy, ya voy – dijo pasando por delante de ella con una mini troley de color rojo.
Emma: ¿Pero qué llevas en esta maleta? – se quejó cuando la sostuvo para bajar las escaleras de su casa – que solo nos vamos un fin de semana ¿eh?
Jenny: Pues eso mismo llevo… - sonriéndole – ropa para el fin de semana – dándole un beso y saliendo por la puerta - ¡Vamos que llegaremos tarde!
Emma: ¡Serás! – haciéndose la indignada mientras salía de casa.
Cogieron un taxi hasta el aeropuerto, su vuelo salía en dos horas y media, así que iban con tiempo. Por el camino Emma seguía obsesionada con la maleta de su novia, mientras esta hacia como siempre que Emma se obsesionaba con algo absurdo e irremediable, ignorarla mirando por la ventana. A Jenny Londres le encantaba, ya había vivido allí durante un año y medio, así que regresar no se le hizo extraño del todo. Lo que más había cambiado de la ciudad era ella, cuando fue por primera vez a vivir allí era una chica inocente a la que partieron el corazón, ahora era una mujer adulta que había encontrado a el amor de su vida, la persona con la que compartir todo. Sus amigos, aquellos que aun habían seguido en contacto después de irse, se sorprendieron cuando conocieron a Emma, pero no por cómo era, sino por la buena pareja que hacían, eran absolutamente complementarias y se notaba a quilómetros que estaban profundamente enamoradas, incluso en las discusiones.
Sorprendentemente no encontraron tráfico y llegaron antes de lo previsto al aeropuerto, lo que les permitió ir tranquilas, o lo que es lo mismo que Jenny mirase tiendas mientras Emma miraba el reloj. Estaba algo más nerviosa de lo normal lo que para Jenny no había pasado desapercibido, no había querido ayuda con su maleta, lo que era rarísimo porque cuando viajaban Jenny se ocupaba del equipaje y Emma de la logística, o lo que es lo mismo Jenny hacia la maleta y Emma miraba vuelos y hoteles hasta reventar. Esta vez en cambio, Emma se ocupó de todo, de hecho cuando le propuso el viaje ya tenía todo cogido.
Jenny: Nena mira que camisa… - sacándola del perchero – estarías tan rematadamente buena con ella que… - acercándose con mirada lasciva.
Emma: Deja, deja – ignorando a su chica y dejando la camisa en su sitio – ¿No ves que no nos lo podemos permitir?
Jenny: Era una broma mujer.
Emma: Vamos anda, no lleguemos tarde – saliendo de la tienda y dejando a una estupefacta Jenny allí sin saber qué estaba pasando.
El vuelo salió sin retrasos, todo estaba saliendo perfecto, pensó Emma, de lo que no se percató era de la seriedad de su chica o no al principio. Cuando llevaban media hora de vuelo se dio cuenta que había sido media hora de silencio absoluto, lo que solo podía significar una cosa, algo había hecho mal y debía pensar rápido el qué.
Emma: Cariño ¿te pasa algo? – su voz sonó algo insegura pues sabía que algo pasaba.
Jenny: No.
Esa respuesta confirmó lo que se temía, algo pasaba, pero ¿el qué? Intentó recordar las últimas dos horas, habían salido de casa, habían ido en el taxi, luego habían cogido los billetes y… y ella había ignorado completamente a su novia en todo ese rato, no solo eso, sino que encima cuando había intentado hacer una broma había pasado de ella y se había ido de la tienda. ¡Qué idiota había sido!
Emma: Cielo… - cogiendo su mano – perdona.
Jenny: ¿Por? – mirándola de una forma penetrante con esos ojazos azules.
Emma: Pues ser idiota, no quería pasar de ti así en la tienda antes – sonriéndole – aunque la camisa era bastante fea ¿eh? – Jenny no sonrió aunque en el fondo no estaba tan enfadada como quería aparentar, solo quería que sufriera un poco – es que estoy algo nerviosa, supongo que quiero que sea un fin de semana perfecto y por el camino me he vuelto un poco imbécil – bajando la mirada - ¿me perdonas?
Jenny al fin sonrió, no podía estar enfadada con ella más de cinco minutos, le era imposible, le cogió la barbilla y la besó. Un beso largo y pausado que llenó su estómago de mariposas ¿Cómo podía ser que siguiera causando ese efecto en ella? Era como si cada beso fuera el primero, siempre sintiendo esa necesidad de un segundo. En aquella ocasión lo dejaron en el primero, no les gustaba tener a todas las miradas en ellas y sabían que en aquel momento las empezaban a tener. Jenny acarició su mejilla y le dio un beso, luego apoyó su cabeza en el hombro de Emma y cerró los ojos.
Su hotel estaba ubicado en Castltown, una preciosa población costera en la que perderse era casi una obligación. Jenny no se lo podía creer, estaban en el paraíso, el sitio más bonito que jamás había visto y lo mejor, estaba con Emma que sonreía sin parar al verla disfrutar asi del paisaje. Después de dejar las cosas en la habitación y aunque Jenny había intentado secuestrar a Emma y atarla a la cama, se decidieron por dar un paseo por el pueblo. Justo delante del hotel vieron lo que parecía ser un castillo medieval, Emma, que había cogido un pequeño panfleto donde se describían los sitios más notables del lugar empezó a leer.
