lunes, 22 de septiembre de 2014

Un breve instante - Capítulo 17


17.

Un ligero tintineo metálico parecía despertar con el sol que avanzaba perezoso hasta su posición natural de cada mañana. El ajetreo de cubiertos que chocaban en lo que Kasia adivinó debía ser el servicio de desayuno y el ronroneo que suponían voces a lo lejos que charlaban animadamente, no eran suficiente para que recobrara del todo la conciencia.

Su primer pensamiento la llevó hasta Lucy. ¿Acaso lo que ella creía un vívido sueño había sido la más hermosa de las realidades?. Movió uno de sus brazos cambiando de posición y un murmullo tibio y agradable le dio los buenos días agradeciendo el roce de la piel.


- Mmm, ¿ya estás despierta? - preguntó la voz que la acompañaba.

- Sí - contestó temiendo abrir los ojos y estar equivocada - nunca duermo demasiado - se dio valor y la miró.


Era ella, claro que era ella. Lo que había sentido y vivido la noche anterior no podía ser fruto de un sueño por mucha imaginación que tuviera. Se veía preciosa, con un gesto sereno y relajado y sus ojos aún cerrados. Un rayo de sol había tropezado con su pelo y aclaraba brillante los mechones que caían a un lado, casi sobre los ojos.


- Me miras - no preguntaba.

- Quería asegurarme de que eras real - confesó Kasia.


Esta confesión hizo que Lucy abriera los ojos a la vez que posaba su mejor sonrisa en los labios.


- ¿Y?, ¿te parezco real? - se movió un poco para abrazarse una vez más a ella - ¿o quieres que te demuestre que lo soy?.


Enterró su rostro entre la almohada y el cuello de Kasia y la besó. Su actitud tierna y remolona eran lo más delicioso que Kasia podía imaginar y le devolvió caricias envueltas en besos para agradecerle que no quisiera huir de sus abrazos.

- Tus padres se preguntarán dónde habrás pasado la noche - dijo sin pretender romper el encanto.

- Sí, y también se preguntarán si es que en Berlín se acostumbra a comer una vez al día, porque no bajas - contestó algo más despierta, casi tanto como sus manos que empezaban a recorrer un cuerpo que ya reconocía.

- ¿Tú crees que ellos...? - no se atrevió a terminar la pregunta. La vergüenza ganaba siempre en estas situaciones.

- Que si creo que ellos piensan que tú y yo ... - Lucy sabía jugar. Se divertía poniéndola nerviosa.


Le dio un beso lento en su cuello que despertó de golpe todos los sentidos.


- No, no... - trató de recomponerse Kasia - tienes que salir de aquí antes de que te vean.

- No lo estás diciendo en serio - una mano que bajaba por toda la espalda sin intención de parar su descenso ponía las cosas difíciles a la sensatez - ya soy mayorcita - protestó mimosa.

- Ya, pero... ¿en qué lugar me deja el hecho de que nos acabamos de conocer y estás metida en mi cama, en un establecimiento, no olvidemos, propiedad de tu familia?. Reconoce que suena a locura - le dio un beso en los labios que mejorara su argumentación.

- ¿Quién está en la habitación de quién? - alargó el beso mucho más - si hay una pervertida aquí soy yo - le mordió el labio inferior y rodó para ponerse sobre ella.


Hizo que sus cuerpos se rozaran y Kasia cerró los ojos incapaz de protestar.


- Pero para que veas que soy una buena persona - otro beso - me voy a ir a dar una ducha y a comportarme como una futura actriz de Hollywood, superficial e inaccesible - le mordió una oreja - además, tengo pis.


Dio un salto y fue hacia el baño corriendo. Kasia soltó una carcajada y se dio cuenta de lo sencillo que podía ser enamorarse de esa mujer.


- Creo que éstas ya no me sirven - lanzó las pequeñas bragas azules en dirección a la cama y se quedaron en el suelo a medio camino - tranquila... tengo más - rió despreocupada.

- Me dejas mucho más tranquila - Kasia se colocó de lado, apoyada sobre su mano izquierda mirando hacia el baño.


