17.
Un
ligero tintineo metálico parecía despertar con el sol que avanzaba
perezoso hasta su posición natural de cada mañana. El ajetreo de
cubiertos que chocaban en lo que Kasia adivinó debía ser el
servicio de desayuno y el ronroneo que suponían voces a lo lejos que
charlaban animadamente, no eran suficiente para que recobrara del
todo la conciencia.
Su
primer pensamiento la llevó hasta Lucy. ¿Acaso lo que ella creía
un vívido sueño había sido la más hermosa de las realidades?.
Movió uno de sus brazos cambiando de posición y un murmullo tibio y
agradable le dio los buenos días agradeciendo el roce de la piel.
- Mmm, ¿ya estás
despierta? - preguntó la voz que la acompañaba.
- Sí - contestó
temiendo abrir los ojos y estar equivocada - nunca duermo demasiado -
se dio valor y la miró.
Era
ella, claro que era ella. Lo que había sentido y vivido la noche
anterior no podía ser fruto de un sueño por mucha imaginación que
tuviera. Se veía preciosa, con un gesto sereno y relajado y sus ojos
aún cerrados. Un rayo de sol había tropezado con su pelo y aclaraba
brillante los mechones que caían a un lado, casi sobre los ojos.
- Me miras - no
preguntaba.
- Quería asegurarme de
que eras real - confesó Kasia.
Esta
confesión hizo que Lucy abriera los ojos a la vez que posaba su
mejor sonrisa en los labios.
- ¿Y?, ¿te parezco
real? - se movió un poco para abrazarse una vez más a ella - ¿o
quieres que te demuestre que lo soy?.
Enterró
su rostro entre la almohada y el cuello de Kasia y la besó. Su
actitud tierna y remolona eran lo más delicioso que Kasia podía
imaginar y le devolvió caricias envueltas en besos para agradecerle
que no quisiera huir de sus abrazos.
- Tus padres se
preguntarán dónde habrás pasado la noche - dijo sin pretender
romper el encanto.
- Sí, y también se
preguntarán si es que en Berlín se acostumbra a comer una vez al
día, porque no bajas - contestó algo más despierta, casi tanto
como sus manos que empezaban a recorrer un cuerpo que ya reconocía.
- ¿Tú crees que
ellos...? - no se atrevió a terminar la pregunta. La vergüenza
ganaba siempre en estas situaciones.
- Que si creo que ellos
piensan que tú y yo ... - Lucy sabía jugar. Se divertía poniéndola
nerviosa.
Le
dio un beso lento en su cuello que despertó de golpe todos los
sentidos.
- No, no... - trató de
recomponerse Kasia - tienes que salir de aquí antes de que te vean.
- No lo estás diciendo
en serio - una mano que bajaba por toda la espalda sin intención de
parar su descenso ponía las cosas difíciles a la sensatez - ya soy
mayorcita - protestó mimosa.
- Ya, pero... ¿en qué
lugar me deja el hecho de que nos acabamos de conocer y estás metida
en mi cama, en un establecimiento, no olvidemos, propiedad de tu
familia?. Reconoce que suena a locura - le dio un beso en los labios
que mejorara su argumentación.
- ¿Quién está en la
habitación de quién? - alargó el beso mucho más - si hay una
pervertida aquí soy yo - le mordió el labio inferior y rodó para
ponerse sobre ella.
Hizo
que sus cuerpos se rozaran y Kasia cerró los ojos incapaz de
protestar.
- Pero para que veas
que soy una buena persona - otro beso - me voy a ir a dar una ducha y
a comportarme como una futura actriz de Hollywood, superficial e
inaccesible - le mordió una oreja - además, tengo pis.
Dio
un salto y fue hacia el baño corriendo. Kasia soltó una carcajada y
se dio cuenta de lo sencillo que podía ser enamorarse de esa mujer.
- Creo que éstas ya no
me sirven - lanzó las pequeñas bragas azules en dirección a la
cama y se quedaron en el suelo a medio camino - tranquila... tengo
más - rió despreocupada.
- Me dejas mucho más
tranquila - Kasia se colocó de lado, apoyada sobre su mano izquierda
mirando hacia el baño.
