UN BREVE INSTANTE - CAPÍTULOS 12 Y 13
CAPÍTULOS ANTERIORES
12.
Kasia
dio por terminado su baño una hora y un agradable sueño después.
Lo único que parecía tener claro era que no podía ir casa por casa
preguntando por ella, así que lo tomaría con la calma que parecían
haberle transmitido las sales de baño relajantes. Tomaría algo en
el hotel y saldría a dar un paseo por el pueblo después. Decidió
que no la buscaría, si estaba allí, dejaría que el destino hiciera
su trabajo. Era una decisión de cobardes, pero también tenía un
cierto aroma a romanticismo que la convencía.
Se
puso un pantalón vaquero desgastado y una cómoda camisa de manga
larga que no tardó en remangar a media altura. Se colocó el par de
zapatos más cómodo que tenía pensando en un largo paseo y se
alborotó el pelo húmedo con las manos intentando obtener el
resultado adecuado. Su pelo, tan rubio como fino y liso, apenas
necesitaba cuidados para estar perfecto, tan sólo repasar el corte
de vez en cuando.
Sus
tripas resonaron pidiendo atención. Eran casi las cuatro y aún no
había probado bocado ese día. Tomó su cuaderno de notas y un
pequeño ordenador portátil que siempre la acompañaba y bajó al
comedor. Ya estaba cerrado, pero aún así esperaba no tener que ir
hasta la ciudad para comer. Tocó el timbre y esperó. El señor que
la había recibido a su llegada apareció con una sonrisa.
- Es usted, dígame ¿en qué puedo ayudarla? - preguntó solícito.
- Verá, siento molestarle. He visto que ha terminado la hora de la comida y me gustaría saber si hay algún lugar cerca de aquí donde poder comer. La verdad es que el baño me dejó tan relajada que había olvidado la hora que era.
- ¡Ah, por eso no se preocupe!. Precisamente ahora mi familia y yo estábamos terminando de almorzar, así que si desea le puedo ofrecer un trozo del maravilloso quiché de setas y gambas y uno de los “brezel” que ha hecho Anne. Todavía está caliente.
- ¡No, por favor, no querría importunarles! - Kasia no pudo evitar sonrojarse – es su hora de descanso, gracias de todas formas. Bajaré al pueblo y comeré algo allí, no se preocupe.
- No es molestia. Está todo preparado, además, a esta hora no creo que encuentre ninguna cocina abierta en el pueblo. Por favor, tome asiento en una de las mesas del porche y enseguida volveré con la comida – abrió la puerta de la recepción y le sujetó la silla como todo un caballero.
- Está bien. Muchísimas gracias – volvía a sonrojarse.
- ¿Le gustó la habitación? - preguntó desde el marco de la puerta antes de volver a la cocina.
- Es absolutamente perfecta. Y no le miento – sonrió.
- Sabía que le gustaría. Enseguida vuelvo – cerró la puerta tras de sí y al instante volvió a salir - ¡ah, qué cabeza la mía!, ¿le apetece tomar el vino de la casa?, producimos una pequeña cantidad de botellas gracias a nuestro aún más pequeño viñedo. Pese a ello, el vino que nos proporciona la uva “Regent” merece la pena – se notaba en sus palabras lo orgulloso que estaba de su trabajo.
- ¿También tienen viñedos? - preguntó asombrada – ya veo que usted siempre tiene algo que hacer. Esta noche aceptaré con gusto esa copa de vino, sin embargo creo que ahora será mejor que no pase del agua o entre el baño y las horas que llevo sin dormir, esa copa podría hacer que cayera rendida al sueño.
- Está bien. Agua entonces, dejaremos el vino para una hora más propicia – chasqueó los dedos en señal de aprobación – ahora sí... no tardo.
