Este es un relato que narra una historia inspirada hace algún tiempo basado en unos personajes con unas características físicas que quizás algunas de las lectoras recuerden, pero la historia es absolutamente original mía, sería un placer que les guste.
Y como siempre en este preliminar, diré que se trata de una historia de amor entre mujeres, con algunas escenas explícitas de sexo, quien se sienta ofendid@ que no lo lea y se vaya a otra parte.
Disculpen algún que otro fallo, se ha corregido lo mejor posible pero, cada vez que leo la historia, de nuevo veo fallos, pero si no dejo de leerla nunca terminaría de escribirla. Además, no soy ninguna escritora solo aficionada.
Aroaki
ARQUEOLOGÍA VERSUS ANTIGÜEDADES
CAPÍTULO I
Me van a permitir que me presente, mi nombre es Karla. Estudié en primer lugar Arqueología y como siempre me gustó la Antropología en su versión Cultural y tuve oportunidad, pues la estudié también, aunque eso sí, ésta última a distancia y ya trabajando como arqueóloga.
En la actualidad, mis 28 años contemplan un hermoso cielo azul, azul muy intenso y una tierra abierta en varias capas. Me encuentro en una diminuta isla griega excavando, eso es, hundiendo mí mente y mis manos en la tierra, hemos (aclaro que ya habían sido encontrados por mi anfitriona hace diez años pero por motivos determinados no pudimos llevar a cabo el trabajo planeado) hallado unos restos bastante abundantes de unos 20.000 años antes de la Era Cristiana. Son restos inquietantes, desconcertantes, ya les iré explicando si es que mi compañera me deja.
Ah, mi acompañante, ¡maldita sea la hora que acepte acompañarla! El hecho de estar sola en una excavación me da paranoia. No,...no es eso, lo que me da paranoia es ella. La sutil, escandalosa, enigmática, tortuosa y mucho más inquietante que la propia excavación. La muy zorra había comprado la isla entera diez años atrás para poder desarrollar el trabajo sin intermediarios. Era y es toda una magnate de las antigüedades.
Pelo azabache, ojos azules tan intensos como el mar en la tormenta. Alta, su 1,85 marca toda una sintonía: esbelta, y fuerte, muy fuerte. Su mirada entre burlona y desafiante, algo que no soportaba de ella, y sin embargo me atraía hasta la exasperación, pero sabía que no debía mezclar el trabajo con los sentimientos. Aprendí la lección hacia tiempo. Pero a pesar de aprender, heme aquí de nuevo. La conozco desde hace unos diez años, yo estaba terminando la carrera de Arqueología y la conocí en un mal momento. Así ocurrieron los hechos.
Acababa de terminar mi último examen y me apetecía algo de distracción, mi amiga Inma me esperaba en una cafetería cerca de la Universidad, bueno, cafetería-pub comedor… un poco de todo, pertenecía al Campus, pero estaba un poco alejada de las Facultades.
No solía salir con amigos ni irme de juerga, el andar en la media montaña y el karate era lo que más me gustaba hacer en mis horas de ocio. Pero, precisamente ese día, me apetecía comer fuera de casa y charlar. Y mi querida y única amiga Inma, era la que debía soportar mi disertación.
Llegué puntual a la cita, la cafetería normalmente, a las tres de la tarde, estaba llena, pero en esos momentos los alumnos estaban diseminados por el campus echando el último vistazo a los apuntes y libros, listos para los exámenes de la tarde.
Prácticamente no había nadie solo nosotras dos y alguien en una mesa al fondo, mirando hacia la cristalera donde se divisaba el enorme parque que rodeaba la Universidad. Era a mediados de Junio de 1998, calor, calor y calor, en la cafetería el aire acondicionado estaba a tope, el frescor apetecía.
– Hola, Inma, buenas tardes – le dije a mi amiga.
– ¿Cómo está mi empollona favorita? ¿Ya terminaste el último examen de tu primera carrera? –. Me preguntó con no poca sorna.
– Así es – le dije, bastante seria –. Se acabaron los exámenes por este año.
– Bien, hora de divertirse un poco –. Sonrió.
– ¿Qué vas a pedir de comer? Yo invito – dije.
– Ummmmmmmmmm, ¿invitas? Eso es que te fue muy bien en el examen y terminas la carrera a la primera.
– Exacto, no tengo dudas del resultado de mis exámenes. Además, aunque no te lo creas, tengo ganas de algo de acción y juerga.
– ¡Venga ya! ¡Eso sí que no me lo creo! Tú, ¿ganas de juerga? –. Me dijo, poniendo cara de escéptica.
– Pues, sí. Necesito un poco de expansión y relajarme, hasta Septiembre no comenzaré a pensar en otra carrera o trabajo o doctorado o lo que sea.
– ¿Te vas a tirar tres meses sin un libro? ¿Sin unos apuntes? ¿Sin el ordenador? –. Dijo, todavía más escéptica.
– Bueno, luego te cuento, ahora dime que vas a comer, el camarero está por venir en unos momentos.
No sé si era mi impresión pero la persona del fondo, la única que nos acompañaba en la enorme cafetería, nos observaba. Podría ser simple curiosidad porque éramos las únicas clientas del local o bueno… o no sé, algo intuí. Claro que yo, mientras hablaba con mi amiga no podía dejar de observar a la morena que tenía a unos metros de mí. ¿Se me estaba cayendo la baba o es que me había “dado un aire”? «¡Que belleza, qué tía!» ¡Dios mío cuando yo había pensado con esas palabras! Pero si yo era una modosita. Nunca había pensado en hombres ni mujeres en cuanto a sexo. Pero, evidentemente me estaba derritiendo solo con mirarla.
– ¿Qué miras, mi querida Karla? –. Preguntó mi amiga sacándome del ensimismamiento en el que me encontraba. Ummmmmm, estás mirando a aquella chica. Mejor olvídate de ella. Se llama Dax y es la hija del magnate que controla toda esta cadena de cafeterías, además de un montón de tiendas de antigüedades.
– ¡Yo no te he pregunta nada de ella! –. Respondí malhumorada.
– Y yo nunca te he visto mirar a alguien así, y eso es que te gusta, tú que todavía eres virgen mi amor –. Dijo sin titubeos mi amiga.
– Vale, tienes razón. Es que es muy hermosa, guapa, intrigante,…diferente –. Admití.
– Y, también es la tía más borde que te puedes echar a la cara. Estúpida y creída, aparte de estar buenísima. Y no tiene muchos amigos que digamos –. Aclaró Inma.
– Gracias por tu información – por fin logré desviar la mirada de aquella chica que había producido tanta turbación en mí.
– Por cierto, ¿desde cuando te fijas tú en mujeres,…bueno, o en hombres, y sobre todo de esa manera? – me interrogó mi amiga.
– Pues mira tú, ni me he enterado hasta hoy, nunca me fije ni en hombres ni en mujeres, pero creo que comencé bien, ¿no crees?
– Jajajajajajajja –. Rió mi amiga y yo la seguí.
Siempre hubo buen rollo entre Inma y yo y bueno, yo seguía muy turbada y porqué no decirlo muy excitada. Pero si yo creía que ese día no volvería a ver a aquella mujer estaba confundida. La iba a ver y sólo dos horas después.
Le había propuesto a Inma ir a correr pero me dijo que no podía esa tarde, que un chico la estaba esperando y que ya me contaría.
Como no estaba dispuesta a descuidar mi preparación física, opté por ir al parque de la Universidad, precisamente a la parte del parque que estaba cerca de la cafetería. Y…entonces mi mundo cambió.
Tropecé y caí, así de simple. Iba tan plácidamente corriendo, tan sosegadamente corriendo, tan…idiotamente pensando en la joven del mediodía que pluf, pluf, no me di cuenta que alguien venía detrás mío y como tenía ganas de parar, paré de golpe y pluf, alguien se chocó y se me cayó encima. Alguien que obviamente me iba a pasar en ese momento, pero como hice un quiebro en zigzag, no le dio tiempo a esquivarme y…
– ¿Es que eres idiota? ¿Es qué no puedes parar de alguna otra forma?
Tengo que confesar que estaba anocheciendo y que el sol casi se había ocultado completamente, solo quedaban esos tontos rayos que deslumbran. Era, con el frescor de la tarde, la mejor hora para correr, con lo cual la visibilidad era más bien poca para alguien que fuera en dirección contraria al sol.
– Lo siento, lo siento – grité.
De alguna forma la chica en vez de caer sobre mí, consiguió agarrarme y a la vez darse la vuelta y entonces fui yo la que cayó sobre ella. Me levanté lo más rápido posible y todavía sin verla, empecé a sacudirme, cuando levanté la vista casi me desmayó, sus ojos brillaban como dos luciérnagas en el atardecer. Era ella. Ella, Dax, la hija del magnate, la arisca, la prepotente, la preciosa mujer que hacía que se perdiera mi mente.
– Lo siento – volví a repetir cuando pude articular palabra.
– No importa – respondió –. Pero debes tener más cuidado con tus frenadas, o harás que alguien más caiga sobre ti.
No parecía tan arrogante como esperaba. Aunque se había levantado antes que yo, se había sacudido antes que yo, y me había mirado antes que yo; sus palabras no parecían burlonas, pero su expresión lo decía todo.
– ¡No hace falta que te burles tan socarronamente! Ha sido un accidente. ¿Por qué estabas tú tan cerca de mí, contesta?
– Simple, sencillamente corría por el mismo carril que tú y te iba a adelantar, eres muy lenta, pero quien iba a imaginar que te ibas a poner a hacer el tonto, haciendo zigzag… Bueno, mujer bajita, hasta la próxima, espero que no tengas ningún cardenal en el culo.
«¡Ni tú en las tetas! ¡Mierda! Se estaba cachondeando de mí». Siguió corriendo y en pocos segundos la perdí de vista, la verdad que era rápida; dejó parte de su sudor al agarrarme y darme la vuelta. Olía muy bien. Esa fragancia me perseguiría durante años.
***
Esos fueron las dos veces que vi a Dax ese día, luego pasaría más de una semana hasta volvérmela a encontrar y cosas o juegos del destino, de nuevo mediante medio empujón. Aunque esta vez no iba a ser culpa mía ni de ella, sólo sería un empujón y sus brazos no quisieron dejarme de acogerme durante un tiempo.
Una semana después Inma casi me iba a obligar a ir a la fiesta de la hija del magnate que se despedía de la Universidad. Y como eran famosas sus fiestas, todo el mundo andaba excitadísimo para que llegara la hora. Una fiesta libre, informal, con buena música, baile, bebida totalmente gratis y con algunos gorilas para que la gente estuviese tranquila y no se pasase.
Juro que yo solo iba a recoger mis notas, pero Inma me estaba esperando y me acompañó durante toda la tarde, tratando de convencerme de que la fiesta sería única, ya que era la despedida de la verdadera dueña de aquella Universidad semi-privada y de la cadena de cafeterías. Y yo erre que erre que no y que no, pero maldita sea sino tenía ganas de volver a ver a aquella mujer, me moría de ganas, pero a la vez de vergüenza (en aquella época yo era tímida) por los dos encuentros que había tenido con ella. Aunque, finalmente pensé que como habría mucha gente probablemente ni la vería. No la vería ni de casualidad.
Pero a veces se tienta a la suerte. Efectivamente Dax dio un discurso de apertura de la fiesta y se despidió de la gente. Era odiada por muchos y muy querida por otras, digo otras porque tenía fama de haberse tirado a la mitad de las féminas de la Universidad fueran hetero u homosexuales. Los chicos no tenían ninguna oportunidad con ella, quizás por eso, tenía un par de buenos amigos. Dax habló.
– ¡Chicas y Chicos! Necesito un momento de vuestra atención. Sabéis que esta Universidad es semi-privada y esta financiada en su totalidad por mi padre pero en concierto con el Ministerio de Educación de nuestro país. De hecho, todos Uds. están becados en sus estudios. Han sido varios años de estar con Uds., años muy productivos y placenteros. (Risas, mejor dicho carcajadas).
Bien, hoy es mi último día por aquí y quiero que todo el mundo se divierta. Les deseo lo mejor. Y, ¡qué comience la fiesta, a bailar todos!
Bajó de la mesa como una ninfa salida del océano. Se contorneaba. Comenzó la música y la gente le habría camino hacia la pista. Sensualidad, erotismo, movimientos exquisitos, con gusto. Se puso a bailar con sus amigos y la gente invadió la pista. La fiesta había comenzado. Yo observaba desde cierta distancia, no quería acercarme mucho, no quería provocar otro encuentro fortuito. La verdad es que mi baile dejaba mucho que desear y pronto me cansé, le dije a Inma que iría por bebida.
– Bien, te quiero ver pronto aquí – me dijo –. No te despistes.
Por unos momentos me había olvidado de la mujer que me traía loca. Fui hacia el extremo de la barra donde una legión de camareros llenaba vasos una y otra vez. Iba a pedir cuando un chico un poco bebido tropezó y cayó sobre mí, a la vez yo caí hacia fuera de la barra y unos brazos me sujetaron.
– ¡Vaya la rubita bajita lenta! Parece que nos encontramos muy a menudo.
¡Joder! La mujer que menos quería ver de cerca, no solo la estaba viendo sino que me tenía entre sus brazos.
– ¡Lo siento! ¿Es que parece que estamos condenabas a encontrarnos a trompicones?
– Parece, pero no tengas problema esta vez no tienes tu la culpa, es ese baboso que ya no se puede tener en pie…– ¡Llévenlo afuera y que se despeje! – gritó.
Sin soltarme me agarró de la mano y me dijo, – ven conmigo, vamos a tomar algo de aire y te invito a esa copa por la que venías.
– No hace falta, muchas gracias – respondí. Seguía agarrándome de la mano y yo no hacía nada por despegarme de ella. ¡Maldita sea Karla te vas a meter en un lío con esta tía! Dije para mí. Pero me daba lo mismo, me tenía totalmente comido el seso y listo. Veremos que nos deparaba la noche. Ni que decir tiene que andaba bastante nerviosa.
Me sacó fuera del recinto, bueno eso es una forma de decir las cosas, el recinto estaba vallado pero era un local de verano y al aire libre. Solo estaba delimitado para que no saliera la fiesta más allá de lo medianamente controlable.
Con una mano ocupada con la bebida y la otra con la suave mano de Dax, salimos de allí.
– ¿Vienes conmigo? Te quiero llevar a cenar algo y bueno, quizás no quieras venir, pero tengo que hablar contigo.
– ¿Tienes que hablar conmigo? Bien, si tienes que hablar conmigo por los encontronazos que nos hemos dados, pues nada, fui un poco torpe. Sólo pedirte disculpas.
– No, no es eso, espero no haberte parecido idiota o demasiado burlona, pero en esta Universidad o soy así o me comen viva. No es fácil ser la hija del jefe – dijo.
Me extrañaba tanto lo que me decía, que sólo hacia aumentar mi nerviosismo y mi curiosidad.
No dijimos más palabras, me montó en su auto deportivo y me llevó no muy lejos de allí, pero fuera del entorno del poder de su padre y de los estudiantes.
– ¿Te gusta la pasta? –. Preguntó.
– Me encanta – dije.
– Bien, este restaurante italiano es buenísimo. Espero que te guste.
Yo estaba totalmente desconcentrada, no se cual sería la palabra ideal para describir mi situación interior. Estaba evidentemente nerviosa, pero sobre todo sorprendida. Trataría de calmarme y esperar acontecimientos, pero la verdad es que no dejaba de admirar la belleza de esta enigmática mujer.
– No te tienes que culpar de nada, la verdad es que tuvimos nuestros encontronazos pero te aseguro que medio provocados por mí.
Mi cara, al oír tales palabras, quedó en una pose tan sorprendida, que imagino que sería una cara medio de payasa. No supe que responder. Solo conseguí preguntar:
– ¿Provocadas por?
– Porque me importas –. Así de simple contestó, y todavía me descuadró más.
– No sé que decirte, que te importo… bueno a mí también me importas –. Conseguí articular medianamente. No sé si era una declaración de intenciones, pero bueno, parece que hicimos las paces por el momento.
– Te llevó observando varios meses. Apareciste un día en una conferencia y bueno, yo estaba justo detrás de ti. Oí un comentario de lo estudiosa que eras y que no eras una de las que más sabía de arqueología sino la que más en todo el campus. Por ello presté atención a tu persona.
– Aja, ¿te interesa la arqueología?
– Sí, mucho.
Conforme transcurría la conversación me iba tranquilizando, y por fin, pude mirar a los ojos de esa impresionante morena. ¡Joder! Mira que era guapa. Más bien atractiva, muy interesante. La imagen que tenía de ella se empezaba a disipar como un día de niebla cuando aparecen los rayos del sol. Qué decir de mis sentimientos, parece que poco a poco logré hacerlos a un lado y concentrarme en lo que la mujer me quería decir.
– Bueno, sabrás que mi nombre es Dax. Soy hija de….En fin, ya sabes – dijo.
– Sí, todo eso ya lo sé – respondí.
– Bien, los asuntos de mi padre no me importan demasiado, pero gracias a él he tenido una buena educación y no se metió conmigo cuando le dije lo que quería estudiar. Sabes que soy Licenciada en Historia y Geografía, doctora en Historia Antigua y además, estudie todo lo relacionado con antigüedades de todo tipo: arqueología, muebles, objetos y un largo etc. –. Sonrió, como sólo sabe sonreír ella. – Vaya, parece que esa no es la imagen que tenías de mi. No te confíes también soy la loca que conoce el público, pero también me encantan otras cosas.
Efectivamente, mi corazón volvió a su lugar, la verdad es que tampoco podría haber aguantado sin un ataque cardiaco si hubiera continuado al mismo ritmo mucho tiempo. Conseguí dominarme y entrar en la conversación de una forma más… digamos, “profesional”.
– Por lo que puedo deducir estás interesada en mis conocimientos. Bien, me alegro, así estaré más tranquila – articulé –. La verdad es que la fama que te precede hacía que mi ser estuviera en guardia.
– No te preocupes ni voy a querer conquistarte ni pasarme lo más mínimo contigo. Me eres más valiosa en otras cosas.
Bueno, la verdad es que algo decepcionada me sentí. No le interesaba ni como simple aventura. ¡Qué se le va a hacer! De todas formas, mejor así, la podría mirar sin miedo e intentar que mi corazón no se colapsase.
Lo que quería en definitiva era que la asesorara en lo que ella creía que había descubierto. El posible descubrimiento se remontaba a 20.000 años atrás en la Grecia más arcaica. En concreto en una pequeña isla, no lejos de Lesbos. Yo no sé si me estaba tomando el pelo o podría ser uno de los descubrimientos más importantes de los últimos tiempos. La demostración de una sociedad solo de mujeres, es decir que la leyenda de las Amazonas muy bien podría ser cierta. Pero yo no acababa de creerme lo que me contaba. Claro que, parecía que Dax no solía bromear cuando se trataba de cosas de trabajo. De hecho me confirmó que nadie más sabía del tema y me pidió que la acompañase a esa isla durante el verano. Ella correría con todos los gastos.
Bien, yo no tenía gran cosa que hacer ese verano, sólo esperar la llegada de Septiembre para volver a estudiar lo que mi mente había decidido, Antropología Cultural, sería mi segunda carrera. Pero, estaba pensando en trabajar en algo que me independizara del Estado (era tutelada por el Estado, de mi familia nadie sabía nada), y estudiar la segunda carrera en la Universidad a distancia. El problema no era ir a la isla griega, ni pasar indagando allí más o menos tres meses. Era algo que se estaba despertando en mí corazón. Los sentimientos que comenzaban a crecer, esos sentimientos que me iban a perseguir durante muchos años y que los acontecimientos de aquel verano producirían en mí un gran dolor.
De todas manera, la verdad es que Dax hacía bien las cosas, y lo que me dijo que quería mi asesoramiento profesional era cierto, de hecho, además, me presentó a su padre y firmé un compromiso durante los siguientes cinco años para ciertas investigaciones arqueológicas en diferentes partes del mundo. Era buen sueldo, libertad absoluta y viajar, algo que me gustaba. De pronto había conseguido trabajo, nada más terminar los estudios, tenía la posibilidad de andar por esos mundos de dios y sobre todo, la independencia que tanto había anhelado de la tutela de Estado.
Así fue la cosa, arreglé los papeles, firmé el contrato y me puse a trabajar en las directrices que habíamos decidido conjuntamente Dax y yo.
***
– ¿Qué te vas dónde y con quién y a qué?
Inma no salía de su asombro, estaba absolutamente intrigada y un tanto desconcertada. Su amiga del alma se iba lejos a una isla perdida que nadie conocía con la tía más desconcertante que había existido por todos los tiempos.
– Pues te acabo de contar todo lo que sé y no me he guardado nada – le aseguré.
– ¿Qué no te has guardado nada? No me lo creo, y ¿tus sentimientos qué? ¿O acaso crees que no me he dado cuenta de que se te hace la boca agua cuando hablas de ella? –. Preguntaba y preguntaba.
Y tenía razón.
– Tienes razón, Inma no te voy a engañar nunca lo he hecho y menos ahora, pero necesito un trabajo medianamente estable, con un futuro determinado. Tú sabes porque necesito ese trabajo y lo de la isla y lo de Dax, es sólo durante el verano, luego, me ha prometido no interferir en mi trabajo. Y te aseguro que no tendré mucho tiempo para pensar en bobadas si es que me dejo prendar demasiado por esos sentimientos de los que habla. Por ahora los domino y los camuflo.
A mi amiga solo le quedó el consuelo que a la vuelta del verano le contaría miles de cosas y eso la motivaba. También era consciente de mis necesidades y que era la oportunidad esperada para olvidarme de lo que había sido mi vida de casa en casa de acogidas y de internados. Ahora podía ser libre.
– Lo único que te puedo decir, es que si ocurre algo con Dax y tengo que desaparecer, lo que tengo seguro es que no interferirá en el contrato que he firmado. Me dio su palabra, y será lo que sea pero me ha demostrado que la cumple, y creo que mucha gente también lo sabe.
– Bien, sabes que te quiero. Vete y ante cualquier cosa aquí estoy para escucharte y aguantarte –.
Decía mi amiga con lágrimas en los ojos.
– Te voy a echar de menos.
– Y yo a ti.
Con un abrazo nos despedimos.
***
Y heme aquí que me encuentro con mi cerebro lleno de pensamientos. Sólo me preocupaba una cosa, me daban miedo mis propios sentimientos; pero siempre los había camuflado perfectamente, no sería menos ahora. Tenía absoluto control sobre mí misma, pero el problema es que aunque yo no quisiera, en esa época, solo tenía 20 años.
Me turbaba aquella mujer. La quería entender pero me desesperaba. Tan pronto era dulce y atenta como borde y desquiciante. En fin. Al fin y al cabo era mi patrona y aunque amaba la libertad en mi trabajo, a veces, me tenía que tragar los caprichos de aquella mujer. Porque para mí algunas actuaciones suyas eran caprichos. Yo estaba allí para trabajar y sin embargo, le gustaba salir de fiesta y ponerme en situaciones complicadas. Por una parte quería decir que no, por otra deseaba estar con ella. La verdad, es que se complicó mi vida desde el primer momento que estuve con ella.
Quince días después cuando se cansó de fiestas y fiestas me llamó diciendo que salíamos en dos días. Quince días esperando y ahora le corría prisa el irse.
El caso es que nos encontrábamos en un pequeño avión privado que ella misma pilotaba. Ahora sí, íbamos camino de la pequeña isla, en realidad una pequeña isla a la venta.
– La he comprado –. Me dijo sin más.
– ¿Qué? ¿Qué la has comprado? ¡Que poder tienes Dax! Pero sin antes saber si va a ser productiva o no. Puede que hayas hecho una mala inversión.
– Sea productiva o no, es muy hermosa para hacer algo privado, muy privado ahí. Jajá jaja, quizás sino encontrase nada de las Amazonas, crearía mi propio harén lésbico –. Se carcajeó con mucha sorna.
– Bien, es tu decisión, no sé si te has precipitado pero tú sabrás lo que haces.
– Te aseguro que sé muy bien lo que hago, además, hay un pequeño pueblo de pescadores a los que he respetado su hábitat. Imagino que eso te parecerá bien.
– Claro me parece muy bien, muy positivo por tu parte, así, además, tendremos víveres y un poco de distracción.
– Así es. Por cierto, rubita…
– ¡No me llames rubita!
– Muy bien, bajita.
– ¡Es que no puedes dejarme de meterte conmigo! Llámame Karla y punto.
– Bien, bien no te enfades buena moza. Te llamaré Karla.
«¡Maldita sea su sarcasmo! Me enerva, me saca de mis casillas. Pero bueno, es la jefa y tendré que andar moderándome. Y joder, cállate de una vez, te paga bien, y si tu instinto es tan bueno como hasta ahora, deberías saber que Dax no hace las cosas porque sí.» – Me decía mentalmente a mí misma.
– No me digas que también has hecho un aeropuerto –. Pregunté.
– Pues sí, pero ha sido fácil, había una pista prácticamente ya diseñada, data de la 2ª Guerra Mundial. Esta pequeña isla, sin importancia, sirvió para mucho al ejército aliado. Pero eso es otra historia. Lo importante es que puede servir como medio de comunicación tanto para nosotras, como para los aldeanos a la hora de ir al hospital o a alguna emergencia. Es más rápido que un barco. Para que veas también he hecho mi obra de caridad, este pequeño avión se quedará en la isla. Al igual que yo. Mientras yo no esté alguien se quedará encargado de pilotarlo.
– Vaya, lo tienes todo bien atado –. Dije, sin denotar admiración, pero sí que estaba gratamente sorprendida. Vamos, que parte de la baba de mi boca se caía casi a borbotones, aunque tratara de disimular.
– Sí, jovencita, lo tengo todo bien atado, es un proyecto al que he dedicado los últimos dos años de mi vida… además de las fiestas y estudios –. Sentenció.
No hablamos más durante el trayecto. Me dediqué a repasar toda la información que Dax me había proporcionado. Por cierto, Dax que nombre tan raro… y sin embargo, tan familiar. En fin, serían elucubraciones mías.
Habíamos llegado.¡¡¡Que cosa tan pequeña pero que hermosa!!! Playa virgen, arena rubia, acantilados enormes. Azul puro como los ojos de Dax. Casi me mareo ante tanta belleza, claro que la isla era tan bella como su dueña. Algunas montañas, con riscos imperturbables, con vegetación exuberante, casi mitológica. ¿Cómo era posible que no estuviera explotada a nivel turístico? ¿O que algún magnate no la hubiera privatizado hacia tiempo? teniendo en cuenta que estaba en pleno Mediterráneo. ¡¡¡ Una playa virgen en pleno Mediterráneo, mar cuna de civilizaciones!!! No entendía nada. Poco después Dax tuvo compasión de mí y me dio ciertas explicaciones, aunque intuía que no todas.
Llegamos al aeropuerto, bueno más bien un pequeño edificio que más parecía un barracón y una pista de aterrizaje. Diego, (amigo íntimo y confidente de Dax) con su todo terreno nos estaba esperando. Nos llevó por un camino de tierra hacia un habitáculo que me pareció increíble que pudiera estar ahí, una hermosa cabaña con todos los adelantos y comodidades. Por una vez, tuve envidia de los ricos. Por una vez, amé a la rica. Por una vez, mi corazón terminó desbocándose. Por una vez, sentí miedo, miedo a mí misma. Por una vez fui consciente de la mujer que tenía a mi lado, con la que iba a pasar más de dos meses en convivencia directa. Me daban miedo esos ojos, amaba esos labios, deseaba esa boca. Y, me sentí mal.
– ¿Te ocurre algo? – me preguntó.
– Te has puesto pálida.
– Es que no me esperaba todo esto, lo tienes todo atado, muy bien atado. Y, Dax, es hermoso todo esto.
– Gracias – fue la escueta respuesta que me dio.
Note su mirada directa durante unas décimas de segundo. Por un momento creí sentir una mirada distinta a la de empleada y jefa. Por una vez intuí serenidad, seriedad y pasión. «¿Pasión?», me pregunté.
Volví a pensar lo mismo. Serían elucubraciones mías. Lo cierto es que avanzamos rápidamente por el camino de tierra, llegamos a la cabaña, Diego que se presentó a sí mismo, bajó las voluminosas maletas que no solo contenían ropa y utensilios personales, también había gran cantidad de material de investigación, todo a la última.
La suerte estaba echada. Yo dormitaba en mi cama, en la habitación que me había sido asignada, por cierto, sólo había dos habitaciones, como si sólo se esperase a dos personas. No a un equipo de investigadores o a invitados. No, sólo era una cabaña para dos. Eso lo comprobaría con el tiempo. Pero eso es otra historia. Ahora toca contar lo que sucedió en esos dos meses: hermosas cosas, impactantes cosas, gente amistosa y familiar. Y sobre todo el surgimiento del amor con toda su pasión y…dolor. Y…una decisión y acontecimiento inesperado. Todo lo que iba a acontecer cambiaría para siempre mi visión de la vida.
Los siguientes días transcurrieron rápidamente pero con sosiego. Había mucho material que seleccionar y desembalar. Muchos informes que releer. Por su parte Dax había ido a montar el campamento. Pasaríamos largos días allí excavando, seleccionando y clasificando información y posibles objetos. Al no estar en mi presencia, mi ánimo estaba más tranquilo, más equilibrado. Puede trabajar rápido y bien, estaba a gusto. Aunque al llegar la noche la venida de Dax hacía que mi corazón volviese a latir con fuerza. Pero, quizás la iba conociendo algo mejor y podía aguantar más sus bromas y socarronería. La muy bruja era bastante pícara. Las cenas se habían hecho habituales en aquella primera semana y nos contábamos las novedades del día.
Había llegado nuestro primer viernes en la isla. Dax me propuso ir a la aldea a cenar. Me contó que el pescado era muy fresco y que había una caldereta de no se qué. Me apetecía salir y tomar contacto con los aldeanos, así que nos pusimos cómodas, ropa limpia y salimos hacia la aldea. No tendría más de quinientos habitantes, las paredes de un blanco extremo y pulcro, con casas simples pero muy bien cuidadas. Dos bares, un bar-restaurante. Aldea de pescadores. Era viernes en la noche y el fin de semana comenzaba, días de descanso para muchos. Había cierto ambiente en la plaza de la aldea, lugar de reunión y disertación de los lugareños.
David nos estaba esperando. David hacia de alcalde, de consejero, de administrador, un poco de todo, por lo que pude deducir era amigo de Dax a la que había conocido en un verano aventurero.
– Bueno chicas, buenas noches, ya va siendo hora que dejen de trabajar un rato. He reservado mesa en el restaurante. La cena puede llegar a ser asquerosamente buena, espero que les guste a las dos.
¿Cómo está la rubita más guapa de esta aldea?
– ¡Increíble! Otro con lo de “rubita”. Te recuerdo que me llamo Karla.
– Muy bien, Karla la rubita, jajá jajá. No te enojes sólo quiero decirte que me alegro que vengas. Te gustará el pueblo.
Dax, al otro lado de David, sonreía como no, con sorna.
– No puso muchos inconvenientes para venir, sino la hubiera traído a rastras. Todo el mundo necesita descansar y esta muchacha recién salida de la Universidad necesita también algo de diversión –concluyó.
No dije nada, solo sonreí. La verdad es que me sentía a gusto, David había estado subiendo a la cabaña durante toda la semana y habíamos departido y conocido un poco.
Nos sentamos en el pequeño restaurante, Dax enfrente de mí, David al lado.
– Qué, David, menos mal que has reservado mesa, porque sino no hubiéramos podido cenar.
– Qué, rubita Karla ¿se está burlando de mí? Todavía es temprano, ya verás como en un par de horas, en la parte de atrás se arma algo de fiesta.
– Pero no es para que se llene el restaurante – sonreí.
– Espera y verás –. Concluyó.
No sé si es que era invención mía o Dax no me quitaba ojo, y la verdad que lo hacía disimuladamente, quizás, igual que yo no podía quitar mis ojos de ella. De toda ella. Cenamos, la conversación bastante agradable. Dax nos comunicó que todo estaba en orden en el pequeño campamento que iba a ser el lugar de trabajo, el lunes podríamos comenzar directamente a trabajar sobre el terreno.
David me presentó a algunos aldeanos que serían claves para poder desarrollar mi trabajo y me dijo que todo aquello que necesitara podría conseguirlo o encargarlo. Gente simple, sencilla, agradable, buena, noble, esa fue, en primera instancia, mi impresión. Con el tiempo así sería, mi intuición no había fallado. Luego fuimos a la parte de atrás donde había mesas al aire libre, el final de julio se tornaba caluroso.
– ¿Una copa? – preguntó David.
– De acuerdo – dijimos la dos a la vez, sonreímos.
Efectivamente, como había adelantado David, la zona se estaba llenado de gente, poco después una música suave amenizó la noche que lucía estrellada. No había viento. La gente departía tranquilamente.
– Bueno, David, ¿esta es la juerga que apuntabas? – dije.
– ¿Acaso el bullicio es la única forma de diversión? – preguntó.
– Pues no, y es una forma muy agradable de pasar la velada, buena música, buena compañía, buena conversación.
La velada pasó rauda y veloz, era más de la una de la madrugada. Dax se levantó, dio por terminada la noche. Y dijo,
– Si quieres puedes quedarte con David. Yo me voy hacia la cabaña.
– No, me voy contigo, es suficiente, pero otra noche, volveremos a cenar aquí, la comida ha estado exquisita. Gracias David.
– Si la pareja no quiere nada más. Yo también me retiro. El domingo las espero para tomar el vermú y planeamos la semana. Comienza el trabajo duro.
David se despidió. Caminé al lado de Dax hasta llegar al todo terreno, me senté a su lado y puso en marcha el auto. No articulamos palabra, ella sumida en sus pensamientos, yo en los míos. Todavía no era consciente de que mis sentimientos eran correspondidos. No podía imaginarlo.
Llegamos a la cabaña,
– Quieres una copa –. Ofreció Dax.
– Bien, sólo una más o mañana terminaré con algo de resaca, vino, cerveza y copa, menos mal que hubo comida. Pero bueno, no ha sido mucha cantidad –. Dije.
Una vez servida la bebida, salimos al pequeño porche.
– Perdona Dax, estás muy seria y callada, espero no haber metido la pata en algo – dije con un hilo de voz.
– Mira Karla sólo te lo diré una vez. Tú no me inoportunas para nada, te he elegido yo para que estés aquí. Sé que eres muy joven e inexperta en todo esto de relacionarse con personas. Yo he tenido una fama muy determinada en la Universidad. Pero aquí soy otra cosa. Tú jamás me serás indiferente. Lo entiendes. Tú no has metido la pata. En todo caso espero que estés a gusto aquí. Olvida cualquier cosa que hayas oído de mí. ¿De acuerdo? Sentenció.
No esperaba tal discurso ni sinceridad. Me pilló un poco de sorpresa. Sólo pude responder:
– Gracias por confiar en mí, Dax.
– Siempre confié en ti desde que te conocí. Ahora, vamos a dormir, mañana te quiero llevar a una pequeña excursión para hacer algo de ejercicio y a la vez, ver un hermoso paisaje.
El lunes amaneció lindo, esplendoroso y muy caluroso. Había sido un fin de semana intenso, pero tranquilo, cosa que agradecí. Estaba menos en guardia respecto a Dax, mejor dicho de mis sentimientos hacia ella. Parece que había dominado los primeros tiempos de desconcierto. Y, aunque pensaba, que estaba muy lejos de conseguir su amor, por lo menos era capaz de cuajar una amistad. Aunque para mí resultaba algo difícil. Pero los días que habían transcurrido hicieron que mi mente pudiera tranquilizarse y la concentración volvió a mí. Esa concentración que era habitual en mi persona. Estaba lista para trabajar y ver que era lo que había descubierto Dax.
– Llevemos sombrero o el sol nos derretirá –. Dijo.
– Bien, de acuerdo, sombrero y camiseta. Y mucha agua también.
En pocos minutos nos dirigimos hacia el campamento. Dax lo había organizado bastante bien, aunque le faltaba el toque de la “arqueóloga”. Pero eso era asunto mío. Tratamos de seleccionar, clasificar y conjeturar las primeras informaciones que teníamos. Dax ya me había proporcionado cuantos datos tenía, pero al ver por primera vez el yacimiento, me di cuenta de lo importante que podría ser.
Nuestro primer día había sido duro y sofocante. Al atardecer dimos por concluido el trabajo.
– Te invito en el pueblo a una cerveza – le dije a Dax.
– Acepto.
Así mismo en ropa de trabajo nos acercamos a la cantina, afuera había unas mesas, nos sentamos. Pedimos la cerveza, bien fría, jarra grande.
– ¿Algo de comer? –. Preguntó Dax.
– No, comí bien, prefiero una buena cena en la cabaña. Creo que la madre de David nos ha preparado algo suculento, solo tenemos que calentarla.
– Cierto. Bien, Karla quiero preguntarte, aparte de lo que me has dicho, ¿cuál es tu opinión profesional del yacimiento? –. Me miró fijamente mientras me hablaba.
– Es pronto para sacar alguna mínima conclusión, pero me desconcierta el yacimiento, tan antiguo, eso si es seguro, data como tu habías dicho de 20.000 años atrás. Siempre pensé que la mitología tiene algo de verdad, que el ser humano, a través de sus interrelaciones y sus acciones en el transcurso de la existencia, hace mito aquellos acontecimientos que tienen un hondo significado, a la vez, pienso que todo aquello que llegó hasta nosotros en forma de fábulas, cuentos, etc., tiene una verdad mesurable, de alguna forma todos los pueblos humanos tienen algunas características parecidas, incluso costumbres y dioses que pueden ser similares pero con distintos nombres. Sólo tenemos que tener la mente abierta y encontrarlas, no desechar ninguna idea. Con todo ello quiero decir, que las Amazonas pudieron existir, igual que los dioses que probablemente pertenecían a una civilización superior. Sí, Dax, ando un poco desconcertada, pero a primera vista me parece que no estás equivocada, pero queda un trabajo arduo y duro.
– No lo dudo, por cierto, Karla, muchas gracias, me alegro que estés aquí –. Respondió Dax –. Voy al baño, espérame un momento y seguimos con nuestra conversación y nuestra cerveza.
Vi como se alejaba. Seguía contorneándose, no tan provocativamente, pero era una diosa griega que había bajado del Olimpo para verme. Claro que la esperaría, mil años si hiciera falta.
Los días pasaban en buena armonía. El trabajo, en algunas ocasiones, se hacia muy pesado, por el calor, por la cantidad de horas que estábamos. La realidad es que sólo estaba con Dax por la noche, pero eran noches encantadoras. Buena conversación, una cervecita y tratábamos de organizar el trabajo del día siguiente. La excavación no había comenzado a dar frutos todavía. Se intuía su importancia, pero sólo eso. La lentitud era una característica del trabajo de arqueología, minúsculos detalles, clasificación, el tiempo y el espacio se detenían, la paciencia era necesaria para ello.
Ya estábamos a mediados de agosto, a un mes de terminar nuestro trabajo allí. Aunque me sentí a gusto en aquella isla y había trabajo, por lo menos para un año, aunque sabía que Dax tenía cierta prisa. Había puesto de tope mediados de septiembre para alcanzar algún resultado, después no sabía que haría, por lo menos a mí no me había contado nada. Sus planes eran secretos para mí y cuando intentaba hablar de ello esquivaba cualquier posible explicación o respuesta.
Parecía que mi equilibrio emocional se había calmado, aunque en algunos momentos, sobre todo aquellos fines de semana en los que teníamos más tiempo para estar juntas, mi corazón se desbocaba, o bien al verla levantar con aquellas greñas tan sexy, o cuando se bañaba en el mar y desaparecía durante más de una hora, el traje de baño la sentaba a las mil maravillas. Pero cuando realmente lo pasaba mal era cuando se duchaba y salía por toda la casa tal y como Zeus la trajo al mundo y se tumbaba a secarse al sol. Así estaba morena, todo su cuerpo parecía el de una diosa curtida, el de una guerrera ancestral. Y, en aquellos momentos en que muy de mañana antes de partir para el campamento se levantaba la primera y hacia su hora de ejercicio… no sé si se dio cuenta en algún momento de cómo la observaba, mi garganta se resecaba al contemplar aquella diosa. Yo me levantaba y preparaba el desayuno, la verdad es que yo también hacia mi ejercicio pero no más de media hora. Me duchaba y entraba en la cocina, cuando Dax terminaba su aseo, desayunábamos juntas y ultimábamos los detalles del día. Mi esperanza estaba en que no se diera cuenta que era observada por mis ojos calenturientos, sabía que ella sólo me quería como compañera de investigación, me lo había dejado muy claro, ahora todo mi objetivo era trabajar bien, y dejar aparcados mis sentimientos, que sin darme cuenta, al ir conociendo más a esa intrigante mujer, aumentaban exponencialmente. De todas maneras, en alguna ocasión me sentía observada por Dax, muy disimuladamente, ella me miraba cuando yo estaba en otras cosas. Pero lo achacaba a mi forma particular de trabajar y hacer las cosas, a veces, un poco payasa. La verdad es que se reía bastante conmigo. El actuar como una payasa era una forma de encubrir mi timidez.
Todo iba a cambiar en aquel fin de semana. Solo faltaban tres semanas para terminar los trabajos. El calor era más agobiante que nunca y Dax había decidido que tomaríamos cuatro días de descanso. David había organizado una fiesta, con cena y baile incluido. Era una noche de esas que no se puede estar en la cama sin que las gotas de sudor corran por tu cuerpo. Sólo con la entrada bien de la madrugada se podría dormir, y mejor si era al aire libre.
Yo estaba más nerviosa que nunca y no me pregunten porque. Dax planeaba llevarme a un lugar hermoso de la isla.
La noche era calurosa. El ambiente, la música, la bebida, y una Dax desbocada danzando a la luz de las estrellas harían que mis ojos no la dejaran ni un solo momento. Mi cuerpo también entró en acción.
Trataré de contar como pasó todo. A pesar del tiempo transcurrido aún mi cuerpo responde a aquellos lejanos recuerdos.
– Ponte guapa Karla – decía David que estaba esperándonos tomando una cerveza.
Era media tarde, aún el sol estaba fuerte y Dax no había vuelto de nadar, ese viernes no habíamos trabajado. La verdad es que necesitábamos un descanso. Me dio la impresión de que David quería hablarme de algo.
– Oye Karla.
– Dime, mister Deivid.
– Menos sorna, pequeña rubia entrometida –. Sonrió. – Mira, yo no sé… como…, en fin, no se como preguntarte algo, pero…
– Bien, David, el chico más directo que he visto en mi vida que no sea capaz de preguntar algo a la chica más tímida del barrio –. Yo también sonreí.
– Pues, precisamente por eso. Mira, no tengo otra forma de decírtelo, ¿te gusta Dax?
– Si, dije ruborizándome, pero sé que no es para mí, bien claro me lo dejó. Sólo somos compañeras de investigación –. Sentencié.
– Ese es tu parecer, ese es el cartel que tu misma te has impuesto para no salir herida de esta relación, claro que según tú – continuó diciendo David, esta vez serio. – Sabes, os observo, veo como os miráis mutuamente, veo como suspiráis, veo como os entendéis, y veo como sufrís en silencio por no estar juntas. Es algo tan obvio que vosotras casi rayáis la estupidez evitándoos de esa manera – afirmó, duramente David.
– Escucha David, estoy loca por esa mujer desde la primera vez que la vi. Y ya comencé, de alguna forma a sufrir por ella, no me trató muy bien en nuestros primeros momentos, aunque una vez aclarada nuestra relación de trabajo, las cosas han ido muy bien. Yo he conseguido calmar mi corazón y aceptar lo que Dax me ofreció, que es investigar, sólo eso, investigar. No paso tanto tiempo con ella, aunque sé que está ahí, a unos metros. Hay días que trabajamos hasta 12 horas, no hay mucho tiempo para nada más. Los fines de semana se hacen más intensos, pero trato de hacer cosas aunque sea inevitable el convivir más estrechamente con ella, además es muy fácil, es una mujer encantadora, pero inaccesible. A veces, la noto tan triste que casi siento pena. Hay algo en ella que me supera. No soy nadie para complicarle la vida. Y el trabajo que tenemos entre manos es no sólo interesante sino muy importante. Si hay alguien que puede descubrir lo que hay en ese yacimiento soy yo y quien puede darle una dimensión histórica es Dax. Por lo tanto no voy a fastidiar el equipo por unos sentimentalismos no correspondidos. Sólo tengo 20 años pero en algunas cosas soy muy madura, tú lo sabes David.
– Buen discurso, ¿Acaso tú sabes los sentimientos de Dax?, pareces estar muy segura de sus sentimientos –. Dijo David, con un halo de tristeza.
– Tu la conoces bien, yo no. Sólo lo conozco lo que me ha dejado ver. Intuyo cosas pero no sé que cosas –. Afirmé.
– Sólo te digo que Dax siente algo por ti, no me ha dicho nada pero lo sé. Pero le va a costar dar el primer paso, ya lo ha pasado bastante mal por dejar ver sus sentimientos y entregarse. Y no lo digo por algún amor, lo digo por su padre y por su madre –. Contó David.
– Algo así pensaba que podría ocurrir. Pero en realidad no es asunto mío si ella no quiere confiar en mí. La respeto, David. Y lo que tu intuyas respecto a sus sentimientos hacia mí, no es algo evidente, puede o no puede ser, ese es el problema. Y yo no voy a correr el riesgo de perder su amistad y su compañerismo, aunque me derrita por dentro y lo pase mal.
– Esa es tu decisión, ¡ojala los dioses intervengan en este amor! –. Concluyó David. – Vamos, ve a ducharte. Mientras prepararé un aperitivo antes de la cena, aún falta algunas horas y con el ejercicio que habéis hecho hoy tendréis apetito, mira, por ahí viene Dax.
Efectivamente Dax se acercaba corriendo hacia la cabaña, el sudor la empapaba, el pelo mojado le caía por la cara sonrojada por el esfuerzo. Una tenue sonrisa nos esbozó al llegar.
– ¿Hay algo para comer en cuanto me duche? –. Preguntó con una sonrisa entreabriendo la boca. Esa boca que mi cuerpo pedía a gritos, unos gritos callados que se ahogaban en melancolía.
– Bueno yo voy a la ducha primero, Dax, ¿no te importa verdad?
– No, no me importa, ve.
Me fui. Me hacía falta una ducha, una de agua fría y otra de agua helada.
Me puse unos pantalones cortos y una blusa antes de arreglarme para la fiesta, Dax se fue a la ducha, vi su semblante algo contrariado, creo que David también la había sometido a un interrogatorio y a un discurso.
Se acercó la noche, la luna estaba llena iluminando la isla con su luz rojiza. Miles de puntitos brillantes estaban encima de nuestras cabezas. Parecía que el humor había vuelto al semblante de David, a Dax y al mío. Al fin y al cabo la conversación de la tarde había sido de forma individual y quizás, la una no sabía la conversación de la otra con David.
Dax acababa de salir dispuesta para partir, unos vaqueros ajustados negros, una camisa blanca, zapatillas deportivas, una cadena de plata en el cuello. Fresca, suave, con su pelo azabache recogido en una coleta. Toda su figura se alzaba en la noche estrellada, y era la estrella que más destacaba. Sus veinticinco años alumbraban a toda una hembra….¡Deja de pensar, Karla! ¿Cómo podría ser alguien tan sensual siendo tan sencilla? Debía estar locamente enamorada, traté de mantener la mente fría. Llegamos a la aldea y nos dirigimos al restaurante, ¡que mejor que una cena deliciosa para matar la añoranza de amor! Vaya, sonreí, me recordaba a la frases de Don Juan y Doña Inés.
David nos contó los últimos chismes llegados a la isla: el último nacimiento de una niña preciosa y que había llegado a la isla una joven de muy bien ver hacia un par de semanas y bueno, casi nos confesó que se había enamorado.
Como siempre, Dax enfrente de mí, David a su lado. Poco después se acercó una joven también morena, de un moreno mediterráneo, era la joven de la que había hablado David.
– Bueno, espero que no les moleste que Ana se incorpore a nuestra mesa. Ana, estas son las amigas de las que te he hablado – nos presentó David.
– Tú debes ser Dax y tu Karla. Encantada de conoceros –. Dijo la chica con una sonrisa abierta. No debía rondar más de los 28 años, a David ya le caían los casi 30. – ¿Os importa que me una al grupo?
– No – dijimos al unísono Dax y yo. Reímos.
La cena transcurrió en un ambiente cálido y agradable. Ana nos estuvo contando cosas de su país, Italia, hermosa Italia, aunque los romanos siempre me habían gustado no me habían atraído nunca como los griegos, me estoy refiriendo a la cultura de los clásicos.
La cena dio paso a una copa que además, unido al vino, hizo que mi cuerpo se calentase, «¡qué estoy diciendo, dios!». Quiero decir que entró en calor, además del que ya hacia y…dios mío Dax se había puesto a bailar, no dijo nada solo se levantó como una diosa y danzó, danzó, su veneno de seducción se estaba clavando en mi piel, mi raciocinio no existía en aquel momento, mis casi veintiún años y un cuerpo virgen pedían a gritos ser poseída por….
La música que sonaba daba pie para que se pudiera danzar sensualmente, y Dax lo sabía hacer muy bien, lo que yo no me esperaba es que se acercase a mí, a la vez que los ojos de todos los presentes la miraban expectantes. Se dirigió hacia mí sin yo ser consciente de lo que se avecinaba.
Me tenía embobada. Tampoco podía sacar mis ojos de su cuerpo, y realmente estaba pensando en nada más que en su cuerpo. Sus ojos me habían hechizado. Se acercó a mí, me tendió una mano invitándome a danzar con ella.
Sería un momento de inconsciencia pero no puse el menor reparo. Las dos en medio de la pista. No había muchos cuerpos alrededor, pero hicieron sitio para que pudiésemos movernos a nuestro gusto.
No sabía de donde había sacado yo aquel estilo de baile, sencillamente me dejé llevar. En un principio bailamos cerca pero suelto, a la vez nos íbamos aproximándonos la una a la otra sin llegar a tocarnos en ningún momento. La noche quebró en llamas, los presentes se arrimaron a sus parejas, los que no la tenían buscaban agarrarse a algún cuerpo.
Cuando creí que Dax iba a poseerme allí mismo en la pista, un tirón de la mano me sacó de mi inconsciencia y de la zona de baile. Dax cruzó, tirando de mí, toda la pista de baile, pero la gente ya no miraba, sólo seguía la danza. Me llevó al todo terreno, sin decir palabra, nos encaminamos a una velocidad de vértigo a través del camino de tierra, mis ojos estaban cerrados no queriendo saber que venía a continuación.
Apenas 15 minutos después estábamos en la cabaña. Paró el auto, salió, abrió mi puerta, me tendió su mano, la tomé, siguió bailando conmigo como si la música no hubiera dejado de sonar, y así era, sonaba la pieza más hermosa que jamás habría podido oír. Ahora me había tomado en sus brazos, sólo alzó mi barbilla y me miró con sus ojos llenos de deseo, no me besó solo me atrajo hacia ella y me abrazó tiernamente. El contacto de su aliento en mi cuello me hizo estremecer como si un viento helase mi piel y la quemase a la vez. Y, lenta, muy lentamente volvieron a estar sus ojos frente a los míos.
– Te amo y te deseo, Karla.
Esas fueron sus palabras. Mientras sus labios se acercaban a mi boca, ya entreabierta, esperando, disfrutando antes de que Dax posara sus labios suavemente en los míos, y luego, impulsando su lengua, me poseyera al completo.
Me arrastró, me sedujo, entreabrió mi pantalón, casi me despojó de la blusa, sin dejar de tomarme entre sus brazos y labios. Su aliento entrecortado, sus gotas de sudor cayendo lentamente, sus ojos desorbitados por el deseo, ¡qué hermosa mujer! ¡No podía imaginar estar con ella! Era la única que podía calmar mi ansiedad, mi calentura moral y corporal. Sólo ella, pues de ella estaba enamorada, a ella deseaba.
Una vez dentro de la cabaña tuve que calmarla o ¿me estaba calmando a mí misma de alguna forma?
Necesitaba un poco de sosiego, me estaba abrasando, no quería separarme de ella, pero mi respiración estaba tan acelerada que pensaba que le pudiera dar un ataque a mi pobre corazón.
Conseguí llevarla al sofá, ir al frigorífico e invitarla a una copa de champán. De alguna forma era algo frío. No os podéis imaginar como latía mi corazón, si tuviera que compararlo sería con una bomba de relojería a punto de sacudir una montaña ¿Cómo era posible la flojera que tenía mi cuerpo, y el calor que rozaba con derretir mi entrepierna? ¡Qué pedazo de mujer! Abarcaba todo mi ser, todo mi esqueleto, todos mis músculos tensos para recibirla. Sentía su amor, su pasión, sus días esperando. Su boca se humedecía para mí. Al pasar del tiempo sabría que sus manos se asemejaban a las de una artista que dibujase en mi piel pinceladas de pasión.
– Gracias Karla por el champán, está delicioso – dijo. Solo me miraba. Tenía cubierta mi mano con su mano y me atraía muy cerca de ella.
– No quiero perder ni un momento tu contacto. No deseo que haya ni una micra de distancia entre las dos –. Acertó a decir, muy despacio, rozando con su aliento mi oído.
– Yo, yo tampoco Dax –. Tartamudeé. – Pero no quiero decir palabras, aunque si quiero un respiro, pero no quiero respirar si no es a vos – ¡Todo eso acerté a decir! Todo lo contrario de lo que había pensado. ¡Para qué diría eso!
Dax dejó su vaso en la mesa, aparto de mi mano al mío. Me levantó abrazándome suavemente. Me llevó hacia el equipo de música y en poco sonó una bella melodía de amor. Seguíamos muy juntas. Y con paso cauteloso fue adentrándome hacia su dormitorio. Necesitaba un poco de suavidad y me lo estaba dando.
No tardó en tenerme a su merced, y eso es lo que yo quería. Mi resistencia sería una mentira. Y no quería ninguna.
Con lentitud me llevó hacia su cama, con parsimonia me quitó la blusa. Con suavidad besaba mis labios, con pasión introducía su lengua en mi boca, con facilidad. En algunos momentos sabía del poder de esos labios, de lo jugoso que era su contacto, de lo excitante que era poseerlos. Pasó sus manos por mis pechos, solo el sujetador las separaba de mí, pero su calor y su placer ya me llegaban poniendo erectos mis pezones. En mi nerviosismo no lograba quitar la camisa de Dax, en mi inexperiencia ella me ayudó, casi la arrancó, tenía urgencia de tener su piel en la mía. Sin darme cuenta sus amplias manos envolvían mis pechos sin ningún obstáculo. ¡Qué facilidad para quitar cosas! No podía articular muchas palabras, solo… ¡Oh Dax!, ¡Dios que haces! ¡Esto no puede ser! ¡Te deseo!
Sus labios recorrían sin descanso mis oídos, mis ojos, mis labios; su lengua estaba en todos los sitios.
Palabras de amor salían con suavidad, diciéndome todo lo que por mí sentía, toda la pasión tantos días esquivándola, negándola.
No se como, en poco estábamos desnudas las dos. Todo su cuerpo sobre el mío. Deteniendo sus labios en mis pezones a los que estaba sometiendo a un ritmo infernalmente glorioso. El placer había llegado a cada una de las células de mi cuerpo y exigía terminar en una explosión de placer. No se cómo lo hizo pero vagamente recuerdo que en un momento tenía su lengua en mi clítoris, sus dedos penetrándome y su mano libre en uno de mis pezones, era una danza que me estaba quemando, si había un cielo lo había encontrado, si existía una estrella explotando esa era yo, si existía una diosa esa era Dax. Me arqueé y ella lo supo, sabía que el orgasmo salía de mi interior sacudiendo todos los cimientos de mi cuerpo. Sonrió. Me abrazó, me sostenía mientras que su sudor y el mío se mezclaban, eran uno. Un solo cuerpo, un solo amor, una sola pasión. No quería estar mucho tiempo en sus brazos, yo quería pasar a la acción, no sabía como pero sabía de mi instinto y lo iba a utilizar para matar de placer a esa diosa. Su cuerpo desnudo ante mí, sus pechos firmes y su piel oscura, bronceada por todos aquellos días de sol, sin marcas, sin líneas que marcaran colores diferentes. Esos pechos estaban ante mí, para mí, por mí. Había sentido la humedad de Dax y su urgencia y hacia allá iba.
Mi lengua era poderosa, se introdujo sin previo aviso en su entreabierta boca, que descansaba de su trabajo conmigo. La poseí, necesitaba que fuera mía, quería transmitirle todos mis sentimientos hacia ella. Mis dedos pellizcaron sin descanso sus pezones duros y calientes.
No pretendía tener la habilidad de Dax para hacerle tantas cosas a la vez. Pero la iba a hacer sufrir un poco. Por momentos rápidos, por momentos lentos, mis movimientos se iban acercando hacia su centro de placer.
– ¡Amor, ya, por favor, más rápido!
No le hacía demasiado caso. Quería saber el gusto de cada uno de sus trazos de piel. Quería conocer su calor y me dirigí hacia su volcán. Mi lengua se abrió camino sin obstáculos, fácilmente se acomodó en su clítoris y lo succionó una y otra vez, sin tregua, sin descanso, hasta que momentos después, con su cuerpo moviéndose a mi compás su líquido ardiente fue saboreado en mi boca.
Me tendí encima de ella, ocupando parte de su cuerpo. Me atrajo, mirándome a los ojos, esos ojos que me volvían loca, donde me perdía una y otra vez. Donde me gustaría vivir para toda la eternidad.
– Te amo – dijo con suavidad. – No quiero separarme de ti.
La observé. Sus ojos se apagaron por un momento y noté como de su garganta apenas salía un hilo de voz. Creí notar cierta tristeza.
– Yo también te amo Dax y no quiero separarme de ti.
Me abrazó más fuerte, me unió más a ella. No dije nada al notar la humedad de sus lágrimas. Pero mi instinto me decía que el futuro no iba a ser tan fácil, no se si por desgracia o porqué, pero no mucho tiempo después los acontecimientos se sucedieron rápidamente y lo peor de todos, sin explicación del porque ocurriría,… lo que ocurrió.
Lo días siguientes fueron un sueño, el trabajo no disminuía sino que aumentaba, las probabilidades de encontrar algo valioso se duplicaban a cada momento. Las noches eran nuestras, el amor recién nacido cobraba vida cada luna. Aprovechábamos para conocernos mejor. A veces, también discutíamos los pasos a seguir los siguientes días en el yacimiento.
Trataba de sacarle a Dax que pasaría en el invierno, si íbamos a continuar allí o me iría a otro lugar cumpliendo mi contrato de trabajo con su padre. No me respondía a esas preguntas. Tampoco respondía a preguntas que le hacía sobre su pasado. Quería saberlo todo pero Dax buscaba alguna forma de camuflar las respuestas y de desviar la conversación.
Ella me preguntaba y yo respondía. No sabía el por qué ella no hacía lo mismo conmigo, pero no quería presionarla y mi conciencia me decía que algo turbio había en su vida pasada y que debía darle el tiempo que ella considerarse. Yo ya tenía su amor, lo demás vendría con el tiempo. Aunque no sabía que lo único que no tenía era tiempo…
A una semana para terminar el plazo que nos habíamos establecido, el yacimiento dio su primer fruto.
– Dax – grite. – Rápido.
Durante los dos últimos días habíamos desviado la dirección de las excavaciones. Me dejé guiar por mi instinto, el cual me había dado buen resultado siempre y esta vez no iba a ser menos.
Dax llegó presurosa.
– ¿Qué ocurre, mi amor?
– Mira. Mira esa losa que apenas sobresale de la vegetación. Parece la entrada a algo o que forma parte de una pared, en fin. Veremos –. Logré decir, tratando de parar mi corazón que latía más rápido de lo normal.
– ¡Dios! Una losa y parece muy antigua, está muy metida dentro de la tierra, vamos a tener que excavar bastante.
La noche se estaba echando pero no nos importó.
– Tenemos focos suficientes para que nos ilumine lo necesario –. Concluyó Dax. – ¿Qué opinas, Karla, nos quedamos a cavar?
– ¡Por supuesto, Dax! No podemos esperar a mañana.
Durante toda la noche y con el máximo cuidado fuimos descubriendo la losa, no era exactamente la entrada a algún sitio pero sí que pertenecía a alguna construcción muy arcaica. Y lo que el amanecer nos traería todavía nos pondría más excitadas y nerviosas. El descubrimiento de una talla en la piedra de mujeres ejercitándose en duros ejercicios de guerra. Nuestras expectativas estaban aumentado por momentos. Exhaustas y sucias, dimos por terminado el trabajo, Dax estaba preparando un café para reanimar nuestros doloridos cuerpos. Apagó los focos. Los primeros momentos del nuevo día se confundían con nuestras figuras. Dax me tenía abrazada, sentada sobre el suelo y con su espalda sobre la losa recién devuelta a la vida. Mi cuerpo entre sus piernas y mi espalda sobre su pecho, en mis manos una humeante taza de café, al igual que Dax.
– No se todavía el alcance de lo que nuestros ojos acaban de ver. Pero tenemos que mantener la boca callada, incluso no pasar información a David. Ya te explicaré. – comentó Dax, despacio en mi oído.
No llegaba a comprender lo que me quería decir aunque sí intuía que era un descubrimiento demasiado goloso y quizás, algunos grupos podrían estar muy interesados en ese descubrimiento. Pero yo pensaba en algunos eruditos y buscadores de fama, en científicos y arqueólogos con ganas de ver su nombre editados en hilos de oro. Poco tiempo después sabría que no tendría ninguna respuesta, solo el silencio se levantaría como el más poderoso de los dioses entre aquella mujer y yo.
Poco después y habiendo descansado algo, tratamos de ocultar la piedra tallada lo mejor posible. Nuestras primeras excavaciones habían ido en una dirección equivocada. Pero Dax, en los siguientes días seguiría trabajando en esa dirección y yo en la recién encontrada. Porqué Dax seguía trabajando en esa dirección no lo supe hasta diez años después.
Esa última semana se estaba tornando angustiosa, pero muy productiva. La losa no podía estar sola. Amplié el radio de búsqueda, pensaba que alguna entrada a algún sito tenía que haber por allí. La losa presentaba algunos rasgos de haber sido arrastrada de un lugar al otro o que estaba siendo transportada hacia algún lugar o edificación determinado. Estuve haciendo algunas pruebas para determinar su autenticidad y sobre todo su antigüedad. Mi intuición apuntaba que eran más antiguas de lo que habíamos pensado en un primer momento. Podría asegurar que su antigüedad podría ser superior a los 20.000 años.
– Dax, pienso que podrían tener más de 20.000 años.
– ¡20.000 años! ¿Sabes lo que estás diciendo? Eso podría suponer echar abajo toda una gran parte de la historia humana hasta ahora reconocida como oficial.
– Así, es Dax. Pero es lo que pienso. Tengo muchas pruebas que hacer, pero por lo que he hecho hasta ahora eso son los datos que recojo.
En ese momento debería haber comprendido lo que Dax me quería decir con que nadie debía enterarse del descubrimiento, ni siquiera David. Una hecatombe de gente, de grupos, de gobiernos e impostores podrían querer tener el poder sobre ese descubrimiento.
Dax me advirtió:
– Voy a tratar de que no sea tan fácil descubrir la realidad de esta excavación. Hay una hondonada que parecer ser una especie de pasillo hacia alguna construcción también muy arcaica puede datar de unos 5000 años atrás. Si alguien viene supondrá que esa es el descubrimiento y pondremos a salvo el otro, Tú sigue trabajando en la otra zona y trata de encontrar esa entrada o descubrir algo que nos haga saber que estamos en la línea correcta.
Así hice, aunque tanto interés de Dax y tanto trabajo para de alguna forma “despistar” a aquellos que todavía no sabían nada, me parecía precipitado, pero como dije antes, no lo sabría hasta transcurrir diez años.
– Tengo que irme – me contó Dax aquella noche mientras que me abrazaba fuertemente. Note la humedad en sus ojos. Intuí algo en su quebrada voz, pero lo atribuí a nuestra primera separación. O que había discutido con su padre.
David, ya había sido informado de todo, de todo lo que podíamos decirle. Dax confiaba en él. Aunque no le había dicho toda la verdad, más bien las explicaciones de Dax fueron en la otra dirección, en el descubrimiento del pasillo en la hondonada, cuyo resultado fue la salida a la luz de una vieja edificación, lo que podría denominarse un templo. Pero aún había mucha tierra que quitar para saberlo. De la otra línea de investigación no se le dijo nada. David, había entrado también en trance, estaba excitado ante el posible descubrimiento. Una isla tan pequeña y con tanta historia. La isla que le había visto nacer y donde tenía su vivienda, su hogar y posiblemente se estableciera con su esposa. Su relación con Ana se había intensificado últimamente.
En los días que transcurrieron hasta la venida de Dax, seguí trabajando afanosamente. Estaba a punto de conseguir lo que me había propuesto: abrirme paso hacia la construcción. Y la suerte estaba echada, pero necesita un poco de fortuna y de casualidad. Muchos grandes descubrimientos se hicieron así, por casualidad, y parece, que mi caso no iba a ser la excepción. Esa mañana quería explorar un poco más allá de los alrededores inmediatos de la primaria excavación. Así lo hice, siempre en dirección de la piedra tallada que habíamos descubierto. La espesura de vegetación era considerable, pero me aventuré y tuve en consideración las palabras de Dax de no abrir el camino a machetazos o sería muy evidente hacía donde iba nuestra verdadera investigación.