Emma: Se trata del “Castle Rushen”, según dice aquí data del siglo XII y es uno de los mas bien preservados del país.
Jenny: Vaya… - sus ojos ser perdieron en las piedras hasta donde estas se juntaban con el azul del cielo.
Emma: Dice que se puede visitar, mañana si quieres podemos venir – acercándose a ella y cogiéndola de la mano -¿Qué te parece?
Jenny: Me encanta… - sonriendo y dándole un beso – ¡Me encanta!
Emma: Estamos en la plaza del mercado, donde se ponen las paradas en verano – seguía leyendo mientras andaban – y si vamos por allí encontraremos la Iglesia de Santa María.
Jenny: Pues vamos – empezando a caminar junto a su novia - ¿y esa casa? – señalando un precioso edificio blanco con un enorme balcón negro y una reja de mismo color a su alrededor.
Emma: A ver… ¡Ah si! Pues es la “Balcony house” dice que era la residencia de no sé qué general que luchó en no sé qué batalla – haciendo que Jenny empezara a reírse.
Jenny: Qué gran guía estas hecha – dándole una palmada en el culo – anda vamos.
Emma: Y aquí tenemos la iglesia que te decía… - mirando de arriba a bajo – un poco fea ¿no?
Jenny: Pues sí un poco… - siguiendo andando – mañana podemos entrar también.
Emma: Vale. – Volviendo a su papel – cariño, esto te gustará, aquí tenemos la calle con mas escaparates del pueblo – empezando a reírse.
Jenny: ¿Qué insinúas?
Emma: Nada, nada…
Jenny: Mejor – señalando una terraza - ¿nos sentamos y así vemos qué visitar mañana?
Emma: Pues sí, además tengo sed.
Se sentaron y pidieron dos Coca-Colas, el sol estaba empezando a caer y mientras leían la descripción de los sitios de interés se les fue haciendo de noche sin darse cuenta. Optaron por volver al hotel y prepararse para cenar algo, luego podrían pasear por los alrededores de noche.
Cenaron en un pequeño restaurante no muy lejos del hotel, Emma lo había visto a su regreso y le pareció que sería un sitio perfecto para una cena romántica de celebración de un primer aniversario y no se equivocó. Era un sitio precioso, con una iluminación fruto de miles de velas situadas en las paredes, al igual que las mesas, la comida estaba riquísima y por suerte para ellas no había casi nadie.
Emma: Me encanta este sitio – mirando a su alrededor – no me imagino algo así en Londres, lleno de gente y de ruido.
Jenny: Ya… - observando a su chica algo embobada.
Emma: Echaba de menos el silencio ¿sabes? – cogiéndole de la mano – esos silencios que solíamos compartir y que viviendo como vivimos ya no tenemos.
Jenny: Lo sé, yo siento lo mismo – acariciaba con su pulgar el dorso de la mano de Emma – pero piensa que pronto terminaremos de estudiar las dos y podremos elegir donde y como vivir – Emma sonrió.
Emma: Me da igual donde mientras sea contigo – besando su mano – te amo Jenny.
Jenny: Yo más – sonriendo algo sonrojada - ¿cenamos?
Emma: Sí.
Durante el resto de la velada hablaron de sus planes, Jenny estaba preocupada por sus exámenes y Emma por su audición de final de curso, finalmente había decidido interpretar un midley de varios musicales, pero no le acababa de convencer la idea. Luego cuando hubieron terminado decidieron pasear bajo la noche con más estrellas que jamás habían visto. Era como si un enorme manto de diamantes se hubiera puesto encima del cielo solo para verlas disfrutar de ese amor que sentían. No hablaban, no les hacía falta, a veces simplemente con tener a la persona a tu lado es suficiente y eso era lo que ahora sentían que con ella al lado ya no necesitaban nada más en esta vida. Casi sin saber cómo llegaron al muelle, donde se podía oir perfectamente el cantar del oleaje golpeando y moviendo los barcos. Allí, mirando al horizonte, se confundía el mar y el cielo en una sola masa oscura y allí fue donde Emma detuvo sus pasos obligando a Jenny a detenerse también y mirarla algo extrañada.
Jenny: ¿Estás bien?
Emma: Sí ¿recuerdas la primera vez que nos vimos? – Jenny asintió algo confundida – tu estabas completamente perdida por la universidad y me miraste con esos enormes ojos azules, allí me enamoré de ti – una sonrisa se dibujó en Jenny al recordarlo – después de aquello vinieron muchas cosas, buenas y malas, pero todas las pasamos juntas. Siempre te he tenido a mi lado y no quiero que eso cambie jamás – clavando una rodilla al suelo mientras Jenny la miraba sin poder creer lo que estaba a punto de suceder – Jennifer Hartman me harías el honor de convertirte en mi esposa?