Lucy salió completamente desnuda y la miró un instante.


- Quiero que valores el esfuerzo que estoy haciendo para salir de esta habitación - dijo buscando sus pantalones - porque ahora mismo debo decirte que me pones las cosas muy complicadas - sus ojos recorrían cada centímetro deleitándose mientras se vestía.

- Te lo agradezco - le dedicó la mejor de sus sonrisas - ya vale con que tu familia sospeche qué has hecho como para que encima lo vean.

- Tendrás que recompensarme - se terminó de poner el pantalón y se colocó su jersey. Se organizó el pelo como pudo y se acercó a besarla una vez más - ¿nos vemos en diez minutos para desayunar?.

- En ocho - se limitó a contestar mientras la acariciaba.

- Me gusta esa actitud - sonrió corriendo hacia la puerta - ¡hasta ahora!.


Kasia se asombró de lo rápida que podía llegar a ser cuando un buen propósito merecía el esfuerzo. Se aseó rápido, eligió algo de ropa cómoda, pero no tan cómoda como para ahuyentar el deseo, echó un vistazo en el espejo al resultado, cogió su pequeño bolso con llaves, teléfono, cartera y agenda, y fue en busca del mejor desayuno que podían ofrecerle.


Atravesó la recepción vacía rumbo al comedor, de donde provenían esos agradables ruidos cotidianos que te recuerdan que estás de vacaciones y se dejó contagiar de la luz que ofrecía la cálida mañana. Para la época en la que estaban, era difícil disfrutar de esa temperatura casi primaveral y trató de que su cuerpo se llenara de esa energía vital estirándose e inspirando a la vez.


- Buenos días, Kasia – Walter la saludó mientras colocaba una nueva bandeja de panecillos sobre la mesa del pequeño comedor.

- Bue...nos días, señor Sherer – tartamudeó mientras pensaba aterrada que ese hombre podría adivinar en su cara la noche de sexo que había tenido con su preciosa hija pequeña.

- Por su radiante aspecto, diría que ha disfrutado de un descanso reponedor – nada en su tono de voz hacía pensar que sospechara... que supiera... - siempre me agrada saber que el objetivo ha sido cumplido.


“Objetivo cumplido...” pensaba Kasia sin saber muy bien por dónde seguir la conversación. Sin duda, si su estado de bienestar se consideraba un objetivo, cumplido estaba. Sonrió discreta.


- Sin duda, me he dado cuenta de que necesitaba descansar más de lo que yo pensaba. Gracias por la magnífica cena de anoche y por la compañía, claro. Han sido ustedes muy amables.


Walter le devolvió la sonrisa.


- A veces nos olvidamos de lo importante que es descansar, recuperar las fuerzas. Podría decírselo a mi hija, a ver si usted tiene más suerte que yo. Está sentada en la terraza – le indicó con un movimiento de cabeza el lugar al que debía dirigirse – y juraría que la está esperando. Que tenga un buen día – concluyó.

- Gracias – carraspeó nerviosa – intentaré hacerle llegar el mensaje.


Se dirigió hacia la pequeña mesa que Lucy ocupaba. Se había cambiado de ropa y nada en su aspecto hacía sospechar que hubiera compartido una noche de amor con ella hasta hacía sólo unos minutos. Se sintió afortunada.


Con una taza de humeante café delante, las piernas cruzadas y su codo izquierdo apoyado en la rodilla, sostenía una conversación telefónica que había conseguido que su rostro sereno estuviera ahora contrariado. Lucy la vio acercarse y levantó la mano libre para saludarla e indicarle que en breve daría la conversación por terminada. Le dedicó una de sus hermosas sonrisas y se ajustó sus gafas nerviosa.


- Escúchame bien Bella - dijo firme y serena.


Kasia no pudo evitar erguirse en la silla incómoda al escuchar ese nombre.