Me encontraba a unos 200 metros de la excavación original y entonces… me caí. Las entrelazadas matas de vegetación habían tenido la culpa…. y mi mente que estaba sumida en pensamientos nada profesionales. Atiné a poner las manos antes que mi cabeza diera contra una roca un poco diferente a la del resto. Efectivamente tenía mucho que ver con la descubierta un poco más atrás. Mis ojos se salieron de su órbitas y como pude comencé a limpiar la roca lo mejor que pude. La piedra se situaba en un amplio montículo, parecía que daba paso a una cueva. Estaba bien metida en la tierra pero a la vez se alzaba cubriendo una buena parte de la pequeña colina, tapaba un acceso por el que fácilmente podría pasar una persona de la estatura de Dax.
Mi corazón latía compulsivamente. No iba a entrar sola. Dax estaba a punto de llegar, la esperaría. Así que me puse a investigar porque sobresalía tanto esa piedra que debería estar enterrada a varios metros de profundidad, si es que mis cálculos sobre la posible edificación milenaria eran válidos. En 20.000 años el relieve del lugar había cambiado en varias ocasiones, quizás la erosión y las lluvias habían servido para traer a la superficie parte de la posible ciudad, templo, palacio o simple aldea. Ya veríamos. Me puse en contacto con David para que me buscara toda la historia meteorológica y geográfica de la isla, toda la información iba a ser poca para dar una explicación del lugar.
Por la noche, llamé a Dax, no quería molestarla durante el día, sabía de lo estricto que era su padre y no deseaba ningún tipo problemas con él.
– Dax, ¿eres tú?
– Karla que gusto escuchar una voz agradable.
– ¿Por qué lo dices? ¿Has discutido con tu padre?
– Sí, quiere que me incorpore de nuevo a la gestión de nuestra empresa. No le he dicho nada del descubrimiento del pasadizo en la excavación primaria. Entonces me preguntó porque quería continuar trabajando en ello, que lo dejara para el próximo verano. Sólo puede conseguir que me dejara hasta finales de septiembre. Aunque lo note muy receloso como si no me creyera. Perdona que te cuente e intranquilice, pero también exige que tú te dediques a las excavaciones que tenemos en marcha en el Perú. Parece que le entró la prisa para conseguir resultados económicos beneficiosos y eso se lo dan los objetos que encuentra y que luego él, de alguna forma, vende. Llegaré mañana y hablaremos.
Dax, llegó muy pronto, la abracé con toda mi alma, necesitaba su contacto, saber que aquel cuerpo y aquella alma no eran una broma del destino. Retomamos la conversación telefónica del día anterior. La dejé seguir hablando, necesita desahogarse y yo era la persona indicada para escucharla. Decía:
– Imagina si le decimos que hemos descubierto algo interesante, traería un montón de gente y maquinaria para sacar lo antes posibles los objetos valiosos. Lo siento, no te había contado nada de mi padre, no deja de ser un comerciante de objetos de valor, de ahí su fortuna y no escatima esfuerzos por conseguir beneficios de la forma que sea. Yo soy la única capaz de pararle y decirle que en tal o cual lugar puede “que si vamos más despacio” que encontremos cosas más valiosas. Disculpa por el discurso, pero así son las cosas. Al fin y al cabo es su negocio y su dinero. Y yo soy su hija, me ha dado una educación y al fin y al cabo trabajo para él.
Sus ojos eran dos zafiros azules marcados por la tristeza. Las ojeras me hacían ver que no había dormido desde que se fue.
– Gracias por contarme todo eso. Alguien que tenga una fortuna en antigüedades y esté podrido en dinero debe haberla conseguido de alguna forma no muy profesional y nada desinteresada. No es el arte por el arte, ni las ganas de descubrir y ser un estudioso. Es el ánimo del lucro y el negocio. Intenta ver la parte positiva. Si tú no hubieras dispuesto del dinero suficiente para llevar a cabo el proyecto en esta isla no habríamos conseguido nada. Y puede que tampoco nos hubiéramos conocido, además…lo más importante es lo que te tengo que decir ahora. ¡Conseguí descubrir, creo, la entrada a un posible asentamiento amazona o no sé, ya veremos. No he seguido hasta que tu vengas!
– ¡Me estás hablando en serio! Por favor, amor, si es así, asegúrate de que nadie se entere. Es primordial, si mi padre se entera de algo, estamos perdidas.
Me dejó bastante mal Dax, la note extraña, distante. Había mucha preocupación en su voz. ¡Dios, malditos negocios! Hay gente que es capaz de sacar tajada de lo que sea. El padre de Dax era uno de ellos. Aún no era consciente, ni lo fui durante años de lo que realmente pasaba entre Dax y él.
Los acontecimientos que siguieron a ese día, se desarrollaron demasiado deprisa y sobre todo los últimos dos días del plazo que el padre de Dax nos había dado para concluir las excavaciones. Poco tiempo le quedaba a nuestro amor, poco tiempo le quedaba al descubrimiento, salido a la luz por unos días y vuelto a enterrar durante años.
Dormimos pegadas la una a la otra, sin decir palabras, solo abrazadas como si en ello nos fuera la vida, pero deseaba dar fuerzas a Dax. El día siguiente fui muy duro. Nos levantamos al amanecer, desayunamos tan tranquilamente como pudimos y planificamos lo que íbamos a hacer. Dax seguiría abriendo camino en la primera dirección y yo me dedicaría a borrar todas las posibles huellas de la segunda excavación. Me dolía en el alma tener que hacerlo y quedarme con la vaga sensación de algo inconcluso, quizás un descubrimiento devastador para la especie humana. Con un poco de suerte -pensaba-, sería hasta el verano siguiente.
Al final del día no había ni rastro del segundo descubrimiento y muchos rastros del primero. Dax se había empleado a fondo y con toda su fuerza -que era mucha- había logrado abrir totalmente el pasillo que conducía a una estrecha entrada. Hasta ahí iba a llegar, apenas cuarenta y ocho horas después todo un ejército de “buscadores de reliquias”, iban a semi-destrozar el lugar. Encontrarían y maltratarían todo objeto encontrado que aún estaba sin datar, sin estudiar, sin investigar… solo lo valioso (y había más de lo que nosotras hubiésemos pensado) fue tratado cortésmente. Lo consideré un crimen hacia la cultura, hacia la arqueología, y un crimen a la historia de los humanos que habían habitado y poblado aquellas tierras milenios atrás.
Pero voy a detenerme en las últimas cuarenta y ocho horas que pasé con Dax, la cual, poco tiempo después, se desvanecería como si nunca hubiera existido y pasó a ser un fantasma de mis pensamientos, pero un fantasma que me producía dolor.
Esa noche, Dax estaba muy cansada, yo también, pero al fin y al cabo mi trabajo no había tenido la envergadura del suyo y traté de hacer una rica comida. Después de la ducha Dax comía con hambre, más bien con ansiedad lo que había preparado. La cena fue silenciosa, notaba que sus ojos se humedecían ligeramente cuando me miraban.
No entendía el porqué de todo aquello, sólo sabía que Dax tenía una gran estima por la cultura, por las antigüedades, y por los descubrimientos históricos. Sólo sabía que había nacido en una familia, que efectivamente tenía dinero para enfrascarse en grandes retos pero a la vez, esos medios más bien devastaban que ayudaban al esclarecimiento de la historia humana. Ella era un minúsculo engranaje en todo aquel laberinto que poco podía hacer contra el poder de su padre. Pero no podía ni imaginar hasta dónde podían llegar las consecuencias.
– Ven tengo que hablar contigo – dijo Dax cogiéndome de la mano y llevándome al porche. Nos sentamos frente a frente. Me abrazó suavemente. Miró mis ojos, miró mis labios, miró mi cara como si quisiera grabarla en sus ojos a fuego lento. – La cosa es grave, creo que en poco, loa hombres de mi padre arrasaran con todo esto. David me comunicó que el viejo lo había llamado y que, su segundo de a bordo, Sebastián, el que se encarga de montar y desmontar campamentos, llevándose todo lo valioso, vendrá hoy mismo. Es un hijo de puta, que sabe mucho pero no tiene escrúpulos.
– Tú padre exige que vuelvas al trabajo, y yo para lo que fui contratada –. Dije sin demasiado convencimiento. En mi mente empezaban a tomar sentido algunas cosas, pero no tenía la información adecuada para hacerme una composición real de lo que pasaba.
– Olvida eso, mi amor. Mírame a los ojos. Ten en cuenta lo que te voy a decir. Por favor, no me pidas explicaciones. No puedo dártelas. Algún día entenderás el porqué.
Cogió mi cara suavemente con sus manos. Un escalofrío recorrió mi cuerpo. La deseaba tanto. Deseaba permanecer pegada a su cuerpo y a su alma por siempre.
– Veas lo que veas, no opines. No hagas nada. No pienses nada. Sólo acepta lo que pase.
– Todo esto está comenzando a darme miedo. No eres clara del todo Dax y no sé como recibir tus palabras.
– Sólo te pido que confíes en mí pase lo que pase. Esa confianza, aunque te parta el corazón, tienes que tenerla. Solo recuerda que te amo, que me he enamorado de ti hasta hacerme daño. Que te deseo más que a nada en este mundo. Que me haces vibrar hasta el éxtasis.
Dax lloraba. ¡Dios mío! ¿Qué estaría pasando por su mente? ¿Qué ocurría en realidad? No dije nada, le había prometido que no preguntaría y, aunque mi alma estaba encogida, dolorida, me había pedido que confiara en ella y lo haría, pasara lo que pasara.
Aquella noche me amó como si fuera la última. Aquella noche note todo el amor de Dax hacia mí. Quizás estaba un poco asustada pero me entregué a ella, como si fuera el último amanecer juntas.
Los primeros rayos del sol vieron como nuestros cuerpos cansados y sudorosos por fin se quedaron dormidos. Pocas horas. Sobre las diez de la mañana David llamó. Dax se incorporó de un salto. No habló mucho con David. Se duchó, se vistió y se puso a recoger sus pertenencias. Me instó a hacer lo mismo.
Debíamos dejar la cabaña, la isla, dónde había sido tan feliz como nunca antes. Apenas una hora después todo estaba recogido. Utensilios, material, ropa. Libros. El ordenador. Todo aquello que nos había servido para indagar en nuestros estudios.
– Bueno, nuestra estancia aquí terminó. David vendrá a recogerte enseguida. Te llevará a su casa. Y después Ana y él te llevarán a una lancha que he alquilado. Tu destino es Atenas y de ahí, volverás a tu estancia en la Universidad. Mi padre ordenó que estuvieras en Perú en menos de una semana. Allí te seguirán dando información de todo lo que necesites saber.
– Espera, Dax, así, todo tan rápido. ¿Y tú, no vienes conmigo? ¿Cuándo nos veremos? ¿Irás a verme a la Universidad antes de volar a Perú? ¿Irás a verme a Perú? No entiendo nada, todo esto es…
– Dijiste que no preguntarías. Por favor, confía en mí pase lo que pase. Recuerda que yo nunca te traicionaré. Siempre te protegeré. Espérame. No puedo decirte más. Son órdenes de mi padre, recuerda que tanto tú como yo trabajamos para él.
Me atrajo hacia sí, me acarició la cara, había lágrimas en sus ojos. Acercó sus labios a los míos, me beso tiernamente, la suavidad de su boca me estremecía. Finalmente la pasión nos desbordó y el beso se transformó en un huracán capaz de arrasar todo nuestro cuerpo. Con el corazón latiendo a gran velocidad, se separó de mí. David acababa de llegar. Me saludó y comenzó a meter mis pertenencias en su jeep.
– Dax te veo en la excavación en dos horas. Tú ve para allá. Sebastián llegará en menos de una hora y media con toda su gente. Tú padre también va a venir y quiere verte. Suerte.
La mirada triste, muy triste de David me decía que el asunto era más grave de lo que en un principio podía yo imaginar. Es decir, ya sabía que iban a arrasar con la excavación, pero no intuía que podría pasar más allá de aquello. ¿No era todo demasiado dramático? Las respuestas llegarían mucho, mucho tiempo después. Y ahora no me iba a contestar absolutamente nadie. Finalmente, Dax me abrazó de nuevo. Me volvió a repetir te amo, te amo, Karla.
Monté en el jeep, mientras David arrancaba el motor, mi vista no dejaba de mirar a Dax. En un momento tomé conciencia de que había desaparecido. La cabaña quedaba atrás. Se hacía cada vez más pequeña, como mi corazón. Parte de mí misma se quedaba allí. Aquella mañana todavía mi mente no calibraba todo lo que ocurrió, no tenía datos, los únicos datos serían silencio, paso del tiempo y silencio. Un silencio que partió mi corazón en pedazos.
Más o menos eso fue lo que ocurrió. Durante los primeros días esperé que Dax me llamara o mejor, que fuera a verme. Pero estaba a punto de tomar el avión para Perú y ella no daba señales de vida. El que sí me llamó fue David. Quería hablar conmigo antes de que me fuera. Quedé con él un par de horas antes de la salida del vuelo.
– ¿Qué pasa David? ¿Por qué Dax no me ha llamado? ¿Qué ocurrió en la excavación? ¿Por qué todo tan rápido?
– Lo siento, Karla, solo estoy aquí para darte instrucciones de lo que debes hacer en Perú. No puedo decirte nada más. Sólo que recuerdes que yo también trabajo para el viejo de Dax, no puedo decirte nada. Sobre todo porque no sé nada. Lo último que te puedo asegurar es que cumple órdenes de su padre y está trabajando según esas órdenes. Y…, recuerda, Karla, pienses lo que pienses, sientas lo que sientas, observes lo que observes, pase el tiempo que pase, debes seguir confiando en ella.
– ¿Un poco difícil, no crees? Yo debo confiar en ella. Desaparece, no me llama, ni una maldita carta, ni un e-mail. Nada. ¿No crees que me jode que deba confiar en ella, pero que ella no confié en mí?
– Vale, no voy a seguir con esta conversación. Ahora dime lo que me tengas que decir y tomaré mi avión.
Lágrimas de rabia caían por mi cara. Mis mejillas se habían sonrojado por la furia que había en mi interior. Nadie me explicaba nada, ni me decía nada. Lo único que debía hacer era cumplir las órdenes de mi patrón. Me despedí de David. Le desee mucha suerte, quedamos en vernos nueve meses después cuando tuviera mis primeras vacaciones.
Tomé el avión. Dejé lo que había sido mi casa. El trabajo era lo único que me iba a consolar en los siguientes años. El dolor dejó paso a la rabia. Los sentimientos se enquistaron muy dentro. El tiempo dejó adormecido mi corazón y mi alma quedó atrancada. Los días, los meses, los años pasaron lentamente, sigilosamente. Ni una noticia, ni una carta, ni una llamada. Dax se convirtió en un fantasma. Quise borrar sus besos, quise exterminar sus caricias. Quise arrancar los recuerdos de su cuerpo sobre el mío. Deshice los pensamientos sobre ella, como sino hubiera ocurrido nada aquel verano. Cavé un hondo hoyo en mi interior y puse una pesada losa, tan pesada como para que no pudiera abrirse mi corazón nunca más, a nada ni a nadie.
Los siguientes ocho años los pasé de un sitio a otro, de un yacimiento a otro, de un estudio a otro, conseguí que el viejo me dejara hacer varias exposiciones de los objetos conseguidos en los yacimientos. Claro que le prometía que en poco tiempo volverían a su sitio, algunos objetos eran vendidos, pero otros -parece que el viejo se hacia mayor y con ello menos egoísta- se quedaban en su propiedad. No lo vi casi nunca pero sí hablaba con él por teléfono. Me orientaba en sus deseos que debían ser cumplidos. Con el tiempo parece que conseguimos mantener una relación más o menos relajada y con algo de entendimiento.
Mi obsesión era trabajar y trabajar, aunque cada año iba a ver a Inma que finalmente termino sus estudios y vivía con Arturo, un buen chico. Se querían. Hice algunos amigos en el camino, en el trabajo, en algunos lugares, pero muy pocos. También veía a David y Ana (se habían casado). Seguían viviendo en la pequeña isla. Me invitaron a volver allí en alguna ocasión, pero dije una vez y otra que no. De esta manera nos veíamos lejos de allí. Por lo menos tres veces al año tenía contacto con ellos. También hablaba mucho con David por teléfono por cuestiones de trabajo. Ni una maldita palabra sobre Dax. Ni siquiera sabía si vivía o había muerto. Yo tampoco pregunté.
En cuanto a alguna aventura amorosa. Pues tengo que confesarles que intentos, muchos, pero terminar lo que empezaba… nunca. Nunca, así de simple. No podía acostarme con ninguna chica. Con alguna terminamos siendo amigas. Eso es todo lo que conseguían de mí. Mi corazón estaba vacío, mi alma enquistada, mis sentimientos desaparecieron aquel día de verano. Estaban muy bien escondidos, el dolor pasó con el tiempo, pero había quedado muy destruida en cuanto al amor. Nunca volví a sentir lo que había sentido por ella, nadie volvió a encender la llama de mi corazón.
El tiempo pasa y todo lo borra o lo aparta, a mis casi veintiocho años mi mente había madurado en muchos aspecto, poco quedaba de aquella niña de veinte años y recién salida de la Universidad. Además de trabajar en excavaciones, de estudiar diversas culturas, puede terminar también la carrera de Antropología Cultural, lo hice a distancia pero con exámenes presenciales, la verdad es que mi jefe en eso sí que me dio facilidades, quizás lo veía como una inversión.
Al cumplir mi quinto año trabajando para él me renovó el contrato por otros cinco y la verdad es que a nivel económico fue espléndido y acordé con él que estaría en España un mínimo de cinco meses y los otros se los dedicaría en cuerpo y alma a lo que él ordenase. Era una esclava bien avenida si de alguna forma podría calificarme. Era la esclava erudita del viejo cabrón. Pero bueno..., lo había aceptado y me permitía vivir con bastante holgura, además de poder hacer durante bastantes meses cosas que me gustaban.
Cerca de Madrid, en un pueblo de la provincia de Ávila compré un terreno y me hice lo que se denomina un chalet, allí pasaba esos cinco meses entre el verano y el otoño de España. Otras veces tenía que ser en invierno o primavera, todo dependía del trabajo que hubiera y las condiciones climáticas del lugar donde tuviera que hacer los estudios o excavaciones. Bueno esto es todo lo que puedo contar de esa época, intensa en cuanto a trabajo y estudio pero aburrida en cuanto a otras cosas de la vida.
En mi casa de Ávila me hallaba a finales de mayo de aquel año, era el 2006. David y Ana iban a hacerme una visita. Me llamaron de improviso, no esperaba que me visitaran tan pronto, habíamos quedado en que lo harían durante el mes de agosto pero no antes. Un poco sorprendida les abrí la puerta de mi casa.
– Hola David, hola Ana –. Los abracé.
– Hola, rubita, ¿cómo te va? Tenía muchas ganas de verte. Tengo que contarte algunas novedades –.
Habló David de un tirón.
– No os esperaba hasta agosto, ¿ocurre algo?
David estaba nervioso. Habló torciendo el morro. – Sí ocurre algo.
– Bueno, tomen asiento. Estaba preparando café, ¿os apetece?
– Sí, por favor – dijo Ana.
«Karla ten un poco de paciencia. David te va a contar lo que sabe». David me miró a los ojos y no vi ninguna tristeza en ellos, más bien algo de alegría. Pero a la vez preocupación. No entendía que pasaba.
– El viejo se muere y es de verdad.
Lo que me iba a contar iba a cambiar mi vida de nuevo. La vida, te sorprende cuando menos lo esperas, cuando has aceptado tu propia existencia, cuando la normalidad y la rutina parecen embargarla va y pega un giro de180 grados y la convierte en otra.
CAPÍTULO III
Desapareció rápidamente. Malen, en mis brazos, también miraba como se desvanecía el 4x4 de Dax.
Por unos instantes mis ojos quedaron tan perdidos en el tiempo como mi mente. La tristeza volvió a embargarme. Debía seguir adelante, pero me di permiso para no pensar en nada, ni en el pasado ni en el futuro, solo organizar mi partida.
De nuevo la vida se abría camino de una forma totalmente inesperada. Me volvía a pillar de sorpresa. Pero sonreí, la vida también me estaba dando la oportunidad de que fuera un vivir nada rutinario, no era igual que para el resto de los mortales. Mi profesión, que no lograba avances muy a menudo, me estaba regalando la oportunidad de saber lo que pasó hace tantos miles de años. Ningún mortal, excepto Dax y yo, sabía que podríamos estar ante el descubrimiento más importante al que nos habíamos enfrentado los humanos.
La semana pasó rápido. Andrea me ayudó mucho, estaba algo entristecida por mi marcha, pero sabía que eso ocurría muy frecuentemente. El sábado llegó y yo tenía todo arreglado: la valija hecha, la documentación preparada, mi ordenador y demás aparatos preparados y embalados. Y algunas cosas más.
Dax llegó para recogerme, tal y como habíamos quedado una semana antes. Andrea y Paco estaban conmigo. Se querían despedir.
Malen olió a Dax y se fue rápidamente hacia ella. Dax sonreía mientras la acariciaba.
– ¡No soy tu niñera! No tengo porque llevarte en brazos continuamente, además pesas un montón –. Dax hablaba en voz alta.
– Buenos días, Karla.
– Buenos días, Dax. Te presento a Andrea y su marido Paco. Son mis amigos.
– La conocimos la semana pasada en el hotel.
– ¡Vaya, hembra, eh Karla! – me dijo Paco acercándose a mí oído.
– Hola, Dax. Encantada de conocerte – habló Andrea.
– Hola, señorita – dijo Paco.
– Solo Dax, un placer. Riquísimo su tiramisú, Andrea lo probé la semana pasada.
– La próxima vez que venga está invitada a cenar en casa, las dos – dijo mirándome –, mi marido prepara muy buena comida.
– Jajaja, no lo dudó, tomaré su palabra en serio. Pienso venir por aquí.
Todo esto mientras yo abría la puerta de atrás del todo terreno y empezaba a colocar todos los aparejos que tenía previsto meter dentro del 4x4, no sabía si cabría tanto cacharro.
– Espera Karla – me detuvo Dax, su mano tocó mi hombro, un escalofrío recorrió mi cuerpo.
– ¿Qué pasa Dax?
– Espera, se pueden bajar los asientos traseros y cabrán mejor las cosas. Malen es suficiente con que vaya en uno de los asientos.
Efectivamente al bajar los asientos el espacio aumentó considerablemente. Dax estaba colocando las cosas mientras que nosotros se las acercábamos. Definitivamente conocía muy bien su 4x4. Siempre la recuerdo con este tipo de auto.
Nos empezamos a despedir, dejé las llaves en las manos de Andrea.
– Espera, Karla. Da a esa mujer una oportunidad. Sé que es el amor de tu vida, pero no cuajó en su momento. Y no me digas nada porque no me equivoco, sé como la miras y como te mira. Algo hubo entre vosotras dos. Es una hermosa mujer para ti, y tú para ella –. Remarcó Andrea.
– Olvida el tema, pero te prometo tener la mente y el corazón abiertos, Andrea.
A la buena mujer se le cayeron las lágrimas. Paco carraspeaba. Mis ojos se pusieron húmedos.
– Gracias por cuidar mi casa, hasta dentro de unos meses no vendré, lo haré cerca del invierno. Pero vendré.
Cada semana limpiaré el polvo de la casa y cuando tu me avises la dejaré reluciente para tu venida.
El 4x4 arrancó. Malen ladraba. Dax decía adiós con la mano.
– Buen viaje, Dax. Cuide a Karla. Conduzca con cuidado.
Nos perdimos por el camino, mi casa, el pueblo, quedaban atrás. No se si caminaba hacia mi felicidad o hacia mi perdición, iba a encontrarme con mi destino. Ahora los tiempos habían cambiado, yo también. Pero, ahí estaban mis sentimientos pugnando por salir.
La carretera general a Madrid se abría ante nosotras. A mitad del camino tomamos un café, apenas cruzamos un par de palabras. Dax se encargaba de Malen. La verdad es que el animal estaba sirviendo para destensar la situación. Pero, de nuevo, en Dax no había nada de agresividad, su mirada era limpia y clara como un torrente recién nacido de la montaña.
Llegamos a Madrid a la hora planeada, comimos frugalmente y nos dirigimos hacia el aeropuerto de Barajas. Allí alguien se encargaría de facturar todo el equipaje, que era bastante, también el 4x4 llegaría en unos días por barco a Atenas. Dax parecía una mujer de costumbres, le gustaba el 4x4 y había decidido que en vez de dejarlo en Madrid, en la isla le sería de mucha utilidad, así no tendría que alquilar uno, iba a estar suficiente tiempo en la isla para que la inversión hecha en el transporte del auto fuera amortizada.
– Bien, Karla, sostén un rato a esta perra rabiosa. Me ha mordido y lamido toda, voy al baño, nos vemos en el mostrador de la compañía aérea. No te olvides de la bolsa donde va Malen – me dijo Dax.
– De acuerdo, Dax allí nos vemos.
Después de que nos dieran la tarjeta de embarque, aún faltaba más de media hora para montar en el avión, así que nos fuimos a tomar un café.
Poco tiempo después un avión despegaba rumbo a una ciudad y desde ella una avioneta nos trasladaría a una pequeña isla del mar Mediterráneo, como ocho años atrás. Un avión, dos asientos y una bolsa de mano muy especial, con mi perra Malen -le dimos una pastillita para que fuera dormida esas dos horas-, un asiento para mí y el otro para Dax. Estábamos muy cerca la una de la otra, sentía su calor.
Dos horas después llegamos a Atenas, apenas intercambiamos palabras. Traté de dormir un poco, apenas lo conseguí, pero relajé los músculos de mi cara.
– Hemos llegado Karla.
– Si.
Todo lo demás se desarrolló como estaba previsto, alguien nos estaba esperando y se hizo cargo de nuestras maletas, eso sí tuvimos que esperar el resto del equipaje que era bastante voluminoso. Hacia algunos días que Dax había mandado todo su equipo. Finalmente el hombre condujo hacia un aeropuerto privado, a media hora de Atenas, allí nos esperaba una avioneta. Una avioneta, de veinte plazas y con una bodega para equipajes muy bien diseñada. Era una preciosidad.
– Vamos, Karla, ponte el mono y el casco (expresión española que quiere decir “nos ponemos a trabajar inmediatamente”), nos vamos a la pequeña isla.
– ¿Quién pilotará la avioneta?
– ¿Quién podría ser? Yo – Dax sonrió.
¡Maldita sea! La muy bruja, repetía exactamente lo mismo de ocho años atrás.
– Mandé diseñar esta avioneta. La otra de antaño que tú conociste se hizo vieja y el pueblo necesitaba una nueva, así que es mi nuevo regalo.
Eran las primeras palabras referidas al pasado que pronunciaba Dax, pero solo hizo esa alusión.
– ¿Y quién puede pilotar mejor que yo? ¡Yo misma! Arriba, nos vamos Karla.
Dax pidió permiso a la torre e inmediatamente iniciamos el vuelo, una hora después estábamos en la isla. Malen ya despierta ladraba sonoramente.
– Vale, vale, Malen, a callar.
Todavía no anochecía cuando llegamos. El pequeño aeropuerto seguía en el mismo lugar, la única pista de aterrizaje parecía remodelada, pero seguía siendo la misma. El barracón que servía de hangar si era totalmente nuevo, pequeño pero muy lindo. Una chica joven era la encargada del lugar y de la avioneta, la arreglaba y la mantenía a punto, además se ocupaba de transportar cosas desde y hacia la capital y de llevar y traer a los aldeanos que necesitaban salir de la isla.
– ¿Tú debes ser Fabiola? – gritó Dax a la chica que se había acercado con un amplio coche.
– Si, y tú eres Dax, la jefa.
– Soy Dax, pero no me llames jefa, solo Dax.
– Bien.
– Vamos Karla deja a Malen en la ranchera y ayúdanos a bajar el equipaje.
Me puse en movimiento, durante esos instantes no le había quitado ojo a Dax, ¡pero que buena estaba, que linda era! Desbordaba fuerza, equilibrio, orden, pasión ¿pasión? Nuevamente mis pensamientos se fueron donde no debían. Traté de esquivarlos poniéndome a trabajar.
Entre la llegada, y colocar todo el material tardamos una hora, ya había anochecido.
– Conduzco yo, Dax. El material que traéis lo dejaremos en el almacén junto con el que llegó hace unos días. Y cuando vayáis hacia el yacimiento os ayudaré a llevarlo – dijo Fabiola.
– Bien, de acuerdo, conduce. Como mí 4x4 llega en un dos o tres días nosotras transportaremos el equipo. Todavía tenemos que arreglar algunas cosas antes de comenzar a trabajar. Al menos necesitaremos tres días en el pueblo para organizar todo lo que necesitamos. Gracias de todos modos.
– Pues entonces, vamos hacia el pueblo. Creo que David y Ana os esperan.
«Uff, que alivio, por lo menos estaría David y Ana allí, ya no estaría sola con Dax». Tardamos en llegar poco más de quince minutos. David y Ana se fundieron en un gran abrazo conmigo. Luego abrazaron a Dax, me tenía que recordar a mí misma, que ellos si se habían visto durante aquellos años y como dijo David, Dax era su amiga del alma.
Fabiola y David nos ayudaron a meter las cosas en el almacén donde se encontraba el resto del material. Ana se encargó de entretener a la muy mocosa Malen que se había despertado del todo y exigía caricias, juegos y comida.
– Bien, Karla, el hotel está aquí mismo. Te ayudo a llevar tu equipaje personal y dejo que te instales – dijo, Dax.
– Gracias Fabiola por traerlas y ayudarlas, estás haciendo un gran trabajo en este pequeño aeropuerto – le decía David.
– Bien, encantada de conocerla Karla, cualquier cosa que necesite, aquí tiene mi número de móvil.
– Gracias.
Fabiola montó en el auto y desapareció.
– Bien Karla, descansa, dúchate y ponte otra ropa. Hay cena de gala en casa de mi madre, ¿la recuerdas? – preguntó David.
– ¡Claro, no he dejado de escribirle en todos estos años! Le he mandado fotos. Estuvo más de una vez en Madrid y siempre me llamó, nunca perdimos el contacto.
– Cierto. Bueno, pues ella tiene preparada una cena de bienvenida.
– Este es el hotel. Bien, entonces os espero en el hall dentro de una hora, a las dos – remarcó David.
– ¿A las dos? – pregunté.
– Karla, por unos días yo también me quedaré en este hotel, aún tengo que ver dónde me voy a quedar definitivamente estos meses. Por ahora tú tienes en la última planta un mini apartamento como te dije y yo en la primera planta una habitación – confirmó Dax.
David se arrimó a mi oído “tendrás que aguantarla unos días hasta que se instale y todo se organice, pero ya ves que la jefa no muerde”. El muy cabrón se estaba riendo descaradamente de mí. Le pegué un gran pellizco en el culo y le dije al oído: “te mereces que te pellizque en tus lindos testículos, pero por respeto a Ana no lo haré”. David se sonrojó, pero emitió una sonora carcajada.
Nos dejaron solas. La señora que regentaba el pequeño hotel nos dio la bienvenida y nos entregó las llaves. Me dirigí hacia el ascensor, mi mini apartamento estaba en el tercer y último piso. Noté a Dax indecisa.
Espera un momento Karla. Mira, sé que no quieres verme más allá de lo necesario, así que trataré de no imponerte mi presencia, solo estaré en el hotel hasta que venga mi 4x4 y arregle donde voy a estar –. Eran sus primeras palabras hacia mí de una forma personal.
La miré, más intensamente de lo que hubiera deseado.
– No te preocupes, Dax, tenemos amigos en común y eso es así, nadie lo va a cambiar. Y el pasado… pasado está hace, ya mucho tiempo ¿no crees? Hasta ahora la relación ha sido llevadera, creo que debe seguir siendo así. Cada una hará su vida pero cuando sea necesario, por amistades en común o por trabajo, no nos queda otra que estar juntas. Contaba con ello.
– Yo no tengo ningún problema, Karla, tenía que aclarar eso, no quería que pensaras que me iba a quedar en los mismos lugares que tú e iba a imponerte mi presencia, sé que has puesto unas reglas para poder hacer bien el trabajo que nos propusimos y yo no lo voy a impedir. Bien, así será.
– Hasta luego Dax, ya me ayudá la señora a llevar a Malen. Creo que conseguiré que se duerma enseguida, debe acostumbrarse.
– Hasta luego, Karla. Nos vemos Malen.
La señora se llamaba Felipa, y me ayudó con Malen. Yo subí mis utensilios personales. Dax optó por subir al primer piso por las escaleras.
– ¿Te llamas Karla, verdad? – preguntó la señora.
– Si.
– Tengo una idea. Como la perra es pequeña, si te parece puede estar en la entrada conmigo, tengo un pequeño patio con una especie de caseta, bien limpia, ahí creo que estará muy bien: durante el día conmigo y luego puede dormir en el patio, cuando tu quieras te la subes o la sacas por el pueblo, yo puedo ayudarte.
– Muy buena idea, ya que voy a pasar un buen tiempo aquí. La perra no está acostumbrada a estar encerrada en un apartamento y menos en uno pequeño. Es cachorra y bueno, ya casi tiene aprendido a hacer sus cosas afuera. Es muy lista. Gracias es un buen ofrecimiento. Cuando comencemos a trabajar vendrá conmigo todo el día y no será problema, pero pasaran unos tres días hasta entonces y ahora si que es problema.
– Entonces de acuerdo, esta noche lo pasará conmigo en la recepción, el patio donde ella dormirá tiene acceso directo a donde yo duermo. Así que ella se sentirá bien.
– Gracias Felipa. Si Ud. cocina tan bien como lo es de buena anfitriona, creo que voy engordar.
– Jajaja – reímos.
Habíamos llegado. Abrí el mini apartamento, que era una gran habitación con un cuarto de baño y una pequeña cocina americana. Una gran cama sería donde dormiría.
– Es una cama grande y muy cómoda. Era la antigua habitación de mi hija. Mire, también hay una amplia terraza donde poder tomar café, o simplemente ver las estrellas, desde aquí se ve el mar y unas puestas de sol hermosas. Bueno la dejo para que se arregle. Me llevo a Malen y le doy de comer. Imagino que este es el equipaje personal de la perra.
– Sí, muy personal, ah, por favor señora Felipa, llámeme solo Karla y tutéeme.
– Bien, Karla, entonces llámame Felipa. Aquí tú no eres, realmente ninguna desconocida. Yo no estaba por aquí en tú estancia de hace tiempo en la isla, pero si que dejaste un buen sabor de boca en toda la gente que te conoció. La gente te recuerda a pesar del poco tiempo que pasaste aquí.
– Si, nunca me olvidé de la gente del pueblo, pero no pude venir hasta ahora.
– Bien, hasta luego Karla. Vamos Malen, la comida espera abajo.
La perra me miró, pero era una perra muy lista y pareció entender cual sería su sitio allí.
No tardé mucho en ducharme, el cuarto de baño tenía una amplia bañera en la cual me sumergí por bastante tiempo. Retiré de la maleta la ropa que me iba a poner esa noche. Era verano y el atuendo sería bien simple: unos pantalones piratas, una blusa fresca y mis eternas sandalias. Bajé por las escaleras.
Felipa tenía detrás del mostrador que servía de recibidor una mesa camilla a la antigua usanza. Allí estaba sentada y Malen a sus pies, en la otra silla Dax. Malen me olió y alzó la vista, pero no me hizo mucho caso y siguió durmiendo. Acababan de darle la cena. Dax charlaba animadamente con Felipa, ¿Dax siempre fue una persona sencilla? Charlar tranquilamente con los aldeanos no era su fuerte, por lo menos años atrás, o quizás no me había dado tiempo a conocerla lo suficiente. La verdad es que pasamos poco tiempo juntas, pero a pesar del tiempo transcurrido, recuerdo más detalles de nuestra relación de lo que yo quisiera.
– Buenas noches, Karla.
– Hola Dax, Felipa…
– Buenas Karla. Tu perra está absolutamente dormida ha debido ser un largo viaje para ella.
– Así ha sido. Mira ahí llegan David y Ana.
– Buenas noches señoras, hola Malen. Bien, vamos, mi madre nos espera.
Dora, la madre de David que en tiempos se había encargado de mantener limpia la cabaña donde habitamos Dax y yo en la primera etapa de mi presencia en la isla, y que nos había deleitado con estupendas comidas, esa noche se había esmerado al cien por cien. Observé que durante el transcurso de la cena no nos quitaba los ojos de encima ni a mí ni a Dax, y a veces, intuía que gesticulaba su cara, diciendo algo así como: “estas dos…” Pero eran solo imaginaciones mías. La risa de la señora Dora era pegadiza. Fue un buen encuentro, una muy rica cena, y de alguna forma me sentí aliviada de no estar a solas con Dax.
Nos despedimos bien entrada la noche. David y Ana nos querían llevar a tomar una copa al disco pub del pueblo, pero tanto Dax como yo dijimos que no. La verdad es que el día había sido intenso y mis párpados estaban a punto de cerrarse.
– Bueno, ¿hace falta que las acompañemos al hotel? Ya veis que la distancia no es gran cosa –sonrió con sorna, Ana.
– ¡Qué pasa, Ana, se te ha pegado la ironía de tu maridito!
– Algo, algo – contestó.
– Pues no, no hace falta que me acompañéis, sé ir sola.
– No vas tan sola, está Dax, o ¿tú te vienes a tomar una copa? – preguntó dirigiéndose a Dax.
– No, estoy molida, necesito descansar, mañana temprano tengo que ultimar un montón de cosas. Por cierto, te veré a ti, sobre las 12:00 tengo algunas cosas que plantearte.
– Sí, así es. Te espero en casa a tomar una cervecita y hablamos.
– Y tenemos una reunión de trabajo, por la tarde, ¿te parece bien Karla? Sobre las cinco, ¿es buena hora? – preguntó Dax.
Si, muy buena hora, así me levanto tarde, doy un paseo por el pueblo, lleno la despensa de mi mini apartamento y hago que Malen conozca los alrededores.
– Ah, bien, no te librarás de mí, hay algunas cosas de esta aldea que han cambiado y quiero ser tu guía, ¿te parece que te acompañe mañana en tu pequeña excursión por el pueblo? – me preguntó Ana.
– Muy buena idea, de acuerdo. Mañana te espero a las once a desayunar, luego nos iremos de paseo.
Nos despedimos, Dax y yo nos encaminamos al hotel. No hubo palabras, el trayecto solo era de diez minutos. Felipa aún estaba en la mesa camilla.
– Buenas noches, chicas ¿ya cenaron? Seguro que la cena fue espléndida, esa mujer cocina como los dioses.
– Sí, Felipa, así fue ¿Todo bien? – preguntó Dax.
– Sí, todo bien, Malen ya está durmiendo en su caseta improvisada – dijo Felipa dirigiéndose a mí.
– Vale, pues Felipa me voy a dormir, mañana ya me despertaré, no necesito madrugar.
– De acuerdo, ¿y tú Dax, tampoco necesitas madrugar?
– Realmente no, pero sí antes de las once, me gustaría que me despertases a las nueve – dijo Dax, mirándome con una sonrisa. De alguna forma me estaba llamando dormilona.
– Vale, vale, me doy por aludida, no quiero madrugar. Así que buenas noches a las dos.
– Hasta mañana Karla – se despidió Dax.
– Hasta mañana Karla – se despidió Felipa.
Me perdí en el ascensor, realmente estaba cansada. Mañana sería un día relajado, por lo menos hasta las cinco de la tarde. No me dio tiempo a pensar nada más aquella noche, estaba tan cansada que me quedé dormida casi instantáneamente. «Buenas noches, Dax, pensé, mañana será otro día». Mi último pensamiento fue para ella.
El día empezó para mí a las diez de la mañana. Había dormido de un tirón. Me alegré despertarme antes de la hora que había planificado, así podría colocar mi ropa en el armario y ordenar mis cosas antes de bajar a desayunar con Ana. No tardé mucho tiempo, mis cosas personales no eran demasiadas. Fui a la pequeña cocina y como había imaginado, había café. Felipa era una mujer muy detallista. Sin más me preparé una rica taza para comenzar el día, el desayuno más abundante llegaría más tarde. Poco después tomé una ducha y a las once menos cinco bajé a la cocina del hotel, cocina que hacía de bar, con unas pocas mesas. Una pareja estaba desayunando en esos momentos, no había muchos inquilinos, y si los había no me había dado cuenta. Ana, ya estaba sentada a la mesa.
– Buenos días Karla – casi gritó Felipa desde la cocina.
– Buenos días, Felipa. Buenos días – salude a Ana. Me dio dos sonoros besos.
– Siéntate. Felipa nos trae el desayuno enseguida. Oye, Karla, sabes de sobra que te voy a preguntar. ¿Qué tal con Dax?
– Mi querida, Ana, tan directa como siempre. Pues bien, mejor de lo que pensaba. Mantenemos nuestra relación profesional y listo.
– ¿Y tu corazón? – interrogó Ana, arqueando una ceja.
– ¿Mi corazón? Bueno, te resumiré, porque sino vas a seguir preguntando. Pues mira, lo he pasado mal, con bastantes nervios sobre todo el día de la primera reunión después de tanto tiempo. Luego reflexionando y asumiendo. Al fin y al cabo nuestra convivencia en el pasado sólo fue de tres meses y de eso hace ya ocho años. Los recuerdos se disipan bastante en el tiempo.
– ¿La reconociste? –. Preguntó Ana.
– ¡Claro! Es imposible olvidarse de tal mujer.
– Jaja, tú misma te has delatado. La reconociste inmediatamente. Tu corazón se desbocó y luego tuviste que calmarte. Reflexionar como tú dices, y armar una barrera entre tú y ella. ¿Cierto?
– Pues así es, le dejé claro que es una relación absolutamente profesional, que el pasado quedó atrás y que ahora son otros momentos muy distintos. Al principio sentí rabia, pues ni una sola explicación de nada. Pero luego entendí que no tenía porque darlas ahora sino las dió en los últimos ocho años. Pensaba que lo que sentía era odio, pero parece que bueno… lo estoy tomando bastante bien, ella se comporta bien y yo la sigo.
– ¿Y, la verdad de tus sentimientos? – insistió Ana.
– La verdad, no sé, Ana, voy a mirar el día a día, voy a dedicarme a mi trabajo. Mis sentimientos no los sé, por ahora llevo bien el verla. Me he mentalizado que es compañera de trabajo. No puedo decirte más.
– Bien, lo importante es que tú estés bien y que lo lleves bien. La vida os ha vuelto a juntar de alguna forma. Os quiero a las dos, ojalá, por lo menos, no haya tensiones entre ustedes –reflexionó Ana. – Bueno, ahora terminemos este estupendo desayuno y vamos a pasear. Mira quien viene dispuesta a morderte tus queridas sandalias.
La mañana fue linda, habían puesto alguna que otra tienda y algún que otro bar nuevo en la aldea, no es que hubiera aumentado mucho el censo del pueblo, pero habían habido algunos nacimientos y la prosperidad se veía en los habitantes. El pueblecito, compuesto por familias pescadoras en su mayoría, seguía viviendo de la pesca. Era bonito ver a chicos y chicas correteando por ahí, había algunos entre 5 y 8 años. Ocho años… el tiempo que yo tardé en volver. Algunos isleños se acordaban de mí y me saludaron por la calle. El pueblo y su gente eran acogedores, mi griego no estaba muy fuerte, pero entendía perfectamente lo que decían, en pocos días seguro que volvía a hablarlo sin mucha dificultad.
Finalmente bastante tarde para comer, decidimos volver al hotel y pedirle a Felipa que nos preparase algo. Rondaban las tres y media de la tarde cuando empezamos a comer. Felipa había hecho comida en abundancia para unos turistas, más bien eran parientes de algunas familias del pueblo que en verano lo pasaban aquí, invitados por ellas. Había sobrado comida y nos preguntó sino nos importaba comer “las sobras”, dijimos que no. ¡Menudas sobras!, la comida estaba exquisita. Esa mujer era una diosa griega cocinando.
En la casa de David, Dax y él estaban reunidos desde hacía bastante tiempo, ahora habían parado a comer, también algo tarde. David trataba de entablar una conversación personal con Dax y preguntó:
– Dax ¿qué tal llevas el haber vuelto a ver a Karla?
– Bueno… mejor de lo que pensaba. La verdad es que la veo muy bien. Evidentemente no es la chiquilla que conocí. A madurado y mucho –. Comentó Dax.
– No te estoy preguntando por ella, sino por tus sentimientos –. Insistió David.
– ¿Mis sentimientos? No lo sé, David. Te puedo hacer un pequeño resumen si quieres, eres mi amigo y quizás necesite desahogarme. Primero no sé como darle algún tipo de explicación. Sé por ti y por lo que he observado estos días de Karla, que quizás tenga que contarle la verdad. Pero, ahora somos dos extrañas. No puedo llegar y empezar a contarle los acontecimientos que pasaron hace ocho años. Pienso que me puede mandar a la mierda y con razón. Realmente no conozco a esta Karla. Durante estos años la observé algunas veces -sin que ella se diera cuenta- para asegurarme que estaba bien. Pero sabes que jamás me podía arrimar a ella sin que corriera peligro su vida. No sé… para decirle algo tendría que conocerla de nuevo. Quizás en esta convivencia casi obligada pueda encontrar un momento y decirle todo, pero si me preguntas por mis sentimientos, sólo puedo decirte que no me es para nada indiferente. Ni lo fue hace ocho años ni lo es ahora. Esa alma tiene tanta fuerza para conmigo que espero que no volvamos a hacernos daño. Y, aunque sienta que se me desboca el corazón cuando está cerca, me controlaré. En su momento quise protegerla pero a un costo muy alto. Sé que machaqué sus sentimientos.
– También sufriste tú, y hasta unos límites casi inaguantables. Yo lo sé, noté como tu padre destrozaba tu alma y tus sentimientos, como escarbó hasta lo más profundo de ti y no le importó que su única hija tuviera que deshacerse de Karla, del amor de Karla. Sé que nunca habías sentido así. Sé que la vida que habías llevado era una forma de olvidarte de quien eras hija. Pero encontraste a la mujer que hubiera cambiado radicalmente tu existencia y, el viejo cabrón se encargó de destrozarlo. Quizás Karla no sepa de ese sufrimiento. Ni el porqué de tu actuación. Quizás necesite saber que pasó, el porque actuaste como lo hiciste, y sobre todo, que la amabas -y amas- profundamente –. Sentenció David.
– Puede que sí, David, yo también sufrí, y siempre con la sensación de que Karla podría sufrir algún accidente imprevisto si me acercaba a ella. La amenaza de mi padre era tan real como que si me acercaba a ella hubiera muerto. Cuando me metí más a fondo en sus negocios, cuando conocí -después de su muerte- todos los crímenes contra la investigación, contra el arte, contra la historia, que había cometido… si tenía alguna duda que hubiera mandado asesinar a Karla, esas dudas se disiparon. Siempre tuve dudas, y me llamé a mí misma cobarde por no acercarme a Karla, pero el miedo a que le pasara algo, me paralizaba. Hoy sé, que tenía razón y que actúe bien; el costo fue el amor que ambas nos teníamos. Ahora, no sé si es demasiado tarde. Sólo sé, eso, que no me es indiferente, que la veo y me sonrojo, que la noto cerca y mi corazón se desboca como un caballo sediento de libertad.
– Bien, sé como la mirabas ayer en la cena con mi madre. Por lo que explicas tus encuentros con ella en Mijares y Madrid no fueron del todo mal. Es un principio. Hay barreras que sólo el amor puede derribar. Y sí vuelve a haber amor, esas barreras caerán sin el mínimo esfuerzo ¿Un café? – ofreció David.
– Sí, gracias,
– Una cosa más, Dax, finalmente ¿volverás a vivir en la cabaña? Los arreglos que mandaste hacer ya están concluidos. Mi madre irá a limpiarla mañana junto con una amiga, si lo ordenas, también llenará la despensa y dejará lista la cama – dijo David.
– Sí, voy a volver a la cabaña. Quizás vuelvan a resurgir muchos recuerdos, pero eso me ayudará a aclarar mis sentimientos poco a poco. O, sencillamente a hacerles frente. Además, siempre me gustó el sitio. Gracias a tu madre esa cabaña no se vino abajo en tantos años, sé que la cuidó, la limpio, la aireó y la reparaba constantemente, y sé que pasaba algunos días allí para que se ventilara bien y que fuera usada, para que las cañerías y otras cosas no dejaran de funcionar. Se lo agradezco en el alma. Es la única que mantuvo la esperanza de que regresaría aquí. Para mí siempre fue como una madre. Sé que me quiere. ¡Sí! voy a volver a instalarme allí, de dónde jamás me debería haber ido ni yo ni Karla.
– Bien, así será. En dos días estará lista. Te ayudaré a instalarte con tus cosas.
Casi eran las cinco del a tarde, Karla y Ana se dirigían a la casa de David donde se encontrarían los cuatro. Tenían que organizar algunas cosas. Como siempre David y Ana ayudarían pero sólo lo imprescindible. Dax sabía que aquella excavación era cosa de dos, y que debía continuar en secreto el segundo yacimiento hasta saber su importancia real.
– Bien, mi 4x4 llega pasado mañana. Fabiola me llevará para recogerla en el puerto, desde allí mismo pasaré por el almacén donde están las cosas. Las recogeré y nos iremos directamente a ver el yacimiento. ¿Te parece bien Karla? – preguntó Dax.
– Si, pero sería buena idea pasar a ver como está el lugar antes de llevar las cosas para ver si necesitamos algo que no hemos tenido en cuenta.
– No te preocupes, Karla, estuve hace un par de meses y comprobé sobre el terreno como estaba el asunto. Si te fías de mi apreciación tenemos todo lo que vamos a necesitar – explicó Dax.
– Bien, si es así, en eso quedamos, pasado mañana a tu vuelta te estaré esperando en el almacén, con todo preparado para comenzar lo que me ha traído hasta aquí – dijo Karla, sin hacer referencia a si se fiaba de Dax o no, pero mirándola intensamente. Dax se ruborizó.
Karla se dio cuenta que se había atrevido a mirar muy directamente a los ojos de aquella mujer, se dio cuenta que el odio y la rabia que sentía no le habían permitido observarla adecuadamente. Pero ese odio y esa rabia habían desaparecido en algún lugar entre el camino de Ávila y la pequeña isla. Mejor así, pensó. Es un buen síntoma para que la convivencia sea lo más relajada posible. Es trabajo sólo trabajo, trató de convencerse así misma.
– David – lo llamó Dax, – espera un momento Karla. Mira pasado mañana a mi vuelta del yacimiento me iré para la cabaña. Díselo a tu madre y… que llene la despensa. Ella sabe lo que me gusta y lo que no. Lo dejo todo en sus manos. Y que me siga preparando la comida del medio día y la cena. La del mediodía para dos, me la llevaré al campamento y la cena sólo para una.
– De acuerdo Dax, pasado mañana en la noche, la cabaña estará totalmente lista. Las reformas que ordenaste le han dado un aire moderno y lindo, muy lindo, además la idea de adecuarla para el invierno poniéndole chimenea y calefacción, no está nada mal, ello me lleva a preguntarte si ¿pasarás algún invierno o parte de él en alguna ocasión?
– Creo que sí, David. Creo que pasaré algunos momentos ahí. Es una isla que me gusta mucho y es muy relajante. Me sirve para desconectar del trabajo en Madrid, ¿no crees?
– Claro, claro que lo creo, pero también la cabaña y el invierno son sinónimos de romanticismo –sonrió David.
– ¿Insinúas algo? mequetrefe –. Preguntó Dax, también con una sonrisa.
– No, no insinúo nada, pero por si acaso se da la ocasión… tu posible amante va a estar en la gloria en esa cabaña, ha quedado de lo más coqueta, romántica y calentita –. David al terminar la frase, hizo como si corriese.
Y no era para menos, Dax le dio buen empujón al chico, no dijo nada, pero lo dijo todo.
Los dos días que siguieron hasta la partida, Dax estuvo en sus quehaceres por la mañana. Karla se ocupó de los escritos, documentos y demás, el esbozo que había hecho con lo aportado por Dax, era muy interesante, pero faltaban muchos cabos por atar, en realidad nada era concluyente. Había mucho que excavar, mucho que estudiar, mucho que encajar en todo aquel asunto. Trató de meter todos los datos y ordenarlos en la computadora. Cualquier pequeño detalle era interesante, nada se podía dejar a la improvisación. Lo que se traían entre manos, tanto Dax como ella era de tal envergadura que asustaba un poco. Karla estaba ansiosa por ello, pero también estaba asustada por la necesidad imperiosa de no estar y sí estar junto a Dax. En un principio trató de evitarla lo más posible, pero se daba cuenta que cuando llegaba al hotel, la buscaba y siempre tenía alguna excusa para tomar una cerveza o cenar, la excusa era que Dax se ponía a jugar con Malen, cuando Karla bajaba a cenar la comida preparada por Felipa y entonces terminaban sentadas en la misma mesa.
¿Dónde había quedado aquella rabia de Karla? Tantos años con ella, y en unos pocos días se había disipado. Como vino se fue, se dijo así misma. Intuía que sus amigas tenían razón y que Dax había actuado en el pasado de aquella manera por algún motivo muy poderoso, quizás llegaría algún momento en que pudiesen hablar de ello. «¡Olvídate del asunto, Karla!» Se dijo a así misma. «No le des tantas vueltas al tema. Lo que tenga que suceder sucederá.» Lo que no podía obviar es que se sentía muy a gusto con la compañía de Dax, era algo que no podía evitar.
Dax acababa de llegar al almacén con su 4x4, la verdad es que era un auto ideal para una isla como aquella. Karla estaba esperando, Ana y David, también. Todo estaba ordenado, así que tardaron poco en cargar las cosas que iban a necesitar el primer día.
– ¿Seguro que no queréis ayuda, por lo menos hoy? – preguntó Ana.
– No –. Dijeron a la vez Dax y Karla, las dos sonrieron.
– Bueno, cualquier cosa que necesitéis tenéis el móvil satelital. La verdad es que lleváis un equipo impresionante. Es como si fuerais a descubrir algo que revolucionaría la historia humana –. Sentenció Ana.
Dax y Karla se miraron y rieron.
– Bueno parece haceros gracias lo que digo, pero es un equipo que ya le gustaría tener a alguno de esos investigadores que se creen dueños de la verdad. En fin, suerte a las dos en vuestra vuelta al yacimiento. Y cuidad a Malen –. Terminó de decir Ana.
– Bien, vamonos – dijo Dax. – Karla sube, a Malen ponla atrás para que vaya acostumbrándose.
– De acuerdo, Dax, vamonos.
Así comenzaron esta nueva etapa, Dax, Karla y Malen. Era una nueva historia, el destino las había unido de nuevo gracias al mismo yacimiento de antaño. Quizás, la beligerancia entre las dos había quedado apartada, ahora se trataba de trabajar, y a eso iban. Su relación personal podía ser o no podía ser, pero parte de la historia de la humanidad estaba en lo que descubrieran o dejaran de descubrir. La “posible verdad” estaba allí mismo, casi la tocaban, y dos almas inquietas y curiosas como las de Dax y Karla no iban a dejar de investigar hasta el último grano de piedra y arena que hubiera.
Nadie sabía los frutos que el yacimiento podría dar, pero había que estar preparado para ello y ellas lo estaban. No había ni pasado ni futuro, sólo importaba el ahora. Y lo que estaban a punto de vivir era apasionante, lo sabían y tratarían que su relación personal no complicara los trabajos que iban ser rudos, duros y constantes.
Ese era el reto, el reto más importante de sus vidas. Lo sabían, intuían la importancia de lo que estaban a punto de comenzar. Si la vida las había vuelto a unir, sería por algo. Si el tiempo les daba otra oportunidad, sería por algo. Si sus corazones estaban desbocados pero a la vez se habían tranquilizado, sería por algo.
La pasión por sus trabajos y…posiblemente entre ellas, eran impredecibles.
Llegaron al lugar del yacimiento. Karla hizo un rápido reconocimiento del lugar. En verdad estaba emocionada. Esperaba que sus ojos no delataran sus sentimientos. Pero la referencia al pasado y la ubicación del campamento era inevitable.
– ¿Cómo te parece que montemos el campamento? Las mesas, los utensilios, el material… tú tienes buena maña en eso. Te lo dejo a ti. Y no te asustes de cómo quedó la primera excavación. La gente de mi padre no tuvo compasión. Es comenzar de nuevo… eso sí, ordené la construcción de dos barracones, uno hará de oficina, la verdad es que es a prueba de bombas atómicas, es casi una fortaleza, si tenemos que dejar aquí material valioso, es difícil que alguien pueda robarlo. Y luego el otro barracón, tiene una cocina, frigorífico, mesa y por si nos tenemos que quedar una cama grande y otra pequeña. Durante el día es difícil y caluroso estar dentro, pero en la noche, creo que es ideal. Y, en invierno, se puede adecuar para no pasar frío, de todas formas si vemos que hace calor también se puede arreglar. Si quieres decorarla de alguna forma me lo dices, lo dejo en tus manos y el colocar las cosas y distribuirlas también, a mí no se me da nada bien esas cosas –. Explicó Dax.
– No te preocupes Dax, la ubicación de las cosas serán como en el antiguo campamento, estaba muy bien, no es que recuerde mucho, pero seguramente me saldrá igual que entonces. Eso sí, lo de los barracones es un avance, aquel verano nos conformamos con un par de tiendas de campaña. Imagino que has previsto que alguna vez podamos trabajar en invierno, aunque supongo que eso depende de los resultados. Ahh… y estoy preparada para ver como dejaron las cosas la gente de tu padre. Recuerdo que a veces, volvía a los yacimientos donde trabajaba para tu padre y me los encontraba en un estado lamentable después del paso de la carroña de la gente de tu viejo. Pero ya fue, ahora no hay ningún impedimento para hacer de este campamento un lugar agradable para trabajar y sin las tensiones de tener que depender de nadie, sólo de nosotras mismas –. Dijo Karla, sintiéndose sorprendida de su propia alocución.
– Bien, así es, somos independientes, y te aseguro Karla que nadie se va a interponer esta vez en esta excavación, te lo aseguro –. Dijo Dax, seria, intuyendo los sentimientos de Karla. Había notado como se humedecían los ojos. Aquella mujer seguía sufriendo por el pasado. Dax se prometió a sí misma que encontraría el momento de explicarle todo. Debía conseguir que Karla se olvidara y dejará al pasado descansar para siempre. Y sabía que no había otra forma que contarle la verdad de todo lo acontecido aquel día, de aquel año… y durante aquellos ocho largos años.
Karla se animó de inmediato, aquel trabajo era su pasión y pronto tuvo escenificado como dejaría el campamento. Lo haría funcional y cómodo. Pasarían muchas horas allí, y habría algunos momentos cercanos al mediodía en que tendrían que descansar pues el sol era absolutamente abrasador y para eso los barracones no servían. Así que con el material que tenía, a mediodía consiguió tener armado un pequeño refugio entre una roca y unos árboles: un amplio toldo las protegería del duro sol y una mesa con dos sillas harían de comedor. También entre los árboles puso las dos hamacas paraguayas que les servirían para echarse una siesta durante las horas más calurosas. Estaba acomodando los primeros enseres, Dax la ayudaba.
Seguía siendo imponente la fuerza de aquella mujer, la sensación de salvajismo estaba metida dentro del cuerpo de Dax. Pensó, admirándola, Karla.
– Un descanso – gritó Karla. – A ver que nos ha hecho de comer la señora Dora, estoy hambrienta.
– Bien, un descanso de un par de horas. De tres a cinco no hay nadie que pueda aguantar este sol. Karla, has elegido un buen sitio para poner el lugar de descanso, estos árboles dan un fresquito que se agradece mucho.
– Me alegro que te guste. La fuente de agua sigue existiendo, eso nos ayudará a refrescarnos –. Dijo Karla.
– Bueno, también sigue existiendo el pequeño lago cerca de aquel risco y la pequeña cascada que nos mantendrá ligeramente refrescadas y limpias. Yo pienso llegar a la aldea bien limpia y cambiada de ropa, será mi premio, nadaré un rato y tomaré los últimos rayos de sol.
Karla recordaba tiempos pasados, sabía de la costumbre de Dax de bañarse y secarse con los últimos rayos del sol. Recordaba los atardeceres cuando el cuerpo desnudo de Dax, se tendía, cuan largo era, sobre una piedra secando las gotas de agua que aún quedaban sobre su piel. Karla siempre se bañaba más tarde en la pequeña caída de agua que había al otro lado del lago. Luego solía aproximarse a Dax y se tendía junto a ella, otras veces admiraba ese cuerpo que era suyo, y algunas tardes terminaban haciendo el amor allí.
«Eso, ya pasó Karla, eso fue hace mucho tiempo, ahora las cosas han cambiado». Se decía a sí misma, tratando de convencerse. Pero la humedad de su entrepierna la delataba. Esa humedad no miente nunca, aunque lo queramos disfrazar de otra cosa.
– ¿Aún no has echado una mirada a como quedó el yacimiento? – preguntó Dax, sacándola de sus pensamientos.
– No, ya lo haré más tarde, lo primero es organizar esto. Ya me llevaré el susto luego – dijo Karla, mientras se sentaba a la improvisada mesa que habían puesto para comer.
– Ni te lo imaginas, está todo absolutamente enterrado, hay que comenzar de cero.
– Vuelvo a repetirte, lo imagino, olvídalo. Luego iré, pero recuerda que eso va a ser asunto tuyo, yo intentaré localizar de nuevo la segunda excavación, es importante. Si queremos establecer una posible línea en el tiempo de los dos lugares debemos trabajar en los dos–. Concluyó Karla comenzando a atacar la comida. – ¡Pero que buenas están estas croquetas! ¡Y esta ensalada! Imagino el postre. Dora es toda una artista.
Dax, sonrió, el apetito de Karla no había cambiado para nada.
– Bien, tú eres la especialista en yacimientos arqueológicos, sabes muy bien que hacer. Te haré caso – le dijo Dax, mirándola profundamente. Karla desvió la mirada cuanto pudo.
Se echaron la siesta, pronto Dax quedó profundamente dormida. A Karla le costó mucho relajarse, pero quería descansar ese par de horas y luego ir hacia el primer yacimiento. Vería como estaba y decidiría que hacer.
– Dax, me acompañas – le gritó, – deja eso por hoy, ya terminamos mañana, son casi las 18:30 y quiero ver el yacimiento antes que se haga más tarde.
– Bien, te acompaño – respondió Dax.
No es que estuviera lejos -unos 500 metros-, pero quería compañía ante lo que imaginaba que sus ojos verían. En pocos minutos estuvieron allí.
– ¡Dios mío! ¡Está todo… todo absolutamente tapado, es como si lo hubieran sellado! Tenías razón hay que comenzar de nuevo–. Exclamó Karla sin terminar de creer lo que estaba viendo.
– Fue, una absoluta rapiña. Quisieron borrar de la faz de la Tierra a este campamento, cualquiera que no hubiera estado aquí antes no se daría cuenta de que se había abierto un túnel y habilitado un pasillo. Por eso te dije que había que partir de cero y…
– Sí, te ayudaré. No vamos a poder trabajar a la vez en los dos yacimientos, primero trataremos de rehabilitar este, luego el otro. Trabajaremos las próximas semanas la dos en él. Veremos que se puede hacer. Creo que es un asunto de pico y pala y me imagino que tú no querrás traer a nadie para que nos ayude, ¿cierto?
– Así es – afirmó Dax, – trabajaré todo lo que pueda para evitar que te canses.
– Olvida eso, Dax, soy bastante dura, te lo aseguro–. Dijo Karla sintiéndose un poco ofendida.
– Jajaja, vale, vale Karla, no lo dudo, trabajaremos juntas hasta poner esto bien. Quizás no sea cuestión de semanas. Veremos. Bueno, son las siete de la tarde mi baño me espera, ¿quieres venir? Te vendrá bien relajarte e ir ya limpia al hotel.
– Ir..., yo… contigo… Bueno sí, adelántate, yo iré en un rato, tengo algo que hacer, solo cinco minutos, adelántate. Recuerdo el camino –. Dijo, Karla titubeando.
«Ir con Dax a nadar y verla como dios la trajo al mundo, no, eso si que no». Si con solo imaginarlo se había puesto como se había puesto no podía imaginarse como se pondría si la viera así, en directo. Pero tendría que ir, iría pero daría la vuelta al lago y se ducharía en la pequeña caída de agua, como hacia antaño. La cascada estaba lo suficientemente lejos como para no divisar cuerpos concretos, solo siluetas.
Karla dio un rodeo más largo de lo normal para llegar a la cascada, pero no terminaba de encontrarla, creía recordar perfectamente el camino, pero una densa vegetación había borrado toda huella.
«¡Maldita sea, tenía que haber venido con ella! Bueno parece que oigo el agua, el lago tiene que estar aquí mismo. Aja aquí esta, pero…» Karla había querido dar tanto rodeo que finalmente acabó cerca de la piedra donde Dax se tumbaba a secarse. Dax todavía estaba en el agua, dispuesta a subir a la piedra para tumbarse y secarse. Vio a Karla y la llamó.