30.
“¿Sí?”
Emma: … Jennifer Hartman me harías el honor de convertirte en mi esposa?
Jenny se quedó con la mirada fija en un punto infinito entre ella y el cielo estrellado, había escuchad la pregunta de Emma, pero no se lo podía creer. Amaba a esa mujer, la amaba con todo su corazón, habían pasado tanto juntas y siempre se habían apoyado, pero matrimonio, eso era algo tan grande.
Emma, que seguía en el suelo con la alianza en la mano, la miraba sin entender el silencio. Toda su seguridad se esfumó en un segundo y entonces empezó a darle vueltas a si había sido una buena idea. ¿Se habría precipitado? Se puso en pie y dio un paso atrás, lo mejor era olvidarlo, guardar el anillo y hacer como que no había pasado nada, pero ¿podría?
Emma: Perdona… pensé que… - no sabía qué decir, Jenny seguía ausente y ella se estaba poniendo muy nerviosa – será mejor…
Jenny: ¡Sí!
Emma: ¿Qué? – dijo dudando si lo había escuchado bien.
Jenny: Que sí, que me encantaría casarme contigo, que te amo y no quiero pasar mi vida con nadie que no seas tú – todo eso lo dijo del tirón casi sin respirar.
Emma: ¿Sí? – no se lo podía creer había dicho que sí, estaba feliz y no pudo contenerse se abrazó a su novia y empezó a darle vueltas en el aire mientras gritaba - ¡Sí!
Jenny, que se dejaba levantar, reía sin parar jamás había sido tan feliz como en aquel momento. Nunca había pensado en su boda, pero ahora se moría por planearla con Emma a su lado, no había dudas, ni miedos, solo ganas de celebrar ese amor que ambas sentían.
Emma: Haremos una gran boda, con todo el mundo – dijo ya regresando al hotel – quiero que todo el mundo sepa lo feliz que soy a tu lado.
Jenny: Bueno, pero tampoco hace falta que gastemos lo que no tenemos cielo – ella era algo menos impulsiva en esas cosas más practica – mejor busquemos un lugar donde celebrarlo, algo íntimo, con la familia y amigos, pero sin pasarnos.
Emma: ¿Íntimo? – Jenny la miró como queriendo decir que intimo sería el lema de su boda y Emma asintió – íntimo… me gusta. – Besándola – mientras nos casemos me da igual donde y como.
Regresaron al hotel y se fueron rápidamente a la habitación, en el ascensor Emma empezó a besar el cuello de su chica, provocando en ella un leve gemido. Se moría de ganas de tenerla bajo su cuerpo desnuda toda la noche, así que nada más cerrar la puerta de la habitación la atacó con toda la pasión y furia que sentía. Jenny prácticamente no pudo reaccionar, cuando se quiso dar cuenta estaba medio desnuda en la cama y Emma besaba unos de sus pechos, le encantaba aquella mujer incluso cuando la dejaba desarmada de esa manera. Los labios de Emma recorrieron su piel dejando fuego a su paso, se detuvieron en su pezón, donde con algo de picardía, jugaron con él, la lengua juguetona lo lamió y con la boca lo succionó hasta endurecerlo. Jenny respiraba con dificultad, sentir a Emma en su piel le producía una excitación inexplicable. Entonces notó como una de sus manos bajaban por su vientre hasta el pantalón y lo arrancó de cuajo, en menos de 3 minutos Jenny estaba ya desnuda. Emma fue siguiendo el camino antes marcado por su mano y se puso entre las piernas de su novia, deseaba saborear ese jugo que sabía tenía allí, el que ella provocaba con sus besos y caricias. Empezó a jugar con su lengua, primero con el clítoris, luego penetrándola. Jenny movía sus caderas, necesitaba sentirla aun más, ansiaba que la devorase e hiciese suya sin compasión. Y Emma no la defraudó. Mientras seguía lamiendo su clítoris con unos de sus dedos la penetró, fue algo brusco, sin hacerle daño, algo inesperado y completamente placentero. Jenny gritó, no se contuvo, no podía, sentía a su novia encima y dentro de ella y eso la estaba matando de