Colocó
el portátil sobre la mesa y lo encendió. Daría un repaso a la
prensa digital y al correo electrónico y establecería algunos temas
para el próximo programa. Debía mantenerse al día en todas las
noticias que pudieran resultar interesantes para su trabajo, tanto en
materia política como social. En el periódico más importante de
Berlín aparecía remarcada la noticia de la fiesta de celebración
de la película, pero decidió que lo mejor era no saber nada. Había
tomado conciencia y había sentido todo lo que quería de aquella
fiesta en la forma que había tenido Lucy de abrazarla para las
fotos. En su mirada que parecía pedir algo más, incluso desde el
otro lado del local mientras hablaba con Mark. Se arrepentía de
cada decisión tomada después de esta última vez que sus ojos se
encontraron, de haber aceptado la invitación de Bella, de marcharse
del lugar como el asesino que huye después de haber hecho un daño
irreparable. Aquellos ojos azules tenían derecho a una explicación
o, al menos, a una despedida, y ella había salido de allí envuelta
en confusión y miedo.
Lucy
no podía creer que la “amenaza” de su padre de hacerla trabajar
se hubiera cumplido. Había entrado en el comedor donde charlaba
reposadamente con su familia y le había pedido que llevara un
servicio a una de las mesas del porche a un cliente rezagado. Se
levantó contrariada de la mesa para atender la petición de su padre
y molesta con el huésped que pensaba que debía estar en un “resort”
de las Barbados con un todo incluido.
- Ja ja ja – su padre se cayó de la risa sobre su silla al ver a su hija cabecear disgustada - ¡venga!, que la ciudad te ha hecho una niña muy fina.
- ¿Pero qué dices? - se volvió para contestarle – simplemente no me parece una hora adecuada, para eso existen los horarios de comedor – afirmó indicando el cartelito tras la puerta.
- He sido yo el que ha insistido. Me ha caído bien la chica y tiene aspecto de estar cansada y necesitar algo de descanso. No puedo mandarla así al pueblo, tu madre me habría puesto una falta disciplinaria, ¿verdad mi capitán? - se acercó a su mujer y le dio un suave pellizco en el brazo.
- Tienes razón, en ocasiones hay que hacer pequeñas excepciones que harán del hotel un lugar especial y recomendable – dijo tranquilamente su madre – además, la comida está hecha, no supone ningún esfuerzo, así que ¡vamos!, si sigues tardando tanto lo descontaré de tu sueldo – apoyó su espalda en el respaldo de la silla y suspiró.
- Explotadores...
- Niña remilgada – contestó su madre sin moverse.
Colocó
los dos platos de comida sobre una bandeja de camarero junto a un
servicio de cubiertos y una botella de agua y una copa. Se dispuso a
entregar el pedido sujetando la bandeja por ambos lados y salió al
comedor de esa guisa. La carcajada conjunta de toda la familia hizo
que casi perdiera el equilibrio y soltara la bandeja a su suerte.
- ¿Has perdido práctica, eh? - preguntó su padre entre hipidos de risa – creo que ya sabemos que no podrás hacer de camarera en tu próxima película sin una doble.
- Calla o provocaré un desastre – no pudo evitar reír hasta que vio tambalearse la botella – es que lo de llevar copas siempre se me dio mal.
- No hace falta que lo jures – dijo su hermano Henry – cuando de fuiste tuvimos que comprar vasos y copas nuevos porque no habías dejado una sola vajilla entera.
- Pufff – resopló y se dirigió a la puerta que unía el comedor con la recepción – allá voy. Si llego al destino, no vuelvo a servir mesas, ¿de acuerdo?, prefiero el huerto, o las habitaciones, pero nada de hacer equilibrios.
- ¡Hecho! - confirmó su padre – y ahora demuestra que mis genes han servido para algo y no te caigas bajando el escalón. Por cierto, la chica es muy guapa, seguro que te gustará – guiñó un ojo y sonrió.
- ¡Papá! - gritó y se tropezó con la alfombra de la entrada a la vez. La elasticidad que le proporcionaba el ballet hizo que pudiera mantenerse en pie y no cayera la bandeja.
- Encima que te lo digo... – hizo ese gesto tan suyo y volvió a reír al ver los apuros de su hija pequeña.
Lucy
salió del comedor a duras penas y atravesó la pequeña recepción
que daba al porche principal. Esperaba que fuera quien fuese esa
mujer, no la reconociera. Su pelo recogido y sus gafas le darían una
pequeña opción. Con un poco de suerte, entraría allí, serviría
la mesa todo lo rápido que su torpeza le permitiera y saldría de
allí sin que se percatara de su existencia.