– Karla, espera, ya subo y te digo como llegar a la cascada.
– No…, creo que yo sabré, iré por allí…
Pero Karla no tuvo tiempo para nada, Dax avanzaba hacia la orilla, como una diosa salida de los albores de la historia del tiempo, en pocos segundos estuvo ante Karla.
«¡Dios mío! ¡Qué cuerpo! ¡Qué mujer!» pensó para sí y desvió la mirada de aquel cuerpo completamente desnudo. Dax con toda normalidad se tumbó y se estiró cuan larga era. Gotas de agua resbalaban por su curtida y morena piel. Senos erectos, abdominales envidiables, fuertes brazos, largas piernas. Karla se recreó unos instantes y se detuvo demasiado tiempo en el lugar que antaño había gozado. Trató de reaccionar como pudo: no le gustaba nadar, pero se tiró al lago y lo atravesó rápidamente hasta llegar a la cascada que estaba a unos 100 metros. Nadó tan deprisa como jamás hubiera soñado que pudiera. Su corazón estaba por salirse de su sitio y su mente trataba de calmar la ansiedad por Dax, una ansiedad que de pronto se había hecho insoportable.
Dejó que el agua corriera por su cuerpo, trato de enfriarlo de alguna manera. Se repetía una y otra vez que aquello no podía ser, que aquella “necesidad” había quedado en el tiempo. Pero no podía mentirse a sí misma, su cuerpo reaccionaba sólo con pensar en la desnudez de su jefa. Con no poco esfuerzo se calmó. Y, ¡joder!, con las prisas había dejado la toalla y la ropa al lado de Dax, ¿Qué iba a hacer ahora? Tendría que volver nadando hacia donde se encontraba aquel cuerpo. Esperaría un poco por si Dax se iba. Pero estaba ya por arrugarse de tanta agua. Además Dax la llamó.
– ¡Vamos, Karla se hace tarde! Ven nadando hasta aquí nuevamente.
A Karla no le quedó otra que volver nadando al lugar de origen. Salió del agua. Sintió como unos ojos no le quitaban la vista de encima. No se atrevía a mirarla.
– Toma, Karla. Pero… ¡mira hacia aquí! si sigues mirando al suelo, te la vas a pegar. Sécate, mientras yo me voy vistiendo, – Dax le ofreció una toalla. – Es una maravilla volver a hacer esto, la sensación que te deja en el cuerpo es única.
– Sí, tienes razón, Dax, es una sensación única–. Acertó a decir Karla. «Pero no precisamente por el agua, sin por ti», se dijo así misma.
Logró secarse. Se vistió sin alzar los ojos, no podía volver a ver a Dax así, o tendría que pasar por el hospital para que le hicieran un reconocimiento del corazón.
Las dos, ya vestidas, frescas y con Karla más tranquila, volvieron al campamento, Malen salió a recibirlas, la muy golfa se había pasado todo el día durmiendo y ahora corría con ganas de jugar.
– Vale, vale, Malen, corre un rato mientras nosotras recogemos las cosas. Pero luego tranquilita, ¿si?–. Dax intentaba calmar a la perra.
Pronto el anochecer llegó a la isla. Dos mujeres y una perra iban hacia la aldea, cada una sumida en sus propios pensamientos. En cuanto llegaron, Felipa se hizo cargo de Malen y le dió de comer.
– Bueno, y vosotras… ¿cenaréis aquí?
– Yo sí – dijo Karla.
– Bueno Felipa, yo solo vine a traer a Karla y a recoger mis cosas como quedamos. Hoy me traslado.
– ¿Ya tienes habilitada la cabaña?
– Sí, así es. Dora me dejó la cena allí.
Karla al oír la palabra cabaña se volvió hacia Dax. Pero no dijo nada, solo un:
– Gracias, Dax por traerme. Espero no haberte desviado mucho de tu ruta.
– No, no me has desviado, tenía que venir. Además te traeré todas las noches. Bueno…, pues buenas noches, mañana te recojo a las siete menos cuarto, ¿te parece Karla?
– Sí, si, claro. Que descanses, buenas noches Dax.
– Buenas noches Karla. Hasta mañana Felipa.
***
Dax en su recorrido hacia la cabaña:
«¡Dios, y ahora qué! La cabaña se me va a venir encima.
¡Dios casi me muero esta tarde al verla desnuda! Creo que la turbé al salir del lago. La verdad es que ansiaba hacerlo. Quería ver su expresión.
No puede ser que el deseo tan bestial vuelva como antaño, si es así, lo vamos a pasar las dos mal. Tengo que encontrar un momento para decirle toda la verdad, esa mujer se merece una explicación.
Nuestro primer día y ya trato de provocarla. ¿Es que la sigo amando hasta unos límites que ni el tiempo ni el espacio, ni cualquier circunstancia pueden romper? ¿Y sí sólo ha visto en mí una provocación y por ello se lanzó al lago? Pero no parecía eso... y yo… no podía quitarle los ojos de encima, mi cuerpo me delata, menos mal que me vestí enseguida o mi flujo se hubiera derramado por todas partes. ¡Oh dios estoy diciendo barbaridades, no tengo vergüenza!
Y yo que haré sola en esa cabaña, sin ella, sin nadie… Claro que es lo mejor, estaré cómoda y podré descansar. Me gustaría decirle que tiene una habitación a su disposición, que no la voy a molestar, pero sería repetir la historia de entonces, y no quiero, Karla no merece sufrir nada y debe conocer toda la verdad. Sólo así el pasado será pasado.»
Llegó a la cabaña, inmediatamente fue hacia la nevera y comió devorando lo que Dora le había dejado. Estaba ansiosa. Se sirvió una copa y salió al porche, necesitaba contemplar las estrellas, que como todas aquellas noches lucían majestuosas en el cielo nocturno.
«Sigo absolutamente excitada, espero que con la copa calme mis deseos impuros, muy impuros. Bueno esto es por ser el primer día, me acostumbraré a ella, y todo volverá a la normalidad, es inalcanzable para mí, ella ya no debe sentir nada por mí.» Se decía Dax tratando de auto convencerse.
Media hora después estaba en la cama, eran casi las diez y media y quería madrugar para ir a hacer algo de ejercicio que le sentaría muy bien. Pero no hacía más que dar vueltas, la imagen de Karla con el cuerpo mojado no la dejaba en paz, y no pudo hacer nada más que desahogarse. Finalmente quedó dormida con una suave sonrisa en su rostro.
***
Karla también cenó muy rápido. Felipa le hizo una infusión pero Karla le pidió una copa bien cargada.
– ¿Qué te pasa Karla un día duro? – le pregunto la señora.
– Pues sí, muy duro. Me tomo esto y me voy a la cama, Dax estará aquí a las siete menos cuarto, queremos aprovechar la fresca para terminar de armar el campamento, el calor es sofocante a mediodía y perdemos algunas horas.
– Bien, pues a la cama.
Karla se metió en la cama lo más rápido que pudo y cerró los ojos, pero la imagen de Dax saliendo del lago no la ayudaba, desataba sus más bajos instintos y pensó que lo único que podía traerle el sueño era desahogarse. Luego quedó profundamente dormida.
***
Dax se levantó cerca de las 5:30 de la madrugada, su intención hubiera sido media hora antes pero el sueño y el cansancio la sobrepasaron. Rápidamente se vistió con un pantalón corto, camiseta y deportivas. Correría hasta las 6:30. Llegaría a recoger a Karla un poco tarde, pero no demasiado. Cincuenta minutos y el sudor le corría por la cara, ya se sentía mejor, se duchó rápidamente, recogió sus cosas y a las 6:50 se encaminaba hacia el hotel. Llegó veinte minutos después. Las primeras luces del día aparecieron. Karla estaba sentada jugando tranquilamente con Malen. Le pidió otro café a Felipa.
– Buenos días, Karla, perdona por el retraso. Me dormí, era el primer día y estaba cansada.
– No te preocupes, yo hasta las 6:30 no pude levantarme y apuesto a que tú ya hacia una hora que estabas… ¿corriendo? Seguro que adiviné, creo que debemos poner la partida diaria a las 7:30 así podrás hacer tu ejercicio y yo dormir un poco más. ¿Una taza de café?
– Sí, gracias y unos bollitos de esos que huelen tan bien… no desayuné más que un zumo…
– Buenos días, Dax – dijo Felipa. – Mira, os he puesto otros bollitos para que los desayunéis a media mañana. Café imagino que tenéis allí – continuó diciendo la buena mujer.
– Así es, Felipa, te agradeceremos que nos tengas estos bollitos por la mañana, te aseguro que vamos a quemar todas esas calorías.
– Bien, mira Dora me va a dejar la comida todos los días aquí, dice que seguramente a ti se te olvidara recogerla de la nevera cada mañana.
– Jajaja. Sí, me conoce bien.
Toda esta conversación se desarrollaba mientras Dax escudriñaba disimuladamente a Karla, «¡mira que estaba hermosa hasta por la mañana!» Debía tranquilizarse porque sino su cuerpo volvería a las andadas.
Karla no podía dejar de admirar a aquella mujer. Tenía que controlarse o lo pasaría mal de nuevo. Se tenía que recordar que entre ellas dos ya no había nada. Dax no parecía muy dispuesta a explicarle lo que ocurrió en el pasado, y mientras no supiese la verdad, no estaría en paz, no podría olvidarlo definitivamente y eso, era lo que la alejaba de Dax. Tampoco podía pretender que el tiempo no había pasado… los sentimientos de Dax estarían muy lejos de lo que ella seguía sintiendo, tenía que admitirlo, eso la ayudaría a controlarse. Ese control la iba a agotar pero siempre tendría la oportunidad de descansar de Dax y del yacimiento por medio de la excusa de su trabajo en Madrid, volaría cada vez que la sobrepasara la situación.
– Bien, Karla, partimos. Vamos Malen, adentro.
Felipa se quedó mirando como partían las dos mujeres y la perra. ¡Dios, deben ser masoquistas! Dora me explicó todo en su momento, estas dos mujeres jamás se han dejado de amar. No podrán evitar la fuerte atracción que se tienen, pero más vale que olviden y aclaren los demonios del pasado. Son dos mujeres excepcionales que merecen ser felices. Con esta reflexión, Felipa volvió a sus quehaceres, tenía un par de inquilinos más que pasarían aquel verano allí, además hoy viernes, tendría más gente a comer y cenar de lo habitual. El verano significaba más ingresos para poder mantener el hotel. No deseaba gran cantidad de clientes, solo los imprescindibles para poder darles un buen servicio y para que aquel bendito pueblo continuara sin mucha gente. Ella había vuelto a la aldea con esa intención, estuvo demasiado tiempo afuera, en la ciudad, y su ilusión siempre había sido volver y poder mantenerse con algún trabajo agradable. Por ahora le iba bien, y este verano tenía especial entretenimiento: una perra y una tortolita absolutamente enamorada. Lo peor es que sabía que se iría del hotel en cuanto aquel amor explotase. Y apostaba que no iba a transcurrir mucho tiempo.
Felipa parecía bruja, durante los siguientes días, Dax y Karla muy metidas en sus pensamientos lograron ponerse a trabajar a fondo, el cansancio no dio lugar a más situaciones embarazosas, pero las miradas y los sentimientos seguían a flor de piel. Trataban de evitarse la una a la otra. Las conversaciones cada vez estaban más dentro de la normalidad. Karla se olvidaba del pasado cada vez más. Las preguntas personales tardaron en salir, pero salieron.
Habían transcurrido las primeras tres semanas de trabajo en el yacimiento, la primera excavación empezaba a tener el mismo aspecto que antaño. Dax había logrado abrir de nuevo el primer pasillo y consiguió limpiar buena parte de la arena sobrante, las edificaciones volvían a salir de nuevo a la luz. A Karla no le quedó más remedio que ayudarla. No había tenido mucho tiempo para dedicarse a la otra excavación. Solo había comprobado que seguía existiendo. Aquel tercer fin de semana pensaba seguir trabajando. Era la hora de comer del viernes:
– Dax, creo que voy a echar un vistazo este fin de semana al otro lugar. Me apetece investigar un poco por ahí.
– Bien, de acuerdo. Debes estar cansada de sacar arena sin ningún resultado aparente, aunque el progreso ya puede verse, las primeras edificaciones han salido nuevamente a la luz y ahora me toca a mí pulirlo. Creo que podrás dedicarte ya al otro yacimiento. Vas a tener bastante más trabajo, creo que la piedra va a ser el material predominante y eso pesa. Procuraré terminar con esta cantera y estar contigo trabajando lo antes posible.
«¡Maldita sea!..”Estar contigo lo antes posible”. Pero si lo que trato es alejarme un poco de ti y de tu cuerpo. No aguanto mucho más viéndola con esos pantalones tan cortitos y ese top que no deja mucho a la imaginación, y ese sudor que corre por su cuerpo y ese moreno tan ardiente…» Pensaba Karla pero dijo:
– Bien, de acuerdo.
– Si piensas quedarte no es mala idea. Llamaré a Dora para que prepare comida para el sábado y el domingo, además de unas bebidas, y que traiga algo de ropa para podernos cambiar por lo menos al atardecer.
«“Podernos cambiar”. Ha dicho, “podernos cambiar”. Eso significa que también se piensa quedar.»
– Ah, ¿te piensas quedar también? No es necesario Dax. No es un lugar peligroso.
– No se trata de que sea o no sea peligroso. Esto es un trabajo de dos. Y creo que si queremos aprovechar el tiempo, es mejor quedarnos a dormir aquí. Para ello el barracón nos dará el servicio que necesitamos. De todas maneras, el domingo a la tarde nos iremos a la aldea, hay que desconectar un rato. Y el lunes en la mañana tampoco trabajaremos, almorzaremos temprano y nos venimos para aquí ¿qué te parece el plan?
– Bien, buena idea, de alguna forma hay que desconectar – confirmó Karla.
A última hora de la tarde, Dora llevó lo que Dax le había pedido. La buena mujer se alejó rápidamente echando una mirada a las dos jóvenes mujeres, al darse media vuelta su cara esbozó una enorme sonrisa.
– Bien, vale por hoy, Dax, está a punto de caer la noche, me voy a bañar –. Y sonriendo añadió – tengo mucha hambre.
– Claro, Karla, te acompaño al baño, creo que tampoco tengo muy buen olor. Además, no te quiero llevar la contraria en cuanto a cenar pronto, sé de tu hambre.
– Sí, cierto, estoy muy hambrienta. «Muy hambrienta de comida y de ti. Pero eso no te lo voy a decir, Dax. Me voy a aguantar. No puedo hacer otra cosa» –. Su cara se puso seria, pero sólo fue un momento.
Ambas mujeres se dirigieron hacia el pequeño lago. Dax se quedaba dónde siempre y Karla caminó hasta la cascada. Se conformaba con verla desde lejos. Una especie de tregua se había impuesto entre ambas. Era la única manera de no estar cerca la una de la otra.
– La cena exquisita – dijo Karla apurando su último trozo de carne y su último sorbo de vino.
– Sí, es muy reconfortante una cena así. Se te olvidan todos los esfuerzos hechos durante el día. ¿Un café?
– Sí, un café me vendrá muy bien, así los efluvios del vino se marcharan –. Dijo Karla con una carcajada.
– ¿Estás de buen humor, Karla? – preguntó Dax. – Me alegra verte relajada. El trabajo es duro y estresante.
– Si, es duro. Espero tu café.
Poco después un rico olor a café se extendía por el pequeño campamento. La noche estaba limpia y estrellada. La luna se alzaba majestuosa. Dos mujeres silenciosas, sumidas en sus propios pensamientos sorbían una taza de café.
– Karla, quisiera aprovechar esta tranquilidad para hablarte, para darte una explicación.
Karla miró a Dax con cierta intranquilidad, y dijo:
– ¿Una explicación? No entiendo, Dax.
– La verdad, no sé como empezar ni como te lo vas a tomar. Pero creo que mereces una explicación de lo que pasó años atrás.
Karla puso su cuerpo y su mente en guardia. No esperaba ninguna explicación y la tomó por sorpresa. No sabía que decir, pero contestó de forma algo agresiva:
– No hay nada que explicar del pasado Dax, el pasado, pasado está.
– Déjame decir algo, sino lo quieres oír, solo dilo y me callaré para siempre. Escucha lo que tengo que decirte, por favor – rogó Dax.
– Está bien Dax, pero no voy a permitirte que me lastimes lo más mínimo, esto es una relación de trabajo, recuérdalo siempre. Tú y yo sólo somos compañeras de trabajo y además, eres solamente mi jefa. La que me paga y yo me debo a ello.
Karla se sorprendió de su propia agresividad. En el fondo estaba necesitando una explicación del porqué de algunas cosas del pasado. Pero no estaba dispuesta a que volvieran a herirla, esta vez no, era una mujer adulta, solo deseaba realizar su trabajo. Y si era ella la que tenía que poner miles de kilómetros para alejarse de aquella mujer, lo haría. Su corazón no iba a sufrir más. No lo iba a permitir.
Era una persona que siempre daba la oportunidad de hablar a los otros, era su ética y ahora no iba a ser menos. Escucharía a la mujer que le había destrozado el corazón, la mujer que estaba empeñada en “justificarse”, en “dar una explicación” después de ocho años. Aunque no llegaba a comprender la situación del porqué ese interés de Dax por comunicarle lo que fuera. En lo más profundo de su ser anhelaba esa explicación. Quizás para justificar el amor que sintió por aquella mujer.
– Adelante Dax, te escucho – dijo Karla sirviéndose una copa. Necesitaba calentar su cuerpo y su mente. Quería tener algo en sus manos para no agitarlas nerviosamente.
– Gracias, Karla. Si cuando lleve hablando algo de tiempo y decides no seguir escuchando… lo entenderé. Me callaré. Solo te pido una cosa más. Todo lo que tengo que decirte, está aquí escrito. Sino quieres escucharlo de mis labios, léelo por lo menos y, jamás volveré a hablarte del pasado ni de lo que pasó hace ocho años.
– Está bien Dax, si veo que no puedo escucharte, deja lo que has escrito ahí y lo leeré cuando pueda. Y también te digo que me dejes marchar si cuando escuche tus palabras decido irme.
– Lo entenderé, Karla, lo entenderé.
Dax también se sirvió una copa. Estaba tranquila, su corazón siempre lo había estado. El dolor que sentía nunca se le había ido, sólo el paso del tiempo había conseguido por lo menos, apaciguarlo. Pero no estaría liberada de aquella pesada carga hasta decirle a Karla lo que tenía que decirle.
– Ha pasado mucho tiempo Karla desde que estuviste aquí, ocho años… Quiero que te sitúes en el último día si es posible que te acuerdes. Voy a tratar de explicarte lo que ocurrió, no voy a hacer casi ninguna referencia a nuestra relación. Lo que pude decirte es esos últimos días fue muy distinto de lo que quería decirte. Te situaré. Sebastián el lugarteniente de mi padre iba a venir a la excavación, pero finalmente decidió venir también mi padre. Cuando estuve reunida con él, unos días antes me había advertido que tenía que dejar la excavación y volver al trabajo. Que no entendía mi interés por el minúsculo yacimiento. Me dijo que él no estaba dispuesto a financiar excavaciones de poca monta para que yo me divirtiera; que si la excavación no era rentable yo tendría que costearlo y para ello tendría que trabajar duro para él. Le dije que no me importaba, que la isla era un capricho mío y que no me importaba trabajar para él. Eso le pareció bien.
Karla tenía la mirada perdida, a años luz de allí, trataba de situarse en aquellos últimos días, lágrimas pugnaban por salir de sus ojos, pero se contuvo. Dax dejó de hablar un momento. Tomó un largo sorbo de su cubalibre. Destensó sus músculos y continuó:
– Ahí quedó la conversación. En un “ya veremos”. Lo que más me sorprendió es que mi padre acompañara a Sebastián a la isla, no lo entendía. Tanto interés de golpe por parte de mi padre por la isla, por esta excavación… no lo entendía. Cuando finalmente llegó y hablé de nuevo con él, comprendí que el “trabajar duro” para mi padre tenía un significado diferente para él que para mí. Yo creía que bastaba con seguir encargándome de los asuntos como había hecho los últimos años. Al fin y al cabo era encargarme de sus asuntos legales, tiendas, cafeterías y que funcionaran lo mejor posible. Pero mi padre me exigió mucho más –. Dax, suspiró profundamente. – Me exigió que me ocupara de asuntos más delicados. Eso quería decir que me iba a convertir en su matona, la que solucionaría los asuntos sucios, es decir, chantaje, venta al mejor postor los objetos encontrados, traficar con ellos en una palabra. Extorsión a eso quería que me dedicara. Me negué. Le dije que no iba a consentir que me utilizara de aquella manera. Fue entonces cuando mi padre me demostró lo que era: el ser más ruin que jamás conocí. No sólo era un hombre sin ética, chantajista y mafioso. Era algo peor. No le importaba lo más mínimo si yo era su hija. Sólo quería conseguir lo que le interesaba al precio que fuera. Según él, yo tenía una gran inteligencia y la quería utilizar para conseguir sus fines. Se había enterado de la relación que teníamos tú y yo. Nos había estado espiando, y yo ¡sin darme cuenta! Intuyó lo importante que eras para mí. Y lo utilizó, así de simple.
Dax, calló. Karla por vez primera, desde que comenzara el monólogo, la miró profundamente sin llegar a abstraer el significado final de aquella confesión. En aquel lejano tiempo Dax ya le había advertido de los negocios de su padre y lo desalmado que era. Sabía de sus negocios sucios pero no calibraba hasta donde era capaz de llegar aquel “monstruo”. Sólo podía esperar el final de la explicación de Dax.
La alta mujer volvió a suspirar profundamente. Se sentó. Miró a las estrellas, a Karla y bajo los ojos. Le costaba tanto recordar aquellos días, le costaba tanto decirle a Karla lo que le iba a decir.
– Bien, Karla. Mi padre en persona me comunicó que sino accedía a sus pretensiones, te mataría.
Un cuchillo pareció pasar por todo el cuerpo de Karla. La respiración se cortó en su pecho, la angustia recorría su garganta. No lograba articular palabra.
Dax ya no iba a callar, continuó.
– Lo que yo no sabía de mi padre, lo que él me había mantenido oculto, lo que mi mente no sospechó o se negó a sospechar, es que también era un asesino. No lo sabía. Pero él se aseguró de que me enterase y que tomara conciencia de que la amenaza que había vertido sobre ti podría llevarla a cabo.
Sebastián, en esos momentos me había sujetado junto con otros dos de sus hombres. Mi padre puso en funcionamiento su computadora portátil y unas imágenes llegaron a mis ojos. Fue capaz de grabar sus propios chantajes e incluso algunas muertes que mando ejecutar porque sus clientes no habían cumplido lo que prometieron. A través de mis ojos pasaron varias escenas escalofriantes que se grabaron para siempre en mi mente. No fui capaz de moverme, ni de articular palabra. Mis ojos se quedaron secos de tantas lágrimas vertidas aquel día, el día de tu partida y el día que tomé conciencia de lo que era mi padre.
Finalmente, puso sus condiciones: yo no me encargaría de los negocios sucios, pero en consecuencia, me tendría que separar de ti o tu vida iba en ello. Debía utilizar “mi inteligencia” para aumentar las ganancias de sus negocios. Así que durante todos esos años me dediqué a invertir su dinero negro, a blanquearlo y a hacerlo inmensamente rico. Mientras tanto el vigiló cada paso que daba, siempre con la amenaza que si volvía a verte te mataría. Era su castigo por no haber accedido a trabajar en lo que él había destinado para mí. Me había querido convertir en un ser como él. Yo no estaba dispuesta, pero tampoco estaba dispuesta a que tú perdieses la vida.
De alguna forma llegamos a un acuerdo, él no quería perder lo que pudiera sacar de mí, así que accedió a que yo me dedicara a invertir y blanquear su dinero, él a cambio te dejaría en paz y dejaría que vivieses. Durante todos estos años me mantuvo vigilada, siempre con la amenaza velada de que podría ejecutar tu sentencia de muerte.
Karla escuchaba con la mirada perdida, su mente se negaba a reaccionar. Siempre había exigido una explicación y allí estaba. Le iba a costar mucho tiempo asimilar todas esas palabras. Pero creía en Dax, las piezas empezaban a encajar.
– No voy a hacer ninguna referencia a mis sentimientos, ni lo que fue mi vida desde entonces. Eso es otra historia. Merecías saber todo y por eso te lo estoy contando. Para terminar te preguntarás porque dejé pasar un año más para decírtelo y no corrí a comunicártelo en cuanto el viejo murió. Pensé que había algo más importante que hacer: tratar de deshacer todo el mal que había hecho mi padre. Me puse en contacto con las autoridades, desempolvé documentación y me puse a disposición de la justicia. Hubo muchas reuniones entre la justicia y yo. Llegamos a un pacto, la expiación de mi culpa por colaborar con mi padre era que trabajaría para devolver todo a su lugar, todo lo que pudiera arreglarse se arreglaría. Conté con la ayuda increíble de un buen equipo de jueces e investigadores que me ayudaron durante este año. Diseñé un plan que ha hecho que todo sea legal, he tratado de compensar todos sus crímenes. Casi lo he conseguido, pero las muertes… esas no he podido repararlas. Sin embargo, nunca nadie me acusó de esas muertes. Me sentí impotente ante los crímenes de mi padre, lo único que logré durante estos años es que no hubiera más muertes.
Un largo silencio se estableció entre las dos mujeres, cada una metida profundamente en sus pensamientos. Karla tratando de digerir toda aquella información. Ahora, comprendía que Dax, lo único que hizo durante todo aquel tiempo fue protegerla. Salvarle la vida. Había renunciado a todo por ella. Le asustaba comprender cuando la había amado.
Dax puso sobre la mesa un grueso sobre. Allí había pruebas suficientes para que Karla entendiese todo. No tenía mucho más que decir, porque lo que tenía que decirle no podía hacerlo ahora. Ojalá pudiera gritar todo lo que la seguía amando. Y como el volver a estar cerca de ella había vuelto a despertar toda la pasión contenida y olvidada durante años. No podía exigir que Karla siguiera sintiendo lo de antaño, era consciente que habían pasado muchos años y que los sentimientos se van, al fin y al cabo fue poco tiempo de relación. En la actualidad todo era distinto, y si surgía algo, tendría que ser libremente. Pero había necesitado decirle todo aquello para dejar zanjado el pasado. Ahora estaba sumida en una profunda tristeza pero se había liberado. Podría volver a vivir y quizás, a sentir.
– Voy a pasear, Karla, volveré en un rato. Necesito que me de el aire – dijo Dax.
– Ve – consiguió articular Karla, en voz muy baja.
Ensimismada en sus pensamientos, se sentó a la mesa. Comenzó a correr una brisa en la calurosa noche. No era demasiado tarde todavía. Abrió el sobre, acercó la luz, comenzó a mirar y a leer. Había fotos y documentos, ordenados por tiempo y lugar. La letra de Dax, relatando en tiempo real lo que aconteció. Algunos pensamientos de ese momento, pero parecía un relato, una historia de acontecimientos, solo eso. Quizás los hechos, al principio, se sucedieron tan rápidamente, que Dax no había tenido tiempo de plasmar sus sentimientos y emociones. En algún momento lo decía: “sólo quiero llevar en cuenta los acontecimientos y hechos que ocurren relacionados con mi padre, para algún día desenmascararle y tratar de arreglar todo el mal que ha hecho”.
Solo se limitó a leer y mirar todo aquello, aún no quería valorar nada. Sólo tener toda la información posible. Ya tendría tiempo de asimilar el trabajo que había realizado Dax y… comenzó a llorar en el instante en que fue consciente de la capacidad de sufrimiento que tenía la que había sido su compañera sentimental durante un período corto de tiempo.
Se puso una chaqueta pues la brisa se tornaba algo fresca y se sirvió otra copa. La noche avanzaba igual que los acontecimientos que iba leyendo. Dos hora más tarde sus lágrimas se habían secado. Su corazón casi no latía. Su mente se había ido muy lejos. Pasada largamente la media noche, Dax regresó.
– Karla – la llamó bajito, muy bajito.
– Dime, Dax.
– Es tarde hay que dormir. Yo…
– No digas nada Dax, ya está todo dicho. Vamos a dormir.
Callaron las dos. Se metieron hacia el barracón que hacía de habitación.
– Hay una cama bastante grande, duerme ahí, Karla. Yo sacaré la cama que está debajo, sino te importa compartir la habitación conmigo, sino iré a otro lugar.
– No, Dax, la cama pequeña debe ser para mí, soy más pequeña –. Sonrió levemente y con desgana Karla. – Necesitas descansar y la cama pequeña no me va nada mal. Dax, ¿te puedo pedir algo?
– Si
– La cama grande es suficiente para dos, no tenemos porque molestarnos ni rozarnos. Duerme a mi lado, por favor, esta noche necesito sentir que alguien está cerca. Mañana ya estaré mejor. Es todo demasiado intenso para asimilarlo en unas horas.
– Bien, por mí sin problemas, prometo no molestarte.
Las dos se desvistieron, está vez no había ninguna mirada de deseo, sólo de comprensión, se metieron en la cama. Dax se durmió rápidamente. Al fin y al cabo ella había asimilado la historia hacía tiempo… había vivido cada acontecimiento. Ahora descansaba y comenzaba para ella una nueva etapa.
Karla estaba muy afectada, Dax lo sabía, pero también comprendía que había necesitado una explicación, para que esa parte de su vida tomara sentido. A Karla le costó dormir, se prometió que trataría de asimilar todo lo antes posible, ahora sí había quedado el pasado definitivamente atrás, lloró de nuevo, las lágrimas volvieron a salir silenciosamente de sus ojos. Algún tiempo después quedaba profundamente dormida. Demasiadas cosas se le habían venido encima durante las últimas horas. La explicación que había estado pidiendo durante tantos años, ya la había tenido y se había descubierto terrible y fría. Pero ella y Dax seguían vivas. El viejo asesino no se había salido con la suya. Dos almas que habían estado separadas, de alguna manera tenían un punto de unión. La verdad había salido a la luz, dolorosa y cruel, pero el presente ya no era sustentado por fantasmas del pasado. Eran dos mujeres libres que no dependían ahora, de nadie, que no tenían que dar cuenta a nadie. Lo que pudiera acontecer de ahora en adelante dependía exclusivamente de ellas.
***
El sábado llegó veloz, las dos mujeres se despertaron tarde. Eran casi las diez de la mañana cuando Dax abrió los ojos. Tomó conciencia de quien estaba a su lado y sonrió. Sigilosamente salió de la cama y comenzó a preparar el desayuno, una vez mas Dora las había surtido espléndidamente. El olor del café llegó hasta la experta nariz de Karla.
Los años no la habían cambiado, seguía tan voraz como siempre. Las tostadas y los bollitos emitían un suave olor a tostado. Karla no tardó mucho en ir al baño y estar sentada a la mesa junto con Dax. El desayuno estaba servido.
– Buenos días, Karla. ¿Has logrado descansar?
– Buenos días, Dax. Más o menos. Me costó dormir.
Dax iba a decir algo, pero Karla la calló con un gesto de sus dedos en sus labios pidiendo silencio.
– No hay nada que hablar, Dax, gracias por lo que me contaste. Es difícil de asimilar todo ello, solo es cuestión de tiempo, y te reitero las gracias. No te puedo decir nada, ni consolarte por todos esos años en esa situación. Pero ya pasó. Si surge, lo iremos hablando poco a poco, sino, todo quedó claro ya. ¿De acuerdo?
– De acuerdo Karla, ahora a desayunar tenemos mucho trabajo.
El día transcurrió como cualquier otro día de duro trabajo. Karla observaba desde lejos a Dax. Cuando paraba algún momento para tomar un respiro, su mente volvía a imaginar lo difícil que había sido la vida para Dax en aquellos años. Siempre la había admirado, ahora, comenzaba a sentir un respeto infinito por aquella fuerte mujer.
Dax se sentía liberada. Al contar la verdad se había quitado las cadenas del pasado. Aquella mañana se sentía bien, era la primera mañana de su nueva existencia. Veía a Karla con otros ojos. Era consciente de la madurez de aquella mujer que conoció siendo tan joven. Hermosa, tranquila, con el corazón de siempre, con una inteligencia exquisita. No sabía si alguna vez volvería a tenerla en sus brazos, pero sabía que iba a intentar volver a conquistarla con todas sus fuerzas. A esa mujer la quería para ella, la deseaba para ella, la necesitaba…
Al acercarse el atardecer se dirigieron hacia el pequeño lago que les servía para asearse. Esta vez, Karla, ante la sorpresa de Dax no se fue hacia la cascada. Se desvistió y dejó al descubierto su espléndida desnudez, dio unos pasos y se metió al agua. Dax, no pudo apartar sus ojos de ella y no disimuló lo más mínimo. También se desnudó y se lanzó al agua, nadando vigorosamente, trataba de apaciguar cierta calentura que le estaba quemando la entrepierna.
Apenas habían cruzado unas pocas palabras desde la noche anterior, palabras sobre cosas del trabajo, pero Karla sonreía, Dax sonreía. La tensión entre las dos mujeres pasó a mejor vida. Volvieron a dormir juntas, sus cuerpos no llegaron a tocarse, pero la compañía que la una daba a la otra era todo lo que necesitaban.
A la mañana siguiente conversaron sobre como encarar la segunda excavación. Los dos últimos días se habían dedicado a investigar la zona, todo estaba como lo dejaron antaño, habían vuelto a encontrar la posible entrada a un edificio que parecía meterse en los profundo de aquel pequeño montículo.
– No sé… no acabo de comprender hacia dónde nos puede llevar la segunda excavación. Es como si hubiera habido durante estos milenios corrimientos de tierra y estas rocas pulidas no pertenecieran exactamente a este lugar. Esa es mi impresión – le decía Karla a Dax. – No entiendo como esta posible entrada no fue descubierta por la civilización posterior, la de hace unos cinco mil años. Parece como si esos restos hubieran llegado aquí de alguna otra forma.
– Si, también pienso como tú. La próxima semana te ayudaré a cavar un poco más, veremos como llegaron hasta aquí esas piedras e inscripciones. Mañana temprano quiero ir a Atenas. Necesitamos algo de material nuevo, ya te contaré. ¿Me acompañarías?
– ¿Atenas? Suena bien, además, necesito comprar algunos trapos. ¿Me acompañarás?
– ¿A comprar trapos? ¡Qué remedio!
Las dos mujeres rieron ampliamente. Existía una nueva complicidad entre ellas.
CAPÍTULO IV
– ¡Por fin le explicaste todo! – Miraba sorprendido David a su amiga.
– Así es, ya no podía demorarlo más.
– ¿Cómo reaccionó?
– No se decirte, sobre todo fue una reacción silenciosa. Sé que ha llorado mucho. Leyó y vio todos los documentos. Ya sabe toda la verdad. Merecía conocerla y yo decírsela. No ha habido ningún drama ni escena – aclaró Dax.
– No tenía porque haberla, era una historia que tenías que contarle, ya lo has hecho. Ella irá asimilando y atando cabos poco a poco – Aseguró David.
– ¿Y tú, cómo estás tú? – preguntó David mirando intensamente a su amiga.
– ¿Yo? Pues bien, estoy libre. Libre para hacer y deshacer de nuevo lo que yo quiera con mi vida, era algo pendiente. Ya pasó. Ahora lo que tenga que venir vendrá.
– ¿Y en cuanto a tus sentimientos hacia ella? – dijo David, picaronamente.
– ¿Mis sentimientos? ¿No eres un poco curioso? Bien, no me preguntes más, es la mujer más terriblemente erótica que he conocido, me enerva hasta no poder más. ¿Contento con la respuesta?
– Sí, eso era muy evidente. Te deseo lo mejor con ella. Veremos en qué termina esta aventura.
Era el domingo por la noche, Karla estaba con Felipa, en la mesa camilla, Malen dormitaba al lado. Conversaban tranquilamente. Felipa le contaba los últimos acontecimientos del lugar.
– Bueno, o sea que no deja de ser un pueblo pequeño donde todos se conocen. Y dime, Felipa, ¿qué dicen de nosotras?
– Os tienen como dos locas científicas que excavan como si fueran mineros. Jajajaja – Rió Felipa.
– Ahh, somos mineras, no está mal. No está mal ¿No dicen nada más, Felipa?
– No, no dicen nada más, os respetan mucho, sobre todo a Dax. Siempre ayudó a la gente de la isla, y respetó la aldea aunque sea su isla. Pero dicen que la señorita no es feliz del todo, que ha tenido una vida dura y que el amor se le fue hace años ¿Sabes tú algo de eso, Karla? – Miró la mujer mayor a la más joven. Esta vez se puso algo seria.
– ¿Yo? ¿Que sí sé algo yo, del amor de Dax? – Karla bajó los ojos. No quería mirar directamente a Felipa o la descubriría. – Yo, no sé que contestarte.
– No hace falta hija mía, no hace falta. – Le dijo la mujer.
– ¿Por qué no hace falta, Felipa? – preguntó Karla a sabiendas que la mujer iba a ser muy sincera.
– Sabes que no te voy a mentir. Hija mía tendría que estar ciega y sorda para no ver como os miráis la una a la otra.
– ¿Tan evidente es? – Preguntó Karla.
– Sí, tan evidente es, – y esta vez sí sonrió la mujer, contagiando a la joven. – Muy, muy evidente, mi querida Karla.
***
El viaje a Atenas se desarrolló agradablemente, al haber desaparecido la tensión entre las dos mujeres el ambiente era más normal, más natural. Dax llevó a Karla a una antiquísima biblioteca particular de un viejo amigo de Dax.
– Te presento a Petroski, es un erudito historiador, geógrafo, especializado en condiciones climáticas antiguas, ecosistema e historia y asentamientos humanos.
– Encantado de conocerte, Karla. Dax me habló mucho de ti en los últimos años, veo que por fin podéis trabajar libremente sin el yugo del viejo cabrón, perdona que hable así, no puedo evitarlo.
– No te preocupes, Petroski, pero vamos a olvidar al viejo. Veo que esta biblioteca no existe en la relación de bibliotecas históricas de Grecia.
– Ni del mundo. Es mi biblioteca particular, durante los últimos treinta años me he dedicado a recopilar los documentos y algunos conocimientos a los que no se les ha dado importancia por las mentes oficiales. Dax trató de proveerme de cosas en un principio nada concretas, pero con el tiempo, al estudiarlas, fueron tomando vida propia y sentido. La isla en la que estáis trabajando es muy especial. Adquirió importancia hace cinco mil años. Te voy a dar unos DVD para que te ilustres. Dax me pidió que estudiase la orografía, el suelo y la geología de la isla. Ahí, encontrarás las conclusiones a las que he llegado – dijo señalando los DVD.
Dax observaba la reacción de Karla. Parecía gratamente sorprendida. Ese material no se lo esperaba. Dax sonrió. Le encantaba ver a Karla entusiasmada.
– Y tú Dax, ¿qué sabías de todo esto? Parece que en todos estos años no has perdido el tiempo.
– No podía hacer nada. En realidad, solo recopilar cosas que me parecían importantes. Solo acumulaba. Petroski es quien ha ido dando forma a las cosas, es mérito suyo –. Aclaró Dax.
Karla se fue del lugar impresionada por la biblioteca y la información recibida. Todo ello iba a ser esencial para tratar de saber que importancia podría tener la segunda excavación, aunque intuía que el posible yacimiento no se encontraba allí exactamente. Se sentía algo perdida.
Dax pareció intuir los pensamientos de Karla.
– No te preocupes, Karla. Estudia la información de Petroski y verás algo de luz. Sólo quiero decirte que pienso que no muy lejos de ese lugar hay algo más concreto que un yacimiento de restos arqueológicos.
– Suena muy bien lo que me estás diciendo. Voy a estudiar detenidamente los datos que ha proporcionado tu amigo. Ya te contaré mis conclusiones. Pero parece que vamos a tener que buscar un poco más allá de lo que habíamos previsto.
– Vuelvo a remitirme a lo que ya te conté. Hay muchas cuevas en la isla, habrá que ver donde tenemos más posibilidades de comenzar a investigar, pero los datos de Petroski son esenciales –. Concluyó Dax.
– Bien, y ahora, Dax, ¿nos volvemos a la isla? – Preguntó Karla, pensando en su estómago que comenzaba a protestar.
– No, pasaremos el resto del día por aquí. Imagino que te gustará catar la comida tradicional local. Se de un lugar…– dijo Dax mirando de soslayo a Karla. Los años no la habían cambiado, se le había puesto una cara de glotona muy evidente. Las dos mujeres rieron y se encaminaron a saciar sus vacíos estómagos.
***
El tiempo transcurría despacio en la isla, el mes de agosto fue de duro trabajo para las dos. Dax terminó de acondicionar el primer yacimiento, Karla trataba de escudriñar toda la información que le proporcionó Petroski y de estudiar al detalle las piedras talladas que encontró en lo que pensaba que podría ser una entrada a algún posible edificio o edificación. Definitivamente allí no había nada más, sólo aquellas dos losas, eso sí con unos relieves bastante claros. Era evidente que esas piedras habían llegado ahí de alguna forma, ¿pero cómo llegaron? La respuesta tampoco podía estar muy lejos.
Los siguientes días se iba a dedicar a explorar el territorio. Se adentraría en la parte menos explorada de la isla, no muy lejos de allí. Como no quería perder el tiempo yendo y viniendo por provisiones, cargaría todo lo necesario en la mochila y le iba a proponer a Dax unos días de absoluto contacto con la naturaleza, escudriñando cada palmo de terreno del perímetro que había acotado después de estudiar la información disponible.
***
Llevaban casi dos meses juntas, día a día, hora a hora. Sólo se despedían a la noche, momento en que cada una se iba a su privacidad. Cada vez le era más difícil a Karla separar el trabajo de sus propios sentimientos. No era nada fácil convivir cada día con la persona que amaba y que por ahora, parecía inalcanzable. Intuía que a Dax no la era para nada indiferente, pero de ahí a pensar que la amaba había todo un abismo. Karla se preguntaba una y otra vez que sentía realmente Dax por ella, podría ser agradecimiento, podría ser amistad, podría ser también que había un buen rollo de colegas investigando algo que podría sentar las bases de una nueva historia sino de toda la humanidad si de parte de ella.
Los días que habían pasado en plena naturaleza, con una simple tienda de campaña pequeña, muy pequeña y una mochila con las provisiones para esos cinco días que rastrearon aquel hermosísimo paraje de la isla, habían sido muy bellos, y con un resultado inesperado, pero a la vez habían sido harto difíciles por la proximidad física que habían mantenido las dos.
Al tercer día se adentraron en unas cuevas cuya profundidad no intuían. Debían tener cuidado pues no sabían si podrían respirar adecuadamente y, probablemente tendrían que habilitar un equipo adecuado para adentrarse en las profundidades de aquel laberinto de pasadizos. Pero para sorpresa de ambas mujeres, no tuvieron ni el más mínimo problema para inhalar una calidad del aire óptimo. Parecían pasadizos diseñados para que el aire y el oxigeno llegara desde la superficie con una calidad envidiable. Habían encontrado la cueva de forma casual, una vez más la suerte y lo imprevisto iba a pillar a las dos científicas por sorpresa.
Tenían un aparato que media la calidad del aire, mientras que no hubiera problemas seguirían avanzando hacia el interior. Señalizaban el recorrido para no perderse al volver a la superficie. Karla señalizaba con un tinte especial reflectante el camino seguido. No se perderían.
Dax estaba contenta con la adquisición del equipo técnico, era pequeño, liviano y tremendamente eficaz, su precio muy alto, pero de una calidad que no podía ser superada. Evaluaba constantemente la calidad del aire. También disponían de unas potentes linternas tipo mineros.
Llevaban más de tres horas metidas en el laberinto de pasadizos. La naturaleza era caprichosa, parecía haber diseñado aquello para que un posible tesoro no fuera encontrado. Las horas habían pasado rápidamente, necesitarían casi dos horas para volver a la superficie, en no más de media hora tendrían que volver sobre sus pasos.
– Dax, mira aquí parece que se nota… que se ve… ¡Dios parecen escaleras! ¡Dios parece que se oye agua! – Karla emitió un grito de sorpresa. Dax se acercó hacia dónde indicaba la mujer.
– Muy buena vista, Karla –. A Dax se le erizaron los pelos al observar aquella construcción, porque aquello si que era obra de humanos, escaleras perfectamente talladas aunque desgastadas por el paso del tiempo y a su lado, una especie de canal por donde pasaba el agua. ¿Hacia donde llevaban aquellas escaleras? ¿Hacía dónde corría el agua?
Karla se volvió emocionada hacia Dax, necesitaba abrazarla. Parecía que Dax intuyó la necesidad de Karla y sin decir nada la atrajo hacia sí, y la envolvió en sus brazos. Unos segundos después, Karla se separaba de ella o no sabía que podría acontecer a continuación.
– No debemos seguir, mañana vendremos directamente hacia aquí con alguna que otra provisión más y bajaremos esas escaleras. No sé que decir –. Logró articular Karla, estaba realmente emocionada por el descubrimiento, por las escaleras que debían conducir hacia algún lugar y por el calor que había sentido cuando Dax la abrazó tan, tan suavemente. Se sintió tan bien, que unas lágrimas pugnaban por salir.
– Espera Karla, aún hay un poco de tiempo, enfoca bien las escaleras, voy a bajar un poco, veré si están en buenas condiciones. No te preocupes, ataré esta cuerda a aquel saliente y estaré protegida por si la cosa está resbaladiza. Tendré mucho cuidado, no parecen escaleras que bajen hacia ningún pozo, se muestran con pendiente suave–. Comunicó Dax a Karla. Dax estaba debatiéndose entre dos conflictos: besar apasionadamente a Karla o bajar aquellas escaleras, optó por la segunda opción. Estaba algo acalorada después de aquel abrazo y necesitaba refrigerarse. Contra todo pronóstico la temperatura de la cueva no era demasiado baja.
– Bien, pero ten cuidado, por favor Dax. Mañana tendremos más artilugios por si hay que hacer un poco de bajada – Dijo Karla mirando a Dax, ¿con amor? ¿con deseo? ¡Oh Dios, qué difícil es todo esto! La deseo tanto que me duele todo el cuerpo»
Dax se aseguró bien, entrelazó la cuerda adecuadamente a su cintura y bajó paso a paso, muy despacio. Había algo de humedad, pero la bajada no era pronunciada, descendía de a poco, suavemente. Enfocando la linterna hacia delante pudo apreciar que las escaleras eran de una construcción muy precisa y paralela a ellas corría el canal de agua, aprovechó y mojó sus manos. La pendiente disminuyó, como si el final de las escaleras estuviera próximo, pero como no quería preocupar a Karla y ya era demasiado tarde, decidió volver. Hasta donde había llegado no hacía falta ninguna protección con la cuerda, se bajaba bien. Había estado bajando durante media hora. Volvió sobre sus pasos, en poco estaba junto a Karla y le explicó lo que había visto.
Salieron de allí. La tarde se escondía entre los arbustos y el cielo tornaba de varios colores, el atardecer se abría camino hacia la noche. El sol se ocultaba y daba paso a una espléndida luna llena. Las dos mujeres emocionadas, sin decir palabra se encaminaron hacia el pequeño campamento. Karla comenzó a preparar la cena, algo de pasta de sobre no vendría mal, queso, pan de molde, algo de vino y un poco de pastel - algo duro ya- completarían la cena. Tenía más apetito de lo normal, apetito de dos cosas, de Dax y de saber que había más allá de aquella escalera.
Dax estaba próxima a un ataque de corazón por dos motivos: su intuición de lo que podrían hallar en la cueva y por el deseo - que se aproximaba a locura - que sentía por Karla. Dos cosas difíciles de llevar, de controlar.
Cenaban calladamente. Dax, rompió el silencio.
– No sé que decir Karla, imagino que estás tan emocionada como yo – acertó a decir.
Pues sí, no sé como expresar lo que siento, estoy confundida. Creo que nos espera algo más, y eso es lo que me tiene en vilo –. Dijo Karla mirando profundamente a los ojos de Dax. Dax le sostuvo la mirada y dijo:
– Creo que nos espera algo más que unas simples escaleras. Intuyo un nuevo mundo ahí abajo. Veremos… quizás, mañana nuestras dudas tendrán respuesta. Disponemos de suficiente material para seguir hacia delante. Saldremos al amanecer, así tendremos mayor cantidad de horas para llegar, ver y volver.
– Bien, de acuerdo, voy a lavarme al arroyo. El arroyo… ¿Dax podría ser que en otra época fuera algo más que un simple riachuelo…? – murmuró pensativa Karla. Sí, buena observación, Karla. Pero basta por hoy, mañana… mañana será otro día. Mira tengo aquí wisky, creo que bien merecemos una copa. ¿Te apetece?
– Por supuesto, Dax, enseguida vuelvo.
Las dos mujeres contemplaban la espléndida noche que se había abierto para ellas. No existía nadie, solo ellas dos. Sus pensamientos se elevaban por encima de aquel tiempo presente, iban más allá de la historia humana conocida, quizás en poco tendrían una explicación a aquel revoltijo de intuiciones que las embargaba.
Cada una estaba sumida en sus propias reflexiones, dormían pegadas la una a la otra, sentían el calor de sus almas y también miedo, respeto a lo que podrían ocurrir si volvían a amarse. Ninguna esta dispuesta a dar el primer paso. Ninguna parecía estar segura de los sentimientos de la otra. Pero cualquier día, en cualquier momento, un volcán podría volver a la vida y estallar con todas sus consecuencias.
La mañana llegó pronto. Durmieron pocas horas pero les había servido de descanso, a pesar de la adrenalina que parecía salirse de sus cuerpos. Desayunaron bien, necesitaban fuerzas, prepararon el material que podrían necesitar. Esta vez llevarían el pequeño ordenador portátil, en él había mapas, diseños, documentos, información que podrían contrastar con lo que podrían ver.
Dos pequeñas mochilas servirían para cobijar todo lo necesario, un largo día se abría camino, un día que muy bien podría cambiar sus vidas y parte de la historia.
Tres horas después estaban en el mismo lugar del día anterior. Ahora eran las dos las que bajaban las escaleras, despacio muy despacio, como intentando devolver a la vida algo que había estado hibernando durante milenios, pero que la naturaleza había tenido a bien conservar para este momento.
Dax, con el sensor en una mano seguía comprobando el aire, la humedad y la temperatura, con la otra agarraba a Karla. No quería perder su contacto. Siguieron las marcas del día anterior que indicaban el camino. Las dos enfocaban la pared, el suelo, palmo a palmo para identificar cualquier posible señal. Parecía que los constructores de las escaleras y del canal de agua habían respetado el cauce normal del líquido, solo habían pulido lo necesario para que los humanos pudieran caminar sin demasiada dificultad. Llegaron hasta donde Dax había llegado el día anterior. Bajaron algo más, la pendiente se hizo nula, las escaleras terminaron y dio lugar a un amplio vestíbulo, más allá divisaron algo de luz. Estaban lo suficientemente lejos de la superficie para que fuera imposible que se tratase de luz natural, pero unos cien metros después comprobaron que así era.
Caminaron cogidas de la mano, pocos después la luz se hacia mas evidente. Los dos corazones bombeaban sangre a un ritmo frenético, parecía que iban a estallar en cualquier momento. Sus manos sudaban. Un poco más allá se dibujaba un recodo. Lo siguieron. Apenas hacía falta ya la luz, una tenue penumbra envolvía el lugar, los ojos de ambas mujeres se acostumbraron a la sutil claridad.
– Karla – dijo Dax, algo asustada, pero no hubo tiempo para la respuesta.
Alcanzaron el final del recodo y vieron unas edificaciones perfectamente alineadas, distribuidas en torno a un gran espacio cuadrado. Habitáculos que simulaban dibujos geométricos, sencillos, pulcros, líneas rectas, finos ángulos y arcos. Edificaciones no muy grandes y bastante distintas entre sí. Parecía que cada una de ellas tenía un objetivo y utilidad diferente. Así podría describirse el lugar a primera vista. Una pequeña ciudad se alzaba ante ellas, no podían determinar exactamente la profundidad pero tampoco podía decirse que fuera una ciudad subterránea, más bien era algo que se protegía del exterior, muy bien camuflada a ojos externos.
Dax y Karla estaban paralizadas, Dax apagó las linternas de ambas, no hacía falta, la luz que había era lo suficiente para poder explorar sin problemas. Dax dejó la mochila en el suelo, ayudó a Karla a hacer lo mismo que ella y una vez libre, la atrajo hacia sí agarrándola de los hombros, muy juntas observaban calladas. Minutos más tarde cogidas de la mano comenzaron a recorrer el amplio perímetro del lugar.
– No puedo articular palabras, Dax, estas construcciones no las he visto ni estudiado jamás. Es algo totalmente nuevo, diferente. Parece que podría ser una especie de lo que nosotros denominamos plaza. Mira las edificaciones parecen salir de la pared natural, es como si quisieran aprovechar al máximo los elementos que naturaleza y el tiempo han esculpido –conjeturaba Karla.
– No quiero adelantar nada, Karla, pero aquí tenemos muchos días de investigación. Ahora sólo disponemos de un par de horas, intentemos ver las cosas sin tratar de explicar nada, ya tendremos tiempo para ello – dijo Dax a Karla, la cual asintió.
Las dos con las manos entrelazadas anduvieron por las edificaciones, se encaminaron a la que parecía mayor. Una entrada sin puertas daba paso a un habitáculo rectangular, una gran mesa de piedra presidía el lugar, especies de asientos estaban pulcramente distribuidos alrededor de ella. Se podían contabilizar unos 25 asientos. Una caja grande, de un material extraño estaba en el centro de la mesa. A pesar de que la piedra da siempre una sensación de frialdad, el lugar parecía cálido, especies de muebles del mismo material de la caja adornaban la sala, parecía mentira que las cosas estuvieran en tan perfecto estado. Karla iba grabando lo que observaba, Dax tomaba anotaciones, los muebles estaban tallados con escenas, la gran mesa de piedra tenía inscripciones. Las dos mujeres fueron calmándose, la vena científica les salió a las dos y dejaron de lado por el momento sus pasiones.
Por lo que pudieron deducir, aquellas primeras edificaciones daban paso a otras que de forma lineal se adentraban en la profundidad del lugar. Especie de calles se observaban hasta donde podían divisar. Era hora de volver. Por ese día habían tenido suficientes emociones.
– Bien, Karla regresemos, en una semana volveremos. Ya sabemos el camino. Vendremos con el mejor equipo técnico que podamos conseguir – casi ordenaba. – Esto es increíble – se maravillaba Dax mientras Karla parecía no querer irse del lugar.
– ¿Hay que irse ya? Vaya, creo que me olvidaría hasta de comer si fuera necesario – sonrió Karla, – pero está bien Dax, no me mires así. Vámonos, pero volveremos en pocos días, y entonces no me metas prisa.
Las dos mujeres ya estaban fuera. Era tarde, anochecería. En su pequeño campamento prepararon algo de cenar, esa noche se permitieron hacer fuego para dar gracias al Universo, y quizás a los dioses, por haber encontrado algo tan especial, tan distinto. Luego se dispusieron a descansar.
Al día siguiente volvieron al pueblo. Estaban terriblemente excitadas, por dos motivos, uno su descubrimiento, el otro la tensión sexual entre las dos, apenas podían evitar el tocarse.
Dax dejó en el hotel a Karla recordándole que al día siguiente tendrían barbacoa en el jardín de la casa de David y Ana.
– Bien, allí estaré, creo recordar que la cita es a las tres de la tarde ¿cierto? Con todo esto puedo estar muy olvidadiza.
– Si, así es. A las tres de la tarde. Pasaré a recogerte, sino te importa, a las dos y media. ¿De acuerdo?
– Encantada de que me vengas a buscar – le dijo con la mejor de sus sonrisas.
– Entonces hasta mañana. Que descanses –. Sonrió a su vez Dax.
«¡Hay que fastidiarse! Me la quiero quitar de encima pero no soy consciente de mis actos y nada, ella empeñada en tenerme a su lado todas las horas del día. Cualquier día te …» Pensaba Karla.
«Bueno, voy a dar una vuelta a casa de David, me quiero desintoxicar de esa rubita que se está convirtiendo en mi desconsuelo. Está empezando a ser un infierno estar cerca de ella y me puedo llegar a quemar. ¡Dax, olvida por un momento a Karla! ». Se dijo así misma.
Con estos pensamientos llegó a la casa de David. Ana estaba en el jardín, cuidando de las plantas y adecuando una enorme barbacoa.
– Hola, Ana, ¿qué preparas? –. Saludó Dax.
– ¿Qué preparo? Ahhh, hola Dax, ¿ya de vuelta?, ya nos contarás. Me decías, ¿qué preparo? la super-fiesta de mañana.
– Tanto preparativo, sólo seremos cuatro. No hace falta tanta historia – aseguró Dax.
– ¿Qué no hace falta tanta historia? – casi gritó David que salía en esos momentos de dentro de la casa con una mesa de esas que se abren.
Dax, quedó preguntándose que quería decir David.
– Bien, señorita Dax, ¿tú no recuerdas que mañana es el cumpleaños de Karla? La joven cumple 29 años. Aunque creo que no se acuerda ni ella. Y, bueno… tenemos visita extra, vendrán Paulova y Penélope.
– Ahhh, no sabía. A Paulova la conozco bien, pero ¿quien es esa Penélope? ¡Joder el cumpleaños de la rubita, lo que me faltaba!
– Pues, es intima amiga de Karla y de Paulova. Paulova llamó para felicitar a Karla, ella me recordó su cumpleaños. Dijo que de paso tenían unos días libres y que vendría ella y una amiga de Karla. Así qué para completar la fiesta, le dije a Fabiola que venga también, seremos siete personas, más mi madre y Felipa y creo que algunas comen bastante.
– ¿Fabiola? Vaya no me la quito de encima, parece que desde que la conocí me sigue a todas partes. Alguna noche después de dejar a Karla en el hotel me la he encontrado, como si me estuviera esperando –. Comentó Dax.
– Ya. Y tú como que no la distes cancha ¿cierto? Venga Dax a esa niña la tienes en el bote. Y no me digas que después de dejar a Karla en el hotel no te has tomado alguna copita con ella y te has sentido halagada con su cortejo –. Asentó David.
– Vale, vale David, ¿me has estado espiando? No te niego que es una chica muy agradable, pero sabe de sobra que no tiene nada que hacer. Lo que no entiendo es porqué la invitas.
– Para que no te sientas sola, tengo entendido que Penélope es muy amiga de Karla. Tendrán muchas cosas que contarse y…
– Es decir que una gran fiesta se avecina, y bueno… que hago yo ahora, no tengo un maldito regalo que hacerle a Karla. ¡Mierda! –. Dax cambió de conversación.
– No te preocupes, Ana y yo le hemos comprado algo de ropa, últimamente la muchacha anda escasa. Mi madre le va a preparar una enorme tarta, y Felipa traerá una rica carne para asar y otras cosas. Tú si quieres puedes estar incluida en el regalo, claro que te cobraremos algo de dinero –. Dijo David.
– ¿Qué yo puedo estar incluida en el regalo? ¿Qué quieres decir que me vas a regalar a Karla? – dijo Dax esbozando una mueca como sonrisa.
– Ja, ja, ja –rió sonoramente David y Ana no pudo evitar la carcajada. – No, mujer, quería decir que tu regalo también puede ser la ropa, claro siempre y cuando nos des la parte del dinero que te corresponde –. Aclaró David.
– Bueno, no sé. Veré si de aquí a mañana encuentro algo que le pueda regalar.
– Ahora, siéntate por aquí, enseguida está la comida. Y me cuentas como fue la excursión. ¿Estuvo caliente…? digo la temperatura – siguió hablando David en tono de sorna.
– Si, muy caliente. Fue bien, encontramos rastros arqueológicos que pueden dar una explicación al asentamiento en el cual trabajamos –. Dax no quiso extenderse. Tendría que llegar el momento de confiar en David y Ana pero ahora no era el momento.
– Me alegro, parece que no ha sido un viaje en balde. Ahora señora, a comer. Luego seguiré preparando todo para mañana.
***
En el hotel, Felipa le contaba a Karla sobre la barbacoa del día siguiente, sin hacer ninguna referencia a su cumpleaños, Karla casi ni se acordaba que al día siguiente cumpliría veintinueve años. Toda una vida. Y otra que quizás, había comenzado hacía pocos días.
***
Dax, partió para su cabaña. Estaba exhausta. Sólo quería bañarse y dormir. Días duros por las especiales circunstancias: el descubrimiento de la pequeña ciudad, extraña, desconcertante, apasionante. Y, la difícil relación sólo de amigas con Karla, por una parte estaba a punto de declarase de nuevo, por otra tenía miedo de perder la amistad que se estaba fraguando entre ellas dos, además de lo bien que trabajaban juntas. No sabía que camino tomar, esperaba alguna señal de Karla, pero no llegaba. Eso sí, la tensión personal de antaño, entre las dos, había desaparecido. La fluidez y la normalidad se habían impuesto en la convivencia. Es más, entre ellas estaba surgiendo la camaradería y amistad. No quería perder eso, tampoco quería negar lo que era tan evidente a sus ojos, necesitaba el amor de Karla, la amaba, nunca había dejado de hacerlo. Ahora que estaban tan próximas el sentimiento aumentaba, se intensificaba. Estaba tan cansada pero a la vez tan entusiasmada como jamás hubiera soñado que estaría. Sus dos pasiones parecían converger a la vez, su entusiasmo por la historia, las antigüedades y los descubrimientos y locura de amor hacia Karla, todo un cóctel que podría resultar explosivo. Ahora necesitaba descansar, temía que el día siguiente tampoco sería rutinario. Por la mañana pensaría un posible regalo para Karla.
***
Las dos mujeres durmieron profundamente, cada una en un lugar diferente. El día llegó veloz. Las dos se levantaron tarde. Las dos desayunaron tarde.
Dax pensó en el regalo para Karla y se le ocurrió una idea. Entre del equipo que había llegado estaba el último modelo de ordenador portátil que Karla tantas veces había pedido. Dax lo tuvo en cuenta, pero para el trabajo, ahora estaba decidiendo que se lo daría como un obsequio personal. Sería un perfecto regalo de cumpleaños si lo hacía grabar con la fecha de su cumpleaños. Conocía a alguien en la aldea que lo haría en un momento. Llamo a su amigo Paolo, artesano, algo inventaría para poder hacer el grabado sobre el moderno material, Aún no sabía si pondría algo más, quizás lo más simple era “Karla, la mejor investigadora que mis ojos han visto. Feliz cumpleaños. 22 de agosto del 2007”. Era una buena dedicatoria ni muy personal para que sonara a una declaración de amor, ni muy fría para ser un simple regalo de una amiga.
A las dos y media en punto pasó por el hotel a recogerla. Se había puesto cómoda: unos pantalones cortos, muy cortos, una camiseta de tirantes blanca que dejaba lucir su bronceada piel que contrastaba con el azul intenso de sus ojos. El pelo negro recogido en un moño y unas cómodas sandalias le daban un aire muy fresco. Karla al verla aparecer con ese atuendo no podía quitarle la vista de encima, le costaba un mundo desviar los ojos de los senos de Dax que se tornaban erectos debajo de la camiseta. Se obligó a desviar sus ojos y sobre todo su mente.
Dax, por su parte, un poco antes, mientras esperaba a Karla, vio como esta conversaba con Felipa mientras ajustaba la correa de Malen. Admiró el talle de su amor, también tenía unos ajustados shorts y un top que reflejaba sus bien delimitados abdominales, no sabía como tenía tan lindo abdomen sino los trabajaba demasiado, claro que el trabajo de Karla era bastante físico, a poco que se cuidara mantendría aquella figura que la volvía loca. Aquellas piernas y aquel culo siempre la habían puesto muy, muy caliente. Estaba observándola descaradamente hasta que fue consciente que Karla ya se aproximaba al cuatro por cuatro, mientras que Malen le ladraba y movía su colita en señal de alegría al verla.
– Hola, Dax, buenas tardes. ¿Todo bien, lograste descansar? – Preguntó Karla dedicándole una enorme y fresca sonrisa.
– Sí, así es Karla, veo que tú también estás más descansada. Venga, sube que se hace tarde. – Ordeno Dax, mientras acariciaba a Malen.
Cuando llegaron Karla dio un beso a David y otro a Ana. David llevó a Dax dentro de la casa y le dijo que Paulova y Penélope estaban escondidas para dar una sorpresa a Karla. Mientras, Ana entretenía a Karla. La sorpresa estaba bien amañada. Paulova y Penélope saludaron a Dax.
– ¿Tu eres Dax?, dijo Penélope, entendiendo porqué Karla estaba loca por aquella mujer, era de un atractivo escandaloso pensó para sí.
– Hola, tu debes ser Penélope, encantada de conocerte. Hola Paulova, ¿Cómo estás? Hace bastante tiempo que no te veo –. Dax dio un fuerte abrazo a su amiga y empleada.
– Así es querida Dax, hace bastante tiempo que no nos vemos, así que pensamos que el cumpleaños de Karla era una buena ocasión para veros a las dos. La verdad jefa, es que esta isla te sienta muy bien y parece que también la buena compañía – dijo irónica Paulova.
– Bien, Karla justo ahora está dándoos la espalda, buen momento para darle la sorpresa –, dijo Dax evitando la ironía de Paulova.