Lucy
salió completamente desnuda y la miró un instante.
- Quiero que valores el
esfuerzo que estoy haciendo para salir de esta habitación - dijo
buscando sus pantalones - porque ahora mismo debo decirte que me
pones las cosas muy complicadas - sus ojos recorrían cada centímetro
deleitándose mientras se vestía.
- Te lo agradezco - le
dedicó la mejor de sus sonrisas - ya vale con que tu familia
sospeche qué has hecho como para que encima lo vean.
- Tendrás que
recompensarme - se terminó de poner el pantalón y se colocó su
jersey. Se organizó el pelo como pudo y se acercó a besarla una vez
más - ¿nos vemos en diez minutos para desayunar?.
- En ocho - se limitó
a contestar mientras la acariciaba.
- Me gusta esa actitud
- sonrió corriendo hacia la puerta - ¡hasta ahora!.
Kasia
se asombró de lo rápida que podía llegar a ser cuando un buen
propósito merecía el esfuerzo. Se aseó rápido, eligió algo de
ropa cómoda, pero no tan cómoda como para ahuyentar el deseo, echó
un vistazo en el espejo al resultado, cogió su pequeño bolso con
llaves, teléfono, cartera y agenda, y fue en busca del mejor
desayuno que podían ofrecerle.
Atravesó
la recepción vacía rumbo al comedor, de donde provenían esos
agradables ruidos cotidianos que te recuerdan que estás de
vacaciones y se dejó contagiar de la luz que ofrecía la cálida
mañana. Para la época en la que estaban, era difícil disfrutar de
esa temperatura casi primaveral y trató de que su cuerpo se llenara
de esa energía vital estirándose e inspirando a la vez.
- Buenos días, Kasia –
Walter la saludó mientras colocaba una nueva bandeja de panecillos
sobre la mesa del pequeño comedor.
- Bue...nos días,
señor Sherer – tartamudeó mientras pensaba aterrada que ese
hombre podría adivinar en su cara la noche de sexo que había tenido
con su preciosa hija pequeña.
- Por su radiante
aspecto, diría que ha disfrutado de un descanso reponedor – nada
en su tono de voz hacía pensar que sospechara... que supiera... -
siempre me agrada saber que el objetivo ha sido cumplido.
“Objetivo
cumplido...” pensaba Kasia sin saber muy bien por dónde seguir la
conversación. Sin duda, si su estado de bienestar se consideraba un
objetivo, cumplido estaba. Sonrió discreta.
- Sin duda, me he dado
cuenta de que necesitaba descansar más de lo que yo pensaba. Gracias
por la magnífica cena de anoche y por la compañía, claro. Han sido
ustedes muy amables.
Walter
le devolvió la sonrisa.
- A veces nos olvidamos
de lo importante que es descansar, recuperar las fuerzas. Podría
decírselo a mi hija, a ver si usted tiene más suerte que yo. Está
sentada en la terraza – le indicó con un movimiento de cabeza el
lugar al que debía dirigirse – y juraría que la está esperando.
Que tenga un buen día – concluyó.
- Gracias – carraspeó
nerviosa – intentaré hacerle llegar el mensaje.
Se
dirigió hacia la pequeña mesa que Lucy ocupaba. Se había cambiado
de ropa y nada en su aspecto hacía sospechar que hubiera compartido
una noche de amor con ella hasta hacía sólo unos minutos. Se sintió
afortunada.
Con
una taza de humeante café delante, las piernas cruzadas y su codo
izquierdo apoyado en la rodilla, sostenía una conversación
telefónica que había conseguido que su rostro sereno estuviera
ahora contrariado. Lucy la vio acercarse y levantó la mano libre
para saludarla e indicarle que en breve daría la conversación por
terminada. Le dedicó una de sus hermosas sonrisas y se ajustó sus
gafas nerviosa.
- Escúchame bien Bella
- dijo firme y serena.
Kasia
no pudo evitar erguirse en la silla incómoda al escuchar ese nombre.