placer. El dedo entraba y salía cada vez más rápido mientras seguía jugando con su clítoris, hasta que de nuevo un grito de su novia la alertó de que estaba a punto de morir, pero no paró, la torturó un poco más hasta que las contracciones la avisaron que era el momento, Jenny gritó y mordió la almohada mientras se tensaba entera y entonces cayó completamente relajada encima del colchón con una enorme sonrisa en sus labios. Emma sacó los dedos de su interior y trepó por su cuerpo hasta llegar a esos labios que moría por besar. Sus lenguas se encontraron y el beso se fue profundizando, para luego disminuir de intensidad.
Estuvieron un rato en la cama tumbadas, Jenny se estaba recuperando de aquella tortura y para Emma el simple hecho de estar abrazada a su novia era suficiente. Cuando ya se hubo recuperado y sin avisar, obligó a Emma a tumbarse boca arriba poniéndose a horcajadas encima de ella. Quería devolverle todo ese placer que antes le había regalado. Empezó a besarla, sus labios, luego su oreja, mordiendo el lóbulo y lamiéndolo con su lengua, bajó por su cuello y en un segundo le quitó la camiseta para poder seguir hasta sus pechos, también le arrancó el sujetador y así pudo llegar hasta la cima. Llenó esos pezones de besos y caricias, los lamió como frutos de dioses que eran y luego siguió su camino. Emma no dijo nada, se dejaba hacer, sabía que no tendría opciones aunque quisiera, que no quería, de escapar. Jenny llegó al límite de sus pantalones y con sumo cuidado desabrochó botón por botón mientras lamia la piel descubierta y luego los fue quitando acompañando su descenso de besos. Ya con su novia completamente desnuda, las braguitas se esfumaron con el pantalón, empezó a ascender nuevamente, llegó a su boca y empezó a besarla con suma devoción, era eso lo que ahora sentía, una profunda devoción por ese cuerpo en el que quería morir todos los días. El beso se fue volviendo más intenso, las lenguas ya jugaban su papel importante y mientras eso pasaba una mano furtiva alcanzó el sexo de su novia. Al notarla allí Emma dio un respingo, pero luego se limitó a dejarle mejor paso abriendo un poco sus piernas. Jenny buscó con éxito su clítoris y empezó a jugar con él, sus dedos se conocían la zona de memoria y eso le permitía esta a su vez entretenida en besar a su chica que intentaba no dejar de respirar mientras notaba a Jenny por todo su cuerpo. Los dedos iban más y más deprisa y Emma movía sus caderas para que no se perdieran, estaba a punto de estallar en fuegos artificiales cuando la morena se detuvo, Emma la miró con los ojos ardiendo de deseo y Jenny sonrió.
Emma: Eres mala…
Jenny abandonó los labios de su chica y bajó por su cuerpo hasta colarse entre sus piernas, era muy mala y más que lo iba a ser, pensó. Empezó a lamer y saborear el resultado de su juego anterior con los dedos, mientras Emma intentaba no chillar mordiéndose el labio inferior, pero era inútil, esa mujer le sacaba su lado más animal. Jenny seguía volcada en darle el mayor de los placeres, quería que disfrutara lo mismo que ella y entonces Emma gritó, le dio igual los vecinos o que alguien llamase a su puerta, dejó de pensar y solo sintió. Levantó un poco sus caderas para acentuar el contacto y estalló. La habitación se llenó de fuegos artificiales, luces de colores y millones de chispas. Jenny apartó su rostro con una sonrisa de satisfacción en su cara, subió hasta llegar a la almohada y se dejó caer al lado de su novia que no podía mover un pelo sin sentir escalofríos.
Emma: Te amo.
Jenny: Y yo.
Esa noche la pasaron abrazadas y desnudas, durmiendo a ratos sueltos y lanzando fuegos artificiales otros ratos. Hasta que la mañana les dios la bienvenida con su brillante luz.