El
amplio espacio acristalado a los lados de la puerta principal le
mostró la mujer que esperaba sentada en el porche. De espalda a ella
sólo podía ver su brillante pelo rubio que le hizo recordar a Kasia
nada más verlo. El sueño perfecto para Lucy en ese instante habría
sido que la dueña de sus pensamientos desde el día que la conoció
estuviera sentada en el porche de su casa esperando por algo de comer
y de beber.
“Deberías
dejar de pensar en ella, entre otras cosas, estás aquí para eso”,
se dijo a sí misma mientras buscaba la manera de abrir la puerta
mientras sujetaba la bandeja a la vez. Colocó la bandeja sobre su
mano izquierda y la apoyó ligeramente sobre su hombro para darle
firmeza y abrió la puerta con la mano libre. Se acercó de una
manera involuntariamente silenciosa hacia ella y la observó mientras
hacía anotaciones en su cuaderno. Por un momento sintió que le
temblaban las rodillas al observar detenidamente su perfil: el
flequillo rubio que caía sobre su frente terminaba donde comenzaba
el trazo de su nariz ligeramente alargada y que mostraba el camino a
unos sugerentes labios. El brillo del sol de una tarde de primavera
pareció detenerse en uno de sus lunares y supo que no había dudas.
Era ella.
Allí
estaba, tan centrada en sus notas que no se había percatado de su
presencia. Lucy permaneció inmóvil pensando que, quizás, si no se
movía, la visión que tenía delante de sus ojos no se desvanecería.
Probablemente su cerebro le estaba jugando una mala pasada y le
mandaba señales equívocas a sus ojos, daba igual, la idea de que
fuera ella la hacía inmensamente feliz.
Kasia
levantó la vista y vio que había alguien a su lado y supuso que se
trataba del señor de recepción. Apurada cerró el portátil y
recogió su cuaderno y los puso a un lado.
- Disculpe, no lo oí llegar – dijo recolocando las cosas sobre la mesa para dejar espacio y sin mirar arriba.
Lucy
escuchó su voz y una sonrisa se escapó hasta sus labios.
- No se preocupe, podría esperar toda la vida – dijo sin más.
Kasia
dejó de recoger la mesa y se quedó paralizada al escucharla. Cerró
un instante los ojos y tomó el valor suficiente para mirarla.
- Tú... - fue lo único que se le ocurrió decir.
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13.
No
dijo nada. Colocó todo el contenido de la bandeja sobre la mesa en
movimientos delicados, como si en cada uno de sus gestos quisiera
mimar a su invitada. Dejó la bandeja sobre una pequeña mesa
auxiliar y tomó asiento frente a ella. La miró como miran las
chiquillas traviesas y sonrió de una forma que Kasia aún no había
visto.
- Acabas de descubrir mi trabajo de fin de semana – dijo acomodándose en su lugar.
- Yo... - titubeó un instante sin saber qué decir – no sabía que necesitaras un trabajo extra.
Kasia
no había pensado en su discurso si por fin la encontraba. Y allí
estaba aquella mujer, dejando un quiché de setas y algo de agua en
su mesa, y ella era incapaz de poner en orden el terremoto de ideas
que la sacudía.
- Pues ya ves. No mentimos los actores cuando decimos que un buen actor no puede vivir de su trabajo – soltó una leve risa – come, o mi cuñada se sentirá ofendida y mi padre pensará que soy una nefasta camarera. Que soy una mala camarera es un hecho contrastado, pero la comida que prepara Anne es extraordinaria – apoyó la barbilla en su mano izquierda y la miró despreocupada.
- Ese señor que me recibió.... ¿es tu padre? - preguntó sin poder creer que hubiera elegido la misma casa como lugar de hospedaje.
- Sin duda ninguna, ese es – no cambió un ápice su postura – come – repitió.
Tomó
un trozo con su tenedor y se lo llevó a la boca no sin cierta
vergüenza.
- Está delicioso.
- Ya te lo había dicho. Anne es la mejor cocinera que conocerás jamás – apoyó la espalda en el asiento alejándose de Kasia dándole el espacio suficiente para que comiera a gusto.
- Mmm – saboreó un trozo más – necesitaba algo así.
- Me alegra haber sido yo quien te lo trajera – coqueteaba como esa primera vez en el hotel.
- ¿No vas a preguntar qué hago aquí? - Kasia sabía que debía ser franca con ella.