– Venga, adelante, es buen momento. En un rato Dora y Felipa vendrán con el resto de cosas para comenzar la barbacoa. La fiesta está servida.
– ¡Feliz cumpleaños, rubita! – dijeron al unísono Paulova y Penélope.
Karla se volvió al escuchar la felicitación.
– ¡No puede ser! ¡Paulova, Penélope! ¡Por dios que alegría! –. Vociferó Karla absolutamente sorprendida y abrazando a las dos mujeres. – Paulova, sólo tú te podías acordar de mi cumpleaños. Penélope, ¡qué guapa estás!
Dax, a poca distancia observaba como se desarrollaba la escena. No le gustó demasiado que Karla llamase guapa a Penélope y que la mantuviese agarrada del brazo un buen rato.
Mientras tanto habían llegado Felipa y Dora. Las dos mujeres saludaron a Paulova y Penélope y rápidamente se pusieron a la faena para hacer la barbacoa.
Karla charlaba y charlaba con Paulova y Penélope, era como que se hubiera olvidado de Dax. Ésta entendió que eran sus amigas y necesitaba hablar con ellas. «Demasiado estrés en su vida para lo que deberían ser unas vacaciones de verano». Pensó Dax, refiriéndose a Karla. « ¡Vaya! Creo que yo ya no soy todo su mundo», arguyó Dax mientras se dirigía hacia donde estaban sentados David y Ana, a escasa distancia Dora y Felipa estaban preparando la barbacoa a base de verduras y carnes variadas.
– ¿Puedo ayudar? – preguntó Dax.
– ¡Claro corazón! Una manita nos viene muy bien. Mira trae aquellos chuletones. Haremos uno por cabeza son tan grandes que no creo que puedan comer uno entero –. Afirmó Dora.
Casi tres cuartos de hora después estaba todo listo. Dax echaba más humo que la barbacoa, Karla no había dejado de hablar durante todo aquel tiempo con sus amigas.
Un rugido de motor se oyó cercano, era el 4x4 de Fabiola que, llegaba retrasada.
– Buenas tardes, siento el retraso pero llegó carga al aeródromo y no me quedó más remedio que ocuparme de ella –. Todos la saludaron y fue presentada a Paulova y Penélope.
Fabiola poco después estaba ayudando a poner la mesa y preguntó a Dax:
– ¿Aburrida, Dax? Se te ve con cara de pocos amigos.
– Métete en tus asuntos, Fabiola. Es una reunión muy agradable, no tengo razón para estar enojada.
– No te noto exactamente enojada… es otra cosa. Parece que tu rubita anda muy a gusto con la chica de Madrid. Se llama Penélope, ¿verdad? – preguntó irónica.
– Vale, Fabiola, no tengo porqué responderte, pero no me agües la fiesta. ¿De acuerdo? –. Le dijo con cara de no muy buenas amigas.
Fabiola le había tirado los tejos en varias ocasiones, era una chica trabajadora y estupenda, pero no entendía que sus sentimientos estaban por otra mujer. Le era difícil mantener una amistad con ella por este motivo. Pero al fin y al cabo podría ayudarle a pasar la tarde. Así alejaría sus pensamientos de Karla y de Penélope. Algo había entre esas dos y la estaba poniendo enferma.
– De acuerdo Dax, no voy a molestarte pero esta tarde te voy a tener para mí, en exclusiva. Tu rubita está muy ocupada y nosotras vamos a pasarlo bien, ¿te parece, Dax?
– Bien, Fabiola. Ya sabes que pienso que podríamos ser buenas amigas, pero de ahí a otra cosa… ya sabes que no. Pero perfecto, tengamos una buena tarde. – Sonrió forzadamente Dax.
Ana y David traían la bebida. La mesa estaba completa.
– Bueno, ya está casi todo listo, – anunció Felipa.– Llamemos a todos a comer – Dora, gritó:
– ¡Vamos a comer!
En ese momento Karla fue consciente de todo el tiempo que había pasado. Necesitaba tanto hablar -Dax era muy poco habladora y había pasado demasiados días a solas con ella- que no se había dado cuenta que Dax había quedado un poco alejada de ellas tres y que la tal Fabiola se le había acercado muy familiarmente. ¡Claro la había dejado sola casi por una hora y media!, que se le iba a hacer, no podía evitar hablar, tenía muchas cosas que contar a Penélope y Paulova. Además también necesita alejarse un poco de Dax.
La comida transcurrió con buena conversación y risas. David se sintió un poco apabullado al estar entre tantas mujeres pero salió su vena de payaso y todas reían de sus ocurrencias. Karla se había sentado al lado de Penélope, junto a ella Paulova y en un extremo Felipa, presidiendo la mesa Dora, por el otro lado Fabiola y Dax, Ana y David completaban la mesa.
Dax estaba enfrente de Paulova, Karla seguía conversando con Penélope en cuanto tenía ocasión. La comida exquisita y el vino no digamos. El banquete se prolongó durante un par de horas. Llegó el momento del postre y del brindis.
– Bien, como único hombre de la mesa, me toca decir unas palabras que sirvan de homenaje para Karla. En primer lugar, levanto mi copa para saludar a una estupenda mujer y mejor amiga. Hoy cumple veintinueve años. ¡Ya vas siendo mayorcita, Karla! –. Rió David.
– ¡Qué gracioso! Pues sí mi querido David cumplo todos esos años. Pero tú eres bastante más viejo que yo y si me apuras tu mamá y Felipa se sienten más jóvenes que tú –. Contratacó Karla con no poca sorna. Todos rieron y chocaron sus vasos brindando por Karla.
– Bien, ahora la tarta, en honor a ti Karla, confeccionada por mí misma. Trufa, chocolate, nata, caramelo, crema pastelera, espero que te guste –. Dijo Felipa levantándose y yendo hacia la cocina.
A Karla se le hizo la boca agua cuando vio la tarta. Lucia exquisita. La homenajeada partió la tarta y sirvió un trozo para cada comensal. Poco después todos se habían levantado de la mesa y departían por el lugar en buena conversación.
Dax estaba sola, Fabiola la había dejado por un rato y se había unido en conversación a David y Ana.
Karla partió una nueva porción de tarta para ella y se llevó otra hacia donde estaba Dax.
– ¿Todo bien Dax? ¿Te apetece otro poco de tarta? Está exquisita –. Preguntó Karla acercándose a Dax. Dax no se esperaba a Karla y se sorprendió un poco.
– ¡Ahh, hola Karla! Sí, gracias, me acabo de poner más champán y es mejor beberlo con algo consistente.
– ¿Te asusté? –, preguntó Karla.
– No, no, sólo que no te esperaba. ¿Qué tal tus amigas madrileñas? ¿Todo bien? –. Preguntó escuetamente Dax.
– Sí, la verdad es que estoy muy contenta de verla a las dos, creo que necesitaba hablar, han sido unas semanas muy duras de trabajo y poca conversación –. Afirmó Karla.
– Cierto, Karla, jeje, además yo no soy muy buena compañía para hablar, ¿verdad? –. Sonrió Dax.
– ¡Ohhh.! No quise decir eso Dax, sólo que siempre es bueno ver a buenas amigas. Te olvidas por un rato del trabajo. ¿Estás enfadada? –, indagó Karla.
– No, para nada, mujer. Fue una observación graciosa, nada más. Bien, de todas formas yo ahora voy a ayudar a Dora y Felipa a recoger parte de todo esto. Creo que vamos a tener buena música, prepararé los aparatos para que se oiga bien. Seguimos celebrando tu cumpleaños, creo que la fiesta durará bastante. Hasta dentro de un rato Karla –.Terminó por decir Dax mientras se alejaba.
– Hasta luego, Dax, hasta luego… – dijo Karla volviendo con sus amigas. «Vaya debe estar molesta por algo, pero ¿por qué? A veces eres rara de comprender Dax.»
La tarde transcurrió sin novedad, Paulova, Karla y Penélope bailaban constantemente. Dora y Felipa se divertían mirando la situación. Ellas sabían lo que habían preparado para tratar de dar celos a Dax, habían urdido un plan junto con Fabiola y la pareja Paulova-Penélope. El plan era que Penélope se mostrase muy interesada por Karla, mientras Fabiola trataría de acercarse lo más posible a Dax para que Karla se sintiera celosa. Fabiola era consciente que su amor por Dax se tendría que quedar en amistad. Dora le contó una tarde todo lo que había ocurrido en el pasado entre las dos mujeres y lo había comprendido. Ahora quería tener una linda amistad con las dos. El amor ya llamaría a su puerta.
Karla y Dax estaban cayendo en la trampa, cada vez estaban más intranquilas. Karla observaba como Fabiola no se separaba ni un momento de Dax, y la ira de Dax iba en aumento al comprobar las miradas que Penélope propinaba a su amada. No sabían que hacer ni la una ni la otra.
La tarde dio paso a la noche. Volvían a tener hambre. Los bailes, la conversación y la buena compañía merecían volver a comer, además así la abundante bebida no les sentaría mal. Se sentaron a la mesa y dieron buena cuenta de los abundantes restos del almuerzo.
La noche avanzaba, la música ahora muy suave envolvía el ambiente, apenas se sentía la tenue brisa. Penélope y Karla bailaban muy próximas. Fabiola estaba absolutamente pegada a Dax. Dora y Felipa ya se habían marchado, aunque se habían resistido a hacerlo porque querían ver como se desenvolvía la situación. Situación, entre Karla y Dax, que se volvía cada vez más arisca o ardiente, según se mire. Las dos mujeres se miraban continuamente tratando que la una no se diera cuenta de la mirada de la otra.
Paulova seguía una animada conversación con Ana y David.
Una vieja y romántica canción se oyó en la noche. Dax dejó de bailar con Fabiola. Las dos se pusieron una copa. Fabiola dijo a Dax:
La estás perdiendo Dax. Karla se va a ir con Penélope si no haces algo. Dax dejó de bailar con Fabiola. Las dos se pusieron una copa. Fabiola dijo a Dax:
– Sácala a bailar ahora mismo.
– ¿Y qué quieres que haga? ¿Me aproximo y rapto a Karla? No quiero perder su amistad, Fabiola, no sé que sentimientos tiene, le hice demasiado daño –. Dax bajó los ojos que estaban llenos de tristeza.
– Mira, mujerona, tú no vas a estar sufriendo el resto de tus días sin saber cuales son los sentimientos de Karla. Hazme un favor, pídele que baile contigo, abrázala fuerte y dile que la amas, así es como podrás saber cuales son sus sentimientos, no hay otro camino, Dax, o lo haces o la pierdes sin saber la verdad realmente. Y te aseguro que Penélope no ha venido a perder el tiempo –. Sentenció Fabiola.
– ¿Qué me estás contando, que Penélope no ha venido a perder el tiempo? O sea que de verdad viene a conquistarla, ¡maldita sea! –. Dijo Dax con coraje dejando su copa y aproximándose hasta dónde estaba Karla.
– ¿Me permites este baile, Karla? – preguntó Dax.
– Ohh, Dax, claro. ¿No te importa Penélope? –. Dijo algo sorprendida Karla ante el ofrecimiento de Dax.
Apenas se separó Karla de Penélope, Dax no le dio respiro. La atrajo hacia sí y la abrazó, bailaron durante unos minutos, la música seguía tocando, suave, sensual, romántica. El corazón de Karla latía sonoramente, Dax no la iba a dar cuartel, ahora era su momento, necesitaba confesarle sus verdaderos sentimientos a la pequeña mujer que cubría su cuerpo. Necesita saber que era lo que sentía por ella y estaba dispuesta a tenerla o a perderla. No podía continuar como hasta aquel momento, era demasiado sufrimiento y vivir casi en un engaño.
La boca Dax se aproximó al oído de Karla. Karla tembló. Las dos mujeres bailaban lento muy lento, abrazadas, muy juntas. Karla no quería separarse ni un momento, sentía que algo iba a ocurrir, pero deseaba estar así, morirse así. El calor de la mujer más alta la había invadido totalmente, su cuerpo la había recibido, su alma también. El deseo estaba volviendo loca a Dax, esta vez no quería controlarse, deseaba a aquella mujer, sentía como la humedad de su sexo aumentaba por momentos. Tres palabras salieron de sus labios, ya no había vuelta atrás:
– Karla, te amo.
El corazón de la joven se paró por un momento, no fue capaz de decir nada. Solo atinó a abrazar más fuerte a la alta mujer. Era todo lo que necesitaba saber Dax para levantar la barbilla de Karla y mirarla a los ojos. No se dijeron nada. No hacía falta. El resto del mundo había dejado de existir, solo estaban ellas dos, muy juntas, dos almas carcomidas por el dolor volvían a encontrarse. En esa mirada estaba escrito todo lo que ambas mujeres tenían que decirse. Después de unos momentos, Dax acercó sus labios a los de su amor, ya no quería pensar más. Karla no razonaba, tampoco quería. Las dos mujeres sólo querían sentir aquel latigazo de electricidad que había llenado sus cuerpos, sus labios se unieron con una intensidad que las asustó. Sin decir nada, como cierta vez ocurriera muchos años atrás, Dax cogió la mano de Karla y montaron en el cuatro por cuatro desapareciendo del lugar.
Apenas unos minutos después las dos mujeres estaban abrazadas de nuevo, no decían palabras, solo se sentían. Dax no quería forzar ninguna situación pero no iba a parar. Sólo le preguntaría una vez.
– Karla, ¿dónde quieres ir?
– Llévame al lago. Quiero ver el agua contigo a la luz de la luna.
Llegaron en pocos minutos. Salieron del cuatro por cuatro y cogidas de la mano, sin hablar, sin decir nada, se acercaron a la orilla. La luna, efectivamente se reflejaba en el lago, las sombras y luces semejaban un mundo diferente. La noche y el día parecían haberse fundido. Dax atrajo hacia sí a Karla y la abrazó nuevamente, la rubia se pegó a ella. No había ninguna palabra que decir, sólo dar rienda suelta al deseo y a la necesidad de ambas.
Sus labios se juntaron en un largo y profundo beso, despacio al principio con la necesidad de saborearse, de reconocerse, luego con el hambre de amarse apasionadamente. Un solo momento para mirarse a los ojos. Las dos mujeres deseaban liberarse de las cadenas del pasado que tanto daño les habían hecho. Los ojos de ambas chocaron en centelleantes sentimientos, las dos se dieron permiso para poseerse. Dax empezó a quitar el top de Karla, ya no había vergüenza, sólo deseo. Karla quitó la camiseta de Dax y ésta con sus manos desabrochó y retiró del cuerpo de Karla el sujetador que ya se hacía inoportuno, poco después ocurría lo mismo con Dax. Ambas mujeres se atrajeron la una a la otra uniendo sus cuerpos, sintiendo toda su fuerza, toda su intensidad. Un nuevo beso apasionado, casi violento dio paso a la completa desnudez de ambas. Cogiéndose de la mano caminaron hacia el agua, su frialdad contrastaba con el fuego de ambos cuerpos. La temperatura hizo que ambas se estremecieran. Karla se enroscó en el cuerpo de Dax, ésta con su fuerte envergadura envolvió el cuerpo de Karla, mientras sus labios no podían ni querían separarse. Agua, cuerpos, sentimientos y deseo se unieron por unos instantes, luego despacio, llevando Dax en brazos a Karla salieron del agua. Recogieron sus cosas y caminaron hacia el barracón que les serviría aquella noche de refugio.
Karla sentía como su cuerpo pedía a gritos que Dax la poseyera, Dax quería saber que Karla la deseaba. Llegaron al barracón solo con las sandalias. Dos hermosos cuerpos entraban hacia el lugar que las recibiría para amarse de nuevo.
– Mi amor, creo que necesitamos un poco de agua – logró articular Dax.
– Si, Dax, un poco de agua.
Pocas palabras, no necesitaban nada más. Momentos después ambas mujeres daban rienda suelta a su amor, su pasión, su deseo voraz por tenerse la una a la otra, por activar todas sus células para calmar aquella sed de años.
***
El amanecer llegó sin avisar, unos rayos de luz entraron por la pequeña ventana del barracón. Las dos mujeres solo descansaban unos momentos para poco después continuar amándose. Ya hacía tiempo que había amanecido cuando agotadas, ambas quedaron dormidas, entrelazados sus cuerpos y unidas sus almas. El mediodía llegó con la fuerza del sol sobre ellas, eso fue lo único que las despertó. No habían percibido que alguien había debajo una nota y una pequeña nevera en la puerta.
David se había acercado hacía un par de horas, imaginando que las dos mujeres estarían allí, ya que al pasar por la cabaña de Dax no las encontró. Su madre, al enterarse como había terminado el plan que había ideado y llevado a cabo con la ayuda de varias cómplices, casi le había casi ordenado que les llevase una buena vianda.
Dax hacia un rato que contemplaba como su amor dormía apaciblemente. Por fin no había soñado nada desagradable, durante mucho tiempo su vida y su dormir habían estado teñidos de tristes y sangrientas pesadillas. Esa noche, ese amanecer le había traído un descanso casi olvidado. Su mente estaba limpia, fresca y su corazón tranquilo. Estaba allí y era verdad, en sus brazos tenía a Karla, sentía su respiración calmada, el calor de su cuerpo, la calidez de su sexo.
«¡Dax!, calma. Calma o terminarás agotada, no es momento de excitarse de nuevo. Es momento de preparar un rico café y…. ummm creo que hay pan de molde en el frigorífico. Quedará algo de mermelada, veré, veré que quedó.» Se decía a si misma la morena mujer.
A duras penas logró desenroscar el cuerpo de Karla. Podría apostar que en pocos momentos la rubia se despertaría con un fuerte rugido de estómago que denotaría la necesidad de llenarlo.
Dax, quería sentir el sol sobre su piel. Dedujo que la intensidad de su calor todavía era soportable, pero en menos de una hora sería implacable. Abrió la puerta y rayos de luz entraron a raudales, necesitó cerrar sus ojos para acostumbrarlos a la intensa luz. Casi se cae al tropezar con la pequeña nevera portátil que David había dejado.
«¡Mierda, qué pasa! ¡Joder, casi me caigo! Ahhh, mira una nota y una nevera, esto es cosa de la bruja de Dora. O sea que todo el mundo estaba esperando que nosotras…Ummmm. Bien, veamos que hay aquí, ummmm bollitos, ummm tarta que sobró de la fiesta, huuuyyy, carne asada en salsita, ummmm. Empecemos por el desayuno, el vino será para luego…, no falta nada, bruja. Dora, eres algo más que una bruja». Estás eran la cavilaciones de Dax cuando sintió que unas manos la rodearon.
Poco antes, Karla se había despertado y al no encontrar a Dax a su lado pensó que todo había sido imaginación suya. Pero al lograr abrir más los ojos y mirar hacia la puerta vio que una alta silueta filtraba parte de la luz que entraba al barracón. Esa silueta no era ninguna sombra ni nada producido por su imaginación, era Dax que mostraba toda su desnudez e imponente belleza.
« ¡Pero que mujer! ¿Jamás podré dejar de pensarlo? Es cierto, es ella. Y está aquí conmigo y… está desnuda o sea que hemos estado haciendo el amor, yo también estoy desnuda y….en fin.» Se decía así misma Karla.
Puede que no creyese que aquella noche Dax le había declarado su amor y que luego se habían amado intensamente durante horas y que, ahora, se estaba despertando y no de un sueño. «No, no era un sueño. Eran Dax y ella juntas». No deseaba pensar en los siguientes días y en como sería a partir de ahora la relación entre ellas. No, ahora no. Ahora sólo quería sentir el cuerpo de la mujer que se exponía ante su vista, tan espléndida. Ella también se sentía espléndida y satisfecha…Ummmmm, ¿satisfecha? No, eso si que no. Quería hartarse de Dax, quería hacerla suya una y otra vez, quería que la poseyera una y otra vez
«Tranquila Karla, ya está bien. Por ahora tu estómago está pidiendo comer, no solo… » -cavilaba Karla. Se levantó y se dirigió hacia Dax, quería volver a tocarla y la rodeó con sus brazos.
– Hola, tengo hambre de varias cosas –. Acertó a decir Karla.
– Hola mi amor, buenos días. Imagino que tendrás un hambre de perros, ¿verdad? –. Preguntó Dax volviéndose cara a cara hacia Karla sin soltarla.
– Si, y eso es…¡una nevera!, y una nevera significa que dentro puede haber…no sé…– Sonreía la mujer más joven.
– Sin duda, es comida. Comida de la rica, de la que prepara una buena amiga mía y tuya.
Las dos mujeres estaban desayunando fuera del barracón, en el pequeño refugio entre la roca y los árboles dónde solían descansar en los días de trabajo, dentro del barracón era imposible estar por más tiempo. Una frente a la otra, sus miradas lo decían todo, no querían decir palabras, sólo las justas.
– Karla, ¿estás bien? Quiero decir… –. Preguntó titubeando Dax.
– Si, Dax. Estoy muy bien, ahora estoy muy bien. Estoy contigo, ¿respondo a tu pregunta?
– Si. Yo, anoche me declaré, yo, yo…espero… – siguió diciendo Dax con voz temblorosa.
– Dax, yo también te amo, si eso es lo que quieres oír. Te he deseado desde que te volví a ver, me estaba convenciendo continuamente a mí misma de que no era…, pero es. Es…. ¿lo entiendes?
Karla se levantó y rodeó la pequeña mesa dónde estaba esparcido el desayuno. Dax abrió sus brazos y Karla se sentó a horcajadas encima de ella. Depositó un beso en los labios de la mujer morena,
– Te amo, te amo, Dax, te amo, y no quiero que me digas nada más. No hablemos ni del pasado ni del futuro, hoy no, por favor hoy no, sólo estemos juntas. ¿De acuerdo?
– Bien – afirmó Dax.
Sus labios volvieron a juntarse, el rubor volvió a teñir las facciones de ambas mujeres. Los corazones volvieron a latir desbocadamente.
– Terminemos de desayunar. Este es un buen lugar, echemos una colchoneta en el suelo, aquí se está fresquito, no hay nadie, habrá que echarse una siesta, ¿no crees? – dijo con mucha picardía Karla.
– Tienes toda la razón del mundo – sonrió abiertamente Dax olvidándose totalmente de sus dudas.
Así transcurrió su primer día juntas. Exactamente así, estando muy próximas la una a la otra. El tiempo pareció no existir, hasta que la tarde no empezó a decaer y el sol comenzó a esconderse en el horizonte no fueron conscientes ni del espacio ni del tiempo.
– Karla, el atardecer está aquí, te parece que vayamos a darnos un baño, creo que estamos un poco pegajosas, ¿no? –. Dijo Dax levantándose y ayudando a Karla a ponerse en pie.
– Creo que sí, estamos pegadas y pegajosas –, sonrió la joven. – Dax, yo estoy muy feliz –. Concluyó Karla mirándola.
– Yo, también estoy muy feliz – asintió la alta mujer.
Las dos entraron al barracón y se hicieron con dos toallas y un poco de jabón. Cogidas de la mano caminaron hacia el pequeño lago, necesitaban sentir el frescor del agua. Despacio, muy despacio entraron en el agua, se lavaron la una a la otra, las manos de cada mujer recorría el cuerpo de la otra, mientras limpiaban sus cuerpos se amaron nuevamente. Algún tiempo después salieron del agua, se secaron y fueron en busca de una merecida y abundante cena. Su primer día de libertad estaba llegando a su fin, la venida de la noche prolongaría el tiempo de placer y juntas verían un nuevo alba con la esperanza de ver muchos mas juntas.
***
La mañana llegó presurosa, habían dormido mucho. Estaban desayunando en silencio, aún era temprano. El olor a café y tostadas llenaba el lugar.
– Dax – murmuró Karla.
– Dime – susurró Dax.
Era como si las dos mujeres no quisieran alzar la voz, como sino quisieran romper el silencio y el momento, como si quisieran hacer cada minuto suyo, pero ambas sabían que debían hablar.
– Yo, bueno, creo que deberíamos irnos de aquí, no podemos tener a Dora y al resto de nuestros amigos trayéndonos comida y ropa, creo que es algo abusivo –. Dijo de un tirón Karla.
– Cierto. Además están Paulova y Penélope, vinieron a verte, bueno, vale… a vernos. Creo que es hora de volver –. Afirmó Dax.
Dax no estaba muy segura de lo que iba a ocurrir en las próximas horas. Quería pedirle a Karla que se mudara con ella a la cabaña, pero no quería agobiarla ni hacerle recordar el pasado, aunque quizás algunas cosas eran inevitables. Tenía que abordar la situación y trataría que su proposición no sonase a imposición. Tenía miedo, temor, había sufrido mucho como para que ahora, de nuevo, los demonios del pasado se hicieran presente. Tendría que actuar con tacto, pero no era una mujer de tacto, era directa. Trataría de suavizar sus palabras pero no estaba muy segura de cómo le saldrían.
También estaba inquieta, debía hacer varias cosas: volver a ver a Petroski y contarle el hallazgo, concentrarse de nuevo en su descubrimiento, y poner al tanto a David, Ana y Paulova, para así poder contar con ellos y no tener que enfrentar solas todo aquel asunto. Confiaba ciegamente en esas personas pero, como la vida da muchas vueltas, no quería que alguna decisión que tomaran pudiera volverse contra ellas. Consultaría con Petroski, era él quien le había animado y escuchado durante aquellos largos años de soledad, angustia y miedo. Porque en realidad esa había sido su vida durante aquel largo periodo, solo ahora parecía que llegaba algo de felicidad. Pensar que algo podía fallar le provocaba un pánico hiriente. Puede que hubiera llegado el momento de reflexionar en alto con Karla. La había contemplado tantas veces en silencio en esos últimos dos meses, había medido tanto las palabras que le había dirigido, que su corazón necesita gritar y confiarle cada pensamiento.
Karla por su parte se preguntaba que iban a hacer en las próximas horas. ¿Le pediría Dax vivir con ella? ¿Y ella estaba dispuesta a hacerlo? Solo ella sabía hasta que punto había sufrido aquellos años, pero, de alguna forma, se sentía culpable del sufrimiento de Dax pues no había logrado ver lo que estaba pasando y se había dejado llevar por su rencor, por su rabia. Sentía angustia y culpabilidad por todo lo que Dax había tenido que pasar. Se sentía egoísta, pues había tenido malos pensamientos hacia aquella noble mujer. También sabía, que tenía que dejar de lado y olvidar ciertas cosas y comportamientos sino quería volver a perder a Dax. Si la perdía, esta vez no sería por alguien o algo, sería por su propia incapacidad de comprenderla. Desde que se volvieron a ver, Dax la había tratado con delicadeza, había notado su miedo a que algo le pareciera mal, a que interpretara las cosas a “su modo”. Necesitaba que Dax confiara en ella y que se comportase libremente. Era el momento de hablarlo. Necesitaba saber que Dax no sufría por estar junto a ella y que era libre para sentir y decir.
Ambas mujeres reflexionaban profundamente. Las cosas no podían quedarse así, tenían que dejarlas salir y la única forma era hablándolo.
– Karla… yo.. – dijo Dax con voz entrecortada.
– Espera Dax, tranquila. Sé que tenemos que hablar. Déjamelo a mí, sé lo que te cuesta hablar. Siento tu necesidad, también sé de la mía.
Karla supo lo que tenía que decir, de golpe se sintió unida a la mente de Dax. Aquellas últimas veinticuatro horas había poseído el alma y el cuerpo de Dax -también se había entregado a ella -, ahora tocaba la mente de ambas.
– Creo que me quieres preguntar dónde voy a dormir a partir de ahora, quieres hacerme una proposición y temes mi reacción, no quieres herirme ni hacerme recordar el pasado.
Dax se sorprendió ante la verborrea de Karla y sonrió. Habían conectado. Echaba de menos la intuición que mostró siempre su rubia.
– Ja, ja, ja, ¡Joder, me estaba poniendo algo tensa! De nuevo tan perspicaz.
– ¡Qué pensabas! No he cambiado tanto.
Dax se tranquilizó. Desde que habían vuelto a verse era ella la que llevaba la iniciativa en todo y eso no sólo la cansaba sino que la hacia sentir extraña Siempre había sido muy directa, no se andaba con rodeos, pero ante Karla se sentía insegura, no sabía como actuar. La pequeña rubia percibió sus sentimientos y eso la llenó de alegría.
– Bien, entonces, contéstame a todas esas preguntas que pareces haber descifrado. La verdad es que no sabía como enfrentarlas y…
¡Cállate Dax! Me toca a mí. Dime si me equivoco. Me quieres preguntar si deseo convivir contigo el tiempo que estemos en esta isla y que si me gustaría trasladarme a la cabaña. Mi respuesta, es Sí. Tienes miedo de que eso me haga mal, la respuesta es que no me hace mal, la cabaña según me contó Dora, está reformada y muy linda. Y a mí, esa cabaña solo me trae recuerdos agradables, muy bonitos, sólo hubo un momento malo. Esa pregunta contestada –. Hizo una pausa y continuó –Ahora bien, la relación entre tú y yo es muy cortita todavía, es solo de unas horas. Somos mujeres muy independientes tanto por trabajo como por forma de ser, creo que es mejor ir despacio, el tiempo dirá que haremos. Espero haber contestado a tu pregunta. Por otro lado – prosiguió la joven, – respecto al descubrimiento, estas pensando como actuar, en quien confiar y a quien decírselo. Bien, eso lo tenemos que hablar, solas no podemos con todo. Voy a necesitar separarme unas horas de ti y estudiar los datos que tenemos, tú te debes encargar de la infraestructura y esas cosas. Todas esas preocupaciones tuyas, y recuerda, que también mías, hay que irlas decidiéndolas sobre la marcha, y a pesar de que no me guste, habrá que ir improvisando.
Karla terminó su monólogo, sonrió y miró descaradamente a Dax. Se dio cuenta que había acertado en todo cuando vio la expresión en el rostro de Dax, quien nuevamente le sonrió, se levantó y acercándose a Karla la estrechó entre sus brazos, alzó su barbilla y la besó profundamente. A veces, las palabras sobran, otras son necesarias, pero en esos momentos, las dos mujeres, tenían las cosas más claras, por lo menos lo que harían en las próximas horas.
El resto de lo que quedaba de mañana se dedicaron a recoger las cosas, planearon ir hacia la casa de David y Ana donde estaban Paulova y Penélope hospedadas, querían ver a las chicas, tenían que hablar con Paulova seriamente. Necesitaban orientación. Esperaban, al finalizar la tarde, recoger las cosas del mini-apartamento de Karla en el hotel e irían hacia la cabaña, la noche sería algo larga o por lo menos eso intuían.
Karla tenía la seguridad de que se iba a adaptar muy bien a la cabaña. La cabaña no había sido la causa de la separación de ambas, allí el poco tiempo que estuvo fue feliz, muy feliz. Ahora le preocupaba conocer en profundidad a Dax pues realmente no se conocían. Quería saber todo de aquella mujer, quería amarla en plenitud, la deseaba cada momento del día, parecía como si fuera a deshidratarse al desearla tanto, el deseo a veces casi le dolía. La necesidad de abrazar a Dax era casi obsesiva, aquello debía ser amor, deseo…
Dax aún sentía que no era libre de expresar sus sentimientos en toda su plenitud. Karla lo era todo para ella, pero las circunstancias en las que se había desarrollado su relación no habían sido las más propicias para poder ahondar el conocimiento mutuo. Ahora era tiempo de ello aunque el trabajo que debían desarrollar sería estresante, quizás no tendrían mucho tiempo para estar realmente juntas, por eso quería aprovechar cada momento de contacto con Karla. Ese verano sería fundamental para muchas cosas, en concreto dos, la relación de ambas y averiguar hasta que punto el descubrimiento que habían hecho tenía el significado y la importancia que presentían.
Hacia las cuatro de la tarde se dirigían a casa de David y Ana. Encontraron a la pareja junto con Paulova y Penélope. Los cuatro estaban de sobremesa a la sombra, tomando un buen café. El cuatro por cuatro de Dax silenció su motor y ambas mujeres salieron, con sus manos entrelazadas se aproximaron hacia las dos parejas que las miraban sonriente.
– Buenas tardes – dijeron al unísono.
David se levantó y abrazó en primer lugar a Dax
– ¿Cómo te ha ido conejita? – preguntó David, aproximándose al oído de Dax.
– Muy bien, David, pero como vuelvas a llamarme conejita, verás como me convierto en un lobo y puedo llegar a comerte – ironizó Dax.
Karla saludó a Paulova, finalmente saludaron a Penélope y Ana.
– ¿Habéis comido? – preguntó Ana.
– Pues mira no – dijo Karla siendo la primera en contestar. – La verdad es que mi estómago me pide a gritos que le meta algo sabroso. ¿No tendrás algunas sobras de vuestra riquísima comida? – Preguntó Karla llevándose la mano a su estómago.
– Claro, claro, tú como siempre, muerta de hambre, os traeré comida, en realidad os esperábamos y habíamos cocinado para vosotras dos. – Aclaró Ana.
– Por cierto, Ana, ¿sabes algo de Malen, está bien?, debe sentirse abandona estos últimos días.
– Está estupendamente Karla, no te preocupes, la están cuidando. –respondió Ana. – Karla, ayúdame a traer la comida, de paso, haré un poco más de café.
– De acuerdo – respondió Karla. Antes de irse, se acercó al oído de Dax y rozándolo con sus labios le dijo – no me voy lejos, estaré aquí en unos minutos, no te vayas a despistar y desaparezcas, tengo algunos planes contigo para esta noche.
– No es mi intención ir a ninguna parte, te esperaré y acepto tu proposición nocturna para lo que sea –. Aseguró Dax con cierta mirada lasciva.
Karla se fue con Ana moviendo sus caderas algo más de lo normal.
– Tu novia es muy provocativa, Dax, ¿eh? Parece que las cosas han salido bien – dijo Paulova.
– Todavía estamos…, no sé como decirte… –. Dax desvió la mirada, cierta tristeza la embargó.
– Oye, oye, no te quiero poner triste. Es normal que estés insegura, pero todo es cuestión de volver a conoceros, en realidad no os habéis relacionado durante mucho tiempo, todo esto es normal. Lo único claro es vuestra irresistible atracción –. Concluyó Paulova.
– Tienes razón, no puedo ponerme triste por una simple pregunta. Te diré que estamos muy bien, que hemos hablado bastante, que queremos seguir hablando, que vamos a convivir en la cabaña, que va a estar conmigo. La verdad es que no me puedo quejar, Karla ha reaccionado muy bien y eso es muy importante para mí. A nuestra relación tenemos que enfocarla día a día, momento a momento, eso es lo que haremos y mientras trabajaremos juntas, – dijo, y haciendo una pausa agregó – mañana si no os importa, David, Paulova, al caer la tarde os esperamos en la cabaña, tenemos que hablar con los dos sobre algo muy importante, es tema de trabajo, pero por ahora no preguntéis nada –. Concluyó Dax.
– Bien, mañana nos veremos. Ahora, vamos a tomar un poco de café, mira Karla trae una abundante bandeja, tenéis que reponer fuerzas, jejeje –. Río David.
La tarde pasó más rápidamente de lo que esperaban, Karla y Dax estaban sentadas juntas cogidas de la mano, conversando con sus amigos, no podían dejar de agarrarse, necesitaban sentirse, tocarse, mirarse. Las dos tenían una dosis muy alta de embobamiento.
Se despidieron de todos quedando con David y Paulova para el día siguiente. Las dos entrelazadas sus manos, se dirigieron hacia el cuatro por cuatro camino al hotel donde, finalmente, recogerían a Malen y las pertenencias de Karla.
No tardaron mucho en llegar. Felipa la vio llegar y Malen ladró alegremente reconociendo de inmediato a las dos mujeres. Felipa sabía que vendrían por las cosas de Karla, perdería la compañía de la joven mujer, pero se sentía absolutamente feliz, ya era hora de que aquellas dos almas estuvieran juntas. Además apostaría que dejarían a Malen a su cuidado en muchas ocasiones, y que cenarían con ella también en muchos momentos. Al fin y al cabo sería otra forma de relación, ahora tendría dos contertulias en lugar de una. Una gran sonrisa se asomó en los labios de la mujer cuando Karla se acercó a ella y la dio un sonoro beso. Más discreta fue Dax, pero adoraba la espontaneidad de Karla. ¡Qué linda pareja hacían!
Malen jugaba con Dax, mientras Karla se sentó y aceptó el café que le ofreció Felipa.
– Sé que vienes a recoger tus cosas, pero siéntate aquí un ratito conmigo. Veo en tus ojos alegría, me alegro Karla que comiences a ser feliz, lo merecéis ambas –. Se apresuró a decir Felipa.
- Te voy a echar de menos – dijo Karla, – en las noches pasadas tú compañía fue muy necesaria para mí.
– Yo también te echaré de menos, pero ahora debes vivir la vida de forma completa y tu complemento es Dax, es tú alma gemela, y míralo de esta manera: ahora sois dos las que me harán compañía, jajaja, mejor dicho, tres, no puedo olvidar a la granuja de tu perra, mira que es chinchorrera.
Las tres mujeres rieron, la noche se echaba encima y aún debían recoger las cosas de Karla, ropa, libros, documentos. No les llevaría más de una hora, pero había que hacerlo.
Finalmente Karla se despidió de lo que había sido su pequeño refugio aquel tiempo. Estaba nerviosa a pesar de que se había mentalizado que viviría en la cabaña con Dax. Aunque habían estado juntas los últimos dos meses, a partir de ahora no iba a ser lo mismo, compartirían todas las horas del día, bien conviviendo, bien trabajando. Cierta incertidumbre se instaló en el corazón de Karla. Dax la observaba mientras caminaban con las últimas bolsas hacia el cuatro por cuatro. Dieron un abrazo a Felipa, montaron en el todo terreno y se alejaron.
– ¿Te encuentras bien, Karla?
– Si, estoy muy bien, Dax, con algo de incertidumbre. Todo esto es nuevo, esta noche es nueva, dónde voy a dormir es nuevo, tu relación y la mía es nueva.
– Yo… – titubeó Dax, – no quiero que te sientas mal, ni en lo más mínimo. Yo…
– Calla – ordenó Karla. – Estoy bien, sé lo que quiero, se lo que deseo, y todo tiene que ver con que te quiero a ti, con que te deseo a ti, – entiendes. – La incertidumbre es normal, tú también la debes sentir, pero ahora es tiempo de nosotras dos. Ni deseo ni quiero adelantarme al futuro lo más mínimo, por ahora, vamos a vivir esta y sentir esta noche. Vamos a bebernos la vida juntas, ¿entiendes?
- Lo entiendo, Karla, lo entiendo –. Dax decía estas palabras mientras detenía el cuatro por cuatro, miró a Karla, la atrajo hacia sí y la beso profundamente, necesitaba sentirla, quería su contacto, su calor… Luego continuaron viaje.
En pocos minutos la cabaña estuvo ante los ojos de las dos mujeres. Las dos bajaron del todo terreno en silencio. Karla estaba expectante, no recordara demasiado como era la antigua cabaña pero lo que estaba observando de la nueva le parecía hermoso. Le gustaba, no dejaba de ser una cabaña pero no le faltaba absolutamente nada: aire acondicionado y calefacción, según fuera verano o invierno, parece que Dax había planeado quedarse algún que otro invierno allí. Karla corrió detrás de Malen, la perra ladraba y saltaba curiosa ante el nuevo lugar. Dax comenzó a bajar los bultos del 4x4 llevándolos hacia el porche.
– Espera Karla, toma las llaves, entra y ve mirando – casi gritó Dax.
– No, Dax, pongamos todos los bultos en el porche y entra conmigo, quiero que me la enseñes tú –. Respondió Karla, algo azorada por la pequeña carrera que había dado detrás de Malen.
– Aja, bien, pues venga, ayúdame, sonrió Dax –. Le gustó la respuesta de Karla, entrarían las dos.
Poco después Dax abría la puerta de la cabaña, Karla identificó algunas cosas dentro de su cabeza, pero no recordaba gran cosa, había pasado demasiado tiempo, lo que si recordó era la que fue su habitación, hacia allí se dirigió. Abrió la puerta y observó el lugar, la habitación era austera, sencilla, distribuida de forma muy práctica, pero acogedora. Se sentó en la amplia cama, Dax la había seguido algo expectante.
– ¿Te quedarás en está habitación? Sigue siendo la tuya –. Preguntó Dax con cierto aire de tristeza.
– Bien, si, efectivamente me quedaré con esta habitación, pero…– decía Karla mientras se levantaba y se dirigía lentamente hasta encontrar el cuerpo de Dax… – pero, mi querida Dax, creo que la utilizaré para trabajar y no ser molestada, ¿me admitirá en tu habitación para dormir? – Insinuó picara Karla.
Dax atrajo hacia sí a Karla, la abrazó con todas sus fuerzas.
– Gracias, por tu decisión, no sabía como ibas a reaccionar, a lo mejor no querías dormir conmigo, yo, yo no quiero quitarte tu independencia… y…
– Mira que eres pesada, Dax. No voy a hacer nada que no quiera. Acuérdate lo que hemos hablado, el pasado alguna vez tiene que dejar de ser pasado, esto es una relación totalmente nueva, de ahora, del presente. No puedo evitar que tengas miedo ni yo tenerlo, pero vamos a comenzar y hacer las cosas poco a poco, lentamente. Verás como todo ese miedo desaparecerá.
Karla terminó callando la boca de Dax con un tierno beso. Dax la arrastró hacia fuera y la tomó en sus brazos llevándola hacia la otra habitación, la habitación donde dormirían las dos.
– ¿Te gusta? Si quieres cambiar algo, puedes hacerlo – sugirió Dax.
– Oye, Dax alta y pesada, yo cambiaré lo que desee de mi habitación pero no de la tuya, y si te refieres a la comodidad de la cama, me extraña que no sea cómoda, para eso tú eres especial, eliges lo mejor –. Sonreía tiernamente Karla mirando con entendimiento a Dax.
***
La noche pasó dando paso a un nuevo día. La luz del sol se abría camino en el amanecer del alba. Dos cuerpos regentaban una espaciosa cama, dos manos entrelazadas sobresalían entre las sábanas. Unos ojos azules se abrieron lentamente, mirando fijamente al pequeño cuerpo que tenía a su lado, asegurándose que era cierto lo que veían.
Dax no quería pensar, no quería valorar, quería dejar fluir el tiempo y el espacio. No quería despertar y sentir que todo aquello era un espejismo. Apretó su mano contra la de la muchacha, suspiró comprobando que todo era real. Retiró su mano y se levantó sigilosamente, aún la temperatura de la mañana era fresca, el sol asomaba tímidamente a aquellas horas, más tarde su fuerza sería cegadora y su calor difícil de soportar. Fue hacia la cocina contemplando el paisaje a través de los amplios ventanales. El día sería largo y vendría acompañado de decisiones importantes, trascendentales. David, Ana, Paulova y Petroski tendrían que ver mucho en la organización del futuro del descubrimiento que ella y Karla habían hecho. La necesidad de elaborar un proyecto de actuación tensaba los músculos de Dax, no podían ni debían fallar en nada.
La alta mujer puso la cafetera, partió pan y lo puso en la tostadora. Se dirigió de nuevo hacia el dormitorio, lentamente acarició la cara de su amor. La miró con una dulzura que hizo que sus ojos se llenaran de lágrimas, Karla abrió tímidamente un ojo, berreó y luego abrió el otro.
– ¿Eres tú, Dax, cierto?
– Cierto. Y tú, eres Karla,
– Ummmmmmmm, que olor más rico, café, café, ummmmmmmm.
– Y, mermelada y pan tostado y bollitos marca Dora.
Karla brincó abrazándose a Dax, la besó con cierta rapidez y saltó de la cama. Dax algo sorprendida, no pudo evitar la carcajada, y corrió detrás de la rubia que se dirigía presta hacia la cocina.
– Eh, Karla, ¿no se te ha olvidado algo?
– A mi, nada, ummmmm, ya estoy sentada en la mesa, así que cuando quieras me sirves el café y esas cosas ricas, ummmm.
– De acuerdo, pero será mejor que te pongas una bata o alguna camiseta, rubita está Ud. totalmente desnuda y el sol aún no calienta. ¿Quiere resfriarse, mi impulsiva dama?
– Ohhh, jajajjaa, ni cuenta. Voy a ponerme algo.
Karla se levantó y se dirigió hacia el dormitorio, pero unas manos la detuvieron, atrayéndola y abrazándola. El calor que transmitido era tan sugerente, tan agradable…
– Buenos días Karla, ya puedes ir por la bata.
– Umm, y no puedes tu seguir haciendo de bata, mira que me das calorcito, ummmm.
– Qué prefieres, la bata, el café o mis brazos.
– Pues la verdad, es que quiero las tres cosas. Bien, iré por la bata. Pero ponme el café. Y, luego ya veremos… tenemos cierto compromiso. ¿No te parece? Aunque una hora más tarde no creo que haga mal a nadie… Prepárate larguirucha que no te escapas, pero antes bata, café, tostadas y bollitos.
El día avanzó rápidamente, la tarde no tardó en llegar. Karla había pasado el resto del día estudiando toda la documentación que tenían. Dax muy ocupada acondicionando las pertenencias de Karla mientras pensaba en la infraestructura y el equipo con el que trabajarían cara a poner en marcha el tremendo proyecto de investigación. Pasado, presente y futuro podrían estarse uniendo en pocos días.
David y Ana acababan de llegar, Paulova tardaría algunos minutos más pues se había retrasado enseñando el pueblo a su linda Penélope. Petroski, que también había sido citado a la reunión, fue el primero en llegar y las dos mujeres ya le habían explicado todo lo que ellas conocían.
David y Ana se sorprendieron cuando vieron al viejo en casa de Dax, en verdad que la reunión era importante. Paulova llegó pasada una hora, casi habían terminado de merendar.
Estaban esperándola para entrar en los detalles del descubrimiento. Habían decidido confiar totalmente en su equipo.
– Lo siento, estaba ocupada. Ando como niña con zapatos nuevos y …
– No hace falta que digas nada, solo decirte que pareces una vieja verde… jejeje. Es broma, mujer –. Sonrió Karla.
Dax había llamado por teléfono a Dora para que trajera algunos dulces para la ocasión. Mandó traer también algo de champán y otras bebidas, después de la reunión querían que se relajaran. Lo que les iban a contar no era nada que pudiesen imaginarse, excepto Petroski nadie sabía nada.
– Hola, Petroski, ¿cómo tú por aquí, Dax y Karla han conseguido que te dignases salir de tus salas llenas de historias y secretos? – preguntó David, estrechando fuertemente la mano del viejo.
– Hola Ana, ¡sigues tan guapa! – acertó a decir Petroski ante la mirada exhaustiva de David.
– Hola, corazón, te echaba de menos. No sales mucho y hay que ir hasta Atenas para verte, pero bueno… es un placer tenerte aunque sea por un rato –. Dijo Ana, haciendo una pausa y prosiguió – seguro que por poco tiempo que estés aprenderé de ti.
– Todo un cumplido. Es un placer verles.
– Petroski – llamó Dax, – mira acaba de llegar Paulova. La conoces por referencias, os habéis carteado durante años, intercambiando información, ya sabes quien es, pero hoy la conocerás en persona.
– Hola, vieja, ¿como estás?
– Mi querido colega, es un placer por fin conocerte directamente y no por chat.
– ¿Conoceros por chat? Pensaba que solo era intercambio de dos eruditos –. Dijo Dax algo desconcertada.
– Lo siento, pequeña, no nos hemos visto porque no ha habido momento oportuno, pero con llamadas, chats y otros menesteres que la tecnología hoy nos da, te aseguro que nos conocemos muy bien –. Concluyó Petroski.
– Dax, Petroski, Paulova, vengan. Tengo el ordenador dispuesto para ilustrar lo que os tenemos que contar.
Karla había colocado unas cómodas sillas campestres e improvisado una mesa que serviría de soporte al portátil. También había dispuesto una pizarra donde Dax explicaría algunos pormenores. No iban a ocultar nada. Una mesa adicional contenía comida ligera y bebidas. Iban a hacer falta algunos tragos para digerir la información que se iba a exponer esa tarde-noche.
– Bien, esto es lo que hemos estado investigando y semi-ocultando durante estos años. Nosotras no sabíamos el alcance del descubrimiento y no lo sabemos todavía. Dada las circunstancias de a quien pertenecía esta excavación y por quien era financiada, no era recomendable decir absolutamente nada, pero ahora si llegó el momento de comunicarlo y sólo a Uds., los aquí presentes.
Dax contó los pormenores del trabajo desarrollado, la vieja historia de la primera excavación, de la segunda y el descubrimiento más importante a algunos kilómetros de las dos excavaciones.
Karla expuso la teoría de la interconexión de los dos yacimientos con la ciudad oculta en la montaña.
Terminó Dax su exposición, un poco acalorada y casi sin mirar fijamente a los ojos de nadie, no quería verles la expresión de sus rostros, aunque no le quedó más remedio que mirar a cada uno de los presentes. El único que no expresaba sorpresa era Petroski, como había intuido acertadamente Dax.
– Bien, continuó Karla, no podemos darles más explicaciones, solo que nos acompañen al lugar, que nos ayuden y pedirles absoluto secreto, es algo que nadie debe saber por ahora, quizás nunca.
Karla trataba de que los presentes bajaran de las nubes, notó como intentaban asimilar lo escuchado. La verdad, que les era difícil aceptarlo, pero si Dax se había preocupado de informarles de algo así, sabían que no mentía, sabían que no era broma, y eso les producía pavor. Nadie se atrevía a decir absolutamente nada. El aire se había hecho espeso, ni un cuchillo era capaz de cortarlo, claro que existía alguien como Petroski:
– Bien, David, Ana, mí querida Paulova… –. Silencio. – Así son las cosas y así se las han contado. Ahora hace falta que salgan de su mutismo, de su incredulidad y que las acompañemos al lugar. Es decir, dejen de pensar en las nubes y bajen a la tierra, estas dos chicas necesitan ayuda y se la vamos a dar, ¿Les parece?
David desvió la mirada hacia Petroski por un momento, luego la volvió a dirigir hacia Dax y Karla. Emitió un hondo suspiro y babeó las palabras que dijo, la tartamudez le salió instintivamente:
– Ahhhh, bi…, ahhh, uff, ¡joder¡ Cono, cono, conocien, conociendo a Dax, se, se, ,,,,,,,,,,,, sé que dice la verdad, conccon,cnon, esto no es jega, digo juego……..No, no, por cierto, viejo, ¿Cómo lo sabes tú, te lo dijeron ellas antes que a nosotros? - Logró articular David finalmente.
– Bueno, Dax me había estado informando y dando documentación, los demás pude intuirlo, aunque solo tenía conjeturas, hilvané algo en mis habitaciones llenas de olvido, mi querido David.
– ¿El único que no se ha sorprendido es Petroski? Aunque mírenme, intuyo que ninguno de los que están aquí… ¿ninguno pensó que podíamos estar ante un gran descubrimiento? ¡Vamos colegas! Todos sabían que mi viejo era el poseedor de todo esto, traté de ocultarlo aunque casi me arruina todo. No podía decirles nada, eso era lo descubierto hace 8 años, lo de ahora es algo que la suerte nos llevó a ello –. A Dax, no se le ocurrió decir nada más.
Ana, mostrando más frialdad que David, Ana… que era la más incrédula de todos los presentes. Ana que siempre miraba las pruebas con lupa y que no daba crédito a habladurías ni tonterías. Ana… dijo:
– Bien, pues pongámonos a trabajar.
Paulova, muda, con la mirada perdida, fría como el hielo la mayoría de las veces, estaba llorando.
– Necesito una copa, joder que necesito una copa, ¿alguien puede dármela? Eso, pongámonos a trabajar, ale, a trabajar, pero joder, ese trabajo es bien distinto, es… la leche.
Paulova estaba llorando. Karla se dispuso a poner varias copas. Otro día ultimarían detalles y establecerían un calendario de actuación, hoy no. Hoy era el día de decir las cosas claras, ¡pero que cosas, dios, que cosas!, todos pensaron que era algo increíble, pero partiendo de Dax y Karla, sabían que era cierto, que no dirían algo así, como mentira, nunca. No jugaban jamás con los temas de trabajo y menos en lo referido a la Arqueología y a las Antigüedades.
Esa noche corrió el alcohol algo más de lo normal, pero estaban en casa, con gente amable, con gente en quien se confía, eso da mucha seguridad. Dax y Karla apreciaban mucho ser entendidas, ser escuchadas, confiar. Dios, es tan difícil confiar. Se sentían bien, muy bien por ese simple hecho, confiar, hablar sin que te estén juzgando, sin la necesidad de estar alerta. Sabían que podían contar, decir, examinar cada lado del camino y el camino mismo a recorrer sin estar en guardia, sin estar expectantes de lo que podría o no discurrir por las mentes de esas personas. Habían tenido mucha suerte de que se cruzaran en su camino aquellas personas, desinteresadas, con amor a raudales, con ganas de hacer cosas, llenas de vida, porque eran una gran manifestación de Vida.
No sería posible que el descubrimiento fuese por buen camino sino era llevado por buena gente. Y de ahí partía la confianza de Dax y Karla: que habían dado con la gente que necesitaban. Eran imprescindibles. Ya no había vuelta atrás. Un mundo lleno de “inquietudes”, “de nuevas cosas”, de….” “, estaba por acontecer.
No había que esperar mucho tiempo, no tenían que desearlo, no había necesidad de esperar algo diferente, no había lugar para elucubraciones, no eran tiempos de imaginar, eran momentos de hacer, de pasar a la acción. Eran los poseedores de un gran secreto, eran los guardianes de un posible gran conocimiento, realmente sin saber las consecuencias pero estaban dispuestos ha llegar hasta el final.
Quizás parte de la evolución humana estaba por venir, probablemente parte del futuro estaba en el pasado, pero ese pasado estaba abierto en el futuro, y el futuro ya estaba aquí. No sería un pasado, sólo la utilización consciente de lo que “algo fue” y puede que ayude ahora. Pensamientos, pensamientos a mil por hora, la mente no se detiene pero hay que pararla, hay que decir basta, porque si no se dispara eternamente. Somos creadores de mundos, de conciencias, de mentes, claro que todo, cuando pensamos así, tan rápidamente, es inconsciente. Pero estamos en plena evolución, lo que pasó, no es de nuestra incumbencia, lo de ahora, sí.
Primeros días de septiembre del 2007 un pequeño campamento se había establecido cerca de una colina rodeada de bellos árboles y vegetación. Un pequeño grupo de mujeres y hombres estaban muy atareados montando el engranaje necesario para lo que querían llevar a cabo. Fabiola también formaba parte del equipo, Dax se había dado cuenta que necesitaban a alguien que fuera un todo terreno y que esa persona no podía ser otra que Fabiola.
Los últimos adelantos técnicos estaban preparados, todavía necesitarían pedir alguno más, por el momento estaban instalando una potente antena satelital.
– ¡No me interrumpas Dax! Necesito concentración, ahora mismo a ti no te necesito, dile al viejo que venga – gritó, Karla al ver avanzar a Dax hacia ella.
– Vale, vale, mujer. Ahora mismo te lo traigo – dijo Dax, entendiendo a Karla.
– Dime Karla, ¿tienes algunas ideas frescas? – Comentó Pretoski.
– Sólo necesito concretarlo contigo. Acércate al ordenador. Mira este es el mapa orográfico del terreno. Mañana verás este riachuelo en directo – dijo señalando un trazo azul sobre el mapa, – necesito saber si hace 20.000 años ya pudo haber existido o haber sido un río más caudaloso, capaz de abastecer una ciudad de no más de 5000 habitantes, es más apostaría que 3000.
– Mira, Karla, tengo los estudios que me pedisteis cuando fuisteis a Atenas. Hice un programa retrocediendo esos 20.000 años. El lugar era algo distinto al de ahora. Te mostraré la simulación.
Un tupido bosque al lado de una montaña, por allí discurría un amplio río, con bastante caudal para ser un río en una pequeña isla. Una amplia pradera verde se erguía como paisaje dominante. Semejaba tierra fértil.
– Bien, lindo lugar, ¿verdad? Agua, tierra, clima benigno con inviernos y veranos suaves. Época de lluvias abundantes en primavera y otoño. Ideal para un asentamiento humano. Un pequeño paraíso en una pequeña isla. Las cosas, ahora han variado, el verano y el invierno son mucho más extremos. La montaña continúa, el bosque invadió el resto del terreno que era una pradera. La tierra es mucho más seca. Evidentemente el río se convirtió en un riachuelo, aún es capaz de regar parte de ese lugar. Mañana lo veré en directo y te podré concretar más –. Petroski emitió este discurso.
– Una pregunta más. ¿Pueden haber corrientes de agua bajo el subsuelo? – inquirió Karla.
- Como posibilidad sí. Son rocas muy permeables, aunque la tierra sea seca y poco cultivable eso no quiere decir que el agua no busque escapatoria hacia algún lugar. Imagino que te refieres al agua que puede abastecer a la ciudad, incluso hoy en día. ¿Cierto?
– Así es, amigo. Así es. Muchas gracias –. Sonrió Karla.
– Ahh, lo único es que no abastecería con la abundancia de antaño.
– ¡Claro! Evidente –, aseveró la joven arqueóloga.
Ana y David iban a quedarse en el campamento, con cierta resignación entendieron que Petroski y Paulova eran más importantes a la hora de estudiar el sitio. Fabiola también se quedaría con ellos. Penélope tuvo que volver a Madrid por asuntos personales pero regresaría en pocos días. De todas maneras la excursión sería de un día, poco a poco acercarían el campamento al lugar, es más, Dax pensaba que sería más fácil la investigación contra más cerca.
Habían concreado un calendario de trabajo, serían quince días de trabajo de campo, luego unos días de descanso y estudio, y volverían otros quince días más, no más allá del 15 de octubre, en esa época el frío llegaba de improviso. La primera fase sería recolectar la mayor cantidad de información posible, luego habría que repartir la tarea entre los miembros del equipo y estudiar de forma muy detallada toda la información disponible.
– Bien, mañana al amanecer partimos, necesitamos cierto tiempo para llegar y quedarnos, no es difícil el acceso pero lleva su tiempo –. Planteó finalmente Dax.
– ¿Todo está preparado? – Preguntó Karla un poco a los gritos.
– Siiiiiiiii, dijeron al unísono Petroski y Paulova.
El campamento quedó en silencio absoluto, cada uno se retiro a su tienda. Petroski y Paulova estaban nerviosos. Dax y Karla estaban mucho más calmadas. Esa noche se amaron con gran intensidad, sus miedos y nervios quedaron atrás. Un nuevo mundo podría estar abriéndose para ellas y quizás solo para los presentes, probablemente era algo que no debería salir a la luz pública nunca, o por lo menos en bastantes años, la humanidad podría no estar preparada para tal conocimiento.
Continuará…
CAPÍTULO II
– ¡Qué el viejo se muere!
Casi derramo el café que estaba echando en las tazas. Mi pulso comenzó a temblar ligeramente.
– Espera, Karla, siéntate al lado de David, yo pongo el café –. Dijo Ana oportunamente.
– Si, se muere. Ha sido todo muy rápido, ha entrado en coma, nadie se lo esperaba, el cabrón parecía que andaba muy bien, no hace más de dos meses que yo lo vi. Parece que ha sido un derrame cerebral. ¡Bien merecido se lo tenía, por cabrón! –. David pronunció estas palabras atropelladamente, como si le fuera la vida en ello. – Los médicos aseguran que no le queda más de una semana de vida. Y que no va a recobrar la conciencia. ¡Cómo si la tuviera!
Tomó un sorbo de café. Destensó los músculos. Yo estaba callada, intentando procesar la noticia y lo que me comentaba David.
– Es mejor que no recobre la conciencia o no sabemos que haría con las excavaciones, ni con la gente que trabaja para él, ni…, en fin, no quiero ni pensarlo. El viejo, parece ser que no había hecho testamento alguno pues siempre decía que si lo hacía era como anunciar su muerte, que sólo lo haría cuando se viese a las puertas de abandonar este mundo. Así que no lo hizo, y eso es bueno, muy bueno.
– No entiendo en qué medida es bueno. Al fin y al cabo sólo tiene una heredera.
Al pensar en la heredera, mi semblante se tornó frío y pálido. Y una punzada de dolor quebró mi corazón. Un recuerdo volvía a la vida, yo lo había enterrado y debía seguir enterrado. David volvió a mirarme, Ana se había levantado del sillón y miraba el lindo paisaje que se veía por la ventana, el monte y los rayos de sol, ya débiles, daban una tonalidad rojiza al advenimiento de aquel atardecer.
– Gabrielle me hiciste muchas preguntas sobre la heredera hace muchos años. Entonces no podía contestarte a ninguna de ellas. No soy yo quien tiene que responderte a esas preguntas. Ahora, sólo puedo decirte que si el viejo hubiera hecho testamento hubiera puesto unas condiciones muy duras a la que tú denominas única heredera. Tan duras que hubiera seguido imponiendo su látigo desde la tumba. Por ello es bueno, que no haya dejado nada escrito, no le ha dado tiempo a seguir haciendo daño. Eso es bueno. Dax ha tomado las riendas del imperio del viejo.
Pronunció su nombre tratando de sacar de mi semblante algún signo de mis pensamientos antes sus palabras.
– Es lógico, que tome las riendas del negocio de su papá –. Fue lo único que dije, ni un músculo se alteró de mi cara. – No tengo nada más que decir. Pero, una cosa, David, ¿seguiré con mi contrato? o la heredera lo va a liquidar.
– No, no lo va a liquidar, sólo que te da libertad para que te ocupes de todas las excavaciones que pertenecen al negocio. Y precisamente eso, que ya no sea un negocio, quiere que le des un giro como tú creas que es lo mejor, para que las investigaciones sean eso investigaciones y no negocio. Me ha entregado algo para ti. Sólo te lo daré cuando reciba la comunicación de la muerte del viejo.
Mi nerviosismo iba en aumento. Volvía a no entender nada. Ocho años sin una maldita noticia, sin dar señales de vida. Y ahora, en unos minutos, de alguna manera, me estaba nombrando jefa de algo. Ya vería de qué. Como si los duendes se aliaran, sonó el móvil de David. Intuí que era Dax, mi corazón volvió a tener una punzada de dolor, pero lo reprimí. La conversación más o menos podría haber sido así:
– Sí, dígame.
– El viejo ha muerto.
– Bien.
– ¿Estás con ella?
– Sí.
– ¿Está bien?
– Muy sorprendida de todo esto, pero bien.
– Dale los papeles.
– ¿Le digo algo más?
– No, eso ya es problema mío, ahora debo arreglar todo el daño que hizo mi padre durante su maldita vida. Por ahora, es lo que haré.
– Bien, entiendo.
– ¿Qué ocurre? – preguntó, Ana, – parece que sonríes.
– ¡Claro, el viejo acaba de morir!
Los tres nos miramos, de alguna manera, el color volvió a mi cara, yo también me alegré y recibí los papeles donde se me nombraba: DIRECTORA EJECUTIVA DE LAS INVESTIGACIONES ARQUEOLÓGICAS Y ANTROPOLÓGICAS DE LA EMPRESA… Firmado: Dax, Dax G…. Presidenta de la Fundación para la investigación histórica, arqueológica y antropológica de… bueno, el apellido es lo de menos y el nombre de la empresa también. Todo un nombramiento, pero ni una referencia hacia mi persona.
– Bien, ¿aceptas Gabrielle? Es un reconocimiento a tu trabajo, Dax no quiere perder a alguien tan valioso.
– Hace mucho tiempo que me perdió. Pero acepto, al fin y al cabo es algo muy relacionado con mi trabajo. Me da libertad de decisión. Trataré de hacerlo lo mejor posible y de devolver a su lugar de origen todos los objetos y demás. Además de dar publicidad de forma científica a todo lo que el viejo sólo vio como negocio.
Todo lo dije sin mirar a la cara ni a David ni a Ana, no quería que vieran el dolor en mis ojos. Conseguí dominar mis lágrimas. Segundos después estábamos preparando una suculenta cena para los tres. No volvimos a hablar del tema por el momento. David y Ana conocían muy bien mis sentimientos escondidos, yo no quería que se dieran cuenta de que todavía el nombre de Dax me producía dolor.
David y Ana se quedaron bastantes días en mi casa. Estuvimos elaborando un borrador de cómo sería la nueva “Fundación para la Investigación en Arqueología y Antropología”. David se comunicaba con Dax frecuentemente y sabía donde se ubicaría la sede central. La idea era la de abrir sedes en todos los lugares donde la antigua empresa del viejo había tenido algo que ver. Yo tenía que buscar las personas que formarían parte de mi equipo. Un arduo trabajo me esperaba. Había mucho material pero era tal la dispersión que la verdad no sabía como empezar. Le pregunté a Ana si quería ser mi segunda de a bordo. Era una persona afable, muy diplomática, tranquila, con una cultura que rayaba la genialidad. No lo dudó.
Quería estar unos meses en mi casa, así que se lo dije a David. El me dijo que una vez que estuviera todo en marcha, no hacía falta que estuviera residiendo en Madrid todo el tiempo. Quizás, con un par de días que bajara a la capital serían suficientes, al fin y al cabo Ávila estaba cerca, no más de hora y media. Ana volaría desde la isla otro par de días a la semana, con ello y un equipo eficaz sería suficiente, por lo menos al principio.
Tenía claro que yo no quería dejar de investigar ni dejar las excavaciones ni meterme en el mundo de las bibliotecas y los documentos. Era mi vida y me gustaba lo que hacía. Creo que podríamos compaginar todo.