31.
SORPRESAS…
Se dio la vuelta, tenía frio y buscó el cuerpo que siempre estaba a su lado para calentarse, pero estaba sola en la cama. Poco a poco fue abriendo los ojos, Emma no estaba. Sin moverse de la cama intentó ver si estaba en el baño, pero al parecer se había ido pues ni siquiera estaban sus maletas. Algo iba mal, buscó el móvil que estaba en la mesilla de noche y marcó su número, nada, le salió el buzón de voz. Saltó de la cama y empezó a vestirse nerviosa, definitivamente algo iba realmente mal, Emma no se iría así sin más ¿No? Una duda invadió su mente ¿Y si se había asustado? Negó con la cabeza, como la iba a dejar, si había sido ella la que le había pedido matrimonio. Lo mejor era bajar a la recepción del hotel y preguntar allí.
Jenny: Disculpe…
Conserje: ¿Si? – Sin levantar la cara de la pantalla - ¿La puedo ayudar en algo?
Jenny: Pues, estoy buscando a la chica que ha venido conmigo, Emma, Emma Müller.
Conserje: Aham… - ignorándola por completo.
Jenny: ¿La ha visto? – su tono fue algo irritado después de que ni siquiera se había molestado en mirarla mientras le hablaba.
Conserje: ¿Es usted Jennifer Hartman? – Mirándola por primera vez en toda la conversación – han dejado una nota para usted – alargándole un sobre.
Jenny: ¿Una nota? ¿De quién? – abriéndola algo confusa.
Conserje: No han dicho el nombre, buenos días.
Jenny: Buenos días – definitivamente ese era el peor conserje del mundo, pensó.
Sacó la nota del sobre, había una dirección, una hora y un nombre, Emma, nada más. Giró la hoja por si por el otro lado había algo más, pero estaba en blanco. No conocía el pueblo, pero si Emma quería que fuera a esa dirección sería por algo importante. Subió de nuevo a la habitación, Emma seguía con el móvil apagado, le quedaba una hora y media aun para la hora de la nota, pero no podía esperar, así que cogió su bolso, el dinero y salió en busca de un taxi. No le fue difícil explicar al taxista donde quería ir, al parecer debía ser un sitio conocido, porque sonrió y le dio la enhorabuena. Habría visto el anillo, pensó.
Quince minutos más tarde habían llegado, se trataba de una pequeña tienda, en ella se veía un diminuto escaparate y un cartel que ponía “The bride’s Castle”, se empezaba a temer lo peor de todo aquello. Llamó a la puerta y una amable mujer de mediana edad la abrió, hablaba demasiado rápido para que la entendiera, pero pilló el nombre de Emma y vestido. La subieron a un podio y le sacaron un precioso vestido de novia, era de un suave blanco roto, con una pequeña cenefa bordada en el cuello de palabra de honor. Ese era su único detalle, el resto era liso y con un tallaje que parecía estar hecho a su medida. Cuando se lo vio puesto, porque la mujer no paró hasta que se lo probó, no pudo evitar derramar una lágrima, aquel era el vestido de boda perfecto. Con una enorme sonrisa se giró hacia la señora de la tienda y esta dijo “es tuyo, llévatelo”. Jenny la miró contrariada ¿Cómo se lo iba a llevar? No, no, eso no estaba bien y lo peor es que pretendía que se lo llevara puesto. Se negó un par de veces, pero entonces la puerta del atienda se abrió y apareció un apuesto chico vestido con un extraño uniforme, no se lo podía creer, definitivamente Emma le debía una explicación. Este la miró de arriba abajo, como si intentara reconocer a alguien que solo había visto en fotografía, entonces sonrió.
Chico: ¿La señorita Hartmann?
Jenny: Pues… sí… - no sabia donde meterse en aquel preciso instante.
Chico: Debe usted acompañarme.
Jenny: ¿Acompañarle? ¿Dónde? – bajando del podio en el que aun se encontraba y con el vestido perfecto aun puesto.
Chico: No estoy autorizado, pero debe venir conmigo.
Jenny: Debería cambiarme antes – mirando a la señora que sonreía sin parar mientras asentía automáticamente.
Chico: No tenemos tiempo, debemos irnos señorita Hartmann.