- Ya dije ayer en la oficina que iba a estar una semana fuera... - pausa - ... sí, una semana, tampoco me voy al Tibet de retiro dos años - Bella volvía a interrumpir - no, no, no, quiero que me escuches como si esta vez pasara el riego suficiente por tu cerebro... me da lo mismo lo que te hayan dicho, nada va a cambiar porque esté una semana fuera, esa "increíble" oportunidad estará ahí cuando regrese - al otro lado del teléfono Bella parecía mostrarse insistente - no voy a repetirlo, si has grabado la conversación, ponla en bucle hasta que captes la idea Bella. Aaaadiós... beeesooos - colgó y soltó el teléfono sobre la mesa con desgana.

- ¿Algún problema? - preguntó Kasia sirviéndose una taza de café y dando un mordisco a una caracola de las que Lucy tenía en su plato.

- Mmm, si prefieres la caracola a otras delicias que puede ofrecerte el establecimiento - se puso en pie y se señaló a sí misma como si fuera un deportivo rojo en un escaparate - sí que tendremos un pequeño problema.

- Siéntate, anda - dijo Kasia riendo - o por mucho camuflaje que lleves, medio hotel se dará cuenta de quién eres - dio otro bocado al dulce - no sé qué decirte, ¿eh?, está realmente deliciosa.

- Me ofendes - entrecerró los ojos y adoptó una postura infantil.

- Que no, nada podría superar lo que tengo ahora mismo frente a mis ojos - suspiró - nada en absoluto - le guiñó un ojo feliz - pero, en serio, ¿tienes algún problema?.

- No, ocurre simplemente que mi agente debe estar ahora mismo con medio cuerpo por fuera de la ventana de su despacho, porque piensa que no he podido elegir peor fecha para irme de vacaciones - cogió el trozo de dulce que Kasia tenía en la mano y se lo llevó a la boca satisfecha - el problema en sí es que su despacho está en una octava planta.

- ¿Y por qué decidiste tomar un descanso? - lamentó ser tan curiosa - perdona, no debería preguntar tanto.

- Tranquila, pregunta lo que quieras, que después será mi turno - se frotó las manos y tomó un sorbo de su taza - pues... creo que fue por ti.

- ¡¿Cómo?! - Kasia no esperaba esa respuesta.

- Bueno... ¿por qué estás tú aquí?.


Dudó si responder.


- Supongo que por ti - terminó por confesar.

- ¿Ves?, pues ahí tienes mi explicación - no esperaba que hubiera sido ella el motivo de Kasia para estar allí, pero en su interior ansiaba serlo - creo que las dos sentimos lo mismo cuando nos vimos en la cena de la prensa.

- Ya que estamos confesándonos - era el momento de atreverse - vine buscándote. Sé que suena a locura, pero sentía la necesidad verte, que no podía dejar que pensaras...

- No iba a pensar nada. Bueno, miento, sí que pensé que tenías un gusto bastante cuestionable cuando te vi marchar con la "Mantis" Bella - su mirada mostraba las ganas que tenía de besarla allí mismo - oye, que no es que estuviera celosa.

- Claro..."mantis", ¿en serio? - puso los ojos en blanco.

- Eh, que no es cosa mía, ya te dije que no estaba celosa - probablemente en algún momento del desayuno había vuelto a la adolescencia sin darse cuenta, pero es que la mujer que tenía frente a ella hacía que todo valiera la pena, incluso el ridículo infantil - oye...

- ¿Qué? - aún intentaba aguantar la risa.

- Que estoy feliz de que vinieras buscándome.

- Yo lo estoy más de haberte encontrado.
 
 
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5 comentarios:

  1. Que bonitoooooo. Durará? jajajjaj :P. Que bien que esto cobre vida de nuevo.

    Puccini

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  2. Nunca se sabe. Igual me pongo en modo pasteleo y terminamos todas necesitando dosis urgentes de insulina XD. Déjalas, que todavía no conocen sus miserias.

    Zene

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  3. O.O no se si me gustan tus palabras... Y ya se ha dicho siempre que "a nadie le amarga un dulce". ;p

    Birre

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  4. No nos abandones de nuevo Zuki :( como siempre me encanta lo que escribes!

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  5. una verdadera lastima que historias tan interesantes no sean concluida.

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