- Pues, según parece, disfrutas de una agradable estancia en un lugar encantador con una compañía... yo diría que bastante decente – ya habría tiempo para confesiones.
Kasia
agradeció que no quisiera ir más allá por el momento. Sabía que
en algún momento tendría que decirle la verdad, que había cometido
la locura o tal vez estupidez de lanzarse a la carretera en su busca,
que probablemente habría podido vivir sin ella pero que, sin duda,
le gustaba mucho más su vida desde que ella había aparecido.
- Y, según parece, tú estás de visita a la casa familiar, algo que seguro llevabas tiempo deseando.
Lucy
ya no deseaba nada que no fueran esos labios perfectos que le
hablaban. Estuvo a punto de acabar con la farsa en ese instante,
quiso ir hacia esos labios, probarlos su dulzura y degustarlos
lentamente. Quiso confesar su deseo, sus ganas de sentir la piel que
la rodeaba. Tenerla allí, tan cerca, había hecho que olvidara por
un instante que la noche anterior había huido de Berlín después de
verla salir acompañada por aquella mujer.
De
repente, la duda de que no estuviera sola la asaltó.
- Pensaba que después de la noche de ayer estarías... durmiendo – dijo con el gesto algo más serio.
- Bueno, me fui a la cama temprano, igual hasta antes que tú – Kasia adivinó sus pensamientos y quiso aclararlo a pesar del juego.
- Ah... al verte marchar creí que tu noche acababa de empezar. Seguro que no era mal plan el que te ofrecían – pensarlo le hacía daño, decirlo aún más.
- No había ningún plan, no al menos con la persona que me fui – tomó un trago de agua y algo de valor – nada más pasar la puerta, sentí que perdí una maravillosa oportunidad.
- Bueno, supongo que habrán otras oportunidades, si no... habría sido una muy mala decisión.
Hubo
un silencio. No incómodo, las dos mujeres dedicaron un instante a
mirarse fijamente. A Kasia, descubrir a la Lucy normal, la de gafas y
camiseta, le había parecido el mejor de los sueños. Su belleza
estaba más allá de maquillajes y luces, era hermosa... hermosa en
cada uno de los gestos desenfadados que le dedicaba y que la
mostraban como una alegre chica de pueblo. El azul de sus ojos
atravesaba el cristal de sus gafas de lejos para invadir su espacio y
meterse dentro. Lucy soñaba con rozar su pelo rubio con las yemas
de sus dedos y enredarse en ellos, en acariciar su cara para
atraparla y regalarle sus labios en cada uno de sus besos.
- Ha pasado un ángel – dijo Kasia cuando notó que el silencio duraba un poco más de protocolariamente correcto.
- Yo pensaba que ya estaba aquí – dijo sin pensar.
Kasia
se sonrojó y disimuló tomando un trozo más del quiché.
- ¡Pero bueno!, ¿no sólo eres una terrible camarera sino que además interrumpes a nuestros huéspedes mientras comen? - preguntó el padre de Lucy abriendo la puerta principal.
- Me temo que no coincidimos papá: ni soy una mala camarera... la bandeja y todo su contenido han llegado sanos y salvos, ni interrumpo, ¿verdad que no? - le preguntó a Kasia buscando apoyo.
- No interrumpe y mucho menos molesta – se limitó a decir.
- Papá, te presento a Kasia, la conocí en la rueda de prensa del Palace por lo de la candidatura. Kasia, este señor tan terrible es mi padre, Walter Scherrer.
- Encantado de que nos hayan presentado formalmente, señorita – alargó su mano y la saludó – aunque ya sabía de quién se trataba, su voz es inconfundible – hizo un gesto satisfecho.
- No sabía que escucharas su programa – dijo Lucy algo extrañada.
- Cariño, para un programa bueno que hacen no iba a dejarlo escapar.
- Gracias, por la parte que me toca – dijo Kasia halagada.
- Bueno, no os molesto más, simplemente quería saber si todo estaba bien. Ya que es amiga de mi hija, espero que nos acompañe esta noche en la cena, seguro que le gustará conocer un montón de anécdotas que acabarían con la imagen de chica elegante que tiene.
- ¡Papá!, no te atreverás... - exclamó enfadada.