No quiso preguntar, ni quiso saber nada más, cogió sus cosas que al parecer la señora de la tienda ya le había puesto en una bolsa y salió a la calle. Aparcado delante de la puerta de esa diminuta tienda estaba un precioso coche de caballos, era un hermoso carromato blanco, con flores por su alrededor y tirando de él un magnífico corcel de color canela, con ese aire digno y majestuoso que solo un caballo puede tener. No se lo podía creer “¡Un caballo!” gritó, entonces se tapó la boca con ambas manos y de nuevo contempló aquel precioso animal y el carro que tiraba. El chico alargó su mano y la ayudó a subir, para luego ponerse delante y empezar a guiar al animal hacia su destino. La gente de la calle la miraba y señalaba, algunos hacían fotos, y ella se moría de la vergüenza aunque no podía disimular su emoción, iba en carro hacia un sitio desconocido vestida de novia, era increíble.
Tardaron un poco en llegar, pero cuando lo hicieron, Jenny no pudo evitar sentir un pequeño pinchazo en su corazón. Estaba en el muelle, el mismo de la noche anterior, pero en esta ocasión estaba completamente recubierto por pétalos de rosas blancas. A ambos lados había gente sentada, no eran muchos, pero los conocía a todos.
El chico la ayudó a bajar del carro y en cuanto lo hizo la música empezó a sonar, estaba claro que era su boda y no solo por el vestido perfecto, el carromato perfecto o la decoración perfecta, sino porque al fondo, mirándola con los ojos llenos de emoción estaba ella. Emma lucía un hermoso traje chaqueta del mismo color que su vestido, se veía preciosa. Jenny empezó a andar por el pasillo forrado de pétalos blancos, mientras la música no dejaba de sonar, esa era su canción, la que había cantado la noche en que al fin entendió que no podía vivir sin ella. Mientras se acercaba iba viendo a los invitados, estaban todos, sus amigos de la universidad, los compañeros de Colonia, sus padres. También la madre de Emma, con los ojos llenos de lagrimas y el que seguro era su padre, con los mismos ojos color miel que su futura esposa.
Finalmente llegó a su lado, se sentía febril, nerviosa y con ganas de pegar a su novia, mira que hacerle algo así ¿A quien se le ocurre regalar la boda perfecta al día siguiente de declararse? ¿I si hubiera dicho que no? ¿Cómo iba a decir que no? Miró a Emma, sus ojos brillaban por esas lágrimas que contenía, era la persona perfecta, no es que fuera perfecta, sino que era perfecta para ella.
Emma: Hola.
Jenny: Hola.
Esas fueron sus únicas palabras, no necesitaban frases llenas de adjetivos y adverbios para decirse lo que sentían, solo sus ojos, eso les bastaba. El juez encargado de oficiar la ceremonia, empezó con su discurso, aunque ellas ya no lo escuchaban, se habían perdido en la miraba ajena, nadando entre mares azules y tanques de miel dulce.
Juez: El amor es algo bello, una flor que pocos encuentran y que debe ser cuidada con mucho esmero. Hoy estamos aquí reunidos, bajo este cielo azul, para celebrar el amor entre Jennifer y Emma, dos mujeres que se conocieron, se amaron y se siguen amando con el paso del tiempo. Creciendo juntas, aprendiendo juntas a vivir una sola vida. – Miró a Emma y preguntó – Tu Emma Müller ¿Tomas a esta mujer como tu legítima esposa, para amarla, respetarla y estar a su lado hasta el que la muerte os separe?
Emma: Sí, quiero. – nunca había dicho nada tan sinceramente y tan en serio como aquellas dos palabras.
Juez: Y tú, Jennifer Hartmann ¿Tomas a esta mujer como tu legitima esposa, para amarla, respetarla y estar a su lado hasta que la muerte os separe?
Jenny: Sí. – aquel monosílabo albergaba millones de emociones no dichas.
Juez: Por el poder que me otorga la Corona Británica y este amor que sentís – sonriéndoles a ambas – os declaro oficialmente casadas, podéis besaros.
Todo el mundo aplaudía, la gente silbaba y para ellas solo existía el silencio y esos labios. Se fueron acercando hasta quedar a un roce la una de la otra, entonces sus labios se unieron en el beso que sellaba el comienzo de su futuro, a partir de ese momento todo podría ser posible.