- Ya dije ayer en la
oficina que iba a estar una semana fuera... - pausa - ... sí, una
semana, tampoco me voy al Tibet de retiro dos años - Bella volvía a
interrumpir - no, no, no, quiero que me escuches como si esta vez
pasara el riego suficiente por tu cerebro... me da lo mismo lo que te
hayan dicho, nada va a cambiar porque esté una semana fuera, esa
"increíble" oportunidad estará ahí cuando regrese - al
otro lado del teléfono Bella parecía mostrarse insistente - no voy
a repetirlo, si has grabado la conversación, ponla en bucle hasta
que captes la idea Bella. Aaaadiós... beeesooos - colgó y soltó el
teléfono sobre la mesa con desgana.
- ¿Algún problema? -
preguntó Kasia sirviéndose una taza de café y dando un mordisco a
una caracola de las que Lucy tenía en su plato.
- Mmm, si prefieres la
caracola a otras delicias que puede ofrecerte el establecimiento - se
puso en pie y se señaló a sí misma como si fuera un deportivo rojo
en un escaparate - sí que tendremos un pequeño problema.
- Siéntate, anda -
dijo Kasia riendo - o por mucho camuflaje que lleves, medio hotel se
dará cuenta de quién eres - dio otro bocado al dulce - no sé qué
decirte, ¿eh?, está realmente deliciosa.
- Me ofendes -
entrecerró los ojos y adoptó una postura infantil.
- Que no, nada podría
superar lo que tengo ahora mismo frente a mis ojos - suspiró - nada
en absoluto - le guiñó un ojo feliz - pero, en serio, ¿tienes
algún problema?.
- No, ocurre
simplemente que mi agente debe estar ahora mismo con medio cuerpo por
fuera de la ventana de su despacho, porque piensa que no he podido
elegir peor fecha para irme de vacaciones - cogió el trozo de dulce
que Kasia tenía en la mano y se lo llevó a la boca satisfecha - el
problema en sí es que su despacho está en una octava planta.
- ¿Y por qué
decidiste tomar un descanso? - lamentó ser tan curiosa - perdona, no
debería preguntar tanto.
- Tranquila, pregunta
lo que quieras, que después será mi turno - se frotó las manos y
tomó un sorbo de su taza - pues... creo que fue por ti.
- ¡¿Cómo?! - Kasia
no esperaba esa respuesta.
- Bueno... ¿por qué
estás tú aquí?.
Dudó
si responder.
- Supongo que por ti -
terminó por confesar.
- ¿Ves?, pues ahí
tienes mi explicación - no esperaba que hubiera sido ella el motivo
de Kasia para estar allí, pero en su interior ansiaba serlo - creo
que las dos sentimos lo mismo cuando nos vimos en la cena de la
prensa.
- Ya que estamos
confesándonos - era el momento de atreverse - vine buscándote. Sé
que suena a locura, pero sentía la necesidad verte, que no podía
dejar que pensaras...
- No iba a pensar nada.
Bueno, miento, sí que pensé que tenías un gusto bastante
cuestionable cuando te vi marchar con la "Mantis" Bella -
su mirada mostraba las ganas que tenía de besarla allí mismo - oye,
que no es que estuviera celosa.
- Claro..."mantis",
¿en serio? - puso los ojos en blanco.
- Eh, que no es cosa
mía, ya te dije que no estaba celosa - probablemente en algún
momento del desayuno había vuelto a la adolescencia sin darse
cuenta, pero es que la mujer que tenía frente a ella hacía que todo
valiera la pena, incluso el ridículo infantil - oye...
- ¿Qué? - aún
intentaba aguantar la risa.
- Que estoy feliz de
que vinieras buscándome.
- Yo lo estoy más de
haberte encontrado.
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Que bonitoooooo. Durará? jajajjaj :P. Que bien que esto cobre vida de nuevo.
ResponderEliminarPuccini
Nunca se sabe. Igual me pongo en modo pasteleo y terminamos todas necesitando dosis urgentes de insulina XD. Déjalas, que todavía no conocen sus miserias.
ResponderEliminarZene
O.O no se si me gustan tus palabras... Y ya se ha dicho siempre que "a nadie le amarga un dulce". ;p
ResponderEliminarBirre
No nos abandones de nuevo Zuki :( como siempre me encanta lo que escribes!
ResponderEliminaruna verdadera lastima que historias tan interesantes no sean concluida.
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