Recolectar todo el material extraído de las excavaciones, relacionarlo con su lugar de origen y catalogarlo no sería tarea fácil. Pero más difícil aún sería recuperar los objetos que se habían vendido al mejor postor.
David me informó que existía una cuenta bancaria exclusiva con una suma de dinero muy importante que estaba a nombre del viejo. Tal era la cantidad de dinero que hubiera podido comprarse medio mundo, parece ser que el cabrón tenía miedo de quedarse sin nada e iba metiendo en esa cuenta todo el dinero procedente de sus ventas más exclusivas. Ese dinero estaría a disposición de la Fundación para tratar de volver a conseguir los objetos y demás. Además me dijo que era importante reclamarlo a la persona, institución o aquellas organizaciones que los pudieran tener, pues la idea era no dar más dinero del que se recibió en pago. Una de las maneras era ponerse en contacto con todas las instituciones locales que pudieran presionar a los dueños del objeto o material para que tenga a bien devolverlo a cambio de la suma recibida. Obviamente existía una relación muy bien detallada de cada operación, Dax era quien se ocupaba personalmente de hacer las ventas, y al mismo tiempo armaba un informe -a espaldas de su padre- esperando que algún día le pudiera ser útil para recuperar las piezas.
Otra vez el nombre de Dax, estaba claro que iba a ser nombrada en muchas ocasiones durante aquellos días. Decidí que debía acostumbrarme. No pregunté por los detalles y ni el porqué Dax se había ocupado de la venta de los objetos, aunque fuera mandato de su padre, ella, de alguna forma, se podía haber rebelado. Pero bueno, no quería pensar, ella tendría sus razones. No alcanzaba a comprenderlas pero eso no debía importarme.
El reto de ubicar, recuperar, organizar, ensamblar y relacionar todo ese mundo había hecho que mi ánimo subiera muchos enteros. Todo era una nueva lucha y, esta vez, por algo justo, algo que me gustaba, que me hacía vibrar, y sin depender de la decisión de un avaro y maldito viejo. Pero eso ya era otra historia. Había muerto. Dax había tomado las riendas y parecía querer deshacer todos los entuertos de su padre. Todo ello provocaba en mí excitación y a la vez, cierta admiración por aquella mujer surgida de nuevo a la vida, aunque decidí que no en mí vida.
***
Habían transcurrido más de tres meses desde la visita de David y Ana y todo se había sido puesto en marcha. En pocos días comenzaríamos a tratar de recuperar las primeras piezas.
Adecué mi casa para poder trabajar desde ella. Los adelantos más sofisticados estaban a mi disposición. La verdad es que la amplia habitación que había destinado a tal fin, estaba quedando impresionante. Me dediqué a organizar todo los elementos indispensables para poder trabajar adecuadamente, también le di un tinte personal al lugar. Al fin y al cabo era mi casa.
Había logrado reunir un equipo altamente preparado y eficaz. Tantos años de trabajo habían hecho que conociera a los mejores especialistas en las distintas ramas del saber que eran necesarios para desarrollar con éxito el trabajo planeado. No todos estuvieron dispuestos a formar parte del equipo, pero conseguí que los que aceptaron comprendieran el significado de la empresa, necesitaba que estuvieran motivados, tan motivados como yo.
Volver a contactar con los actuales dueños de las piezas no era un trabajo fácil, sobre todo porque en un principio eran absolutamente reacios a considerar la idea de deshacerse del objeto o los documentos. Otras veces sería que el que parecía tener el objeto, documento o libro no era en realidad sino una ruta que había que transitar hasta dar con el verdadero poseedor. Normalmente alguien poderoso que no quería que se supiera que se había dedicado a coleccionar objetos desfalcados de un lugar arqueológico o histórico. Era casi una empresa imposible, pero teníamos información muy valiosa y la emplearíamos si fuera necesario. Otra cuestión importante era recabar toda la información de aquellos documentos, investigaciones, libros, objetos…, que el viejo había descubierto y vendido o conservado antes de que Dax se encargara de esas actividades.
Yo trataba de implicar a David para que exigiera a Dax que ella en persona se ocupara de ello, David me repetía una y otra vez que Dax se estaba ocupando de cosas mucho más importantes. Una vez más escapaba a mi entendimiento la actuación de aquella mujer. Y una vez más trataba de olvidar su existencia lo antes posible.
La Navidad llegó pronto, aquellos primeros seis meses habían sido excitantes pero también agotadores.
El balance era más o menos positivo en cuanto a la recuperación de objetos y documentos. Demasiadas entrevistas con políticos, gestores, dueños de las cosas y un trabajo agotador hasta conseguirlos. Pero los primeros frutos estaban siendo recogidos. La Fundación empezaba a ser conocida en el todo el mundo.
Yo lo pasaba entre Madrid y mi casa. También tuve que volar a Grecia, Perú, México y Egipto, lugares que ya conocía por mi trabajo de aquellos años. Necesitaba ver sobre el terreno como íbamos a encarar las investigaciones. Tenía tal cantidad de documentación que organizar para poder publicarla en revistas especializadas que no sabía como empezar. Me acordé de Ana, ella tenía una gran capacidad de separar la paja de lo verdaderamente importante. Le iba a proponer que se ocupara del tema. Eran más de ocho años de investigación hecha personalmente por mí. Pero también tenía informes sobre hallazgos, apuntes, mapas, croquis… que el viejo había recopilado durante su vida, todo era… absolutamente incoherente. Ahí se notaba su disposición sólo para el negocio y no para proporcionar y dar a conocer al mundo lo conseguido. Pero eso iba a cambiar.
La verdad es que el yacimiento de la pequeña isla griega donde se podría haber hecho el hallazgo más importante del siglo o quizás del milenio, parecía no aflorar en mi mente, más bien yo misma me ocupaba de bloquearlo en cuanto atisbaba un simple recuerdo, pero a veces, no podía evitarlo. Durante esas Navidades, en varias ocasiones, se nombraría a la isla, al trabajo hecho aquel verano y algo más. Aunque yo no quisiera el pasado parecía volver con fuerza, una fuerza que volvería a romper mi equilibrio afectivo y emocional.
David, Ana, Arturo e Inma iban a pasar aquellas Navidades conmigo. Era un lindo lugar para ello, el clima frío, la nieve abundante, los días cortos, la chimenea, el olor a leña… al fin y al cabo era mi hogar, y aunque estuviera sola, había logrado armar un lindo sitio, acogedor y cómodo.
Inma llegó exultante, Arturo estaba loco por ella, y además era un santo, aguantando la locura de Inma que, aunque un poco más adulta, estaba igual de pirada.
– No sé como la aguantas Arturo, jajaja. Esta mujer es un torbellino –. Le dije.
Estábamos tomando una copa después de una estupenda cena. La carne de vacuno del lugar era muy famosa, Arturo todavía se relamía.
– Cierto, es un torbellino, pero deja que recoja la mesa, así luego estará más cansada y dará lugar a hablar sosegadamente. Por cierto, vaya casita que tienes, la verdad que aquella vez que dejé a Inma aquí, no pude disfrutarla, apenas recordaba como era. Has conseguido hacer de esto un lindo hogar. Y, el lugar es estupendo, yo que soy carnívoro, creo que te haré alguna visita menos espaciada.
– Sabes que eres bienvenido, amas a mi amiga, mi querida amiga Inma, son muchos años conociéndola y dando traspiés, hasta que te conoció. Eso es lo más importante para mí, además eres una gran persona. Te considero un amigo de verdad. Por cierto, es mi casa, mi hogar aunque… –. Un halo de tristeza me embargó. Estaba a gusto en mi casa, hasta orgullosa me sentía, pero estaba sola, eso no podía evitarlo.
– Te entiendo – dijo Arturo, pero eso terminará algún día, eres una persona con lindos sentimientos y te mereces que en tú vida aparezca la persona que te haga feliz.
Todavía mis ojos se volvieron más tristes. Inma que sabía toda la historia, viniendo de la cocina e incorporándose a la conversación, la cambió rápidamente.
– Oye, Karla, haremos algo de senderismo por los alrededores ¿tendrás tiempo de acompañarnos y enseñarnos esas hermosas colinas, montes y campos?
– ¡Claro! No faltaba más –. Logré decir intentando cambiar mi expresión y arrinconando los recuerdos que querían aparecer de nuevo con una fuerza bestial.
– Cariño… ¿Tú eres capaz de dar algún paso que implique cierto desgaste físico? –. Dije, refiriéndome a Inma.
– ¡Pero que fina te has vuelto preguntando! ¿Te has vuelto un poco señorita? Mira tú que mi Arturito ha conseguido que vaya a correr tres días a la semana.
– Y lo ha conseguido –. Dijo, mirando orgullosamente y con una sonrisa a su amor.
Finalmente reímos los tres y nos preparamos una copa. Al día siguiente llegarían mis otros dos amigos,
David y Ana. En realidad me sentía afortunada, tenía unos amigos que muchos envidiarían. Aunque… ¡maldita sea!, siempre había un “aunque”... Ese “aunque” que remitía a una sola persona. La velada transcurrió entre risas y anécdotas. Me tenían mucho que contar, no nos veíamos casi nunca. Les informé de los últimos trabajos que había realizado y les conté lo del viejo y algunas cosas más. No se creían el giro que había dado la empresa. Pero era así. Me felicitaron por ello. Sabían que estaba muy ilusionada con mis nuevas responsabilidades.
También sabía que Inma estaba algo preocupada por mí, tarde o temprano tendría que ver de nuevo a Dax. Sabía que ello me perturbaría y desequilibraría de alguna forma. Esperaba que mi madurez me ayudara.
***
Aún faltaban algunos meses para que ocurriera lo inevitable, desde que nació la Fundación y mi nombramiento iba a pasar un año. Un año en el que en muchas ocasiones maldije a Dax, cada día confirmaba más que no tenía ni el más pequeño interés en mi, solo le valía como profesional, casi igual que a su padre. ¿Y el yacimiento arqueológico encontrado en la isla? Algunas veces me preguntaba por ello, pero lo volvía a mandar al armario de mis frustraciones. Era demasiado el daño que me produjo aquella situación.
¡Maldita sea!, ¿por qué tenía que volver a recordar aquellos acontecimientos? No eran muchas las veces que afloraban aquellos recuerdos, pero lo que en un principio había sido dolor y angustia, ahora solo era rabia, o eso pensaba yo. Como quiera que fuera, David no me decía prácticamente nada respecto de Dax, ni del yacimiento de la pequeña isla, solo a veces hacía alguna referencia a lo que la jefa había hecho…, de los profundos cambios que en la empresa se habían producido...
Una vez oí hablar a Ana y David sobre el saneamiento del negocio familiar y de la labor tan impresionante que estaba haciendo Dax, pero al llegar yo, se callaron. Se callaron y yo no dije nada.
***
Se aproximaba junio del 2007, ya hacia un año de mi nuevo trabajo. Mi balance no podía ser mejor, pero el desgaste había sido también mucho. Tanto David, como Ana y yo estábamos absolutamente agotados. Bien merecíamos un descanso, quizás algo más de un mes. Estaban los dos en mi casa de Ávila. Habíamos conseguido reclutar un buen equipo humano y la libertad, que efectivamente había tenido, había hecho que tanto la organización como llevar a cabo lo planeado hubieran dado resultados muy positivos. Pero el cansancio acumulado se hacía notar. Era necesario una nueva organización de la Fundación, diversificarla para que otra gente del equipo se responsabilizara de áreas que hasta entonces llevábamos nosotros tres en su totalidad.
La noche tardaba en llegar, las tardes eran largas y calurosas, el atardecer era la mejor hora del día para salir al exterior y degustar una buena cena junto a la brisa que corría en la sierra de Gredos. Cuando bajaban las temperaturas la charla se hacía menos pesada y más amigable. Dejábamos de hablar del trabajo y nos metíamos en profundidades personales. Yo no tenía mucho que contar, ese año, lo había dedicado exclusivamente al trabajo, el contacto personal con alguien fue casi nulo, ni siquiera una aventura esporádica. Las visitas más asiduas de Inma y Arturo, así como el encontrarme con David y Ana por cuestiones de trabajo un par de veces por semana o algo más, hacían que mis necesidades de relaciones sociales estuvieran cubiertas.
– Vas a tener un regalo, es más vendrá en menos de una hora, linda rubita –. Dijo David.
– ¿Un regalo? Ummmm ¿Qué será? ¿Qué haría falta en una casa con terreno abundante? Déjame pensar – dije sonriendo.
– ¿Eres bruja o qué? La verdad es que ahora tendrás un regalo y en unos días una sorpresa. El regalo lo puedes imaginar. La sorpresa no.
– Ya está intrigándome el muchacho. ¡Haz algo Ana! No dejes que se burle de mí inocencia.
– ¿Inocencia? No te lo crees ni tú –. Se burló de mí el chico.
– Bien, vamos a esperar el regalo, y espero que venga con todo. No sea que aparezca por aquí un bicho raro y no tenga comida ni utensilios para poder cuidarlo adecuadamente. Mientras vamos a cenar, que estoy harta de trabajo y más trabajo, ya está bien, a partir de aquí sólo quiero que paséis lo que os queda de estar aquí descansando y paseando. Creo que con ir a final de semana un solo día a Madrid será suficiente ¿no creéis? Vamos a cenar –. Dije, con una sonrisa.
– Qué habladora estás rubita. Parece que tu humor es bueno. Bien, eso está muy bien.
– Tan malo es mi humor –. Pregunté poniendo cara de inocente.
– No es que sea malo, pero siempre estás tan seria que para sacarte una sonrisa bien hay que picar varias excavaciones para poder encontrarla –. Se burló David. Ana más que sonreír, reía a plenitud.
– Bien, cambiando de tema, Ummmmm, he preparado algo delicioso. Hoy merecemos una cena algo más abundante que las noches pasadas que teníamos que seguir trabajando al día siguiente.
Había preparado cabrito, que fue fácil de hacer en el horno, sólo había que vigilarlo. Para picar, unos jamones ibéricos no veían mal, le encantaban tanto a David como a Ana. Eran de mi tierra, bueno según mi historial de nacimiento parecía que había nacido allí, en Extremadura, en una especie de inclusa u hospicio. Recordaba vagamente mis primeros años, aunque cuando alguna vez me llevaron allí desde Madrid, en alguna excursión patrocinada por la Comunidad de Madrid (mi “hogar” era uno de esos lugares donde viven los jóvenes que no tienen una familia ni han sido adoptados). Aquella excursión la recuerdo vagamente, pero si recuerdo ciertas cosas o sensaciones de mis primeros años de existencia. Pero eso eran, recuerdos perdidos en el espacio, en el tiempo, y en mi alma. Parecía condenada a vivir y olvidar… Claro que también preparé una abundante ensalada de lechuga, peninos, tomates y otra de frutas variadas de la estación. Y de postre no podía dejar de hacer “tiramisú con dulce de leche” mi postre favorito.
– Ummm, vaya cena, esto está riquísimo, los embutidos, las ensaladas y que decir del cabrito, creo que me voy a divorciar y a casarme contigo ¿me aceptas? –. David seguía con su tono burlón.
– Lo miré casi atravesándole con una espada.
– Bien, muy bien, marido – dijo Ana, – parece que mi opinión no vale nada. Tu querida esposa no te prepara estos suculentos platos… pues bien, a partir de ahora vas a comer todos los días de restaurante, a ver que pasa –. Sentenció Ana con desparpajo, señalando con el dedo a David y poniendo cara de “enfado”.
Todos nos reímos a carcajadas. El buen ambiente se notaba en la casa. Además nos habíamos tomado unos buenos tragos de vino y la relajación había llegado por fin para los tres. Iba a servir el postre cuando llamaron al timbre.
– ¡Dios mío, la sorpresa! –. Grité y corrí hacia la puerta.
– ¿La señorita Gabrielle…?
– Sí, soy yo.
– Esta caja es para Ud. ¿Me puede firmar, por favor?
– Claro, pero una caja… esperaba una jaula.
Me fui, con la caja, era pesada. Volvieron a llamar al timbre.
– ¡Perdón señorita! Se me olvidaba ésta cosa –. El chico tenía en sus brazos un lindo cachorro de perro.
– ¡Ohh, dios mío! Qué cosa.
David y Ana se habían aproximado a mí. Cogí al animal en mis brazos. Se me estaba cayendo la baba.
– ¡Ohhh!, gracias a los dos, muchas gracias, es lo mejor que me habéis podido regalar. Y, además un siberian husky, me encanta, es mi raza favorita. Aquí los inviernos son largos y el verano no muy caluroso, se adaptará bien.
David y Ana se quedaron unos días más, me dijeron que necesitaban volver a la isla, a su casa. Me habían invitado muchas veces, yo nunca acepté. Hacía tiempo que no me invitan.
Malen, como había puesto de nombre a la perra, era una linda hembra bebe y se adaptaba rápidamente. Corría, se caía muchas veces, era muy curiosa, pero aprendía rápidamente. No la tenía dentro de la casa, no quería animales enjaulados, había mucho espacio afuera. Le hice una caseta. Cuando creciera y pasará su edad de cachorra, la enseñaría a estar dentro de la casa en algunas ocasiones. Era un animal y tenía que disfrutar del aire libre como sus ancestros, y allí había espacio para eso.
Durante aquellos días las caminatas -no demasiado intensas- habían servido para destensar los músculos y comenzar a ponernos en forma, no la había perdido ni mucho menos, pero estaba necesitando mayor actividad. Usar solo el gimnasio era un poco aburrido, y ahora, durante esta etapa pudimos disfrutar del aire libre y de la naturaleza. Gredos se nos mostró en toda su belleza y aún, su salvajismo me impresionaba.
Era la última noche junto a David y Ana. Ellos volvían a la pequeña isla, me dijeron que tenían cosas que hacer. Antes pasarían por Madrid, dejarían los turnos de vacaciones y nombrarían a los nuevos responsables de los grupos creados. A la siguiente semana me tocaría a mí ir a echar un vistazo, pero el verano iba a ser para nosotros. La actividad de la Fundación no empezaría de nuevo a pleno ritmo hasta mediados de octubre. Había tiempo para que los tres descansáramos, igual que el resto del equipo, nos lo teníamos bien merecido. La mesa estaba puesta, la música sonaba envolviendo la noche que lucia majestuosa, estrellada, limpia. La mezcla de la quietud, la música, y la buena compañía invitaban a una charla agradable.
– Tenemos que darte las gracias por todas tus atenciones, Gabrielle. Lo hemos pasado genial, hemos comido genial, tengo agujetas geniales. ¡Qué más se puede pedir a una buena anfitriona! –. Esa era Ana, tan gentil como siempre, se la veía satisfecha.
Acababa de servir una copas, orujo verde que tanto me gustaba como digestivo, también le gustaba a David, aunque Ana prefirió unos vasitos de licor de bellota.
– Bueno, tenemos que comunicarte algo, lo hemos dejado para el último día para que no hubiera nada que pudiera impedir que lo pasáramos bien – dijo Ana, cambiando el semblante sonriente a serio. –¿Te acuerdas?, Malen fue el regalo, pero falta la sorpresa, aunque no se si llamarla sorpresa… pero es algo que no esperas.
Miré fijamente a Ana, luego a David.
– Ya, entiendo, no queréis en realidad decírmelo, queréis que yo lo adivine –, conforme decía esas palabras mi cara se tornó seria y mi carácter pasó a enervarse.
– Así es, confirmó Ana –. David asintió con la cabeza.
– Y, qué quiere de mí – pregunté toscamente.
– No lo sabemos, quiere verte en Madrid, dentro de una semana. Así que si quieres aprovechar el viaje a Madrid, sugiero que vayas a verla el mismo día que estés con los grupos de la Fundación. Te espera a las 13:00, en su despacho, en la torre.
Mi corazón latía más rápido de lo normal. Unas lágrimas pugnaban por salir, pero debía controlarme. No podía consentir que sólo la llamada de “la jefa” me alterase de aquella forma. Tenía unos días para asimilar que la iba a ver, ¡siete años después! Pero esta vez yo debía actuar como una subordinada ante su jefe. Sólo cuestiones de trabajo. Por lo menos eso esperaba. Mil pensamientos vinieron de pronto a mi cabeza, pero fue sólo un instante. Logré dominarme.
– Entiendo lo que está pasando por tu cabeza, pero Gabrielle… ha pasado mucho, mucho tiempo, ella es la Presidenta de la Compañía y nosotros somos las personas de su confianza, aunque ya sé lo que vas a decir, que sólo somos sus empleados, pero no es así. Es mi amiga, tú lo sabes, la conozco. Y valora lo que tiene –. Dijo David, muy serio.
– ¿Estás seguro que valora lo que tiene? – casi grité.
– Estoy hablando a nivel de trabajo y lo valora, tenlo por seguro, en otras cosas no me meto. Pero no vamos a dejar que Dax, arruine nuestra última noche aquí, ¿te parece?
Traté de cambiar mi actitud, lo logre más rápidamente de lo que pensaba. Vaya, la noticia en los primeros momentos me había pillado por sorpresa, pero el pasar de los minutos y las palabras de David, hicieron que volviera a mi situación de la cena.
El resto de la velada pasó rápida y muy agradablemente. Poco a poco asimilaba que tendría que ver a Dax, sólo que esta vez contaba con 28 años y una larga experiencia de dolor y desamor. Esa era la pura verdad: mi existencia, además de la satisfacción que me producía mi trabajo, había sido dolor y desamor, pero ya hacía mucho tiempo que eso lo había arrinconado, y quizás superado.
***
El momento de saber como iban a ser mis sentimientos respecto de aquella mujer se aproximaba. En cinco días la vería, me preguntaba como estaría. Imaginaba que como siempre, sólo que con algunos años más. Conforme pasaban las horas de aquel fin de semana anterior a mi visita a Madrid, mi mente y mi alma se iban acostumbrando a la nueva situación. No puedo negar que la rabia que sentía no se iría, quizás nunca, pero sólo eran momentos, después desaparecía. Muchos años habían pasado, ahora yo ya no era una niñata de veinte años, era una mujer a punto de entrar en la edad madura, y el camino recorrido me había enseñado que si había podido trabajar para “el viejo cabrón” bien podía trabajar junto a la “hija…”. No, nunca había pensado de Dax que fuera una hija de puta, sólo que me destrozó el corazón, pero siempre, de alguna forma, intuía que había un porque o que se había dado una situación que la hizo actuar como lo hizo, y que, luego, pasó demasiado tiempo y los sentimientos se fueron. Más o menos esa era la conclusión que había sacado.
Era domingo, el miércoles en la tarde iría a Madrid, pernoctaría en el hotel de siempre y muy temprano tendría una reunión de trabajo con los responsables de los grupos de la Fundación, y a la una en punto estaría en la torre, como familiarmente se le llamaba al lugar dónde se ubicaban las impresionantes oficinas de la empresa. Malen me estaba mordiendo las zapatillas de correr y eso no lo iba a permitir, salí detrás de ella haciendo como que la regañaba, la muy… perra se escondía -yo hacía como que no la veía- y al pasar junto a ella se me tiró encima. Jugamos, me hacía reír. Quería a aquella perra, había sido todo un acierto por parte de mis amigos el regalármela, yo por una causa o por otra, poniendo excusas tontas nunca me hice con un cachorro. Ahora lo tenía, y estaba muy contenta que Malen estuviera conmigo.
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Miércoles en la tarde. Conducía hacia Madrid, terminada la carretera secundaria enlazaba con la autopista que me llevaría rápidamente hacia la capital de España. En invierno solía ir en tren, conducía hasta la estación y dejaba el coche aparcado allí, normalmente era un aparcamiento vigilado y merecía la pena andar por Madrid sin coche. Pero era verano, con el aire acondicionado el estar dentro del coche era agradable y conducir por Madrid en esas fechas (cuando los niños ya no tienen clase por la tarde y están a punto de tener sus vacaciones totales de verano) no entrañaba mucha dificultad.
Solía pernoctar en un hotel bastante agradable, no era un cinco estrellas (aunque estaba incluido en las dietas que nos daba la Fundación), no estaba muy lejos de la sede de la Fundación. La sede central estaba ubicada en una de las calles paralelas al Paseo de la Castellana, esa situación evitaba el ruido ensordecedor de la vía madrileña. Edificio moderno y muy funcional. Contaba con más de cinco plantas a todo rendimiento. La segunda planta estaba dedicada exclusivamente a exposiciones. En la planta sótano trabajaban nuestros especialistas y los científicos, también servían de almacén. Las demás plantas albergaban los diferentes sectores en que estaba dividida la Fundación. Tenía mi despacho en la última planta, era un rincón amplio y agradable, había habido noches en las que había pernoctado allí, por ello tenía habilitada una ducha y un sofá que podía convertirse en una cama. Me gustaba mucho el despacho porque la luz entraba a raudales por los ventanales.
La reunión estaba concertada para las ocho de la mañana, todos los jefes de grupos estaban citados. Transcurrieron las horas rápidamente, la reunión se desarrollaba con amabilidad aunque con algunos desacuerdos. Me agradaba, los diferentes puntos de vista eran enriquecedores. Todos los jefes de grupos estaban entusiasmados no solo por el nombramiento sino por las perspectivas que las metas de la Fundación habían creado. Se percibía la ilusión. Durante el año se había trabajado duro, y ahora era el momento de los premios y las vacaciones. La última parte de la reunión la dedicamos a ello, aunque David y Ana ya lo habían dejado bien definido.
Yo me despedía por los próximos cuatro meses. El primer mes sería Francisco quien se encargaría de hacer las veces de jefe, aunque siempre iba a estar en contacto conmigo, luego sería la “Dama de Hierro” como yo la llamaba, era Paulova una griega ya entrada en años pero preciosa todavía, terriblemente perspicaz, lista -no se la pasaba una- y una de las mejores arqueólogas que tenía en el plantel. Era de mi total confianza, muy eficaz en organizar y eso era fundamental. Había conseguido atraerla a mi equipo con la condición de que no la apartara de los yacimientos, de las excavaciones, en definitiva de lo que es ser arqueóloga. Además en muchas ocasiones había sido mi paño de lágrimas, como ya dije, perspicaz e intuitiva había sabido conquistarme y poco a poco le había abierto mi corazón. La conocí en las primeras excavaciones que hice para el viejo. Ella era una mujer totalmente independiente, pronto congeniamos y más de una vez pudimos salvar algunas piezas valiosas de las garras del viejo. Nuestra complicidad fue dando paso a la amistad, y luego a ser mi confidente. Me conocía. Confiaba totalmente en ella, para mí, en realidad era la segunda de a bordo en toda aquella magna organización, al fin y al cabo David y Ana se ocupaban de temas relacionados con otros asuntos de la empresa y no podían dedicarse a lo que yo o Paulova estábamos acostumbradas: el trabajo de campo y la investigación. Por otra parte ellos, aquel año, ya habían dedicado demasiado tiempo a la estructuración de la Fundación y ahora debían retomar sus propias ocupaciones.
– Espera, Gabrielle – dijo Paulova, – quiero tener una pequeña charla contigo.
– Claro, Paulova, son las once de la mañana, la reunión ha terminado antes de lo que pensaba. ¿Tomamos un desayuno tardío?
– Por supuesto, ven, cerca de aquí hay un lugar pequeño no masificado de ejecutivos. Es muy agradable, ponen los desayunos bastante completos y muy ricos. Te invito.
– Gracias, por la invitación, pero ¿no debería pagar la jefa?
– ¡Déjate de monsergas! – gruñó con su acento tan característico.
– ¿Monsergas? ¿De dónde has sacado esa expresión? Es bien española.
– Tanto tiempo en Madrid hace que hasta los dichos se me queden. Pero si quieres recupero mis excavaciones, desaparezco de aquí y pones a otra en mi lugar.
– ¡Perdón, perdón! Tú invitas. Lo que diga la señora.
Con ese ambiente risueño llegamos a la pequeña cafetería. Pedimos el desayuno. Paulova, como siempre muy directa:
– Para ser una reunión de final de temporada y perspectivas de vacaciones andabas en otro mundo. ¿Estás nerviosa por algo? Y no me digas que no. Te conozco muy bien y sé que no son nervios rutinarios. Dime que te ocurre.
– Tengo una reunión con la jefa a la una de la tarde –. Dije.
– ¿Con Dax? ¿Después de siete años? ¿Desde cuando lo sabes?
– Desde hace una semana más o menos. No me preguntes como lo llevo. Al principio la rabia se apoderó de mí, pero pasó, luego vino la tranquilidad, la mentalización de que el tiempo ha podido con lo que ocurrió. Ahora, cuando todo esta marchando en la Fundación, no entiendo que quiere de mí.
– Ya te lo va a decir, en menos de hora y media. Pero pase lo que pase trata de controlarte, te conozco eres terriblemente impulsiva. Como lo que ocurrió fue más tema personal que laboral, te aconsejo que estés en tu sitio.
– No sé en realidad como voy a reaccionar, supongo que bien, no creo que me quiera para una cuestión personal. Quizás quedó pendiente otro asunto, a nivel profesional y…
– ¿Y…? ¿Me puedes contar?
– Si. Si alguna vez iba a contarlo tenía que ser esta y ahora, confió en ti. Es algo que no debe saber nadie, o todo correría un gran peligro.
– Soy toda orejas.
Estuve hablando más de media hora. A grandes rasgos le conté lo del doble yacimiento encontrado, y lo que había hecho Dax para que su padre no encontrara el segundo. Lo resumí lo mejor posible tratando de no omitir detalles para que fuera comprensible. La parte personal y amorosa, Paulova ya la conocía. No entendía porqué Paulova no mostraba ni la mas mínima sorpresa, eso sí percibía su concentración como si quisiera ir más allá de lo que yo le contaba, como si tratara de comprender más. Estuvo callada durante unos segundos. Luego dijo:
– La verdad, Dax actuó de forma muy valiente y sobre todo, rápidamente. Es una persona impresionante, por lo menos en lo referente a su profesión. Y terriblemente inteligente.
– Y absolutamente fría.
– Claro, sino fuera fría no podría haber actuado como lo hizo. Sólo te puedo dar un consejo: escúchala, diga lo que diga, escúchala. Por lo que me cuentas, tuvo sus motivos para actuar como lo hizo.
– ¿Qué quieres decirme con ello?
– Sólo que la escuches. Y, hazme caso, dale siempre una oportunidad. Si actuó contigo de la forma que lo hizo te aseguro que tendría algún motivo muy poderoso para comportarse así. ¿Acaso no te dijo que confiaras en ella pasara lo que pasara?
– Si. Bueno, no puedo quedarme más, se hace tarde, mañana si quieres quedamos a comer y te cuento, en la mañana tengo cosas que hacer en Madrid, luego almuerzo contigo y parto de nuevo para mi casa en Ávila.
La suerte estaba echada, me dirigía a ver a la persona que mas odiaba en este mundo pero también a la que más había amado, ¿O seguía amando? Subí en el ascensor hasta la novena planta donde estaba situado el despacho de Dax. Solo había subido una vez a ese lugar, fue hace siete años, cuando firmé el contrato que me ofreció su padre a través de ella. En aquella ocasión Dax me enseñó todo aquello. Ahora volvía. Las circunstancias, obviamente eran muy distintas. El corazón parecía tranquilo, pero era evidente mi nerviosismo, o por lo menos eso me parecía. Llegue al mostrador dónde estaba una señorita muy remilgada
– Por favor, el despacho de Dax.
– ¿Pregunta Ud., por el despacho de la Presidenta?
– Eso he dicho. Soy Gabrielle, la Directora Ejecutiva de la Fundación, me está esperando. Tengo una reunión con ella, a las 13:00, falta exactamente un minuto y suelo ser puntual –. ¿Por qué casi todas las recepcionistas me parecían un poco tontas? O estaba tan alterada que veía monos donde había bellezas.
– Perdón, señorita Gabrielle, efectivamente la está esperando. Sólo fue un momento para comprobar –adujo la recepcionista. – Un momento que la anuncio: Señora Presidenta, la Directora Ejecutiva de la Fundación está aquí. Bien.
Imaginaba que le había dicho: “Hágala pasar”.
– Señorita Gabrielle, el despacho es el cuarto a la izquierda, el último del pasillo.
– Buenas tardes, señorita, gracias por su indicación –. En realidad la chica sólo había cumplido con su trabajo y yo la estaba criticando.
Mis pasos retumbaban en mis oídos o esa era mi sensación, más bien era mi corazón que se había desbocado, pero era buena actriz, así que lo disimularía lo mejor posible. Heme aquí ante la puerta de la todopoderosa Señora Presidenta. Heme aquí de nuevo ante la puerta que hará que vea por primera vez en siete años a la mujer que robó mi corazón y se encargó de partirlo en pedazos. Heme aquí ante la mujer que me había nombrado Directora Ejecutiva de la Fundación, la parte más prestigiosa de su empresa, reconocida por todos en menos de un año. Heme aquí ante la puerta que abría mi destino de nuevo. Heme aquí ante mi propia contradicción.
Podría recitar una pequeña estrofa de una corta poesía que escribí allá cuando tenía no más de catorce años: “A pesar de haber pasado tanto tiempo, a pesar de haber querido olvidarte, aún recuerdo tus besos que se hacen más inmensos en la soledad de mi alma.” Porque así es como se sentía mi alma: sola, abandonada a la suerte hacia siete años.
El destino jugaba conmigo, el espacio y el tiempo se habían detenido ante esa puerta. Debía tocar para pedir permiso para entrar. Detrás de esa puerta se encontraba la mujer que produjo en mí todo un infierno, para lo bueno y para lo malo. Toqué la puerta. Oí de nuevo su voz.
– Pasa, Gabrielle, espera un momento.
No alzó los ojos, estaba mirando hacia fuera del enorme ventanal de su despacho. Hablaba por teléfono.
– Buenas tardes Gabrielle, bienvenida –. Dijo, suavemente, como si el tiempo no hubiera transcurrido, mientras se volvía y miraba hacia mí.
Me extendió su mano. La estreché sin apenas alzar mis ojos solo vi su figura, retrasaba el momento de mirarla a los ojos. En cambio noté su mirada profundamente. Sus palabras sonaban distantes y frías.
– Gracias Dax, me mandaste llamar y aquí estoy –. Dije sin conseguir mirarla todavía a los ojos.
– Siéntate.
Al sentarme obviamente tuve que adoptar una postura recta y finalmente la encaré. Tan preciosa como siempre, tan segura de sí misma como siempre, ni rastro de aquella mujer sensible y tierna que conocí... (Todo esto lo escribo desde la distancia, unos días después de aquella reunión. Todavía sigo desconcertada por aquella visita a Dax y sus comentarios).
– Te preguntarás porqué te mande llamar. Bien, es algo que no he podido retomar hasta ahora, había muchas cosas que hacer en esta empresa de mi padre, yo no la quería como él pretendía que continuara. Me ha costado mucho sanearla pero ya está. Ahora intento retomar algunas cosas que dejé de hacer porque el viejo era el que mandaba y era todopoderoso –. Dijo, Dax como si pretendiese darme alguna explicación.
En esos momentos el escudo que me había puesto a mí misma, evitaba que pensara más allá de lo que simplemente me estaba diciendo. Mi nerviosismo había pasado a ser una especie de coraza y había adoptado una postura profesional. ¡Vaya!, de golpe me sentí algo mayor.
– Tú dirás – dije levantando mis ojos y encontrándome con los suyos.
¿Qué sentí al encontrarme con su mirada? Bueno, ahora no quiero describirlo, sólo diré que pasé el momento lo mejor que pude y como dije antes, con una postura profesional.
– Bien, Gabrielle eres la Directora Ejecutiva de la Fundación creada hace un año. Tengo que felicitarte por tú trabajo y por el equipo que has conseguido. Los resultados son impresionantes. Sé que estás cansada según me contó David, que quieres tener unos meses de reposo…Pero yo voy a pedirte, un esfuerzo profesional. Sí me dices que no, lo entenderé.
Ni una sola pregunta del pasado, ni la más mínima referencia personal. ¡Dios, con qué aplomo dice esta mujer las cosas! sin atisbar el mínimo nerviosismo. Todo muy bien explicado. Como si nada hubiera ocurrido entre ella y yo jamás. Así era y así tenía que aceptarlo. La conversación tomaba un tinte absolutamente profesional, por lo cual mi aplomo también aumentó, veremos que tenía que proponerme.
– Bien, tú sabes que hace algunos años estuvimos trabajando en una excavación en la pequeña isla del Mediterráneo y que por imperativos de mi padre, tuvimos que ocultarlo y dejarlo. En primer lugar agradezco tu fidelidad y discreción –. Dijo, levantándose, dándome la espalda y mirando por el amplio ventanal de su despacho. ¿Desvió la mirada o los pensamientos? La verdad es que si quería comunicarme algo sobre esa excavación tendría que hacer alguna referencia al pasado.
– Lo que quiero es que volvamos a ese lugar. Tengo nuevos datos que me gustaría analizaras y un equipo muy sofisticado para que trabajemos y reabramos la segunda excavación, es decir, la excavación importante. La otra fue totalmente aniquilada por mi padre. Quizás encontremos algo que nos permita establecer una línea de investigación en el tiempo.
“Que volvamos, que volvamos”. Dos palabras que después de unos días siguen golpeando mi cabeza. Dijo que quería que volviésemos. No sabía como tomar las cosas. ¿Lo que hubo entre nosotras realmente no había significado nada? ¿Se estaba refiriendo sólo y exclusivamente a la parte arqueológica?
Estaba a punto de gritarle muchas cosas, pero realmente hablaría mi rencor y odio. Sinceramente la odiaba. Pero mi trabajo era mi trabajo. Yo había aceptado las condiciones hacía mucho tiempo. Ya no era una niña y tenía que demostrarlo, mi rabia y odio deberían quedar aparcados. Por lo menos lo intentaría. Pero..., ¡dios!, ahora que había vuelto su vista hacia el ventanal pude observarla por unos instantes. ¡Mira que estaba buena! Los años parecían haber asentado aquel cuerpo perfecto.
– ¿Esa es tu propuesta? –. Acerté a preguntar.
– Sí. Puede que tengamos casi cuatro meses por delante. Te vuelvo a pedir discreción, aceptes o no aceptes. Sino vienes yo trabajaré sola en el asunto, es demasiado importante lo que se puede descubrir para que alguien se entere. Es demasiado pronto para publicar algo… o quizás no debamos publicarlo. Veremos. ¿Qué dices?
– Dame unos días. Realmente estoy cansada. Sé que “aquello” es muy importante. Por eso, porque es algo muy importante y atrayente, voy a pensarlo –. Logré articular de la mejor forma que pude.
La frialdad de Dax, había puesto por un instante, un nudo en mi garganta. Pero lo superé rápidamente.
– La oferta es muy tentadora. Tenía otros planes. Pero lo voy a pensar. Dame un par de días –. Volví a repetir. – Quiero regresar mañana en la tarde a mi casa, en Ávila. Necesito organizar cosas allí. ¿Te molestaría ir a mi casa y hablamos del asunto? No creo que sea cosa para hablar por teléfono, y la verdad no tengo ganas de volver a Madrid.
– Bien, iré a tú casa. El viernes en la noche estaré allí. ¿Hay algún hotel cercano?
– Sí, al lado.
– Ya que voy allí, me quedaré un par de días. Es un lugar hermoso, hace años paseé por allí y me gustaría caminar un poco por la zona.
– Bien, Dax, sino quieres nada más, el viernes en la noche nos vemos.
– Espera un momento, dime exactamente dónde vives, no creo que sea buena idea pedir tus datos personales a la secretaria –. Dijo con un atisbo de humor.
– Si, tienes razón.
– Toma – me dio un papel. – Apunta aquí.
– Bien, esta es mi dirección. El hotel se llama Mijares, por el puerto. Es pequeño y coqueto. Te gustará. ¿Quieres que reserve?
– Sí, gracias. Por dos días.
– Bueno, Dax, hasta el viernes. Te contestaré entonces –. Le extendí la mano, ella la tomó entre las suyas, suave, muy suavemente.
– Suerte Gabrielle. Y gracias por haberme escuchado.
– La oferta es muy tentadora. Te prometo pensarlo. Pero estoy cansada. Veremos.
– Entenderé si me dices que no.
Unos segundos, el tiempo se quedó eclipsado durante los segundos que tardamos en decirnos esas palabras. La electricidad que recorrió mi cuerpo fue impactante. No lo demostré. Ella tampoco demostró nada, pero no creo que sintiera lo que yo. ¡Maldita sea porque aquella fría mujer me producía aquellas sensaciones! ¡La odiaba! Pero era mi jefa, y me daba la oportunidad de mi vida, quizás uno de los descubrimientos más importantes sino el más de toda la historia de la humanidad. Pero a la vez, me sería muy difícil trabajar con ella. Sin embargo iba a pensar aquella proposición. Me di media vuelta hacia la puerta, Dax se sentó de nuevo en su silla. Desde la puerta noté su mirada apropiándose de todo mi cuerpo. Me estremecí. Seguramente eran sólo percepciones mías. Pero es lo que sentí y me regañé a mí misma por ello.
***
Comí algo ligero en una cafetería, no tenía ganas de comer abundante. Necesitaba ropa de verano y para ello, Madrid era especial, encontrabas todo lo necesario. Dediqué la tarde a comprar ropa y otras cosas necesarias. Cuando cayó la noche, ya tarde, me dirigí hacia Chueca, el lugar gay por excelencia.
Entré en un restaurante pequeño y coqueto. Unos entremeses variados y una lubina al horno. Y cómo no, un rico postre de tiramisu. Solía ir a ese restaurante cuando me quedaba en Madrid y aprovechaba para ver el ambiente gay de la ciudad.
La verdad es que se había convertido en un barrio demasiado señorito, dónde se mueve mucho dinero, lujosas tiendas, restaurantes y cafés pueblan este barrio, desde luego los gays somos un buen negocio. Pero no dejaba de ser particularmente hermoso y agradable.
Eran cerca de las once de la noche cuando terminé de cenar, y como siempre me fui a un café de moda. Un café donde podía observar a chicas guapas, necesitaba algo de distracción, el día había sido demasiado intenso. La camarera se aproximo. Linda chica. No tendría más de treinta años. Ojos de color miel oscuro. Morena, esbelta, no estaba nada mal.
– ¿Qué desea tomar?
– Ummm, en principio un café y luego si puede ser un ron con naranja. Si es posible la naranja natural.
– Bien, puede ser natural, no hay problema. Si necesita algo más, mi nombre es Penélope – dijo la chica, guiñándome un ojo. Me sentí halagada. Quizás, alguna aventura no estaría de más aquella noche. Necesita una copa y compañía femenina. Puede que…
Al ser un miércoles, el local estaba tranquilo, algunas parejas y grupos pequeños no llegaban a llenar más de la mitad del café. Tampoco era excesivamente grande, pequeño y acogedor con una decoración funcional. La barra no estaba lejos de mi mesa. La camarera me trajo el café.
– Luego le sirvo la copa.
– Bien – dije. Le dediqué una sonrisa algo pícara. Ella me la devolvió.
Me sentí observada mientras tomaba el café y leía el periódico gay de la zona. Hacía tiempo que no estaba al día en los últimos cotilleos que estaban de moda. Poco después, Penélope se acercó de nuevo a la mesa trayendo el ron con naranja.
– Naranja recién exprimida señorita…
– Me llamo Gabrielle, Gabrielle a secas –. Le volví a sonreír.
– Perdona Gabrielle, te he visto en un par de ocasiones por aquí. Muy de vez en cuando. Creo que esta es la tercera. ¿No vives en Madrid?¿Verdad?
– No, no vivo en Madrid, suelo venir a esta café cuando estoy en la capital por cuestiones de negocios.
– Perdona la intromisión.
– No hay nada que perdonar – contesté con la mejor de mis sonrisas.
– Mira, cerramos en una hora, sobre las doce, hoy no hay mucho negocio. ¿Aceptarías una copa conmigo? Sé de un lugar de chicas, bastante agradable donde poder hablar y escuchar música. Hoy hay una actuación de jazz, es un nuevo grupo compuesto solo por chicas. ¿Te apetecería?
La miré, tenía unos ojos muy bonitos. Era hermosa, parecía muy agradable. Esa noche no iba a decir que no. Necesitaba olvidarme de otra mujer.
– Bien, fue un día largo y duro de trabajo, merezco un premio. No estaré hasta muy tarde pero acepto tu invitación.
– Bien, tómate la copa. Vamos a ir cerrando. Veré si puedo ser lo más rápida posible y salir un poco antes.
– De acuerdo, de aquí no me muevo – le dije.
La noche prometía. Por lo menos algo de conversación, una copa, y una linda chica. «¿A quién quieres engañar, Gabrielle? ¿A ti misma?» Pensé, pero no quería encerrarme en mí misma aquella noche. Para nada. Quería algo de diversión. Ya llegaría el momento de pensar en “la otra cosa”.
Penélope consiguió salir antes. Recogí mis cosas y desde allí, caminando, nos dirigimos al local que había dicho.
– Efectivamente no vivo en Madrid, vivo en un pueblo de Ávila -cuando mi trabajo me lo permite- más bien paso largas temporadas allí, pero es mi casa. ¿Tú sí vives aquí?
– Efectivamente, vivo aquí, en Chueca por mi trabajo. Llevo en Madrid más o menos un año. El café es de mi hermano. Yo perdí mi trabajo en Cuenca, soy joyera de profesión. Mi intención es poner negocio propio. Pero necesito algo de dinero. Por ello mi hermano me está ayudando a cambio de ayudarlo a él. Por la noche trabajo en el café más los fines de semana y por la mañana me estoy moviendo para intentar montar el negocio, aunque necesito algo de suerte, no es fácil poner una su propio negocio.
– Interesante, joyera. Bien. Yo soy arqueóloga, algo tengo que ver con las joyas.
– Más bien con los tesoros que soléis sacar a la luz, cosas enterradas durante milenios... o cientos de años. Interesante, arqueóloga. Bien.
Nos reímos. Entramos en el lugar acordado. Ambiente suave con una música que invitaba a la conversación.
– A la una actúan, tenemos un rato de buena conversación. ¿No te parece?
Una chica muy agradable, muy agradable. Pensé. Por un rato me estaba olvidando de otros asuntos. Y eso era muy bueno. La actuación del grupo de chicas de jazz era bueno. El jazz es uno de los estilos musicales que más me gustan. Tomamos un par de copas más. Penélope era una persona encantadora, me gustaba.
– Mi piso está aquí, muy cerca. ¿Vienes? Te haré un café para que se vayan los efluvios del alcohol.
– No hemos tomado tanto. Pero no, Penélope, voy hacia el hotel, mañana tengo cosas que hacer, aunque no me tengo que levantar temprano. Ha sido un placer el conocerte.
– Espera, Gabrielle, me gustas. Pensaba que te gustaba algo.
– Y me gustas, pero no puedo, sería engañarte. Me caes muy bien, pero lo máximo que puedo ofrecerte es mi amistad, lo demás sería una farsa.
– ¿Hay otra persona?
– No, no hay otra persona, la hubo y todavía llena mi corazón. Al decir estas palabras unas lágrimas rebeldes cayeron por mi cara. Penélope me abrazó.
– Vale, vale, estoy aquí, no voy a insistir, me tendrás por amiga y muy buena amiga. Soy casi una desconocida, si te sirvo, puedes confiarme tu secreto de amor.
Secreto de amor, exactamente era eso un secreto de amor. ¿Cómo podía ser que siguiera enamorada de un fantasma? ¿Por qué? Un fantasma con el que debía volver no a convivir pero si a trabajar. Volvía a estar perdida como en los primeros meses de aquella ruptura tan terrible. Volvía a sentirme la niña desamparada de entonces. Pero ahora, cuando pensaba que había superado una y mil cosas todo volvía a empezar. Me vine abajo, quizás no me había desahogado nunca con nadie. Siempre había dicho las verdades a medias, poniendo un límite entre mis verdaderos sentimientos y lo que me obligaba a sentir. Me rendí, mi alma necesita desahogarse, con alguien que entendiese esos sentimientos. Paulova me entendía, pero no llegaba a comprender esos sentimientos de amor, de una mujer para con otra mujer. Penélope era distinta. No la conocía, pero a veces ocurre, que hay química entre las personas. Y algo me decía que podía confiar en aquella hermosa mujer.
Le conté todo, todo lo que podía. Obvié los detalles de la excavación, pero no lo demás. Le relaté la entrevista de la mañana y no la engañé como yo misma me había estado engañando, durante una semana había querido mentirme a mí misma de que odiaba a Dax, y realmente la odiaba pero tanto como la amaba. Seguía loca por aquella mujer.
Penélope me abrazó, me llevó al hotel y aquella noche dormí en unos brazos amigos, solo necesitaba eso, abrazos de una amiga, nada más. Penélope me los proporcionó. Era el inicio de una hermosa amistad. Dormimos hasta tarde. Penélope se había despertado un poco antes que yo y había pedido un suntuoso desayuno que sirvió en la terraza de la habitación. Rondaban las once de la mañana. Pero eran más de las cuatro cuando nos quedamos dormidas.
– Hey, ¡dormilona! Mira que bien huele a café, tostadas, zumo, cereales, mermelada. ¿O bien prefieres unas tostadas con aceite y azúcar?
– Buenos días, Penélope –. Hermoso nombre, como la canción de Serrat. Una de mis preferidas. – Si me esperas un minuto me lavo la cara, Voy al baño y estoy enseguida.
– Claro, Karla.
Nos sentamos cómodamente en la terraza, el café humeante todavía invitaba a desayunar y comenzar a disfrutar el día de forma alegre. Los rayos del sol ya se hacían muy evidentes en la mañana de junio en Madrid, dentro de un par de horas el calor se haría insoportable. Había quedado a las dos para comer con Paulova, sería una comida no muy larga, quería emprender el viaje hacia casa no más tarde de las seis para llegar conforme anocheciera. Al tener el aire acondicionado no era indispensable salir cuando cayese el sol.
– Hermosa mañana, más hermosa si estoy en buena compañía. Gracias Penélope por todo. Por ser el hombro protector de una que tiene mal de amores – dije no sin cierto humor.
– Ha sido un placer si te he servido de algo. Sé rendirme ante la evidencia del amor. Y tú sigues enamorada de la misma mujer. No sé, me has comentado que tu colega Paulova te dijo que Dax hizo lo que hizo por alguna causa. A pesar de que no llego a comprender del todo la situación, opino lo mismo que ella. Y lo opino conforme lo que tú me has contado. Perdona que haya vuelto a hablar del tema, pero tenía que decírtelo. No sé hasta que punto esa mujer no te ama o no te amó, según tú. Que sólo fuiste algo pasajero para ella, como un entretenimiento, lo dudo –. Comentó de una tirada Penélope.
– Siempre quise tener esa esperanza, es lo que más me repitió aquella última noche: “confía en mí, por favor Gabrielle, confía en mí, pase lo que pase”. Pero ha pasado demasiado tiempo. Casi lo olvidé todo. Lo arrinconé. Y todo vuelve a empezar. Tengo que tomar una decisión. Pero no quiero volver a sufrir. Una decisión que tengo que decidir muy rápidamente. Dax irá a casa, hablaremos de trabajo.
– Debe ser así, hablaréis de trabajo. Pero tu ya has tomado una decisión. Esa excavación parece muy importante. Y forma parte ti, es tu trabajo. La descubristeis juntas. Es algo que quedó pendiente. Vas a decir que sí. Y tú reto será saber la verdad de todo. No descansará tu corazón y tú mente hasta que no sepas la verdad de todo. Recuerda que la verdad nos hace libres. Sea cual sea esa verdad.
– Sabias palabras las tuyas. Tienes razón, prácticamente ya tengo tomada una decisión.
– Trata de relacionarte con ella sin rencor. El pasado ya fue, ahora trata de trabajar con ella lo mejor posible. Y si te das cuenta que no la amas, ni te ama, entonces encontrarás la paz. Si ella te dice la verdad de lo que pasó, te vendrá la paz. Si descubres que hay un motivo por el que desapareció sin ninguna explicación, y te lo cuenta estarás en paz. Si tu la sigues amando y ella no te ama, lo sabrás también y dejarás de sufrir. Cuando un alma ama y no es correspondida pero no lo sabe, al saberlo pone las primeras piedras salvadoras para quitarse de encima ese amor y comenzar a ser libre para poder de nuevo abrir el corazón. Y si te ama y la sigues amando, volveréis a estar juntas. Y eso te hará feliz.
Penélope me había dejado sin palabras, sin pensamientos, eso era bueno. Es como si hubiera hecho un resumen de lo que podría ocurrir o no ocurrir. Por mucho tiempo no había oído unas palabras que me hicieran sentir bien, y es como me sentía esa mañana, bien. Casi en paz.
– Gracias, amiga. ¿Me das tu número de teléfono? No quiero perderte de vista. Como amiga eres un pozo de sabiduría. El día que alguien te enamore, harás a esa persona la más feliz del mundo. Vamos, hay mucho que hacer, quiero que comas con una vieja amiga mía, se me ha ocurrido una idea.
– Oye, mira mi ropa huele a tabaco y algo de alcohol. Necesito pasar por mi casa, ducharme y cambiarme.
– Nada de eso, creo que tengo algo que te vendrá bien: un suéter, unos pantalones, un sujetador y unas bragas. Ayer estuve de compras, la ropa interior está sin estrenar, así que te puede servir. Y aquí te puedes tomar todo un baño, un hermoso baño de espumas y burbujas.
– Acepto.
Una hora después estábamos camino del lugar dónde habíamos quedado con Paulova, decidimos ir caminando, no quedaba a más de 35 minutos del hotel. Luego pasaría por mi coche y por la maleta, al fin y al cabo la habitación estaba pagada por otro día entero.
– Paulova, te presento a Penélope. Penélope esta es mi vieja amiga Paulova, la segunda de a bordo de mi trabajo.
– Ah, una vieja amiga, eh… ¿Quieres decir algo, bonita, con ello?– dijo Paulova. Las tres reímos. –Encantada de conocerte. Bueno, sentémonos a la mesa, que tuve trabajo en la oficina y apenas pude desayunar, me da la impresión jovencitas que no tenéis mucho hambre, seguro que la noche se hizo larga y la mañana corta, ¿me equivoco?
– No, no te equivocas. Hemos desayunado tarde, pero no mucho, le hemos estado dando a la húmeda (a la lengua). Y no me mires así. Entre esta guapa muchacha y yo no hay nada, pero me ayudó mucho anoche. Le conté todo. Y…
– Claro, entonces yo no te sirvo ya de nada y me dejarás con las ganas de saber que pasó en tu entrevista –. Dijo, Paulova haciéndose la enfadada.
– Nada de eso, lo sabrás todo. Y además, te voy a pedir algo más.
A grandes rasgos le conté lo acontecido. Y como conocí a Penélope. Las dos mujeres se miraron como si se conocieran de toda la vida. Un halo de entendimiento se estableció entre las dos.
– Bien, y ¿qué era lo que me ibas a pedir?
– Que quedes con Penélope y hables en profundidad con ella. Ella es joyera y quiere abrir un negocio. Tu eres una entendida en joyas antiguas y modernas. Te encantan. Y eres la mejor montadora de negocios que existe. Así que te pido, que la escuches.
– Espera, espera, Gabrielle, yo no te he pedido nada –. Se sonrojó Penélope.
– Nada tienes que pedirme. Te aseguro que si tu negocio es viable, Paulova te aconsejará bien y si no lo es, te orientará en otra cosa. Si lo ve factible te ayudará a montarlo, no es la primera vez que lo hace. Creo que vais a hacer un buen tandem, al fin y al cabo vuestro nombres comienzan por P. ¿Acaso no es un buen comienzo?
Volvimos a reír.
– Parece que Gabrielle ha recobrado parte de su mejor humor. Es un buen síntoma, sí, creo, definitivamente que puedes ser muy buena influencia para mi amiga y si eso es así, veré que puedo hacer para orientarte en tu negocio –. Dijo, Paulova, mirando fijamente a Penélope con su obvia simpatía.
Pasé por el hotel, recogí la maleta y el coche, puse el aire acondicionado y me despedí de Penélope. Quedamos en vernos antes de mi partida hacia la isla -si definitivamente decía ir-. Es más le dejé entrever que la invitaría a pasar allí algunas semanas. Le vendría bien y a mí, quizás, también. La idea de conocerla más profundamente me apetecía.
Sin más, encaminé mis pasos hacia casa, mi cachorra me esperaba, mi casa también, y Andrea, la mujer que cuidaba la casa cuando yo no estaba y que se había encargado de la perra esos días me tenía que poner al día de cosas cotidianas. Y, quizás, preparar las cosas para mi viaje, quizás…
Llegué a casa. Anochecía. Andrea me estaba esperando, la loca de Malen se lanzó materialmente sobre mí. Apenas tenía dos meses y medio pero ya se veía que sería grande. Ahora me mordía, me lamía. ¡Jodida perra!
– ¿Cómo fue todo, Gabrielle? Por fin, ¿te tomas esos meses de descanso?
– Ufff, Andrea, vengo con una propuesta bajo el brazo, mañana en la noche llega aquí a Mijares, Dax, la Presidente de la Compañía.
– ¿En serio? ¿Vendrá hasta este pueblucho?
– Este pueblucho es que he elegido para vivir. Y es muy hermoso. ¿O piensas que no tengo buen gusto?
– Jajaja, no, no es eso. Pero es alguien muy importante y se digna venir hasta aquí.
– ¿Y tú que piensas que soy yo? Soy, la Directora Ejecutiva de la Fundación de esa enorme Empresa. ¿Llegas a notar lo importante que soy? – dije pavoneándome.
– ¡Claro que sé de tu importancia! Pero como eres tan poco sofisticada, pues no nos damos cuenta en el pueblo que eres una niña de bien.
– Seguro que tu jefa es una señoritonga de esas de la capital.
– Pues te aseguro que no. Mañana la verás. Por cierto, necesito que antes de irte a tu casa te pases por el hotel y le reserves la mejor habitación disponible para dos noches. ¿Puedes?
– Claro, no faltaba más. Le diré a la señora Paca que ponga sábanas nuevas. Menos mal que hay conexión a Internet. Imagino que la señora Dax, ¿no se llama así? necesitará de toda la tecnología disponible del pueblo.
– Deja ya de dar la fastidiar, Andrea. No es tan remilgada como parece en un principio. Y para la tecnología está mi casa, sabes que trabajo mucho desde aquí, y recuerda que lo paga ella.
– Vale, vale, será bien atendida. Por cierto, si vais a trabajar el fin de semana, quieres que prepare alguna comida para las dos o…
– Te voy a pedir que mañana en la mañana traigas una lista de cosas. Haz por mí la compra, por favor.
– Bien, mira mija. Quiero decirte algo. ¿Qué ocurre en tú mirada cuando hablas de tu jefa? Te entristeces. Pocas veces te he oído hablar, pero a mi no me engañas. Es mal de amores.
– Es algo que pasó hace muchos años, Andrea, eso ya pasó. Ahora solo es mi jefa. Me sinceré.
– Veremos – dijo entredientes Andrea.
– ¿Qué dices?
– Nada, nada, que mañana te traeré la compra. Y algo por si haces de comer para tu jefa. Imagino que por lo menos le enseñarás la casa, que es linda y está muy limpia.
– Sé que está limpia. Por cierto, y la perra muy bien cuidada. Sino fuera por ti... – le dije mientras le daba un abrazo y un beso en la frente.
– Anda, anda, cena, que me vas a hacer soltar algunas lágrimas.
La buena mujer se fue acariciando a Malen. Yo me quedé un poco paralizada, con la mente vacía… como si el tiempo se hubiera detenido. Fue la loca de mi perra la que me sacó de la situación, me mordía las sandalias y no lo iba a consentir, me gustaban mucho y habían valido lo suyo.
– ¡Vale, vale! ¡ya está bien! Ven que te doy la cena.
Poco después de cenar, la perra, cansada, se fue a su casita. Parece que se había acostumbrado bien al lugar y comenzaba a saber que dentro de la casa iba a estar muy poco. Ella tendría su espacio, yo el mío. ¿Mi espacio? A partir de ahora, ¿cuál espacio decidiría como “mi espacio”? ¿Aquella casa? ¿La isla y el yacimiento? Y sí decidía ir allí, ¿dónde me alojaría? Lo que tenía claro es que cerca de Dax no quería estar. Quería poner distancia entre la actividad profesional y la personal.
Volví a quedarme sin pensamientos. Tenía hambre, iba a prepararme algo y cenar en el porche. La luz intrigante de las estrellas me acompañaría y puede que me ayudaran a decidir que hacer. Parecía como si todo el mundo supiera que yo había decidido ya. Así era, pero una parte de mí no quería..., no quería volver a sufrir. Por otra, el posible descubrimiento de algo que podría ser muy importante llamaba poderosamente mi atención, y no iba a decir que no a ello.
Mañana sería otro día. Ahora necesitaba cenar, una ducha, y dormir.
Los acontecimientos, una vez más se habían disparado en mí vida. Yo que era una mujer de rutinas y costumbres, a veces era sacudida por un terremoto, y en dos ocasiones la causante solo tenía un nombre, Dax.
***
Viernes, ocho de la mañana. Malen ladra, me despierta, la dejo pasar para darle los buenos días. Me persigue al baño.
– Ya te doy tu comida, ya va. Un momento Malen, un momento.
Le doy la comida y se calma. Luce un espléndido día de sol, aún no calienta, pero el cielo está despejado, azul limpio, brillante. Me hago un suculento desayuno, después tengo que poner orden en mi despacho. Tengo que grabar cosas, anular otras, reordenar otras, ponerme en contacto con Paulova y…, buscar antiguos apuntes y notas tomadas del yacimiento de la pequeña isla. ¡Sí! estoy decidida, ya he decidido, mejor dicho lo decidí desde el momento que me lo propuso. Voy a ir, voy a volver al lugar de mi felicidad y de mi infierno. La isla no tiene la culpa, ni su gente, ni el yacimiento. Es un buen día, a la noche llegará la mujer oscura, para mí es la mujer oscura, una vez fue mi luz, ahora quería que no volviese a intervenir en mi vida, ni que afectara a mis sentimientos ni a mi persona. Pero eso dependía mucho de mí.
La mañana pasó rápido, Andrea vino a última hora con la compra. También me trajo la comida. Había preparado gazpacho fresquito y sé que lo hacía muy rico, me encantaba como cocinaba esa mujer. Colocó la compra en el frigorífico y en la alacena.
– ¿Vienes conmigo a tomar una cervecita antes de comer? Mi marido tiene ganas de verte. Te invita en casa a un aperitivo y una cerveza. ¿Te apetece? –. Voceó Andrea desde la cocina.
– ¡No estoy sorda! Sí me apetece, quiero unas cervecitas, luego me echaré una siesta para que desaparezca los efluvios de la cerveza y seguiré trabajando.
– Hasta que llegue tu jefa, ¿me equivoco? –. Gritó de nuevo, Andrea.
– Andrea, no estoy sorda, no hace falta que grites. Sí, hasta que llegue mi jefa, más o menos. Por cierto, ¿reservaste la habitación?
– Claro, mujer, imagina que tienes que darle cobijo a tu jefa en tu casa por no tener la habitación en el hotel preparada, creo que me matarías. ¿Me equivoco?
– Vuelves a no equivocarte, pero basta de charla, es casi la una y me apetece charlar con tu maridito a ver que se cuenta. Esa cerveza me viene muy bien. ¡Vamos!
– ¡Vamos!
Nos encaminamos a su casa, apenas distante 500 metros de la mía. Andrea vivía más cerca del pueblo que yo. Mi casa estaba más metida hacia dentro de la montaña, no lejos del camino, pero suficientemente lejos para que la intimidad fuera buena, muy buena.
Comí a las tres, el aperitivo se había prolongado por más de dos horas. El marido de Andrea regentaba uno de los pocos bares del pueblo, su casa estaba encima del bar. Era un hombre que hacía unos apetitivos riquísimos. Fue el primer bar del pueblo que visité antes de instalarme en él. Ellos me aconsejaron sobre el terreno y el material para hacer la casa. Fui bien aconsejada, y así nació una amistad bonita. Era muy agradable compartir con ellos comidas y cartas. En algunos inviernos que había pasado en el pueblo, los fines de semana lo dedicábamos a jugar algunas partidas de billar y otros a las cartas. Eran buenos momentos. Paco y Andrea habían emigrado a Alemania y estuvieron allí unos años, luego volvieron a España y montaron este bar. Los domingos se llenaba a más no poder y en el verano, con sus largas noches, jóvenes y viejos se reunían en este lugar, hasta Paco se atrevía a poner algo de música y en el patio, los jóvenes danzaban. Eso sí, religiosamente, a las dos de la mañana todo terminaba. Era gente abierta que en sus primeros años lo habían pasado mal fuera de España, trabajando muy duro, su juventud la habían dedicado a trabajar. No habían tenido hijos, pero tenían una sensibilidad especial con los jóvenes, trataban de entenderlos y los jóvenes solían hacerles caso. Sabían de mis gustos y de mis amoríos. Nunca les oculté nada y ellos me entendieron siempre, eran buena gente, trabajadora pero con la sabiduría que da la vida y la lectura de libros. Paco era un gran lector. Siempre que podía en mis viajes a Madrid, además de los libros que me encargaba, trataba de traerle algunos que me parecían interesantes. Le gustaba la historia y empezó a conocer y a amar la arqueología con aquellas largas conversaciones que teníamos. Yo le enseñaba, el me enseñaba. Andrea escuchaba. Estaba a gusto con ellos.