Y así fue, todo fue posible, yo fui posible. Nací cuatro años más tarde, cuando mi madre ya era una reputada actriz en toda Inglaterra y mamá una importante periodista. Siempre me han contado que les costó decidir quién me tendría, no por no quererlo, sino por desearlo demasiado, al final lo echaron a cara o cruz y mamá perdió o ganó como siempre dice ella. Mi madre es la mejor, no debería decirlo, pero lo es, la quiero con locura aunque no sea mi madre biológica, son las dos personas más importantes de mi vida, con las que he aprendido la importancia de trabajar duro, de crecer con todo lo que haga y a no rendirme jamás. Pero sobretodo me enseñaron a buscar el amor, correr riesgos y disfrutarlo, solo así te llega la persona perfecta para ti.
Por todo eso, gracias mamá, gracias Emma, os quiero.

FIN

42 comentarios:

  1. intrigadaaaa.......ánimo

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  2. Enhorabuena, ya me tienes enganchada a esta historia que tiene una pinta fantástica.

    Saludos Carmen.

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  3. me gusto muchooooooooooo!... continua asi espero que no hagas como las demàs que nos hacen esperar una eternidad para cada capitulo haciendonos sufrir...besitos.Yesy

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  4. Gracias Maria, me gusta mucho tu estilo, soy tu fan....

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  5. Recien voy a comenzar a leer esta nueva historiaaaaa!!! ya tenia ganas de hace tiempo de otra historia!!!!

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  6. Hola chicas ya vieron la nueva foto que colgó kasia y lucy en sus cuentas oficiales de facebook!!
    bueno las que nos las vieron aqui esta la foto de ellas dos!! love!

    http://annlilie.tumblr.com/post/16572757264/omg-kasia-post-this-on-her-facebook-page-and

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  7. Continua, que intriga!

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  8. hay porfa! escribe mas please ;-) kiss

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  9. me encanta tu fic

    Y por si acaso alguien esta interesado en hacer una labor de traducción:
    http://www.fanfiktion.de/Hand-aufs-Herz/c/101190000

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  10. MASSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS

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  11. Genial Maria me encanta la historia!!!!!