- ¡Por supuesto que sí!, ¿por quién me tomas? - acarició la cabeza de su hija y le dio un beso – las esperamos para la cena, entonces.
- Será un placer – dijo Kasia observando la mirada de reprobación de Lucy a su padre.
- Su segundo mayor placer es ponerme en evidencia – dijo Lucy mientras lo miraba marcharse.
- No lo creo, de hecho creo que intenta todo lo contrario. Y según tu teoría, ¿cuál es el primero?.
- Disfrutar de todo esto con su familia – volvió a relajarse.
- No es mal plan.
- No, no lo es. Cada vez me gusta más estar aquí y cada vez me cuesta más volver – observó todo a su alrededor con la nostalgia de quien sabe que deberá marcharse - ¿habías estado alguna vez aquí, en Monschau?.
- No. Si a mí me parece un lugar hermoso, puedo entender que te cueste tanto cambiarlo por Berlín.
- Sería fácil vivir aquí – puso voz a sus pensamientos.
No
miraba a Kasia, observaba el vaivén de los árboles con el viento y
se dejaba mecer por su murmullo. Dejó caer su cabeza hacia atrás y
cerró los ojos.
- ¿Y por qué no lo haces? - preguntó y al momento se arrepintió de haberlo hecho – perdona, no quería resultar la típica periodista de turno.
- No lo eres, tranquila, puedes preguntar lo que quieras – suspiró y volvió a mirarla – bueno, Berlín tiene sus cosas buenas y algunas cosas espectacularmente buenas... también merece la pena. A parte de eso, había que ser lo suficientemente inteligente como para saber que allí están las oportunidades. Yendo y viviendo habría sido todo mucho más complicado y bastante agotador. Pero, hablando de cosas agotadoras... ¿cómo llegaste hasta aquí? - preguntó directa.
- En mi coche – suspiró – es un trayecto cómodo aunque un poco largo – sonrió.
- ¿Has traído tu coche?, ¡genial!, así podré enseñarte mi lugar favorito del mundo – exclamó ilusionada – todos tenemos un lugar favorito del mundo, así que después de esto deberás enseñarme el tuyo.
- ¿Harías eso?
- Por supuesto. Si no estás muy cansada de conducir podemos ir ahora y estar de vuelta para la cena, ¿te parece?
- Claro – escuchar sus palabras la había subido a una especie de nube y se dejaba llevar.
- Vale. Voy a darme una ducha y a cambiarme de ropa, no puedo llevarte a un sitio tan especial con el uniforme de camarera – le guiñó un ojo y se puso en pie – prometo no tardar – se acercó y le dio un fugaz beso en la mejilla.
Kasia
acarició su mejilla mientras miraba cómo se perdía por el camino
que llevaba a su casa. No recordaba en qué momento se había
embarcado en aquella locura y apenas recordaba su vida antes de la
mujer de los ojos del color de arrecifes de coral. Tomó un trago más
de agua e inspiró buscando ese extra de valor necesario para
soportar tenerla tan cerca.
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Buenos días, o tardes! ;)
ResponderEliminarA partir de ahora, vamos a intentar introducir cada actualización del blog como una entrada nueva, que a su vez tendrá un enlace con la historia completa para quienes quieran leerla desde el principio o se hayan dejado algún capítulo atrás.
Dicho esto, aquí va un capítulo nuevo :)
Wooooooow, dios, no nos dejes con la intriga!!! Quiero maaaaaas, porfis!! Gracias por seguir con la historia, me encanta tu forma de darle sentido a la historia, lo tienes bien montado. Sigue así!
ResponderEliminarSaludos y besos desde Barcelona. :)
Me encanta tu historia, y hoy me has alegrado un día bastante malo asique gracias =) Espero poder leer algo nuevo pronto.
ResponderEliminarSaludo desde Madrid
Feliz fin de semana. Os dejo el capítulo 13 ;)
ResponderEliminarMe encanta mejorar días regulares, así que gracias a ti, gracias por leernos y disfrutar de las historias. Me alegra muchísimo ver cómo ese mapa cotilla que tenemos a la derecha nos indica desde dónde se conectan para leernos, ¡es algo increíble!.
Me pongo de rodillas ante ti, magnifico, en serio. Tienes un don. Esperaré ansiosa el proximo capitulo la semana que viene. Besos desde Barcelona :)
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