Me eché la siesta, pensaba que a las cinco podría estar ya despierta y despejada, pero mi siesta se prolongó hasta las seis de la tarde. Me desperté algo agitada. Fui directamente a la ducha, ni el aire acondicionado era capaz de hacer que no sudara. El calor de la tarde era agobiante.
Preparé un largo café con hielo y me puse a revisar anotaciones, pensamientos, ideas referentes al yacimiento de la isla griega. Miré mis CD’s, retomé disertaciones y escritos casi olvidados en el tiempo, traté de ponerme al día con el material que había logrado recolectar. Volví a releer el comienzo de la mitología griega, puse especial atención a la historia de las Amazonas. Pensé que antes de volver a la isla, debería pasar por Madrid, meterme de nuevo en el sótano de la Fundación y echar un vistazo a algunos escritos griegos muy antiguos. En mi mente se formaron rápidamente nuevas conjeturas. Sin darme cuenta estaba dando forma a las primeras actuaciones en mi nuevo reto de trabajo. Dando pinceladas a un organigrama que debería estar muy bien trazado, para descubrir la verdad, para dar vida a algo que sucedió hace unos 20000 años.
Se aproximaban las nueve. Me vestí. Mi teléfono móvil sonó, sabía que era ella.
– Gabrielle, ¿eres tú?
– Si, te recuerdo que es mi móvil.
– Si, si claro, mira estoy llegando al hotel, me daré una ducha, me cambio de ropa y paso por tu casa. Me retrasé algo. Lo siento. ¿Es muy tarde? Si quieres lo dejamos para mañana en la mañana.
– No, no es tarde, no te preocupes, me eché una larga siesta. Además, necesito que traigas los documentos que conseguiste.
– Bien, entonces, los llevaré. No tardaré más de una hora.
– De acuerdo.
De alguna forma le daba a entender que había aceptado su propuesta de volver a la isla e investigar junto a ella. No me importaba, lo que sí quería era que esa noche el tema tratado fuera estrictamente profesional. Nuevamente la arqueología volvía a apasionarme. De hecho era mi pasión. Por algunos instantes, el nombre de Dax sólo sonó en mi mente como la Presidenta y Experta en Antigüedades, además de Geografía, Historia y Culturas Antiguas.
Bien, en pocos momentos la tendría allí. Prepararía una cena fría, el gazpacho creo recordar que le gustaba. Algunos ricos embutidos y una ensalada con verduras de la estación. Espero que fuera una buena idea. Una cena improvisada sin más.
– Buenas noches, Gabrielle.
– Buenas noches, Dax. Bienvenida. Pasa.
– Gracias.
– Guau, guau.
– ¿Pero bueno? ¿Quién es esta cosita?
– Se llama Malen.
– Ohh, es preciosa. Dijo Dax, mientras tomaba en sus brazos a la perrita, que le hacia fiesta descaradamente.
Después de unos momentos de caricias por parte de Dax, la perrita volvió a su caseta. Estaba medio dormida. Pero era curiosa y tenía que saber quien llegaba a casa. Llegó Dax. Qué extraños son los animales, era como si la conociese de toda la vida, o eso me pareció a mí.
– Tienes una linda casa, Gabrielle.
– Sí, estoy orgullosa de ella. Bueno tengo una cena fría que acabo de hacer. ¿Te apetece?
– La verdad es que sí, no cené nada y almorcé muy temprano. Estoy hambrienta, sino es mucha molestia…
– Para nada. Tengo gazpacho fresquito y algunos embutidos, el pan es rico, de pueblo. Además preparé una buena ensalada variada. Andrea, la mujer que cuida mi casa cuando no estoy, hace unos postres riquísimos, aprendió a hacer tiramisú en mi honor. Siempre tiene cuando estoy por estos lugares.
– ¿Tiramisú? Muy rico, me gusta. De nuevo gracias por tu hospitalidad.
Trataba de tener una conversación de lo más intrascendente, sobre cosas normales antes de pasar al tema por el cual Dax estaba en mi casa. Dax en mi casa... en mi mente se había producido cierto choque. Estaba un poco alterada, aunque menos de lo que pensaba. La rabia y el odio hacia Dax, parecía que habían disminuido. Tenía que aceptar la realidad de que había vuelto a relacionarme con ella quisiera o no.
Cenamos. Pronto la conversación derivó hacia la excavación de la pequeña isla. Cuando Dax bajaba la vista o la desviaba mis ojos la miraban. Volvían a traicionarme mis sentimientos. «¡Dios que mujer!» seguía pensando lo mismo a pesar de los años transcurridos.
– Bien, Gabrielle, te he traído la documentación que te dije. Es muy interesante. La encontré casi por casualidad. El año pasado, recién muerto mi padre, tuve que ir a organizar un nuevo yacimiento descubierto en el antiguo Peloponeso Griego. Mi padre había dado orden de arrasar con todo lo interesante. Logré detener que las rapiñas mandadas por el hurtaran todo. Hice un inventario de todo lo que había, y cuando estaba ya todo listo alguien me dijo que había una caja que se había desestimado como valiosa. Como no podía fiarme de la sapiencia de los hombres del viejo, estudié con detenimiento esa caja, fundamentalmente llena de escritos. Eran documentos que contaban viejas canciones de guerras, de héroes, de antiquísimas leyendas, de dioses, algunos con nombres que no se asemejaban mucho a los clásicos griegos. Estuve más de una semana entusiasmada por lo que estaba leyendo. Aquí tienes las copias de los documentos. Los originales ya están en la pequeña isla. Mandé que los trataran para asegurar su conservación. No hay desperdicio alguno. Te pediría que los leyeses antes de tomar tu decisión final de ir o no ir.
– Ya tomé una decisión, Dax. Voy a ir. El yacimiento es demasiado valioso y no quiero quedarme con las ganas de excavarlo con mis propias manos. Es una propuesta demasiado interesante para dejarla ir.
– Si, efectivamente, pensaba que la proposición que te hice era muy difícil de rechazar. Sé que amas tu trabajo y eres la mejor en ello. Posiblemente tendremos que pedir a Paulova, que se incorpore más adelante. Pero bastante más adelante. Tenemos que estar seguras que lo que pensamos hace años es posible y que no es una simple ilusión. Aunque con estos documentos, te darás cuenta que todo toma forma.
– Bien, el tiempo pasa rápido, casi es la una de la madrugada y estoy un poco cansada, tú tienes cara de cansada también. Espero no haberte molestado mucho. Gracias por tu decisión. Tu nivel profesional y tu trabajo son casi indispensables para llevar a buen puerto tanto la Fundación como las investigaciones en el yacimiento de la isla. Gracias Gabrielle.
– Si, mañana será otro día. Te espero a media tarde si quieres, ya habré leído lo que me dejas y podré tener formada una opinión. Te recomiendo que hagas una pequeña caminata al siguiente pueblo que hay desde aquí, es Gavilanes, son tres kilómetros de ida y tres de vuelta. Allí se come muy bien.
– Veré, quizás lo haga. Conozco la zona, hace años hice senderismo por aquí, era muy joven pero tan lindo lugar no se olvida.
– ¡Claro! Ya me dijiste que conocías la zona. Bien, entonces, cualquier cosa por aquí estoy, te espero sobre las seis de la tarde. ¿Te parece?
– Bien. Buenas noches Gabrielle, que descanses.
– Buenas noches, Dax, que descanses tú también.
– Hasta mañana.
– Hasta mañana.
La observé mientras se alejaba de la casa, el hotel apenas estaba a 200 metros. Caminaba despacio, como disfrutando de la noche despejada. La cabeza cabizbaja. Debía estar muy cansada. Estaba sorprendida de mí misma. Parecía como si mi rabia y mi odio se hubieran disipado. La actitud de Dax, nada beligerante, me había ayudado a hablar con total normalidad. Y ese era el camino que debía seguir cuando llegáramos a la isla. Me sentí mejor de lo que había imaginado. Tranquila y sosegada. Quizás, como decían Paulova y Penélope “el pasado, pasado está”.
Dediqué la mañana a leer detenidamente los documentos que había traído Dax. Conforme leía -en un antiquísimo griego, algo diferente al clásico, pero entendible- mi entusiasmo iba en aumento. Dax tenía razón, había material para hacer conjeturas que muy bien podrían ser verdad. Se hablaba de guerreros y guerreras, que se ejercitaban como un juego, como si la guerra hubiese sido cosa del pasado y ahora practicaban para que sus cuerpos estuviesen sanos y fuertes. Todo estaba escrito en un tiempo verbal pasado, aunque no estaba claro del todo, podría ser incluso que... ¡dios!... es como si estuviesen haciendo referencia a una altísima organización social muy tecnológica. Pero eran palabras que no llegaba a comprender del todo. Quizás ahí el interés de Dax por retomar las investigaciones y la excavación del yacimiento.
Quizás Dax no había dado señales de existencia en muchos años, pero cada vez que lo hacía desarmaba mi interior y a la vez daba a mi mente un entusiasmo por mi trabajo extraordinario. Dax me afectaba en lo bueno y en lo malo, parecía que así tenía que ser, veríamos que deparaba el futuro.
Por un momento me asomé al porche de la casa para acariciar a Malen y entonces la vi pasar... era Dax, corría rápido, sudaba. Con unos short cortos, muy cortos, una camiseta de tirantes pequeña que dejaban al descubierto su torso bien formado con unos abdominales envidiables, con sus largas piernas morenas, daba la impresión de que una diosa descrita por los antiguos documentos había hecho su aparición. Era mas o menos la una de la tarde, el sol ya picaba, y ella había elegido ese momento para correr. Imagino que iba al siguiente pueblo y volvería. Nunca le había asustado el sol ni su fuerza, siempre había corrido y hecho ejercicio cuando había querido. Una gorra y unas gafas oscuras completaban su atuendo. Desvié mis ojos hacia Malen, aunque antes de que desapareciera en la curva del camino volví a mirar. Creo que nunca podría olvidar lo que sentía por aquella mujer. Si ese era mi destino tendría que aceptarlo y vivir con ello. Esa mujer y mi trabajo estaban demasiado unidos como para optar por dejar uno u otro, si dejaba uno lo otro desaparecería de mi vida y también al contrario.
Tenia leído la mayor parte de los documentos, los había organizado según entendía que debía ser. Era hora de comer, me apetecía una cerveza fresca antes, luego me echaría la siesta, era algo que en verano para mí era bastante vital sino llegaba muy cansada a la noche y si me acostaba temprano con el calor no dormía. De esta forma prolongaba lo máximo la noche y cuando caía en la cama dormía casi de un tirón. Antes de que llegara Dax deseaba comparar algunos documentos con otros que yo tenía y con las anotaciones sacadas del segundo yacimiento, eran unas notas improvisadas, tomadas sobre el terreno y vueltas a enterrar en mis archivos casi inmediatamente, vagamente recordaba algunos detalles. Bien, eso lo haría después de la siesta, con un par de horas sería suficiente. No tenía las cosas muy claras todavía pero mi mente ya trabajaba en ello, y un pequeño esbozo empezaba a perfilarse en mi cabeza.
Se aproximaban las cuatro de la tarde, Dax estaba por llegar, me duché rápidamente y me vestí lo más cómoda posible. Al poco tiempo escuché ladrar a Malen, alguien venía. Era ella, la perra la reconoció y se echó literalmente en sus brazos.
– Jajajajaja, deja de lamerme la mano, Malen, ya te estoy acariciando, jajaja.
Observé como reía, tranquila, relajada. No había nada de agresividad en aquella mujer, ni la más mínima chispa de crispación. Era como si su alma y su mente estuvieran absolutamente libres de cualquier culpa, quizás era así y yo no llegaba a comprender, todavía, absolutamente nada. Se había cambiado de ropa, no llevaba el atuendo de correr, ni mucho menos, pero el pantalón corto era casi, todavía mas corto, la blusa de tirantes solo le cubría el pecho, el pelo recogido en una única coleta. Se quitó las gafas oscuras al levantarse teniendo en brazos a Malen y posó sus ojos en los míos. Nuestras miradas se encontraron, limpiamente, por primera vez en los últimos tiempos. Quedé prendada por un momento de aquella intensidad azul, de aquellos ojos mas limpios que el cielo o el mar. Absolutamente embobada. Así quedé. Solo el saludo de Dax hizo que volviese a la realidad.
– Buenas tardes, Gabrielle.
– Buenas tardes Dax – logré articular, con apenas un hilo de voz.
– Esta perra es todo un personaje. Es muy linda.
– Un poco pesada, – respondí – claro que es una cachorra. Pero parece que os lleváis bien, no creas que le hace fiesta a todas las personas que aparecen por aquí. Y eso que a algunas las conoce desde que vino, pero no hace buenas migas con todos. ¿Quieres una cerveza o un refresco? – apunté.
– Bien, una cerveza fresca estará bien, gracias Gabrielle.
– No me des tantas veces las gracias porque se van a desgastar –. Sonreí.
Ella también sonrió. Parecía que cierto estado de relajación se había establecido entre nosotras. No era mala idea el establecer una especie de pacto cara al trabajo, si era así, podríamos llevar a cabo lo planeado bastante aceptablemente.
– Espera, voy por lo que he escrito, trataré de decírtelo sobre las fotocopias que me trajiste. Bien, tus observaciones concuerdan con mis conclusiones. Hay palabras -en un griego muy arcaico- que no les encuentro ningún significado, también se hace referencia a algún tipo de mitología cuyos dioses tienen nombres que no son comparables con los nombres clásicos. Retomé los apuntes que recogí en la segunda excavación, apuntes de hace ocho años, junto con algunas fotos de dibujos y símbolos que encontré en las piedras. Esos dibujos tienen cierto parecido con los de estos documentos. Haciendo algunas comparaciones he podido elaborar una conjetura, algo demasiado sorprendente para ser verdad, pero que puede ser posible –. Hice un silencio, Dax me miraba, callaba, esperaba que continuara. – Bueno, en definitiva parecen hacer referencia a una civilización muy compleja, con una alta organización social y lo más sorprendente, con una altísima tecnología, absolutamente desconocida por nosotros. Esos escritos hacen referencia, sin dudas a las Amazonas, pero unas Amazonas muy sofisticadas, como si fueran las descendientes de una civilización perdida en el tiempo. Estas Amazonas -las tecnológicamente sofisticadas- ejercitaban sus cuerpos con ejercicio físico, como juego, recordando a las antiguas guerreras ancestrales. Hice una pausa, mis palabras rezumaban una pasión casi desbordada.
– ¿Qué quieres decir exactamente, Gabrielle? Espera... déjame entender lo que me quieres decir.
– Dax, solo son conjeturas, es un primer vistazo a lo que tenemos y a lo que conseguimos, no es nada definitivo, quizás me esté inventado una historia.
– No importa, según tu conjetura, ocurre lo siguiente: existió una organización social ancestral, solo de mujeres, que se pierde en el tiempo, esa organización dio lugar a la sociedad Amazona avanzada social y tecnológicamente de hace unos 20000 años. Esa sociedad desapareció, no sabemos porqué y quedaron las Amazonas que hoy nombran algunos autores clásicos griegos en sus escritos. Estas Amazonas serían mujeres guerreras.
– Así es, es la línea en el tiempo que he tratado de establecer.
– ¿Sabes lo que estás diciendo, Gabrielle? Toda la historia humana puede resquebrajarse hasta un límite imposible de predecir. Esto puede echar abajo toda la historia conocida, la que hoy en día es oficial.
– Pues, así puede ser, y lo más impactante de todo esto, es que la sociedad desarrollada social y tecnológicamente convivía pacíficamente con otras sociedades de gran diversidad social y cultural. Es como si estuviéramos hablando realmente del Paraíso. Pero hasta ahí llego, no me atrevo con más, mi imaginación ya se ha disparado, tengo que parar o puede que esto nos sobrepase–, concluí.
– Bien, ¿toda esa conjetura, la tienes escrita o has hecho algún esbozo? – preguntó Dax.
– Sí, un pequeño esbozo, pero mañana en la mañana lo continuaré.
– Bien, por hoy basta, Gabrielle, no te agotes antes de tiempo. Aunque el tema es tan impresionante que podríamos ponernos a trabajar hasta caer exhaustas. Tengo una proposición que hacerte – dijo Dax, poniendo sus ojos en los míos. – Mira pronto va a anochecer, son casi las ocho de la tarde. Esta mañana visité el pueblo de Gavilanes, sigue como antaño, pequeño y con poca gente, fui a correr -ida y vuelta, 2 veces- quería hacer algo de ejercicio, necesitaba correr unos cuantos kilómetros, a eso dediqué mi mañana. Pasé por un restaurante pequeño y reservé una mesa para cenar esta noche. Imaginé que trabajarías y que te olvidarías de hacer una rica comida. ¿Aceptas la invitación a cenar? Podemos ir dando un paseo y no volver muy tarde, como tu dices, es buena hora para pasear, cenar y volver, la carretera esta muy bien iluminada, prácticamente se ha convertido en un paseo que une los dos pueblos.
Dax, soltó este pequeño discurso, como tratando de no dar importancia a que era una invitación. Tratando de alguna forma de convencerme, como si esperase mi rechazo a estar con ella fuera de algo referido al trabajo.
– Bien, acepto, efectivamente no he hecho la cena y empiezo a estar muy hambrienta.
¿Por qué acepté? No lo sé. Pero no estaba pensando en el pasado. Por una vez no estaba pensando en mi antigua relación entre aquella mujer y yo. ¿Eso era bueno o malo? No lo sé. El tiempo diría. Pero la noche se avecinaba preciosa, cálida, estrellada. El cielo, el aire, y Dax. Vaya, creo que necesitaba esa cena, ese paseo, y establecer unos límites para las dos. Sí íbamos a trabajar juntas, tendría que haber algunas reuniones y cenas de trabajo, quizás eran cosas que no podía evitar. Y esta cena era como una continuación del trabajo, quizás, la conversación sería sobre ello, pero más relajadamente que rodeada de documentos y escritos.
– Déjame ponerme unas sandalias cómodas. Nos vamos ahora mismo. Ahh, ¿Malen?
Malen se había puesto en marcha, no parecía cansada ni tenía sueño, acababa de comer y estaba satisfecha, creo que estaba dispuesta a acompañarnos.
– Creo que Malen quiere acompañarnos. La llevaremos, la cena es al aire libre y ella se tiene que acostumbrar a quedarse quieta, cuando se canse de andar nos turnamos para traerla. ¿Te parece? – preguntó Dax, mirando sonriente a la perra, que pareció asentir con un sonoro “guau, guau”.
El paseo transcurrió en silencio, la media hora se transformo en tres cuartos de hora, pero disfrutamos de la primera brisa de la noche y de los últimos rayos de sol. La gente comenzaba a salir a pasear, los viejos sentados veían pasar a la gente, algunos pocos coches y motos, y bastantes bicicletas. El ambiente se animaba en el camino. Con el tiempo la angosta carretera que había unido por mucho tiempo los dos pueblos se había transformado, ahora existía una ancha acera por donde caminaba la gente, un carril bici y una ruta para los autos. Nunca había sido un lugar masificado y el tiempo no había hecho que en la zona se construyese excesivamente. Era un lugar donde la naturaleza, la ganadería y el entorno del pueblo se habían ensamblado sin dañarse mutuamente.
Ahí estaban mis pensamientos. A veces miraba de reojo a Dax que caminaba a mi lado, llevando a Malen en brazos. La perra estaba tranquila con ella. Por un instante recordé esos brazos que tanto me abrazaron, que tanto calor me proporcionaron, y miré aquellas manos que habían recorrido mi cuerpo volviéndolo fuego. Pronto deseché esos pensamientos y comenté:
– Ya llegamos, ¿el restaurante es el del señor Felipe?
– Sí, ese mismo. Tiene un patio dentro y una terraza afuera, veremos si nos deja dentro del patio con Malen o afuera. Ahora preguntamos.
No habíamos intercambiado palabras desde que salimos de mi casa. Pero no era un silencio tenso, era agradable como sí nos diésemos tiempo a acostumbrarnos de nuevo la una a la otra. Me di permiso para dejar descansar a mi mente. Acepté que Dax estaba allí sin más. Tenía que hacerlo o lo pasaría mal.
Pedimos la cena.
– Y bien Gabrielle, a mí me gustaría estar en la isla lo antes posible. ¿Cuándo te parece que podrás ir?
– Tendré todo listo en una semana. Hay que aprovechar el buen tiempo si queremos poner en marcha la excavación de nuevo. Partiré para el aeropuerto de Barajas el…
– No, Gabrielle, tranquila. Creo que necesitarás llevar bastante equipaje, son varios meses los que vamos a estar allí, parte de tu equipo es muy bueno y creo que querrás llevártelo, aunque ya mandé a la isla el equipo más avanzado que encontré. Yo vendré a recogerte, así no conducirás. Tu auto lo podrás dejar aquí bien resguardado hasta tu vuelta. Mi 4x4 al fin y al cabo tiene su guarida en Madrid. Transportaremos todo a Barajas, desde allí nos trasladará el avión hasta Atenas y una vez en Grecia, una avioneta nos trasladará a la pequeña isla.
– Bueno, para mí tu ofrecimiento es más cómodo, así empaquetaré todo y cuando vengas sólo será recogerlo e ir hacia Madrid. Por mí, el próximo sábado estará bien. Es suficiente tiempo.
– Así será. El sábado pasaré a recogerte por la mañana. A mediodía estaremos en Madrid. Sale un avión hacia Atenas a las cinco de la tarde. En dos horas estaremos allí, la avioneta sale de un pequeño aeropuerto privado a las afueras de la capital griega. Estará preparada. A última hora de la noche estaremos en la isla. ¿Te parece?
– Bien, te acuerdo. Dax, una cosa.
– Dime, Gabrielle.
– ¿Sigue existiendo aquel pequeño y acogedor hotel en el centro del pueblo? Me gustaría quedarme allí, creo que tenía para comer, buen servicio y era muy familiar.
Dax, volvió su cabeza hacia mí, noté en sus ojos algo de tristeza.
– Si Gabrielle, existe, y sigue tan encantador como siempre. Reservaré la mejor habitación del hotel, creo que tiene un mini apartamento que te puede ir muy bien. Será como quieras, como tú te encuentres más libre y más cómoda –. Dijo, apenas con hilo de voz.
Yo acababa de poner las condiciones, estaríamos en la misma isla, pero cuando terminase el trabajo cada una iría a su sitio, y haría su vida. No sé si había notado tristeza en Dax o era imaginación mía. Ella solía disimular muy bien sus sentimientos, pero en ese momento creo que algo bullía en su interior.
De esa forma todo quedó decidido, en una semana pondríamos rumbo a la pequeña isla, mi destino de nuevo esta unido a aquella tierra, a aquella gente y a Dax.
Así eran las cosas. Y yo no iba a hacer nada por impedir aquel destino, mi corazón estaba acostumbrado a sufrir, me tendría que tragar una y otra vez mis sentimientos, pero así era yo, y así debería aceptarlo.
No todo era sufrimiento, sólo pensar en lo que se podría descubrir en aquella isla me enervaba tanto que mi cuerpo reaccionaba alterándose por completo, notaba como unos hilos de sudor comenzaban a salir por mi frente y como mi corazón se desbocaba en algunos momentos. En aquellos días la adrenalina había hecho su aparición, esperaba que no se hubiera gastado, aún necesitaba de ella para poner en marcha todo lo que necesitaba para comenzar mi trabajo.
Al día siguiente volví a ver a Dax, pero por muy poco tiempo, solo lo indispensable para concretar cosas y despedirse de mí. La vi alejarse en su 4x4, era media tarde, el sol pegaba fuerte, la luz se hacía muy intensa. Esta vez no era un adiós, sino un hasta la próxima semana.
– Hasta el sábado, Gabrielle.
– Hasta la próxima semana, Dax. Ten buen viaje.
CAPÍTULO III
Desapareció rápidamente. Malen, en mis brazos, también miraba como se desvanecía el 4x4 de Dax.
Por unos instantes mis ojos quedaron tan perdidos en el tiempo como mi mente. La tristeza volvió a embargarme. Debía seguir adelante, pero me di permiso para no pensar en nada, ni en el pasado ni en el futuro, solo organizar mi partida.
De nuevo la vida se abría camino de una forma totalmente inesperada. Me volvía a pillar de sorpresa. Pero sonreí, la vida también me estaba dando la oportunidad de que fuera un vivir nada rutinario, no era igual que para el resto de los mortales. Mi profesión, que no lograba avances muy a menudo, me estaba regalando la oportunidad de saber lo que pasó hace tantos miles de años. Ningún mortal, excepto Dax y yo, sabía que podríamos estar ante el descubrimiento más importante al que nos habíamos enfrentado los humanos.
La semana pasó rápido. Andrea me ayudó mucho, estaba algo entristecida por mi marcha, pero sabía que eso ocurría muy frecuentemente. El sábado llegó y yo tenía todo arreglado: la valija hecha, la documentación preparada, mi ordenador y demás aparatos preparados y embalados. Y algunas cosas más.
Dax llegó para recogerme, tal y como habíamos quedado una semana antes. Andrea y Paco estaban conmigo. Se querían despedir.
Malen olió a Dax y se fue rápidamente hacia ella. Dax sonreía mientras la acariciaba.
– ¡No soy tu niñera! No tengo porque llevarte en brazos continuamente, además pesas un montón –. Dax hablaba en voz alta.
– Buenos días, Karla.
– Buenos días, Dax. Te presento a Andrea y su marido Paco. Son mis amigos.
– La conocimos la semana pasada en el hotel.
– ¡Vaya, hembra, eh Karla! – me dijo Paco acercándose a mí oído.
– Hola, Dax. Encantada de conocerte – habló Andrea.
– Hola, señorita – dijo Paco.
– Solo Dax, un placer. Riquísimo su tiramisú, Andrea lo probé la semana pasada.
– La próxima vez que venga está invitada a cenar en casa, las dos – dijo mirándome –, mi marido prepara muy buena comida.
– Jajaja, no lo dudó, tomaré su palabra en serio. Pienso venir por aquí.
Todo esto mientras yo abría la puerta de atrás del todo terreno y empezaba a colocar todos los aparejos que tenía previsto meter dentro del 4x4, no sabía si cabría tanto cacharro.
– Espera Karla – me detuvo Dax, su mano tocó mi hombro, un escalofrío recorrió mi cuerpo.
– ¿Qué pasa Dax?
– Espera, se pueden bajar los asientos traseros y cabrán mejor las cosas. Malen es suficiente con que vaya en uno de los asientos.
Efectivamente al bajar los asientos el espacio aumentó considerablemente. Dax estaba colocando las cosas mientras que nosotros se las acercábamos. Definitivamente conocía muy bien su 4x4. Siempre la recuerdo con este tipo de auto.
Nos empezamos a despedir, dejé las llaves en las manos de Andrea.
– Espera, Karla. Da a esa mujer una oportunidad. Sé que es el amor de tu vida, pero no cuajó en su momento. Y no me digas nada porque no me equivoco, sé como la miras y como te mira. Algo hubo entre vosotras dos. Es una hermosa mujer para ti, y tú para ella –. Remarcó Andrea.
– Olvida el tema, pero te prometo tener la mente y el corazón abiertos, Andrea.
A la buena mujer se le cayeron las lágrimas. Paco carraspeaba. Mis ojos se pusieron húmedos.
– Gracias por cuidar mi casa, hasta dentro de unos meses no vendré, lo haré cerca del invierno. Pero vendré.
Cada semana limpiaré el polvo de la casa y cuando tu me avises la dejaré reluciente para tu venida.
El 4x4 arrancó. Malen ladraba. Dax decía adiós con la mano.
– Buen viaje, Dax. Cuide a Karla. Conduzca con cuidado.
Nos perdimos por el camino, mi casa, el pueblo, quedaban atrás. No se si caminaba hacia mi felicidad o hacia mi perdición, iba a encontrarme con mi destino. Ahora los tiempos habían cambiado, yo también. Pero, ahí estaban mis sentimientos pugnando por salir.
La carretera general a Madrid se abría ante nosotras. A mitad del camino tomamos un café, apenas cruzamos un par de palabras. Dax se encargaba de Malen. La verdad es que el animal estaba sirviendo para destensar la situación. Pero, de nuevo, en Dax no había nada de agresividad, su mirada era limpia y clara como un torrente recién nacido de la montaña.
Llegamos a Madrid a la hora planeada, comimos frugalmente y nos dirigimos hacia el aeropuerto de Barajas. Allí alguien se encargaría de facturar todo el equipaje, que era bastante, también el 4x4 llegaría en unos días por barco a Atenas. Dax parecía una mujer de costumbres, le gustaba el 4x4 y había decidido que en vez de dejarlo en Madrid, en la isla le sería de mucha utilidad, así no tendría que alquilar uno, iba a estar suficiente tiempo en la isla para que la inversión hecha en el transporte del auto fuera amortizada.
– Bien, Karla, sostén un rato a esta perra rabiosa. Me ha mordido y lamido toda, voy al baño, nos vemos en el mostrador de la compañía aérea. No te olvides de la bolsa donde va Malen – me dijo Dax.
– De acuerdo, Dax allí nos vemos.
Después de que nos dieran la tarjeta de embarque, aún faltaba más de media hora para montar en el avión, así que nos fuimos a tomar un café.
Poco tiempo después un avión despegaba rumbo a una ciudad y desde ella una avioneta nos trasladaría a una pequeña isla del mar Mediterráneo, como ocho años atrás. Un avión, dos asientos y una bolsa de mano muy especial, con mi perra Malen -le dimos una pastillita para que fuera dormida esas dos horas-, un asiento para mí y el otro para Dax. Estábamos muy cerca la una de la otra, sentía su calor.
Dos horas después llegamos a Atenas, apenas intercambiamos palabras. Traté de dormir un poco, apenas lo conseguí, pero relajé los músculos de mi cara.
– Hemos llegado Karla.
– Si.
Todo lo demás se desarrolló como estaba previsto, alguien nos estaba esperando y se hizo cargo de nuestras maletas, eso sí tuvimos que esperar el resto del equipaje que era bastante voluminoso. Hacia algunos días que Dax había mandado todo su equipo. Finalmente el hombre condujo hacia un aeropuerto privado, a media hora de Atenas, allí nos esperaba una avioneta. Una avioneta, de veinte plazas y con una bodega para equipajes muy bien diseñada. Era una preciosidad.
– Vamos, Karla, ponte el mono y el casco (expresión española que quiere decir “nos ponemos a trabajar inmediatamente”), nos vamos a la pequeña isla.
– ¿Quién pilotará la avioneta?
– ¿Quién podría ser? Yo – Dax sonrió.
¡Maldita sea! La muy bruja, repetía exactamente lo mismo de ocho años atrás.
– Mandé diseñar esta avioneta. La otra de antaño que tú conociste se hizo vieja y el pueblo necesitaba una nueva, así que es mi nuevo regalo.
Eran las primeras palabras referidas al pasado que pronunciaba Dax, pero solo hizo esa alusión.
– ¿Y quién puede pilotar mejor que yo? ¡Yo misma! Arriba, nos vamos Karla.
Dax pidió permiso a la torre e inmediatamente iniciamos el vuelo, una hora después estábamos en la isla. Malen ya despierta ladraba sonoramente.
– Vale, vale, Malen, a callar.
Todavía no anochecía cuando llegamos. El pequeño aeropuerto seguía en el mismo lugar, la única pista de aterrizaje parecía remodelada, pero seguía siendo la misma. El barracón que servía de hangar si era totalmente nuevo, pequeño pero muy lindo. Una chica joven era la encargada del lugar y de la avioneta, la arreglaba y la mantenía a punto, además se ocupaba de transportar cosas desde y hacia la capital y de llevar y traer a los aldeanos que necesitaban salir de la isla.
– ¿Tú debes ser Fabiola? – gritó Dax a la chica que se había acercado con un amplio coche.
– Si, y tú eres Dax, la jefa.
– Soy Dax, pero no me llames jefa, solo Dax.
– Bien.
– Vamos Karla deja a Malen en la ranchera y ayúdanos a bajar el equipaje.
Me puse en movimiento, durante esos instantes no le había quitado ojo a Dax, ¡pero que buena estaba, que linda era! Desbordaba fuerza, equilibrio, orden, pasión ¿pasión? Nuevamente mis pensamientos se fueron donde no debían. Traté de esquivarlos poniéndome a trabajar.
Entre la llegada, y colocar todo el material tardamos una hora, ya había anochecido.
– Conduzco yo, Dax. El material que traéis lo dejaremos en el almacén junto con el que llegó hace unos días. Y cuando vayáis hacia el yacimiento os ayudaré a llevarlo – dijo Fabiola.
– Bien, de acuerdo, conduce. Como mí 4x4 llega en un dos o tres días nosotras transportaremos el equipo. Todavía tenemos que arreglar algunas cosas antes de comenzar a trabajar. Al menos necesitaremos tres días en el pueblo para organizar todo lo que necesitamos. Gracias de todos modos.
– Pues entonces, vamos hacia el pueblo. Creo que David y Ana os esperan.
«Uff, que alivio, por lo menos estaría David y Ana allí, ya no estaría sola con Dax». Tardamos en llegar poco más de quince minutos. David y Ana se fundieron en un gran abrazo conmigo. Luego abrazaron a Dax, me tenía que recordar a mí misma, que ellos si se habían visto durante aquellos años y como dijo David, Dax era su amiga del alma.
Fabiola y David nos ayudaron a meter las cosas en el almacén donde se encontraba el resto del material. Ana se encargó de entretener a la muy mocosa Malen que se había despertado del todo y exigía caricias, juegos y comida.
– Bien, Karla, el hotel está aquí mismo. Te ayudo a llevar tu equipaje personal y dejo que te instales – dijo, Dax.
– Gracias Fabiola por traerlas y ayudarlas, estás haciendo un gran trabajo en este pequeño aeropuerto – le decía David.
– Bien, encantada de conocerla Karla, cualquier cosa que necesite, aquí tiene mi número de móvil.
– Gracias.
Fabiola montó en el auto y desapareció.
– Bien Karla, descansa, dúchate y ponte otra ropa. Hay cena de gala en casa de mi madre, ¿la recuerdas? – preguntó David.
– ¡Claro, no he dejado de escribirle en todos estos años! Le he mandado fotos. Estuvo más de una vez en Madrid y siempre me llamó, nunca perdimos el contacto.
– Cierto. Bueno, pues ella tiene preparada una cena de bienvenida.
– Este es el hotel. Bien, entonces os espero en el hall dentro de una hora, a las dos – remarcó David.
– ¿A las dos? – pregunté.
– Karla, por unos días yo también me quedaré en este hotel, aún tengo que ver dónde me voy a quedar definitivamente estos meses. Por ahora tú tienes en la última planta un mini apartamento como te dije y yo en la primera planta una habitación – confirmó Dax.
David se arrimó a mi oído “tendrás que aguantarla unos días hasta que se instale y todo se organice, pero ya ves que la jefa no muerde”. El muy cabrón se estaba riendo descaradamente de mí. Le pegué un gran pellizco en el culo y le dije al oído: “te mereces que te pellizque en tus lindos testículos, pero por respeto a Ana no lo haré”. David se sonrojó, pero emitió una sonora carcajada.
Nos dejaron solas. La señora que regentaba el pequeño hotel nos dio la bienvenida y nos entregó las llaves. Me dirigí hacia el ascensor, mi mini apartamento estaba en el tercer y último piso. Noté a Dax indecisa.
Espera un momento Karla. Mira, sé que no quieres verme más allá de lo necesario, así que trataré de no imponerte mi presencia, solo estaré en el hotel hasta que venga mi 4x4 y arregle donde voy a estar –. Eran sus primeras palabras hacia mí de una forma personal.
La miré, más intensamente de lo que hubiera deseado.
– No te preocupes, Dax, tenemos amigos en común y eso es así, nadie lo va a cambiar. Y el pasado… pasado está hace, ya mucho tiempo ¿no crees? Hasta ahora la relación ha sido llevadera, creo que debe seguir siendo así. Cada una hará su vida pero cuando sea necesario, por amistades en común o por trabajo, no nos queda otra que estar juntas. Contaba con ello.
– Yo no tengo ningún problema, Karla, tenía que aclarar eso, no quería que pensaras que me iba a quedar en los mismos lugares que tú e iba a imponerte mi presencia, sé que has puesto unas reglas para poder hacer bien el trabajo que nos propusimos y yo no lo voy a impedir. Bien, así será.
– Hasta luego Dax, ya me ayudá la señora a llevar a Malen. Creo que conseguiré que se duerma enseguida, debe acostumbrarse.
– Hasta luego, Karla. Nos vemos Malen.
La señora se llamaba Felipa, y me ayudó con Malen. Yo subí mis utensilios personales. Dax optó por subir al primer piso por las escaleras.
– ¿Te llamas Karla, verdad? – preguntó la señora.
– Si.
– Tengo una idea. Como la perra es pequeña, si te parece puede estar en la entrada conmigo, tengo un pequeño patio con una especie de caseta, bien limpia, ahí creo que estará muy bien: durante el día conmigo y luego puede dormir en el patio, cuando tu quieras te la subes o la sacas por el pueblo, yo puedo ayudarte.
– Muy buena idea, ya que voy a pasar un buen tiempo aquí. La perra no está acostumbrada a estar encerrada en un apartamento y menos en uno pequeño. Es cachorra y bueno, ya casi tiene aprendido a hacer sus cosas afuera. Es muy lista. Gracias es un buen ofrecimiento. Cuando comencemos a trabajar vendrá conmigo todo el día y no será problema, pero pasaran unos tres días hasta entonces y ahora si que es problema.
– Entonces de acuerdo, esta noche lo pasará conmigo en la recepción, el patio donde ella dormirá tiene acceso directo a donde yo duermo. Así que ella se sentirá bien.
– Gracias Felipa. Si Ud. cocina tan bien como lo es de buena anfitriona, creo que voy engordar.
– Jajaja – reímos.
Habíamos llegado. Abrí el mini apartamento, que era una gran habitación con un cuarto de baño y una pequeña cocina americana. Una gran cama sería donde dormiría.
– Es una cama grande y muy cómoda. Era la antigua habitación de mi hija. Mire, también hay una amplia terraza donde poder tomar café, o simplemente ver las estrellas, desde aquí se ve el mar y unas puestas de sol hermosas. Bueno la dejo para que se arregle. Me llevo a Malen y le doy de comer. Imagino que este es el equipaje personal de la perra.
– Sí, muy personal, ah, por favor señora Felipa, llámeme solo Karla y tutéeme.
– Bien, Karla, entonces llámame Felipa. Aquí tú no eres, realmente ninguna desconocida. Yo no estaba por aquí en tú estancia de hace tiempo en la isla, pero si que dejaste un buen sabor de boca en toda la gente que te conoció. La gente te recuerda a pesar del poco tiempo que pasaste aquí.
– Si, nunca me olvidé de la gente del pueblo, pero no pude venir hasta ahora.
– Bien, hasta luego Karla. Vamos Malen, la comida espera abajo.
La perra me miró, pero era una perra muy lista y pareció entender cual sería su sitio allí.
No tardé mucho en ducharme, el cuarto de baño tenía una amplia bañera en la cual me sumergí por bastante tiempo. Retiré de la maleta la ropa que me iba a poner esa noche. Era verano y el atuendo sería bien simple: unos pantalones piratas, una blusa fresca y mis eternas sandalias. Bajé por las escaleras.
Felipa tenía detrás del mostrador que servía de recibidor una mesa camilla a la antigua usanza. Allí estaba sentada y Malen a sus pies, en la otra silla Dax. Malen me olió y alzó la vista, pero no me hizo mucho caso y siguió durmiendo. Acababan de darle la cena. Dax charlaba animadamente con Felipa, ¿Dax siempre fue una persona sencilla? Charlar tranquilamente con los aldeanos no era su fuerte, por lo menos años atrás, o quizás no me había dado tiempo a conocerla lo suficiente. La verdad es que pasamos poco tiempo juntas, pero a pesar del tiempo transcurrido, recuerdo más detalles de nuestra relación de lo que yo quisiera.
– Buenas noches, Karla.
– Hola Dax, Felipa…
– Buenas Karla. Tu perra está absolutamente dormida ha debido ser un largo viaje para ella.
– Así ha sido. Mira ahí llegan David y Ana.
– Buenas noches señoras, hola Malen. Bien, vamos, mi madre nos espera.
Dora, la madre de David que en tiempos se había encargado de mantener limpia la cabaña donde habitamos Dax y yo en la primera etapa de mi presencia en la isla, y que nos había deleitado con estupendas comidas, esa noche se había esmerado al cien por cien. Observé que durante el transcurso de la cena no nos quitaba los ojos de encima ni a mí ni a Dax, y a veces, intuía que gesticulaba su cara, diciendo algo así como: “estas dos…” Pero eran solo imaginaciones mías. La risa de la señora Dora era pegadiza. Fue un buen encuentro, una muy rica cena, y de alguna forma me sentí aliviada de no estar a solas con Dax.
Nos despedimos bien entrada la noche. David y Ana nos querían llevar a tomar una copa al disco pub del pueblo, pero tanto Dax como yo dijimos que no. La verdad es que el día había sido intenso y mis párpados estaban a punto de cerrarse.
– Bueno, ¿hace falta que las acompañemos al hotel? Ya veis que la distancia no es gran cosa –sonrió con sorna, Ana.
– ¡Qué pasa, Ana, se te ha pegado la ironía de tu maridito!
– Algo, algo – contestó.
– Pues no, no hace falta que me acompañéis, sé ir sola.
– No vas tan sola, está Dax, o ¿tú te vienes a tomar una copa? – preguntó dirigiéndose a Dax.
– No, estoy molida, necesito descansar, mañana temprano tengo que ultimar un montón de cosas. Por cierto, te veré a ti, sobre las 12:00 tengo algunas cosas que plantearte.
– Sí, así es. Te espero en casa a tomar una cervecita y hablamos.
– Y tenemos una reunión de trabajo, por la tarde, ¿te parece bien Karla? Sobre las cinco, ¿es buena hora? – preguntó Dax.
Si, muy buena hora, así me levanto tarde, doy un paseo por el pueblo, lleno la despensa de mi mini apartamento y hago que Malen conozca los alrededores.
– Ah, bien, no te librarás de mí, hay algunas cosas de esta aldea que han cambiado y quiero ser tu guía, ¿te parece que te acompañe mañana en tu pequeña excursión por el pueblo? – me preguntó Ana.
– Muy buena idea, de acuerdo. Mañana te espero a las once a desayunar, luego nos iremos de paseo.
Nos despedimos, Dax y yo nos encaminamos al hotel. No hubo palabras, el trayecto solo era de diez minutos. Felipa aún estaba en la mesa camilla.
– Buenas noches, chicas ¿ya cenaron? Seguro que la cena fue espléndida, esa mujer cocina como los dioses.
– Sí, Felipa, así fue ¿Todo bien? – preguntó Dax.
– Sí, todo bien, Malen ya está durmiendo en su caseta improvisada – dijo Felipa dirigiéndose a mí.
– Vale, pues Felipa me voy a dormir, mañana ya me despertaré, no necesito madrugar.
– De acuerdo, ¿y tú Dax, tampoco necesitas madrugar?
– Realmente no, pero sí antes de las once, me gustaría que me despertases a las nueve – dijo Dax, mirándome con una sonrisa. De alguna forma me estaba llamando dormilona.
– Vale, vale, me doy por aludida, no quiero madrugar. Así que buenas noches a las dos.
– Hasta mañana Karla – se despidió Dax.
– Hasta mañana Karla – se despidió Felipa.
Me perdí en el ascensor, realmente estaba cansada. Mañana sería un día relajado, por lo menos hasta las cinco de la tarde. No me dio tiempo a pensar nada más aquella noche, estaba tan cansada que me quedé dormida casi instantáneamente. «Buenas noches, Dax, pensé, mañana será otro día». Mi último pensamiento fue para ella.
El día empezó para mí a las diez de la mañana. Había dormido de un tirón. Me alegré despertarme antes de la hora que había planificado, así podría colocar mi ropa en el armario y ordenar mis cosas antes de bajar a desayunar con Ana. No tardé mucho tiempo, mis cosas personales no eran demasiadas. Fui a la pequeña cocina y como había imaginado, había café. Felipa era una mujer muy detallista. Sin más me preparé una rica taza para comenzar el día, el desayuno más abundante llegaría más tarde. Poco después tomé una ducha y a las once menos cinco bajé a la cocina del hotel, cocina que hacía de bar, con unas pocas mesas. Una pareja estaba desayunando en esos momentos, no había muchos inquilinos, y si los había no me había dado cuenta. Ana, ya estaba sentada a la mesa.
– Buenos días Karla – casi gritó Felipa desde la cocina.
– Buenos días, Felipa. Buenos días – salude a Ana. Me dio dos sonoros besos.
– Siéntate. Felipa nos trae el desayuno enseguida. Oye, Karla, sabes de sobra que te voy a preguntar. ¿Qué tal con Dax?
– Mi querida, Ana, tan directa como siempre. Pues bien, mejor de lo que pensaba. Mantenemos nuestra relación profesional y listo.
– ¿Y tu corazón? – interrogó Ana, arqueando una ceja.
– ¿Mi corazón? Bueno, te resumiré, porque sino vas a seguir preguntando. Pues mira, lo he pasado mal, con bastantes nervios sobre todo el día de la primera reunión después de tanto tiempo. Luego reflexionando y asumiendo. Al fin y al cabo nuestra convivencia en el pasado sólo fue de tres meses y de eso hace ya ocho años. Los recuerdos se disipan bastante en el tiempo.
– ¿La reconociste? –. Preguntó Ana.
– ¡Claro! Es imposible olvidarse de tal mujer.
– Jaja, tú misma te has delatado. La reconociste inmediatamente. Tu corazón se desbocó y luego tuviste que calmarte. Reflexionar como tú dices, y armar una barrera entre tú y ella. ¿Cierto?
– Pues así es, le dejé claro que es una relación absolutamente profesional, que el pasado quedó atrás y que ahora son otros momentos muy distintos. Al principio sentí rabia, pues ni una sola explicación de nada. Pero luego entendí que no tenía porque darlas ahora sino las dió en los últimos ocho años. Pensaba que lo que sentía era odio, pero parece que bueno… lo estoy tomando bastante bien, ella se comporta bien y yo la sigo.
– ¿Y, la verdad de tus sentimientos? – insistió Ana.
– La verdad, no sé, Ana, voy a mirar el día a día, voy a dedicarme a mi trabajo. Mis sentimientos no los sé, por ahora llevo bien el verla. Me he mentalizado que es compañera de trabajo. No puedo decirte más.
– Bien, lo importante es que tú estés bien y que lo lleves bien. La vida os ha vuelto a juntar de alguna forma. Os quiero a las dos, ojalá, por lo menos, no haya tensiones entre ustedes –reflexionó Ana. – Bueno, ahora terminemos este estupendo desayuno y vamos a pasear. Mira quien viene dispuesta a morderte tus queridas sandalias.
La mañana fue linda, habían puesto alguna que otra tienda y algún que otro bar nuevo en la aldea, no es que hubiera aumentado mucho el censo del pueblo, pero habían habido algunos nacimientos y la prosperidad se veía en los habitantes. El pueblecito, compuesto por familias pescadoras en su mayoría, seguía viviendo de la pesca. Era bonito ver a chicos y chicas correteando por ahí, había algunos entre 5 y 8 años. Ocho años… el tiempo que yo tardé en volver. Algunos isleños se acordaban de mí y me saludaron por la calle. El pueblo y su gente eran acogedores, mi griego no estaba muy fuerte, pero entendía perfectamente lo que decían, en pocos días seguro que volvía a hablarlo sin mucha dificultad.
Finalmente bastante tarde para comer, decidimos volver al hotel y pedirle a Felipa que nos preparase algo. Rondaban las tres y media de la tarde cuando empezamos a comer. Felipa había hecho comida en abundancia para unos turistas, más bien eran parientes de algunas familias del pueblo que en verano lo pasaban aquí, invitados por ellas. Había sobrado comida y nos preguntó sino nos importaba comer “las sobras”, dijimos que no. ¡Menudas sobras!, la comida estaba exquisita. Esa mujer era una diosa griega cocinando.
En la casa de David, Dax y él estaban reunidos desde hacía bastante tiempo, ahora habían parado a comer, también algo tarde. David trataba de entablar una conversación personal con Dax y preguntó:
– Dax ¿qué tal llevas el haber vuelto a ver a Karla?
– Bueno… mejor de lo que pensaba. La verdad es que la veo muy bien. Evidentemente no es la chiquilla que conocí. A madurado y mucho –. Comentó Dax.
– No te estoy preguntando por ella, sino por tus sentimientos –. Insistió David.
– ¿Mis sentimientos? No lo sé, David. Te puedo hacer un pequeño resumen si quieres, eres mi amigo y quizás necesite desahogarme. Primero no sé como darle algún tipo de explicación. Sé por ti y por lo que he observado estos días de Karla, que quizás tenga que contarle la verdad. Pero, ahora somos dos extrañas. No puedo llegar y empezar a contarle los acontecimientos que pasaron hace ocho años. Pienso que me puede mandar a la mierda y con razón. Realmente no conozco a esta Karla. Durante estos años la observé algunas veces -sin que ella se diera cuenta- para asegurarme que estaba bien. Pero sabes que jamás me podía arrimar a ella sin que corriera peligro su vida. No sé… para decirle algo tendría que conocerla de nuevo. Quizás en esta convivencia casi obligada pueda encontrar un momento y decirle todo, pero si me preguntas por mis sentimientos, sólo puedo decirte que no me es para nada indiferente. Ni lo fue hace ocho años ni lo es ahora. Esa alma tiene tanta fuerza para conmigo que espero que no volvamos a hacernos daño. Y, aunque sienta que se me desboca el corazón cuando está cerca, me controlaré. En su momento quise protegerla pero a un costo muy alto. Sé que machaqué sus sentimientos.
– También sufriste tú, y hasta unos límites casi inaguantables. Yo lo sé, noté como tu padre destrozaba tu alma y tus sentimientos, como escarbó hasta lo más profundo de ti y no le importó que su única hija tuviera que deshacerse de Karla, del amor de Karla. Sé que nunca habías sentido así. Sé que la vida que habías llevado era una forma de olvidarte de quien eras hija. Pero encontraste a la mujer que hubiera cambiado radicalmente tu existencia y, el viejo cabrón se encargó de destrozarlo. Quizás Karla no sepa de ese sufrimiento. Ni el porqué de tu actuación. Quizás necesite saber que pasó, el porque actuaste como lo hiciste, y sobre todo, que la amabas -y amas- profundamente –. Sentenció David.
– Puede que sí, David, yo también sufrí, y siempre con la sensación de que Karla podría sufrir algún accidente imprevisto si me acercaba a ella. La amenaza de mi padre era tan real como que si me acercaba a ella hubiera muerto. Cuando me metí más a fondo en sus negocios, cuando conocí -después de su muerte- todos los crímenes contra la investigación, contra el arte, contra la historia, que había cometido… si tenía alguna duda que hubiera mandado asesinar a Karla, esas dudas se disiparon. Siempre tuve dudas, y me llamé a mí misma cobarde por no acercarme a Karla, pero el miedo a que le pasara algo, me paralizaba. Hoy sé, que tenía razón y que actúe bien; el costo fue el amor que ambas nos teníamos. Ahora, no sé si es demasiado tarde. Sólo sé, eso, que no me es indiferente, que la veo y me sonrojo, que la noto cerca y mi corazón se desboca como un caballo sediento de libertad.
– Bien, sé como la mirabas ayer en la cena con mi madre. Por lo que explicas tus encuentros con ella en Mijares y Madrid no fueron del todo mal. Es un principio. Hay barreras que sólo el amor puede derribar. Y sí vuelve a haber amor, esas barreras caerán sin el mínimo esfuerzo ¿Un café? – ofreció David.
– Sí, gracias,
– Una cosa más, Dax, finalmente ¿volverás a vivir en la cabaña? Los arreglos que mandaste hacer ya están concluidos. Mi madre irá a limpiarla mañana junto con una amiga, si lo ordenas, también llenará la despensa y dejará lista la cama – dijo David.
– Sí, voy a volver a la cabaña. Quizás vuelvan a resurgir muchos recuerdos, pero eso me ayudará a aclarar mis sentimientos poco a poco. O, sencillamente a hacerles frente. Además, siempre me gustó el sitio. Gracias a tu madre esa cabaña no se vino abajo en tantos años, sé que la cuidó, la limpio, la aireó y la reparaba constantemente, y sé que pasaba algunos días allí para que se ventilara bien y que fuera usada, para que las cañerías y otras cosas no dejaran de funcionar. Se lo agradezco en el alma. Es la única que mantuvo la esperanza de que regresaría aquí. Para mí siempre fue como una madre. Sé que me quiere. ¡Sí! voy a volver a instalarme allí, de dónde jamás me debería haber ido ni yo ni Karla.
– Bien, así será. En dos días estará lista. Te ayudaré a instalarte con tus cosas.
Casi eran las cinco del a tarde, Karla y Ana se dirigían a la casa de David donde se encontrarían los cuatro. Tenían que organizar algunas cosas. Como siempre David y Ana ayudarían pero sólo lo imprescindible. Dax sabía que aquella excavación era cosa de dos, y que debía continuar en secreto el segundo yacimiento hasta saber su importancia real.
– Bien, mi 4x4 llega pasado mañana. Fabiola me llevará para recogerla en el puerto, desde allí mismo pasaré por el almacén donde están las cosas. Las recogeré y nos iremos directamente a ver el yacimiento. ¿Te parece bien Karla? – preguntó Dax.
– Si, pero sería buena idea pasar a ver como está el lugar antes de llevar las cosas para ver si necesitamos algo que no hemos tenido en cuenta.
– No te preocupes, Karla, estuve hace un par de meses y comprobé sobre el terreno como estaba el asunto. Si te fías de mi apreciación tenemos todo lo que vamos a necesitar – explicó Dax.
– Bien, si es así, en eso quedamos, pasado mañana a tu vuelta te estaré esperando en el almacén, con todo preparado para comenzar lo que me ha traído hasta aquí – dijo Karla, sin hacer referencia a si se fiaba de Dax o no, pero mirándola intensamente. Dax se ruborizó.
Karla se dio cuenta que se había atrevido a mirar muy directamente a los ojos de aquella mujer, se dio cuenta que el odio y la rabia que sentía no le habían permitido observarla adecuadamente. Pero ese odio y esa rabia habían desaparecido en algún lugar entre el camino de Ávila y la pequeña isla. Mejor así, pensó. Es un buen síntoma para que la convivencia sea lo más relajada posible. Es trabajo sólo trabajo, trató de convencerse así misma.
– David – lo llamó Dax, – espera un momento Karla. Mira pasado mañana a mi vuelta del yacimiento me iré para la cabaña. Díselo a tu madre y… que llene la despensa. Ella sabe lo que me gusta y lo que no. Lo dejo todo en sus manos. Y que me siga preparando la comida del medio día y la cena. La del mediodía para dos, me la llevaré al campamento y la cena sólo para una.
– De acuerdo Dax, pasado mañana en la noche, la cabaña estará totalmente lista. Las reformas que ordenaste le han dado un aire moderno y lindo, muy lindo, además la idea de adecuarla para el invierno poniéndole chimenea y calefacción, no está nada mal, ello me lleva a preguntarte si ¿pasarás algún invierno o parte de él en alguna ocasión?
– Creo que sí, David. Creo que pasaré algunos momentos ahí. Es una isla que me gusta mucho y es muy relajante. Me sirve para desconectar del trabajo en Madrid, ¿no crees?
– Claro, claro que lo creo, pero también la cabaña y el invierno son sinónimos de romanticismo –sonrió David.
– ¿Insinúas algo? mequetrefe –. Preguntó Dax, también con una sonrisa.
– No, no insinúo nada, pero por si acaso se da la ocasión… tu posible amante va a estar en la gloria en esa cabaña, ha quedado de lo más coqueta, romántica y calentita –. David al terminar la frase, hizo como si corriese.
Y no era para menos, Dax le dio buen empujón al chico, no dijo nada, pero lo dijo todo.
Los dos días que siguieron hasta la partida, Dax estuvo en sus quehaceres por la mañana. Karla se ocupó de los escritos, documentos y demás, el esbozo que había hecho con lo aportado por Dax, era muy interesante, pero faltaban muchos cabos por atar, en realidad nada era concluyente. Había mucho que excavar, mucho que estudiar, mucho que encajar en todo aquel asunto. Trató de meter todos los datos y ordenarlos en la computadora. Cualquier pequeño detalle era interesante, nada se podía dejar a la improvisación. Lo que se traían entre manos, tanto Dax como ella era de tal envergadura que asustaba un poco. Karla estaba ansiosa por ello, pero también estaba asustada por la necesidad imperiosa de no estar y sí estar junto a Dax. En un principio trató de evitarla lo más posible, pero se daba cuenta que cuando llegaba al hotel, la buscaba y siempre tenía alguna excusa para tomar una cerveza o cenar, la excusa era que Dax se ponía a jugar con Malen, cuando Karla bajaba a cenar la comida preparada por Felipa y entonces terminaban sentadas en la misma mesa.
¿Dónde había quedado aquella rabia de Karla? Tantos años con ella, y en unos pocos días se había disipado. Como vino se fue, se dijo así misma. Intuía que sus amigas tenían razón y que Dax había actuado en el pasado de aquella manera por algún motivo muy poderoso, quizás llegaría algún momento en que pudiesen hablar de ello. «¡Olvídate del asunto, Karla!» Se dijo a así misma. «No le des tantas vueltas al tema. Lo que tenga que suceder sucederá.» Lo que no podía obviar es que se sentía muy a gusto con la compañía de Dax, era algo que no podía evitar.
Dax acababa de llegar al almacén con su 4x4, la verdad es que era un auto ideal para una isla como aquella. Karla estaba esperando, Ana y David, también. Todo estaba ordenado, así que tardaron poco en cargar las cosas que iban a necesitar el primer día.
– ¿Seguro que no queréis ayuda, por lo menos hoy? – preguntó Ana.
– No –. Dijeron a la vez Dax y Karla, las dos sonrieron.
– Bueno, cualquier cosa que necesitéis tenéis el móvil satelital. La verdad es que lleváis un equipo impresionante. Es como si fuerais a descubrir algo que revolucionaría la historia humana –. Sentenció Ana.
Dax y Karla se miraron y rieron.
– Bueno parece haceros gracias lo que digo, pero es un equipo que ya le gustaría tener a alguno de esos investigadores que se creen dueños de la verdad. En fin, suerte a las dos en vuestra vuelta al yacimiento. Y cuidad a Malen –. Terminó de decir Ana.
– Bien, vamonos – dijo Dax. – Karla sube, a Malen ponla atrás para que vaya acostumbrándose.
– De acuerdo, Dax, vamonos.
Así comenzaron esta nueva etapa, Dax, Karla y Malen. Era una nueva historia, el destino las había unido de nuevo gracias al mismo yacimiento de antaño. Quizás, la beligerancia entre las dos había quedado apartada, ahora se trataba de trabajar, y a eso iban. Su relación personal podía ser o no podía ser, pero parte de la historia de la humanidad estaba en lo que descubrieran o dejaran de descubrir. La “posible verdad” estaba allí mismo, casi la tocaban, y dos almas inquietas y curiosas como las de Dax y Karla no iban a dejar de investigar hasta el último grano de piedra y arena que hubiera.
Nadie sabía los frutos que el yacimiento podría dar, pero había que estar preparado para ello y ellas lo estaban. No había ni pasado ni futuro, sólo importaba el ahora. Y lo que estaban a punto de vivir era apasionante, lo sabían y tratarían que su relación personal no complicara los trabajos que iban ser rudos, duros y constantes.
Ese era el reto, el reto más importante de sus vidas. Lo sabían, intuían la importancia de lo que estaban a punto de comenzar. Si la vida las había vuelto a unir, sería por algo. Si el tiempo les daba otra oportunidad, sería por algo. Si sus corazones estaban desbocados pero a la vez se habían tranquilizado, sería por algo.
La pasión por sus trabajos y…posiblemente entre ellas, eran impredecibles.
Llegaron al lugar del yacimiento. Karla hizo un rápido reconocimiento del lugar. En verdad estaba emocionada. Esperaba que sus ojos no delataran sus sentimientos. Pero la referencia al pasado y la ubicación del campamento era inevitable.
– ¿Cómo te parece que montemos el campamento? Las mesas, los utensilios, el material… tú tienes buena maña en eso. Te lo dejo a ti. Y no te asustes de cómo quedó la primera excavación. La gente de mi padre no tuvo compasión. Es comenzar de nuevo… eso sí, ordené la construcción de dos barracones, uno hará de oficina, la verdad es que es a prueba de bombas atómicas, es casi una fortaleza, si tenemos que dejar aquí material valioso, es difícil que alguien pueda robarlo. Y luego el otro barracón, tiene una cocina, frigorífico, mesa y por si nos tenemos que quedar una cama grande y otra pequeña. Durante el día es difícil y caluroso estar dentro, pero en la noche, creo que es ideal. Y, en invierno, se puede adecuar para no pasar frío, de todas formas si vemos que hace calor también se puede arreglar. Si quieres decorarla de alguna forma me lo dices, lo dejo en tus manos y el colocar las cosas y distribuirlas también, a mí no se me da nada bien esas cosas –. Explicó Dax.
– No te preocupes Dax, la ubicación de las cosas serán como en el antiguo campamento, estaba muy bien, no es que recuerde mucho, pero seguramente me saldrá igual que entonces. Eso sí, lo de los barracones es un avance, aquel verano nos conformamos con un par de tiendas de campaña. Imagino que has previsto que alguna vez podamos trabajar en invierno, aunque supongo que eso depende de los resultados. Ahh… y estoy preparada para ver como dejaron las cosas la gente de tu padre. Recuerdo que a veces, volvía a los yacimientos donde trabajaba para tu padre y me los encontraba en un estado lamentable después del paso de la carroña de la gente de tu viejo. Pero ya fue, ahora no hay ningún impedimento para hacer de este campamento un lugar agradable para trabajar y sin las tensiones de tener que depender de nadie, sólo de nosotras mismas –. Dijo Karla, sintiéndose sorprendida de su propia alocución.
– Bien, así es, somos independientes, y te aseguro Karla que nadie se va a interponer esta vez en esta excavación, te lo aseguro –. Dijo Dax, seria, intuyendo los sentimientos de Karla. Había notado como se humedecían los ojos. Aquella mujer seguía sufriendo por el pasado. Dax se prometió a sí misma que encontraría el momento de explicarle todo. Debía conseguir que Karla se olvidara y dejará al pasado descansar para siempre. Y sabía que no había otra forma que contarle la verdad de todo lo acontecido aquel día, de aquel año… y durante aquellos ocho largos años.
Karla se animó de inmediato, aquel trabajo era su pasión y pronto tuvo escenificado como dejaría el campamento. Lo haría funcional y cómodo. Pasarían muchas horas allí, y habría algunos momentos cercanos al mediodía en que tendrían que descansar pues el sol era absolutamente abrasador y para eso los barracones no servían. Así que con el material que tenía, a mediodía consiguió tener armado un pequeño refugio entre una roca y unos árboles: un amplio toldo las protegería del duro sol y una mesa con dos sillas harían de comedor. También entre los árboles puso las dos hamacas paraguayas que les servirían para echarse una siesta durante las horas más calurosas. Estaba acomodando los primeros enseres, Dax la ayudaba.
Seguía siendo imponente la fuerza de aquella mujer, la sensación de salvajismo estaba metida dentro del cuerpo de Dax. Pensó, admirándola, Karla.
– Un descanso – gritó Karla. – A ver que nos ha hecho de comer la señora Dora, estoy hambrienta.
– Bien, un descanso de un par de horas. De tres a cinco no hay nadie que pueda aguantar este sol. Karla, has elegido un buen sitio para poner el lugar de descanso, estos árboles dan un fresquito que se agradece mucho.
– Me alegro que te guste. La fuente de agua sigue existiendo, eso nos ayudará a refrescarnos –. Dijo Karla.
– Bueno, también sigue existiendo el pequeño lago cerca de aquel risco y la pequeña cascada que nos mantendrá ligeramente refrescadas y limpias. Yo pienso llegar a la aldea bien limpia y cambiada de ropa, será mi premio, nadaré un rato y tomaré los últimos rayos de sol.
Karla recordaba tiempos pasados, sabía de la costumbre de Dax de bañarse y secarse con los últimos rayos del sol. Recordaba los atardeceres cuando el cuerpo desnudo de Dax, se tendía, cuan largo era, sobre una piedra secando las gotas de agua que aún quedaban sobre su piel. Karla siempre se bañaba más tarde en la pequeña caída de agua que había al otro lado del lago. Luego solía aproximarse a Dax y se tendía junto a ella, otras veces admiraba ese cuerpo que era suyo, y algunas tardes terminaban haciendo el amor allí.
«Eso, ya pasó Karla, eso fue hace mucho tiempo, ahora las cosas han cambiado». Se decía a sí misma, tratando de convencerse. Pero la humedad de su entrepierna la delataba. Esa humedad no miente nunca, aunque lo queramos disfrazar de otra cosa.
– ¿Aún no has echado una mirada a como quedó el yacimiento? – preguntó Dax, sacándola de sus pensamientos.
– No, ya lo haré más tarde, lo primero es organizar esto. Ya me llevaré el susto luego – dijo Karla, mientras se sentaba a la improvisada mesa que habían puesto para comer.