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  12. gracias a todas ^^ he estado malita y no muy inspirada, pero he vuelto cno fuerzas!! Comentaros que como me resulta algo complicado el tema fotos en el blog, actualizaré una vez a la semana, mientras que en el face si puedo iré colgando uno por día.

    Mil gracias a todas ^^

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  13. alguien puede poner la pag de facebook por favor, es que no la encuentro :S

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    1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  14. ME encanto!
    También me gusta la relacionero !de la pagina =)
    Eileen!

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  15. ME encanto!
    También me gusta la REMODELACION de la pagina =)
    Eileen

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  16. Hola Maria,

    Me encanta tu historia, y me hiciste volar con mi poema favorito de Neruda, como lo entrelazaste dentro del texto, sin perder el foco en la interacción de los personajes.
    Super, me encanta como escribes..
    Gracias una vez más por tu tiempo y el gusto de leerte.

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  17. Hi!
    I love your story and i can't wait to see what will happen in the next chapter.

    Cybele
    Montreal Canada

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  18. muchas gracias a todas por los comentarios ^^ tengo problemas a la hora de editar, pido disculpas por el formato, intentaré arreglarlo... de todos modos si alguna de las expertas me echara una mano lo agradeceré :)

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  19. Esta que mas interesante de verdad!!! Gracias Maria por redactas de maravilla esta historia!!! =)
    me tienes super enganchada con esta trama de la historia!!!
    Saludos desde Perú

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  20. estoy enganchadisima!!!me muero de ganas por leer más!!

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  21. Cuando el proximo capitulooo? -.-

    Saludos desde Chile

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  22. Antes que nada quiero disculparme, siento haber tardado tantisimo, pero a cambio os dejo unos cuantos capitulos nuevos para que los disfrutéis ^^ tb siento lo del editor, es que no me deja publicar la entrada de otra manera, pero espero poder solucionarlo. gracias a las que me leen, es lo que me anima a seguir cuando me atasco jeje

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  23. gracias por subir nuevos capitulos!!son geniales!la edicion no es tan importante cuando el contenido es tan bueno jejeje.

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  24. enhorabuena y muchas gracias por los capis

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  25. Que paso? Porfa no nos deje asi.

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  26. Y el los siguiente capitulos :(? no nos dejes asi!

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  27. que cruel eres Maria, primero nos enganchas con una historia bien interesante, nos vuelves adictas (bueno a mi si) y luego nos dejas colgadas queriendo leer mas....no seas mala y danos mas material para leer, quiero ver mas de tu gran creatividad!!!

    chris-México!!!

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  28. dale porfis sube mas:(

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  29. FIN de la historia junto a rebecca rosas blancas y el lugar correcto de las cosas...

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  30. sep al parecer FIN de la historia aqui tambien..:/ se que aveces es complicado darse tiempo para subir cosas pero por favor sivan a publicar una historia... no nos dejen asi en el aire xq noc... puede haber personas que lo sientan como una falta de respeto y seriedad...no lo tome a mal lo digo con todo respeto es solo una critica constructiva

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  31. Jooo, yo quiero seguir con esta historia!!
    Ánimos!!!
    =D

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  32. Bueno siento muchisimo el retraso... pero suelo colgar desde el curro y estos días han sido imposibles. En fin, os dejo el fic hasta el final para que podáis leerlo con calma ^^ gracias a las que me seguis nos vemos en el siguiente :P besos

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  33. Brutal!! Me encantó!!! Espero que sigas escribiendo mas historias!!! :)
    Tania, Barcelona. =D

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  34. Lo sabia!!Al final Maria siempre acaba lo q empieza!Y menudo final apoteosico...me encanta!

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  35. jajaja si que me conoces bien anonimo :P gracias a todas, siempre es un placer leer cosas bonitas y mas llegar a vuestros corazones con mis locuras ^^ y sí seguiré escribiendo, de hecho para las que queráis tengo mi propio blog, pero a parte todo lo que haga de fics y no fics si me lo permiten lo iré subiendo en este :)

    http://milyuna-historias.blogspot.com.es/

    aqui me podéis seguir tb. Un beso a todas.

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