– Ni te lo imaginas, está todo absolutamente enterrado, hay que comenzar de cero.
– Vuelvo a repetirte, lo imagino, olvídalo. Luego iré, pero recuerda que eso va a ser asunto tuyo, yo intentaré localizar de nuevo la segunda excavación, es importante. Si queremos establecer una posible línea en el tiempo de los dos lugares debemos trabajar en los dos–. Concluyó Karla comenzando a atacar la comida. – ¡Pero que buenas están estas croquetas! ¡Y esta ensalada! Imagino el postre. Dora es toda una artista.
Dax, sonrió, el apetito de Karla no había cambiado para nada.
– Bien, tú eres la especialista en yacimientos arqueológicos, sabes muy bien que hacer. Te haré caso – le dijo Dax, mirándola profundamente. Karla desvió la mirada cuanto pudo.
Se echaron la siesta, pronto Dax quedó profundamente dormida. A Karla le costó mucho relajarse, pero quería descansar ese par de horas y luego ir hacia el primer yacimiento. Vería como estaba y decidiría que hacer.
– Dax, me acompañas – le gritó, – deja eso por hoy, ya terminamos mañana, son casi las 18:30 y quiero ver el yacimiento antes que se haga más tarde.
– Bien, te acompaño – respondió Dax.
No es que estuviera lejos -unos 500 metros-, pero quería compañía ante lo que imaginaba que sus ojos verían. En pocos minutos estuvieron allí.
– ¡Dios mío! ¡Está todo… todo absolutamente tapado, es como si lo hubieran sellado! Tenías razón hay que comenzar de nuevo–. Exclamó Karla sin terminar de creer lo que estaba viendo.
– Fue, una absoluta rapiña. Quisieron borrar de la faz de la Tierra a este campamento, cualquiera que no hubiera estado aquí antes no se daría cuenta de que se había abierto un túnel y habilitado un pasillo. Por eso te dije que había que partir de cero y…
– Sí, te ayudaré. No vamos a poder trabajar a la vez en los dos yacimientos, primero trataremos de rehabilitar este, luego el otro. Trabajaremos las próximas semanas la dos en él. Veremos que se puede hacer. Creo que es un asunto de pico y pala y me imagino que tú no querrás traer a nadie para que nos ayude, ¿cierto?
– Así es – afirmó Dax, – trabajaré todo lo que pueda para evitar que te canses.
– Olvida eso, Dax, soy bastante dura, te lo aseguro–. Dijo Karla sintiéndose un poco ofendida.
– Jajaja, vale, vale Karla, no lo dudo, trabajaremos juntas hasta poner esto bien. Quizás no sea cuestión de semanas. Veremos. Bueno, son las siete de la tarde mi baño me espera, ¿quieres venir? Te vendrá bien relajarte e ir ya limpia al hotel.
– Ir..., yo… contigo… Bueno sí, adelántate, yo iré en un rato, tengo algo que hacer, solo cinco minutos, adelántate. Recuerdo el camino –. Dijo, Karla titubeando.
«Ir con Dax a nadar y verla como dios la trajo al mundo, no, eso si que no». Si con solo imaginarlo se había puesto como se había puesto no podía imaginarse como se pondría si la viera así, en directo. Pero tendría que ir, iría pero daría la vuelta al lago y se ducharía en la pequeña caída de agua, como hacia antaño. La cascada estaba lo suficientemente lejos como para no divisar cuerpos concretos, solo siluetas.
Karla dio un rodeo más largo de lo normal para llegar a la cascada, pero no terminaba de encontrarla, creía recordar perfectamente el camino, pero una densa vegetación había borrado toda huella.
«¡Maldita sea, tenía que haber venido con ella! Bueno parece que oigo el agua, el lago tiene que estar aquí mismo. Aja aquí esta, pero…» Karla había querido dar tanto rodeo que finalmente acabó cerca de la piedra donde Dax se tumbaba a secarse. Dax todavía estaba en el agua, dispuesta a subir a la piedra para tumbarse y secarse. Vio a Karla y la llamó.
– Karla, espera, ya subo y te digo como llegar a la cascada.
– No…, creo que yo sabré, iré por allí…
Pero Karla no tuvo tiempo para nada, Dax avanzaba hacia la orilla, como una diosa salida de los albores de la historia del tiempo, en pocos segundos estuvo ante Karla.
«¡Dios mío! ¡Qué cuerpo! ¡Qué mujer!» pensó para sí y desvió la mirada de aquel cuerpo completamente desnudo. Dax con toda normalidad se tumbó y se estiró cuan larga era. Gotas de agua resbalaban por su curtida y morena piel. Senos erectos, abdominales envidiables, fuertes brazos, largas piernas. Karla se recreó unos instantes y se detuvo demasiado tiempo en el lugar que antaño había gozado. Trató de reaccionar como pudo: no le gustaba nadar, pero se tiró al lago y lo atravesó rápidamente hasta llegar a la cascada que estaba a unos 100 metros. Nadó tan deprisa como jamás hubiera soñado que pudiera. Su corazón estaba por salirse de su sitio y su mente trataba de calmar la ansiedad por Dax, una ansiedad que de pronto se había hecho insoportable.
Dejó que el agua corriera por su cuerpo, trato de enfriarlo de alguna manera. Se repetía una y otra vez que aquello no podía ser, que aquella “necesidad” había quedado en el tiempo. Pero no podía mentirse a sí misma, su cuerpo reaccionaba sólo con pensar en la desnudez de su jefa. Con no poco esfuerzo se calmó. Y, ¡joder!, con las prisas había dejado la toalla y la ropa al lado de Dax, ¿Qué iba a hacer ahora? Tendría que volver nadando hacia donde se encontraba aquel cuerpo. Esperaría un poco por si Dax se iba. Pero estaba ya por arrugarse de tanta agua. Además Dax la llamó.
– ¡Vamos, Karla se hace tarde! Ven nadando hasta aquí nuevamente.
A Karla no le quedó otra que volver nadando al lugar de origen. Salió del agua. Sintió como unos ojos no le quitaban la vista de encima. No se atrevía a mirarla.
– Toma, Karla. Pero… ¡mira hacia aquí! si sigues mirando al suelo, te la vas a pegar. Sécate, mientras yo me voy vistiendo, – Dax le ofreció una toalla. – Es una maravilla volver a hacer esto, la sensación que te deja en el cuerpo es única.
– Sí, tienes razón, Dax, es una sensación única–. Acertó a decir Karla. «Pero no precisamente por el agua, sin por ti», se dijo así misma.
Logró secarse. Se vistió sin alzar los ojos, no podía volver a ver a Dax así, o tendría que pasar por el hospital para que le hicieran un reconocimiento del corazón.
Las dos, ya vestidas, frescas y con Karla más tranquila, volvieron al campamento, Malen salió a recibirlas, la muy golfa se había pasado todo el día durmiendo y ahora corría con ganas de jugar.
– Vale, vale, Malen, corre un rato mientras nosotras recogemos las cosas. Pero luego tranquilita, ¿si?–. Dax intentaba calmar a la perra.
Pronto el anochecer llegó a la isla. Dos mujeres y una perra iban hacia la aldea, cada una sumida en sus propios pensamientos. En cuanto llegaron, Felipa se hizo cargo de Malen y le dió de comer.
– Bueno, y vosotras… ¿cenaréis aquí?
– Yo sí – dijo Karla.
– Bueno Felipa, yo solo vine a traer a Karla y a recoger mis cosas como quedamos. Hoy me traslado.
– ¿Ya tienes habilitada la cabaña?
– Sí, así es. Dora me dejó la cena allí.
Karla al oír la palabra cabaña se volvió hacia Dax. Pero no dijo nada, solo un:
– Gracias, Dax por traerme. Espero no haberte desviado mucho de tu ruta.
– No, no me has desviado, tenía que venir. Además te traeré todas las noches. Bueno…, pues buenas noches, mañana te recojo a las siete menos cuarto, ¿te parece Karla?
– Sí, si, claro. Que descanses, buenas noches Dax.
– Buenas noches Karla. Hasta mañana Felipa.
***
Dax en su recorrido hacia la cabaña:
«¡Dios, y ahora qué! La cabaña se me va a venir encima.
¡Dios casi me muero esta tarde al verla desnuda! Creo que la turbé al salir del lago. La verdad es que ansiaba hacerlo. Quería ver su expresión.
No puede ser que el deseo tan bestial vuelva como antaño, si es así, lo vamos a pasar las dos mal. Tengo que encontrar un momento para decirle toda la verdad, esa mujer se merece una explicación.
Nuestro primer día y ya trato de provocarla. ¿Es que la sigo amando hasta unos límites que ni el tiempo ni el espacio, ni cualquier circunstancia pueden romper? ¿Y sí sólo ha visto en mí una provocación y por ello se lanzó al lago? Pero no parecía eso... y yo… no podía quitarle los ojos de encima, mi cuerpo me delata, menos mal que me vestí enseguida o mi flujo se hubiera derramado por todas partes. ¡Oh dios estoy diciendo barbaridades, no tengo vergüenza!
Y yo que haré sola en esa cabaña, sin ella, sin nadie… Claro que es lo mejor, estaré cómoda y podré descansar. Me gustaría decirle que tiene una habitación a su disposición, que no la voy a molestar, pero sería repetir la historia de entonces, y no quiero, Karla no merece sufrir nada y debe conocer toda la verdad. Sólo así el pasado será pasado.»
Llegó a la cabaña, inmediatamente fue hacia la nevera y comió devorando lo que Dora le había dejado. Estaba ansiosa. Se sirvió una copa y salió al porche, necesitaba contemplar las estrellas, que como todas aquellas noches lucían majestuosas en el cielo nocturno.
«Sigo absolutamente excitada, espero que con la copa calme mis deseos impuros, muy impuros. Bueno esto es por ser el primer día, me acostumbraré a ella, y todo volverá a la normalidad, es inalcanzable para mí, ella ya no debe sentir nada por mí.» Se decía Dax tratando de auto convencerse.
Media hora después estaba en la cama, eran casi las diez y media y quería madrugar para ir a hacer algo de ejercicio que le sentaría muy bien. Pero no hacía más que dar vueltas, la imagen de Karla con el cuerpo mojado no la dejaba en paz, y no pudo hacer nada más que desahogarse. Finalmente quedó dormida con una suave sonrisa en su rostro.
***
Karla también cenó muy rápido. Felipa le hizo una infusión pero Karla le pidió una copa bien cargada.
– ¿Qué te pasa Karla un día duro? – le pregunto la señora.
– Pues sí, muy duro. Me tomo esto y me voy a la cama, Dax estará aquí a las siete menos cuarto, queremos aprovechar la fresca para terminar de armar el campamento, el calor es sofocante a mediodía y perdemos algunas horas.
– Bien, pues a la cama.
Karla se metió en la cama lo más rápido que pudo y cerró los ojos, pero la imagen de Dax saliendo del lago no la ayudaba, desataba sus más bajos instintos y pensó que lo único que podía traerle el sueño era desahogarse. Luego quedó profundamente dormida.
***
Dax se levantó cerca de las 5:30 de la madrugada, su intención hubiera sido media hora antes pero el sueño y el cansancio la sobrepasaron. Rápidamente se vistió con un pantalón corto, camiseta y deportivas. Correría hasta las 6:30. Llegaría a recoger a Karla un poco tarde, pero no demasiado. Cincuenta minutos y el sudor le corría por la cara, ya se sentía mejor, se duchó rápidamente, recogió sus cosas y a las 6:50 se encaminaba hacia el hotel. Llegó veinte minutos después. Las primeras luces del día aparecieron. Karla estaba sentada jugando tranquilamente con Malen. Le pidió otro café a Felipa.
– Buenos días, Karla, perdona por el retraso. Me dormí, era el primer día y estaba cansada.
– No te preocupes, yo hasta las 6:30 no pude levantarme y apuesto a que tú ya hacia una hora que estabas… ¿corriendo? Seguro que adiviné, creo que debemos poner la partida diaria a las 7:30 así podrás hacer tu ejercicio y yo dormir un poco más. ¿Una taza de café?
– Sí, gracias y unos bollitos de esos que huelen tan bien… no desayuné más que un zumo…
– Buenos días, Dax – dijo Felipa. – Mira, os he puesto otros bollitos para que los desayunéis a media mañana. Café imagino que tenéis allí – continuó diciendo la buena mujer.
– Así es, Felipa, te agradeceremos que nos tengas estos bollitos por la mañana, te aseguro que vamos a quemar todas esas calorías.
– Bien, mira Dora me va a dejar la comida todos los días aquí, dice que seguramente a ti se te olvidara recogerla de la nevera cada mañana.
– Jajaja. Sí, me conoce bien.
Toda esta conversación se desarrollaba mientras Dax escudriñaba disimuladamente a Karla, «¡mira que estaba hermosa hasta por la mañana!» Debía tranquilizarse porque sino su cuerpo volvería a las andadas.
Karla no podía dejar de admirar a aquella mujer. Tenía que controlarse o lo pasaría mal de nuevo. Se tenía que recordar que entre ellas dos ya no había nada. Dax no parecía muy dispuesta a explicarle lo que ocurrió en el pasado, y mientras no supiese la verdad, no estaría en paz, no podría olvidarlo definitivamente y eso, era lo que la alejaba de Dax. Tampoco podía pretender que el tiempo no había pasado… los sentimientos de Dax estarían muy lejos de lo que ella seguía sintiendo, tenía que admitirlo, eso la ayudaría a controlarse. Ese control la iba a agotar pero siempre tendría la oportunidad de descansar de Dax y del yacimiento por medio de la excusa de su trabajo en Madrid, volaría cada vez que la sobrepasara la situación.
– Bien, Karla, partimos. Vamos Malen, adentro.
Felipa se quedó mirando como partían las dos mujeres y la perra. ¡Dios, deben ser masoquistas! Dora me explicó todo en su momento, estas dos mujeres jamás se han dejado de amar. No podrán evitar la fuerte atracción que se tienen, pero más vale que olviden y aclaren los demonios del pasado. Son dos mujeres excepcionales que merecen ser felices. Con esta reflexión, Felipa volvió a sus quehaceres, tenía un par de inquilinos más que pasarían aquel verano allí, además hoy viernes, tendría más gente a comer y cenar de lo habitual. El verano significaba más ingresos para poder mantener el hotel. No deseaba gran cantidad de clientes, solo los imprescindibles para poder darles un buen servicio y para que aquel bendito pueblo continuara sin mucha gente. Ella había vuelto a la aldea con esa intención, estuvo demasiado tiempo afuera, en la ciudad, y su ilusión siempre había sido volver y poder mantenerse con algún trabajo agradable. Por ahora le iba bien, y este verano tenía especial entretenimiento: una perra y una tortolita absolutamente enamorada. Lo peor es que sabía que se iría del hotel en cuanto aquel amor explotase. Y apostaba que no iba a transcurrir mucho tiempo.
Felipa parecía bruja, durante los siguientes días, Dax y Karla muy metidas en sus pensamientos lograron ponerse a trabajar a fondo, el cansancio no dio lugar a más situaciones embarazosas, pero las miradas y los sentimientos seguían a flor de piel. Trataban de evitarse la una a la otra. Las conversaciones cada vez estaban más dentro de la normalidad. Karla se olvidaba del pasado cada vez más. Las preguntas personales tardaron en salir, pero salieron.
Habían transcurrido las primeras tres semanas de trabajo en el yacimiento, la primera excavación empezaba a tener el mismo aspecto que antaño. Dax había logrado abrir de nuevo el primer pasillo y consiguió limpiar buena parte de la arena sobrante, las edificaciones volvían a salir de nuevo a la luz. A Karla no le quedó más remedio que ayudarla. No había tenido mucho tiempo para dedicarse a la otra excavación. Solo había comprobado que seguía existiendo. Aquel tercer fin de semana pensaba seguir trabajando. Era la hora de comer del viernes:
– Dax, creo que voy a echar un vistazo este fin de semana al otro lugar. Me apetece investigar un poco por ahí.
– Bien, de acuerdo. Debes estar cansada de sacar arena sin ningún resultado aparente, aunque el progreso ya puede verse, las primeras edificaciones han salido nuevamente a la luz y ahora me toca a mí pulirlo. Creo que podrás dedicarte ya al otro yacimiento. Vas a tener bastante más trabajo, creo que la piedra va a ser el material predominante y eso pesa. Procuraré terminar con esta cantera y estar contigo trabajando lo antes posible.
«¡Maldita sea!..”Estar contigo lo antes posible”. Pero si lo que trato es alejarme un poco de ti y de tu cuerpo. No aguanto mucho más viéndola con esos pantalones tan cortitos y ese top que no deja mucho a la imaginación, y ese sudor que corre por su cuerpo y ese moreno tan ardiente…» Pensaba Karla pero dijo:
– Bien, de acuerdo.
– Si piensas quedarte no es mala idea. Llamaré a Dora para que prepare comida para el sábado y el domingo, además de unas bebidas, y que traiga algo de ropa para podernos cambiar por lo menos al atardecer.
«“Podernos cambiar”. Ha dicho, “podernos cambiar”. Eso significa que también se piensa quedar.»
– Ah, ¿te piensas quedar también? No es necesario Dax. No es un lugar peligroso.
– No se trata de que sea o no sea peligroso. Esto es un trabajo de dos. Y creo que si queremos aprovechar el tiempo, es mejor quedarnos a dormir aquí. Para ello el barracón nos dará el servicio que necesitamos. De todas maneras, el domingo a la tarde nos iremos a la aldea, hay que desconectar un rato. Y el lunes en la mañana tampoco trabajaremos, almorzaremos temprano y nos venimos para aquí ¿qué te parece el plan?
– Bien, buena idea, de alguna forma hay que desconectar – confirmó Karla.
A última hora de la tarde, Dora llevó lo que Dax le había pedido. La buena mujer se alejó rápidamente echando una mirada a las dos jóvenes mujeres, al darse media vuelta su cara esbozó una enorme sonrisa.
– Bien, vale por hoy, Dax, está a punto de caer la noche, me voy a bañar –. Y sonriendo añadió – tengo mucha hambre.
– Claro, Karla, te acompaño al baño, creo que tampoco tengo muy buen olor. Además, no te quiero llevar la contraria en cuanto a cenar pronto, sé de tu hambre.
– Sí, cierto, estoy muy hambrienta. «Muy hambrienta de comida y de ti. Pero eso no te lo voy a decir, Dax. Me voy a aguantar. No puedo hacer otra cosa» –. Su cara se puso seria, pero sólo fue un momento.
Ambas mujeres se dirigieron hacia el pequeño lago. Dax se quedaba dónde siempre y Karla caminó hasta la cascada. Se conformaba con verla desde lejos. Una especie de tregua se había impuesto entre ambas. Era la única manera de no estar cerca la una de la otra.
– La cena exquisita – dijo Karla apurando su último trozo de carne y su último sorbo de vino.
– Sí, es muy reconfortante una cena así. Se te olvidan todos los esfuerzos hechos durante el día. ¿Un café?
– Sí, un café me vendrá muy bien, así los efluvios del vino se marcharan –. Dijo Karla con una carcajada.
– ¿Estás de buen humor, Karla? – preguntó Dax. – Me alegra verte relajada. El trabajo es duro y estresante.
– Si, es duro. Espero tu café.
Poco después un rico olor a café se extendía por el pequeño campamento. La noche estaba limpia y estrellada. La luna se alzaba majestuosa. Dos mujeres silenciosas, sumidas en sus propios pensamientos sorbían una taza de café.
– Karla, quisiera aprovechar esta tranquilidad para hablarte, para darte una explicación.
Karla miró a Dax con cierta intranquilidad, y dijo:
– ¿Una explicación? No entiendo, Dax.
– La verdad, no sé como empezar ni como te lo vas a tomar. Pero creo que mereces una explicación de lo que pasó años atrás.
Karla puso su cuerpo y su mente en guardia. No esperaba ninguna explicación y la tomó por sorpresa. No sabía que decir, pero contestó de forma algo agresiva:
– No hay nada que explicar del pasado Dax, el pasado, pasado está.
– Déjame decir algo, sino lo quieres oír, solo dilo y me callaré para siempre. Escucha lo que tengo que decirte, por favor – rogó Dax.
– Está bien Dax, pero no voy a permitirte que me lastimes lo más mínimo, esto es una relación de trabajo, recuérdalo siempre. Tú y yo sólo somos compañeras de trabajo y además, eres solamente mi jefa. La que me paga y yo me debo a ello.
Karla se sorprendió de su propia agresividad. En el fondo estaba necesitando una explicación del porqué de algunas cosas del pasado. Pero no estaba dispuesta a que volvieran a herirla, esta vez no, era una mujer adulta, solo deseaba realizar su trabajo. Y si era ella la que tenía que poner miles de kilómetros para alejarse de aquella mujer, lo haría. Su corazón no iba a sufrir más. No lo iba a permitir.
Era una persona que siempre daba la oportunidad de hablar a los otros, era su ética y ahora no iba a ser menos. Escucharía a la mujer que le había destrozado el corazón, la mujer que estaba empeñada en “justificarse”, en “dar una explicación” después de ocho años. Aunque no llegaba a comprender la situación del porqué ese interés de Dax por comunicarle lo que fuera. En lo más profundo de su ser anhelaba esa explicación. Quizás para justificar el amor que sintió por aquella mujer.
– Adelante Dax, te escucho – dijo Karla sirviéndose una copa. Necesitaba calentar su cuerpo y su mente. Quería tener algo en sus manos para no agitarlas nerviosamente.
– Gracias, Karla. Si cuando lleve hablando algo de tiempo y decides no seguir escuchando… lo entenderé. Me callaré. Solo te pido una cosa más. Todo lo que tengo que decirte, está aquí escrito. Sino quieres escucharlo de mis labios, léelo por lo menos y, jamás volveré a hablarte del pasado ni de lo que pasó hace ocho años.
– Está bien Dax, si veo que no puedo escucharte, deja lo que has escrito ahí y lo leeré cuando pueda. Y también te digo que me dejes marchar si cuando escuche tus palabras decido irme.
– Lo entenderé, Karla, lo entenderé.
Dax también se sirvió una copa. Estaba tranquila, su corazón siempre lo había estado. El dolor que sentía nunca se le había ido, sólo el paso del tiempo había conseguido por lo menos, apaciguarlo. Pero no estaría liberada de aquella pesada carga hasta decirle a Karla lo que tenía que decirle.
– Ha pasado mucho tiempo Karla desde que estuviste aquí, ocho años… Quiero que te sitúes en el último día si es posible que te acuerdes. Voy a tratar de explicarte lo que ocurrió, no voy a hacer casi ninguna referencia a nuestra relación. Lo que pude decirte es esos últimos días fue muy distinto de lo que quería decirte. Te situaré. Sebastián el lugarteniente de mi padre iba a venir a la excavación, pero finalmente decidió venir también mi padre. Cuando estuve reunida con él, unos días antes me había advertido que tenía que dejar la excavación y volver al trabajo. Que no entendía mi interés por el minúsculo yacimiento. Me dijo que él no estaba dispuesto a financiar excavaciones de poca monta para que yo me divirtiera; que si la excavación no era rentable yo tendría que costearlo y para ello tendría que trabajar duro para él. Le dije que no me importaba, que la isla era un capricho mío y que no me importaba trabajar para él. Eso le pareció bien.
Karla tenía la mirada perdida, a años luz de allí, trataba de situarse en aquellos últimos días, lágrimas pugnaban por salir de sus ojos, pero se contuvo. Dax dejó de hablar un momento. Tomó un largo sorbo de su cubalibre. Destensó sus músculos y continuó:
– Ahí quedó la conversación. En un “ya veremos”. Lo que más me sorprendió es que mi padre acompañara a Sebastián a la isla, no lo entendía. Tanto interés de golpe por parte de mi padre por la isla, por esta excavación… no lo entendía. Cuando finalmente llegó y hablé de nuevo con él, comprendí que el “trabajar duro” para mi padre tenía un significado diferente para él que para mí. Yo creía que bastaba con seguir encargándome de los asuntos como había hecho los últimos años. Al fin y al cabo era encargarme de sus asuntos legales, tiendas, cafeterías y que funcionaran lo mejor posible. Pero mi padre me exigió mucho más –. Dax, suspiró profundamente. – Me exigió que me ocupara de asuntos más delicados. Eso quería decir que me iba a convertir en su matona, la que solucionaría los asuntos sucios, es decir, chantaje, venta al mejor postor los objetos encontrados, traficar con ellos en una palabra. Extorsión a eso quería que me dedicara. Me negué. Le dije que no iba a consentir que me utilizara de aquella manera. Fue entonces cuando mi padre me demostró lo que era: el ser más ruin que jamás conocí. No sólo era un hombre sin ética, chantajista y mafioso. Era algo peor. No le importaba lo más mínimo si yo era su hija. Sólo quería conseguir lo que le interesaba al precio que fuera. Según él, yo tenía una gran inteligencia y la quería utilizar para conseguir sus fines. Se había enterado de la relación que teníamos tú y yo. Nos había estado espiando, y yo ¡sin darme cuenta! Intuyó lo importante que eras para mí. Y lo utilizó, así de simple.
Dax, calló. Karla por vez primera, desde que comenzara el monólogo, la miró profundamente sin llegar a abstraer el significado final de aquella confesión. En aquel lejano tiempo Dax ya le había advertido de los negocios de su padre y lo desalmado que era. Sabía de sus negocios sucios pero no calibraba hasta donde era capaz de llegar aquel “monstruo”. Sólo podía esperar el final de la explicación de Dax.
La alta mujer volvió a suspirar profundamente. Se sentó. Miró a las estrellas, a Karla y bajo los ojos. Le costaba tanto recordar aquellos días, le costaba tanto decirle a Karla lo que le iba a decir.
– Bien, Karla. Mi padre en persona me comunicó que sino accedía a sus pretensiones, te mataría.
Un cuchillo pareció pasar por todo el cuerpo de Karla. La respiración se cortó en su pecho, la angustia recorría su garganta. No lograba articular palabra.
Dax ya no iba a callar, continuó.
– Lo que yo no sabía de mi padre, lo que él me había mantenido oculto, lo que mi mente no sospechó o se negó a sospechar, es que también era un asesino. No lo sabía. Pero él se aseguró de que me enterase y que tomara conciencia de que la amenaza que había vertido sobre ti podría llevarla a cabo.
Sebastián, en esos momentos me había sujetado junto con otros dos de sus hombres. Mi padre puso en funcionamiento su computadora portátil y unas imágenes llegaron a mis ojos. Fue capaz de grabar sus propios chantajes e incluso algunas muertes que mando ejecutar porque sus clientes no habían cumplido lo que prometieron. A través de mis ojos pasaron varias escenas escalofriantes que se grabaron para siempre en mi mente. No fui capaz de moverme, ni de articular palabra. Mis ojos se quedaron secos de tantas lágrimas vertidas aquel día, el día de tu partida y el día que tomé conciencia de lo que era mi padre.
Finalmente, puso sus condiciones: yo no me encargaría de los negocios sucios, pero en consecuencia, me tendría que separar de ti o tu vida iba en ello. Debía utilizar “mi inteligencia” para aumentar las ganancias de sus negocios. Así que durante todos esos años me dediqué a invertir su dinero negro, a blanquearlo y a hacerlo inmensamente rico. Mientras tanto el vigiló cada paso que daba, siempre con la amenaza que si volvía a verte te mataría. Era su castigo por no haber accedido a trabajar en lo que él había destinado para mí. Me había querido convertir en un ser como él. Yo no estaba dispuesta, pero tampoco estaba dispuesta a que tú perdieses la vida.
De alguna forma llegamos a un acuerdo, él no quería perder lo que pudiera sacar de mí, así que accedió a que yo me dedicara a invertir y blanquear su dinero, él a cambio te dejaría en paz y dejaría que vivieses. Durante todos estos años me mantuvo vigilada, siempre con la amenaza velada de que podría ejecutar tu sentencia de muerte.
Karla escuchaba con la mirada perdida, su mente se negaba a reaccionar. Siempre había exigido una explicación y allí estaba. Le iba a costar mucho tiempo asimilar todas esas palabras. Pero creía en Dax, las piezas empezaban a encajar.
– No voy a hacer ninguna referencia a mis sentimientos, ni lo que fue mi vida desde entonces. Eso es otra historia. Merecías saber todo y por eso te lo estoy contando. Para terminar te preguntarás porque dejé pasar un año más para decírtelo y no corrí a comunicártelo en cuanto el viejo murió. Pensé que había algo más importante que hacer: tratar de deshacer todo el mal que había hecho mi padre. Me puse en contacto con las autoridades, desempolvé documentación y me puse a disposición de la justicia. Hubo muchas reuniones entre la justicia y yo. Llegamos a un pacto, la expiación de mi culpa por colaborar con mi padre era que trabajaría para devolver todo a su lugar, todo lo que pudiera arreglarse se arreglaría. Conté con la ayuda increíble de un buen equipo de jueces e investigadores que me ayudaron durante este año. Diseñé un plan que ha hecho que todo sea legal, he tratado de compensar todos sus crímenes. Casi lo he conseguido, pero las muertes… esas no he podido repararlas. Sin embargo, nunca nadie me acusó de esas muertes. Me sentí impotente ante los crímenes de mi padre, lo único que logré durante estos años es que no hubiera más muertes.
Un largo silencio se estableció entre las dos mujeres, cada una metida profundamente en sus pensamientos. Karla tratando de digerir toda aquella información. Ahora, comprendía que Dax, lo único que hizo durante todo aquel tiempo fue protegerla. Salvarle la vida. Había renunciado a todo por ella. Le asustaba comprender cuando la había amado.
Dax puso sobre la mesa un grueso sobre. Allí había pruebas suficientes para que Karla entendiese todo. No tenía mucho más que decir, porque lo que tenía que decirle no podía hacerlo ahora. Ojalá pudiera gritar todo lo que la seguía amando. Y como el volver a estar cerca de ella había vuelto a despertar toda la pasión contenida y olvidada durante años. No podía exigir que Karla siguiera sintiendo lo de antaño, era consciente que habían pasado muchos años y que los sentimientos se van, al fin y al cabo fue poco tiempo de relación. En la actualidad todo era distinto, y si surgía algo, tendría que ser libremente. Pero había necesitado decirle todo aquello para dejar zanjado el pasado. Ahora estaba sumida en una profunda tristeza pero se había liberado. Podría volver a vivir y quizás, a sentir.
– Voy a pasear, Karla, volveré en un rato. Necesito que me de el aire – dijo Dax.
– Ve – consiguió articular Karla, en voz muy baja.
Ensimismada en sus pensamientos, se sentó a la mesa. Comenzó a correr una brisa en la calurosa noche. No era demasiado tarde todavía. Abrió el sobre, acercó la luz, comenzó a mirar y a leer. Había fotos y documentos, ordenados por tiempo y lugar. La letra de Dax, relatando en tiempo real lo que aconteció. Algunos pensamientos de ese momento, pero parecía un relato, una historia de acontecimientos, solo eso. Quizás los hechos, al principio, se sucedieron tan rápidamente, que Dax no había tenido tiempo de plasmar sus sentimientos y emociones. En algún momento lo decía: “sólo quiero llevar en cuenta los acontecimientos y hechos que ocurren relacionados con mi padre, para algún día desenmascararle y tratar de arreglar todo el mal que ha hecho”.
Solo se limitó a leer y mirar todo aquello, aún no quería valorar nada. Sólo tener toda la información posible. Ya tendría tiempo de asimilar el trabajo que había realizado Dax y… comenzó a llorar en el instante en que fue consciente de la capacidad de sufrimiento que tenía la que había sido su compañera sentimental durante un período corto de tiempo.
Se puso una chaqueta pues la brisa se tornaba algo fresca y se sirvió otra copa. La noche avanzaba igual que los acontecimientos que iba leyendo. Dos hora más tarde sus lágrimas se habían secado. Su corazón casi no latía. Su mente se había ido muy lejos. Pasada largamente la media noche, Dax regresó.
– Karla – la llamó bajito, muy bajito.
– Dime, Dax.
– Es tarde hay que dormir. Yo…
– No digas nada Dax, ya está todo dicho. Vamos a dormir.
Callaron las dos. Se metieron hacia el barracón que hacía de habitación.
– Hay una cama bastante grande, duerme ahí, Karla. Yo sacaré la cama que está debajo, sino te importa compartir la habitación conmigo, sino iré a otro lugar.
– No, Dax, la cama pequeña debe ser para mí, soy más pequeña –. Sonrió levemente y con desgana Karla. – Necesitas descansar y la cama pequeña no me va nada mal. Dax, ¿te puedo pedir algo?
– Si
– La cama grande es suficiente para dos, no tenemos porque molestarnos ni rozarnos. Duerme a mi lado, por favor, esta noche necesito sentir que alguien está cerca. Mañana ya estaré mejor. Es todo demasiado intenso para asimilarlo en unas horas.
– Bien, por mí sin problemas, prometo no molestarte.
Las dos se desvistieron, está vez no había ninguna mirada de deseo, sólo de comprensión, se metieron en la cama. Dax se durmió rápidamente. Al fin y al cabo ella había asimilado la historia hacía tiempo… había vivido cada acontecimiento. Ahora descansaba y comenzaba para ella una nueva etapa.
Karla estaba muy afectada, Dax lo sabía, pero también comprendía que había necesitado una explicación, para que esa parte de su vida tomara sentido. A Karla le costó dormir, se prometió que trataría de asimilar todo lo antes posible, ahora sí había quedado el pasado definitivamente atrás, lloró de nuevo, las lágrimas volvieron a salir silenciosamente de sus ojos. Algún tiempo después quedaba profundamente dormida. Demasiadas cosas se le habían venido encima durante las últimas horas. La explicación que había estado pidiendo durante tantos años, ya la había tenido y se había descubierto terrible y fría. Pero ella y Dax seguían vivas. El viejo asesino no se había salido con la suya. Dos almas que habían estado separadas, de alguna manera tenían un punto de unión. La verdad había salido a la luz, dolorosa y cruel, pero el presente ya no era sustentado por fantasmas del pasado. Eran dos mujeres libres que no dependían ahora, de nadie, que no tenían que dar cuenta a nadie. Lo que pudiera acontecer de ahora en adelante dependía exclusivamente de ellas.
***
El sábado llegó veloz, las dos mujeres se despertaron tarde. Eran casi las diez de la mañana cuando Dax abrió los ojos. Tomó conciencia de quien estaba a su lado y sonrió. Sigilosamente salió de la cama y comenzó a preparar el desayuno, una vez mas Dora las había surtido espléndidamente. El olor del café llegó hasta la experta nariz de Karla.
Los años no la habían cambiado, seguía tan voraz como siempre. Las tostadas y los bollitos emitían un suave olor a tostado. Karla no tardó mucho en ir al baño y estar sentada a la mesa junto con Dax. El desayuno estaba servido.
– Buenos días, Karla. ¿Has logrado descansar?
– Buenos días, Dax. Más o menos. Me costó dormir.
Dax iba a decir algo, pero Karla la calló con un gesto de sus dedos en sus labios pidiendo silencio.
– No hay nada que hablar, Dax, gracias por lo que me contaste. Es difícil de asimilar todo ello, solo es cuestión de tiempo, y te reitero las gracias. No te puedo decir nada, ni consolarte por todos esos años en esa situación. Pero ya pasó. Si surge, lo iremos hablando poco a poco, sino, todo quedó claro ya. ¿De acuerdo?
– De acuerdo Karla, ahora a desayunar tenemos mucho trabajo.
El día transcurrió como cualquier otro día de duro trabajo. Karla observaba desde lejos a Dax. Cuando paraba algún momento para tomar un respiro, su mente volvía a imaginar lo difícil que había sido la vida para Dax en aquellos años. Siempre la había admirado, ahora, comenzaba a sentir un respeto infinito por aquella fuerte mujer.
Dax se sentía liberada. Al contar la verdad se había quitado las cadenas del pasado. Aquella mañana se sentía bien, era la primera mañana de su nueva existencia. Veía a Karla con otros ojos. Era consciente de la madurez de aquella mujer que conoció siendo tan joven. Hermosa, tranquila, con el corazón de siempre, con una inteligencia exquisita. No sabía si alguna vez volvería a tenerla en sus brazos, pero sabía que iba a intentar volver a conquistarla con todas sus fuerzas. A esa mujer la quería para ella, la deseaba para ella, la necesitaba…
Al acercarse el atardecer se dirigieron hacia el pequeño lago que les servía para asearse. Esta vez, Karla, ante la sorpresa de Dax no se fue hacia la cascada. Se desvistió y dejó al descubierto su espléndida desnudez, dio unos pasos y se metió al agua. Dax, no pudo apartar sus ojos de ella y no disimuló lo más mínimo. También se desnudó y se lanzó al agua, nadando vigorosamente, trataba de apaciguar cierta calentura que le estaba quemando la entrepierna.
Apenas habían cruzado unas pocas palabras desde la noche anterior, palabras sobre cosas del trabajo, pero Karla sonreía, Dax sonreía. La tensión entre las dos mujeres pasó a mejor vida. Volvieron a dormir juntas, sus cuerpos no llegaron a tocarse, pero la compañía que la una daba a la otra era todo lo que necesitaban.
A la mañana siguiente conversaron sobre como encarar la segunda excavación. Los dos últimos días se habían dedicado a investigar la zona, todo estaba como lo dejaron antaño, habían vuelto a encontrar la posible entrada a un edificio que parecía meterse en los profundo de aquel pequeño montículo.
– No sé… no acabo de comprender hacia dónde nos puede llevar la segunda excavación. Es como si hubiera habido durante estos milenios corrimientos de tierra y estas rocas pulidas no pertenecieran exactamente a este lugar. Esa es mi impresión – le decía Karla a Dax. – No entiendo como esta posible entrada no fue descubierta por la civilización posterior, la de hace unos cinco mil años. Parece como si esos restos hubieran llegado aquí de alguna otra forma.
– Si, también pienso como tú. La próxima semana te ayudaré a cavar un poco más, veremos como llegaron hasta aquí esas piedras e inscripciones. Mañana temprano quiero ir a Atenas. Necesitamos algo de material nuevo, ya te contaré. ¿Me acompañarías?
– ¿Atenas? Suena bien, además, necesito comprar algunos trapos. ¿Me acompañarás?
– ¿A comprar trapos? ¡Qué remedio!
Las dos mujeres rieron ampliamente. Existía una nueva complicidad entre ellas.
CAPÍTULO IV
– ¡Por fin le explicaste todo! – Miraba sorprendido David a su amiga.
– Así es, ya no podía demorarlo más.
– ¿Cómo reaccionó?
– No se decirte, sobre todo fue una reacción silenciosa. Sé que ha llorado mucho. Leyó y vio todos los documentos. Ya sabe toda la verdad. Merecía conocerla y yo decírsela. No ha habido ningún drama ni escena – aclaró Dax.
– No tenía porque haberla, era una historia que tenías que contarle, ya lo has hecho. Ella irá asimilando y atando cabos poco a poco – Aseguró David.
– ¿Y tú, cómo estás tú? – preguntó David mirando intensamente a su amiga.
– ¿Yo? Pues bien, estoy libre. Libre para hacer y deshacer de nuevo lo que yo quiera con mi vida, era algo pendiente. Ya pasó. Ahora lo que tenga que venir vendrá.
– ¿Y en cuanto a tus sentimientos hacia ella? – dijo David, picaronamente.
– ¿Mis sentimientos? ¿No eres un poco curioso? Bien, no me preguntes más, es la mujer más terriblemente erótica que he conocido, me enerva hasta no poder más. ¿Contento con la respuesta?
– Sí, eso era muy evidente. Te deseo lo mejor con ella. Veremos en qué termina esta aventura.
Era el domingo por la noche, Karla estaba con Felipa, en la mesa camilla, Malen dormitaba al lado. Conversaban tranquilamente. Felipa le contaba los últimos acontecimientos del lugar.
– Bueno, o sea que no deja de ser un pueblo pequeño donde todos se conocen. Y dime, Felipa, ¿qué dicen de nosotras?
– Os tienen como dos locas científicas que excavan como si fueran mineros. Jajajaja – Rió Felipa.
– Ahh, somos mineras, no está mal. No está mal ¿No dicen nada más, Felipa?
– No, no dicen nada más, os respetan mucho, sobre todo a Dax. Siempre ayudó a la gente de la isla, y respetó la aldea aunque sea su isla. Pero dicen que la señorita no es feliz del todo, que ha tenido una vida dura y que el amor se le fue hace años ¿Sabes tú algo de eso, Karla? – Miró la mujer mayor a la más joven. Esta vez se puso algo seria.
– ¿Yo? ¿Que sí sé algo yo, del amor de Dax? – Karla bajó los ojos. No quería mirar directamente a Felipa o la descubriría. – Yo, no sé que contestarte.
– No hace falta hija mía, no hace falta. – Le dijo la mujer.
– ¿Por qué no hace falta, Felipa? – preguntó Karla a sabiendas que la mujer iba a ser muy sincera.
– Sabes que no te voy a mentir. Hija mía tendría que estar ciega y sorda para no ver como os miráis la una a la otra.
– ¿Tan evidente es? – Preguntó Karla.
– Sí, tan evidente es, – y esta vez sí sonrió la mujer, contagiando a la joven. – Muy, muy evidente, mi querida Karla.
***
El viaje a Atenas se desarrolló agradablemente, al haber desaparecido la tensión entre las dos mujeres el ambiente era más normal, más natural. Dax llevó a Karla a una antiquísima biblioteca particular de un viejo amigo de Dax.
– Te presento a Petroski, es un erudito historiador, geógrafo, especializado en condiciones climáticas antiguas, ecosistema e historia y asentamientos humanos.
– Encantado de conocerte, Karla. Dax me habló mucho de ti en los últimos años, veo que por fin podéis trabajar libremente sin el yugo del viejo cabrón, perdona que hable así, no puedo evitarlo.
– No te preocupes, Petroski, pero vamos a olvidar al viejo. Veo que esta biblioteca no existe en la relación de bibliotecas históricas de Grecia.
– Ni del mundo. Es mi biblioteca particular, durante los últimos treinta años me he dedicado a recopilar los documentos y algunos conocimientos a los que no se les ha dado importancia por las mentes oficiales. Dax trató de proveerme de cosas en un principio nada concretas, pero con el tiempo, al estudiarlas, fueron tomando vida propia y sentido. La isla en la que estáis trabajando es muy especial. Adquirió importancia hace cinco mil años. Te voy a dar unos DVD para que te ilustres. Dax me pidió que estudiase la orografía, el suelo y la geología de la isla. Ahí, encontrarás las conclusiones a las que he llegado – dijo señalando los DVD.
Dax observaba la reacción de Karla. Parecía gratamente sorprendida. Ese material no se lo esperaba. Dax sonrió. Le encantaba ver a Karla entusiasmada.
– Y tú Dax, ¿qué sabías de todo esto? Parece que en todos estos años no has perdido el tiempo.
– No podía hacer nada. En realidad, solo recopilar cosas que me parecían importantes. Solo acumulaba. Petroski es quien ha ido dando forma a las cosas, es mérito suyo –. Aclaró Dax.
Karla se fue del lugar impresionada por la biblioteca y la información recibida. Todo ello iba a ser esencial para tratar de saber que importancia podría tener la segunda excavación, aunque intuía que el posible yacimiento no se encontraba allí exactamente. Se sentía algo perdida.
Dax pareció intuir los pensamientos de Karla.
– No te preocupes, Karla. Estudia la información de Petroski y verás algo de luz. Sólo quiero decirte que pienso que no muy lejos de ese lugar hay algo más concreto que un yacimiento de restos arqueológicos.
– Suena muy bien lo que me estás diciendo. Voy a estudiar detenidamente los datos que ha proporcionado tu amigo. Ya te contaré mis conclusiones. Pero parece que vamos a tener que buscar un poco más allá de lo que habíamos previsto.
– Vuelvo a remitirme a lo que ya te conté. Hay muchas cuevas en la isla, habrá que ver donde tenemos más posibilidades de comenzar a investigar, pero los datos de Petroski son esenciales –. Concluyó Dax.
– Bien, y ahora, Dax, ¿nos volvemos a la isla? – Preguntó Karla, pensando en su estómago que comenzaba a protestar.
– No, pasaremos el resto del día por aquí. Imagino que te gustará catar la comida tradicional local. Se de un lugar…– dijo Dax mirando de soslayo a Karla. Los años no la habían cambiado, se le había puesto una cara de glotona muy evidente. Las dos mujeres rieron y se encaminaron a saciar sus vacíos estómagos.
***
El tiempo transcurría despacio en la isla, el mes de agosto fue de duro trabajo para las dos. Dax terminó de acondicionar el primer yacimiento, Karla trataba de escudriñar toda la información que le proporcionó Petroski y de estudiar al detalle las piedras talladas que encontró en lo que pensaba que podría ser una entrada a algún posible edificio o edificación. Definitivamente allí no había nada más, sólo aquellas dos losas, eso sí con unos relieves bastante claros. Era evidente que esas piedras habían llegado ahí de alguna forma, ¿pero cómo llegaron? La respuesta tampoco podía estar muy lejos.
Los siguientes días se iba a dedicar a explorar el territorio. Se adentraría en la parte menos explorada de la isla, no muy lejos de allí. Como no quería perder el tiempo yendo y viniendo por provisiones, cargaría todo lo necesario en la mochila y le iba a proponer a Dax unos días de absoluto contacto con la naturaleza, escudriñando cada palmo de terreno del perímetro que había acotado después de estudiar la información disponible.
***
Llevaban casi dos meses juntas, día a día, hora a hora. Sólo se despedían a la noche, momento en que cada una se iba a su privacidad. Cada vez le era más difícil a Karla separar el trabajo de sus propios sentimientos. No era nada fácil convivir cada día con la persona que amaba y que por ahora, parecía inalcanzable. Intuía que a Dax no la era para nada indiferente, pero de ahí a pensar que la amaba había todo un abismo. Karla se preguntaba una y otra vez que sentía realmente Dax por ella, podría ser agradecimiento, podría ser amistad, podría ser también que había un buen rollo de colegas investigando algo que podría sentar las bases de una nueva historia sino de toda la humanidad si de parte de ella.
Los días que habían pasado en plena naturaleza, con una simple tienda de campaña pequeña, muy pequeña y una mochila con las provisiones para esos cinco días que rastrearon aquel hermosísimo paraje de la isla, habían sido muy bellos, y con un resultado inesperado, pero a la vez habían sido harto difíciles por la proximidad física que habían mantenido las dos.
Al tercer día se adentraron en unas cuevas cuya profundidad no intuían. Debían tener cuidado pues no sabían si podrían respirar adecuadamente y, probablemente tendrían que habilitar un equipo adecuado para adentrarse en las profundidades de aquel laberinto de pasadizos. Pero para sorpresa de ambas mujeres, no tuvieron ni el más mínimo problema para inhalar una calidad del aire óptimo. Parecían pasadizos diseñados para que el aire y el oxigeno llegara desde la superficie con una calidad envidiable. Habían encontrado la cueva de forma casual, una vez más la suerte y lo imprevisto iba a pillar a las dos científicas por sorpresa.
Tenían un aparato que media la calidad del aire, mientras que no hubiera problemas seguirían avanzando hacia el interior. Señalizaban el recorrido para no perderse al volver a la superficie. Karla señalizaba con un tinte especial reflectante el camino seguido. No se perderían.
Dax estaba contenta con la adquisición del equipo técnico, era pequeño, liviano y tremendamente eficaz, su precio muy alto, pero de una calidad que no podía ser superada. Evaluaba constantemente la calidad del aire. También disponían de unas potentes linternas tipo mineros.
Llevaban más de tres horas metidas en el laberinto de pasadizos. La naturaleza era caprichosa, parecía haber diseñado aquello para que un posible tesoro no fuera encontrado. Las horas habían pasado rápidamente, necesitarían casi dos horas para volver a la superficie, en no más de media hora tendrían que volver sobre sus pasos.
– Dax, mira aquí parece que se nota… que se ve… ¡Dios parecen escaleras! ¡Dios parece que se oye agua! – Karla emitió un grito de sorpresa. Dax se acercó hacia dónde indicaba la mujer.
– Muy buena vista, Karla –. A Dax se le erizaron los pelos al observar aquella construcción, porque aquello si que era obra de humanos, escaleras perfectamente talladas aunque desgastadas por el paso del tiempo y a su lado, una especie de canal por donde pasaba el agua. ¿Hacia donde llevaban aquellas escaleras? ¿Hacía dónde corría el agua?
Karla se volvió emocionada hacia Dax, necesitaba abrazarla. Parecía que Dax intuyó la necesidad de Karla y sin decir nada la atrajo hacia sí, y la envolvió en sus brazos. Unos segundos después, Karla se separaba de ella o no sabía que podría acontecer a continuación.
– No debemos seguir, mañana vendremos directamente hacia aquí con alguna que otra provisión más y bajaremos esas escaleras. No sé que decir –. Logró articular Karla, estaba realmente emocionada por el descubrimiento, por las escaleras que debían conducir hacia algún lugar y por el calor que había sentido cuando Dax la abrazó tan, tan suavemente. Se sintió tan bien, que unas lágrimas pugnaban por salir.
– Espera Karla, aún hay un poco de tiempo, enfoca bien las escaleras, voy a bajar un poco, veré si están en buenas condiciones. No te preocupes, ataré esta cuerda a aquel saliente y estaré protegida por si la cosa está resbaladiza. Tendré mucho cuidado, no parecen escaleras que bajen hacia ningún pozo, se muestran con pendiente suave–. Comunicó Dax a Karla. Dax estaba debatiéndose entre dos conflictos: besar apasionadamente a Karla o bajar aquellas escaleras, optó por la segunda opción. Estaba algo acalorada después de aquel abrazo y necesitaba refrigerarse. Contra todo pronóstico la temperatura de la cueva no era demasiado baja.
– Bien, pero ten cuidado, por favor Dax. Mañana tendremos más artilugios por si hay que hacer un poco de bajada – Dijo Karla mirando a Dax, ¿con amor? ¿con deseo? ¡Oh Dios, qué difícil es todo esto! La deseo tanto que me duele todo el cuerpo»
Dax se aseguró bien, entrelazó la cuerda adecuadamente a su cintura y bajó paso a paso, muy despacio. Había algo de humedad, pero la bajada no era pronunciada, descendía de a poco, suavemente. Enfocando la linterna hacia delante pudo apreciar que las escaleras eran de una construcción muy precisa y paralela a ellas corría el canal de agua, aprovechó y mojó sus manos. La pendiente disminuyó, como si el final de las escaleras estuviera próximo, pero como no quería preocupar a Karla y ya era demasiado tarde, decidió volver. Hasta donde había llegado no hacía falta ninguna protección con la cuerda, se bajaba bien. Había estado bajando durante media hora. Volvió sobre sus pasos, en poco estaba junto a Karla y le explicó lo que había visto.
Salieron de allí. La tarde se escondía entre los arbustos y el cielo tornaba de varios colores, el atardecer se abría camino hacia la noche. El sol se ocultaba y daba paso a una espléndida luna llena. Las dos mujeres emocionadas, sin decir palabra se encaminaron hacia el pequeño campamento. Karla comenzó a preparar la cena, algo de pasta de sobre no vendría mal, queso, pan de molde, algo de vino y un poco de pastel - algo duro ya- completarían la cena. Tenía más apetito de lo normal, apetito de dos cosas, de Dax y de saber que había más allá de aquella escalera.
Dax estaba próxima a un ataque de corazón por dos motivos: su intuición de lo que podrían hallar en la cueva y por el deseo - que se aproximaba a locura - que sentía por Karla. Dos cosas difíciles de llevar, de controlar.
Cenaban calladamente. Dax, rompió el silencio.
– No sé que decir Karla, imagino que estás tan emocionada como yo – acertó a decir.
Pues sí, no sé como expresar lo que siento, estoy confundida. Creo que nos espera algo más, y eso es lo que me tiene en vilo –. Dijo Karla mirando profundamente a los ojos de Dax. Dax le sostuvo la mirada y dijo:
– Creo que nos espera algo más que unas simples escaleras. Intuyo un nuevo mundo ahí abajo. Veremos… quizás, mañana nuestras dudas tendrán respuesta. Disponemos de suficiente material para seguir hacia delante. Saldremos al amanecer, así tendremos mayor cantidad de horas para llegar, ver y volver.
– Bien, de acuerdo, voy a lavarme al arroyo. El arroyo… ¿Dax podría ser que en otra época fuera algo más que un simple riachuelo…? – murmuró pensativa Karla. Sí, buena observación, Karla. Pero basta por hoy, mañana… mañana será otro día. Mira tengo aquí wisky, creo que bien merecemos una copa. ¿Te apetece?
– Por supuesto, Dax, enseguida vuelvo.
Las dos mujeres contemplaban la espléndida noche que se había abierto para ellas. No existía nadie, solo ellas dos. Sus pensamientos se elevaban por encima de aquel tiempo presente, iban más allá de la historia humana conocida, quizás en poco tendrían una explicación a aquel revoltijo de intuiciones que las embargaba.
Cada una estaba sumida en sus propias reflexiones, dormían pegadas la una a la otra, sentían el calor de sus almas y también miedo, respeto a lo que podrían ocurrir si volvían a amarse. Ninguna esta dispuesta a dar el primer paso. Ninguna parecía estar segura de los sentimientos de la otra. Pero cualquier día, en cualquier momento, un volcán podría volver a la vida y estallar con todas sus consecuencias.
La mañana llegó pronto. Durmieron pocas horas pero les había servido de descanso, a pesar de la adrenalina que parecía salirse de sus cuerpos. Desayunaron bien, necesitaban fuerzas, prepararon el material que podrían necesitar. Esta vez llevarían el pequeño ordenador portátil, en él había mapas, diseños, documentos, información que podrían contrastar con lo que podrían ver.
Dos pequeñas mochilas servirían para cobijar todo lo necesario, un largo día se abría camino, un día que muy bien podría cambiar sus vidas y parte de la historia.
Tres horas después estaban en el mismo lugar del día anterior. Ahora eran las dos las que bajaban las escaleras, despacio muy despacio, como intentando devolver a la vida algo que había estado hibernando durante milenios, pero que la naturaleza había tenido a bien conservar para este momento.
Dax, con el sensor en una mano seguía comprobando el aire, la humedad y la temperatura, con la otra agarraba a Karla. No quería perder su contacto. Siguieron las marcas del día anterior que indicaban el camino. Las dos enfocaban la pared, el suelo, palmo a palmo para identificar cualquier posible señal. Parecía que los constructores de las escaleras y del canal de agua habían respetado el cauce normal del líquido, solo habían pulido lo necesario para que los humanos pudieran caminar sin demasiada dificultad. Llegaron hasta donde Dax había llegado el día anterior. Bajaron algo más, la pendiente se hizo nula, las escaleras terminaron y dio lugar a un amplio vestíbulo, más allá divisaron algo de luz. Estaban lo suficientemente lejos de la superficie para que fuera imposible que se tratase de luz natural, pero unos cien metros después comprobaron que así era.
Caminaron cogidas de la mano, pocos después la luz se hacia mas evidente. Los dos corazones bombeaban sangre a un ritmo frenético, parecía que iban a estallar en cualquier momento. Sus manos sudaban. Un poco más allá se dibujaba un recodo. Lo siguieron. Apenas hacía falta ya la luz, una tenue penumbra envolvía el lugar, los ojos de ambas mujeres se acostumbraron a la sutil claridad.
– Karla – dijo Dax, algo asustada, pero no hubo tiempo para la respuesta.
Alcanzaron el final del recodo y vieron unas edificaciones perfectamente alineadas, distribuidas en torno a un gran espacio cuadrado. Habitáculos que simulaban dibujos geométricos, sencillos, pulcros, líneas rectas, finos ángulos y arcos. Edificaciones no muy grandes y bastante distintas entre sí. Parecía que cada una de ellas tenía un objetivo y utilidad diferente. Así podría describirse el lugar a primera vista. Una pequeña ciudad se alzaba ante ellas, no podían determinar exactamente la profundidad pero tampoco podía decirse que fuera una ciudad subterránea, más bien era algo que se protegía del exterior, muy bien camuflada a ojos externos.
Dax y Karla estaban paralizadas, Dax apagó las linternas de ambas, no hacía falta, la luz que había era lo suficiente para poder explorar sin problemas. Dax dejó la mochila en el suelo, ayudó a Karla a hacer lo mismo que ella y una vez libre, la atrajo hacia sí agarrándola de los hombros, muy juntas observaban calladas. Minutos más tarde cogidas de la mano comenzaron a recorrer el amplio perímetro del lugar.
– No puedo articular palabras, Dax, estas construcciones no las he visto ni estudiado jamás. Es algo totalmente nuevo, diferente. Parece que podría ser una especie de lo que nosotros denominamos plaza. Mira las edificaciones parecen salir de la pared natural, es como si quisieran aprovechar al máximo los elementos que naturaleza y el tiempo han esculpido –conjeturaba Karla.
– No quiero adelantar nada, Karla, pero aquí tenemos muchos días de investigación. Ahora sólo disponemos de un par de horas, intentemos ver las cosas sin tratar de explicar nada, ya tendremos tiempo para ello – dijo Dax a Karla, la cual asintió.
Las dos con las manos entrelazadas anduvieron por las edificaciones, se encaminaron a la que parecía mayor. Una entrada sin puertas daba paso a un habitáculo rectangular, una gran mesa de piedra presidía el lugar, especies de asientos estaban pulcramente distribuidos alrededor de ella. Se podían contabilizar unos 25 asientos. Una caja grande, de un material extraño estaba en el centro de la mesa. A pesar de que la piedra da siempre una sensación de frialdad, el lugar parecía cálido, especies de muebles del mismo material de la caja adornaban la sala, parecía mentira que las cosas estuvieran en tan perfecto estado. Karla iba grabando lo que observaba, Dax tomaba anotaciones, los muebles estaban tallados con escenas, la gran mesa de piedra tenía inscripciones. Las dos mujeres fueron calmándose, la vena científica les salió a las dos y dejaron de lado por el momento sus pasiones.
Por lo que pudieron deducir, aquellas primeras edificaciones daban paso a otras que de forma lineal se adentraban en la profundidad del lugar. Especie de calles se observaban hasta donde podían divisar. Era hora de volver. Por ese día habían tenido suficientes emociones.
– Bien, Karla regresemos, en una semana volveremos. Ya sabemos el camino. Vendremos con el mejor equipo técnico que podamos conseguir – casi ordenaba. – Esto es increíble – se maravillaba Dax mientras Karla parecía no querer irse del lugar.
– ¿Hay que irse ya? Vaya, creo que me olvidaría hasta de comer si fuera necesario – sonrió Karla, – pero está bien Dax, no me mires así. Vámonos, pero volveremos en pocos días, y entonces no me metas prisa.
Las dos mujeres ya estaban fuera. Era tarde, anochecería. En su pequeño campamento prepararon algo de cenar, esa noche se permitieron hacer fuego para dar gracias al Universo, y quizás a los dioses, por haber encontrado algo tan especial, tan distinto. Luego se dispusieron a descansar.
Al día siguiente volvieron al pueblo. Estaban terriblemente excitadas, por dos motivos, uno su descubrimiento, el otro la tensión sexual entre las dos, apenas podían evitar el tocarse.
Dax dejó en el hotel a Karla recordándole que al día siguiente tendrían barbacoa en el jardín de la casa de David y Ana.
– Bien, allí estaré, creo recordar que la cita es a las tres de la tarde ¿cierto? Con todo esto puedo estar muy olvidadiza.
– Si, así es. A las tres de la tarde. Pasaré a recogerte, sino te importa, a las dos y media. ¿De acuerdo?
– Encantada de que me vengas a buscar – le dijo con la mejor de sus sonrisas.
– Entonces hasta mañana. Que descanses –. Sonrió a su vez Dax.
«¡Hay que fastidiarse! Me la quiero quitar de encima pero no soy consciente de mis actos y nada, ella empeñada en tenerme a su lado todas las horas del día. Cualquier día te …» Pensaba Karla.
«Bueno, voy a dar una vuelta a casa de David, me quiero desintoxicar de esa rubita que se está convirtiendo en mi desconsuelo. Está empezando a ser un infierno estar cerca de ella y me puedo llegar a quemar. ¡Dax, olvida por un momento a Karla! ». Se dijo así misma.
Con estos pensamientos llegó a la casa de David. Ana estaba en el jardín, cuidando de las plantas y adecuando una enorme barbacoa.
– Hola, Ana, ¿qué preparas? –. Saludó Dax.
– ¿Qué preparo? Ahhh, hola Dax, ¿ya de vuelta?, ya nos contarás. Me decías, ¿qué preparo? la super-fiesta de mañana.
– Tanto preparativo, sólo seremos cuatro. No hace falta tanta historia – aseguró Dax.
– ¿Qué no hace falta tanta historia? – casi gritó David que salía en esos momentos de dentro de la casa con una mesa de esas que se abren.
Dax, quedó preguntándose que quería decir David.
– Bien, señorita Dax, ¿tú no recuerdas que mañana es el cumpleaños de Karla? La joven cumple 29 años. Aunque creo que no se acuerda ni ella. Y, bueno… tenemos visita extra, vendrán Paulova y Penélope.
– Ahhh, no sabía. A Paulova la conozco bien, pero ¿quien es esa Penélope? ¡Joder el cumpleaños de la rubita, lo que me faltaba!
– Pues, es intima amiga de Karla y de Paulova. Paulova llamó para felicitar a Karla, ella me recordó su cumpleaños. Dijo que de paso tenían unos días libres y que vendría ella y una amiga de Karla. Así qué para completar la fiesta, le dije a Fabiola que venga también, seremos siete personas, más mi madre y Felipa y creo que algunas comen bastante.
– ¿Fabiola? Vaya no me la quito de encima, parece que desde que la conocí me sigue a todas partes. Alguna noche después de dejar a Karla en el hotel me la he encontrado, como si me estuviera esperando –. Comentó Dax.
– Ya. Y tú como que no la distes cancha ¿cierto? Venga Dax a esa niña la tienes en el bote. Y no me digas que después de dejar a Karla en el hotel no te has tomado alguna copita con ella y te has sentido halagada con su cortejo –. Asentó David.
– Vale, vale David, ¿me has estado espiando? No te niego que es una chica muy agradable, pero sabe de sobra que no tiene nada que hacer. Lo que no entiendo es porqué la invitas.
– Para que no te sientas sola, tengo entendido que Penélope es muy amiga de Karla. Tendrán muchas cosas que contarse y…
– Es decir que una gran fiesta se avecina, y bueno… que hago yo ahora, no tengo un maldito regalo que hacerle a Karla. ¡Mierda! –. Dax cambió de conversación.
– No te preocupes, Ana y yo le hemos comprado algo de ropa, últimamente la muchacha anda escasa. Mi madre le va a preparar una enorme tarta, y Felipa traerá una rica carne para asar y otras cosas. Tú si quieres puedes estar incluida en el regalo, claro que te cobraremos algo de dinero –. Dijo David.
– ¿Qué yo puedo estar incluida en el regalo? ¿Qué quieres decir que me vas a regalar a Karla? – dijo Dax esbozando una mueca como sonrisa.
– Ja, ja, ja –rió sonoramente David y Ana no pudo evitar la carcajada. – No, mujer, quería decir que tu regalo también puede ser la ropa, claro siempre y cuando nos des la parte del dinero que te corresponde –. Aclaró David.
– Bueno, no sé. Veré si de aquí a mañana encuentro algo que le pueda regalar.
– Ahora, siéntate por aquí, enseguida está la comida. Y me cuentas como fue la excursión. ¿Estuvo caliente…? digo la temperatura – siguió hablando David en tono de sorna.
– Si, muy caliente. Fue bien, encontramos rastros arqueológicos que pueden dar una explicación al asentamiento en el cual trabajamos –. Dax no quiso extenderse. Tendría que llegar el momento de confiar en David y Ana pero ahora no era el momento.
– Me alegro, parece que no ha sido un viaje en balde. Ahora señora, a comer. Luego seguiré preparando todo para mañana.
***
En el hotel, Felipa le contaba a Karla sobre la barbacoa del día siguiente, sin hacer ninguna referencia a su cumpleaños, Karla casi ni se acordaba que al día siguiente cumpliría veintinueve años. Toda una vida. Y otra que quizás, había comenzado hacía pocos días.
***
Dax, partió para su cabaña. Estaba exhausta. Sólo quería bañarse y dormir. Días duros por las especiales circunstancias: el descubrimiento de la pequeña ciudad, extraña, desconcertante, apasionante. Y, la difícil relación sólo de amigas con Karla, por una parte estaba a punto de declarase de nuevo, por otra tenía miedo de perder la amistad que se estaba fraguando entre ellas dos, además de lo bien que trabajaban juntas. No sabía que camino tomar, esperaba alguna señal de Karla, pero no llegaba. Eso sí, la tensión personal de antaño, entre las dos, había desaparecido. La fluidez y la normalidad se habían impuesto en la convivencia. Es más, entre ellas estaba surgiendo la camaradería y amistad. No quería perder eso, tampoco quería negar lo que era tan evidente a sus ojos, necesitaba el amor de Karla, la amaba, nunca había dejado de hacerlo. Ahora que estaban tan próximas el sentimiento aumentaba, se intensificaba. Estaba tan cansada pero a la vez tan entusiasmada como jamás hubiera soñado que estaría. Sus dos pasiones parecían converger a la vez, su entusiasmo por la historia, las antigüedades y los descubrimientos y locura de amor hacia Karla, todo un cóctel que podría resultar explosivo. Ahora necesitaba descansar, temía que el día siguiente tampoco sería rutinario. Por la mañana pensaría un posible regalo para Karla.
***
Las dos mujeres durmieron profundamente, cada una en un lugar diferente. El día llegó veloz. Las dos se levantaron tarde. Las dos desayunaron tarde.
Dax pensó en el regalo para Karla y se le ocurrió una idea. Entre del equipo que había llegado estaba el último modelo de ordenador portátil que Karla tantas veces había pedido. Dax lo tuvo en cuenta, pero para el trabajo, ahora estaba decidiendo que se lo daría como un obsequio personal. Sería un perfecto regalo de cumpleaños si lo hacía grabar con la fecha de su cumpleaños. Conocía a alguien en la aldea que lo haría en un momento. Llamo a su amigo Paolo, artesano, algo inventaría para poder hacer el grabado sobre el moderno material, Aún no sabía si pondría algo más, quizás lo más simple era “Karla, la mejor investigadora que mis ojos han visto. Feliz cumpleaños. 22 de agosto del 2007”. Era una buena dedicatoria ni muy personal para que sonara a una declaración de amor, ni muy fría para ser un simple regalo de una amiga.
A las dos y media en punto pasó por el hotel a recogerla. Se había puesto cómoda: unos pantalones cortos, muy cortos, una camiseta de tirantes blanca que dejaba lucir su bronceada piel que contrastaba con el azul intenso de sus ojos. El pelo negro recogido en un moño y unas cómodas sandalias le daban un aire muy fresco. Karla al verla aparecer con ese atuendo no podía quitarle la vista de encima, le costaba un mundo desviar los ojos de los senos de Dax que se tornaban erectos debajo de la camiseta. Se obligó a desviar sus ojos y sobre todo su mente.
Dax, por su parte, un poco antes, mientras esperaba a Karla, vio como esta conversaba con Felipa mientras ajustaba la correa de Malen. Admiró el talle de su amor, también tenía unos ajustados shorts y un top que reflejaba sus bien delimitados abdominales, no sabía como tenía tan lindo abdomen sino los trabajaba demasiado, claro que el trabajo de Karla era bastante físico, a poco que se cuidara mantendría aquella figura que la volvía loca. Aquellas piernas y aquel culo siempre la habían puesto muy, muy caliente. Estaba observándola descaradamente hasta que fue consciente que Karla ya se aproximaba al cuatro por cuatro, mientras que Malen le ladraba y movía su colita en señal de alegría al verla.
– Hola, Dax, buenas tardes. ¿Todo bien, lograste descansar? – Preguntó Karla dedicándole una enorme y fresca sonrisa.
– Sí, así es Karla, veo que tú también estás más descansada. Venga, sube que se hace tarde. – Ordeno Dax, mientras acariciaba a Malen.
Cuando llegaron Karla dio un beso a David y otro a Ana. David llevó a Dax dentro de la casa y le dijo que Paulova y Penélope estaban escondidas para dar una sorpresa a Karla. Mientras, Ana entretenía a Karla. La sorpresa estaba bien amañada. Paulova y Penélope saludaron a Dax.
– ¿Tu eres Dax?, dijo Penélope, entendiendo porqué Karla estaba loca por aquella mujer, era de un atractivo escandaloso pensó para sí.
– Hola, tu debes ser Penélope, encantada de conocerte. Hola Paulova, ¿Cómo estás? Hace bastante tiempo que no te veo –. Dax dio un fuerte abrazo a su amiga y empleada.
– Así es querida Dax, hace bastante tiempo que no nos vemos, así que pensamos que el cumpleaños de Karla era una buena ocasión para veros a las dos. La verdad jefa, es que esta isla te sienta muy bien y parece que también la buena compañía – dijo irónica Paulova.
– Bien, Karla justo ahora está dándoos la espalda, buen momento para darle la sorpresa –, dijo Dax evitando la ironía de Paulova.
– Venga, adelante, es buen momento. En un rato Dora y Felipa vendrán con el resto de cosas para comenzar la barbacoa. La fiesta está servida.
– ¡Feliz cumpleaños, rubita! – dijeron al unísono Paulova y Penélope.
Karla se volvió al escuchar la felicitación.
– ¡No puede ser! ¡Paulova, Penélope! ¡Por dios que alegría! –. Vociferó Karla absolutamente sorprendida y abrazando a las dos mujeres. – Paulova, sólo tú te podías acordar de mi cumpleaños. Penélope, ¡qué guapa estás!
Dax, a poca distancia observaba como se desarrollaba la escena. No le gustó demasiado que Karla llamase guapa a Penélope y que la mantuviese agarrada del brazo un buen rato.
Mientras tanto habían llegado Felipa y Dora. Las dos mujeres saludaron a Paulova y Penélope y rápidamente se pusieron a la faena para hacer la barbacoa.
Karla charlaba y charlaba con Paulova y Penélope, era como que se hubiera olvidado de Dax. Ésta entendió que eran sus amigas y necesitaba hablar con ellas. «Demasiado estrés en su vida para lo que deberían ser unas vacaciones de verano». Pensó Dax, refiriéndose a Karla. « ¡Vaya! Creo que yo ya no soy todo su mundo», arguyó Dax mientras se dirigía hacia donde estaban sentados David y Ana, a escasa distancia Dora y Felipa estaban preparando la barbacoa a base de verduras y carnes variadas.
– ¿Puedo ayudar? – preguntó Dax.
– ¡Claro corazón! Una manita nos viene muy bien. Mira trae aquellos chuletones. Haremos uno por cabeza son tan grandes que no creo que puedan comer uno entero –. Afirmó Dora.
Casi tres cuartos de hora después estaba todo listo. Dax echaba más humo que la barbacoa, Karla no había dejado de hablar durante todo aquel tiempo con sus amigas.
Un rugido de motor se oyó cercano, era el 4x4 de Fabiola que, llegaba retrasada.
– Buenas tardes, siento el retraso pero llegó carga al aeródromo y no me quedó más remedio que ocuparme de ella –. Todos la saludaron y fue presentada a Paulova y Penélope.
Fabiola poco después estaba ayudando a poner la mesa y preguntó a Dax:
– ¿Aburrida, Dax? Se te ve con cara de pocos amigos.
– Métete en tus asuntos, Fabiola. Es una reunión muy agradable, no tengo razón para estar enojada.
– No te noto exactamente enojada… es otra cosa. Parece que tu rubita anda muy a gusto con la chica de Madrid. Se llama Penélope, ¿verdad? – preguntó irónica.
– Vale, Fabiola, no tengo porqué responderte, pero no me agües la fiesta. ¿De acuerdo? –. Le dijo con cara de no muy buenas amigas.
Fabiola le había tirado los tejos en varias ocasiones, era una chica trabajadora y estupenda, pero no entendía que sus sentimientos estaban por otra mujer. Le era difícil mantener una amistad con ella por este motivo. Pero al fin y al cabo podría ayudarle a pasar la tarde. Así alejaría sus pensamientos de Karla y de Penélope. Algo había entre esas dos y la estaba poniendo enferma.
– De acuerdo Dax, no voy a molestarte pero esta tarde te voy a tener para mí, en exclusiva. Tu rubita está muy ocupada y nosotras vamos a pasarlo bien, ¿te parece, Dax?
– Bien, Fabiola. Ya sabes que pienso que podríamos ser buenas amigas, pero de ahí a otra cosa… ya sabes que no. Pero perfecto, tengamos una buena tarde. – Sonrió forzadamente Dax.
Ana y David traían la bebida. La mesa estaba completa.
– Bueno, ya está casi todo listo, – anunció Felipa.– Llamemos a todos a comer – Dora, gritó:
– ¡Vamos a comer!
En ese momento Karla fue consciente de todo el tiempo que había pasado. Necesitaba tanto hablar -Dax era muy poco habladora y había pasado demasiados días a solas con ella- que no se había dado cuenta que Dax había quedado un poco alejada de ellas tres y que la tal Fabiola se le había acercado muy familiarmente. ¡Claro la había dejado sola casi por una hora y media!, que se le iba a hacer, no podía evitar hablar, tenía muchas cosas que contar a Penélope y Paulova. Además también necesita alejarse un poco de Dax.
La comida transcurrió con buena conversación y risas. David se sintió un poco apabullado al estar entre tantas mujeres pero salió su vena de payaso y todas reían de sus ocurrencias. Karla se había sentado al lado de Penélope, junto a ella Paulova y en un extremo Felipa, presidiendo la mesa Dora, por el otro lado Fabiola y Dax, Ana y David completaban la mesa.
Dax estaba enfrente de Paulova, Karla seguía conversando con Penélope en cuanto tenía ocasión. La comida exquisita y el vino no digamos. El banquete se prolongó durante un par de horas. Llegó el momento del postre y del brindis.
– Bien, como único hombre de la mesa, me toca decir unas palabras que sirvan de homenaje para Karla. En primer lugar, levanto mi copa para saludar a una estupenda mujer y mejor amiga. Hoy cumple veintinueve años. ¡Ya vas siendo mayorcita, Karla! –. Rió David.
– ¡Qué gracioso! Pues sí mi querido David cumplo todos esos años. Pero tú eres bastante más viejo que yo y si me apuras tu mamá y Felipa se sienten más jóvenes que tú –. Contratacó Karla con no poca sorna. Todos rieron y chocaron sus vasos brindando por Karla.
– Bien, ahora la tarta, en honor a ti Karla, confeccionada por mí misma. Trufa, chocolate, nata, caramelo, crema pastelera, espero que te guste –. Dijo Felipa levantándose y yendo hacia la cocina.
A Karla se le hizo la boca agua cuando vio la tarta. Lucia exquisita. La homenajeada partió la tarta y sirvió un trozo para cada comensal. Poco después todos se habían levantado de la mesa y departían por el lugar en buena conversación.
Dax estaba sola, Fabiola la había dejado por un rato y se había unido en conversación a David y Ana.
Karla partió una nueva porción de tarta para ella y se llevó otra hacia donde estaba Dax.
– ¿Todo bien Dax? ¿Te apetece otro poco de tarta? Está exquisita –. Preguntó Karla acercándose a Dax. Dax no se esperaba a Karla y se sorprendió un poco.
– ¡Ahh, hola Karla! Sí, gracias, me acabo de poner más champán y es mejor beberlo con algo consistente.
– ¿Te asusté? –, preguntó Karla.
– No, no, sólo que no te esperaba. ¿Qué tal tus amigas madrileñas? ¿Todo bien? –. Preguntó escuetamente Dax.
– Sí, la verdad es que estoy muy contenta de verla a las dos, creo que necesitaba hablar, han sido unas semanas muy duras de trabajo y poca conversación –. Afirmó Karla.
– Cierto, Karla, jeje, además yo no soy muy buena compañía para hablar, ¿verdad? –. Sonrió Dax.
– ¡Ohhh.! No quise decir eso Dax, sólo que siempre es bueno ver a buenas amigas. Te olvidas por un rato del trabajo. ¿Estás enfadada? –, indagó Karla.
– No, para nada, mujer. Fue una observación graciosa, nada más. Bien, de todas formas yo ahora voy a ayudar a Dora y Felipa a recoger parte de todo esto. Creo que vamos a tener buena música, prepararé los aparatos para que se oiga bien. Seguimos celebrando tu cumpleaños, creo que la fiesta durará bastante. Hasta dentro de un rato Karla –.Terminó por decir Dax mientras se alejaba.
– Hasta luego, Dax, hasta luego… – dijo Karla volviendo con sus amigas. «Vaya debe estar molesta por algo, pero ¿por qué? A veces eres rara de comprender Dax.»
La tarde transcurrió sin novedad, Paulova, Karla y Penélope bailaban constantemente. Dora y Felipa se divertían mirando la situación. Ellas sabían lo que habían preparado para tratar de dar celos a Dax, habían urdido un plan junto con Fabiola y la pareja Paulova-Penélope. El plan era que Penélope se mostrase muy interesada por Karla, mientras Fabiola trataría de acercarse lo más posible a Dax para que Karla se sintiera celosa. Fabiola era consciente que su amor por Dax se tendría que quedar en amistad. Dora le contó una tarde todo lo que había ocurrido en el pasado entre las dos mujeres y lo había comprendido. Ahora quería tener una linda amistad con las dos. El amor ya llamaría a su puerta.
Karla y Dax estaban cayendo en la trampa, cada vez estaban más intranquilas. Karla observaba como Fabiola no se separaba ni un momento de Dax, y la ira de Dax iba en aumento al comprobar las miradas que Penélope propinaba a su amada. No sabían que hacer ni la una ni la otra.
La tarde dio paso a la noche. Volvían a tener hambre. Los bailes, la conversación y la buena compañía merecían volver a comer, además así la abundante bebida no les sentaría mal. Se sentaron a la mesa y dieron buena cuenta de los abundantes restos del almuerzo.
La noche avanzaba, la música ahora muy suave envolvía el ambiente, apenas se sentía la tenue brisa. Penélope y Karla bailaban muy próximas. Fabiola estaba absolutamente pegada a Dax. Dora y Felipa ya se habían marchado, aunque se habían resistido a hacerlo porque querían ver como se desenvolvía la situación. Situación, entre Karla y Dax, que se volvía cada vez más arisca o ardiente, según se mire. Las dos mujeres se miraban continuamente tratando que la una no se diera cuenta de la mirada de la otra.
Paulova seguía una animada conversación con Ana y David.
Una vieja y romántica canción se oyó en la noche. Dax dejó de bailar con Fabiola. Las dos se pusieron una copa. Fabiola dijo a Dax:
La estás perdiendo Dax. Karla se va a ir con Penélope si no haces algo. Dax dejó de bailar con Fabiola. Las dos se pusieron una copa. Fabiola dijo a Dax:
– Sácala a bailar ahora mismo.
– ¿Y qué quieres que haga? ¿Me aproximo y rapto a Karla? No quiero perder su amistad, Fabiola, no sé que sentimientos tiene, le hice demasiado daño –. Dax bajó los ojos que estaban llenos de tristeza.
– Mira, mujerona, tú no vas a estar sufriendo el resto de tus días sin saber cuales son los sentimientos de Karla. Hazme un favor, pídele que baile contigo, abrázala fuerte y dile que la amas, así es como podrás saber cuales son sus sentimientos, no hay otro camino, Dax, o lo haces o la pierdes sin saber la verdad realmente. Y te aseguro que Penélope no ha venido a perder el tiempo –. Sentenció Fabiola.
– ¿Qué me estás contando, que Penélope no ha venido a perder el tiempo? O sea que de verdad viene a conquistarla, ¡maldita sea! –. Dijo Dax con coraje dejando su copa y aproximándose hasta dónde estaba Karla.
– ¿Me permites este baile, Karla? – preguntó Dax.
– Ohh, Dax, claro. ¿No te importa Penélope? –. Dijo algo sorprendida Karla ante el ofrecimiento de Dax.
Apenas se separó Karla de Penélope, Dax no le dio respiro. La atrajo hacia sí y la abrazó, bailaron durante unos minutos, la música seguía tocando, suave, sensual, romántica. El corazón de Karla latía sonoramente, Dax no la iba a dar cuartel, ahora era su momento, necesitaba confesarle sus verdaderos sentimientos a la pequeña mujer que cubría su cuerpo. Necesita saber que era lo que sentía por ella y estaba dispuesta a tenerla o a perderla. No podía continuar como hasta aquel momento, era demasiado sufrimiento y vivir casi en un engaño.
La boca Dax se aproximó al oído de Karla. Karla tembló. Las dos mujeres bailaban lento muy lento, abrazadas, muy juntas. Karla no quería separarse ni un momento, sentía que algo iba a ocurrir, pero deseaba estar así, morirse así. El calor de la mujer más alta la había invadido totalmente, su cuerpo la había recibido, su alma también. El deseo estaba volviendo loca a Dax, esta vez no quería controlarse, deseaba a aquella mujer, sentía como la humedad de su sexo aumentaba por momentos. Tres palabras salieron de sus labios, ya no había vuelta atrás:
– Karla, te amo.
El corazón de la joven se paró por un momento, no fue capaz de decir nada. Solo atinó a abrazar más fuerte a la alta mujer. Era todo lo que necesitaba saber Dax para levantar la barbilla de Karla y mirarla a los ojos. No se dijeron nada. No hacía falta. El resto del mundo había dejado de existir, solo estaban ellas dos, muy juntas, dos almas carcomidas por el dolor volvían a encontrarse. En esa mirada estaba escrito todo lo que ambas mujeres tenían que decirse. Después de unos momentos, Dax acercó sus labios a los de su amor, ya no quería pensar más. Karla no razonaba, tampoco quería. Las dos mujeres sólo querían sentir aquel latigazo de electricidad que había llenado sus cuerpos, sus labios se unieron con una intensidad que las asustó. Sin decir nada, como cierta vez ocurriera muchos años atrás, Dax cogió la mano de Karla y montaron en el cuatro por cuatro desapareciendo del lugar.
Apenas unos minutos después las dos mujeres estaban abrazadas de nuevo, no decían palabras, solo se sentían. Dax no quería forzar ninguna situación pero no iba a parar. Sólo le preguntaría una vez.
– Karla, ¿dónde quieres ir?
– Llévame al lago. Quiero ver el agua contigo a la luz de la luna.
Llegaron en pocos minutos. Salieron del cuatro por cuatro y cogidas de la mano, sin hablar, sin decir nada, se acercaron a la orilla. La luna, efectivamente se reflejaba en el lago, las sombras y luces semejaban un mundo diferente. La noche y el día parecían haberse fundido. Dax atrajo hacia sí a Karla y la abrazó nuevamente, la rubia se pegó a ella. No había ninguna palabra que decir, sólo dar rienda suelta al deseo y a la necesidad de ambas.
Sus labios se juntaron en un largo y profundo beso, despacio al principio con la necesidad de saborearse, de reconocerse, luego con el hambre de amarse apasionadamente. Un solo momento para mirarse a los ojos. Las dos mujeres deseaban liberarse de las cadenas del pasado que tanto daño les habían hecho. Los ojos de ambas chocaron en centelleantes sentimientos, las dos se dieron permiso para poseerse. Dax empezó a quitar el top de Karla, ya no había vergüenza, sólo deseo. Karla quitó la camiseta de Dax y ésta con sus manos desabrochó y retiró del cuerpo de Karla el sujetador que ya se hacía inoportuno, poco después ocurría lo mismo con Dax. Ambas mujeres se atrajeron la una a la otra uniendo sus cuerpos, sintiendo toda su fuerza, toda su intensidad. Un nuevo beso apasionado, casi violento dio paso a la completa desnudez de ambas. Cogiéndose de la mano caminaron hacia el agua, su frialdad contrastaba con el fuego de ambos cuerpos. La temperatura hizo que ambas se estremecieran. Karla se enroscó en el cuerpo de Dax, ésta con su fuerte envergadura envolvió el cuerpo de Karla, mientras sus labios no podían ni querían separarse. Agua, cuerpos, sentimientos y deseo se unieron por unos instantes, luego despacio, llevando Dax en brazos a Karla salieron del agua. Recogieron sus cosas y caminaron hacia el barracón que les serviría aquella noche de refugio.
Karla sentía como su cuerpo pedía a gritos que Dax la poseyera, Dax quería saber que Karla la deseaba. Llegaron al barracón solo con las sandalias. Dos hermosos cuerpos entraban hacia el lugar que las recibiría para amarse de nuevo.
– Mi amor, creo que necesitamos un poco de agua – logró articular Dax.
– Si, Dax, un poco de agua.
Pocas palabras, no necesitaban nada más. Momentos después ambas mujeres daban rienda suelta a su amor, su pasión, su deseo voraz por tenerse la una a la otra, por activar todas sus células para calmar aquella sed de años.
***
El amanecer llegó sin avisar, unos rayos de luz entraron por la pequeña ventana del barracón. Las dos mujeres solo descansaban unos momentos para poco después continuar amándose. Ya hacía tiempo que había amanecido cuando agotadas, ambas quedaron dormidas, entrelazados sus cuerpos y unidas sus almas. El mediodía llegó con la fuerza del sol sobre ellas, eso fue lo único que las despertó. No habían percibido que alguien había debajo una nota y una pequeña nevera en la puerta.
David se había acercado hacía un par de horas, imaginando que las dos mujeres estarían allí, ya que al pasar por la cabaña de Dax no las encontró. Su madre, al enterarse como había terminado el plan que había ideado y llevado a cabo con la ayuda de varias cómplices, casi le había casi ordenado que les llevase una buena vianda.
Dax hacia un rato que contemplaba como su amor dormía apaciblemente. Por fin no había soñado nada desagradable, durante mucho tiempo su vida y su dormir habían estado teñidos de tristes y sangrientas pesadillas. Esa noche, ese amanecer le había traído un descanso casi olvidado. Su mente estaba limpia, fresca y su corazón tranquilo. Estaba allí y era verdad, en sus brazos tenía a Karla, sentía su respiración calmada, el calor de su cuerpo, la calidez de su sexo.
«¡Dax!, calma. Calma o terminarás agotada, no es momento de excitarse de nuevo. Es momento de preparar un rico café y…. ummm creo que hay pan de molde en el frigorífico. Quedará algo de mermelada, veré, veré que quedó.» Se decía a si misma la morena mujer.
A duras penas logró desenroscar el cuerpo de Karla. Podría apostar que en pocos momentos la rubia se despertaría con un fuerte rugido de estómago que denotaría la necesidad de llenarlo.
Dax, quería sentir el sol sobre su piel. Dedujo que la intensidad de su calor todavía era soportable, pero en menos de una hora sería implacable. Abrió la puerta y rayos de luz entraron a raudales, necesitó cerrar sus ojos para acostumbrarlos a la intensa luz. Casi se cae al tropezar con la pequeña nevera portátil que David había dejado.
«¡Mierda, qué pasa! ¡Joder, casi me caigo! Ahhh, mira una nota y una nevera, esto es cosa de la bruja de Dora. O sea que todo el mundo estaba esperando que nosotras…Ummmm. Bien, veamos que hay aquí, ummmm bollitos, ummm tarta que sobró de la fiesta, huuuyyy, carne asada en salsita, ummmm. Empecemos por el desayuno, el vino será para luego…, no falta nada, bruja. Dora, eres algo más que una bruja». Estás eran la cavilaciones de Dax cuando sintió que unas manos la rodearon.
Poco antes, Karla se había despertado y al no encontrar a Dax a su lado pensó que todo había sido imaginación suya. Pero al lograr abrir más los ojos y mirar hacia la puerta vio que una alta silueta filtraba parte de la luz que entraba al barracón. Esa silueta no era ninguna sombra ni nada producido por su imaginación, era Dax que mostraba toda su desnudez e imponente belleza.
« ¡Pero que mujer! ¿Jamás podré dejar de pensarlo? Es cierto, es ella. Y está aquí conmigo y… está desnuda o sea que hemos estado haciendo el amor, yo también estoy desnuda y….en fin.» Se decía así misma Karla.
Puede que no creyese que aquella noche Dax le había declarado su amor y que luego se habían amado intensamente durante horas y que, ahora, se estaba despertando y no de un sueño. «No, no era un sueño. Eran Dax y ella juntas». No deseaba pensar en los siguientes días y en como sería a partir de ahora la relación entre ellas. No, ahora no. Ahora sólo quería sentir el cuerpo de la mujer que se exponía ante su vista, tan espléndida. Ella también se sentía espléndida y satisfecha…Ummmmm, ¿satisfecha? No, eso si que no. Quería hartarse de Dax, quería hacerla suya una y otra vez, quería que la poseyera una y otra vez
«Tranquila Karla, ya está bien. Por ahora tu estómago está pidiendo comer, no solo… » -cavilaba Karla. Se levantó y se dirigió hacia Dax, quería volver a tocarla y la rodeó con sus brazos.
– Hola, tengo hambre de varias cosas –. Acertó a decir Karla.
– Hola mi amor, buenos días. Imagino que tendrás un hambre de perros, ¿verdad? –. Preguntó Dax volviéndose cara a cara hacia Karla sin soltarla.
– Si, y eso es…¡una nevera!, y una nevera significa que dentro puede haber…no sé…– Sonreía la mujer más joven.
– Sin duda, es comida. Comida de la rica, de la que prepara una buena amiga mía y tuya.
Las dos mujeres estaban desayunando fuera del barracón, en el pequeño refugio entre la roca y los árboles dónde solían descansar en los días de trabajo, dentro del barracón era imposible estar por más tiempo. Una frente a la otra, sus miradas lo decían todo, no querían decir palabras, sólo las justas.
– Karla, ¿estás bien? Quiero decir… –. Preguntó titubeando Dax.
– Si, Dax. Estoy muy bien, ahora estoy muy bien. Estoy contigo, ¿respondo a tu pregunta?
– Si. Yo, anoche me declaré, yo, yo…espero… – siguió diciendo Dax con voz temblorosa.
– Dax, yo también te amo, si eso es lo que quieres oír. Te he deseado desde que te volví a ver, me estaba convenciendo continuamente a mí misma de que no era…, pero es. Es…. ¿lo entiendes?
Karla se levantó y rodeó la pequeña mesa dónde estaba esparcido el desayuno. Dax abrió sus brazos y Karla se sentó a horcajadas encima de ella. Depositó un beso en los labios de la mujer morena,
– Te amo, te amo, Dax, te amo, y no quiero que me digas nada más. No hablemos ni del pasado ni del futuro, hoy no, por favor hoy no, sólo estemos juntas. ¿De acuerdo?
– Bien – afirmó Dax.
Sus labios volvieron a juntarse, el rubor volvió a teñir las facciones de ambas mujeres. Los corazones volvieron a latir desbocadamente.
– Terminemos de desayunar. Este es un buen lugar, echemos una colchoneta en el suelo, aquí se está fresquito, no hay nadie, habrá que echarse una siesta, ¿no crees? – dijo con mucha picardía Karla.
– Tienes toda la razón del mundo – sonrió abiertamente Dax olvidándose totalmente de sus dudas.
Así transcurrió su primer día juntas. Exactamente así, estando muy próximas la una a la otra. El tiempo pareció no existir, hasta que la tarde no empezó a decaer y el sol comenzó a esconderse en el horizonte no fueron conscientes ni del espacio ni del tiempo.
– Karla, el atardecer está aquí, te parece que vayamos a darnos un baño, creo que estamos un poco pegajosas, ¿no? –. Dijo Dax levantándose y ayudando a Karla a ponerse en pie.
– Creo que sí, estamos pegadas y pegajosas –, sonrió la joven. – Dax, yo estoy muy feliz –. Concluyó Karla mirándola.
– Yo, también estoy muy feliz – asintió la alta mujer.
Las dos entraron al barracón y se hicieron con dos toallas y un poco de jabón. Cogidas de la mano caminaron hacia el pequeño lago, necesitaban sentir el frescor del agua. Despacio, muy despacio entraron en el agua, se lavaron la una a la otra, las manos de cada mujer recorría el cuerpo de la otra, mientras limpiaban sus cuerpos se amaron nuevamente. Algún tiempo después salieron del agua, se secaron y fueron en busca de una merecida y abundante cena. Su primer día de libertad estaba llegando a su fin, la venida de la noche prolongaría el tiempo de placer y juntas verían un nuevo alba con la esperanza de ver muchos mas juntas.
***
La mañana llegó presurosa, habían dormido mucho. Estaban desayunando en silencio, aún era temprano. El olor a café y tostadas llenaba el lugar.
– Dax – murmuró Karla.
– Dime – susurró Dax.
Era como si las dos mujeres no quisieran alzar la voz, como sino quisieran romper el silencio y el momento, como si quisieran hacer cada minuto suyo, pero ambas sabían que debían hablar.
– Yo, bueno, creo que deberíamos irnos de aquí, no podemos tener a Dora y al resto de nuestros amigos trayéndonos comida y ropa, creo que es algo abusivo –. Dijo de un tirón Karla.
– Cierto. Además están Paulova y Penélope, vinieron a verte, bueno, vale… a vernos. Creo que es hora de volver –. Afirmó Dax.
Dax no estaba muy segura de lo que iba a ocurrir en las próximas horas. Quería pedirle a Karla que se mudara con ella a la cabaña, pero no quería agobiarla ni hacerle recordar el pasado, aunque quizás algunas cosas eran inevitables. Tenía que abordar la situación y trataría que su proposición no sonase a imposición. Tenía miedo, temor, había sufrido mucho como para que ahora, de nuevo, los demonios del pasado se hicieran presente. Tendría que actuar con tacto, pero no era una mujer de tacto, era directa. Trataría de suavizar sus palabras pero no estaba muy segura de cómo le saldrían.
También estaba inquieta, debía hacer varias cosas: volver a ver a Petroski y contarle el hallazgo, concentrarse de nuevo en su descubrimiento, y poner al tanto a David, Ana y Paulova, para así poder contar con ellos y no tener que enfrentar solas todo aquel asunto. Confiaba ciegamente en esas personas pero, como la vida da muchas vueltas, no quería que alguna decisión que tomaran pudiera volverse contra ellas. Consultaría con Petroski, era él quien le había animado y escuchado durante aquellos largos años de soledad, angustia y miedo. Porque en realidad esa había sido su vida durante aquel largo periodo, solo ahora parecía que llegaba algo de felicidad. Pensar que algo podía fallar le provocaba un pánico hiriente. Puede que hubiera llegado el momento de reflexionar en alto con Karla. La había contemplado tantas veces en silencio en esos últimos dos meses, había medido tanto las palabras que le había dirigido, que su corazón necesita gritar y confiarle cada pensamiento.
Karla por su parte se preguntaba que iban a hacer en las próximas horas. ¿Le pediría Dax vivir con ella? ¿Y ella estaba dispuesta a hacerlo? Solo ella sabía hasta que punto había sufrido aquellos años, pero, de alguna forma, se sentía culpable del sufrimiento de Dax pues no había logrado ver lo que estaba pasando y se había dejado llevar por su rencor, por su rabia. Sentía angustia y culpabilidad por todo lo que Dax había tenido que pasar. Se sentía egoísta, pues había tenido malos pensamientos hacia aquella noble mujer. También sabía, que tenía que dejar de lado y olvidar ciertas cosas y comportamientos sino quería volver a perder a Dax. Si la perdía, esta vez no sería por alguien o algo, sería por su propia incapacidad de comprenderla. Desde que se volvieron a ver, Dax la había tratado con delicadeza, había notado su miedo a que algo le pareciera mal, a que interpretara las cosas a “su modo”. Necesitaba que Dax confiara en ella y que se comportase libremente. Era el momento de hablarlo. Necesitaba saber que Dax no sufría por estar junto a ella y que era libre para sentir y decir.
Ambas mujeres reflexionaban profundamente. Las cosas no podían quedarse así, tenían que dejarlas salir y la única forma era hablándolo.
– Karla… yo.. – dijo Dax con voz entrecortada.
– Espera Dax, tranquila. Sé que tenemos que hablar. Déjamelo a mí, sé lo que te cuesta hablar. Siento tu necesidad, también sé de la mía.
Karla supo lo que tenía que decir, de golpe se sintió unida a la mente de Dax. Aquellas últimas veinticuatro horas había poseído el alma y el cuerpo de Dax -también se había entregado a ella -, ahora tocaba la mente de ambas.
– Creo que me quieres preguntar dónde voy a dormir a partir de ahora, quieres hacerme una proposición y temes mi reacción, no quieres herirme ni hacerme recordar el pasado.
Dax se sorprendió ante la verborrea de Karla y sonrió. Habían conectado. Echaba de menos la intuición que mostró siempre su rubia.
– Ja, ja, ja, ¡Joder, me estaba poniendo algo tensa! De nuevo tan perspicaz.
– ¡Qué pensabas! No he cambiado tanto.
Dax se tranquilizó. Desde que habían vuelto a verse era ella la que llevaba la iniciativa en todo y eso no sólo la cansaba sino que la hacia sentir extraña Siempre había sido muy directa, no se andaba con rodeos, pero ante Karla se sentía insegura, no sabía como actuar. La pequeña rubia percibió sus sentimientos y eso la llenó de alegría.
– Bien, entonces, contéstame a todas esas preguntas que pareces haber descifrado. La verdad es que no sabía como enfrentarlas y…
¡Cállate Dax! Me toca a mí. Dime si me equivoco. Me quieres preguntar si deseo convivir contigo el tiempo que estemos en esta isla y que si me gustaría trasladarme a la cabaña. Mi respuesta, es Sí. Tienes miedo de que eso me haga mal, la respuesta es que no me hace mal, la cabaña según me contó Dora, está reformada y muy linda. Y a mí, esa cabaña solo me trae recuerdos agradables, muy bonitos, sólo hubo un momento malo. Esa pregunta contestada –. Hizo una pausa y continuó –Ahora bien, la relación entre tú y yo es muy cortita todavía, es solo de unas horas. Somos mujeres muy independientes tanto por trabajo como por forma de ser, creo que es mejor ir despacio, el tiempo dirá que haremos. Espero haber contestado a tu pregunta. Por otro lado – prosiguió la joven, – respecto al descubrimiento, estas pensando como actuar, en quien confiar y a quien decírselo. Bien, eso lo tenemos que hablar, solas no podemos con todo. Voy a necesitar separarme unas horas de ti y estudiar los datos que tenemos, tú te debes encargar de la infraestructura y esas cosas. Todas esas preocupaciones tuyas, y recuerda, que también mías, hay que irlas decidiéndolas sobre la marcha, y a pesar de que no me guste, habrá que ir improvisando.
Karla terminó su monólogo, sonrió y miró descaradamente a Dax. Se dio cuenta que había acertado en todo cuando vio la expresión en el rostro de Dax, quien nuevamente le sonrió, se levantó y acercándose a Karla la estrechó entre sus brazos, alzó su barbilla y la besó profundamente. A veces, las palabras sobran, otras son necesarias, pero en esos momentos, las dos mujeres, tenían las cosas más claras, por lo menos lo que harían en las próximas horas.
El resto de lo que quedaba de mañana se dedicaron a recoger las cosas, planearon ir hacia la casa de David y Ana donde estaban Paulova y Penélope hospedadas, querían ver a las chicas, tenían que hablar con Paulova seriamente. Necesitaban orientación. Esperaban, al finalizar la tarde, recoger las cosas del mini-apartamento de Karla en el hotel e irían hacia la cabaña, la noche sería algo larga o por lo menos eso intuían.
Karla tenía la seguridad de que se iba a adaptar muy bien a la cabaña. La cabaña no había sido la causa de la separación de ambas, allí el poco tiempo que estuvo fue feliz, muy feliz. Ahora le preocupaba conocer en profundidad a Dax pues realmente no se conocían. Quería saber todo de aquella mujer, quería amarla en plenitud, la deseaba cada momento del día, parecía como si fuera a deshidratarse al desearla tanto, el deseo a veces casi le dolía. La necesidad de abrazar a Dax era casi obsesiva, aquello debía ser amor, deseo…
Dax aún sentía que no era libre de expresar sus sentimientos en toda su plenitud. Karla lo era todo para ella, pero las circunstancias en las que se había desarrollado su relación no habían sido las más propicias para poder ahondar el conocimiento mutuo. Ahora era tiempo de ello aunque el trabajo que debían desarrollar sería estresante, quizás no tendrían mucho tiempo para estar realmente juntas, por eso quería aprovechar cada momento de contacto con Karla. Ese verano sería fundamental para muchas cosas, en concreto dos, la relación de ambas y averiguar hasta que punto el descubrimiento que habían hecho tenía el significado y la importancia que presentían.
Hacia las cuatro de la tarde se dirigían a casa de David y Ana. Encontraron a la pareja junto con Paulova y Penélope. Los cuatro estaban de sobremesa a la sombra, tomando un buen café. El cuatro por cuatro de Dax silenció su motor y ambas mujeres salieron, con sus manos entrelazadas se aproximaron hacia las dos parejas que las miraban sonriente.
– Buenas tardes – dijeron al unísono.
David se levantó y abrazó en primer lugar a Dax
– ¿Cómo te ha ido conejita? – preguntó David, aproximándose al oído de Dax.
– Muy bien, David, pero como vuelvas a llamarme conejita, verás como me convierto en un lobo y puedo llegar a comerte – ironizó Dax.
Karla saludó a Paulova, finalmente saludaron a Penélope y Ana.
– ¿Habéis comido? – preguntó Ana.
– Pues mira no – dijo Karla siendo la primera en contestar. – La verdad es que mi estómago me pide a gritos que le meta algo sabroso. ¿No tendrás algunas sobras de vuestra riquísima comida? – Preguntó Karla llevándose la mano a su estómago.
– Claro, claro, tú como siempre, muerta de hambre, os traeré comida, en realidad os esperábamos y habíamos cocinado para vosotras dos. – Aclaró Ana.
– Por cierto, Ana, ¿sabes algo de Malen, está bien?, debe sentirse abandona estos últimos días.
– Está estupendamente Karla, no te preocupes, la están cuidando. –respondió Ana. – Karla, ayúdame a traer la comida, de paso, haré un poco más de café.
– De acuerdo – respondió Karla. Antes de irse, se acercó al oído de Dax y rozándolo con sus labios le dijo – no me voy lejos, estaré aquí en unos minutos, no te vayas a despistar y desaparezcas, tengo algunos planes contigo para esta noche.
– No es mi intención ir a ninguna parte, te esperaré y acepto tu proposición nocturna para lo que sea –. Aseguró Dax con cierta mirada lasciva.
Karla se fue con Ana moviendo sus caderas algo más de lo normal.
– Tu novia es muy provocativa, Dax, ¿eh? Parece que las cosas han salido bien – dijo Paulova.
– Todavía estamos…, no sé como decirte… –. Dax desvió la mirada, cierta tristeza la embargó.
– Oye, oye, no te quiero poner triste. Es normal que estés insegura, pero todo es cuestión de volver a conoceros, en realidad no os habéis relacionado durante mucho tiempo, todo esto es normal. Lo único claro es vuestra irresistible atracción –. Concluyó Paulova.
– Tienes razón, no puedo ponerme triste por una simple pregunta. Te diré que estamos muy bien, que hemos hablado bastante, que queremos seguir hablando, que vamos a convivir en la cabaña, que va a estar conmigo. La verdad es que no me puedo quejar, Karla ha reaccionado muy bien y eso es muy importante para mí. A nuestra relación tenemos que enfocarla día a día, momento a momento, eso es lo que haremos y mientras trabajaremos juntas, – dijo, y haciendo una pausa agregó – mañana si no os importa, David, Paulova, al caer la tarde os esperamos en la cabaña, tenemos que hablar con los dos sobre algo muy importante, es tema de trabajo, pero por ahora no preguntéis nada –. Concluyó Dax.
– Bien, mañana nos veremos. Ahora, vamos a tomar un poco de café, mira Karla trae una abundante bandeja, tenéis que reponer fuerzas, jejeje –. Río David.
La tarde pasó más rápidamente de lo que esperaban, Karla y Dax estaban sentadas juntas cogidas de la mano, conversando con sus amigos, no podían dejar de agarrarse, necesitaban sentirse, tocarse, mirarse. Las dos tenían una dosis muy alta de embobamiento.
Se despidieron de todos quedando con David y Paulova para el día siguiente. Las dos entrelazadas sus manos, se dirigieron hacia el cuatro por cuatro camino al hotel donde, finalmente, recogerían a Malen y las pertenencias de Karla.
No tardaron mucho en llegar. Felipa la vio llegar y Malen ladró alegremente reconociendo de inmediato a las dos mujeres. Felipa sabía que vendrían por las cosas de Karla, perdería la compañía de la joven mujer, pero se sentía absolutamente feliz, ya era hora de que aquellas dos almas estuvieran juntas. Además apostaría que dejarían a Malen a su cuidado en muchas ocasiones, y que cenarían con ella también en muchos momentos. Al fin y al cabo sería otra forma de relación, ahora tendría dos contertulias en lugar de una. Una gran sonrisa se asomó en los labios de la mujer cuando Karla se acercó a ella y la dio un sonoro beso. Más discreta fue Dax, pero adoraba la espontaneidad de Karla. ¡Qué linda pareja hacían!
Malen jugaba con Dax, mientras Karla se sentó y aceptó el café que le ofreció Felipa.
– Sé que vienes a recoger tus cosas, pero siéntate aquí un ratito conmigo. Veo en tus ojos alegría, me alegro Karla que comiences a ser feliz, lo merecéis ambas –. Se apresuró a decir Felipa.
- Te voy a echar de menos – dijo Karla, – en las noches pasadas tú compañía fue muy necesaria para mí.
– Yo también te echaré de menos, pero ahora debes vivir la vida de forma completa y tu complemento es Dax, es tú alma gemela, y míralo de esta manera: ahora sois dos las que me harán compañía, jajaja, mejor dicho, tres, no puedo olvidar a la granuja de tu perra, mira que es chinchorrera.
Las tres mujeres rieron, la noche se echaba encima y aún debían recoger las cosas de Karla, ropa, libros, documentos. No les llevaría más de una hora, pero había que hacerlo.
Finalmente Karla se despidió de lo que había sido su pequeño refugio aquel tiempo. Estaba nerviosa a pesar de que se había mentalizado que viviría en la cabaña con Dax. Aunque habían estado juntas los últimos dos meses, a partir de ahora no iba a ser lo mismo, compartirían todas las horas del día, bien conviviendo, bien trabajando. Cierta incertidumbre se instaló en el corazón de Karla. Dax la observaba mientras caminaban con las últimas bolsas hacia el cuatro por cuatro. Dieron un abrazo a Felipa, montaron en el todo terreno y se alejaron.
– ¿Te encuentras bien, Karla?
– Si, estoy muy bien, Dax, con algo de incertidumbre. Todo esto es nuevo, esta noche es nueva, dónde voy a dormir es nuevo, tu relación y la mía es nueva.
– Yo… – titubeó Dax, – no quiero que te sientas mal, ni en lo más mínimo. Yo…
– Calla – ordenó Karla. – Estoy bien, sé lo que quiero, se lo que deseo, y todo tiene que ver con que te quiero a ti, con que te deseo a ti, – entiendes. – La incertidumbre es normal, tú también la debes sentir, pero ahora es tiempo de nosotras dos. Ni deseo ni quiero adelantarme al futuro lo más mínimo, por ahora, vamos a vivir esta y sentir esta noche. Vamos a bebernos la vida juntas, ¿entiendes?
- Lo entiendo, Karla, lo entiendo –. Dax decía estas palabras mientras detenía el cuatro por cuatro, miró a Karla, la atrajo hacia sí y la beso profundamente, necesitaba sentirla, quería su contacto, su calor… Luego continuaron viaje.
En pocos minutos la cabaña estuvo ante los ojos de las dos mujeres. Las dos bajaron del todo terreno en silencio. Karla estaba expectante, no recordara demasiado como era la antigua cabaña pero lo que estaba observando de la nueva le parecía hermoso. Le gustaba, no dejaba de ser una cabaña pero no le faltaba absolutamente nada: aire acondicionado y calefacción, según fuera verano o invierno, parece que Dax había planeado quedarse algún que otro invierno allí. Karla corrió detrás de Malen, la perra ladraba y saltaba curiosa ante el nuevo lugar. Dax comenzó a bajar los bultos del 4x4 llevándolos hacia el porche.
– Espera Karla, toma las llaves, entra y ve mirando – casi gritó Dax.
– No, Dax, pongamos todos los bultos en el porche y entra conmigo, quiero que me la enseñes tú –. Respondió Karla, algo azorada por la pequeña carrera que había dado detrás de Malen.
– Aja, bien, pues venga, ayúdame, sonrió Dax –. Le gustó la respuesta de Karla, entrarían las dos.
Poco después Dax abría la puerta de la cabaña, Karla identificó algunas cosas dentro de su cabeza, pero no recordaba gran cosa, había pasado demasiado tiempo, lo que si recordó era la que fue su habitación, hacia allí se dirigió. Abrió la puerta y observó el lugar, la habitación era austera, sencilla, distribuida de forma muy práctica, pero acogedora. Se sentó en la amplia cama, Dax la había seguido algo expectante.
– ¿Te quedarás en está habitación? Sigue siendo la tuya –. Preguntó Dax con cierto aire de tristeza.
– Bien, si, efectivamente me quedaré con esta habitación, pero…– decía Karla mientras se levantaba y se dirigía lentamente hasta encontrar el cuerpo de Dax… – pero, mi querida Dax, creo que la utilizaré para trabajar y no ser molestada, ¿me admitirá en tu habitación para dormir? – Insinuó picara Karla.
Dax atrajo hacia sí a Karla, la abrazó con todas sus fuerzas.
– Gracias, por tu decisión, no sabía como ibas a reaccionar, a lo mejor no querías dormir conmigo, yo, yo no quiero quitarte tu independencia… y…
– Mira que eres pesada, Dax. No voy a hacer nada que no quiera. Acuérdate lo que hemos hablado, el pasado alguna vez tiene que dejar de ser pasado, esto es una relación totalmente nueva, de ahora, del presente. No puedo evitar que tengas miedo ni yo tenerlo, pero vamos a comenzar y hacer las cosas poco a poco, lentamente. Verás como todo ese miedo desaparecerá.
Karla terminó callando la boca de Dax con un tierno beso. Dax la arrastró hacia fuera y la tomó en sus brazos llevándola hacia la otra habitación, la habitación donde dormirían las dos.
– ¿Te gusta? Si quieres cambiar algo, puedes hacerlo – sugirió Dax.
– Oye, Dax alta y pesada, yo cambiaré lo que desee de mi habitación pero no de la tuya, y si te refieres a la comodidad de la cama, me extraña que no sea cómoda, para eso tú eres especial, eliges lo mejor –. Sonreía tiernamente Karla mirando con entendimiento a Dax.
***
La noche pasó dando paso a un nuevo día. La luz del sol se abría camino en el amanecer del alba. Dos cuerpos regentaban una espaciosa cama, dos manos entrelazadas sobresalían entre las sábanas. Unos ojos azules se abrieron lentamente, mirando fijamente al pequeño cuerpo que tenía a su lado, asegurándose que era cierto lo que veían.
Dax no quería pensar, no quería valorar, quería dejar fluir el tiempo y el espacio. No quería despertar y sentir que todo aquello era un espejismo. Apretó su mano contra la de la muchacha, suspiró comprobando que todo era real. Retiró su mano y se levantó sigilosamente, aún la temperatura de la mañana era fresca, el sol asomaba tímidamente a aquellas horas, más tarde su fuerza sería cegadora y su calor difícil de soportar. Fue hacia la cocina contemplando el paisaje a través de los amplios ventanales. El día sería largo y vendría acompañado de decisiones importantes, trascendentales. David, Ana, Paulova y Petroski tendrían que ver mucho en la organización del futuro del descubrimiento que ella y Karla habían hecho. La necesidad de elaborar un proyecto de actuación tensaba los músculos de Dax, no podían ni debían fallar en nada.
La alta mujer puso la cafetera, partió pan y lo puso en la tostadora. Se dirigió de nuevo hacia el dormitorio, lentamente acarició la cara de su amor. La miró con una dulzura que hizo que sus ojos se llenaran de lágrimas, Karla abrió tímidamente un ojo, berreó y luego abrió el otro.
– ¿Eres tú, Dax, cierto?
– Cierto. Y tú, eres Karla,
– Ummmmmmmm, que olor más rico, café, café, ummmmmmmm.
– Y, mermelada y pan tostado y bollitos marca Dora.
Karla brincó abrazándose a Dax, la besó con cierta rapidez y saltó de la cama. Dax algo sorprendida, no pudo evitar la carcajada, y corrió detrás de la rubia que se dirigía presta hacia la cocina.
– Eh, Karla, ¿no se te ha olvidado algo?
– A mi, nada, ummmmm, ya estoy sentada en la mesa, así que cuando quieras me sirves el café y esas cosas ricas, ummmm.
– De acuerdo, pero será mejor que te pongas una bata o alguna camiseta, rubita está Ud. totalmente desnuda y el sol aún no calienta. ¿Quiere resfriarse, mi impulsiva dama?
– Ohhh, jajajjaa, ni cuenta. Voy a ponerme algo.
Karla se levantó y se dirigió hacia el dormitorio, pero unas manos la detuvieron, atrayéndola y abrazándola. El calor que transmitido era tan sugerente, tan agradable…
– Buenos días Karla, ya puedes ir por la bata.
– Umm, y no puedes tu seguir haciendo de bata, mira que me das calorcito, ummmm.
– Qué prefieres, la bata, el café o mis brazos.
– Pues la verdad, es que quiero las tres cosas. Bien, iré por la bata. Pero ponme el café. Y, luego ya veremos… tenemos cierto compromiso. ¿No te parece? Aunque una hora más tarde no creo que haga mal a nadie… Prepárate larguirucha que no te escapas, pero antes bata, café, tostadas y bollitos.
El día avanzó rápidamente, la tarde no tardó en llegar. Karla había pasado el resto del día estudiando toda la documentación que tenían. Dax muy ocupada acondicionando las pertenencias de Karla mientras pensaba en la infraestructura y el equipo con el que trabajarían cara a poner en marcha el tremendo proyecto de investigación. Pasado, presente y futuro podrían estarse uniendo en pocos días.
David y Ana acababan de llegar, Paulova tardaría algunos minutos más pues se había retrasado enseñando el pueblo a su linda Penélope. Petroski, que también había sido citado a la reunión, fue el primero en llegar y las dos mujeres ya le habían explicado todo lo que ellas conocían.
David y Ana se sorprendieron cuando vieron al viejo en casa de Dax, en verdad que la reunión era importante. Paulova llegó pasada una hora, casi habían terminado de merendar.
Estaban esperándola para entrar en los detalles del descubrimiento. Habían decidido confiar totalmente en su equipo.
– Lo siento, estaba ocupada. Ando como niña con zapatos nuevos y …
– No hace falta que digas nada, solo decirte que pareces una vieja verde… jejeje. Es broma, mujer –. Sonrió Karla.
Dax había llamado por teléfono a Dora para que trajera algunos dulces para la ocasión. Mandó traer también algo de champán y otras bebidas, después de la reunión querían que se relajaran. Lo que les iban a contar no era nada que pudiesen imaginarse, excepto Petroski nadie sabía nada.
– Hola, Petroski, ¿cómo tú por aquí, Dax y Karla han conseguido que te dignases salir de tus salas llenas de historias y secretos? – preguntó David, estrechando fuertemente la mano del viejo.
– Hola Ana, ¡sigues tan guapa! – acertó a decir Petroski ante la mirada exhaustiva de David.
– Hola, corazón, te echaba de menos. No sales mucho y hay que ir hasta Atenas para verte, pero bueno… es un placer tenerte aunque sea por un rato –. Dijo Ana, haciendo una pausa y prosiguió – seguro que por poco tiempo que estés aprenderé de ti.
– Todo un cumplido. Es un placer verles.
– Petroski – llamó Dax, – mira acaba de llegar Paulova. La conoces por referencias, os habéis carteado durante años, intercambiando información, ya sabes quien es, pero hoy la conocerás en persona.
– Hola, vieja, ¿como estás?
– Mi querido colega, es un placer por fin conocerte directamente y no por chat.
– ¿Conoceros por chat? Pensaba que solo era intercambio de dos eruditos –. Dijo Dax algo desconcertada.
– Lo siento, pequeña, no nos hemos visto porque no ha habido momento oportuno, pero con llamadas, chats y otros menesteres que la tecnología hoy nos da, te aseguro que nos conocemos muy bien –. Concluyó Petroski.
– Dax, Petroski, Paulova, vengan. Tengo el ordenador dispuesto para ilustrar lo que os tenemos que contar.
Karla había colocado unas cómodas sillas campestres e improvisado una mesa que serviría de soporte al portátil. También había dispuesto una pizarra donde Dax explicaría algunos pormenores. No iban a ocultar nada. Una mesa adicional contenía comida ligera y bebidas. Iban a hacer falta algunos tragos para digerir la información que se iba a exponer esa tarde-noche.
– Bien, esto es lo que hemos estado investigando y semi-ocultando durante estos años. Nosotras no sabíamos el alcance del descubrimiento y no lo sabemos todavía. Dada las circunstancias de a quien pertenecía esta excavación y por quien era financiada, no era recomendable decir absolutamente nada, pero ahora si llegó el momento de comunicarlo y sólo a Uds., los aquí presentes.
Dax contó los pormenores del trabajo desarrollado, la vieja historia de la primera excavación, de la segunda y el descubrimiento más importante a algunos kilómetros de las dos excavaciones.
Karla expuso la teoría de la interconexión de los dos yacimientos con la ciudad oculta en la montaña.
Terminó Dax su exposición, un poco acalorada y casi sin mirar fijamente a los ojos de nadie, no quería verles la expresión de sus rostros, aunque no le quedó más remedio que mirar a cada uno de los presentes. El único que no expresaba sorpresa era Petroski, como había intuido acertadamente Dax.
– Bien, continuó Karla, no podemos darles más explicaciones, solo que nos acompañen al lugar, que nos ayuden y pedirles absoluto secreto, es algo que nadie debe saber por ahora, quizás nunca.
Karla trataba de que los presentes bajaran de las nubes, notó como intentaban asimilar lo escuchado. La verdad, que les era difícil aceptarlo, pero si Dax se había preocupado de informarles de algo así, sabían que no mentía, sabían que no era broma, y eso les producía pavor. Nadie se atrevía a decir absolutamente nada. El aire se había hecho espeso, ni un cuchillo era capaz de cortarlo, claro que existía alguien como Petroski:
– Bien, David, Ana, mí querida Paulova… –. Silencio. – Así son las cosas y así se las han contado. Ahora hace falta que salgan de su mutismo, de su incredulidad y que las acompañemos al lugar. Es decir, dejen de pensar en las nubes y bajen a la tierra, estas dos chicas necesitan ayuda y se la vamos a dar, ¿Les parece?
David desvió la mirada hacia Petroski por un momento, luego la volvió a dirigir hacia Dax y Karla. Emitió un hondo suspiro y babeó las palabras que dijo, la tartamudez le salió instintivamente:
– Ahhhh, bi…, ahhh, uff, ¡joder¡ Cono, cono, conocien, conociendo a Dax, se, se, ,,,,,,,,,,,, sé que dice la verdad, conccon,cnon, esto no es jega, digo juego……..No, no, por cierto, viejo, ¿Cómo lo sabes tú, te lo dijeron ellas antes que a nosotros? - Logró articular David finalmente.
– Bueno, Dax me había estado informando y dando documentación, los demás pude intuirlo, aunque solo tenía conjeturas, hilvané algo en mis habitaciones llenas de olvido, mi querido David.
– ¿El único que no se ha sorprendido es Petroski? Aunque mírenme, intuyo que ninguno de los que están aquí… ¿ninguno pensó que podíamos estar ante un gran descubrimiento? ¡Vamos colegas! Todos sabían que mi viejo era el poseedor de todo esto, traté de ocultarlo aunque casi me arruina todo. No podía decirles nada, eso era lo descubierto hace 8 años, lo de ahora es algo que la suerte nos llevó a ello –. A Dax, no se le ocurrió decir nada más.
Ana, mostrando más frialdad que David, Ana… que era la más incrédula de todos los presentes. Ana que siempre miraba las pruebas con lupa y que no daba crédito a habladurías ni tonterías. Ana… dijo:
– Bien, pues pongámonos a trabajar.
Paulova, muda, con la mirada perdida, fría como el hielo la mayoría de las veces, estaba llorando.
– Necesito una copa, joder que necesito una copa, ¿alguien puede dármela? Eso, pongámonos a trabajar, ale, a trabajar, pero joder, ese trabajo es bien distinto, es… la leche.
Paulova estaba llorando. Karla se dispuso a poner varias copas. Otro día ultimarían detalles y establecerían un calendario de actuación, hoy no. Hoy era el día de decir las cosas claras, ¡pero que cosas, dios, que cosas!, todos pensaron que era algo increíble, pero partiendo de Dax y Karla, sabían que era cierto, que no dirían algo así, como mentira, nunca. No jugaban jamás con los temas de trabajo y menos en lo referido a la Arqueología y a las Antigüedades.
Esa noche corrió el alcohol algo más de lo normal, pero estaban en casa, con gente amable, con gente en quien se confía, eso da mucha seguridad. Dax y Karla apreciaban mucho ser entendidas, ser escuchadas, confiar. Dios, es tan difícil confiar. Se sentían bien, muy bien por ese simple hecho, confiar, hablar sin que te estén juzgando, sin la necesidad de estar alerta. Sabían que podían contar, decir, examinar cada lado del camino y el camino mismo a recorrer sin estar en guardia, sin estar expectantes de lo que podría o no discurrir por las mentes de esas personas. Habían tenido mucha suerte de que se cruzaran en su camino aquellas personas, desinteresadas, con amor a raudales, con ganas de hacer cosas, llenas de vida, porque eran una gran manifestación de Vida.
No sería posible que el descubrimiento fuese por buen camino sino era llevado por buena gente. Y de ahí partía la confianza de Dax y Karla: que habían dado con la gente que necesitaban. Eran imprescindibles. Ya no había vuelta atrás. Un mundo lleno de “inquietudes”, “de nuevas cosas”, de….” “, estaba por acontecer.
No había que esperar mucho tiempo, no tenían que desearlo, no había necesidad de esperar algo diferente, no había lugar para elucubraciones, no eran tiempos de imaginar, eran momentos de hacer, de pasar a la acción. Eran los poseedores de un gran secreto, eran los guardianes de un posible gran conocimiento, realmente sin saber las consecuencias pero estaban dispuestos ha llegar hasta el final.
Quizás parte de la evolución humana estaba por venir, probablemente parte del futuro estaba en el pasado, pero ese pasado estaba abierto en el futuro, y el futuro ya estaba aquí. No sería un pasado, sólo la utilización consciente de lo que “algo fue” y puede que ayude ahora. Pensamientos, pensamientos a mil por hora, la mente no se detiene pero hay que pararla, hay que decir basta, porque si no se dispara eternamente. Somos creadores de mundos, de conciencias, de mentes, claro que todo, cuando pensamos así, tan rápidamente, es inconsciente. Pero estamos en plena evolución, lo que pasó, no es de nuestra incumbencia, lo de ahora, sí.
Primeros días de septiembre del 2007 un pequeño campamento se había establecido cerca de una colina rodeada de bellos árboles y vegetación. Un pequeño grupo de mujeres y hombres estaban muy atareados montando el engranaje necesario para lo que querían llevar a cabo. Fabiola también formaba parte del equipo, Dax se había dado cuenta que necesitaban a alguien que fuera un todo terreno y que esa persona no podía ser otra que Fabiola.
Los últimos adelantos técnicos estaban preparados, todavía necesitarían pedir alguno más, por el momento estaban instalando una potente antena satelital.
– ¡No me interrumpas Dax! Necesito concentración, ahora mismo a ti no te necesito, dile al viejo que venga – gritó, Karla al ver avanzar a Dax hacia ella.
– Vale, vale, mujer. Ahora mismo te lo traigo – dijo Dax, entendiendo a Karla.
– Dime Karla, ¿tienes algunas ideas frescas? – Comentó Pretoski.
– Sólo necesito concretarlo contigo. Acércate al ordenador. Mira este es el mapa orográfico del terreno. Mañana verás este riachuelo en directo – dijo señalando un trazo azul sobre el mapa, – necesito saber si hace 20.000 años ya pudo haber existido o haber sido un río más caudaloso, capaz de abastecer una ciudad de no más de 5000 habitantes, es más apostaría que 3000.
– Mira, Karla, tengo los estudios que me pedisteis cuando fuisteis a Atenas. Hice un programa retrocediendo esos 20.000 años. El lugar era algo distinto al de ahora. Te mostraré la simulación.
Un tupido bosque al lado de una montaña, por allí discurría un amplio río, con bastante caudal para ser un río en una pequeña isla. Una amplia pradera verde se erguía como paisaje dominante. Semejaba tierra fértil.
– Bien, lindo lugar, ¿verdad? Agua, tierra, clima benigno con inviernos y veranos suaves. Época de lluvias abundantes en primavera y otoño. Ideal para un asentamiento humano. Un pequeño paraíso en una pequeña isla. Las cosas, ahora han variado, el verano y el invierno son mucho más extremos. La montaña continúa, el bosque invadió el resto del terreno que era una pradera. La tierra es mucho más seca. Evidentemente el río se convirtió en un riachuelo, aún es capaz de regar parte de ese lugar. Mañana lo veré en directo y te podré concretar más –. Petroski emitió este discurso.
– Una pregunta más. ¿Pueden haber corrientes de agua bajo el subsuelo? – inquirió Karla.
- Como posibilidad sí. Son rocas muy permeables, aunque la tierra sea seca y poco cultivable eso no quiere decir que el agua no busque escapatoria hacia algún lugar. Imagino que te refieres al agua que puede abastecer a la ciudad, incluso hoy en día. ¿Cierto?
– Así es, amigo. Así es. Muchas gracias –. Sonrió Karla.
– Ahh, lo único es que no abastecería con la abundancia de antaño.
– ¡Claro! Evidente –, aseveró la joven arqueóloga.
Ana y David iban a quedarse en el campamento, con cierta resignación entendieron que Petroski y Paulova eran más importantes a la hora de estudiar el sitio. Fabiola también se quedaría con ellos. Penélope tuvo que volver a Madrid por asuntos personales pero regresaría en pocos días. De todas maneras la excursión sería de un día, poco a poco acercarían el campamento al lugar, es más, Dax pensaba que sería más fácil la investigación contra más cerca.
Habían concreado un calendario de trabajo, serían quince días de trabajo de campo, luego unos días de descanso y estudio, y volverían otros quince días más, no más allá del 15 de octubre, en esa época el frío llegaba de improviso. La primera fase sería recolectar la mayor cantidad de información posible, luego habría que repartir la tarea entre los miembros del equipo y estudiar de forma muy detallada toda la información disponible.
– Bien, mañana al amanecer partimos, necesitamos cierto tiempo para llegar y quedarnos, no es difícil el acceso pero lleva su tiempo –. Planteó finalmente Dax.
– ¿Todo está preparado? – Preguntó Karla un poco a los gritos.
– Siiiiiiiii, dijeron al unísono Petroski y Paulova.
El campamento quedó en silencio absoluto, cada uno se retiro a su tienda. Petroski y Paulova estaban nerviosos. Dax y Karla estaban mucho más calmadas. Esa noche se amaron con gran intensidad, sus miedos y nervios quedaron atrás. Un nuevo mundo podría estar abriéndose para ellas y quizás solo para los presentes, probablemente era algo que no debería salir a la luz pública nunca, o por lo menos en bastantes años, la humanidad podría no estar preparada para tal conocimiento.
Continuará…
Me gusta el relato, es diferente a lo que he leido e interesante. Continua :)
ResponderEliminaroorale!! me gusta... y mucho
ResponderEliminarMe encanta tu relato esta muy interesante, esperando los próximos capítulos.
ResponderEliminarUn peto molt fort. Carmen
uy que interesante Juls, masssssss!!!!
ResponderEliminarMe uno al club de fans desde ya. Felicidades por la nueva historia Juls!!, es un placer leerte.
ResponderEliminarPara cuando mas Juls????
ResponderEliminarBuenisimo, Gracias Julia ;)
ResponderEliminarMe imagino a Dax en plan Lara Croft jajaja, me encanta Julia!!!
ResponderEliminar¡Lara Croft, casi na! jajajajaja
ResponderEliminarJulia me tienes muy enganchada, necesito meterme algún capítulo please
ResponderEliminarescribes genial.
el finde colgaré el otro capítulo
ResponderEliminarEl finde.......ufff ta bien.... ta bien....después no se quejen si morimos de una sobredosis el finde jaaajajaja ó si después pedimos más....MÁS...MÁS... jaaaajajajajaja
ResponderEliminargracias Julia, qué ganas de saber de tí y de la historia. ahhhh , cuánto queda por díos, dos díasss.
ResponderEliminarGracias Julia, ya me lo leí... la verdad, mola esto de leer tanto de seguido...:)))
ResponderEliminaruna sorpresa este fic!!!! muy buenooo!
ResponderEliminarJulia nos tienes totalmente abandonadassss...
ResponderEliminarNo, tengo el capítulo V ya casi listo y caliente, pero terminé el fic de Cristina e Isabel, en unos días estará aquí, con casi 100 páginas escritas, espero que guste, sino me cuelgo, jejeje. Luego el siguiente capítulo de A versus A.
ResponderEliminarUn beso
guay Julia, a la espera jejeje.gracias
ResponderEliminarPufff, genial... sin palabras!!
ResponderEliminarEsperando para más!!! :)
Besos!
Tania :D
Julia y Luzi, please, más capítulos. Me encanta como escriben. Gracias.
ResponderEliminarYa no hay mas??con la buena pinta q tiene.....
ResponderEliminarPara cuando el próximo capitulo u.u
ResponderEliminarPamela
Buenisimo, buenisimo, buenisimo, felicitaciones y ojala continue que aun quedan muchas cosas. Gracias. CAROLINA- Francia
ResponderEliminarLo descubrí antes de ayer, acabo de terminar de leer los 4 cápitulos, conclusión?.... esperando por el siguiente, necesitaba algo nuevo que leer y por fin encontré algo que me gusta, gracias por publicarlo. ;)
ResponderEliminarA mi más que recordarme algún personaje famoso, me recuerda a un par de amigas jajajaja ambas estudiaron historia y ambas son arqueólogas deseosas de tirar abajo todo el conocimiento que tenemos de la historia jajajaja
Makeys.